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Patrones de Dominación Externa en América Latina: Un Análisis Histórico y Sociológico, Monografías, Ensayos de Sociología Contemporánea

Este documento explora los patrones de dominación externa que han afectado a américa latina desde la época colonial hasta la actualidad. Se analizan las diferentes fases y formas de dominación, desde el antiguo sistema colonial hasta el imperialismo moderno, y se destaca la influencia de la revolución industrial y la expansión de las grandes empresas corporativas. El documento también aborda la persistencia de la dependencia económica y la integración heterónoma de américa latina en el mercado mundial.

Tipo: Monografías, Ensayos

2023/2024

Subido el 08/02/2025

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PATRONES DE DOMINACIÓN EXTERNA EN AMÉRICA LATINA1
A semejanza de otras naciones de las Américas, las latinoamericanas son producto de la “expansión
de la civilización occidental”, es decir, de un tipo moderno de colonialismo organizado y sistemático.
Este colonialismo se inició con la “Conquista” —española y portuguesa— y adquirió una forma más
compleja después de la emancipación nacional de aquellos países. La razón de esa persistencia es la
evolución del capitalismo y la incapacidad que tienen los países latinoamericanos de impedir su
incorporación dependiente al espacio económico, cultural y político de las sucesivas naciones
capitalistas hegemónicas. Antes que nada, el capitalismo se transformó, a través de la historia, en
virtud de una velocidad demasiado acelerada para las potencialidades históricas de los países
latinoamericanos. Cuando una determinada forma de organización capitalista de la economía y de la
sociedad era absorbida, ello ocurría como consecuencia de un cambio de la naturaleza del
capitalismo en Europa. Por otro lado, una organización aristocrática, oligárquica o plutocrática de la
sociedad siempre ha concentrado extremadamente la riqueza, el prestigio social y el poder en
algunos estratos privilegiados. En consecuencia, la institucionalización política del poder ha sido
realizada con la exclusión permanente del pueblo y el sacrificio consciente de un estilo democrático
de vida. La integración nacional, como fuente de transformaciones revolucionarias y de desarrollo
económico, sociocultural y político, se volvió imposible. Los intereses particulares de las capas
privilegiadas, en todas las situaciones, podían ser tratados fácilmente como “los intereses supremos
de la Nación”, estableciendo una conexión estructural interna para las peores manipulaciones del
exterior. La presente discusión no pretende describir todos los aspectos de la dominación externa ni
cómo fue o es mantenida socialmente.
América Latina se enfrenta a dos grandes problemas. El primero es la nueva forma de imperialismo y
su difusión bajo la hegemonía de una superpotencia capitalista, los Estados Unidos. El otro consiste
en cómo enfrentar el imperialismo en la época de las grandes empresas corporativas y de la
dominación implacable por parte de una nación americana, dadas las debilidades económicas,
socioculturales y políticas predominantes, incluso en los países más avanzados de la región.
Ambas cuestiones implican una discusión preliminar del tema general, ya que la docilidad de los
intereses privados latinoamericanos con relación al control externo no constituye tan sólo una
estratagema económica, sino que se trata de un componente dinámico de una tradición colonial de
servilismo, basado en fines económicos, aunque también en la ceguera nacional, hasta cierto punto
estimulada y controlada desde afuera.
FASES Y FORMAS DE LA DOMINACIÓN EXTERNA
El sistema básico de colonización y de dominación externas, experimentado por casi todas las
naciones latinoamericanas durante por lo menos tres siglos, fue construido de acuerdo con los
requisitos económicos, culturales y políticos del denominado “antiguo sistema colonial”. En términos
jurídicos, la legitimidad de dominación tenía un doble fundamento: uno legal y uno político. Los
colonizadores eran sometidos a la voluntad y al poder de las Coronas de España y Portugal, a las
cuales les debían, como vasallos, obediencia y lealtad. Esa identidad de intereses, de las Coronas y
de los colonizadores, sufrió varias rupturas. No obstante, permitió tanto el endoso de los intereses
de los colonizadores por las Coronas como, inversamente, una orientación de valores según la cual
los colonizadores actuaban en beneficio de los intereses de las Coronas. En términos sociológicos,
los fundamentos legales y políticos de tal dominación colonial exigían un orden social en el cual los
intereses de las Coronas y de los colonizadores pudieran ser institucionalmente preservados,
incrementados y reforzados, sin otras consideraciones. Ello se pudo lograr mediante la
trasplantación de los patrones ibéricos de estructura social, adaptados a los trabajos forzados de los
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PATRONES DE DOMINACIÓN EXTERNA EN AMÉRICA LATINA A semejanza de otras naciones de las Américas, las latinoamericanas son producto de la “expansión de la civilización occidental”, es decir, de un tipo moderno de colonialismo organizado y sistemático. Este colonialismo se inició con la “Conquista” —española y portuguesa— y adquirió una forma más compleja después de la emancipación nacional de aquellos países. La razón de esa persistencia es la evolución del capitalismo y la incapacidad que tienen los países latinoamericanos de impedir su incorporación dependiente al espacio económico, cultural y político de las sucesivas naciones capitalistas hegemónicas. Antes que nada, el capitalismo se transformó, a través de la historia, en virtud de una velocidad demasiado acelerada para las potencialidades históricas de los países latinoamericanos. Cuando una determinada forma de organización capitalista de la economía y de la sociedad era absorbida, ello ocurría como consecuencia de un cambio de la naturaleza del capitalismo en Europa. Por otro lado, una organización aristocrática, oligárquica o plutocrática de la sociedad siempre ha concentrado extremadamente la riqueza, el prestigio social y el poder en algunos estratos privilegiados. En consecuencia, la institucionalización política del poder ha sido realizada con la exclusión permanente del pueblo y el sacrificio consciente de un estilo democrático de vida. La integración nacional, como fuente de transformaciones revolucionarias y de desarrollo económico, sociocultural y político, se volvió imposible. Los intereses particulares de las capas privilegiadas, en todas las situaciones, podían ser tratados fácilmente como “los intereses supremos de la Nación”, estableciendo una conexión estructural interna para las peores manipulaciones del exterior. La presente discusión no pretende describir todos los aspectos de la dominación externa ni cómo fue o es mantenida socialmente. América Latina se enfrenta a dos grandes problemas. El primero es la nueva forma de imperialismo y su difusión bajo la hegemonía de una superpotencia capitalista, los Estados Unidos. El otro consiste en cómo enfrentar el imperialismo en la época de las grandes empresas corporativas y de la dominación implacable por parte de una nación americana, dadas las debilidades económicas, socioculturales y políticas predominantes, incluso en los países más avanzados de la región. Ambas cuestiones implican una discusión preliminar del tema general, ya que la docilidad de los intereses privados latinoamericanos con relación al control externo no constituye tan sólo una estratagema económica, sino que se trata de un componente dinámico de una tradición colonial de servilismo, basado en fines económicos, aunque también en la ceguera nacional, hasta cierto punto estimulada y controlada desde afuera. FASES Y FORMAS DE LA DOMINACIÓN EXTERNA El sistema básico de colonización y de dominación externas, experimentado por casi todas las naciones latinoamericanas durante por lo menos tres siglos, fue construido de acuerdo con los requisitos económicos, culturales y políticos del denominado “antiguo sistema colonial”. En términos jurídicos, la legitimidad de dominación tenía un doble fundamento: uno legal y uno político. Los colonizadores eran sometidos a la voluntad y al poder de las Coronas de España y Portugal, a las cuales les debían, como vasallos, obediencia y lealtad. Esa identidad de intereses, de las Coronas y de los colonizadores, sufrió varias rupturas. No obstante, permitió tanto el endoso de los intereses de los colonizadores por las Coronas como, inversamente, una orientación de valores según la cual los colonizadores actuaban en beneficio de los intereses de las Coronas. En términos sociológicos, los fundamentos legales y políticos de tal dominación colonial exigían un orden social en el cual los intereses de las Coronas y de los colonizadores pudieran ser institucionalmente preservados, incrementados y reforzados, sin otras consideraciones. Ello se pudo lograr mediante la trasplantación de los patrones ibéricos de estructura social, adaptados a los trabajos forzados de los

nativos o a la esclavitud (de nativos, africanos o mestizos). De esta manera, una combinación de estamentos y castas produjo una auténtica sociedad colonial, en la cual sólo los colonizadores eran capaces de participar de las estructuras existentes de poder y de transmitir su posición social a través del linaje “europeo”. Sin embargo, la estratificación resultante tenía una gran flexibilidad El tercer tipo de dominación externa apareció como consecuencia de la reorganización de la economía mundial, provocada por la Revolución Industrial en Europa. En realidad, el neocolonialismo antes mencionado tuvo una función importante en la dinamización de la Revolución Industrial. El mismo fue una fuente (a través del “comercio triangular”) de acumulación de capital en los países europeos, principalmente en Inglaterra, y originó diversos mercados nacionales en crecimiento puestos bajo reserva, vitales para el desarrollo del capitalismo industrial. No obstante, la transformación del capitalismo en Europa provocó nuevas formas de articulación de las economías capitalistas centrales. Las nuevas tendencias emergieron gradualmente, aunque los cambios en los patrones existentes de dominación externa se hicieron evidentes después de la cuarta o quinta década del siglo XIX y se convirtieron en una realidad inexorable en las últimas cuatro décadas de aquel siglo. Las influencias externas llegaron a todas las esferas de la economía, de la sociedad y de la cultura, no sólo a través de mecanismos indirectos del mercado mundial, sino también de la incorporación masiva y directa de algunas fases de los procesos básicos de crecimiento económico y de desarrollo sociocultural. De esta manera, la dominación externa se volvió imperialista y el capitalismo dependiente surgió como una realidad histórica en América Latina. Este proceso es, a veces, descrito de forma idílica. Algunos contrastes entre el período de predominancia europea, hasta la Gran Depresión (1929), y la situación actual son tan impresionantes que las condiciones anteriores de financiación y de control externo han sido encaradas como favorables para los países de América Latina. Sin embargo, la llamada “edad de oro lo fue únicamente para los países europeos, y hasta cierto punto para los Estados Unidos. Inglaterra, por ejemplo, convertía todos los posibles cambios económicos, sociales y culturales en puros negocios —las actividades de los Estados nacionales en la construcción de una infraestructura económica, la especulación inmobiliaria en áreas rurales y urbanas, la diferenciación o la expansión de los sistemas de comercio, de producción, de transporte, de trabajo, de salud, de educación, etc. El control financiero de las emergentes economías satélites se hizo tan complejo y profundo que el esquema exportaciónimportación fue Re fusionado para incluir la “integración” del comercio interno, la “protección” de los intereses rurales o de la modernización de la producción rural, la “introducción” de las industrias de bienes de consumo, la “intensificación” de las operaciones bancarias, etc. En síntesis, las economías dependientes fueron transformadas en mercadería, negociables a distancia, bajo condiciones seguras y extremadamente lucrativas. El lado negativo de este patrón de dominación imperialista aparece claramente en dos niveles. Primero, en el condicionamiento y refuerzo externos de las estructuras económicas arcaicas, necesarias para la preservación del esquema de exportación- importación, basado en la producción de materias primas y de bienes primarios. Segundo,

iniciaba como un proceso impulsado por los intereses más poderosos y, por lo tanto, controlado desde afuera. La ilusión de una revolución industrial liderada por la burguesía nacional fue destruida junto con los roles económicos, culturales y políticos estratégicos de las elites latinoamericanas que estaban en el poder. Ahora bien, una nueva imagen del capitalismo (¿un neocapitalismo, tal vez?), de la “burguesía nacional” y de la “interdependencia internacional” de las economías capitalistas está siendo reconstruida para justificar la transición actual y para crear la nueva especie de ideología y de utopía burguesas dependientes. Los cuatro tipos de dominación externa fueron caracterizados como una proyección de su background histórico y de su secuencia sociocultural. En esa perspectiva, sólo algunos países, como Argentina, Uruguay, Brasil, México, Chile, etc., conocieron sucesivamente todas las formas de dominación externa. Otros países, como Haití, Bolivia, Honduras, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, República Dominicana, Paraguay, Perú, etc., experimentaron la primera y la segunda formas típicas de dominación externa, transformándose en economías de enclave y versiones 123 modernizadas del antiguo sistema colonial o del neocolonialismo transitorio de comienzos del siglo XIX.6 Por otro lado, los países que alcanzaron las condiciones para absorber los dos tipos de dominación imperialista, solamente alcanzaron las situaciones descritas gracias a un considerable crecimiento económico interno y a la existencia de estructuras de poder nacionales eficientes, ambos utilizados por las burguesías de dichos países para crear una posición competitiva dentro de la economía mundial y de la organización internacional del poder. La incorporación al mercado mundial y a las estructuras internacionales de poder en una posición heterónoma implica una forma peculiar de integración nacional. Ningún país posee una economía homogénea y potencialidades organizadas de desarrollo autosostenido efectivo. La dominación externa, en todas sus formas, produce una especialización general de las naciones como fuentes de excedente económico y de acumulación de capital para las naciones capitalistas avanzadas. Así, las diferentes transiciones de la economía colonial a la economía nacional o de la esclavitud y del capitalismo comercial al capitalismo industrial siempre producen tres realidades estructurales. Primero, la concentración del ingreso, del prestigio social y del poder en los estratos y en las unidades ecológicas o sociales que tienen importancia estratégica para el núcleo hegemónico de dominación externa. Segundo, la coexistencia de estructuras económicas, socioculturales y políticas en diferentes “épocas históricas”, pero interdependientes e igualmente necesarias para la articulación y la expansión de toda la economía, como una base para la explotación externa y para la concentración interna del ingreso, del prestigio social y del poder (lo que implica la existencia permanente de una explotación pre o extra capitalista, descrita por algunos autores como “colonialismo interno”). amplia parte de la población nacional del orden económico, social y político existente, como un requisito estructural y dinámico de la estabilidad y del crecimiento de todo el sistema (esa exclusión variaba, en 1964, de un cuarto a la mitad o a tres cuartos de la población, según los países).8 Es por eso que el desafío latinoamericano no es tanto cómo producir riqueza, sino cómo retenerla y distribuirla para crear, por lo menos, una verdadera economía capitalista moderna

LA SOLEDAD DE AMERICA LATINA El 12 de octubre de 1982, García Márquez recibió el premio nobel de literatura entregado por la Academia Sueca. Para ello preparó un discurso sobre la soledad de América Latina. Las ideas que desarrolló en el discurso aún siguen teniendo vigencia. Más que de la soledad, el discurso trata de la desolación de América Latina, producto de su imposibilidad para salir adelante. Gabriel García menciona la ineficacia de los sistemas de gobierno trasplantados desde Europa a América Latina y la incomprensión general con que se ha juzgado este continente desde el primer mundo. El nobel empieza haciendo alusión a los cronistas de indias, como Antonio Pigafetta y Alvar Núñez Cabeza de Vaca, quienes atribuyeron en sus escritos un carácter mítico a América. Estas impresiones de los cronistas se debían sobre todo a la desmesura y la riqueza que observaron en el paisaje. Pero la desmesura a la americana también se vio en el siglo XX, en particular en las extravagantes dictaduras, las cinco guerras, los diecisiete golpes de estado y los millones de exiliados y desaparecidos. Medir a América con la misma vara con la que Europa se mide a sí misma es imposible. No se puede interpretar una realidad con esquemas ajenos. Este es el mensaje de Gabriel García Márquez quien pregunta a los europeos por qué la originalidad que se aplaude en la literatura se niega en la política. También levanta su voz contra el hecho de que en el contexto de la guerra fría el mundo tenga que repartirse entre los dos dueños del mundo. En una segunda parte habla de la humanidad y de la posibilidad científica de su extinción, se refiere sin duda a la bomba atómica. Se pregunta si no sería mejor que el ser humano en lugar de buscar la destrucción buscara la realización de una utopía en donde nadie pudiera decidir nada por otros y mucho menos su muerte. También hace una apología a la vida humana, que, a pesar de tantas guerras, siempre ha ganado la partida. Termina con una frase alusiva a Cien años de soledad. Afirma que esta utopía mencionada anteriormente sería el lugar donde las estirpes condenadas a la soledad (se refiere a la humanidad entera, pero sin duda sobre todo a Latinoamérica) por fin tendrían una oportunidad sobre la tierra, la misma que en Cien años de soledad se les había negado.