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Resumen de la Ilíada: La Guerra de Troya, Resúmenes de Cultura Greco-latina

Un resumen detallado de la ilíada, la épica griega de homero. Se narra la historia de la guerra de troya, centrándose en la ira de aquiles y sus consecuencias. El resumen abarca los principales eventos, personajes y temas de la obra, incluyendo la muerte de patroclo, la venganza de aquiles y el destino de héctor. Ofrece una visión general de la trama y los conflictos centrales de la ilíada, proporcionando un contexto para comprender la obra en su totalidad.

Tipo: Resúmenes

2022/2023

Subido el 13/01/2025

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RESUMEN 24 CANTOS DE LA ILIADA
La Ilíada es sobre la Cólera de Aquiles a causa de la afrenta a su honor por el hubrístico
Agamemnón... pero, también es sobre muchas otras cosas, tanto humanas como divinas: es una
obra que, a pesar de haber sido ya establecida en un texto permanente, se encuentra,
paradójicamente, en un estado de flujo continuo, pues ningunas dos lecturas jamás son iguales.
CANTO I
Se pide desde el principio a la musa que mande el canto de las desgracias alcanzadas por la ira de
Aquiles (1-7). Llega a la asamblea de los argivos, Crises, sacerdote de Apolo para rescatar a su
hija, hecha cautiva hacía poco en la guerra y por honor entregada a Agamenón (8-21). Apolo
mandó sobre el ejército una terrible epidemia por haber sido rechazado ignominiosamente su
sacerdote (22-52). Aquiles hace una asamblea, para aplacar al dios, en la que el adivino Calcas
pregona que ellos debían liberar a su hija Briseida de tan terrible disputa y no rehusa entregarle su
hija ciertamente a Crises, pero le arrebata a Aquiles a Briseida a quien había sido concedida como
premio a su valor. Se apodera de Briseida aunque Néstor se opone (130-311 y 318-347).
Enardecido por esta ofensa, decide el firme joven separarse de la guerra con los mirmidones, sus
soldados. Su madre Tetis reafirma su propósito y promete venganza al suplicante (348-427).
Mientras tanto el ejército ofrece sacrificios expiatorios y son ofrecidos a Apolo (312-317). Entonces
se hace retirar a Crises a su casa junto con las víctimas propiciatorias, por quienes es expiado el
crimen siendo sacrificadas (428-487), puesto que se había presentado Tetis en el Olimpo
ocultamente, favoreció con la victoria a los troyanos, mientras los aqueos no dieran una
satisfacción a Aquiles (488-533). Hera, enemiga de los troyanos ataca estas determinaciones
clandestinas y riñe con Zeus en la cena (534-567). Por esta causa se entristece toda la asamblea
de los dioses, a quienes Hefesto hace volver finalmente a la tranquilidad y alegría (568-611).
CANTO II
Zeus-quien habría de vengar la injuria inferida a Aquiles-, le envió un sueño a Agamenón para
incitarlo a realizar la batalla con la esperanza de la victoria (1-40). Al amanecer, Agamenón
manifestó lo comunicado en el sueño y su propia decisión a los jefes de los argivos; reunió al poco
una asamblea de todos (41-100). Le agradaba para probar la fe del pueblo, del que desconfiaba,
fingir la determinación de retornar a la patria: habiendo oído esto la multitud comenzó enseguida,
cansada ya por la guerra, a sublevarse y a preparar la navegación (101-154). Odiseo reprimió la
rendición de común acuerdo y por consejo de Atenea se valió de súplicas, amenazas y oprobios
para que volvieran de este modo a la asamblea (155-210). A Tersites, aquel hombre torpe y
malhablado que no cesaba de urgir la retirada, lo castigó con mayor severidad para escarmiento de
los demás (211-277). Así cohibido el populacho se doblegó por fin a dejarse persuadir por los
excelentes discursos de Odiseo y de Néstor quienes renovaron las antiguas promesas y se
valieron de estas ostentaciones para que los aqueos tuvieran confianza en el combate; el mismo
Agamenón ordenó el combate y llenó del ardor de la pelea el ánimo de todos (287-393). Ya se
anima el ejército; los primeros, sacrificadas ya las mayores víctimas, se sientan al convite delante
de Agamenón; los demás toman sus alimentos por diversas partes y of recen sacrificios, y cada
pueblo, instruido por sus jefes marcha a la batalla (394-484). Se inserta en este lugar el cuidadoso
catálogo de las naves, pueblos, jefes, que habían seguido a Agamenón a la guerra de Troya (485-
785). También los troyanos, descubrieron lo que tramaban los aqueos, marchan al campo bajo el
mando de Héctor junto con sus aliados, de los que se añade una breve reseña (786-877).
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RESUMEN 24 CANTOS DE LA ILIADA

La Ilíada es sobre la Cólera de Aquiles a causa de la afrenta a su honor por el hubrístico Agamemnón... pero, también es sobre muchas otras cosas, tanto humanas como divinas: es una obra que, a pesar de haber sido ya establecida en un texto permanente, se encuentra, paradójicamente, en un estado de flujo continuo, pues ningunas dos lecturas jamás son iguales.

CANTO I

Se pide desde el principio a la musa que mande el canto de las desgracias alcanzadas por la ira de Aquiles (1-7). Llega a la asamblea de los argivos, Crises, sacerdote de Apolo para rescatar a su hija, hecha cautiva hacía poco en la guerra y por honor entregada a Agamenón (8-21). Apolo mandó sobre el ejército una terrible epidemia por haber sido rechazado ignominiosamente su sacerdote (22-52). Aquiles hace una asamblea, para aplacar al dios, en la que el adivino Calcas pregona que ellos debían liberar a su hija Briseida de tan terrible disputa y no rehusa entregarle su hija ciertamente a Crises, pero le arrebata a Aquiles a Briseida a quien había sido concedida como premio a su valor. Se apodera de Briseida aunque Néstor se opone (130-311 y 318-347). Enardecido por esta ofensa, decide el firme joven separarse de la guerra con los mirmidones, sus soldados. Su madre Tetis reafirma su propósito y promete venganza al suplicante (348-427). Mientras tanto el ejército ofrece sacrificios expiatorios y son ofrecidos a Apolo (312-317). Entonces se hace retirar a Crises a su casa junto con las víctimas propiciatorias, por quienes es expiado el crimen siendo sacrificadas (428-487), puesto que se había presentado Tetis en el Olimpo ocultamente, favoreció con la victoria a los troyanos, mientras los aqueos no dieran una satisfacción a Aquiles (488-533). Hera, enemiga de los troyanos ataca estas determinaciones clandestinas y riñe con Zeus en la cena (534-567). Por esta causa se entristece toda la asamblea de los dioses, a quienes Hefesto hace volver finalmente a la tranquilidad y alegría (568-611).

CANTO II

Zeus-quien habría de vengar la injuria inferida a Aquiles-, le envió un sueño a Agamenón para incitarlo a realizar la batalla con la esperanza de la victoria (1-40). Al amanecer, Agamenón manifestó lo comunicado en el sueño y su propia decisión a los jefes de los argivos; reunió al poco una asamblea de todos (41-100). Le agradaba para probar la fe del pueblo, del que desconfiaba, fingir la determinación de retornar a la patria: habiendo oído esto la multitud comenzó enseguida, cansada ya por la guerra, a sublevarse y a preparar la navegación (101-154). Odiseo reprimió la rendición de común acuerdo y por consejo de Atenea se valió de súplicas, amenazas y oprobios para que volvieran de este modo a la asamblea (155-210). A Tersites, aquel hombre torpe y malhablado que no cesaba de urgir la retirada, lo castigó con mayor severidad para escarmiento de los demás (211-277). Así cohibido el populacho se doblegó por fin a dejarse persuadir por los excelentes discursos de Odiseo y de Néstor quienes renovaron las antiguas promesas y se valieron de estas ostentaciones para que los aqueos tuvieran confianza en el combate; el mismo Agamenón ordenó el combate y llenó del ardor de la pelea el ánimo de todos (287-393). Ya se anima el ejército; los primeros, sacrificadas ya las mayores víctimas, se sientan al convite delante de Agamenón; los demás toman sus alimentos por diversas partes y of recen sacrificios, y cada pueblo, instruido por sus jefes marcha a la batalla (394-484). Se inserta en este lugar el cuidadoso catálogo de las naves, pueblos, jefes, que habían seguido a Agamenón a la guerra de Troya (485- 785). También los troyanos, descubrieron lo que tramaban los aqueos, marchan al campo bajo el mando de Héctor junto con sus aliados, de los que se añade una breve reseña (786-877).

CANTO III

Al primer encuentro del combate, Paris o Alejandro provoca con suma fiereza a cada uno de los aqueos para el combate; pero en cuanto ve a Menelao saltando de su carro, huye atemorizado (1- 37). Poco después él mismo, impulsado por los gritos de Héctor se ofrece en singular desafío con Menelao, comenzando lo más importante de la batalla; aceptada la condición pide Menelao que vaya por medio una promesa, consagrándola ante la presencia de Príamo (38-110). Así pues los ejércitos dejan las armas y se preparan sacrificios de ambas partes, mientras tanto Helena llama desde la torre a Príamo y a los ancianos de Troya, a los jefes argivos que están en el campo inferior (l l l-244). Siendo llamado, se presenta Príamo en compañía de Antenor y se hace un pacto según el antiguo rito y bajo estas condiciones, de que si uno de los dos venciese al otro, obtendría a Helena y sus riquezas; pero los troyanos inferiores a los aqueos pagarían una fuerte multa (245- 301). Después de la partida de Príamo, toman las armas Menelao y Paris y marchan al espacio convenido para la pelea; pero Paris, superado, es sutraído por Hera ocultamente y se lo lleva incólume a su propia morada (302-382). Al mismo lugar lleva a Helena, quien resistiendo primero al nuevo marido le echa en cara su cobardía; sin embargo poco después se reconcilia con él (383- 448). De esta manera, en vano busca Menelao al adversario que estaba gozando de la protección de la diosa, mientras Agamenón busca públicamente el precio de la victoria que se había pactado (449-461).

CANTO IV Debiendo ser devuelta Helena a los aqueos según el pacto y dirimidas las diferencias en la línea de combate en la que fue separado Paris; Hera indignada en la asamblea de los dioses, no pudo contener ya su odio contra los troyanos e insiste ante Zeus a fin de que conceda que los aqueos den muerte a Paris (1-49). Atenea, enemiga también de los troyanos, enviada a la tierra por la exhortación de Zeus, persuade a Píndaro Licio para que lanzada una flecha contra Menelao, rompa el pacto e introduzca una nueva causa para combatir (50-104). Llamado el médico Macaón, cura a Menelao de su herida no mortal (105-219). Mientras tanto, armados nuevamente vuelven a combatir los troyanos, mientras Agamenón va y viene entre la multitud de aqueos, alabando el valor de algunos como Idomeneo, Áyax y Néstor, que ya estaban situados en el campo de batalla y reprendiendo la tardanza de los otros como Menesteo, Odiseo, Diomedes que aún no se llenaban del nuevo ardor para combatir (220-421). Se reanuda la lucha, en la que Ares por una parte y Apolo, Atenea y otras divinidades por la otra, ayudan respectivamente a los troyanos y a los aqueos (422-544).

CANTO V

Los aqueos continúan despedazando a los troyanos; delante de todos, el insigne Diomedes lleno de ferocidad por la protección de Palas retira a Ares de la batalla (1-94). Pero él mismo herido por Pándaro, ataca con mayor vehemencia a los enemigos (95-166); mata a Pándaro, estando de pie, y después peleando desde el carro de Eneas (167-296); hiere a Eneas que cubría el cuerpo de su amigo (297-310); hiere a Afrodita en la mano, pero Iris la saca del combate (311-351). Afrodita librada por su hija en el carro de Ares, la lleva al Olimpo, en donde su madre Dione la cobija en su seno. Los otros dioses se ríen sin que lo note (352-431). Apolo libra a Eneas, apartado por Atenea del furor de Diomedes y lo cura recreándolo en la fortaleza troyana y llama nuevamente a Ares a las filas (432-460). Ares exhorta a los troyanos para que peleen con fortaleza; enseguida se presenta ante ellos Eneas, ya curado (461-518). Tampoco los aqueos combaten con cobardía y caen muchos de una y otra parte, entre éstos Tlepolemo contra Sarpedón; finalmente se alejan poco a poco los aqueos (519-710). Hera y Atenea vienen desde el Olimpo en auxilio de éstos que luchaban (711 -777). Por estas palabras de Hera se enardece nuevamente la masa; pero

mayores matanzas para la mañana siguiente (438-484). Terminada la batalla a causa de la noche y habiendo realizado una asamblea los troyanos vencedores, ponen guardias de asedio en el mismo lugar de la batalla, y para impedir a los enemigos asechanzas o navegación, encienden innumerables fogatas a través de la ciudad y del campo (485-565).

CANTO IX Entre los aqueos, una vez pasado el peligro, aterrorizados y rechazados de momento, convoca Agamenón ocultamente a los jefes a quienes el rey les señala la determinación de huir y dirigir la navegación durante la noche (1-38). Diomedes y Néstor lo desaconsejan de este torpe intento (39- 78). Se colocan fogatas en las trincheras de los campamentos, se prepara una cena en la tienda de Agamenón y después de la cena se trata a toda costa de hacer las paces con Aquiles y atraerlo al ejército (79-113). El propio Agamenón mandó decir que si cedía en su enojo ante la pública necesidad, le prometía devolverle intacta a Briseida y magníficos regalos (114-161). Néstor envió con estas condiciones a varios escogidos, como Fénix a quien el padre de Aquiles lo había hecho mentor en su juventud, Áyax el mayor, Odiseo y dos embajadores de paz (162-184). Aquiles recibió amigablemente a los legados, pero rechazó todas las promesas de Agamenón y los discursos, ya los esmerados como los ásperos y suaves; además retuvo a Fénix y amenazó con que regresaría al poco juntamente con él a la patria (185-668). De este modo, después de que Áyax y Odiseo anunciaron tan dolorosa resolución, Diomedes lo confirma en toda su gravedad a los afligidos jefes y los exhorta a la tenacidad en la lucha (669-713).

CANTO X Electos los vigías, Agamenón en unión con su hermano Menelao llama a Néstor y a los demás jefes y hacen guardia con ellos ante el foso (1-193). Toman determinaciones ahí mismo donde habían sufrido las calamidades y envían como observadores a Diomedes y a Odiseo (194-271). Habiendo avanzado éstos algún tanto, un ave de raudo vuelo ofreció próspero augurio (272-298). Al mismo tiempo había salido cierto troyano, Dolón, que había sabido las determinaciones de los aqueos, e incitado por las promesas de Héctor, fue aprehendido por los que se habían adelantado más hacia la base naval (299-381). Implorando éste por su vida, denunció todos los sitios de los campamentos y a dónde se dirigía Reso, el rey de los tracios, pero sorprendido por Diomedes fue asesinado (382-464). Ya marchan a los aposentos de Reso, a quien habían oído llegar con sus famosos caballos (465-503). Atenea amonesta a los héroes para que no se retarden más tiempo con la esperanza de obtener demasiados botines; mientras tanto Apolo incita a los tracios y a los troyanos y los regresa a sus campamentos (504-579).

CANTO XI Armado Agamenón con espléndidas armas conduce por la mañana a sus tropas a las filas de combate; lo mismo hacen Héctor y los otros príncipes de Troya (1-66). Ante el insólito valor de Agamenón que enardece a la turba desconocida, se excitan los troyanos y se inicia una gran batalla (67-162). El mismo Héctor apartado por mandato de Zeus hasta las murallas de la ciudad, evita el coraje del enardecido adversario, mientras aquél se marcha del combate mal herido (163- 283). Realizado esto, Héctor vuelve a pelear e infunde a los suyos un nuevo valor (284-309). Diomedes, Odiseo y Áyax vuelven a la decaída batalla; pero Diomedes herido por Paris se regresa violentamente hacia las naves (310 400); asimismo Odiseo herido por Soco y muerto aquél, viéndose rodeado por los troyanos, se libra del combate ayudado por Menelao y Áyax (401-488). A poco a Macaón y Euripilo los hieren las flechas de Paris (489-596). Viendo Aquiles a Macaón que se adelantaba en el carro de Néstor, envió a Patroclo para reconocer su presentación (596-617). Tan pronto como reconoció éste a Macaón y librado por Néstor de tan miserable muerte, le pide que o bien implore directamente la ayuda de Aquiles en auxilio de los aqueos o que él mismo

espante a los enemigos revestido con el armamento de Aquiles (618-803). Al regreso Patroclo hiere al peligroso Euripilo y es curado en su tienda de campaña (804-848).

CANTO XII

Rechazados los aqueos contra las murallas (hecho abominable a los dioses; a ellos mismos los rechazan detrás de la misma ciudad), ven que los troyanos se dirigen a las naves y que están a punto de atravesar ya el foso (1-59). Desconcertados al principio por lo difícil del momento bajan de los carros por consejo de Polidamante y corren divididos en cuatro grupos (60-107). Asio se atrevió a atacar una de las puertas desde su carro y fue rechazado por los dos Lapitas con gran matanza de los suyos (108-194). Polidamante interpretó augurios adversos que no intimidaron a Héctor en perseguir a los enemigos (195-250). Éstos aunque molestados por un viento tempestuoso, defienden sus trincheras con suma fortaleza, estando en los primeros lugares los dos Áyax (251-289). Por otra parte entran Sarpedón y Glauco a quienes se les opone Menesteo y son llamados por él, Áyax el mayor y Teucro (290-377). Son heridos Epicles, el compañero de Sarpedón y Glauco por Teucro; finalmente él es derrotado en la almena del muro (378-399). Los aqueos atacan duramente la muralla, abierta por la parte de los licios; Héctor conjura el peligro y tapa la puerta con una enorme piedra y abre a los suyos el camino hacia las naves (400-471).

CANTO XIII

Pasando el muro los troyanos, por diversas partes, matan a los aqueos, cuando Poseidón conmovido por la calamidad en su interior por Zeus, se acerca a los que defendían las naves (1- 42). Oculto bajo forma humana para animar a los que se detenían, exhorta primero a los dos Áyax y después a los demás capitanes (43-124). Así los Áyax y otros, rechazan a Héctor de la matanza de las naves en plena fila de combate (125-205); al poco, Idomeneo, movido por Poseidón a combatir, habiéndose unido con Merión, socorre por la izquierda a los afligidos aqueos (206-329). Después se traba un feroz combate en el que Zeus favorece a los troyanos y Poseidón a los aqueos. Sobresale entre éstos, el valor de Idomeneo (330-662). Éste, da muerte a Otrioneo, Asio y Alcátoo y asimismo, en compañía de Merión, Antíloco y Menelao lucha con superioridad contra Eneas, Deífobo, Héleno y Paris (363-672). También detiene a Héctor quien hacía poco se hallaba en el centro del lugar y de tal modo lo apremian los Áyax y otros grupos, que ya se retiran los troyanos: pero fortalecido Héctor por el consejo de Polidamante, conduce repentinamente contra el enemigo a los que había reunido (673-808). Áyax da comienzo a un nuevo combate y se pelea por ambas partes con grandes clamores (809-837).

CANTO XIV

Néstor, atemorizado por el clamorío del combate, sale de su tienda en la que aún se curaba Macaón, para explorar los hechos en el lugar en que se realizaban (1-26). Agamenón, Odiseo y Diomedes, doliéndose aún por las heridas, le salen al encuentro cambiándose de lugar por la misma causa; el primero de los cuales angustiado por el éxito de la guerra y viendo ahora abierta la muralla, reflexiona sobre la huida (27-81). Odiseo reprueba esta determinación, y así Diomedes persuade a todos a que vuelvan a la batalla y que con su presencia ayuden a todos, dándoles certidumbre y consejos; al mismo tiempo Poseidón conforta a Agamenón que ya se iba y da fortaleza al ejército (82-152). Mientras tanto Hera, para elevar la moral de los aqueos, se arregla en su persona y se prepara delante de Zeus en el monte lda para atraerlo con todos los halagos de una esposa; para lo cual se coloca el cíngulo de Afrodita y hace venir desde Lemnos al dios Sueño, quien lo entretiene en el estado de descanso (153-351). Poseidón había puesto asechanzas en este tiempo, mediante el consejo de Sueño, la suerte de los aqueos que les

CANTO XVII

Muerto Patroclo, Menelao mata a Euforbo y lo despoja de sus armas (1-60). Héctor por consejo de Apolo dejando de perseguir a Automedonte le quita los despojos y regresa, mientras Menelao hace venir a Áyax el mayor, para que cuide el cadáver (61-139). Héctor se retira ante Áyax, pero incitado por la reprensión de Glauco vuelve nuevamente, luciendo soberbiamente las armas de Aquiles, a fin de arrebatar el cuerpo y lleno de fortaleza anima a cada uno de los suyos en el mismo campo de batalla; simultáneamente llamados por Menelao acuden con presteza los más valientes aqueos (140-261). Así en un mismo lugar se origina un terrible combate entre Menelao y Héctor con cada una de sus tropas y pelean uno y otro con distinta suerte. Ellos para defender el cuerpo de Patroclo y éstos para que lo arrastren y sea causa de ludibrio (262-425). Zeus vuelve el vigor a los caballos de Aquiles que se dolían por la muerte de Patroclo y Automedonte los regresa al combate en unión con Alcimedonte (426-483). Héctor, Eneas y otros, atacan el carro de Aquiles para apoderarse de los nobles caballos y los aqueos sostienen con fiereza el ímpetu de aquellos, quienes tratan también de rescatar el cadáver. Entonces Menelao implora nuevas fuerzas a Atenea, y Apolo exhorta a Héctor con la aprobación de Zeus (484-596). Finalmente viene a menos la fuerza aquea, y aun el mismo Áyax Telamonio, tiembla, bajo cuyo mandato Menelao envía un mensajero a Aquiles, y es Antíloco, quien le anuncia la muerte de Patroclo y las derrotas recibidas, (597-701), y el mismo Menelao junto con Merión apoyado por la compañía de los Áyax, se atreve a llevarse el cadáver hasta las naves, metiéndose entre los enemigos que combatían (702-761). CANTO VI

CANTO XVIII Recibida la noticia de la muerte de Patroclo, Aquiles se entrega a la desesperación y a los lamentos (1-34). Ante estas lamentaciones despertada Tetis, llega desde el mar con su cohorte de Nereidas para consolar a su hijo; a quien cuando ve lleno de ambición de vengarse de Héctor, aunque aquello habría de ser decidido por el destino, difiere su deseo para el último día, pero le promete que le llevará armas nuevas fabricadas por Hefesto (35-137). Habiendo regresado las Nereidas a su mansión, Tetis se apresura hacia el Olimpo, mientras se renueva la batalla sobre el cuerpo de Patroclo que finalmente hubiera quedado en poder de Héctor, a no ser que Aquiles por consejo de Hera hubiese aterrorizado a los troyanos con su aspecto y voz terribles y los hubiese hecho huir hasta las murallas enemigas (138-231); mientras tanto los aqueos, rescatado el cuerpo, lo llevan a la tienda de Aquiles, al entrar la noche (232-242). Los troyanos tienen una tumultosa asamblea y Polidamante los persuade de que se salven dentro de las murallas, no sea que Aquiles venga a las filas y acabe con ellos; pero este prudente consejo desagrada a Héctor y al pueblo (248-314). Los troyanos redoblan la vigilancia durante la noche con sus armas; los aqueos y al frente de ellos Aquiles, lloran la muerte de Patroclo, embalsaman el cadáver y lo colocan en el ataúd (315-355). Aquella misma noche llega Tetis al Olimpo en donde Zeus acababa de reprender a su esposa porque ayudó a Aquiles y es recibida amigablemente en la mansión de Hefesto (356- 427). Para Hefesto le era fácil si se lo pedían con insistencia, fabricar escudos y toda clase de armas con su arte exquisito (428-617).

CANTO XIX

A la salida del sol, Tetis le da a Aquiles las armas que había hecho Hefesto y lo excita nuevamente a la alianza para la guerra; pues el cuerpo de Patroclo derrama divinos olores a fin de que dure incorrupto para la sepultura (1-39). Aquiles, reuniendo una samblea, olvida su ira, y pide continuar la guerra cuanto antes (40-73). Por su parte Agamenón confiesa su error y una vez reconciliado, ofrece los dones prometidos por medio de su legado Odiseo; pero olvidándolos él, tal vez con

intención de vengarse, apremia a comenzar la batalla (74-153). Finalmente cede ante Odiseo y espera hasta hallarse presente al que lo aconsejaba mientras las tropas tomaban el desayuno y recibe ante la asamblea los dones y a la hija de Brises, causa de la discordia a la que Agamenón juró devolverla intacta mediante un sacrificio expiatorio (154-275). Se trasladaron los dones desde un lugar público a la tienda de Aquiles en donde las mujeres lloraban a Patroclo y el héroe mismo vuelve a lamentarse y se abstiene firmemente de probar alimento, tomándolo el ejército (276-339). Aquiles es deleitado por Atenea, enviada desde el cielo; poco después se pone las nuevas armas, sube al carro con Automedonte y sabido por otro el destino de sus caballos, marcha a la fila lleno de vida (340-424).

CANTO XX Preparados ambos ejércitos y llamados los dioses a la asamblea, Zeus les permite que cada uno socorra a cualquiera de los dos que desee a fin de que no madure la matanza para los troyanos por la crueldad de Aquiles (1-30). Así marchan a la guerra, Hera, Atenea, Poseidón, Hermes, Hefesto, para ayudar a los aqueos; y Ares, Febo, Artemisa, Latona, Janto y Afrodita, a los troyanos. Las tierras celebran con estremecimiento y temor la entrada de los dioses (31-74). Antes del comienzo de la batalla, Febo excita a Eneas contra Aquiles que amenazaba a Héctor. Mientras tanto los dioses por convencimiento de Poseidón se sitúan alejados del combate (75-155). A varias provocaciones sigue el combate de Aquiles con Eneas a quien Poseidón libra por medio de una nube, pues según los oráculos le tenía destinado un reino entre los troyanos (156-352); Héctor, que está por agredir a Aquiles, es rechazado por Febo. Aquiles mata entre otros troyanos a Polidoro, hijo de Príamo (353-418). Estando ya por vengar la muerte de su hermano, se dirige Héctor contra Aquiles a quien lo salva también Febo rodeándolo con una nube (419-454). Movido por el dolor Aquiles ataca a los demás troyanos y llena el campo de una espantosa ruina de muertos y armas (455-503).

CANTO XXI

Aquiles acosa a los troyanos, parte hacia la ciudad y parte hacia el Janto (el Escamandro) y habiendo despedazado a muchos en el río, conserva a doce jóvenes vencidos, para las exequias de Patroclo (1-33). Ahí mismo mata a Licaón, hijo de Príamo a pesar de sus súplicas (34-135); después a Asteropeo, jefe de los peonios junto con otros de aquel pueblo, habiéndose librado del enfurecido río desigual en fuerza (136-210). Continuaba la matanza hasta que Janto, obstruido por el número de cadáveres, compadeciéndose, mandó que su cauce se desbordara contra él. Apenas se escapaba Aquiles cuando de nuevo tenía que saltar; pero el río enfurecido lo sumergía en sus ondas y perseguía al que volvía a escapar (211-271). Ya le faltaban las fuerzas al que luchaba entre las olas, pero Poseidón y Atenea se las aumentaban; entonces Janto que estaba demasiado irritado, llamó en su ayuda a Simóis, pero Hera llamó a Hefesto que quemó el campo y al río y ni las llamas lo detenían si no las hubiese aumentado la misma diosa (272-384). Se iniciaron después combates personales entre los demás dioses: Ares, Atenea, Afrodita, Febo, Poseidón; Hera, Artemisa; Hermes, Latona (385-513). Después de esto vuelven al Olimpo los dioses, excepto Febo quien se dirigió a Troya, mientras Aquiles hacía estragos a través del campo y a los demás los empujó su furia hacia el interior de la ciudad en la que Príamo mandó que se cerrara la puerta (514-543). Para que aquellos no fueran diezmados en la fuga, Apolo detuvo a Aquiles introduciendoa Agenor, y después él mismo disfrazado bajo la apariencia de Agenor, lo engañó huyendo y así lo alejó de la ciudad (544-611).

el precio de la redención, le devuelve el cuerpo lavado, envuelto en túnicas y concede once días de tregua para la sepultura y of reciéndole honrosa cena lo manda a descansar (468-676). Al amanecer del dia siguiente, conduciéndolos Hermes, Príamo lleva el cuerpo a la ciudad a cuya vista salieron todos los troyanos con grandes lamentos; colocado poco después en palacio, después de haberse presentado los cantores, lloran Andrómaca, Hécuba y Helena (677-776). Hecha después la pira, se celebra el funeral y el banquete (777-804).