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Resumen elaborado de libros, citados para cualquier detalle, Esquemas y mapas conceptuales de Psicología

Psicología Materia: Psicología Clínica 6, A

Tipo: Esquemas y mapas conceptuales

2024/2025

Subido el 10/04/2025

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CAPÍTULO 2. EL PARADIGMA MÉDICO EN PSICOLOGÍA
El paradigma médico en salud mental se fundamenta en una perspectiva biológica
que busca comprender la conducta anormal desde un enfoque físico u orgánico.
Este modelo, también conocido como modelo biomédico, fue el primer marco teórico
adoptado por la psicología para estudiar los trastornos mentales, partiendo de la
idea de que estos tienen una base orgánica. En este sentido, el modelo se centra
en el análisis de la anatomía, la fisiología y el funcionamiento general del cuerpo
humano, considerando que cualquier alteración mental puede explicarse a través
de disfunciones neurológicas, genéticas o bioquímicas.
Durante mucho tiempo se creyó que la locura y otros trastornos psicológicos eran
exclusivamente consecuencia de factores hereditarios o alteraciones químicas del
cerebro, sin considerar el contexto en el que la persona se desenvuelve. Este
enfoque reduccionista llevó a que el proceso de diagnóstico se centrara únicamente
en los síntomas visibles y medibles, dejando de lado aspectos fundamentales como
la historia personal del paciente, su entorno familiar, social, educativo y emocional.
Esta omisión limita la comprensión profunda del malestar psicológico, ya que ignora
las múltiples dimensiones que influyen en la salud mental.
El auge de la psiquiatría en el campo de la salud mental ha estado acompañado por
la creciente popularidad de los tratamientos farmacológicos. El éxito de estos
tratamientos se ha asociado no solo a la rapidez con la que actúan los
medicamentos sobre los síntomas, sino también al respaldo de la industria
farmacéutica, que obtiene grandes beneficios económicos a través de la
comercialización de psicofármacos. Sin embargo, el uso exclusivo de
medicamentos para tratar problemas psicológicos conlleva diversos inconvenientes.
Entre ellos, destacan la tolerancia, es decir, la necesidad de aumentar la dosis para
obtener el mismo efecto; la dependencia, que implica síntomas de abstinencia al
interrumpir el tratamiento; y los efectos secundarios que pueden comprometer la
salud general del paciente.
Los psicofármacos, en esencia, modifican los estados mentales de forma artificial,
lo que puede impedir que los síntomas se manifiesten naturalmente. Esto genera
una ilusión de bienestar que, si no se acompaña de un abordaje terapéutico integral,
puede resultar insuficiente e incluso perjudicial a largo plazo.
Además, existe un debate profundo en torno a la concepción del ser humano como
una dualidad entre mente y cuerpo. A lo largo de la historia, distintas corrientes
filosóficas y psicológicas han intentado explicar esta relación. Algunas teorías, como
el conductismo lógico, niegan por completo la existencia de la mente, mientras que
otras, como el conductismo clásico, la ponen en un segundo plano. Aun fuera del
conductismo, las propuestas sobre si la mente domina al cuerpo, el cuerpo a la
mente, o si ambos actúan de manera conjunta como respuesta a los estímulos
externos, siguen siendo motivo de discusión. Todas estas posturas presentan
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CAPÍTULO 2. EL PARADIGMA MÉDICO EN PSICOLOGÍA

El paradigma médico en salud mental se fundamenta en una perspectiva biológica que busca comprender la conducta anormal desde un enfoque físico u orgánico. Este modelo, también conocido como modelo biomédico, fue el primer marco teórico adoptado por la psicología para estudiar los trastornos mentales, partiendo de la idea de que estos tienen una base orgánica. En este sentido, el modelo se centra en el análisis de la anatomía, la fisiología y el funcionamiento general del cuerpo humano, considerando que cualquier alteración mental puede explicarse a través de disfunciones neurológicas, genéticas o bioquímicas. Durante mucho tiempo se creyó que la locura y otros trastornos psicológicos eran exclusivamente consecuencia de factores hereditarios o alteraciones químicas del cerebro, sin considerar el contexto en el que la persona se desenvuelve. Este enfoque reduccionista llevó a que el proceso de diagnóstico se centrara únicamente en los síntomas visibles y medibles, dejando de lado aspectos fundamentales como la historia personal del paciente, su entorno familiar, social, educativo y emocional. Esta omisión limita la comprensión profunda del malestar psicológico, ya que ignora las múltiples dimensiones que influyen en la salud mental. El auge de la psiquiatría en el campo de la salud mental ha estado acompañado por la creciente popularidad de los tratamientos farmacológicos. El éxito de estos tratamientos se ha asociado no solo a la rapidez con la que actúan los medicamentos sobre los síntomas, sino también al respaldo de la industria farmacéutica, que obtiene grandes beneficios económicos a través de la comercialización de psicofármacos. Sin embargo, el uso exclusivo de medicamentos para tratar problemas psicológicos conlleva diversos inconvenientes. Entre ellos, destacan la tolerancia, es decir, la necesidad de aumentar la dosis para obtener el mismo efecto; la dependencia, que implica síntomas de abstinencia al interrumpir el tratamiento; y los efectos secundarios que pueden comprometer la salud general del paciente. Los psicofármacos, en esencia, modifican los estados mentales de forma artificial, lo que puede impedir que los síntomas se manifiesten naturalmente. Esto genera una ilusión de bienestar que, si no se acompaña de un abordaje terapéutico integral, puede resultar insuficiente e incluso perjudicial a largo plazo. Además, existe un debate profundo en torno a la concepción del ser humano como una dualidad entre mente y cuerpo. A lo largo de la historia, distintas corrientes filosóficas y psicológicas han intentado explicar esta relación. Algunas teorías, como el conductismo lógico, niegan por completo la existencia de la mente, mientras que otras, como el conductismo clásico, la ponen en un segundo plano. Aun fuera del conductismo, las propuestas sobre si la mente domina al cuerpo, el cuerpo a la mente, o si ambos actúan de manera conjunta como respuesta a los estímulos externos, siguen siendo motivo de discusión. Todas estas posturas presentan

limitaciones, ya que el ser humano es una entidad mucho más compleja, que no puede reducirse a una simple relación causa-efecto entre mente y cuerpo. En este contexto, es importante reconocer que el modelo biomédico no debe ser rechazado por completo, sino que debe entenderse como un punto de partida útil para controlar los síntomas más intensos en una fase inicial del tratamiento. A partir de ahí, se hace necesario desarrollar una evaluación más amplia y profunda, que considere la historia de vida del paciente, su entorno y sus relaciones, con el fin de diseñar un proceso terapéutico que contribuya al fortalecimiento de sus áreas personales, familiares, mentales y psicosociales. Solo de esta forma es posible abordar la salud mental de manera verdaderamente integral, reconociendo al ser humano en toda su complejidad y no únicamente como un cuerpo que presenta síntomas. Alonso Fernández, Y. (2013). Psicología clínica y psicoterapias. Cómo orientarse en la jungla clínica. Editorial Universidad de Almería Equipo 1  Carlos Gómez  Nelly López  Carlos Pacheco  Fermín Castellanos  Selene Pérez