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Resumen, Análisis Teológico de la Creación en Génesis 1: Un Estudio Comparativo, Resúmenes de Teología

Un análisis detallado del relato de la creación en génesis 1, explorando las diferentes interpretaciones teológicas y las implicaciones cosmológicas. Se comparan diferentes perspectivas sobre la naturaleza de la creación divina, la acción creadora de dios y la relación entre el texto bíblico y otras tradiciones míticas. el texto profundiza en la importancia del lenguaje y la acción divina en el proceso creativo, examinando la estructura literaria y las implicaciones teológicas del relato. Se discuten las diferentes interpretaciones del caos primordial y la transfiguración de la realidad a través de la creación divina. una valiosa herramienta para comprender la teología de la creación en el contexto bíblico.

Tipo: Resúmenes

2024/2025

Subido el 05/05/2025

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romina-lopez-55 🇦🇷

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La Creación en el Antiguo y
Nuevo Testamento: Un Dios
Histórico y Creador
La Doctrina de la Creación en el Antiguo
Testamento
Introducción
La fe veterotestamentaria en la creación se encuentra en el texto de
Génesis 1,1-2,4a, que es la única cosmogonía presente en la Biblia.
Inicialmente, el contraste entre este relato bíblico y los datos científicos
generó intentos de armonización, pero esta interpretación literalista fue
descartada. Se propone entender el relato como una reflexión religiosa,
independiente del revestimiento literario, que transmite un mensaje digno
de ser creído. Para comprender la intención genuina del autor de Génesis 1,
es necesario analizar el texto en su contexto y descubrir la doctrina que
pretende enseñar. La doctrina cristiana de la creación solo pudo responder
a las objeciones científicas cuando se ofreció una lectura crítica del relato
bíblico. Se requería demostrar que la Biblia no enseña la creación del
mundo en seis días, la aparición de la luz antes que las estrellas, o una
concepción fijista de la biosfera. El descubrimiento de que Génesis 1,1-2,4a
y Génesis 2,4b-3 provenían de fuentes literarias diversas, y que la literatura
extrabíblica contemporánea narraba sucesos parecidos con claves
simbólicas similares, desbloqueó su comprensión. El conocimiento de las
cosmogonías de los pueblos vecinos ayudó a los exegetas a comprender que
los autores de Génesis 1-11 no pretendían ser originales en los materiales
empleados en sus relatos. Génesis 1 no es abordable directamente, sino
mediante un rodeo que sitúe el texto en su contexto y proporcione las
claves interpretativas de su lectura. La doctrina contenida en el relato
genesíaco de los orígenes será complementada por los datos recabados del
resto del Antiguo Testamento: literatura sapiencial, salmos y, finalmente, 2
M 7.
Antecedentes de la Fe Bíblica en la Creación
En la Biblia, la fe en la creación está inseparablemente unida a la fe en
Dios, similar a la profesión de fe cristiana. La pregunta por el origen de la
fe creacionista está unida al modo como Israel concibió a Dios.
Un Dios de la Historia con Poder sobre la Naturaleza
La fe bíblica en Dios se liga a la historia, no a la naturaleza, a diferencia de
otras culturas. Una antigua profesión de fe israelita, Deuteronomio 26,5-10,
confirma esta singularidad del discurso bíblico sobre Dios. En ella se
recogen una serie de acontecimientos que hacen captar a Israel la
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¡Descarga Resumen, Análisis Teológico de la Creación en Génesis 1: Un Estudio Comparativo y más Resúmenes en PDF de Teología solo en Docsity!

La Creación en el Antiguo y

Nuevo Testamento: Un Dios

Histórico y Creador

La Doctrina de la Creación en el Antiguo

Testamento

Introducción

La fe veterotestamentaria en la creación se encuentra en el texto de Génesis 1,1-2,4a, que es la única cosmogonía presente en la Biblia. Inicialmente, el contraste entre este relato bíblico y los datos científicos generó intentos de armonización, pero esta interpretación literalista fue descartada. Se propone entender el relato como una reflexión religiosa, independiente del revestimiento literario, que transmite un mensaje digno de ser creído. Para comprender la intención genuina del autor de Génesis 1, es necesario analizar el texto en su contexto y descubrir la doctrina que pretende enseñar. La doctrina cristiana de la creación solo pudo responder a las objeciones científicas cuando se ofreció una lectura crítica del relato bíblico. Se requería demostrar que la Biblia no enseña la creación del mundo en seis días, la aparición de la luz antes que las estrellas, o una concepción fijista de la biosfera. El descubrimiento de que Génesis 1,1-2,4a y Génesis 2,4b-3 provenían de fuentes literarias diversas, y que la literatura extrabíblica contemporánea narraba sucesos parecidos con claves simbólicas similares, desbloqueó su comprensión. El conocimiento de las cosmogonías de los pueblos vecinos ayudó a los exegetas a comprender que los autores de Génesis 1-11 no pretendían ser originales en los materiales empleados en sus relatos. Génesis 1 no es abordable directamente, sino mediante un rodeo que sitúe el texto en su contexto y proporcione las claves interpretativas de su lectura. La doctrina contenida en el relato genesíaco de los orígenes será complementada por los datos recabados del resto del Antiguo Testamento: literatura sapiencial, salmos y, finalmente, 2 M 7.

Antecedentes de la Fe Bíblica en la Creación

En la Biblia, la fe en la creación está inseparablemente unida a la fe en Dios, similar a la profesión de fe cristiana. La pregunta por el origen de la fe creacionista está unida al modo como Israel concibió a Dios.

Un Dios de la Historia con Poder sobre la Naturaleza

La fe bíblica en Dios se liga a la historia, no a la naturaleza, a diferencia de otras culturas. Una antigua profesión de fe israelita, Deuteronomio 26,5-10, confirma esta singularidad del discurso bíblico sobre Dios. En ella se recogen una serie de acontecimientos que hacen captar a Israel la

existencia de un ser, Yahvé, que cuida de él, lo guía y lo salva. El texto destaca la inmensa distancia que separa a esta profesión de fe, particularista, concreta, referida al dios de un pequeño clan, de la proclamación de Yahvé como creador del mundo. En el texto, Yahvé es poco más que un dios doméstico que cuida de los suyos, un dios junto a los dioses de otros pueblos (Jueces 11,24; 1 Samuel 26,19; 2 Reyes 3,27). Se busca conectar la historia de Israel con el origen del mundo. En ambas se habla de un acontecimiento extraordinario (un pedrisco, la detención del sol), del que se deduce un rasgo común: Yahvé interviene en ayuda de su pueblo (Josué 10,12-14). El cántico idealiza esta intervención echando mano de elementos maravillosos; diversas fuerzas naturales, personalizadas, luchan al lado de Israel (la tierra, las nubes, las estrellas, las aguas: Jueces 5,4-5.19-21). El rasgo común a las dos versiones, y por tanto lo esencial, es que Yahvé salva y nada se le resiste; si es preciso, puede causar temblores de tierra, cataclismos siderales, etcétera. Esta gesta gloriosa persuadió a Israel de que su dios era un Dios salvador. La experiencia quedó impresa en la memoria colectiva del pueblo; también aquí todos los elementos naturales se pliegan dócilmente a la voluntad de Yahvé, que quiere liberar a los suyos (Éxodo 14,21-22.27). La conclusión es que «Yahvé reina» (Salmo 97,1; cf. Salmo 93,1; 96,10).

Un Poder Ilimitado al Servicio de la Alianza

Yahvé es un dios celeste, idea común a muchas religiones; el cielo es el espacio sagrado y el punto de partida para una acción eficaz sobre la tierra (Génesis 28,12-13; Salmo 2,4; 20,7; 115,3). De allí desciende para irrumpir en la historia (Génesis 3,8; 11,5; Salmo 18,10-11.14-15). El poder de Yahvé no se especializa por su localización espacial; él no es el dios del trueno o de la lluvia o de los astros; su carácter celeste le confiere una potestad tan fundamental, incondicionada e inexpugnable que no precisa para manifestarse de exhibiciones espectaculares; puede hacerse presente no ya en el huracán o en el temblor de tierra o en el fuego, sino en la brisa ( Reyes 19,11-13). Yahvé no se identifica con ninguno de los poderes cósmicos. Cuando se le pregunta quién es, da una respuesta enigmática («yo soy el que soy»: Éxodo 3,14) que remite a la historia de salvación, no a la naturaleza. Su poder se ejerce sin restricciones de lugar o de instrumentos naturales; Yahvé puede intervenir en cualquier circunstancia. La imagen de Dios que se transmite contiene virtualmente la idea de creación. Los pasajes parecen implicar un «estadio embrional» de la fe en la creación. El atributo divino principal que late en los textos recensionados no es tanto la omnipotencia cuanto la bondad de Yahvé. La salida de Egipto, las vicisitudes de la conquista, las plurales irrupciones de Yahvé en la historia, certifican esto. Yahvé ha escogido a Abraham y le promete un pueblo y una tierra (Génesis 12,1-4). La promesa será ratificada por un pacto (Génesis 15,1-21; 17,1-8); en virtud de esta alianza, Dios elige a Israel.

El Relato Bíblico de la Creación: Génesis 1,1-2,4a

Lo más notable del primer capítulo de la Biblia es que la creación interesa en cuanto punto de arranque de una corriente histórica que lleva a la vocación de Abraham. La cadena de toledoth desvela que el hecho-Abraham se remonta al designio primordial de donde ha surgido todo lo creado. La reducción de los días de la creación a seis apunta al sábado, signo de la alianza. Génesis 1 no es un fragmento de ciencia natural, sino una página de historia de salvación. Israel interpretó el origen del mundo en función de su propio origen como pueblo de Dios. Los materiales empleados en Génesis 1-11 se transmitieron por tradición oral como unidades independientes. La cosmogonía bíblica no se limita a informar sobre los orígenes; hablar bíblicamente del creador de todo es hablar del todo.

Un Problema de Crítica Literaria

¿Salió Génesis 1 íntegramente de la pluma de un sacerdote judío del tiempo del exilio? En Génesis 1 nos encontramos con una tradición mítica, fundamentalmente conservada, y una interpretación profética, que es la que tiene importancia religiosa. En favor de esta hipótesis pueden aducirse una serie de irregularidades, detectables ya en la mera lectura cursiva del texto, y que delatan la confluencia en el mismo de esa doble impronta.

Repeticiones en el Relato

El relato yuxtapone un doble modo de crear, por la palabra y por la acción.

La Creación en el Antiguo Testamento

Desfase entre Obras y Días

Existe una discrepancia entre el número de obras de la creación (ocho: luz, firmamento, tierra y mar, plantas, astros, peces y pájaros, animales terrestres, hombres) y los días de la creación (seis). En dos días, el tercero y el sexto, se crean dos clases de seres.

El Caos Acuático Primordial

El versículo 1 del Génesis ("en el principio creó Dios los cielos y la tierra") es una novedad absoluta en comparación con las cosmogonías religiosas de la época. El versículo 2 ("la tierra era algo caótico y vacío, y tinieblas cubrían la superficie del abismo") reproduce una imagen familiar de un caos acuático primordial del que surgen la luz, el firmamento, la tierra y el mar. El poema babilónico Enuma Elis describe un caos similar con Apsu (agua dulce) y Tiamat (agua salada) mezclándose. Marduk, tras vencer a Tiamat, la descuartiza para crear el universo. Este esquema cosmogónico (caos acuático, dioses, combate, origen del universo por división del caos) se encuentra en poemas de Egipto, Sumer, Fenicia y Caldea.

La Cosmogonía Popular

Schmidt reconstruye hipotéticamente el estrato más antiguo de esta tradición mítica: antes del mundo existía un caos acuático y tenebroso. Elohim, Dios de Israel, lucha contra este caos, encarnado en entidades como Tiamat o Leviatán, y lo vence. Esto le permite "hacer" (asah) el mundo. Huellas de este combate se encuentran en Salmos e Isaías. La idea de las aguas como potencia perturbadora se conserva hasta Apocalipsis 21,1. Elohim crea las lumbreras para el día y la noche, los peces y pájaros, y los hombres a su imagen. Finalmente, Elohim descansa. La creación se entiende como la ordenación del caos, siguiendo el esquema cosmológico de la época: tinieblas, aguas, tierra. La acción de Dios va de arriba a abajo.

La Redacción de P

El autor de Génesis 1 asume esta maqueta mítico-popular, pero su interés no son los datos cosmológicos o biológicos. Busca ofrecer una doctrina sobre la relación del mundo con Dios, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, que ha creado y elegido a Israel. P añade ideas y variantes a la trama mítica.

Conceptos Clave en la Redacción de P

Dios "creó" (bara): Este verbo se refiere a una acción exclusiva de Dios, que no se ejerce sobre una materia preexistente y que da como resultado algo inédito. P lo utiliza en lugares teológicamente importantes. Dios creó "el cielo y la tierra": Dios creó todo. El mundo tiene su fundamento en la libre acción de Dios. Dios creó "en el principio": P quiere estipular el punto de partida del calendario histórico-salvífico. La acción creadora es un acontecimiento temporal.

El Caos y la Creación

El caos inicial (tohu-wabohu) representa confusión, desorden y vacío. No hay tiempo ni espacio, solo la posibilidad de ser. Este caos despojado de virtualidad es la representación plástica de la nada absoluta. Existe una tensión entre el versículo 1 ("todo fue creado por Dios") y el versículo 2, con su caos aparentemente preexistente. Una interpretación posible es: Dios creó todo (v. 1); antes no había nada (v. 2). La tradición no se suprime, sino que se interpreta y corrige.

La Luz y la Palabra de Dios

La luz creada por Dios no depende de los astros, sino que emana de Él. Esto representa una tensión entre la tradición (la luz procede de separarla de las tinieblas) y la interpretación (la luz procede del decir de Dios). Dios crea sin lucha, con libertad e independencia. El "y dijo Dios" ratifica que el actuar de Dios es único y trascendente. La creación es revelación, alocución comunicativa de Dios, comienzo de la historia salvífica. La palabra separa a Dios y al mundo, pero también los relaciona. El mundo es "expresión" de

Fórmulas Narrativas en la Creación

Los primeros versículos establecen las "fórmulas-marco" narrativas que estructuran el capítulo. El texto sigue un esquema constante: creación por la palabra ("dijo Dios"), constatación ("así fue"), creación por la acción ("hizo Dios"), imposición de nombres (en los primeros tres días), aprobación ("vio Dios que estaba bien") y numeración del día.

La Creación de los Vegetales y la Palabra de Dios

El autor antepone la palabra de Dios a la versión mítica del origen de los vegetales por generación espontánea.

La Función de los Astros y su Devaluación

El relato mítico atribuye a los astros funciones de "alumbrar", "separar el día de la noche" y "dominar". El autor inspirado conserva las dos primeras, pero suprime la tercera ("dominar"), donde asomaba una falsa concepción religiosa. Se añade la tarea de "servir de señales" para el calendario litúrgico. El autor inspirado suprime los nombres propios de los astros, designándolos como "lumbrera grande" y "lumbrera pequeña".

Procedimiento Redaccional del Autor Inspirado

En lugar de cancelar pasajes de la tradición mítica que considera improcedentes, el autor inspirado prefiere conservarlos, depurándolos con retoques y anteponiendo su propia versión ("dijo Dios": Wortbericht) a la versión "hizo Dios" (Tatbericht). La tensión Tatbericht-Wortbericht se evidencia en el verbo "dominar".

La Creación de los Monstruos Marinos y la Desmitificación

del Caos

Los monstruos marinos, encarnaciones del caos primordial y contrincantes del dios demiurgo, son creados por Dios. El versículo que describe su creación forma parte de la campaña contra el caos, despojándolo de capacidad operativa, dando nombre a lo que de él derivaba y fijándole el estatuto ontológico de simple criatura de Dios.

La Creación del Hombre como Imagen de Dios

La creación del hombre, "imagen de Dios", marca el clímax de la acción creadora divina. El encargo al hombre de representar al creador y ejercer dominio sobre la creación otorga a la doctrina creacionista bíblica un carácter revolucionario. La creación se corona con el surgimiento de un concreador. El mundo pasa a manos del hombre para que lo perfeccione y dirija hacia su fin. El verbo "bara" se usa masivamente en la creación del hombre, subrayando la ortodoxia. Aunque el hombre es "imagen de Dios", la transcendencia divina permanece incuestionable. El hombre es, en última

instancia, criatura de Dios. El orden de la naturaleza está bajo el orden de la historia, que será historia de salvación.

El Descanso Sabático y la Mediación del Hombre

El sábado es bendecido y santificado, indicando que el descanso pertenece a la constitución misma de la realidad creada. El reposo del séptimo día no implica que la creación esté clausurada. El poder creador de Dios pasa por la mediación de la imagen de Dios. Al monólogo divino sucede el diálogo entre Dios y el hombre.

Epílogo-Resumen: Creación y Genealogía

La redacción se cierra repitiendo el comienzo con los términos clave: creación, cielos y tierra. Se habla de la "generación" de los cielos y la tierra, indicando que el mundo procede de un designio paternal de Dios. El término "toledoíh" anuda la creación a la trama genealógica que conducirá a Abraham.

La Identidad Dios-Hombre-Cosmos

La identidad entre el Dios salvador de Israel y el Dios creador del universo da origen a una síntesis Dios-hombre-cosmos. El Dios de Israel no es particularista, sino universalista. Su benevolencia se extiende al cosmos entero. El Génesis resume el discurso sobre el todo y las partes, la expansión temporal y espacial de la creación. Un único Dios, dotado de poderes ilimitados, es el principio exclusivo del que procede el mundo por su palabra y designio.

La Caza a los Mitos y la Profanación del Mundo

El autor emprende una "caza a los mitos", desencantando el mundo. Se disipa el halo numinoso que rodeaba elementos mundanos como el agua, la tierra, los cuerpos celestes, los monstruos marinos y el caos. La creación implica una repulsa del carácter divino o demoníaco del mundo. La fe en la creación manifiesta virtualidades liberadoras, emancipando al hombre de todo vasallaje bajo los poderes impersonales del cosmos.

Optimismo Histórico y la Imagen del Hombre

A la antítesis politeísmo-monoteísmo corresponde la antítesis pesimismo fatalista-optimismo histórico. El "y vio Dios que estaba bien" denuncia una interpretación de la realidad como contaminada o viciada por naturaleza. El arquetipo Adán-imagen de Dios reemplaza a Prometeo y Sísifo, convirtiéndose en el gerente de Dios en el cosmos, señor de la creación por ordenación divina.

Sabiduría y Creación

En este nuevo enfoque, se percibe la influencia del pensamiento helenista. Los planteamientos se centran en la praxis más que en la ortodoxia. La creación es obra de la sabiduría de Dios, excluyendo el azar. Proverbios 3,19-21 y 8,22-23 enfatizan el orden del mundo, emanado de la inteligencia divina. La sabiduría presidió la creación, como un arquitecto vigila una construcción. Proverbios 8 destaca la actividad lúdica de Dios en la creación y la preexistencia de Dios respecto al caos. La comprensión de las cosas se alcanza mediante la imitación y el seguimiento religioso de Dios. La creación compartida impone el respeto mutuo entre todos, ricos y pobres.

Job, Eclesiastés y la Incomprensibilidad

La incomprensibilidad de los hechos que oscurecen la existencia lleva a los hagiógrafos a plantearse interrogantes. Job y Eclesiastés representan una crisis de sentido, cuestionando el destino transmundano. Se mantiene la idea de que todo tiene un significado, aunque los designios de Dios sean incomprensibles. Job 28 destaca que solo Dios posee el secreto de la creación y la verdadera sabiduría se alcanza en comunión con Él. Dios revela el misterio de su trascendencia. Eclesiastés 3 advierte sobre la imposibilidad de comprender la obra de Dios de principio a fin. Se propone reconciliarse con la grandeza de la creación y escuchar la sabiduría divina, que llama a la conversión y al reconocimiento de los límites humanos.

Eclesiástico y Sabiduría

Textos del Eclesiástico reflejan la dialéctica entre la incomprensibilidad de Dios y su obra, y la confianza en su bondad y sabiduría. La creación se transciende hacia Dios, donde reside el misterio del mundo. El mal, especialmente el dolor, se erige como la última frontera de la comprensión del mundo, abonando la sospecha del sinsentido y la no existencia de Dios.

Libro de la Sabiduría

El libro de la Sabiduría, escrito por un judío alejandrino en griego, muestra una confrontación directa entre el pensamiento judío y el helenismo. Se percibe el afán de asimilar ideas y terminología del entorno cultural. La influencia platónica se evidencia en 11,17, donde Dios ordena las cosas a partir de "la informe materia", similar al demiurgo del Timeo.

La Sabiduría y la Creación

La Sabiduría a veces contradice el pensamiento auténtico, como se evidencia en el rechazo del dualismo implícito en la fórmula "materia informe", afirmando que Dios creó todo. Esto se ve en 1,14; 9,1.2.9, que resalta la creación por la palabra y la preexistencia de Dios, o su sabiduría, sobre todo ser. También en 11,22-26, se exalta el poder de Dios, que crea y sostiene por amor.

La noción de "cosmos" (mundo como ordo adspectabilis), de la filosofía griega, influye en la Sabiduría. El término aparece diecinueve veces y llena el vacío del vocabulario hebreo al referirse a "cielos y tierra" de Gn 1,1. A diferencia de la filosofía profana, que ve a los dioses desentendidos del cosmos, la Sabiduría insiste en la presencia amorosa de Dios (6,7; 12,13.16.18; 11,22-26). Esta "providencia" (prónoia: 14,3; 17,2) era conocida en Israel, como se vio en los salmos. El orden del cosmos lleva al conocimiento del creador, fundamentando argumentos de la teología natural sobre la existencia de Dios. La última parte del libro (19,6-9.18-22) recuerda la salvación de Israel de Egipto.

Según el autor de Sabiduría, el mundo es para el hombre y el hombre para Dios, ambos abiertos al diálogo creador para alcanzar "la esperanza llena de inmortalidad" (3,4).

El Segundo Libro de los Macabeos y la

Creación

2 Macabeos, contemporáneo de Sabiduría y escrito en griego, ofrece un documento de la fe judía en la creación: "te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada (ouk ex ónton) lo hizo Dios" (7,28). Este texto culmina un proceso de adecuación del lenguaje a la idea de la acción creadora de Dios. Supera imágenes aproximativas (el caos de Gn 1) y expresiones desafortunadas (la "materia informe" de Sb 11), alcanzando una precisión teológica. A su luz, se precisa la intuición latente en las viejas aseveraciones: la creación de todo por Dios, la repulsa del dualismo, la unicidad de Dios al crear, la creación por la palabra.

El texto se presenta en un contexto vital similar al de los profetas del exilio. La creación es motivo de esperanza en el martirio y argumento para la fidelidad de Dios a su alianza. Así, la elaboración teológica de la creación se cierra con el mismo acorde fundamental que se abrió en Deuteronomio y el Código Sacerdotal: la acción creadora y la acción salvadora son convertibles e inseparables en el Dios de Israel.

Textos del Nuevo Testamento como Romanos 4,17 y Hebreos 11,3 se sitúan cerca de 2 Macabeos 7,28.

Mito y Creación en el Génesis

Si "mito" se entiende como narración con descripciones no ajustadas a la realidad o con materiales narrativos míticos, entonces Gn 1 puede calificarse como mito. Sin embargo, el sentido técnico de "mito" en la historia de las religiones es diferente.

Gn 1 se aparta de este concepto en dos puntos: primero, quiere ser real que todo procede de Dios; segundo, inserta el material mítico en un contexto histórico con el esquema hebdomadario y las tablas genealógicas, sustrayéndolo al "presente continuo" de las cosmogonías. El Enuma Elis,

La Creación en los Sinópticos

Jesús da por supuesta la doctrina de la creación en su predicación del Reino de Dios, dedicándole alusiones circunstanciales. El mundo y sus seres proceden de Dios, "el Señor del cielo y la tierra" (Mt 11,25). Una cita literal de Gn 1,27 menciona un "principio de la creación" (Mc 10,6), que puede referirse al comienzo de los seres creados o al acto creador mismo.

Cristo y la Creación en el Nuevo Testamento

La Creación y el Creador

La palabra "creación" puede referirse tanto al acto de crear como a lo creado. La idea de un comienzo absoluto, implicando una creación propiamente dicha, se encuentra en la expresión "desde la creación del mundo" presente en los sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) y en otros lugares del Nuevo Testamento con la preposición "antes de". Se presenta al creador como un arquitecto que establece los fundamentos de su obra según un plan preestablecido.

La Bondad Original de la Creación

El mundo es originalmente creación de Dios, por lo tanto, todo es bueno en principio. Jesús, en Marcos 7,14-20, declara puros todos los alimentos, confirmando la inocencia de la realidad que rodea al hombre. Esta acción revela el carácter liberador de la fe en la creación, permitiendo un acceso sin prejuicios a una realidad fundamentalmente sana, originada en la bondad paternal del creador. Esto no niega la existencia del mal, del cual Jesús era consciente, pero él se resiste a considerar alguna criatura de Dios como mala o a utilizarla contra la voluntad divina. Ningún otro principio puede rivalizar con Dios.

La Providencia Divina

Aunque el término "providencia" no aparece en los sinópticos ni en el resto del Nuevo Testamento, la idea sí está presente. Mateo 10,29 advierte que ni un pajarillo cae en tierra sin la voluntad divina, exhortando a la confiada entrega del hombre en manos de Dios. Mateo 5,45 y Lucas 6, ejemplifican la bondad de Dios hacia todos, justos e injustos, ingratos y perversos. La concepción de Dios como Abbá influye en la visión del Dios creador, acentuando los rasgos providentes ya presentes en el Antiguo Testamento. La opinión de Bultmann sobre la inexistencia del concepto de "prónoia" en el Nuevo Testamento se refiere a la distinción entre la idea bíblica de providencia y la idea estoica determinista.

La Continuidad con el Antiguo Testamento

Pablo, familiarizado con el Antiguo Testamento, resume la fe creacionista en formulaciones como "Todo proviene de Dios" (1 Corintios 11,12) y "Del Señor es la tierra y todo cuanto contiene" (1 Corintios 10,26). El tema de la

creación por la palabra reaparece en 2 Corintios 4,6 y Romanos 4,17, evocando Génesis 1,3. En estos textos, la soteriología domina sobre la cosmología; el Dios que creó el mundo promete la resurrección e ilumina los corazones con la luz de Cristo. Este Dios creador mantiene permanentemente en el ser a todo (Romanos 11,36; 1 Timoteo 6,13).

Dios Creador y la Realidad

El Dios de Pablo no es un principio impersonal, sino un ser personal, paternal y trascendente. El inmanentismo panteísta está tan lejos de su mente como un transcendentalismo divino que haga de Dios un ente extraño al mundo. Romanos 1,19 ss. afirma que lo invisible de Dios se deja ver a la inteligencia desde la creación del mundo a través de sus obras. Sin embargo, Pablo reconoce que la creación está sometida a la vanidad y a la corrupción (Romanos 8,20-21), deformando la armonía y el orden divinos. La creación del orden inicial reclama una restauración, una "nueva creación".

Cristo, Mediador de la Creación

El mundo exhibe una impronta cristológica; ha sido creado por y para Cristo. En 1 Corintios 8,5-6, Cristo aparece junto al Padre en el papel de creador. El Padre ostenta en exclusiva todas las funciones creadoras, siendo el principio y el fin. Cristo es el mediador de la creación como y porque lo es de la salvación. Ante el politeísmo, Pablo subraya el carácter único y absoluto de Dios y el señorío irrepetible de Cristo. La función mediadora atribuida al Hijo estaba preparada por la literatura sapiencial. Pablo llama a Cristo "sabiduría de Dios" (1 Corintios 1,24.30), asignándole un papel mediador en la creación. Si Cristo es el mediador de la salvación, ha de serlo también de la creación. La creatividad del Padre y la de Cristo, aunque distintas, son actividades divinas. 1 Corintios 8,5-6 marca las distancias entre la fe cristiana en la creación y las cosmovisiones paganas, las mitologías populares y la propia fe judía. Este texto, de origen prepaulino, sugiere una reflexión cristológica temprana que extiende la soteriología hasta la cosmología. Creer en la creación tiene incidencia en la vida cotidiana.

Cristo, Principio, Centro y Fin de la Creación

La exégesis del himno cristológico de Colosenses 1,15-20 es disputada. La primera estrofa (v. 15: hós éstin...; v. 16a: eíte... eíte) desarrolla el tema del Cristo creador, mientras que la tercera estrofa (v. 18b: hós éstin...; v. 20: eíte... eíte) trata del Cristo salvador. Cristo es la "imagen del Dios invisible", una reproducción sensible de Dios más fiel que el mundo. Como "icono" de Dios, Cristo es la imagen arquetípica, la sabiduría que sirve de modelo de las acciones divinas. Cristo es "primogénito" de toda la creación, ostentando una primacía cósmica no como primera criatura, sino como primado de todas las criaturas. "Primogénito de toda la creación" significa que Cristo presidía el designio creador desde el Génesis. Además de su preexistencia personal como Logos divino, había una previsión de su encarnación que se remonta a la eternidad. La primera estrofa tiene como sujeto a Cristo

eclesial (1 Corintios 12,12; Efesios 1,22-23). La tercera estrofa enfatiza la prioridad capital de Cristo: "él es el principio" (arché), un término similar a "cabeza" en el estoicismo, y se explica como "primogénito (protótokos) de entre los muertos". La resurrección confiere a Cristo una capitalidad ordenada a la colación de los bienes salvíficos, basada en el primado cosmológico. Esto inaugura un nuevo orden, del que Cristo es "principio" (arché) como lo fue, en cuanto "imagen", del orden original.

En Romanos 8,29, Pablo menciona que Dios predestinó a los que conoció de antemano a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos. La presencia de "imagen" y "primogénito" conecta este texto con el himno, mostrando una ampliación de perspectivas: la primogenitura de Cristo afecta no solo a "los hermanos", sino al "todo": "...para que sea el primero en todo". La idea de plenitud (pléroma) evoca representaciones estoicas. La plenitud que Cristo posee es comunicativa, dada por Dios para plenificar a sus criaturas. Esta plenificación se logra mediante la reconciliación, reiterando el uso de preposiciones del versículo 16b: así como todo fue creado por y para Cristo, todo es reconciliado por y para él. Nada hay "en el cielo y en la tierra" (vv. 20).

La insistencia del himno en la unidad de creación y salvación en Cristo probablemente responde a una preocupación antignóstica. La comunidad colosense estaba siendo tentada por ideas y prácticas cultuales del gnosticismo temprano, una ideología sincretista que mezclaba elementos diversos y atentaba contra el primado absoluto de Cristo. La gnosis separa drásticamente Dios y mundo, creación y redención. En contraste, Colosenses 1,15-20 ofrece una visión de una realidad integrada, polarizada en torno a un ser personal que le confiere consistencia, sentido y plenitud del principio al fin, creando para salvar y salvando lo que ha creado. Estos versos, probablemente extraídos de un himno litúrgico, recuerdan las diversas formas que ha revestido la palabra de Dios en la historia, palabra reveladora y creadora (el autor recuerda que "el universo fue formado por la palabra de Dios": Hebreos 11,3) y que "en estos últimos días" llega a los hombres "en el Hijo". Este es, continúa el texto, "heredero de todo" (Colosenses decía: "para él son todas las cosas"), más aún, es aquel "por quien (di'hoü) Dios hizo los mundos" (Hebreos 1,2; la misma formulación en Colosenses). Él es también "resplandor de la gloria e impronta de la esencia de Dios (Colosenses, más brevemente, lo llamaba "imagen de Dios"), el que sostiene todo con su palabra poderosa" (Hebreos 1,3a; Colosenses: "todo tiene en él su consistencia"). Finalmente, la función redentora, que la tercera estrofa de Colosenses asignaba al Cristo creador, es ratificada aquí al atribuir al Hijo "la purificación de los pecados" (Hebreos 1,3b).

Hebreos 1:1-3 y Efesios 1:3-

Hebreos presenta una nota diferencial: el protagonismo de la palabra, que no solo habla y revela, sino que "lo sostiene todo". El Hijo glorificado concentra en su persona todas las funciones reconocidas por el Antiguo Testamento a la palabra de Dios: creación, revelación, sustentación, salvación. Hebreos 1,1-3 recapitula Colosenses 1,15-20 y anticipa Juan

1,1-18, que desarrolla la cristología del logos creador y salvador. Todo fue hecho por Cristo; todo será para Cristo.

La eulogia, o himno de acción de gracias, con que se abre la carta a los Efesios, habla del designio eterno de Dios sobre la creación. Este designio es previo a la creación misma (Efesios 1,3: "nos ha elegido... antes de la creación del mundo"; Efesios 1,9: "...el benévolo designio ...propuesto de antemano"; Efesios 1,11: "elegidos de antemano según el previo designio..."). El contenido concreto del designio es "recapitular todo en Cristo" (Efesios 1,10). La mejor exégesis de esta fórmula se encuentra en los versículos 22-23: "bajo sus pies (de Cristo) sometió (Dios) todas las cosas y lo constituyó sobre todas las cosas como cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todo". Dios ha previsto hacer confluir en Cristo todo lo creado.

Este propósito divino se va a realizar eclesiológicamente: la plenitud de Cristo tiene como beneficiario al universo entero, pero es la Iglesia la que la ha recibido en primera instancia, para difundirla luego a todo lo creado, de forma que finalmente se alcance el plan divino: "que todo —y no sólo la Iglesia— tenga a Cristo por cabeza" (Efesios 1,10). La dimensión eclesial de la capitalidad de Cristo ya era conocida por Colosenses 1,18; ahora se confirma con mayor énfasis. La Iglesia, cuerpo de Cristo, debe hacerse coextensiva al mundo creado en y por Cristo, a fin de que Cristo pueda recapitularlo todo, llenándolo de su plenitud. El cristocentrismo absoluto del plan eterno de Dios sobre la creación se evidencia en la constante repetición de la expresión "en él" (Cristo), que se convierte en "el centro unitario de la entera eulogia". El significado de la preposición "en" es fluido, como en el himno de Colosenses: Cristo es la causa ejemplar de la creación, pero es también el espacio ("el lugar trascendental") en donde Dios elige, predestina, salva y consuma a sus criaturas. Cristo es la mediación universal y exclusiva de toda la actividad divina ad extra, tanto en su comienzo como en su ejecución histórica y en su término. Debido a esta determinación cristocéntrica, se habla en Efesios 1,9 de la revelación del "misterio" por antonomasia: siendo Cristo el destino irrevocable de todo, él es también el misterio descifrado de todo.

Potencial Liberador de la Fe Cristiana en la Creación

Con Cristo, la creación ha entrado en su última fase; el éschaton hace su irrupción en la historia y el mundo comienza a ser "nueva creación" (kainé ktísis: 2 Corintios 5,17; Gálatas 6,15). Pablo prolonga la obra desmitificadora iniciada por Jesús: al igual que éste, el apóstol deroga las prohibiciones rabínicas sobre ciertos alimentos, insistiendo en la bondad radical de todas las criaturas ("nada hay de suyo impuro"; "todo es puro"; "comed todo lo que se venda en el mercado sin plantearos cuestiones de conciencia": Romanos 14,14.20; 1 Corintios 10,25.30). Contra ellos, el autor de la carta se ve obligado a recordar que "todo lo que Dios ha creado es bueno y no se ha de rechazar ningún alimento que se coma con acción de gracias". Con mayor energía aún se condena la veneración idolátrica de "los principios del mundo" enumerados en el himno de Colosenses.

Creación y Salvación en Cristo

La fe en la creación no impone una determinada imagen física del mundo. El Nuevo Testamento concentra cristológicamente todos los asertos relacionados con la creación.

Un rasgo invariante de la fe en la creación es el optimismo en la comprensión del mundo. Desde Génesis 1 hasta Juan 1 y Efesios 1,9, la doctrina de la creación irradia confianza en la realidad. El prólogo del cuarto evangelio no oculta el drama del Logos, que no es reconocido por sus criaturas. Sin embargo, este problema no eclipsa la bondad radical de la realidad. El mal no puede ser el núcleo central de lo real. La creación se justifica en la nueva creación. El éschaton será la justificación de Dios y del mundo. Cristo es el fin de la creación y promete una victoria sobre el mal.

La Escritura estipula que el orden de la naturaleza está llamado a desembocar en el orden de "la gracia y la verdad". La fe en la creación es optimista porque incluye la esperanza en la consumación. La idea bíblica de creación se refiere al pasado, presente y futuro. Nada puede separar al cristiano del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, como se expresa en Romanos 8,35-39.

Fe en la Creación y Praxis Cristiana

La unidad en Cristo de la creación y la salvación es éticamente operativa. La transcendencia teológica de la dimensión cósmica de Cristo tiene repercusiones en la praxis. Bonhoeffer sugiere que la realidad de Dios y del mundo se encuentra en Jesucristo. No se puede hablar correctamente de Dios ni del mundo sin hablar de Jesucristo. Se supera la alternativa "o Cristo o el mundo". La realidad de Cristo abarca la realidad del mundo. El mundo no tiene una realidad propia independiente de la revelación de Dios en Cristo.

Teilhard escribe sobre la reconciliación de Dios y del Mundo en Cristo. Cristo es el punto omega de la realidad mundana en evolución y de la realidad divina de la salvación y la gracia.

Reflexiones Teológicas sobre el Progreso

Humano

Un texto menciona la idea de que en "El, Plenitud del Universo", todo se crea porque todo se une, aludiendo a una manifestación de Cristo en el corazón de cada ser que progresa, según la comprensión de las palabras de San Juan y San Pablo.

Perspectiva de J. Alfaro

El teólogo J. Alfaro basa sus reflexiones sobre el progreso humano en Efesios 1,9-10 y Colosenses 1,15-20. De su análisis, Alfaro deduce varios puntos clave:

La creación del universo y la acción humana sobre el mundo se integran en la alianza salvífica de Dios con la humanidad. Cristo, como mediador de la nueva alianza, es el centro que sustenta y finaliza toda la creación, la humanidad y su historia. El hombre, y el mundo a través de él, está llamado por el Espíritu de Cristo a alcanzar su plenitud escatológica, participando en la gloria de Cristo en la totalidad de su ser corpóreo-espiritual.

La Relevancia Cósmica de Cristo

La función creadora, sustentadora y finalizadora de Cristo en todo lo creado constituye un fundamento sólido para una teología de la historia y del progreso humano. Esta perspectiva orienta el sentido de la práctica histórica, social y política de los cristianos. Se argumenta que los cristianos no deben ser hombres "del eterno conflicto" (Bonhoeffer) ni sentirse divididos entre "la fe divina" y "la pasión terrestre" (Teilhard). Se afirma que Cristo ha hecho realidad el sueño de "la reconciliación de todas las cosas, las de la tierra y las del cielo" (Colosenses 1,20).