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Tipo: Apuntes
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2011 Volumen 12 Número 5B
Sabio de la Medicina Veterinária Cubana.org 1
REDVET Rev. electrón. vet. http://www.veterinaria.org/revistas/redvet Vol. 12, Nº 5B Mayo/2011 - http://www.veterinaria.org/revistas/redvet/n050511B.html
Compilado por: Dr. Jesús Moreno Lazo , M.Sc. (prvd@infomed.sld.cu), Presidente del Consejo Científico Veterinario de Cuba, Filial Pinar del Río.
José Martí
El Aniversario 250 de la 1ra Escuela de Veterinaria fundada es un momento adecuado de reflexión en torno a nuestra memoria histórica, las actuales y nuevas generaciones de veterinarios debemos recordar los aciertos, las virtudes y también los desaciertos de ilustres personalidades que han engrandecido nuestra profesión, y también de personas que no ganaron la categoría de ilustres, pero su comportamiento ciudadano, según la época que le ha tocado vivir dignificaron y dignifican la profesión Veterinaria.
El Dr. Ildefonso Pérez Vigueras (Pinar del Río, 1892- La Habana, 1959) es considerado un Sabio de la Medicina Veterinaria Cubana, una de las 100 figuras científicas más importantes del Siglo XX en Cuba.
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Como investigador, sus numerosos trabajos de Parasitología traspasaron las fronteras patrias y su nombre se pronuncia con respeto entre los parasitólogos contemporáneos más eminentes. Sin ayuda oficial alguna y a expensas de su nada holgada economía lleva adelante una importante labor investigativa al descubrir por primera vez ocho especies de cestodos, dieciocho de nemátodos, y veintinueve de tremátodos, además de una de ixódidos y dos de culícidos en el campo de la Parasitología y la Entomología, sin incluir las muchas especies que identificó por primera vez en Cuba.
Dedicó además cuarenta años de su vida a la docencia en cátedras obtenidas por oposición en las Universidades de Colombia y La Habana, en las cuales llegó a ser Rector y Decano de sus Facultades Médico Veterinarias, al final de su carrera profesoral le fue concedido el grado de Profesor Emeritus de la Universidad de la Habana.
Realizó importantes publicaciones y en 1956 lanza el libro “Ixódidos y Culícidos de Cuba”, una verdadera obra maestra. Perteneció a importantes Sociedades Científicas como la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, Sociedad Cubana de Historia Natural “Felipe Poey”, Sociedad Cubana de Biología, American Society of Parasitologists, entre otras.
El 25 de Marzo de 1938 pronuncia su discurso de recepción en la Academia de Ciencias de la Habana, denominado “Funciones del Veterinario en la Higiene Pública y en la Industria Pecuaria Nacional”, el cual adjunto, pues a mi modesto modo de ver lo considero precursor de los nuevos conceptos de la Medicina Veterinaria y la Salud Pública Veterinaria para enfrentar los retos que depara el siglo XXI a nuestra profesión.
Bibliografía:
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reclamar como cuestión de competencia y de derecho, ciertas atribuciones que se le han negado o que se le quieren arrebatar y para desvirtuar algunos conceptos erróneos acerca de su capacidad científica.
Como higienista, el veterinario presta importantes servicios a la sociedad y a la nación. A la sociedad, protegiéndola contra las enfermedades infecciosas, parasitarias y tóxicas transmisibles por medio de los alimentos de origen animal; a la nación, defendiendo su riqueza pecuaria, que no solamente constituye un tesoro incalculable, sino que es la fuente principal de abastecimiento del pueblo.
A la luz de los conocimientos modernos sobre la patología comparada, y del papel de los animales como reservorios y portadores de agentes patógenos transmisibles al hombre, no es posible negar la íntima relación entre las profilaxis de las enfermedades infecciosas y parasitarias de los animales y el estado higiénico de los pueblos; la tuberculosis, la rabia, el carbunco bacteridiano, la fiebre ondulante, la fiebre aftosa, la tularemia, la psitacosis y otras enfermedades comunes a los animales y al hombre, así como el papel diseminador de gérmenes como los del tétanos, los del grupo colitífico, y otros, amén de los parásitos transmisibles, tales como las teniasis, por medio de los Cysticercus enquistados en las carnes de res y de cerdo, la trichinnelosis, dipilidiosis, etc., justifican la preponderancia alcanzada, en todos los pueblos civlizados, en la vigilancia constante de los animales como fuente de infección humana. Como un detalle de la importancia que ha alcanzado este aspecto de la higiene pública, el ilustre profesor de patología experimental y comparada de la Facultad de Medicina de París, cede su cátedra, por un tiempo suficiente dentro de cada curso, a un profesor de la Escuela de Medicina Veterinaria de Alfort, para que explique a los alumnos las enfermedades de los animales, transmisibles al hombre, y según se puede leer en el prefacio de la obra del profesor Panisset , de Alfort, “Les Maladies des Animaux Transmisibles à l’Homme”, el número de estudiantes y de médicos que invaden los bancos de la Facultad de Medicina es cada año mayor, constituyendo un éxito que prueba la utilidad de tal enseñanza.
El profesor Van Heelsbergen , veterinario y bacteriólogo de la Universidad de Ultrech, ha escrito un importante y curioso libro titulado “Mensch und Tierin Zyclus des Kontagiuns”, en el cual expone el ciclo de contagio entre el hombre y el animal; de las enfermedades bacterianas; de las producidas por virus filtrables; por protozoarios; por hongos; por helmintos; y por artrópodos, de una manera clara y precisa, y en el que se puede ver el número considerable de enfermedades, y el papel importante como reservorio y portador, que los animales son capaces de transmitir a la especie humana. Todo lo últimamente expresado pone claramente de manifiesto el papel cada día más importante del veterinario en la sociedad y de su intervención como higienista.
Es de su competencia, por lo tanto, no solamente el reconocimiento de los animales vivos, para dictaminar sobre su estado de salud y apreciar si pueden o no ser fuentes de contaminación para otros animales o para el hombre, sino también, el de sus productos derivados, como son: leche, carne y productos industriales en que éstos sirven de materia prima; la inspección de pescados; de conservas secas o enlatadas; la inspección veterinaria de los puertos para impedir la entrada de animales importados atacados de enfermedades infecciosas y de productos de origen animal alterados.
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En la actualidad el control higiénico de la producción de carnes y de sus productos derivados se encuentra totalmente bajo la acción de veterinarios; lo mismo que la inspección de pescados y productos derivados, así como también la de los productos industriales derivados de la leche de vaca; pero en lo tocante a la inspección de leche puede decirse que prácticamente se ha prescindido de los servicios veterinarios, no obstante corresponderles con los mismos títulos que le corresponden la inspección de carnes, de sus productos derivados y de los productos derivados de la leche. Es extraño que siempre se haya tratado de eliminar a los veterinarios de los problemas relacionados con la producción de leche, inclusive de los organismos oficiales que controlan dicha producción; de las comisiones para la confección de los reglamentos de abastecimiento de leche, desconociendo el postulado irrefutable establecido como principio fundamental admitido por las grandes notabilidades en asuntos de higiene de la leche, según el cual “la leche sana sólo puede derivarse de una vaca sana”. El problema de la leche sana es incuestionablemente un problema de vacas sanas. Vacas atacadas de tuberculosis, de aborto contagioso, de mastitis contagiosa, de mastitis purulenta, constituyen siempre un peligro para la salud pública. Es cierto que después del ordeño y durante las múltiples manipulaciones a que se somete ese producto puede contaminarse, que se requiere la aplicación de estrictas medidas de higiene para evitarlo, y que no es menos cierto que en los hogares cubanos existe la buena costumbre de hervir ese alimento antes de tomarlo, pero de todos modos es imposible negar que la leche procedente de vacas enfermas no puede entrar en la categoría de leche sana. Por otra parte, nuestra población consume grandes cantidades de quesos frescos fabricados con leche cruda, y por ello, está a merced de contaminaciones.
El control sanitario de la pasteurización no resuelve, más que en parte, la sanidad de la leche, por varios motivos, entre otros, por la enorme venta de leche clandestina no pasteurizada, porque la pasteurización no se practicaría más que en las grandes poblaciones; mientras que los pequeños poblados quedarían desamparados y además, porque las grandes compañías pasteurizadoras acaparadoras del producto, impondrían precios de compra muy bajos para después revenderlas a precios prohibitivos para los habitantes pobres, hechos que ya la prensa diaria ha delatado en reiteradas ocasiones; pero aun admitiendo que la pasteurización efectivamente se ha llevado a cabo, queda siempre en pie el principio estrictamente científico de que se ignora si la leche procedió de una vaca sana.
La única intervención del veterinario en la industria lechera está reducida a la inspección de las vaquerías, con el fin de aplicar la tuberculina y de informar sobre los casos positivos, dándose en ocasiones el triste espectáculo de que han sido enviadas personas no profesionales para supervisar la aplicación de la tuberculina y de sus efectos. Esta intervención no va acompañada de ninguna autoridad para los efectos sanitarios de la producción; por otra parte, la forma establecida para la inspección es muy deficiente, puesto que se hace necesario limitar estrictamente el número de vacas que cada veterinario deba atender a una cantidad que racionalmente pueda ser examinada a conciencia, y para ello es indispensable que la remuneración por este trabajo sea equitativa. Este reconocimiento de las vacas productoras de leche es el punto esencial de la higiene de este producto, y debería ser reglamentado en forma práctica y eficiente, ampliando su esfera de acción con atribuciones de carácter sanitario, para el mejor cumplimiento de su misión, y exigiéndosele estrictas responsabilidades.
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enseña el modo de reseñar: la determinación de la edad del animal; las bellezas artísticas y zootécnicas de las regiones del cuerpo; los aplomos más perfectos, sus defectos; la nomenclatura del color de las capas o pelos; las taras y defectos; etc; en las patologías especiales aprende cuántas enfermedades pueden tener relación con la herencia y el contagio; en la policía sanitaria adquiere conocimientos de estricta aplicación; en el curso de higiene conoce las medidas generales y especiales de higiene y de profilaxis; en el curso de obstetricia veterinaria estudia lo relacionado con los partos normales y patológicos; y en el de zootecnia recibe los mismos conocimientos que aquellos que le niegan todo derecho y suficiencia.
Creyendo haber hecho un análisis breve e imparcial de las principales funciones que el veterinario está llamado a cumplir, y estimando, asimismo, haber interpretado el sentir y las aspiraciones de la clase veterinaria que reclama sus derechos y que los sabrá defender en su oportunidad, sólo me resta expresar mi reconocimiento más profundo a este selecto auditorio, que ha tenido la bondad de escuchar mis palabras.
La Habana, marzo 25 de 1938.
Fuente: Anales de la Academia de Ciencias. Tomo LXXIV, No. 9, págs. 528-536, 1937-1938.