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Resumen primer capítulo - Principios Básicos
Tipo: Resúmenes
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¡No te pierdas las partes importantes!
El objeto de la Economía es, en primer lugar, analizar las decisiones de los individuos. Todas las preguntas en economía en su nivel más básico implican individuos haciendo elecciones. dado que en una economía de mercado cada uno de nosotros depende de los demás –y los demás, por su parte, dependen de nosotros–, nuestras decisiones interactúan.
La Economía es la ciencia social que estudia la producción, la distribución y el consumo de bienes y servicios. Como dijo el gran economista del siglo XIX Alfred Marshall, la Economía es “el estudio de la humanidad en los asuntos de la vida cotidiana”. Los Estados Unidos tienen una economía de mercado, en la que la producción y el consumo son el resultado de decisiones descentralizadas, tomadas por muchas empresas y por muchos individuos. No existe una autoridad central que le diga a la gente qué ha de producir y adónde enviarlo. Cada productor individual produce lo que considera que le reportará un mayor beneficio; cada consumidor compra aquello que él mismo decide. La alternativa a una economía de mercado es una economía dirigida, en la que hay una autoridad central que toma las decisiones de producción y consumo. Las economías dirigidas se han puesto a prueba, muy destacadamente en la Unión Soviética entre 1917 y 1991. Pero la verdad es que no funcionaban demasiado bien. Las empresas de la URSS habitualmente eran incapaces de producir porque carecían de materias primas, o eran capaces de producir, pero no encontraban quien comprase sus productos. Así, los consumidores casi nunca encontraban las cosas que necesitaban: un rasgo típico de las economías dirigidas fueron las largas colas de espera en las tiendas. Las economías de mercado, por el contrario, llegan a coordinar incluso actividades de elevada complejidad, y proporcionan a los consumidores aquellos bienes y servicios que desean. En efecto, sin pensarlo dos veces las personas confían sus vidas al sistema de mercado: los habitantes de cualquier ciudad importante morirían en pocos días si las actividades no planificadas –pero en cierto modo ordenadas– de miles de empresas no fueran capaces de suministrar una oferta suficiente de alimentos. Sorprendentemente, el “caos” no planificado de una economía de mercado resulta funcionar más ordenadamente que la “planificación” de una economía dirigida. El estudio de cómo los individuos toman sus decisiones y de cómo esas decisiones interactúan se llama microeconomía. Uno de los temas centrales de la microeconomía es la validez de la intuición de Adam Smith: los individuos que persiguen su propio interés a menudo favorecen los intereses de la sociedad en su conjunto.
Pero la mano invisible no siempre se porta como una amiga. Es muy importante comprender cuándo y por qué la búsqueda individual del propio interés nos lleva a conductas contraproducentes. Mi beneficio, tu coste La congestión del tráfico es un ejemplo familiar de un problema mucho más amplio: algunas veces, la búsqueda individual del propio interés, en vez de promover el interés de la sociedad en su conjunto, puede hacer que la sociedad empeore. Cuando esto ocurre decimos que hay un fallo de mercado. Otros ejemplos importantes de fallos del mercado tienen que ver con la contaminación del agua o el aire, o con la sobreexplotación de algunos recursos naturales, como la pesca o los bosques. La buena noticia, como aprenderá quien use este libro para estudiar microeconomía, es que el análisis económico es útil para diagnosticar fallos de mercado. Y, a menudo, el análisis económico también sirve para diseñar soluciones a los problemas. Buenos tiempos, malos tiempos El hecho es que la economía no siempre funciona suavemente: experimenta fluctuaciones, una serie de subidas y bajadas. En promedio, un estadounidense de mediana edad habrá vivido tres o cuatro caídas, denominadas recesiones (la economía estadounidense ha padecido recesiones importantes después de la de 1973: en 1981, 1990 y 2001, y la más reciente, en 2007). Durante una recesión profunda, millones de trabajadores pueden perder su empleo. Igual que los fallos del mercado, las recesiones forman parte de la vida; pero también, igual que los fallos del mercado, son un problema ante el cual el análisis económico puede ofrecer algunas soluciones. Las recesiones son uno de los temas centrales de la rama de la Economía denominada macroeconomía , que ocupa de las fluctuaciones de la actividad de la economía en su conjunto. Quien estudie macroeconomía aprenderá cómo explican las recesiones los economistas y cómo se pueden usar las políticas públicas para minimizar los daños causados por las recesiones. REPASO La elección individual: el núcleo de la economía La economía de las decisiones individuales se basa en cuatro principios:
Los economistas llaman coste de oportunidad a aquello a lo que has de renunciar para obtener lo que quieres. El concepto de coste de oportunidad es crucial para entender la elección individual, porque, en última instancia, todos los costes son costes de oportunidad. En efecto, cada elección que hacemos implica dejar de lado todas las opciones alternativas. Hay quien critica a los economistas diciendo que solo aluden a los costes y los beneficios que se pueden medir en dinero. Nada más lejos de la realidad. El análisis económico se refiere con frecuencia a casos como éste de la elección de una asignatura optativa, donde no hay un coste adicional de matrícula por elegir una u otra; es decir, no hay costes monetarios directos. No obstante, la optativa que elijas sí tiene un coste de oportunidad: la otra optativa que te gustaba y que tienes que dejar de lado porque tus limitaciones de tiempo solo te permiten hacer una asignatura. Más en concreto, el coste de oportunidad de una elección es aquello a lo que renuncias al no elegir la mejor alternativa posible. Algunas veces, el dinero que hay que pagar por algo es un buen indicador de su coste de oportunidad. Pero otras no. Un ejemplo muy bueno de lo mal que el coste monetario puede reflejar el coste de oportunidad es el coste de ir a la universidad. La matrícula y el alojamiento son los principales gastos para la mayoría de los estudiantes; pero, aunque fueran gratuitos, ir a la universidad sería una decisión costosa ya que muchos universitarios, si hubieran decidido no ir, tendrían un empleo remunerado. Es decir, ir a la universidad significa renunciar a los ingresos que se habrían podido obtener si se hubiera optado por trabajar. Por tanto, el coste de oportunidad de ir a la universidad es la suma de los gastos en matrículas y alojamiento más el dinero que habríamos ganado si en vez de estudiar nos hubiéramos puesto a trabajar. “Cuánto” es una decisión en el margen Algunas de las principales decisiones se plantean en términos de “esto o lo otro”: decidimos si vamos a la universidad o empezamos a trabajar; si estudiamos Economía o cualquier otra cosa. Pero también hay decisiones importantes que implican decisiones en términos de “cuánto”: si estamos estudiando Economía y Química hemos de decidir cuánto tiempo dedicaremos a estudiar cada materia. Cuando se trata de analizar decisiones del tipo “cuánto”, la Economía ofrece una idea muy interesante: el “cuánto” es una decisión en el margen. Las decisiones implican un intercambio o trade-off : una comparación entre los costes y los beneficios de las diferentes opciones. ¿Cómo se toman decisiones sobre estos asuntos relacionados con el “cuánto”? La respuesta típica es que estas decisiones se toman sobre la marcha, decidiendo en cada momento lo que debería hacerse durante la hora siguiente. Este tipo de decisiones –qué hacer durante la próxima hora, qué hacer con el siguiente dólar, y cosas por el estilo– son decisiones marginales. Implican realizar intercambios en el margen: comparar los costes y beneficios de hacer un poquito más o un poquito menos de una actividad determinada. El estudio de este tipo de decisiones se denomina análisis marginal.
La gente suele aprovechar las oportunidades para mejorar Cuando intentamos predecir cómo se comportarán las personas ante una determinada situación, es razonable apostar por que todo el mundo procurará aprovechar las oportunidades para mejorar. Es más, los individuos continuarán aprovechando esas posibilidades hasta agotarlas. De hecho, la idea de que la gente aprovechará las oportunidades para estar mejor es la base de todas las predicciones que los economistas hacen sobre la conducta individual. Si los salarios de los directivos de empresas son mayores que los de los abogados, seguramente habrá más estudiantes de Administración de Empresas que de Derecho. Si el precio de la gasolina sube y se mantiene alto durante mucho tiempo suponemos que aumentarán las ventas de coches más pequeños y de menor consumo: ante combustibles más caros, la gente intenta mejorar usando coches que consuman menos. Cuando los cambios en las oportunidades disponibles implican recompensas para quienes modifican su conducta, decimos que estamos ante un nuevo esquema de incentivos. Si sube el precio del aparcamiento en Manhattan, quienes encuentren maneras alternativas de acudir a sus puestos de trabajo en Wall Street ahorrarán dinero, por lo que cabe esperar que menos gente irá a trabajar en coche. Los economistas suelen ser escépticos ante cualquier intento de modificar la conducta de las personas sin modificar sus incentivos. Por ejemplo, un plan que intente convencer a la industria para que reduzca las emisiones contaminantes de forma voluntaria será poco eficaz; en cambio, probablemente funcionará mejor un plan que incluya incentivos financieros para quienes reduzcan las emisiones. REPASO Interacción: cómo funcionan las economías Una economía es un sistema para coordinar las actividades productivas de muchas personas. En una economía de mercado, como es la nuestra, esta coordinación se lleva a cabo sin necesidad de un coordinador: cada individuo toma sus propias decisiones. Pero esas decisiones no son independientes de las de todos los demás: las oportunidades de cada individuo, y por tanto las elecciones, dependen mucho de las elecciones que hacen los demás. Por eso para entender cómo funciona una economía de mercado hemos de examinar esta interacción en la que mis decisiones afectan a las tuyas y viceversa. Cuando estudiamos la interacción económica descubrimos rápidamente que el resultado final de las decisiones individuales puede ser muy diferente de lo que cualquier individuo pretendía.
interacciones. Para entender lo que pasa cuando se abre una nueva caja en el supermercado no hace falta saber exactamente cómo se reordenan los compradores, ni quién adelanta a quién, ni cuál es la caja que se abre, etc. Lo que hay que saber es que, siempre que se produce un cambio, la situación tiende al equilibrio. El hecho de que los mercados tienden al equilibrio es lo que nos permite creer que van a funcionar de un modo razonable. De hecho, podemos confiar en que en los mercados vamos a encontrar todo lo que necesitamos. Por ejemplo, los habitantes de las grandes ciudades tienen la seguridad de que los estantes del supermercado siempre estarán llenos. ¿Por qué? Porque, si un vendedor de alimentos no los distribuyera, surgiría una gran oportunidad para otro vendedor que sí lo hiciera: se produciría una especie de carrera de vendedores de comida, igual que había carreras hacia la caja del supermercado recién abierta. Así es como el mercado garantiza que los habitantes de las ciudades siempre encontrarán víveres. Y, volviendo a nuestro principio anterior, eso es lo que permite a los habitantes de las ciudades vivir en ellas y especializarse en empleos urbanos, en vez de vivir en granjas y de producir sus propios alimentos. Una economía de mercado también permite a la gente conseguir las ganancias del intercambio. Para alcanzar los fines de la sociedad hay que usar los recursos de la manera más eficiente posible Se podría pensar que el uso eficiente de los recursos tiene algo que ver con el dinero. Pero en Economía, como en la vida, el dinero es solo un medio para conseguir otros fines. Lo que les preocupa a los economistas no es el dinero, sino la felicidad y el bienestar de la gente. Los economistas dicen que los recursos de una economía se usan eficientemente. Cuando se han aprovechado todas las oportunidades que existen para mejorar a todo el mundo. O, dicho de otro modo, una economía es eficiente cuando se aprovechan todas las posibilidades de hacer que alguien mejore sin hacer que nadie empeore. Cuando una economía es eficiente produce las máximas ganancias posibles del comercio, dados los recursos disponibles. ¿Por qué? Porque no existe manera alguna de reorganizar los recursos que implique que todos mejoren. En una economía eficiente se puede cambiar la asignación de los recursos para que una persona esté mejor, pero solo haciendo que otra persona esté peor. ¿Deberían las autoridades esforzarse siempre por alcanzar la eficiencia económica? Bueno, no siempre, porque la eficiencia no es el único criterio para valorar una economía. A la gente también le interesan las cuestiones de justicia o equidad. Y tradicionalmente existe una relación de intercambio entre equidad y eficiencia: las políticas en pro de la equidad a menudo implican un coste en términos de pérdida de eficiencia, y viceversa. Hasta dónde deben llegar los poderes públicos en promover la equidad por encima de la eficiencia es una cuestión muy compleja que está en el centro del proceso político, y por tanto no es una pregunta a la que los economistas puedan responder. Lo fundamental para los economistas es siempre conseguir que los
recursos de la economía se usen de la manera más eficiente posible para conseguir los fines de la sociedad, sean estos los que sean. Los mercados normalmente llevan a la eficiencia No existe ningún departamento del Gobierno estadounidense que se encargue de asegurar la eficiencia de la economía: no hay funcionarios controlando que los neurocirujanos no estén trabajando la tierra, que los agricultores de Minnesota no intenten cultivar naranjas, que los terrenos en primera línea de playa no sean ocupados por vendedores de coches usados o que las facultades estén utilizando bien el valioso espacio de las aulas. El Gobierno no necesita imponer la eficiencia, porque la mayoría de las veces lo hace la mano invisible. En otras palabras, los incentivos existentes en una economía de mercado son suficientes para garantizar que los recursos se destinen a sus usos adecuados y para que no se desaprovechen las oportunidades de mejorar que tienen las personas. La razón fundamental es que en una economía de mercado, en la que los individuos son libres para elegir lo que consumen y lo que producen, suelen aprovecharse las ocasiones para mejorar. Si hay algún modo en el que alguien pueda mejorar, normalmente la gente podrá aprovechar esa oportunidad. Y esto es justamente lo que caracteriza la eficiencia: que se aprovechan todas las oportunidades de hacer que alguien mejore sin hacer que nadie empeore. Hay excepciones a este principio general de la eficiencia de los mercados. Cuando hay fallos del mercado la búsqueda del propio interés en los mercados por parte de los individuos hace que la sociedad esté peor; es decir, el resultado del mercado es ineficiente. Cuando los mercados fallan resulta útil la intervención del gobierno. Pero dejando aparte los ejemplos de fallos del mercado, la regla general es que los mercados son una manera extraordinariamente buena de organizar una economía. Cuando los mercados no producen la eficiencia, la intervención del gobierno puede mejorar el bienestar de la sociedad O lo que es igual: cuando los mercados se equivocan, una política pública bien diseñada puede, en ocasiones, aproximar a la sociedad hacia la eficiencia cambiando la manera en que se usan los recursos. Una rama muy importante de la Economía se ocupa del estudio de por qué los mercados fallan y qué políticas deben aplicarse para mejorar el bienestar social. Aquí anticipamos un resumen de las tres principales maneras en las que fallan: Las acciones individuales tienen efectos secundarios que no se reflejan adecuadamente en el mercado. Un ejemplo es cualquier acción que produzca contaminación. Una de las partes puede evitar que se produzcan intercambios mutuamente beneficiosos cuando intente apropiarse de una parte mayor de los recursos. Un ejemplo sería una empresa farmacéutica que pusiera los precios de los
crisis en el sector financiero y otros factores causaron el hundimiento del gasto agregado. Esta caída del gasto provocó a su vez un periodo de altos niveles de desempleo que se conoce como la Gran Depresión. Las turbulencias de la Gran Depresión enseñaron a los economistas una importante lección: el gasto agregado –es decir, la cantidad total de bienes y servicios que los consumidores y las empresas quieren comprar– algunas veces no coincide con la cantidad total de bienes y servicios que la economía puede producir. En la década de 1930, el gasto cayó muy por debajo de lo que habría sido necesario para mantener el nivel de empleo, y la consecuencia fue una dura depresión. En realidad, las reducciones en el gasto están en el origen de la mayoría de las recesiones, pero no de todas. Aunque después de 1930 no ha vuelto a ocurrir nada como la Gran Depresión. También es posible que el gasto total sea excesivo. En este caso aparecerá la inflación, un aumento generalizado de los precios en la economía. En general, este aumento de los precios se debe a que, si la cantidad de bienes que los consumidores quieren comprar supera a la oferta disponible, los productores pueden subir sus precios y seguir teniendo clientes dispuestos a pagar. Las políticas públicas pueden modificar el gasto El gasto agregado algunas veces no coincide con la capacidad productiva de la economía. ¿Se puede hacer algo al respecto? Por supuesto. Las políticas públicas pueden tener importantes efectos sobre el gasto. Por un lado, el propio gobierno gasta mucho dinero en las cosas más variadas, desde equipamiento militar hasta educación, y por tanto puede optar por gastar más o menos. El gobierno también puede modificar cuánto recauda en impuestos, lo que a su vez determina qué parte de la renta de los consumidores y las empresas queda disponible para gastar. Finalmente, el gobierno controla la cantidad de dinero en circulación, lo que es un instrumento muy potente para influir en el gasto total. El gasto público, los impuestos y el control monetario son las herramientas de la política macroeconómica. Los gobiernos modernos usan estas herramientas para controlar el gasto agregado de la economía, intentando mantener alejados los peligros de la inflación y la recesión. Estos esfuerzos no siempre tienen éxito: seguimos padeciendo recesiones y periodos inflacionarios. REPASO
propios intereses. La mano invisible aprovecha el poder del propio interés en beneficio de la sociedad.