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Este libro vio la luz a través de unos diálogos que tuvieron lugar en distintos países con personas de todas las sendas de la vida y, especialmente, a través de unas estimulantes conversaciones que sostuve con Emma Edwards. Estastocaron a menudo la frontera de lo inexpresable. Le estoy profundamente agradecido a ella por poner por escrito lo que no es fácil escribir, la formulación más próxima a aquello que está más allá de las palabras, para que la mente del lector pueda ser avivada y esclarecida. Sólo una mente clara se atreve a entregarse a su Origen, aquello que ha sido y que siempre será. Al escribir esto, me vienen a la mente algunas frases de las Cartas de Platón: “Desde luego que yo no he compuesto obra ninguna con respecto a ello, ni lo haré en el futuro, ya que no hay manera de ponerlo en palabras como sucede con otros estudios.
Tipo: Guías, Proyectos, Investigaciones
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Jean Klein, musicólogo y doctor de Europa Central, pasó su juventud investigando acerca de la esencia de la vida. Tenía la convicción íntima de que había un “principio” independiente de toda sociedad y sintió la apremiante necesidad de explorar esta con- vicción. Su exploración le condujo a la India, donde, a través de un “enfoque directo”, se vio introducido en una dimensión no-mental de la vida. A través de este vivir en completa apertura fue tomado en un momento intemporal, por un súbito y claro desper- tar en su naturaleza real. No fue una experiencia mística, un estado nuevo, sino el conti- nuum de la vida, el no-estado en cuya luz tiene lugar el nacimiento, la muerte y toda experiencia. Desde 1960, ha llevado una vida tranquila enseñando en Europa y recientemente en los Estados Unidos.
Este libro vio la luz a través de unos diálogos que tuvieron lugar en distintos países con personas de todas las sendas de la vida y, especialmente, a través de unas estimulan- tes conversaciones que sostuve con Emma Edwards. Estas tocaron a menudo la frontera de lo inexpresable. Le estoy profundamente agradecido a ella por poner por escrito lo que no es fácil escribir, la formulación más próxima a aquello que está más allá de las palabras, para que la mente del lector pueda ser avivada y esclarecida. Sólo una mente clara se atreve a entregarse a su Origen, aquello que ha sido y que siempre será. Al escribir esto, me vienen a la mente algunas frases de las Cartas de Platón: “Desde luego que yo no he compuesto obra ninguna con respecto a ello, ni lo haré en el futuro, ya que no hay manera de ponerlo en palabras como sucede con otros estu- dios. La familiarización con ello debe venir más bien tras un largo período de atención a la enseñanza en el tema en sí y de íntima convivencia, cuando de repente, como un fue- go encendido por una chispa saltarina, ello se despierta en el alma y en un instante se convierte en algo vivo por sí mismo”.
Jean Klein
nos incita a explorar en todo momento. La pregunta está siempre ahí, subyaciendo a nuestras actividades compensatorias. Una vez hemos aceptado el desafío de la vida, necesitamos saber cómo formular la pregunta para que ésta tenga poder, pueda ser eficaz y no nos decepcione. Debemos convencernos de que la pregunta nos llevará hasta la respuesta. Nuestros cuestionamientos deben de servir para algo. Para llegar a una auto-investigación verdadera hemos de tener claro cómo difiere ésta de otros tipos de investigación. Nuestras preguntas de cada día presuponen, natu- ralmente, que las respuestas van a significar algo para nosotros, que estarán relacionadas con nuestra experiencia, con nuestra memoria. Estas preguntas suponen un centro de referencia, un “yo” que pueda comparar e interpretar. La presunción de una respuesta al nivel de la pregunta es perfectamente válida en el mundo de referencia donde la compa- ración y la memoria son herramientas esenciales. Así es como nos comunicamos ver- balmente. Pero, cuando preguntamos “¿Quién soy yo?” estamos cuestionando este cen- tro de referencia, cuestionando al cuestionador y, obviamente, lo que en cuestión se halla no puede dar una respuesta. En este terreno de investigación, la memoria no des- empeña papel alguno, ya que, ¿qué hay que se pueda comparar con el yo o con la Vida? No podemos salirnos de ellos. Somos ellos. De este modo nos vemos conducidos a una parada sin tener a dónde ir. Sencillamente no sabemos. Es posible pasarse toda la vida suspendido aquí, en los límites del concepto donde se encontró el propio Kant pero, lo que para el filósofo es el final de la investigación, para el buscador de la verdad es tan sólo el comienzo. Porque éste es el momento en que, guiado por un presentimiento de la respuesta, uno pasa de la investigación espiritual a lo que podría llamarse la búsqueda sagrada, que es la respuesta. La verdadera búsqueda comienza cuando este no saber deja de ser un concepto agnóstico y se convierte en una experiencia viva. Esto ocurre de repente, cuando el cese de los esfuerzos mentales se deja sentir realmente a todos los niveles, es decir, cuando se convierte en una percepción inmediata en vez de una mera cognición. Cuando el es- tado de “no sé” es aceptado como un hecho, toda la energía que hasta ese momento era dirigida hacia “fuera” en su búsqueda de una respuesta, o hacia “dentro” en su búsqueda de interpretación, queda ahora liberada de toda proyección y conservada. En otras pala- bras, la atención ya no se dirige hacia el aspecto objetivo sino que regresa para descan- sar en su multidimensionalidad orgánica. Esto se manifiesta como una súbita orienta- ción, un desplazamiento en el eje de la existencia de uno, el fin de la búsqueda de res- puestas fuera de la pregunta misma. El permitir que se explore plenamente el no-saber introduce al investigador en un reino nuevo. Es una nueva manera de vivir. Es un estado
de expansión a todos los niveles, una apertura a lo desconocido y, de este modo, al todo- es-posible. Nada hay de introvertido o místico en vivir en apertura, en una alerta no-dirigida. Las herramientas de la existencia, la memoria y el “yo”, vienen y van según se necesita, pero la presencia en la que vienen y van permanece. La desaparición del centro de refe- rencia ya no significa inconsciencia, un estado en blanco, una muerte. Existe el continuo de consciencia, la Vida, en la que todos los fenómenos aparecen y desaparecen. Sólo en esto hay seguridad y realización absolutas. De ahora en adelante los residuos de formu- lación, de subjetividad, se hacen más económicos, alimentados por nada que se halle fuera de la pregunta misma hasta que los residuos de la Pregunta Viva se disuelven en la Respuesta Viva. Las siguientes páginas han sido recogidas de charlas públicas y conversaciones pri- vadas con Jean Klein en Europa y los Estados Unidos. Se han agrupado libremente para que los distintos aspectos puedan ser resaltados y explorados en profundidad, pero el principio sigue siendo el mismo a lo largo de todas ellas. Dicho principio no es una idea, ni una síntesis de opuestos, ni una especie de monismo —todos los cuales son concep- tos. Tampoco es un estado de ninguna clase, un sentimiento místico de unión, un éxtasis o una negación del mundo. Es, más bien, el no-estado intemporal en el que todos los estados afloran y se disuelven. Es el continuo en actividad y no-actividad. Es la Vida misma, nuestro ser natural. En este libro diferentes palabras, tales como consciencia, belleza, totalidad, silencio, sujeto último, Dios, conciencia global, meditación, terreno propio, fondo, quietud, verdad y otras más, no son, todas ellas, sino distintas formas de denominar, en diferentes contextos verbales, el mismo principio que todo lo abarca. Una vez se ha visto el principio, el lector no debe vacilar ni permanecer pasivo, sino experi- mentar trasponiéndolo a todas las áreas de la vida. El contenido real de dichas palabras es entendimiento vivo. El verdadero poema viene tras la lectura.
E. E.
P. En el hecho de mirar a algo hay ya una relación de espacio, ¿no es así? Yo no puedo ver realmente algo si estoy justo dentro de ello. R. Exactamente. Observa que sólo te conoces a ti mismo en constante producir, en memoria. Haces esto para la supervivencia de la imagen del yo. Pon fin a toda proyec- ción y permanece en una alerta receptiva. Es un estado pasivo-activo. En momentos libres de producción, hay apariciones espontáneas que finalmente reconocerás como tu ser, tu totalidad, tu presencia. Primero reconoces la quietud y, después, tú eres ella. Te sientes como algo autónomo, es decir, no identificado con lo que te rodea. Y entonces es posible la relación verdadera.
¿Hay relación en la unidad?
Ser humano es estar relacionado. Como seres humanos, vivimos en relación con los elementos, el sol, la luna, las piedras de la tierra y todos los seres vivos. Pero, ¿qué sig- nifica “estar relacionado”, “vivir en relación con”? Cuando utilizamos esta palabra, que- remos decir por lo general un vínculo de alguna clase entre entidades individuales, obje- to con objeto o sujeto con objeto. La palabra relación presupone aquí un estar separado, un unir unas fracciones con otras. Esta visión fraccional del estar relacionado es pura- mente conceptual. Es un producto de la mente y no tiene nada que ver con la percepción pura, con la realidad, con lo que es de verdad. Cuando vivimos libres de toda idea y proyección, entramos en contacto real con lo que nos rodea. Hablando desde el punto de vista práctico, por consiguiente, antes de que podamos relacionarnos con nuestro entorno debemos saber relacionarnos con lo que está más cerca de nosotros, el cuerpo, los sentidos y la mente. El único impedimento para la percepción clara de nuestro estado natural es la vigorosa idea de ser un individuo sepa- rado, de vivir en un mundo con otros seres separados. Tenemos una imagen de nosotros mismos. Esta imagen sólo se puede mantener en relación con otras cosas y, de este mo- do, hace objetos de cuanto nos rodea, amigos, hijos, cónyuge, inteligencia, cuenta ban- caria, etc., y entra en lo que ella llama una relación personal con estas proyecciones. La fantasiosa idea de un yo es una contracción, una limitación del ser real en su totalidad. Cuando esta noción muere, encontramos nuestra expansión, quietud y globalidad natu- rales sin periferia ni centro, sin exterior ni interior. Sin la noción de individuo, ya no hay sensación alguna de estar separado y nos sentimos en unidad con todas las cosas. Senti- mos cuanto nos rodea como acontecimientos en irrestringida totalidad. Cuando nuestra pareja o hijos se van de casa o nuestra cuenta bancaria se desploma, es un suceso que tiene lugar en nosotros. La conciencia permanece constante. Todo fenómeno, toda existencia es una expresión dentro de la globalidad y las varie- dades de expresión sólo tienen significado y relación a la luz del todo. Relacionarse es relacionarse con el todo. Puesto que no hay ningún encuentro de fracciones, en el todo no hay ningún otro. Hablando con propiedad, por tanto, en la perfecta relación no hay relación ni dualidad alguna; únicamente hay globalidad. Toda percepción apunta direc-
R. La persona, en realidad, no es más que persona, máscara, pero la palabra ha lle- gado a convertirse en sinónimo de la idea del individuo, entidad separada y continua. La personalidad no es la constante que nosotros imaginamos. En realidad, no es más que una reorquestación temporal de todos nuestros sentidos, imaginación e inteligencia, de acuerdo con cada situación. No hay repetición alguna en la vida y cada reorquestación es única y original como el diseño de un caleidoscopio. El error está en identificarse con la personalidad, en conceptualizarla en la memoria y después tomarnos a nosotros mis- mos por esta colección de imágenes cristalizadas en lugar de dejar que nuestras emocio- nes, percepciones y pensamientos surjan y mueran en nosotros. Estamos en el teatro, viendo nuestra propia obra en escena. El actor está siempre “detrás” de su persona. Pa- rece hallarse completamente perdido en sufrimiento, en ser un héroe, un amante, un pícaro, pero todas estas apariciones tienen lugar en la presencia global. Esta presencia no es una actitud desligada, una posición contempladora. No es una sensación de estar separado, de estar “fuera”. Es la presencia de la totalidad, amor, de donde todo nace. Cuando ninguna situación pide actividad, permanecemos en un vacío de actividad, en esta presencia.
P. Cuando ya no te identificas con la persona, ¿cómo afecta esto a la vida? R. Lo primero que notas es cuánto más ricas y profundas son tus percepciones. La comunicación se vuelve mucho más variada. Generalmente, seguimos unos modelos fijos de comunicación pero, cuando vivimos en apertura, aflora una gran sensibilidad, una sensibilidad con la que nunca soñamos. Cuando contemplamos lo que nos rodea desde la totalidad, nuestra estructura entera cobra vida. Ya no oímos la música sólo con los oídos. Cuando los oídos dejan de captar el sonido para sí mismos, sentimos la música con todo nuestro cuerpo, el color, la for- ma, la vibración. Ya no pertenece a un órgano específico. Pertenece a todo nuestro ser. Esto crea una profunda humildad e inocencia. La humildad es la única comunicación verdadera posible. Uno vive entonces en una dimensión completamente nueva. Vivir con una persona- lidad es vivir restringido. ¡No vivas restringido! Deja que la personalidad viva en ti. Vivir en el entorno sin separación es de una gran belleza.
P. ¿Podría hablar más sobre la humildad en las relaciones humanas? R. La humildad no es algo que uno pueda llevar como un atuendo. ¡No tiene nada que ver con cabezas agachadas y miradas esquivas! Es el resultado de la reabsorción de la individualidad en el ser, en la quietud. Resulta del fin de toda agitación. En estar aten- to y alerta, hay humildad. Es receptividad, apertura a todo cuanto la vida trae. Allí don-
de no hay memoria psicológica ni acumulación de conocimiento, hay inocencia. Inocen- cia es humildad. En situaciones íntimas o problemáticas, cada uno debe hablar con humildad de cómo se siente. Es simplemente una declaración de hechos, sin justificación ni interpretación alguna. No debemos buscar una conclusión. Si dejamos a la situación completamente libre de evaluación, juicio y apremio por llegar a una conclusión, aparecen muchas co- sas que no pertenecen a nuestra memoria. La humildad surge cuando no hay referencia alguna a un “yo”. Este vacío es el fac- tor curativo en cualquier situación. Heidegger dice: “Permanece abierto a la apertura.” Permanece abierto a la no-conclusión. En esta apertura, la situación ofrece su propia solución, y abiertos la recibimos. A menudo, cuando la solución aparece, la mente entra y disputa con ella, la pone en duda.
P. El ofrecer, el amor, ¿está presente incluso cuando alguien está siendo extrema- damente negativo? R. Dado que tú permaneces siempre receptivo, todo aparece como un regalo y apun- ta a tu naturaleza real. Lo importante no es lo que apunta, sino la actitud receptora. En la receptividad, todos los objetos se desvelan y se trasmutan en amor. Cuando alguien está siendo negativo y tú no estás dando pie a su negatividad, puede que él de pronto vuelva en sí. Es como si él estirase la mano para agarrar una manilla de puerta que él tiene la seguridad de que está allí y, al no encontrarla en ese sitio, toma súbitamente conciencia de su mano vacía. Entonces la situación ya no depende de una imagen. Depende de la observación misma.
P. ¿Cuál es la base para nuestra elección de amigos antes de haber alcanzado el punto de hallarse libre del ego? R. No se pueden buscar los amigos. Ellos vienen a ti. El fondo de todo encuentro es el momento en que no hay nada que decir. Ahí hay un sentimiento sin emotividad. Si este fondo no está presente de una forma viva, puedes estar seguro de que sólo está cubierto de palabras, proyecciones e imágenes. Una mujer o un hombre no existen en sí mismo o en sí misma. Aparecen en este fondo ocasionalmente. Es sólo en esta au- sencia de expectativa donde las calidades de hombre y mujer pueden aparecer sin clichés y repeticiones. Entre dos personas, por lo general, hay muy poco encuentro real. Lo único que hay es una conjunción de dos modelos. Esto causa conflicto y aburrimien- to. Tus vecinos y amigos tienen ideas acerca de ti. No te dejes engañar por estas ideas ni, a su vez, tengas tú ideas acerca de ellos. No apreses a las personas en tu memoria.
inmoral porque lo que hoy puede ser moral en una situación tal vez no sea apropiado mañana. La moralidad codificada acepta la repetición. Cuando cada momento trae su propio entendimiento moral y su modo de actuar, hay una plasticidad interior de mente y cuerpo. En tanto te apliques a ti mismo una identidad personal, estarás motivada por la seguridad y la compensación y no habrá un adecuado vivir en el momento. Esta es la condición de la gente, hoy en día. Vivimos en una sociedad lisiada donde no hay madu- rez ni maduración. A esto se debe, en cierto modo, el que la moralidad codificada impi- da que la sociedad se desmorone por completo. Cuando damos a nuestros hijos una con- ducta codificada como muleta, debe ser por tanto con la firme convicción de que un día ellos serán capaces de actuar inteligentemente.
P. Has dicho que el comportamiento entre amantes es un arte. ¿Quiere decir esto que toda expresión sexual es estética? R. Cuando todo aparece en amor y desaparece en amor, cuando todo es expresión de amor, ¿por qué vivir en restricción? No hay ni hombre ni mujer presentes, sólo hay amor. Este amor no condicionado puede trasponerse al nivel biológico, pero lo que se llama sexualidad no existe para mí. Cuando solamente hay un acto biológico o algún sentimiento temporal, a menudo viene después una sensación de perder algo. Esto pro- voca una reacción psicológica de aversión o indiferencia de la que uno puede no ser consciente. Puede que sólo sean conscientes de que han perdido interés el uno en el otro. En una relación principalmente basada en la biología los seres están separados. Pero, en el momento en que la función biológica es una extensión de vivir en unidad, ya no hay sentimiento de separación. El gozo de la unidad es verdadero amor y nunca pierde su atracción. En la expresión de amor, todo es moral. Uno es poeta, artista, músico. Celebra con todo su ser.
P. Parece que, cuando yo vivo de momento a momento, esto inevitablemente trae in- timidad en muchas relaciones, sin ninguna comparación ni nada realmente problemáti- co. Sin duda me enamoro con bastante facilidad y siempre he estado convencido de que ésta es sencillamente mi forma de ser. R. Estás viviendo para el momento, pero no en él. Todavía te identificas completa- mente con las distintas imágenes de la película, todavía vives en el devenir, en expe- riencias y en aventuras. Lo que tú llamas “enamorarse” es apego a un estado. No hay emoción real en ello, nada nuevo. Es seguridad por la imagen de ti mismo como hombre o como amante. ¿Por qué limitarte a ti mismo a una imagen? Observa que la luz que ilumina la película no está en sí coloreada.
En las relaciones de una personalidad con otra, de una imagen con otra, sólo hay conformidad, explotación y exigencias. Hay compulsión y violencia. En la intimidad suprema hay sensibilidad y un gran sentido de la belleza y elegancia. La relación corporal es una manifestación física coro- nadora de la unidad de un estado espiritual. Pero, para que la relación corporal se eleve a estas alturas, debe surgir como una emanación espontáneamente entre dos amantes que viven en verdadera unidad.
P. Pero yo me siento en armonía con muchas personas y siento una llamada natural en mí a expresar este sentimiento en el plano físico. Puedo ir de un amor a otro con completa facilidad. R. Tu cuerpo ha sido mal utilizado y ha llegado a estar completamente condiciona- do. Este comportamiento es un modelo mental en el que la discriminación se ha visto sistemáticamente reprimida. Sin este modelo, el cuerpo se halla completamente libre y aflora una sensibilidad madura en la que una discriminación selectiva entra en juego.
P. Entonces, cuando tú dices que el amor no es exclusivo, ¿no tiene nada que ver con las relaciones íntimas? R. El amor pertenece a todos. No necesitas confirmarlo en el plano físico con todos.
P. Anteriormente dijiste que la verdadera amistad es el silencio que reina cuando ya no queda nada que decir. ¿Podrías hablar mas acerca de esto? R. Pongamos que vives con alguien a quien amas de verdad. Puede que haya muchos momentos en que no haya nada que sentir ni nada que pensar. En que sólo hay un estar juntos. A menudo se siente esto con parejas que llevan juntas mucho tiempo. Cuando vives con un hombre o una mujer, llega un momento en que el uno lo sabe todo acerca del pasado del otro y ya no queda nada que decir. Pero los intervalos están llenos, no vacíos, y la comodidad completa en los intervalos es el fondo de toda relación. Entonces es hermoso estar juntos. Todo emana de este silencio y vuelve a disolverse en él.
P. Y, como padre, ¿hay alguna manera de educar a los hijos a no identificarse con la personalidad? R. Hasta cierta edad, el niño mira constantemente a través de ti para apropiarse de sí mismo en el mundo. Así que debes ser libre y es tu libertad la que constituye la ense- ñanza. El modo en que se comportan los padres es muy importante. Hay tantas cosas que no se pueden decir, sino sólo demostrar en el vivir… Desde luego, hay autoridad en
P. Encuentro que me preocupo mucho por el dinero. ¿Está esto justificado? R. No eres el dueño de lo que tienes. Eres el administrador. Cuando uno es adminis- trador y no dueño se comporta de un modo completamente diferente porque está libre de él. Lo utiliza distintamente de acuerdo con la situación y no con propósito de acumula- ción. ¡Gasta el dinero con elegancia!
P. ¿Cómo podemos saber cuánto necesitamos? Yo tengo familia y tiendo a preocu- parme por el futuro. R. Cuando llegas a conocerte a ti mismo llegas a una jerarquía de valores. Dado que ya no pones énfasis en el fenómeno, utilizas el mundo de un modo completamente dis- tinto. No te asocies con una sociedad competitiva y productiva que constantemente crea necesidades y nuevos elementos para la supervivencia. Nuestra sociedad está atada al consumismo. Es una creación completamente artificial. ¡No emplees demasiado tiempo trabajando para acumular dinero! Deberías ser capaz de trabajar tres o cuatro días a la semana o disponer de medio día para vivir la belleza. Cuando uno tiene familia, el presente tiene cierta extensión. Hasta dónde llega, sólo tú lo sabes, ¡pero no vivas en el futuro!
P. Anteriormente hablamos de cómo afrontar la ira cuando es una reacción psicoló- gica, un estado emocional. ¿Puede la cólera estar nunca libre de reacción? R. Sí. Existe una cólera divina, pero entonces ya no se trata de verdadera cólera. Es una especia de actividad que no está relacionada con ninguna imagen de sí mismo. Es el surgir de la totalidad en un gesto de la rectitud de función. Desde fuera puede parecer cólera, pero no es cólera. Está completamente libre de reacción y no deja residuo algu- no. En el momento en que la situación ha transcurrido, se disuelve por completo.
P. ¿Puede esta acción impersonal verse alguna vez envuelta en disputas? R. En el momento en que el entorno biológico de uno —es decir, cuerpo, familia, sustento y cobijo— están en peligro, surge una acción espontánea. Esta brota del deseo de proteger, de la supervivencia biológica que está libre de puntos de vista fraccionarios y de la idea de un “yo” que mantener. La acción está, por consiguiente, integrada en una visión global y es apropiada al momento. No dura más que la situación, de este modo vuelve a disolverse en la quietud y totalidad de las que surgió.
P. ¿Qué hay de la acción en guerras de gran escala? R. La anticipación colectiva es siempre psicológica, la defensa de ideas. Una socie- dad que jamás actúe anticipatoriamente, sobre la idea, nunca será agresiva. El modo de
comportarse en la guerra depende del momento en sí. Debe haber dignidad en la defen- sa. La acción libre de reacción brota de la inteligencia. Nos hemos centrado tan sólo en una manera de resolver conflictos: la aniquilación física. No se puede decir de antemano qué modo es el más adecuado. ¡Cuando vives libre de toda motivación egoísta tus capa- cidades son sorprendentemente variadas!.
P. ¿Así que puede haber ocasiones en que es correcto luchar con medios pasivos? R. Uno actúa de acuerdo con el momento, libre de ideas psicológicas y políticas pre- determinadas. Entonces hay presencia en la situación, y sólo en esta presencia puede funcionar la inteligencia. Tener un ideal de pasividad en todas las situaciones no es en absoluto más inteligente que tener un ideal de agresividad. Todos los medios deben hallarse a tu disposición. No puedes verte encadenado por ideales. Puede haber ocasio- nes en que invitar al agresor a tu casa y ofrecerle una comida sea la forma correcta de actuar. Pero no existe pasividad, como tal. Sólo hay actuación. No actuar también es actuar.
P. ¿Qué piensas del nacionalismo? R. La supervivencia biológica incluye la comunidad, la lengua, los rituales, costum- bres, etc. La cultura es una extensión del individuo por lo que, en cierto sentido, la pro- funda necesidad de proteger la cultura es parte de la supervivencia biológica. Pero el nacionalismo está basado en un idealismo. Es una abstracción, una invención. Es impo- sible que la supervivencia biológica pueda por sí sola conducir a una guerra a gran esca- la. Los límites de la supervivencia psicológica, por otro lado, son menos definidos. La supervivencia psicológica arranca de la mente y llegará allí hasta donde llegue la mente.
P. Dices que debemos estar libres de ideales. ¿Cual piensas tú que es la función del idealismo? R. El idealismo es un instrumento de la sociedad para organizar a los diversos indi- viduos y pequeñas agrupaciones de individuos que naturalmente constituyen una cultura en una colectividad más amplia y más homogénea. Todo idealismo, hasta el más espiri- tual, se basa en un modo de pensar y un devenir calculativos. La guerra pertenece natu- ralmente al proceso de devenir, a la comparación y la aspiración. Es devenir para la hipotética supervivencia de la persona cuando, de hecho, no hay persona. Los ideales pueden llevarte a la guerra pero, en el momento de luchar, ¿dónde están los ideales?
P. ¿Qué es lo mejor que puedo hacer para aportar paz al mundo?