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¿Una historia simple?, Francisco Gutiérrez Sanín, Apuntes de Historia

Tipo: Apuntes

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¿Una historia simple?
Francisco Gutiérrez Sanín
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1. INTRODUCCIÓN
Antes de estudiar las causas del origen y persistencia del conflicto colombiano, hay que
definir sobre qué se está hablando. Me atendré a la periodización que he propuesto en
textos anteriores
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. Colombia ha vivido dos grandes oleadas de guerra civil: la que se conoce
como La Violencia, y la que llamaré aquí guerra [contra]insurgente. La primera va
aproximadamente de finales de la década de 1940 a comienzos de la de 1960. La segunda
comienza por entonces, y se prolonga hasta hoy. Me concentraré en la segunda. Ambas
oleadas están orgánicamente conectadas (ver sección 2) y muestran muchas continuidades,
pero son distintas en sus protagonistas, principales motivos, y lógicas subyacentes.
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Investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de
Colombia. Director del Observatorio de Restitución y Derechos de Propiedad Agraria,
http://www.observatoriodetierras.org/. Agradezco los valiosos comentarios de Elisabeth Wood, así como los
insumos y aportes de Fabián Acuña, Rocío Peña y Margarita Marín. Es claro que todos los errores e
inadvertencias que pueda contener este texto son responsabilidad exclusivamente mía.
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Ver por ejemplo Francisco Gutiérrez y Juan Carlos Guataquí, The Colombian case. Peace making and
power sharing. The National Front and New Constitution Experiences", 2009 disponible en:
http://siteresources.worldbank.org/INTCONFLICT/Resources/ColombiaFinal.pdf
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¿Una historia simple?

Francisco Gutiérrez Sanín^1

1. INTRODUCCIÓN

Antes de estudiar las causas del origen y persistencia del conflicto colombiano, hay que definir sobre qué se está hablando. Me atendré a la periodización que he propuesto en textos anteriores^2. Colombia ha vivido dos grandes oleadas de guerra civil: la que se conoce como La Violencia, y la que llamaré aquí guerra [contra]insurgente. La primera va aproximadamente de finales de la década de 1940 a comienzos de la de 1960. La segunda comienza por entonces, y se prolonga hasta hoy. Me concentraré en la segunda. Ambas oleadas están orgánicamente conectadas (ver sección 2) y muestran muchas continuidades, pero son distintas en sus protagonistas, principales motivos, y lógicas subyacentes.

(^1) Investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia. Director del Observatorio de Restitución y Derechos de Propiedad Agraria, http://www.observatoriodetierras.org/. Agradezco los valiosos comentarios de Elisabeth Wood, así como los insumos y aportes de Fabián Acuña, Rocío Peña y Margarita Marín. Es claro que todos los errores e inadvertencias que pueda contener este texto son responsabilidad exclusivamente mía. 2 Ver por ejemplo Francisco Gutiérrez y Juan Carlos Guataquí, The Colombian case. Peace making and power sharing. The National Front and New Constitution Experiences" , 2009 disponible en: http://siteresources.worldbank.org/INTCONFLICT/Resources/ColombiaFinal.pdf

La guerra contrainsurgente, a su vez, tiene dos momentos claves. El primero es, obviamente, el de la creación de las guerrillas de inspiración marxista. Pero para formar un grupo armado no estatal basta, en realidad, con el acto de voluntad de un puñado de personas. Varias guerrillas surgieron en América Latina en la década de 1960; muy pocas sobrevivieron^3. Entre ellas se cuentan las colombianas. ¿Por qué? Esa es mi pregunta por los orígenes. Sin embargo, las guerrillas colombianas fueron en los 60s en general bastante marginales. El segundo momento clave tiene lugar a finales de la década de 1970. Es entonces cuando Colombia cae, desde cualquier indicador razonable que se use, en un estado de guerra civil. Y ella dura hasta hoy, constituyéndose en el conflicto nacional más prolongado del mundo. ¿Por qué entró el país en guerra? ¿Por qué se prolongó ésta de una manera tan extraordinaria? ¿Y cómo lo hizo? Estas son mis preguntas por la persistencia.

Cualquier texto sobre los orígenes, persistencia y victimizaciones de un conflicto tan complejo como el colombiano tiene que estar rodeado de advertencias preliminares. Hay muchas cosas sobre nuestra guerra que ignoramos. Hay otras tantas sobre las que hay importantes debates abiertos. Se trata de problemas que no son fáciles de resolver. La experiencia de otros países sugiere que tales discusiones se pueden prolongar por décadas, y ocupar volúmenes enteros de literatura erudita. Esto, por supuesto, no equivale a sugerir que todo vale: a medida que va surgiendo más y más evidencia, menos proposiciones son capaces de dar cuenta de ella. Pero sí implica recordar que toda afirmación que se haga sobre nuestro conflicto es necesariamente parcial y está enunciada desde un debate en curso. Además, este texto en particular fue escrito dentro de limitaciones extremas de tiempo y espacio. Ninguna de ellas puede constituirse en coartada para el error o la incuria, pero ambas se reflejan en la cantidad de temas que omití, o subsumí, en la argumentación general. El conflicto colombiano se ha desarrollado en medio de una vigorosa modernización tanto de la sociedad como del estado. Dio origen a toda una serie de procesos de paz, con experiencias ricas y variadas. Se transformó al calor de una espectacular apertura democrática (la Constitución de 1991). Se produjo en medio de un cambiante entorno internacional, que fue de la guerra fría al post-consenso de Washington, pasando por múltiples etapas intermedias. Involucró de distintas maneras a la iglesia

(^3) Incluidas las de aquellos países que experimentaron guerras propiamente dichas. Ver por ejemplo el caso peruano, en el que las primeras insurgencias de la década de 1960 fueron rápidamente batidas.

campesinado por debajo del nivel del régimen político, dinámicas centrífugas y bloqueadoras dentro del sistema político, y la reapertura del acceso a la provisión privada de la seguridad). Después, me concentro en la persistencia; allí escojo otros cinco factores claves, que desarrollan los que permitieron los orígenes (o se superponen a ellos), y analizo sus interacciones mutuas. Dichos factores son: narcotráfico, patrones de violencia de la guerrilla contra los civiles, masiva provisión privada de la seguridad, articulación de ésta a orientaciones estratégicas de agencias nacionales, y articulación densa entre actores legales e ilegales dentro del sistema político. Las consecuencias para el país son devastadoras, cosa que ilustro en la sección sobre victimización. Pero a la vez encuentro importantes puertas de salida.

Paolo Rossi decía en su libro extraordinario^6 que los investigadores se dividían entre "arañas", que miraban el panorama general y las grandes tendencias, y las "hormigas", que trabajaban en el suelo con todos los detalles del material a la mano. Me imagino que lo mejor sería tratar de combinar las virtudes de ambos estilos. Independientemente de que alcanzar tal ideal sea posible, dado el diseño de este ejercicio es inevitable aquí "hablar como araña" y omitir la sustentación empírica de muchas afirmaciones, y pasos intermedios en los razonamientos. Por eso remito con alguna frecuencia a trabajos míos que tratan sobre problemas análogos, y en donde se encuentran las referencias empíricas y los análisis más detallados relacionados con algunas de las proposiciones que sustentan la narrativa: no por vanidad de autor, que es una de las más detestables, sino por sentido de responsabilidad de hormiga. Pero por supuesto me apoyo también continuamente en el ya amplio y rico panorama que ofrecen las ciencias sociales colombianas.

No sobra advertir que no he querido aquí simplemente hacer de amanuense de una sucesión de horrores. Este texto está escrito como una apuesta por la paz. Esto implica criticar a todos los actores del conflicto, pero con la expectativa de ayudar a buscar formas civilizadas para salir de él. Incluso si se acierta, esto puede ser muy doloroso. Uno de los fundadores de la ciencia política, Ostrogorsky, decía de su estudio clásico sobre los partidos que esperaba que todos los actores sobre quienes estaba hablando quedaran un poco

(^6) Paolo Rossi, Los filósofos y las máquinas, 1400-1700. Barcelona: Nueva Colección Labor, 1966

insatisfechos^7 : ese era el síntoma clave que lo dejaría tranquilo. Guardadas todas las proporciones, abrigo las mismas expectativas.

  1. SOBRE LOS ORÍGENES DEL CONFLICTO

Las guerrillas colombianas de inspiración marxista se crearon en los primeros años de la década de 1960. En ese sentido, no hay mayores diferencias entre Colombia y el resto de América Latina, en donde aparecieron por entonces muchas insurgencias inspiradas en motivos y discursos revolucionarios provenientes de la Unión Soviética, China, Vietnam y Cuba. En este período temprano, la mayoría de las guerrillas latinoamericanas actuaron en medio de un gran aislamiento^8. En Colombia se presentó un fenómeno análogo. Salvo episodios como Marquetalia, las guerrillas se desarrollaron al margen de los debates centrales de un país que se modernizaba y urbanizaba aceleradamente y cuyos niveles de movilización social aumentaban de manera visible^9. Como ha mostrado Vélez, el grueso de la actividad guerrillera temprana se desarrolló en las periferias demográficas y territoriales del país^10. Esto condujo a que en muchos casos se adelantara en Colombia lo que ha llamado Broderick "una guerra imaginaria"^11.

Sin embargo, y en contraste con nuestros vecinos, en Colombia las guerrillas sobrevivieron no de una manera imaginaria, sino bastante tangible. Toca entender por qué. Una primera explicación que se ofrece rutinariamente es el cierre del régimen del Frente Nacional^12. Pero ella, como lo ha notado Pécaut, no pasa ningún examen comparativo serio^13. En relación con el conjunto del continente, el régimen político colombiano estaba sin duda entre los más abiertos. El país contaba con una sólida tradición de construcción y

(^7) Moisei Ostrogorski, Democracy and the organization of political parties , Transactions Publishers, 1981 (^8) Para visualizar esto basta leer los Diarios del Ché Guevara. Ver "Los diarios del Ché en Bolivia", Ediciones La Cueva, 1966, s.l. 9 10 Rocío Londoño Botero, Sindicalismo y Política Económica , Bogotá D.C: Fedesarrollo, 1986. María Alejandra Vélez, FARC-ELN. Evolución y expansión territorial , Tesis de grado de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, 1999. Esto confirma una intuición pionera de Legrand: ver Catherine LeGrand, Frontier Expansion and Peasant Protest in Colombia, 1850–1936, Albuquerque: University of New Mexico Press, 1986 11 12 Walter Joe Broderick,^ El guerrillero invisible,^ Bogotá: Intermedio, 2000, p. 156 Otra versión de esta tesis es la de que el origen de nuestro conflicto está asociado a la "ausencia de populismo". Para una crítica, ver Francisco Gutiérrez, El orangután con sacoleva. Cien años de democracia y represión en Colombia (1910-2010), 13 Bogotá: IEPRI-Penguin Random House Group Editorial, 2014. Daniel Pécaut, « Colombia: violencia y democracia », Análisis Político, 13, Bogotá: IEPRI, 1991 p 37

sangre, que desarrollaron una dinámica propia. Como alguna vez afirmara sugerentemente el general Rojas Pinilla, la Violencia en Colombia puede verse también como una combinación de "grandes odios y pequeñas rencillas"^17. Sumemos a esto la destrucción masiva de vidas y propiedades, que produjo a cientos de miles de colombianos daños irreparables, suscitando entre muchas víctimas sentimientos que podían ir desde la humillación hasta el odio y el deseo de venganza. En diferentes regiones nos encontramos con bases sociales campesinas martirizadas por la Violencia, y a la vez dispuestas a brindar --como cuestión de pura supervivencia^18 -- apoyo a fuerzas ilegales opuestas al estado. Se forjaron en el campo redes de sociabilidad articuladas a proyectos de resistencia armada, que a la postre fueron fundamentales para el despegue de los proyectos guerrilleros de la década de 1960^19. No menos importante es que durante el ciclo se forjara un amplio personal de especialistas en violencia, que operaban bajo el amparo tanto de los partidos tradicionales como de los nuevos^20. Es desde experiencias como estas que la afirmación de Sánchez --según la cual la combinación de todas las formas de lucha no fue, en el contexto colombiano, una invención de los comunistas, sino la adopción de una práctica ya extendida^21 -- cobran sentido. Aquellos especialistas no solamente cargaban con largas trayectorias que los involucraban en horrores inenarrables --con frecuencia en calidad tanto de víctimas como de victimarios--, sino que habían adquirido destrezas durante años de confrontación. Habían aprendido de la guerra de guerrillas no en manuales soviéticos, chinos o vietnamitas, sino en la experiencia de terreno. Más aún, sabían cómo interactuar con las autoridades locales para garantizar fuera un manto de neutralidad benévola, fuera protección más o menos abierta, a su actividad.

2.2 INEQUIDAD CONSTRUIDA A TRAVÉS DE LA ASIGNACIÓN POLÍTICA DE

LOS DERECHOS DE PROPIEDAD

(^17) Citado en James Henderson, Cuando Colombia se desangró. Un estudio de La Violencia en la metrópoli y la provincia 18 , Bogotá: Áncora Editores, 1984, p. 247 Ortiz cita a un liberal diciendo que se "avergonzaba de las guerrillas", pero que creía que "si se ausentaban…éramos cadáveres". 19 Ortiz, Op cit., 1985, p. 211. Sobre la importancia crucial de estas, ver Paul Staniland, Networks of rebellion. Explaining insurgent cohesion and collapse 20 , Cornell University Press, 2014. Gonzalo Sánchez y Donny Meertens, Bandoleros, Gamonales y Campesinos: El caso de la violencia en Colombia 21 , Bogotá: Ancora Editores, 1983. Gonzalo Sánchez. Guerre et politique en Colombie , Paris: L'Harmattan, 1998

El segundo factor fue la existencia de una gran desigualdad agraria creada y procesada a través de la asignación política de los derechos de propiedad sobre la tierra. Esta es "la bomba atómica de los diseños institucionales" en el país. Los agentes claves encargados de la asignación y especificación de los derechos de propiedad (el ejemplo canónico son los notarios) han estado ligados de manera directa y sin mediaciones a la política partidista competitiva. Más aún, en el paisaje institucional anterior al Frente Nacional, esos mismos políticos que ponían a notarios y alcaldes también tenían un papel crucial en la designación de jueces y policías subnacionales, así que podían operar sobre el conjunto de la vida local para garantizar acceso a la tierra protegido por la coerción y la impunidad. Esto disparó dos tendencias contrapuestas, en las que todavía sigue atrapado el país: por un lado, la acumulación constante de tierra por parte de grandes propietarios a través de una combinación de contactos políticos, abogados sofisticados, y violencia^22 ; y por otra parte, la creación de incentivos muy fuertes para que los especialistas en violencia buscaran enriquecerse exactamente de la misma manera^23. Es decir, por un lado concentración y por otro movilidad social ascendente, ambos atados a la tierra, al uso de la violencia, y a la política competitiva. No se puede dar cuenta de la oscilación colombiana en el siglo 20 entre "paz caliente" (con altos niveles de violencia homicida y reyertas locales) y conflicto abierto sin entender a cabalidad las implicaciones de este diseño.

Hay otras dos vías que vinculan el tema de la tierra a los orígenes del conflicto. Por un lado, la expansión permanente de la frontera agraria a través de sucesivas oleadas de ocupación por parte de colonos, que paulatinamente eran expulsados, a través de una combinación de fuerza, manipulación política y argucias jurídicas, por terratenientes que tenían tanto la capacidad como los incentivos para hacerlo^24. Esta expansión se articuló con

(^22) En el caso de la hacienda Bellacruz, un funcionario del Incora encuentra la siguiente expresión afortunada: "manía usurpadora" de los terratenientes a través de argucias jurídicas y fuerza. Pero por supuesto esta clase de proclividades están fijadas institucionalmente. Ver Camilo Durán Gómez, abogado de baldíos, Informe sobre la situación existente en los municipios de La Gloria y Tamalameque en relación con los predios que pretende Alberto Marulanda Grillo. Comisión ordenada por resolución 0371 de 1960. Incora, División Servicios Generales, Archivo Microfilm. 23 Nótese que la tecnología necesaria para esta modalidad de asignación de derechos es relativamente simple, así que las barreras a la entrada son bajas con tal de que el agente sea proclive al riesgo. Francisco Gutiérrez, El orangután con sacoleva. Cien años de democracia y represión en Colombia (1910-2010), Bogotá: IEPRI- Penguin Random House Group Editorial, 2014. 24 Catherine LeGrand, op. cit.

"ausencia del estado"^31 y otra con la forma concreta que adquirió su presencia^32. Los tres factores expuestos aquí --concentración a través de la asignación política de los derechos de propiedad, expansión inherentemente violenta de la frontera agrícola, y articulación entre poderes locales y gran propiedad agraria-- pueden dar cuenta de ese dualismo.

2.3 CIERRES POLÍTICOS: UNA RECONSIDERACIÓN

Argumenté arriba que en términos de régimen político e instituciones liberales, Colombia estuvo durante el Frente Nacional en la categoría de los países más abiertos de América Latina^33. Sin embargo, durante el mismo Frente se heredaron, y/o construyeron diversas formas de representación por debajo del nivel de definición del régimen que resultaron extraordinariamente excluyentes, y que en particular instalaron en el país un sesgo anti- campesino de grandes proporciones. Hay que advertir que durante el Frente Nacional dicho sesgo estuvo en tensión dinámica con fuerzas favorables a la inclusión^34.

El ejemplo obvio es el desarrollo de la ficción según la cual el campesinado colombiano --en tanto sector social definido por cierto lugar en el mundo de la producción-- quedaba representado adecuadamente por formas de integración vertical como los gremios económicos del campo. Algunos de estos fueron creados durante el Frente; otros se reafirmaron entonces como interlocutores claves de la política económica. Se suponía que representaban en su conjunto a los habitantes del campo, y han hablado durante lustros en nombre de ellos; pero los intereses de los campesinos quedaron completamente fuera del panorama. De hecho, la actividad pública de tales gremios, incluyendo el período mismo del Frente, ha tenido como uno de sus componentes básicos la oposición a cualquier política de redistribución de activos por parte del estado. El modelo de integración vertical

(^31) No importa mucho para la exposición presente que esta expresión bastante gráfica sea un poco inexacta, como lo han señalado varios autores Ver por ejemplo González, Bolívar y Vásquez, op. Cit 2002. 32 Para el caso de la Violencia, esto se ve claramente en Mary Roldán, A sangre y fuego. La Violencia en Antioquia 1946-1953, 33 Bogotá: ICANH, 2002 34 Y del mundo en desarrollo. De hecho, siguió siendo así durante lustros. Puede calificarse a esta de limitada, etc.; pero en todo caso inclusión. El hecho de que una reforma social a la larga no tenga impactos económicos significativos o sostenibles no quiere decir que sus efectos específicamente políticos sean irrelevantes. En la otra dirección podría argumentarse que la tensión reapareció periódicamente aunque de manera mucho más problemática después del Frente, cosa que creo cierta, pero que no debilita la proposición que presento aquí.

de las economías agrarias pudo haber provenido de la Federación Nacional de Cafeteros, pero con todos los límites y problemas que el original haya podido tener hay que admitir que se apoyaba en patrones de tenencia y formas de producción muy distintas a los de los otros gremios del campo. Ya al principio del Frente, cuando una comisión parlamentaria encargada de discutir lo que sería la reforma agraria de 1961^35 invitó a las voces relevantes del país a expresarse, se hubiera podido notar un grave vacío de representación: desfilaron voceros de los partidos, de los gremios nacionales y regionales, y de algunas centrales sindicales (UTC y CTC). No hubo en cambio quien hablara en nombre de los campesinos mismos. La creación de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos durante la reforma agraria de 1968 creó unas importantes dinámicas de movilización en interacción con el estado^36 , pero después del Pacto de Chicoral en 1972 ellas se agotaron gracias a una combinación sistemática de violencia y exclusión. El resultado es que a finales de la década de 1970 el estado ya no tenía una interfaz para interactuar con los campesinos. Después, el ministerio de agricultura estableció relaciones significativas casi exclusivamente con los gremios, de los cuales por lo demás sacaría a lo largo de los años el grueso de su personal dirigente. El trámite de demandas sociales del campesinado --por mucho el sector social más golpeado por la Violencia, y después el que más sufriría durante la guerra contra-insurgente-- quedó bloqueado durante lustros. Este bloqueo se superpuso a la inequidad material que ya en la década de 1960 era muy alta, y a las diferencias categóricas impuestas vía política y coercitiva en diferentes regiones a través de los mecanismos discutidos en el punto anterior. Es esta yuxtaposición de inequidades lo que Stewart ha llamado "desigualdad horizontal"^37 , proponiéndola plausiblemente como uno de los factores que podrían ayudar a explicar el origen de las guerras civiles^38. En Colombia, la desigualdad horizontal que sufrieron los campesinos fue un caldo de cultivo

(^35) Para el efecto, ver en los Anales del Congreso de 1959 y 1960, la creación del Comité Nacional Agrario “Comité encargado de asesorar al gobierno en el estudio de las medidas legislativas y ejecutivas relacionadas con la reforma de la estructura social agraria”, Decreto 2061 de 1960. Diario oficial, Número 30318, de 31 de agosto de 1960. p. 1-2. 36 León Zamosc, La cuestión agraria y el movimiento campesino en Colombia. Luchas de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), Bogotá: Instituto de las Naciones Unidas para el desarrollo social 37 - CINEP, 1987 Frances Stewart, Horizontal Inequalities and Conflict: Understanding Group Violence in Multiethnic Societies 38 , Basingstoke: Palgrave Macmillan, 2008 Para una brillante operacionalización de esta intuición, ver CEDERMAN, Lars-Erik y GLEDITSCH, Kristian Skrede, Halvard Buhaug. Inequality, grievances, and civil war. Cambridge University Press, 2013

estatales, como lo había hecho antaño. Las consecuencias serán examinadas en la siguiente sección.

2.5 SISTEMA POLÍTICO CLIENTELISTA/LOCALISTA

Por último, el sistema político colombiano evolucionó desde un programa moderadamente estatista, que pretendía lograr que los partidos tradicionales actuaran como correa de transmisión entre el estado central y las regiones, a través de la articulación de diversos micro-pactos por el desarrollo, hacia una orientación más localista y orientada a expresar las demandas de élites territoriales. El enloquecedoramente complejo juego de facciones dentro del Frente llevó a lo que conocieron los contemporáneos como "inmovilismo": el alcance modesto, o el fracaso según lo vivieron muchos contemporáneos, de las grandes reformas sociales que estaban en el centro del programa del Frente, y que no se limitaban a, pero siempre pasaban por, la reforma agraria. Esto a su vez se expresó en una rápida pérdida de credibilidad y de apoyo al Frente y sus líderes, de la cual el ejemplo emblemático son las dramáticas elecciones de 1970^43. Mucho más que las guerrillas rurales, fue el M19 el que expresó por vía armada esa dislocación entre sistema político y sociedad.

Estos cinco factores --herencia de un ciclo exterminador, desigualdad agraria construida a través de la asignación política de los derechos de propiedad, exclusiones horizontales de los campesinos, el haber mantenido abierta la puerta de la provisión privada de la seguridad, y las poderosas tendencias localistas del sistema político colombiano que condujeron a una dislocación entre sociedad y política-- no sólo fueron importantes factores pro-conflicto, sino que se combinaron para generar una secuencia histórica que estaría directamente asociada con nuestra caída en una guerra civil propiamente dicha. La secuencia comienza con el inicio de los dos grandes procesos de reforma agraria (1961 y 1968), que producen un re-alineamiento de fuerzas tanto dentro del sistema político como dentro de las élites económicas. En esencia, el país queda frente al problema de escoger

(^43) Para los detalles y análisis de las implicaciones remito a Francisco Gutiérrez, ¿Lo que el viento se llevó? Los partidos políticos y la democracia en Colombia 1958-2006. Bogotá: Editorial Norma, 2007

entre reforma agraria en el país poblado, que es básicamente lo que propone un sector de las élites políticas, y colonización, la contrapropuesta de algunos voceros gremiales y facciones de los partidos tradicionales. Con la derrota de las reformas, se impone de facto -- y también institucionalmente-- la alternativa colonizadora. Esto a su vez lleva a un poblamiento de nuevas regiones en las cuales no hay ni mercado ni estado. Una ilustración sencilla de este dinamismo demográfico "a la intemperie" es la siguiente. Mientras que entre los censos de 1973 y 2005 la población del país casi se duplicó, la de los ocho departamentos del sur que antes de 1991 eran intendencias o comisarías más que se triplicó (Arauca, Casanare, Putumayo, Amazonas, Guainía, Guaviare, Vaupés y Vichada). Más aún, en la medida en que la densidad demográfica de esas regiones sigue siendo muy baja, los centros del sistema político no tienen ningún incentivo para dotarlas de bienes públicos. Y las coaliciones regionales que se construyen allí tendrán las proclividades, los precedentes y los incentivos que las llevarán a proveerse a sí mismas de dichos bienes, comenzando por la seguridad.

Hay, por supuesto, un elemento de contingencia aquí; en realidad, la confluencia entre el azar y la necesidad para recoger la feliz fórmula de Jacques Monod^44. Pues precisamente cuando esto está sucediendo, el país se está articulando al mercado global de las sustancias ilícitas. Este colosal choque potencia a las coaliciones regionales que están dando su grito de independencia, ya que ahora ellas también contarán con financiación y especialistas en violencia sin necesidad de pasar por el centro del sistema político^45. Todo esto nos lleva a la siguiente sección.

3. PERSISTENCIA

3.1. PREGUNTAS BÁSICAS

Así, pues, entre finales de la década de 1970 y comienzos de la de 1980, Colombia se encontraba, desde cualquier criterio razonable, en estado de guerra civil. Estaban también

(^44) Jacques Monod, El azar y la necesidad , Barcelona: Tusquets, 1981 (^45) Una visión interesante de las implicaciones de este choque se encuentra en James Henderson: Víctima de la globalización. La historia de cómo el narcotráfico destruyó la paz en Colombia , Bogotá: Siglo del Hombre, 2012

diferentes agencias estatales, y la evolución del sistema político. Consideraré cada una de las dimensiones por separado, y después me concentraré en la interacción entre ellas.

3.2. LOS CINCO GRANDES FACTORES DE LA PERSISTENCIA

3.2.1 NARCOTRÁFICO

Como se sabe, la economía de las sustancias ilícitas ya se había vuelto relevante en el país desde la década de 1970, dando origen a la "bonanza marimbera" y al ingreso masivo de capitales ilegales a través de mecanismos como la "ventanilla siniestra"^47. Sin embargo, fue solamente en la primera mitad de la década de 1980 que el país se volvió un jugador de primera línea en el mercado mundial de la coca.

Este hecho tuvo varias implicaciones fundamentales. Profundizó las tendencias centrífugas del sistema político, puesto que las coaliciones regionales ya no necesitaban del centro político para acceder a financiación o especialistas en violencia. En términos de presencia estatal, incrementó el dualismo territorial colombiano. El centro geográfico -- cuyo núcleo era el mundo andino-- tenía alta densidad demográfica y acceso al menos parcial a servicios del estado, pero estaba rodeado por una periferia con las características inversas^48. Con el auge de la economía de la coca, la periferia se fue poblando y ganó en relevancia económica^49. Pero en cambio siguió sin tener acceso al estado, ni a mercados con un mínimo de regulación e institucionalización, ni incluso a formas básicas de capital social^50. Es decir, esta expansión de la frontera agrícola generó una nueva fractura en

(^47) Daniel Pécaut, Crónica de cuatro décadas de política colombiana, Bogotá: ed. Norma.2006, p 236 (^48) Ver por ejemplo Fernán González «Poblamiento y conflicto social en la historia colombiana», en Para Leer la Política, Tomo1, Bogotá: CINEP, 1997, p. 71-94. Por supuesto, con grandes diferencias dentro del "centro" y la "periferia", tanto regionales (Adolfo Meisel Roca, ¿Por qué se necesita una política económica regional en colombia? , en Documentos de trabajo sobre economía regional, No. 100 Bogotá: Banco de la República, Diciembre 2007) como sociales (José Antonio Ocampo, Entre las reformas y el conflicto: Economía, conflicto y gobernabilidad en Colombia, Bogotá: Editorial Norma, 2004) (^49) Esto se reforzaría con el ulterior auge minero. (^50) En la medida en que las poblaciones correspondían a corrientes migratorias de diversas partes del país.

términos de "derecho al estado", para usar la elocuente expresión de García y Espinosa^51. En efecto, los territorios en los que se instaló inicialmente la economía cocalera estaban lo suficientemente poblados como para tener demandas significativas, pero a la vez lo suficientemente deshabitados como para que el sistema político no tuviera ningún incentivo para dotarlos de bienes públicos. En estas condiciones, los habitantes de tales territorios a menudo entraron, sin mayores alternativas, a los esquemas de gobernanza rebelde^52 o a las dinámicas de clases políticas depredadoras que podían escapar sin problemas a cualquier control regulatorio.

Las consecuencias sociales del avance del cultivo de la coca tampoco fueron deleznables. El punto de partida básico es que la coca creó un "campesinado ilícito"^53 que por definición no tenía posibilidad de tramitar legalmente sus demandas frente al estado. La ilegalización de amplios sectores sociales, así como de territorios enteros, generó complejas dinámicas sociales^54 e institucionales^55 , que taponaron el circuito de información y de bienes entre el estado central y esas regiones y sectores sociales, y profundizó los bloqueos de representación ya dramáticos --como expliqué en la sección 2-- que sufrían los campesinos.

No menos importante, la economía de la coca tuvo grandes consecuencias bélicas. Las FARC tomaron la decisión de articularse a ella a finales de la década de 1970^56. Esto con el tiempo le daría acceso a enormes recursos para desarrollar el modelo altamente militarista sobre el que se construyó esa organización, especialmente a partir de su 7mo Congreso en 1982. Las FARC quisieron forjarse como un ejército^57 , y esto no se hubiera

(^51) Mauricio García Villegas y José Rafael Espinosa, El derecho al estado. Los efectos legales del apartheid institucional colombiano, 52 Bogotá: Dejusticia, 2013. Zachariah Cherian Mampilly, Rebel Rulers: Insurgent Governance and Civilian Life during War , Cornell University Press, 2011. 53 William Ramírez Tobón (1996): «¿Un campesinado ilícito?», Análisis Político no. 29 septiembre- diciembre, pp. 54-62 54 María Clemencia Ramírez, Entre el Estado y la guerrilla. Identidad y ciudadanía en el movimiento de los campesinos cocaleros del Putumayo, 55 Bogotá: ICANH, 2001 Maria Clara Torres Bustamante, Estado y coca en la frontera colombiana. El caso de Putumayo , Bogotá: CINEP, 2011 56 Juan Guillermo Ferro Medina y Graciela Uribe Ramón, El orden de la guerra, las FARC-EP: entre la organización y la política, 57 Bogotá: CEJA 2003 Una buena forma de visualizar esto es a través de la comparación entre sus estructuras y la de las fuerzas armadas, hecha por las propias FARC en Comisión Internacional de las FARC EP/Colombia : "Las FARC EP son una Fuerza Beligerante"

3.2.2 PATRONES DE VIOLENCIA CONTRA LOS CIVILES

La fase de tránsito hacia la guerra civil propiamente dicha se caracterizó por un brusco incremento del secuestro. La más importante base de datos de secuestro, la de Cifras y Conceptos^61 , contiene información acerca de la características sociales de las víctimas. Según ella, de los secuestros atribuibles a las FARC 51% fueron contra funcionarios del estado, 39% contra personas que se encontraban en el sector agropecuario, y 33% contra personas que estaban en el comercio^62. Igualmente, tanto evidencia cuantitativa preliminar^63 como evidencia cualitativa, sugieren fuertemente que entre las principales víctimas del incremento de la actividad secuestradora estuvieron ganaderos, algunas otras élites económicas rurales, funcionarios, y políticos de las regiones. Dado el lugar de los blancos en el mundo de la producción y la política, no es extraño que el problema del secuestro se haya politizado en el acto, movilizando a gremios de la producción, voceros de los organismos de seguridad, y representantes de los partidos, alrededor de propuestas como la pena de muerte para los secuestradores.

El incremento de la llamada industria del secuestro^64 le dio un carácter extremadamente acerbo al conflicto armado, al vincular los motivos generales de la contrainsurgencia con los del patrimonio y seguridad personal de los involucrados. La amenaza del secuestro catapultó un conjunto de proclividades ya pre-existentes en un sector específico de las élites rurales, lo que desembocó en una violencia homicida cristalizada en el paramilitarismo. Naturalmente, NO es cierta la versión según la cual la violencia paramilitar fuera únicamente defensiva, o que estuviera orientada solamente contra los secuestradores^65. Todas las evidencias van en la dirección contraria. Lo que sucedió fue

(^61) CNMH. Una verdad secuestrada: cuarenta años de estadísticas de secuestro 1970-2010. Bogotá: Imprenta Nacional, 20 de junio de 2013. Investigación a cargo de Cifras y Conceptos: César Caballero. Según está investigación, fueron secuestradas al menos una vez 39058 personas entre 1970 y 2010 (^62) Estas variables tienen mucho más del 50% de datos faltantes, así que las cifras mencionadas aquí se deben tratar de manera puramente indicativa. 63 64 Creo que estas como muchas otras cifras contienen subestimaciones sustantivas. CNMH: Una sociedad secuestrada. Bogotá: Imprenta Nacional, 2013. Investigación a cargo de Cifras y Conceptos: César Caballero 65 Esta es una versión que esgrimen con alguna frecuencia distintas personas, entre otras los paramilitares mismos.

aproximadamente lo siguiente. Algunos sectores de las élites rurales actuaban sobre economías altamente coercitivas^66 y dadas las características de su producción estaban expuestos a ataques contra sus bienes^67 y propiedades. Además, no tenían acceso a muchos bienes públicos, dadas las especificidades de la forma de ocupación del territorio por parte del estado colombiano. Eran élites vulnerables^68. Tenían en cambio las proclividades, tradiciones y recursos para responder a los desafíos que enfrentaban de una manera extraordinariamente violenta y punitiva. En cuanto se presentó el estímulo "adecuado", se produjo la respuesta que era de esperarse; y dirigida no solamente contra la guerrilla, sino contra toda una cantidad de blancos que incluían a la izquierda legal, a líderes sociales y defensores de los derechos humanos, a líderes de los partidos tradicionales que no aceptaron la deriva punitiva, pero también a víctimas de su violencia oportunista^69.

3.2.3 PROVISIÓN PRIVADA DE LA COERCIÓN/SEGURIDAD

Colombia tiene una larga tradición en términos de provisión privada de coerción/seguridad. Las policías subnacionales que actuaron hasta 1962 expresaron de manera persistente intereses privados, tanto políticos (partidistas y faccionales) como económicos, y fueron uno de los protagonistas de La Violencia. El paramilitarismo del período [contra]insurgente tiene, en relación con esa experiencia, tanto de continuidad como de cambio. Fue --como aquel-- un fenómeno anclado en demandas de tipo local y regional, pero habilitado nacionalmente. Ejemplos obvios de demanda local y regional: los fundadores y liderazgos de las unidades paramilitares fueron sobre todo las élites vulnerables a las que me referí más arriba. Habilitado nacionalmente: a lo largo de toda su saga sangrienta, el paramilitarismo colombiano fue totalmente ilegal solamente durante un período de máximo ocho años. Hasta 1989 estuvo cubierto por el conjunto de instrumentos que autorizaban la

(^66) Barrington Moore Jr, Social Origins of Dictatorship and Democracy: Lord and Peasant in the Making of the Modern World, Beacon Press, 1993; Jeffrey Paige, Agrarian Revolution. Social Movements and Export Agriculture in the Underdeveloped World, 67 New York: The Free Press, 1975 68 Piénsese en activos móviles, que por consiguiente pueden ser robados, destruidos, etc. 69 Gutiérrez, Op. Cit., 2014. Ya encabezando un aparato coercitivo esos liderazgos podían promover o permitir la violencia sexual, el robo de tierras, etc.