











Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity
Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium
Prepara tus exámenes
Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity
Prepara tus exámenes con los documentos que comparten otros estudiantes como tú en Docsity
Los mejores documentos en venta realizados por estudiantes que han terminado sus estudios
Estudia con lecciones y exámenes resueltos basados en los programas académicos de las mejores universidades
Responde a preguntas de exámenes reales y pon a prueba tu preparación
Consigue puntos base para descargar
Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium
Comunidad
Pide ayuda a la comunidad y resuelve tus dudas de estudio
Descubre las mejores universidades de tu país según los usuarios de Docsity
Ebooks gratuitos
Descarga nuestras guías gratuitas sobre técnicas de estudio, métodos para controlar la ansiedad y consejos para la tesis preparadas por los tutores de Docsity
Resumen estructurado de analisis socioeconómico
Tipo: Apuntes
1 / 19
Esta página no es visible en la vista previa
¡No te pierdas las partes importantes!
Maurice Dobb Capítulo 1: ¿Qué es el capitalismo? Maurice Dobb define el capitalismo como un sistema económico donde los medios de producción, o el capital, son predominantemente de propiedad privada. Esta característica central implica que la producción y distribución de bienes y servicios se realizan principalmente a través del mercado. Esta forma de organización económica se distingue, como señala Marx, por un modo de producción específico en el que los capitalistas , una clase social diferenciada, poseen los medios de producción. Para iniciar el proceso productivo en el capitalismo, es esencial reunir capital a gran escala, lo que lleva a una concentración de la propiedad en pocas manos y, por consiguiente, a la carencia de propiedad para la mayoría. La relación entre capital y trabajo asalariado es fundamental en este sistema. Los trabajadores venden su fuerza de trabajo a los propietarios del capital a cambio de un salario. Sin embargo, esta relación no es armoniosa, sino que está marcada por un conflicto subyacente. Este conflicto surge de la contradicción entre la búsqueda de la maximización de las ganancias por parte de los capitalistas y el interés de los trabajadores en obtener mejores salarios y condiciones laborales. La compulsión económica juega un papel crucial en este contexto, ya que los trabajadores, al no tener acceso a los medios de producción, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo para subsistir. Además, los capitalistas se apropian de la plusvalía , es decir, del valor que el trabajo genera por encima del salario pagado, lo que se considera una forma de explotación. El excedente económico , que se manifiesta como ganancia, se reinvierte en el sistema capitalista con el objetivo de maximizar la tasa de ganancia y promover la acumulación de capital. Este proceso de acumulación es un motor esencial del dinamismo del sistema, impulsando la innovación y el crecimiento económico. El mercado , como principal mecanismo de coordinación de la economía capitalista, determina la asignación de recursos a través de los precios y la competencia. Aunque se enfatiza la libertad de los agentes económicos, el Estado juega un papel regulador para mantener la estabilidad del sistema. Sin embargo, el funcionamiento del mercado tiende a ser anárquico, lo que puede resultar en fluctuaciones de precios, quiebras, despidos y la formación de monopolios. En este contexto, la voluntad individual se ve condicionada por las dinámicas del mercado y las relaciones de poder existentes. Es importante destacar que la búsqueda de la maximización del beneficio privado puede entrar en conflicto con los intereses más amplios de la sociedad, generando problemas como la explotación laboral, la desigualdad económica, el daño ambiental y las crisis económicas. La sociedad capitalista se estructura en dos clases principales: los capitalistas , que poseen los medios de producción, y los trabajadores asalariados , que venden su fuerza de trabajo. Esta estructura tiende a generar una polarización de la riqueza, donde la acumulación de capital en manos de unos pocos se corresponde con la carencia económica para la mayoría. Aunque existen grupos intermedios, como los gerentes , que ocupan posiciones ambiguas, las relaciones entre las clases se caracterizan por la explotación, la dominación y la subordinación social. El Estado desempeña un papel crucial en el capitalismo al reproducir el modelo social vigente y ejercer la dominación de clase. Aunque el capitalismo se basa en la propiedad privada, el Estado regula la economía para mantener la estabilidad del sistema. Finalmente, a nivel mundial, el capitalismo se caracteriza por un desarrollo desigual , con marcadas diferencias entre los países desarrollados y subdesarrollados , donde la concentración de riqueza y poder en el centro del sistema se corresponde con la carencia y dependencia en la periferia.
jueves, 15 de mayo de 2025 00:
Ralph Miliband – Análisis de clases Ralph Miliband, retomando la tradición marxista, desarrolla un análisis de clases que busca entender las dinámicas de poder, dominación y explotación en las sociedades capitalistas. Para él, el estudio de las clases sociales no se reduce a una descripción estática o meramente sociológica, sino que se trata de analizar un conflicto histórico y permanente : la lucha de clases. Esta lucha se da entre quienes poseen los medios de producción y quienes los utilizan sin poseerlos: los trabajadores. Miliband considera que este conflicto ha sido un elemento estructurante de la vida social a lo largo de la historia. Las clases sociales , según Miliband, son grupos de individuos que comparten una misma posición en el proceso productivo y en las relaciones de propiedad. Esta pertenencia a clase determina no solo el lugar que ocupan en la economía, sino también sus condiciones de vida, sus oportunidades y su acceso al poder. En este contexto, dos conceptos centrales aparecen: explotación y dominación. La explotación es un proceso económico en el cual la clase capitalista se apropia del plus-trabajo generado por la clase trabajadora, es decir, del valor que los trabajadores producen y que no se les remunera. Por otro lado, la dominación se refiere al control político, social y cultural que una clase ejerce sobre otra. Miliband subraya que sin dominación política no puede sostenerse la explotación económica: es el poder político el que permite y legitima la apropiación del trabajo ajeno. Además, este control puede ejercerse incluso sin propiedad directa, como sucede con gerentes o altos ejecutivos que dirigen empresas en nombre del capital. La clase dominante conserva su poder a través de tres fuentes principales de dominación. La primera es el control de los medios de producción , como fábricas, tierras y capitales. La segunda fuente es el control del Estado y de los aparatos de coerción , como la policía, el ejército o la burocracia estatal. Y la tercera, igual de crucial, es el control de los medios de comunicación, educación y cultura , a través de los cuales moldean el consenso y la conciencia social. Estas tres fuentes operan de manera interrelacionada, consolidando una estructura de poder que garantiza la reproducción de la posición privilegiada de la clase dominante y la subordinación del resto de la sociedad. En esta lógica, el Estado capitalista no puede considerarse neutral. Para Miliband, el Estado actúa como un gran extractor de plus-trabajo , funcionando tanto como patrón como recaudador de impuestos. Aunque no sea propietario directo de los medios de producción, su control sobre la administración pública y los mecanismos de coerción lo convierten en un instrumento al servicio de la clase dominante. De este modo, el Estado participa activamente en la explotación y dominación de las clases subordinadas, encubriendo su función con discursos de legalidad, democracia o bienestar general. La estructura de clases en el capitalismo , según Miliband, puede representarse como una pirámide social. En la cúspide se encuentra la élite de poder , que incluye a los propietarios de grandes empresas, a quienes controlan el aparato del Estado y a ciertos profesionales influyentes. Esta élite domina tanto la economía como la política , y aunque no es completamente homogénea, comparte intereses fundamentales. En un nivel intermedio se encuentra la pequeña burguesía , formada por empresarios menores, comerciantes, artesanos y supervisores. Ocupan una posición ambigua: no pertenecen a la clase trabajadora, pero tampoco integran plenamente la clase dominante. Debajo de ellos está la clase trabajadora , especialmente los trabajadores industriales y del sector servicios. Esta clase está atravesada por importantes divisiones internas , como ocupación, calificación, género, raza, etnicidad, religión e ideología. Finalmente, en la base de la pirámide se encuentra una subclase compuesta por personas marginadas del mercado laboral , como ancianos, enfermos crónicos o discapacitados. Aunque existe cierta movilidad social , las fronteras entre las clases son reales y profundas, expresadas en desigualdades de ingreso, poder, riqueza y calidad de vida. La lucha de clases es, para Miliband, el verdadero motor del cambio social. Esta lucha se expresa en una doble presión. Por un lado, la presión desde arriba , ejercida por la clase dominante, que busca mantener y reforzar el orden existente. Para ello, legitima sus intereses como si fueran los del conjunto de la sociedad, hablando de "interés nacional", "libertad" o "democracia". Además, intenta ejercer la hegemonía , influyendo en la conciencia de las clases subordinadas y usando el Estado
viernes, 16 de mayo de 2025 01:
Guillermo O'Donnell – Apuntes para una teoría del Estado Guillermo O’Donnell define al Estado capitalista, burocrático y autoritario como el componente específicamente político de la dominación dentro de una sociedad territorialmente delimitada. Este Estado no debe entenderse como un simple reflejo de los intereses de una clase particular, sino como una instancia que garantiza y reproduce las relaciones sociales de dominación que son inherentes al sistema capitalista. Esta estructura estatal presenta dos dimensiones fundamentales: por un lado, la dimensión organizativa, mediante la cual el Estado se relaciona con la sociedad a través de sus estructuras burocráticas; y por otro, la dimensión legal, que establece derechos y obligaciones, regulando la conducta social a través de normas jurídicas. La capacidad del Estado para dominar a la sociedad se basa en su poder para imponer la voluntad de unos sobre otros, incluso en contra de su propia voluntad. Esta dominación se sostiene a través de varios recursos de poder. En primer lugar, los medios de coerción física, que consisten en el monopolio de la violencia legítima. No obstante, un uso excesivo o explícito de esta violencia puede debilitar el consenso social y el control ideológico. En segundo lugar, el control económico, que le permite al Estado influir en la distribución de recursos y en las relaciones productivas mediante la regulación y la política económica. En tercer lugar, el control de los medios de información, que le otorga la capacidad de moldear la opinión pública. Y, finalmente, el control ideológico, que opera a través de la hegemonía: el Estado busca convencer a la sociedad de que sus acciones son legítimas. Un ejemplo de este control se encuentra en la educación, que funciona también como un mecanismo de adoctrinamiento. Es importante subrayar que el acceso a estos recursos de poder no es equitativo, sino que está profundamente condicionado por la clase social. Respecto a la pregunta sobre a quién sirve el Estado, O’Donnell distingue dos perspectivas teóricas. La teoría instrumentalista sostiene que el Estado pertenece a la clase capitalista y actúa en función de sus intereses. En cambio, la teoría estructural, que es la que él adopta, plantea que el Estado representa y reproduce el sistema capitalista en su conjunto, sin ser propiedad exclusiva de una clase. Desde esta visión, el rol fundamental del Estado es respaldar la relación social capitalista, ofreciendo una garantía coactiva a las relaciones de producción y asegurando la reproducción de la dominación social, lo que a su vez mantiene la estabilidad del sistema. O'Donnell también reconoce una autonomía relativa del Estado frente a las clases dominantes. Esto significa que el Estado puede actuar como un tercer actor con cierto margen de maniobra. Puede implementar políticas que no coincidan del todo con los intereses de la clase capitalista, como por ejemplo políticas de bienestar o impuestos progresivos. Esta autonomía le permite cumplir una función estabilizadora: busca mantener el orden social para evitar crisis que amenacen la continuidad del sistema capitalista. Así, en algunos casos puede beneficiar al trabajador mediante legislación laboral, y en otros, puede reprimirlo, como ocurre con el uso de la fuerza en protestas. El Estado no es, entonces, un árbitro neutral, sino un árbitro comprometido con la estabilidad del sistema. En contextos democráticos, el Estado obtiene su legitimidad a través de mecanismos como elecciones libres y la participación ciudadana. A mayor desarrollo humano y mayor consenso social, mayor será la legitimidad del Estado. La democracia no elimina la dominación, pero introduce formas de validación y participación que pueden amortiguar los conflictos sociales. En cuanto a la relación capital-trabajo, esta se basa en un contrato entre privados, donde el trabajador se somete a las reglas impuestas por el capitalista. Aunque formalmente es un acuerdo entre partes con derechos y obligaciones, la intervención del Estado se produce cuando ese equilibrio se rompe. En esos casos, las instituciones estatales actúan para recomponer la relación dentro del marco legal preexistente, y luego se retiran. El Estado no defiende abiertamente a ninguna clase en particular, sino que actúa como un árbitro no neutral, cuya prioridad es mantener la estabilidad del sistema capitalista. En este sentido, no interviene para corregir la asimetría entre capital y trabajo, sino que perpetúa dicha desigualdad estructural. Un aspecto fundamental del análisis de O'Donnell es la separación entre coerción económica y extraeconómica que caracteriza al capitalismo. En el sistema feudal, el señor feudal concentraba el poder económico, la coerción física y el control ideológico. Con el capitalismo, estos poderes se
viernes, 16 de mayo de 2025 02:
poder económico, la coerción física y el control ideológico. Con el capitalismo, estos poderes se separan. El trabajador ya no posee medios de producción, pero el capitalista tampoco tiene medios de coacción directa. Es el Estado quien concentra el poder de coerción mediante sus instituciones. Esta separación genera una forma de coerción económica difusa: ni el Estado obliga directamente a los trabajadores a vender su fuerza de trabajo, ni los capitalistas los fuerzan explícitamente a emplearse. Sin embargo, la necesidad económica impuesta por la falta de medios de producción crea una presión estructural para que los trabajadores se inserten en esta relación. Esta ausencia de coerción directa genera una ilusión de igualdad entre las partes, que encubre una profunda desigualdad. En conclusión, para O'Donnell, el Estado no es un simple reflejo de la clase dominante, ni tampoco un ente completamente autónomo. Es un actor clave que reproduce y garantiza la continuidad del sistema capitalista. Funciona como un árbitro no imparcial, comprometido con el sostenimiento del orden establecido. La dominación en el capitalismo, según este enfoque, no es meramente coercitiva, sino que combina elementos de consenso, coerción y una apariencia de equidad que encubre las desigualdades estructurales del sistema.
una sociedad organiza el trabajo, produce un excedente o plusvalía y lo reinvierte para expandir las fuerzas productivas. Las crisis históricas del capitalismo han impulsado reformulaciones del rol del Estado y sus vínculos con la sociedad, provocando cambios en los regímenes de acumulación. Un ejemplo concreto en Argentina es el pasaje del modelo agroexportador al modelo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), que transformó la organización económica y el papel del Estado en la economía nacional.
Maurice Dobb – Capítulo 2: “¿Cómo nació el capitalismo?” Maurice Dobb comienza su análisis explicando que el capitalismo no surge de la nada, sino que es el resultado de una transformación profunda de las sociedades clasistas previas, como el esclavismo y el feudalismo. En estas sociedades, siempre existía una clase dominante que se apropiaba del trabajo excedente de la clase subordinada, pero lo hacía mediante mecanismos distintos de coerción. En el esclavismo, el esclavo no era dueño ni siquiera de sí mismo; el amo tenía un control absoluto sobre su persona y su trabajo, y la compulsión era legal, directa y violenta. En el feudalismo, los siervos trabajaban tierras pertenecientes a los señores feudales y estaban obligados por ley a pagar tributos, lo que también implicaba una forma de compulsión legal, aunque más indirecta que en el esclavismo. Con el surgimiento del capitalismo, el mecanismo de dominación cambia: ya no se basa en la coerción legal, sino en la compulsión económica. El productor directo, despojado de sus medios de producción —como la tierra, los animales o las herramientas—, se ve obligado a vender su fuerza de trabajo para poder subsistir. Esta situación de dependencia económica lo empuja a alquilarse por una jornada laboral, cuyo valor está determinado por el mercado. Es decir, el capitalismo no requiere obligar por la fuerza legal al trabajador: basta con que no tenga otra opción para sobrevivir. Dobb sostiene que la transición del feudalismo al capitalismo fue un proceso histórico complejo, atravesado tanto por transformaciones sociales como económicas. En este proceso identifica dos grandes modelos de transición. El primero es el cambio “desde arriba”, como ocurrió en Prusia o Japón, donde el Estado —muchas veces de manera autoritaria— impulsó la industrialización mediante reformas legales y políticas. El segundo modelo es el cambio “desde abajo”, característico de Inglaterra, donde la Revolución Industrial fue el resultado de transformaciones que partieron de pequeños productores. Estos campesinos, al quedar emancipados del sistema feudal, fueron perdiendo gradualmente sus medios de producción y, sin otra alternativa, se convirtieron en asalariados. Este proceso de transformación capitalista se dio en etapas. La primera etapa fue la emancipación del campesino, quien se liberó de las obligaciones feudales que lo oprimían, como el pago de tributos. La segunda etapa fue la desposesión: el pequeño productor fue privado de sus medios de subsistencia, como la tierra, el ganado o las herramientas, y pasó a depender de un salario. Este proceso, conocido como acumulación primitiva, implicó la concentración de tierras en pocas manos, muchas veces con fines de venta y lucro, y marcó el origen del proletariado moderno. El surgimiento del capitalismo también estuvo acompañado de una serie de transformaciones técnicas y productivas que consolidaron este nuevo modo de producción. Estas transformaciones se dividen en dos grandes etapas. La primera fue la etapa de la manufactura, donde predominaba el trabajo artesanal y el sistema de trabajo a domicilio. El mercader fabricante desempeñaba un papel central, organizando tanto la provisión de materias primas como la comercialización del producto terminado. Esta etapa coincidió con el empobrecimiento progresivo del campesinado, que se vio forzado a integrarse a nuevas formas de producción más subordinadas. La segunda etapa fue la maquino-factura, marcada por la aparición de la maquinaria, como la máquina de vapor. La producción se trasladó de los talleres y hogares a las fábricas, donde el trabajo se realizaba en equipo y bajo un control más estricto por parte del capitalista. En este contexto, el artesano independiente no pudo competir con la productividad de las fábricas y terminó engrosando las filas del proletariado. Fue entonces cuando surgió el conflicto entre capital y trabajo como característica estructural del capitalismo industrial. Finalmente, Dobb sostiene que la Revolución Industrial representó un impulso decisivo para el desarrollo del capitalismo. La aplicación de la fuerza mecánica al proceso productivo transformó completamente la organización del trabajo: de la producción artesanal individual se pasó a un proceso colectivo, centralizado en las fábricas. Esta transformación no solo aumentó la escala y la eficiencia de la producción, sino que consolidó definitivamente las relaciones capitalistas de producción, marcando el inicio de una nueva era económica y social.
viernes, 16 de mayo de 2025 02:
Japón, se basa en principios como la producción Just-In-Time , es decir, producir solo lo necesario, en el momento exacto y en la cantidad precisa, evitando así la acumulación de inventarios. También promueve la eliminación de desperdicios , la participación activa del trabajador en la mejora continua, y el uso intensivo de tecnologías de la información y automatización. Como ejemplo, en las fábricas de Toyota, se logró reducir costos y aumentar la flexibilidad productiva gracias a una lógica de fabricación centrada en la demanda, no en el stock. Esto permitió responder con más rapidez a las necesidades del mercado y mantenerse competitivos. En conclusión, Neffa nos muestra cómo el taylorismo y el fordismo fueron pilares del desarrollo industrial del siglo XX, pero también cómo su propia rigidez los volvió obsoletos frente a un mundo en constante transformación. Esta evolución llevó al surgimiento de modelos más dinámicos , participativos y adaptables , que buscan combinar eficiencia con flexibilidad en un contexto global cada vez más exigente.
Joachim Hirsch – “La globalización” Joachim Hirsch sostiene que la globalización no es un proceso neutral ni espontáneo, sino un proyecto capitalista diseñado para recomponer la dominación de clase luego de la crisis del fordismo en los años setenta. Lo que parece un nuevo orden mundial, en realidad es el resurgimiento del viejo capitalismo , donde la lucha de clases vuelve a ocupar el centro, desplazando la conciliación social que promovía el Estado de Bienestar durante el período de posguerra. El fordismo , modelo dominante entre los años cuarenta y sesenta, se basaba en la producción en masa , salarios altos y una fuerte intervención estatal. Sin embargo, en los años setenta se desata una crisis: aumenta la inflación , se intensifican los conflictos laborales y cae la rentabilidad del capital. Como consecuencia, se rompe el pacto social entre capital y trabajo y comienza una nueva etapa. En este contexto, la globalización emerge como una estrategia del capital para restaurar su tasa de ganancia. Esto se logra mediante una revolución tecnológica , especialmente en informática, que permite expandir mercados y reducir costos. También se produce una reconfiguración del ingreso , que favorece al capital, y el desmantelamiento del Estado social , lo que le da mayor libertad al capital transnacional para operar sin restricciones. Hirsch identifica varias dimensiones de la globalización. En lo técnico, destacan las nuevas tecnologías y redes globales de información y logística. En lo político, el fin de la Guerra Fría refuerza la hegemonía de Estados Unidos. En el plano ideológico-cultural, se expande el modelo de consumo capitalista. Y en lo económico, crece el poder de las multinacionales y se promueve la desregulación financiera. Sin embargo, Hirsch advierte que la globalización está llena de contradicciones. Aunque se presenta como una promesa de progreso y unidad mundial , en realidad genera más conflictos armados , migraciones masivas , y al mismo tiempo, cierres de fronteras. La integración prometida se ve desmentida por el surgimiento de regionalismos y fragmentaciones internas. Las consecuencias son múltiples. Se agrava la crisis del Estado-nación , que pierde soberanía ante el capital global. El mundo se polariza aún más entre un centro dominante y una periferia excluida. Surgen reacciones de renacionalización política , como expresiones populistas o nacionalistas , por ejemplo el Brexit. Y todo esto se desarrolla en un contexto de creciente crisis ambiental y tensiones geopolíticas. Ray Kiely – “Globalización, posfordismo y el contexto contemporáneo del desarrollo” Por su parte, Ray Kiely también aborda la globalización desde una perspectiva crítica. Su tesis principal es que la globalización no promueve la equidad global , sino que reproduce jerarquías , concentra el capital en el Norte global y aumenta la desigualdad , tanto entre países como dentro de ellos. Kiely parte de la crisis del modelo fordista. Desde los años setenta, hubo luchas sindicales , el declive del liderazgo económico de Estados Unidos , el colapso del sistema de Bretton Woods y el ascenso de nuevas potencias como Japón. Todo esto empujó una transición hacia un modelo posfordista , más flexible y descentralizado. El posfordismo se apoya en dos estrategias principales. La primera es el toyotismo , basado en la producción "just in time" y la tercerización de insumos. La segunda es la especialización flexible , con redes de pequeñas empresas interconectadas. No obstante, Kiely cuestiona si este modelo puede aplicarse de forma generalizada. Además, señala que la flexibilización laboral lleva a la precariedad , y que no garantiza el desarrollo sostenible de pequeñas empresas. Respecto a la globalización, Kiely señala que si bien hay una interconexión creciente , los beneficios se concentran en los países ricos. El capital se relocaliza hacia países con salarios bajos , lo que genera desempleo en los países desarrollados y presiona a los países periféricos a aceptar malas condiciones laborales. Un punto clave en Kiely es el papel del Estado. A diferencia del discurso dominante, él sostiene que
viernes, 16 de mayo de 2025 02:
Rocchi - Crecimiento y desarrollo económico del modelo agroexportador (1880–1916) Entre 1880 y 1916, Argentina atravesó un período de crecimiento económico excepcional que la posicionó como una de las economías más dinámicas del mundo. Durante estos años, la población del país se triplicó gracias a la inmigración europea, y el Producto Bruto Interno se multiplicó por nueve. Las tasas de crecimiento anual del PBI alcanzaron el 6%, y las del PBI per cápita el 3%, superando incluso a economías desarrolladas como la de Estados Unidos y Francia. El motor central de este crecimiento fue el modelo agroexportador, basado en la producción y exportación de materias primas. En un principio, la lana fue el producto más relevante, pero con el tiempo las exportaciones se diversificaron con cereales, lino, carne congelada ovina, animales en pie y, ya en el siglo XX, carne vacuna refrigerada, que desplazó progresivamente la producción ovina hacia el sur del país. La región pampeana, por sus condiciones climáticas y edáficas, se consolidó como el corazón productivo de la Argentina. En este contexto, la Campaña del Desierto de 1879, liderada por Julio A. Roca, permitió la incorporación de nuevas tierras a través de la expropiación violenta de pueblos originarios en la Patagonia y el Chaco. Estas tierras, en su mayoría, fueron adjudicadas a quienes habían financiado la campaña y pasaron a estar al servicio de la producción agropecuaria. Argentina se insertó en el capitalismo internacional a través de la división internacional del trabajo. Exportaba productos primarios hacia Europa e importaba manufacturas. Esta inserción fue acompañada por una intensa migración de capitales y mano de obra desde Europa. Las inversiones extranjeras y la llegada de inmigrantes fueron posibles gracias a la consolidación de un orden político-jurídico estable, que garantizaba la seguridad jurídica, la propiedad privada y ofrecía estabilidad institucional, factores clave para atraer capital externo. El rol del Estado fue determinante en este proceso. La consolidación del Estado nacional se inició con la derrota de Rosas en la Batalla de Caseros en 1852 y concluyó en 1880, cuando el gobierno central venció a la última rebelión provincial federal. La Constitución de 1853 fue fundamental, ya que resolvía el problema de la deuda pública, garantizaba la propiedad privada y prohibía la confiscación. El Estado nacional fomentó la inversión extranjera emitiendo bonos con tasas de interés atractivas. Los sectores más beneficiados fueron los ferrocarriles, financiados principalmente por capitales británicos, y los frigoríficos, impulsados por inversiones norteamericanas, que jugaron un papel clave en el desarrollo de la industria de carne refrigerada. En el campo, la estructura productiva combinó diversas formas organizativas. Las estancias eran grandes unidades económicas dedicadas a la ganadería o agricultura extensiva. Las colonias agrícolas estaban compuestas por parcelas de unas 50 hectáreas trabajadas por propietarios. También existían estancias mixtas, que combinaban ganadería con agricultura. Los chacareros eran arrendatarios que vivían de la diferencia entre el ingreso por producción y el alquiler pagado por la tierra. Por último, los braseros y jornaleros eran peones contratados temporalmente durante los ciclos de siembra o cosecha. Esta diversidad organizativa contribuyó a una fuerte expansión productiva, consolidando a Argentina como el "granero del mundo". Junto al auge exportador, se desarrolló un mercado interno dinámico, impulsado por el crecimiento urbano, la construcción de viviendas y el acceso al crédito al consumo. Este proceso trajo consigo una significativa movilidad social ascendente y una diferenciación creciente en los patrones de consumo entre clases sociales. Mientras las clases altas accedían a bienes importados, las clases populares comenzaron a consumir productos nacionales, dando lugar a una incipiente sociedad de consumo masivo. Sin embargo, el modelo no estuvo exento de tensiones. Las desigualdades en la distribución de la tierra y las ganancias provocaron numerosos conflictos. En 1912, en Alcorta (provincia de Santa Fe), estalló una huelga liderada por Francisco Netri junto a pequeños agricultores y trabajadores rurales. Esta protesta marcó el nacimiento de un movimiento agrario que culminó en la creación de la Federación Agraria Argentina, destinada a defender los intereses de arrendatarios y pequeños productores frente a los grandes terratenientes. Otras protestas se vincularon a malas cosechas, como la de 1911, y a la caída de precios provocada por la sobreproducción en 1912. La estabilidad del modelo agroexportador también se vio sacudida por la crisis financiera de 1890. El
viernes, 16 de mayo de 2025 02:
La estabilidad del modelo agroexportador también se vio sacudida por la crisis financiera de 1890. El sobreendeudamiento del Estado, el déficit fiscal persistente y una política monetaria expansiva sin respaldo provocaron un colapso económico. La devaluación de la moneda disparó la inflación, redujo los salarios y encareció las importaciones. La crisis derivó en una recesión severa, con caída en la producción y el empleo, y un colapso bancario que afectó especialmente a colonos y arrendatarios, quienes no pudieron cumplir con sus deudas hipotecarias. Este episodio reveló la fragilidad estructural del modelo y su fuerte dependencia del capital externo. Finalmente, el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 alteró profundamente el contexto internacional. Se interrumpieron las importaciones, se cerraron industrias y aumentó el desempleo, lo que incrementó el malestar social. En este contexto, en 1921 se sancionó la Ley de Arrendamientos Agrícolas, que buscó proteger a los pequeños productores rurales y modernizar las relaciones agrarias, marcando un punto de inflexión en la evolución del modelo agroexportador argentino.
local, que se centraba en bienes no durables, como la producción frigorífica, azucarera y textil, además de bienes intermedios como papel y cemento. Sin embargo, persistieron limitaciones estructurales importantes. Faltaron inversiones en sectores estratégicos como bienes de capital, bienes intermedios e industrias básicas como el hierro, acero y energía. A partir de 1947, el desarrollo industrial comenzó a estancarse debido a la dependencia externa de insumos importados y a la incapacidad del sector agropecuario para generar las divisas necesarias para sostener la industrialización. En consecuencia, el modelo quedó atrapado en sus propias limitaciones, sin divisas, sin tecnología nacional y con una estructura productiva poco diversificada. En conclusión, el período que va de 1930 a 1952 representa un giro fundamental en la historia económica argentina. Se abandona el modelo agroexportador clásico y se ensaya una industrialización orientada al mercado interno, con fuerte intervención estatal. Aunque se logra cierto crecimiento y una nueva articulación social bajo el peronismo, las debilidades estructurales del modelo de sustitución de importaciones impiden su consolidación plena, generando tensiones que serán determinantes en las décadas posteriores.
Romero y Rofman - Cuarta etapa (1952-1970): Penetración del capital extranjero Entre 1952 y 1970, la Argentina atravesó una etapa de transformación marcada por la penetración del capital extranjero. Este proceso comenzó con la crisis del modelo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), que había alcanzado su auge en décadas anteriores. El fin de la Segunda Guerra Mundial redujo la demanda internacional de alimentos y provocó el estancamiento de los precios agropecuarios, afectando gravemente la economía nacional. La ISI presentaba además dilemas estructurales: la industria dependía de insumos importados, y las devaluaciones para controlar las importaciones terminaban provocando recesión e inflación. El desequilibrio comercial era persistente, y el Estado recurría a retenciones a las exportaciones y subsidios empresariales para sostener la producción. Sin embargo, la redistribución del ingreso no logró consolidar una acumulación de capital ni modernizar tecnológicamente la economía, y la industria nacional no podía competir en el plano internacional. En ese contexto, el Estado peronista, que hasta entonces había tenido un rol activo en el desarrollo industrial, comenzó a encontrar límites como árbitro entre trabajadores e industriales, especialmente con el surgimiento de un sindicalismo más combativo en la CGT. Para intentar salir de la crisis, Perón impulsó la inversión extranjera directa, sancionando leyes de radicación de capitales y firmando contratos petroleros. Esta decisión representaba un giro contradictorio respecto a su discurso nacionalista anterior y generó resistencias dentro del propio movimiento peronista, sobre todo entre los sectores obreros. El golpe de Estado de 1955, conocido como la Revolución Libertadora, provocó una reconfiguración del Estado y un cambio profundo en la orientación económica. El nuevo gobierno implementó políticas de ajuste fiscal, estabilización monetaria y liberalización económica, junto con una fuerte represión sindical. Se facilitaron las condiciones para la entrada de capital extranjero, autorizando la libre transferencia de utilidades y ofreciendo exenciones impositivas. La estructura industrial seguía siendo ineficiente y dependiente, por lo que el Estado recurrió a la renta agraria y a los fondos previsionales como fuentes de financiamiento. Sin embargo, la renta agraria cayó por el avance del Plan Marshall, y la utilización de los fondos previsionales derivó en un persistente déficit fiscal, inflación y crisis políticas que incluyeron nuevos golpes de Estado y la proscripción del peronismo. Durante estos años se desarrolló el ciclo económico conocido como “Stop and Go”, caracterizado por fases alternadas de crecimiento y crisis. En los períodos de expansión (Go), aumentaban el empleo, los salarios, la producción industrial y el consumo. Pero la necesidad de divisas para importar insumos generaba déficits externos. La contradicción entre un agro que requería un dólar alto y una industria que necesitaba un dólar barato alimentaba las tensiones. Los momentos de crisis (Stop) traían devaluaciones, inflación, déficit en la balanza de pagos, caída de reservas, recesión y desempleo. Frente a ello, los gobiernos implementaban políticas de ajuste que profundizaban los problemas sociales. El gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) representó el intento más ambicioso de implementar un modelo desarrollista. Con el apoyo de Perón y el movimiento obrero —mediante un pacto secreto—, Frondizi impulsó una política de apertura al capital extranjero en sectores estratégicos como la industria automotriz, petroquímica y siderúrgica. Las inversiones externas trajeron consigo modernización, empleo y mejoras en infraestructura, pero también profundizaron la dependencia tecnológica y financiera. Las decisiones empresariales se tomaban en Buenos Aires o en el extranjero, lo que reforzó las desigualdades regionales. En 1958, Frondizi ingresó al FMI y contrajo deuda externa a través del Club de París, lo que le valió el rechazo de sectores nacionalistas y del movimiento obrero, culminando en su caída en 1962. El gobierno de Arturo Illia (1963-1966) fue un intento de recuperar el orden democrático, aunque su legitimidad se vio limitada por la abstención del peronismo. Aunque mantuvo algunas políticas desarrollistas, no logró construir una base política sólida ni contener la creciente conflictividad social. Su gestión enfrentó una CGT dividida, tensiones con sectores empresariales y desconfianza de las Fuerzas Armadas, que terminaron desplazándolo mediante un nuevo golpe militar. En 1966, el general Juan Carlos Onganía asumió el poder mediante la autodenominada "Revolución Argentina", instaurando un régimen autoritario que excluyó a los partidos políticos y reprimió
viernes, 16 de mayo de 2025 02:
Arceo y Basualdo: “Los cambios de los sectores dominantes en América Latina bajo el neoliberalismo”. Castellani El modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones, caracterizado por un fuerte rol estatal en la producción y la promoción de la industria nacional, se desmoronó hacia fines del siglo XX. Su colapso trajo consigo cambios en la hegemonía del bloque de poder, una nueva orientación de la producción y del destino de los excedentes, y un mayor protagonismo del capital extranjero y el sector financiero. En Argentina, el Rodrigazo de 1975, con su hiperinflación y dolarización inmobiliaria, anticipó esta crisis estructural y el posterior giro neoliberal. Durante la década de 1990, se impuso un modelo de acumulación centrado en la valorización financiera del excedente. Los mercados financieros crecieron localmente, y las acreencias financieras ganaron importancia. A nivel internacional, aumentaron las fugas de capitales. En este modelo, la especulación financiera se volvió más rentable que la inversión productiva, reconfigurando las clases sociales y transformando la estructura social argentina al desestructurar las bases comunitarias y consolidar una lógica individualista. El neoliberalismo redefinió el papel del Estado mediante la privatización de empresas, la reducción de la intervención estatal y la desregulación del mercado. En los partidos políticos, se pasó de líderes militantes a "profesionales de la política", lo que favoreció la corrupción y la conexión directa entre negocios y política, marginando las demandas populares y generando una crisis de representación y legitimidad democrática. Se produjo una recomposición del bloque de poder, donde el Estado, la clase obrera y los sectores populares perdieron centralidad frente al fortalecimiento del capital transnacional y las fracciones locales asociadas. La deuda externa, las políticas del FMI y el libre comercio contribuyeron a esto. Internamente, la burguesía experimentó una concentración y centralización del capital agrario e industrial, con innovaciones como el FEEDLOT y la siembra directa favoreciendo a grandes productores y perjudicando a las pymes. La creación del Mercosur promovió la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos. Se profundizó la transnacionalización de la economía, con el capital transnacional ganando peso al explotar mano de obra barata y recursos estratégicos, creando una división internacional del trabajo asimétrica donde controla la producción con su tecnología, desintegrando la industria local en favor de redes globales. En el Cono Sur y el Pacto Andino hubo una reprimarización productiva, mientras que México y Centroamérica se especializaron en industrias de mano de obra barata. Esto trajo un crecimiento económico lento y desigual, con riqueza transferida a los sectores dominantes y al capital extranjero, aumentando la desigualdad. Se profundizó la pobreza, la desocupación y la fragmentación laboral, surgió el trabajo informal masivo y una sobrepoblación relativa. La heterogeneidad entre trabajadores aumentó, debilitando su capacidad de negociación. Se redefinió el valor de la fuerza de trabajo, disminuyendo en los 90. América Latina sufrió una involución estructural en su diversificación productiva e inserción internacional. El bloque dominante impuso un nuevo modo de acumulación excluyente, centrado en la reducción de costos laborales, el libre comercio y la explotación de ventajas comparativas estáticas. Se priorizó la ganancia financiera sobre la inversión productiva, debilitando el mercado interno y el desarrollo nacional. La pequeña burguesía se proletarizó y la clase obrera se fragmentó, dificultando la organización colectiva. En el neoliberalismo, el Estado dejó de articular el desarrollo para garantizar las condiciones óptimas al capital transnacional, desarticulando la industria y extranjerizando servicios. Esto contrasta con el Estado desarrollista del ISI, que buscó industrializar, diversificar la producción y vincular el crecimiento con una mejor distribución del ingreso. Finalmente, se critica que el neoliberalismo culpa al proteccionismo del fracaso industrial, omitiendo la dependencia histórica de América Latina y el desarrollo exitoso de países ricos en recursos. La inserción periférica no es natural, sino resultado de una integración subordinada al mercado mundial.
miércoles, 14 de mayo de 2025 00: