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Un discurso del rector de la universidad nacional de colombia, doctor marco palacios, en el encuentro de exalumnos celebrado en 1986. El texto aborda la historia, misión y principios de la universidad nacional, incluyendo su papel en la sociedad colombiana y su evolución a lo largo de los años. El autor reflexiona sobre la crítica social, la popularidad, la excelencia académica, la democracia y la autonomía de la universidad.
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Tipo: Apuntes
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Fundada en 1867 para acometer el estudio de las realidades colombianas, la Universidad fue reor- ganizada en 1936 por una ley que le amplió sus re- cursos y le confirió el perfil institucional que hoy conserva. La Universidad Nacional condensa, en buena medida, no sólo las aspiraciones sociales y modos de ser de las clases y grupos que han tenido acceso a ella, sino los ideales hacia la democracia política, la igualdad social, el progreso técnico y económico y la identidad cultural de todos los co- lombianos. En los últimos veinticinco años, di- chos propósitos han estado sometidos a los acosos propios de una "sociedad bloqueada" como deno- mina a la nuestra uno de los más esclarecidos ex- rectores de la Universidad. El medio siglo que hoy recordamos ha verificado el tránsito de una socie- dad de escenarios agrarios y rurales, la Colombia de los años treinta que, al sufrir las transformacio- nes de las migraciones internas, la urbanización y la industrialización sustitutiva, ha cambiado su fi- sonomía y sus costumbres.
Marco Palacios Rozo
Palabras del Rector de la Universidad Nacional de Colom- bia, Doctor Marco Palacios, cn el Encuentro de exalumnos, que se llevó a cabo el miércoles 10 de diciembre de 1986, en el Centro de Convenciones "Gonzalo Jiménez de Quesada", con motivo de celebrarse el Cincuentenario de la Ciudad Universitaria.
Confluyen en este aniversario remembranzas y re- flexiones sobre lo que la Universidad Nacional ha sido en el cuerpo social y político de Colombia y en nuestra cultura contemporánea y la formula- ción de propósitos sobre lo que ella deberá ser en la Colombia del siglo XXI, que es mañana.
Inseparable de los movimientos de ideas políticas, de las expresiones aun las más dramáticas y tor- mentosas de nuestra vida pública reciente, del fe- cundo movimiento artístico que en la Escuela de Bellas Artes cumple 100 años, o de la práctica e in- vestigación científicas que apenas da sus primeros pasos institucionales entre nosotros, y portadora de una imagen pública que equivocadamente o no ha sido termómetro de lo que acontece en el orden público del país, la Universidad Nacional conti- núa su travesía, contra la corriente las más de las veces. Deja sí un producto olvidado: más de se- senta mil profesionales de alta calidad, egresados de sus aulas en este medio siglo, que testimonian una tarea pedagógica invisible en ese hermoso conjunto urbanístico y arquitectónico que es la Ciudad Blanca.
No hay un campo de la actividad intelectual y cul- tural de la Colombia de hoy, salvo quizás.las cien- cias de la comunicación, que no haya tenido su primer hogar en la Universidad Nacional. Trátese de las Ingenierías, de la Medicina o de las Artes Plásticas y la Música, de las Ciencias Naturales y las Matemáticas, en las aulas y laboratorios, en los talleres y en los auditorios, prados y corredores de la Ciudad Universitaria se han ido fraguando los modelos y las escuelas que luego, como por trans- migración, han ido apareciendo, con diversos ma- tices en otras entidades universitarias, públicas o privadas.
Aunque las respuestas universitarias a esos cam- bios demográficos y sociales acelerados -que por demás se presentaron en ese contexto histórico nacional que llamamos la violencia-, fueron con- duciendo a agravar un conflicto que se tornó lucha sectaria y estéril entre la Universidad y el Estado, siempre existió un núcleo, f.uerte como la almen- dra de un durazno, que no permitió que la Univer- sidad se extinguiera en ese esfuerzo pueril, a veces alocado y violento, de confrontar con las armas más primitivas a un Estado que en momentos sólo parecía responder con la arrogancia de su poder. Ese núcleo de profesores y maestros defendió los altos valores de la ética universitaria y los princi- pios que dan sustento a la vida académica. En con- diciones adversas de opinión pública, permaneció en el claustro tratando de dar orientaciones, em- prendiendo investigaciones y poniendo al día las estructuras académicas y administrativas. Por eso no es extraño que en plena crisis de la Universidad Nacional como modelo de comportamiento polí- tico, surgiera en 1965 la reforma del Rector José Félix Patiño que, a mi juicio, redondeó la idea y plasmó en principios organitivos el diseño univer- sitario de 1936 que hoy conmemoramos.
Han sido muchos los cambios operados en la Uni- versidad en este medio siglo. Quisiera destacar tres: primero, la creciente participación de la mu- jer. En los treinta, menos del 10% de la población estudiantil total, era femenina. Hoy esa propor- ción llega al 35% y mujeres ocupan los más altos cargos de dirección, las cátedras y la administra- ción. Segundo, la dispersión de la Universidad en Facultades autónomas que luchaban por fueros particularistas, ha desaparecido, y tercero, la in- vestigación alcanza hoy un status similar al de la docencia. Esos cambios, imperceptibles definen el dinamismo universitario.
¿Pero qué es hoy la Universidad Nacional? ¿Cómo debe ser? ¿Cómo puede cumplir su mi- sión, una vez que su comunidad parece reconci- liarse con el Estado y con la Sociedad y una vez que su institucionalidad se fortalece en un mo- mento hacia la actualización de la actividad aca- démica?
Creo que la Universidad Nacional de hoy, expre- sando su tradición y preparándose para el mañana debe ser una entidad crítica, popular, de excelen- cia académica, democrática y autónoma.
Cada uno de estos términos adquiere en nuestro medio universitario una ambigüedad valora ti va que tiende a anular su significado esencial y espe- cífico. En el contexto de la actual gestión rectoral, que busca interpretar de la mejor manera posible el espíritu de la ley orgánica de la Universidad así como señalar las carencias, lagunas o deficiencias que la práctica va haciendo ostensibles, esos prin- c~~ios podrían expresarse en las siguientes propo- sIcIones:
Primera. Universidad crítica no es universidad contestataria. El paradigma universitario mani- fiesta, desde sus orígenes medievales, la posibili- dad de crear y difundir un saber socialmente pro- ductivo -más teológico en sus inicios, más científi- co hoy- y esa posibilidad impÜca que la verdad como atributo del saber pueda chocar, como his- tóricamente ha ocurrido, con los poderes estable- cidos, sean ellos los de la sociedad, o del dinero, o los del mismo gobierno universitario. Hoy día una universidad debe producir conocimientos con una calidad específica que corresponda a nuestra épo- ca, llamada de las revoluciones científicas. Deben ser esos conocimientos coherentes y precisos, conforme a una legalidad metodológica clara; de- ben ser amplios en su enfoque, sencillos en su for- mulación y capaces de generar nuevas investiga- ciones que producirán nuevos conocimientos.
Este principio de la universidad moderna la hace crítica por su esencia, al asumir la tarea central se- gún la cual el conocimiento es siempre inacabado o se petrifica. Hoy creemos saber, conforme a la discusión que hace algunos años planteó Thomas Kuhn, que estos principios se refieren a las cien- cias de la naturaleza, y a las ciencias de la socie- dad, demoliéndose a pedazos la muralla creada por el positivismo decimónico entre los dos órde- nes de realidad: el del mundo natural y el del mun- do social. En América Latina y en los países en vías de desarrollo, la universidad crítica genera actitudes que son tomadas por los defensores a ul- tranza del orden como conductas afrentosas. Los fundamentalismos religiosos, los dogmatismos políticos, los parroquialismos culturales y el enta- ble de sabios convencionales, deben concebir el pensamiento crítico que fluye de las universidades como enemigo potencial. Esto parece más eviden- te cuando la universidad somete a juicio las es- tructuras sociales. Ha sido este terreno de la críti- ca social, por el método de las ciencias sociales o de las artes, en el que ha sido más fecunda la Uni- versidad Nacional. Desde la obra de su primer Rector Don Manuel Ancízar hasta los trabajos de la escuela contemporánea de sociólogos y econo- mistas o de la obra de las escuelas de pintura en Bellas Artes, la Nacional ha sobresalido por aprehender la realidad colombiana como objeto de análisis privilegiado.
El supuesto según el cual el camino del pensa- miento crítico es llano, corto y arroja resultados inmediatos, aunado al infantilismo político, han conducido a una actitud dogmática, excesiva, pre- juiciada, que consiste en quedarse en la crítica ne- gativa, sin propósito creativo. Esa es la actitud de la universidad contestataria para la cual todo or- den debe ser destruido, toda respuesta institucio- nal interna o externa a la universidad tiene que ser insatisfactoria; todos los males del país son irre- mediables porque son estructurales sin que pre- viamente se acepte siquiera la historicidad de di- cha "estructura".
Segunda. Universidad popular no es la universi- dad masificada. Una tradición aristocrática que sobrevivió a la Revolución Francesa y quedó ins- talada en el centro mismo de la discusión demo- crática moderna, insiste en confundir la noción de pueblo y popular con masa y masificación. Los re- querimientos más recientes de la movilidad social, de la sociedad de consumo y de la llamada revolu- ción de las comunicaciones han dado mayores im- pulsos a esa actitud dieciochesca, barnizada de li- beralismo filosófico.
políticos y sostiene, defiende y aplica el principio básico de la libertad de enseñar y aprender y de la libertad de investigar. Ese ámbito de libertad ope- ra como el hábitat natural del pensamiento crítico que no puede madurar y desarrollarse sino a con- dición de que florezca el pluralismo.
La universidad como institución no es el motor del cambio social y mucho menos del cambio violento pero sus egresados, en cuanto participen activa- mente en la vida.social, podrán serlo y ojalá sigan siéndolo. La universidad es un vivero de hombres libres que al incorporarse a la sociedad como ar- tistas, médicos, ingenieros o profesores de litera- tura, podrán aportar una voz de orientación, una idea de transformación, una esperanza de cam- bio. Pero la universidad y mucho menos su territo- rio son o pueden convertirse en una especie de gettho radical contestatario, supuestamente de- mocrático. Quienes han abogado por estas solu- ciones y hablan en nombre de la democracia ja- más han pensado que el término democracia tiene que ver con los números, con las mayorías y con el respeto a la voluntad de dichas mayorías. Tampo- co han pensado que la democracia no significa la destrucción institucional de la universidad.
Finalmente quisiera hacer la siguiente proposi- ción: la universidad autónoma no es extraterrito- rial. La autonomía universitaria es uno de los le- gados del movimiento estudiantil'de Córdoba de
La actual Ley de la Universidad, al igual que las aprobadas en 1936 o 1963, consagra la aut-onomía universitaria. Nos referimos a grados de autono- mía puesto que una institución oficial, sostenida con el presupuesto nacional en más de un noventa por ciento, puede o debe reclamar márgenes de autonomía y nunca la autonomía absoluta. Di- chos márgenes han sido amplios pero a mi juicio hoy pueden ampliarse en tres campos: 1)- El pre- supuesto y la ejecución presupuestal; 2)- Las for-
mas de organización académica interna, y 3)- El nombramiento del Rector.
No obstante para muchos la autonomía ha residi- do especialmente en un elemento que se llamó la inviolabilidad domiciliaria, la extraterritorialidad de los recintos universitarios. A este respecto con- sidero que deben recordarse cuestiones de princi- pio y definirse formas de operación. En el caso histórico de la Universidad Nacional, la estraterri- torialidad que se reivindicaba contra el Estado terminó en que la comunidad perdió su territorio que cayó de hecho en manos de minorías descom- puestas, sin sentido de academia, ni de país; mi- norías que, por veinte años, afectaron profunda- mente la vida cotidiana del recinto, dañaron su hábitat y descompensaron su ritmo cultural e inte- lectual. Esas minorías no produjeron un modelo alternativo de universidad, ni en la teoría y menos en la práctica, aunque sus simpatizantes han dicho repetidas veces que la universidad en un país capi- talista es por definición una '~estructura antidemo- crática" y que sólo la movilización permanente, la agitación permanente y la impugnación a ultranza de los estamentos, romperá con esa estructura an- tidemocrática. No obstante que la Universidad no es extraterritorial, sí hay unas formas tradiciona- les comunitarias de relacionarse con el Estado. El experimento del actual gobierno universitario ha mostrado sus bondades. La Universidad Nacional puede funcion'ar sin la presencia permanente de la fuerza pública, aunque cualquier desorden que no pueda ser solucionado internamente y ponga en peligro la vida o seguridad de las personas o los bienes de la Universidad, deberá ser enfrentado por las autoridades competentes, a petición de la Rectoría.
Es innegable que la Universidad presenta rezagos y fallas que deben remediarse en corto o media- no plazo.
La Universidad carece de un modelo pedagógico acorde con los valores sociales que deben fortale- cerse como estrategia para el cambio social. La docencia continúa anclada en un enciclopedismo que deja de lado la adquisición y perfecciona- miento de habilidades y destrezas. Los métodos de enseñanza son rígidos y anacrónicos. El equi- pamiento de muchas dependencias de la Universi- dad está unos treinta años retf'azado.
Creo, señor Presidente, haber expuesto de una manera concreta y dentro de un marco conceptual apropiado, las diferentes facetas de la Universi- dad Nacional de Colombia, cuya comunidad en-
frenta conjuntamente con el país un reto muy sim- ple: cómo dar a la Universidad de hoy una defini- ción que resulte tan novedosa y provechosa para el país como la que le dieron hace mediG siglo los hombres de la administración López, inspirados y encabezados por él.
El acto que hoy nos reune, ha sido la obra de un grupo de exalumnos, la mayoría de ellos forma- dos en los azarosos años sesenta, que han querido renovar su filiación al Alma Mater. Agradezco en nombre de la institución y en el mío propio a Fé- lix Salcedo, Samuel Yohai, Luis Gonzalo Giral- do, Antonio Hernández, Humberto Vergara, Gil- berto Ramírez y Diego Younes, quienes consoli- daron un núcleo de apoyo en el que participaron diligentemente muchos otros exalumnos, y desta- co su carácter de representantes de una genera- ción que, desde la Ciudad Universitaria, aprendió a luchar por Colombia.
Marco Palados Rozo. Historiador colombiano. Profesor titular de El Colegio de México. Autor de El populismo en Colombia, El café en Colombia 1850- 1970, Estado y clases sociales en Colombia y La delgada corteza de nuestra ciyi- lización. Actual rector de la Universidad Nacional de Colombia.