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Teoría de la arquitectura (funcion) Enrico Tedeschi, Guías, Proyectos, Investigaciones de Historia de la Arquitectura

Función de la arquitectura en desde lo social. Arquitectura

Tipo: Guías, Proyectos, Investigaciones

2023/2024

Subido el 06/05/2025

sofia-veronica-guaccione
sofia-veronica-guaccione 🇦🇷

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Teoría de la arquitectura Enrico Tedeschi Ediciones Nueva Visión Buenos Aires La sociedad Arquitectura y sociedad Con este título se reúne otro grupo de hechos que contribuyen a definir la situación en que actúa el arquitecto. En verdad, de este término se ha abusado un poco, y se sigue abusando, al tratar de señalar los objetivos de la arquitectura contemporánea. El valor so- cial de la obra del arquitecto es uno de los motivos comunes de las enunciaciones sobre la arquitectura moderna; motivo polémico que ba sido efícaz para liberar la arquitectura del esteticismo de las posiciones eclécticas que caracterizaron el siglo pasado, y que muestra las inquietudes legítimas de los arquitectos para contribuir con su actividad al hienestar de sus semejantes. Es importante, sin embargo, hacer una distinción clara entre la socialidad concreta que indica la historia y la socialidad abstmicta de las teorías políticas, que se confunde con la utopía. El estudio de cómo viven y prefieren vivir los hombres en un momento deter- minado, de las estructuras sociales activas y las relaciones de vida que las acompañan, de las posibilidades que nacen de la situación técnica y económica, es un dato de mucho valor para la elaboración de los programas de los edificios que el arquitecto proyecta. Pero si a esta consideración históricamente concreta se la quiere sustituir por la idea abstracta de una sociedad ideal —sea ésta elaborada en el cam- po político como simple teoría, o un producto de la imaginación del mismo arquitecto, nacido de un afán de determinar cómo deben vivir los hombres en los edificios que él proyecta—, el resultado será segn- ramente negativo. Peor todavía si esta idea de sociedad es no sólo claboración teórica, sino intento práctico de imposición por medio de un estado totalitario, pues en este caso el arquitecto se convierte en el instrumento de un sistema que niega la libertad del individuo y al mismo tiempo del arte, encaminándose asi hacia un fracaso cierto.“ A este concepto de socialidad se vincula el otro, por el cual se dice que la obra de arquitectura es expresión de la sociedad, e in- 49 Socialidad concreta y abstracta clusive que “debe” expresarla. En esta afirmación se basa la llamada historia sociológica del arte, que en su afán determinista busca las razones de ser de la obra en todo, menos en el espíritu de su creador, el artista. Las limitaciones y los errores de este enfoque han sido examinados muchas veces, y no conviene ahora repetir consideracio- hes muy conocidas.!% Si bien es cierto que en una obra de arquitec- tura pueden reconocerse elementos que se refieren a la situación de la sociedad en el momento en que se realizó la obra, tampoco cabe duda sobre el carácter no artístico de aquéllos, tal como lo reconoció también el más autorizado historiador de la tendencia sociológica, Charles Lalo, con su distinción entre condiciones anestéticas y esté- ticas de la obra de arte. Por tanto dichos elementos no interesan a la historia del arte, que se dirige esencialmente al juicio sobre las obras como expresiones de la capacidad creadora de sus autores, pero sí al arquitecto, que a través de sus realizaciones debe conseguir la mejor utilización de los elementos que la sociedad le ofrece y al mismo tiempo satisfacer los requerimientos de aquélla, contribuyendo a la formación de un marco ambiental que puede influir favorable- mente en la conducta social de sus usuarios. Adémás, dado que par- ticipa de la condición social, su personalidad se formará recibiendo los efectos de esta participación, y podrá manifestarla en la prefe- rencía por algunos temas, pero cuando busque la forma más idónea para caracterizar una temática tipológica, aparecerá su capacidad creadora, se evidenciarán sus preferencias de gusto y deberá necesaria- mente tener en cuenta los modos en que los arquitectos, del pasado y contemporáneos, han dado forma a esa misma premisa tipológica. En conclusión, la sociedad influye en la arquitectura de muchas maneras, directas e indirectas, pero principalmente pidiendo satísfac- ción edilicia para ciertos usos que, por ser típicos de la estructura social de un momento determinado, producen tipologías, En realidad, la sociedad formula la exigencia, pero los arquitectos, o quienes ac- túan como tales, crean las formas tipolópicas. Además, las van modi- ficando a lo largo del tiempo, ya sea para responder a cambios en las condiciones sociales, ya sea para adecuarlas mejor a la idea for- mal con que han tratado de expresar ese hecho práctico de uso, y que también va cambiando con las variaciones del gusto y por efecto de las innovaciones debidas a las grandes personalidades. Está claro, por tanto, que el concepto de tipología no es meramente objetivo, ni meramente sociolégico, sino que se encuentra ligado a la perso- nalidad de los arquitectos que han dado forma funcional y expresiva a las tipologías. Dado que estas formas están finalmente considera- das, en el proceso histórico, como testimonios de una época y de su cultura, se afirma así la relación dialéctica sociedad-artista, por la cual el artista actúa en una situación social existente, pero al mismo 50 tiempo contribuye con su obra a formar esa sociedad y a caracterizarla. Por este motivo, y con las dos advertencias: acerca de los lími- tes del valor de estos elementos y acerca de la necesidad de una con- sideración históricamente concreta de los mismos, se analizará ahora el uso físico, psicológico y social de los edificios, el paisaje cultural en el cual se sitúan, la técnica y la economía del momento en que se realizan. El análisis del modo en que estos hechos aparecen en el proyecto conduce a reconocer algunos criterios de orden general para una metodología cuya validez es independiente de los problemas ti- pológicos específicos, y pueden por tanto situarse correctamente en él cuadro de una teoría de la arquitectura. El uso físico El uso físico del edificio es el aspecto más inmediato y que más es- tudios ha originado. A él se refieren generalmente los autores que hablan de la “función” del edificio, y hasta de la arquitectura, y que atribuyen a la palabra “función” un sentido más 'bien restringido, de idoneidad del edificio para sus finalidades prácticas de orden fi- sico, mientras que en realidad la función de un edificio abarca una gama más extensa de necesidades, aunque siempre en el orden prác- tico. El uso físico de un edificio requiere ante todo ambientes, espa- cios en que puedan desarrollarse las actividades físicas. Estos am- bientes deberán tener la forma y les dimensiones necesarias para el buen desenvolvimiento de las distintas actividades, la iluminación, la ventilación, las condiciones térmicas y acústicas adecuadas, y estar equipados con los muebles, artefactos e instalaciones correspondien- tes, inclusive las que se necesitan para la regulación de los factores climáticos. Además, estas zonas estarán diferenciadas de acuerdo con las funciones que deberán satisfacer. Por ejemplo, en una vivienda se tendrá la diferenciación tradicional de una zona destinada al estar diurno, otra al estar nocturno, una zona de servicios, otra de sanita- rios, circulaciones, locales para depósitos y para las instalaciones me- cánicas; en una escuela se diferenciarán las zonas para la enseñanza teórica y práctica, para la educación física, una zona de reunión, otra de dirección y administración, sanitarios, cirdulaciones, etc.; análogas consideraciones pueden hacerse para cualquier otro tipo de edificio, Finalmente, la diferenciación permite identificar, dándoles individua- lidad, las diversas partes de un edificio que deberán Juego ser rela- 51 Exigencias del 110 físico rrespondientes a distintas actividades.!? Estos estudios se basan en las dimensiones físicas del hombre,!* como se ha enfatizado muchas ve- ces, para oponerlos a las normas derivadas de los cánones clásicos y usados por la arquitectura académica; en este sentido han aportado una real contribución para devolver a la arquitectura contemporánea el valor de la escala humana. Un indicio interesante se advierte en la disminución de la altura de las habitaciones en los últimos dece- mios, que ha influido sensiblemente en el aspecto de los edificios modernos y de las ciudades. Sin embargo, es un caso relativamente poco frecuente el de un ambiente dimensionado estrictamente sobre la base de criterios de uso físico. La dimensión depende en gran parte de una situación económica y social, más que de una situación simple- mente funcional. Esto puede observarse en la vivienda, donde las va- riaciones de dimensión son muy grandes. En viviendas de tipo econó- mico puede producirse el hacinamiento de muchas personas en una superficie reducida y en cambio se construyen amplias residencias Fig. 4. Walter Gropius: Casa en Lincoln, Mass. Planta alta. para ser habitadas por una o dos personas. En el primer caso, el estudio de las dimensiones indicará una superficie insuficiente, alre- dedor de los 10 metros cuadrados por persona, y en el segundo una excesiva, cientos de metros cuadrados por habitante, divididos entre las diferentes funciones. Entre estos límites extremos se tendrá toda 54 una gama de variaciones, no sólo en cantidad total, sino también en la proporción de espacio que se destina a los diferentes usos, y que es un dato muy significativo del carácter económico y social de la vivienda. Un gráfico en que se indiquen las superficies de las distintas zonas funcionales de manera tal que sea fácil compararlas resulta generalmente muy útil para tener una idea del carácter social y eco- nómico del edificio al cual se refiere, en particular tratándose de una vivienda. Obsérvense dos de los gráficos aquí reproducidos, re- feridos uo a una vivienda económica construida en Milán y el otro a una casa de lujo como la Tremaine (figs. 11, 13, 16 y 20). En el primero se nota en seguida que la superficie destinada al éstar diusno es más pequeña que la de los dormitorios (el estar diumo está in- cluso destinado parcialmente a dorrritorio), y la de los servicios su- mamente reducida, en comparación con el número de personas que se supone puedan vivir en la casa. Se manifiesta así en seguida el carácter sumamente económico de lá vivienda y la incómoda situación social que supone. Mirando a la casa Trémaine, en cambio, se advierte inmediatamente un equilibrio entre el estar diurno y el nocturno, y resulta llamativa la gran superficie destinada a los servicios en ge- neral y a los sanitarios. El gran garaje, que es otro indicio del nivel económico de la familia, y los extensos espacios abiertos de terrazas completan el análisis y contrastan de manera profunda y podría de- cirse dolorosa con el pequeño balcón de la casa obrera de Milán, único desabogo de una familia de seis personas, y sus tres metros setenta y cinco centímetros cuadrados de superficie. Se trata aquí de dos casos extremos, útiles como ejemplos porque enfatizan la expresión de los gráficos; pero en verdad no hacía falta mirar los gráficos para tener una idea inmediata de las dos situaciones. En cambio, en el caso de viviendas de tipo más similar, el gráfico resulta sumamente útil, y pone en evidencia la calidad de la casa aun cuando las su- perficies totales o por habitante no se diferencien sensiblemente. Asimismo, los gráficos resultan útiles para apreciar la capacidad del arquitecto al resolver la coordinación de las zonas funcionales, pues indican las superficies destinadas a circulaciones, y permiten comparar- las con las superficies de las otras zonas; una gran superficie de cir- culación señala evidentemente una solución funcional poco acertada, y en cambio una muy reducida, un estudio cuidadoso del arquitecta y un correcto enfoque del problema. En un edificio de uso colectivo 9 público, muchas veces el deseo de expresar valores representativos modificará la dimensión meramente funcional. Existen además situaciones históricas, psicológicas y de hábito que influyen sobre la valoración de una dimensión, contradiciendo los enfoques de estricto funcionalismo fisico; por ejemplo, los euro- 55 Fig. 5. Richard Neutra: Casa Tremaine. Escula 1:250, a la vez diferenciado por la presencia de una especie de alcoba, lugar más Íntimo al lado de la chimenea. El jardín cercado al frente de los dormitorios es otra manifestación del Propósito del arquitecta de conseguir la mayor privacidad posible por medio de una buena dife- renciación que se extiende a los espacios abiertos. Muy diferente es el caso de una de las grandes residencias pro- yectadas por Richard Neutra, como es la casa Tremaine. Aquí la diferenciación se realiza por grandes zonas: la de estar diurno abarca Fig. 7: Frank Lloyd Wright: Casa Winkler y Goetsch. Escala 1:250. un ala del edificio y se extiende en terrazas y patios independientes; los servicios ocupan una zona autónoma, en otro brazo de la casa, amplia como una residencia, y terminan con el garaje para dos vehícu- los; los dormitorios están divididos en dos zonas, la de los padres y la de los niños, cada una desarrollada alrededor de un ambiente de estar íntimo. Finalmente, los huéspedes tienen un departamento uutónomo separado de la zona familiar, en la extremidad del ala des- tinada al estar diurno. En las cuatro casas, muy distintas entre sÍ, se mantiene evidente el principio de la diferenciación de las zonas funcionales, como alga indispensable para una buena organización de los espacios para el uso físico; se verá luego que es igualmente provechosa en lo que se refiere al uso psicológico y social. Si esta diferenciación es tan evi- dente en una vivienda, es decir, en un edificio que responde a una situación de uso flexible y variado como la de la vida familiar, mucho más se advertirá en edificios de uso especializada, como ser un ho- te), un hospital, una escuela, una oficina, ete. Por ejemplo, en un $80 hotel la diferenciación se realizará en forma muy neta al disponer los dormitorios en pisos diferentes de los que contienen los locales de uso colectivo; el comedor, cuando lo hay, está tan diferenciado que hasta puede ser entregado para su gestión a una entidad distinta de la que administra el hotel. Asimismo, en un banco el salón del público estará en contacto con una zona de empleados especialmente dispuesta, pero puede estar muy alejado de otras dependencias ad- ministrativas, y debe estarlo del tesoro o de las salas de reunión de los directores. [LS ES Fig. 8, Vivienda económica, Milán. Escala 1:250. Puede concluirse, por tanto, que el principio de la diferenciación de las zonas funcionales es de carácter general y debe respetarse aun en edificios pequeños y hasta en una misma habitación. Es yal que en una habitación puede haber superposición de distintas fun- ciones, pero conviene considerarlas en el proyecto por separado, a fin de asegurarse de que todas puedan desarrollarse en el em proyectado, ya sea en zonas diferentes del mismo, ya sea en eee de tiempos. Un ejemplo del primer caso lo constituye el living e la casa Tremaine, donde están bien definidos los sectores de uso dife- rente, y hasta la casa Winkler de F. L. Wright, donde las dimensio- nes reducidas no impiden articular el estar diurno para una buena diferenciación de uso. El segunda caso es propio de habitaciones como los dormitorios, en que las operaciones de vestirse y desves- tirse, abrir y cerrar las puertas y cajones de los muebles al guardar o sacar la ropa, circular para la limpieza y el arreglo de la cama, y en algunos casos leer, estudiar o descansar en un sillón, se an todas en el mismo espacio que queda entre la cama y las paredes y ebles, pero en diferentes momentos. . . mn El pincipio de la diferenciución debe en realidad integrarse con otro principio: le coordinación de funciones. Pues las zonas diferen- 6l Coordinar Tipología dele ciadas no pueden ser usadas sin uma coordinación que las conecte en modo apropiado? En la coordinación se manifiesta de manera destacada la calidad del arquitecto, su capacidad de imaginar vincula- ciones funcionalmente ágiles y espacialmente interesantes, de tradu- cir en lenguaje arquitectónico un simple programa de uso de un edificio. Además, la coordinación pone condiciones que en muchos casos pueden actuar para modificar los elementos que se coordinan, y el proyectista debe tener en cuenta este proceso de interacción en los dos sentidos. En conjunto, la coordinación puede considerarse como una es- tructura de interacciones tendientes a asegurar una correcta relación topológica entre los elementos constitutivos de un edificio, y se puede también establecer uma tipología de la coordinación, analizando las diversas posibles formas asociativas de los elementos y los diferentes modos de interacción. En las primeras se podrá tener la variación entre el extremo de una simple asociación aditiva de unidades ele- mentales en un solo nivel y el opuesto, el de un conjunto en que los elementos se agregan en una situación topológica de niveles múl- tiples, no sólo por yuxtaposición sino también por penetración, in- elusión y articulación. Una tipología de los modos de interacción incluirá la gama de las conexiones espaciales directas, a uno: o más "niveles (o sea horizon- tales y verticales), de las mecánicas, también a uno o más nive- les, y luego las indirectas, como las telefónicas, televisivas, etc. Con- siderará los diversos tipos de filtros que pueden regular el flujo de la coordinación y establecerá una jerarquía de coordinaciones primarias, secundarias y terciarias, de manera análoga a lo que se acostumbra en urbanismo respecto de las redes viales. Por ejemplo, en un edi- ficio. para oficinas se podrá atríbuir carácter primario a las circula- ciones verticales comunes, secundario a las horizontales que con- ducen a los locales o grupos de locales a un mismo nivel, y terciario a las que se desarrollan en el interior de las oficinas. Ejemplos excelentes de coordinación los tenemos en las vivien- das ya examinadas. Particularmente lograda es la coordinación en la forma compacta y verdaderamente orgánica de la casa Winkler, y también feliz la posición de la zona de servicio en las casas de Gropius y de Breuer, en un lugar que se conecta con igual facili- dad e inmediatamente al estar diurno, al nocturno y a la puerta de acceso. En la arquitectura del pasado, y especialmente en algunos mo- mentos como el barroco, se puso mucho énfasis en algunos de los elementos que expresan la coordinación de las zonas funcionales, has- ta hacer de ellos el motivo central del edificio. Son los grandes ves- tíbulos, las escaleras que ocupan el lugar de honor hasta llegar a 62 dominar la fachada, como en el Palacio Cariguano de Guarini, en Turín. Entre los arquitectos modernos, si bien todos manifiestan su interés por lograr una coordinación clara y expresiva en sus edificios, pueden notarse dos tendencias: una coincide con la actitud tradicio- nal, especialmente barroca, ya señalada, de valorizar al máximo el elemento de coordinación, enfatizando su carácter plástico muy por encima de la necesidad funcional; la otra, en cambio, se orienta hacia soluciones en que la coordinación se realiza de manera más insen- sible, sin romper la continuidad espacial. De la primera tendencia se tiene un caso muy expresivo en la escalera que Eero Saarinen ha situado en el gran vestíbulo de las oficinas para la General Motors, elaborada composición plástica y estructural, de función principal- mente expresiva. Su contraposición se encuentra en la programática conexión de escaleras continuas usadas por Alvar Aalto en los dormi- torios de la Universidad de Massachusetts y más aún en los edi- ficios en espiral de F. L. Wright, como la casa de David Wright y el Museo Guggenheim. Fig. 9. Una disposición correcta de muebles y aberturas permite lograr concentra- ciones de superficies libres en una habitación de hotel. Tal como la diferenciación, la coordinación vale también para los edificios más pequeños y hasta en un mismo ambiente. Ambas se manifiestan en la forma y dimensión de las zonas funcionales, ele- mentales o complejas, en la posición de muebles y artefactos y en la posición de las aberturas. La forma que el arquitecto elige nace de muchos elementos, apar- te del uso; pero debe satisfacer las necesidades de éste. De ahí que la posición de los muebles, de los artefactos y de las aberturas tenga mucha importancia para que se consiga una efectiva utilidad fun- cional. La posición de los muebles indica la diferenciación de acti- 63 Posición de las aberturas ma Fig. 12. Marcel Breuer: Casa en New Conan. Distribución de las distintas zonas funcionales Fix. 13. Vivienda económica en Milán. 6í Fig. 11. Richard Neutra: Casa Teemaine. Yig. 14. Walter Gropius: Casa en Lincoln, Mass. Vig. 15: Frank Lloyd Wright: Casa Winkler y Goetsch. 68 se aplican especialmente al proyecto de instalaciones y materiales es- peciales para la construcción, mientras que en el proyecto de los edi- ficios se conserva cierta mentalidad empírica, por la cual asuntos como la iluminación y ventilación naturales están confiados al buen sen- tido del arquitecto y a su experiencia individual más que a deter- minaciones técnicas precisas. Esto no se debe, como pudiera juzgarse apresuradamente, a simple pereza o falta de interés de los arquítec- tos. En realidad, se trata de problemas relacionados íntimamente con fenómenos naturales sumamente variables, y esto dificulta la apli- cación de métodos científicos, La iluminación natural debería influir en la forma, dimensión y ubicación de las ventanas, pero resulta que la fuente de luz no es constante, sino que varía en el año con las estaciones y en un mismo día con el correr de las horas, y está influida notablemente por las condiciones cambiantes del clima y por la presencia de superfi- cies absorbentes o reflejantes. Consideraciones análogas pueden ha- cerse en lo que se refiere a-la ventilación natural. Se justifica, pues, la actitud prevalente entre los arquitectos contemporáneos de' usar amplias superficies vidriadas, actitud que puede llegar, como en la casa Farmsworth de Mies van der Rohe, hasta la utilización de este tipo de cerrámiento para todas las paredes externas del edificio, siem- pre que se las complete con elementos bien estudiados de regulación de la entrada de luz. Habrá momentos del año y del día en que la máxima penetración resultará agradable, y a ellos responde la am- plitud de los ventanales; pero en otros momentos (aparte situaciones geográficas particulares) esa gran luminosidad resultará molesta y deberá entrar en acción el elemento regulador, una simple cortina o persiana, o un sistema complejo de pantallas fijas o movibles de acuer- do con las necesidades. Además, y en vista de los efectos que estas amplias superficies vidriadas tienen sobre la transmisión del calor, un edificio de este tipo requiere buena regulación de la temperatura, que en las instalaciones modernas coincide con la regulación de la ventilación y de la humedad. Si se agrega a esto la facilidad de conseguir buena iluminación artificial con las instalaciones actualmente en uso, y el hecho de que la industria proporciona una gran cantidad de materiales nuevos que tienen excelentes calidades para conseguir condiciones acústicas satisfactorias (y que generalmente también contribuyen a una buena aislación térmica), podría concluirse que no hay dificultades para el arquitecto en cuanto a los problemas de iluminación, ventilación, acústica y regulación climática. Sin embargo, esta es una verdad parcial, pues sí es aceptable la conclusión desde un punto de vista puramente físico, no lo es desde el punto de vista económico, que hace muchas veces imposible utilizar no solamente todas las instala- 69