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palabra del pastor uni, Resúmenes de Delincuencia juvenil

palabra del pastor uniminuto ma

Tipo: Resúmenes

2023/2024

Subido el 18/05/2024

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Crear, construir, comprometerse150
Mientras el hombre está creando, está construyendo, está proyectándose profundamente, se
siente feliz y encuentra sentido en la vida y siente que es joven todavía.
Cuando el hombre cesa de crear, cesa de construir, entra en el ámbito sublunar de la
melancolía, de la nostalgia, del hastío.
En El Minuto de Dios hay campos perpetuos para crear, para construir. Siempre tenemos
jardines que mejorar. Siempre tendremos calles para embellecer. Siempre tendremos
campos para sembrar árboles. Siempre tendremos oportunidad de expresar nuestros
proyectos, para participar en la promoción de la comunidad.
Hay algunos que pasan por El Minuto de Dios, como dice el poeta Dante: “Sin gloria ni
pena”. Sin haber participado en nada. Sin haber construido, sin haber embellecido nada.
Otros son los creadores y los constructores de nuestra comunidad: siempre participando,
siempre estando presentes.
En El Minuto de Dios hay campo para todos los gustos, para los deportes, para las flores,
para el aseo, para lo cultural, para lo social, para lo religioso. Nadie puede decir que no
tiene espacio para crear en nuestra comunidad.
No olvidemos que la alegría de la existencia, para un hombre que no sea mediocre, está en
el ámbito de la creación, de la construcción, del compromiso y de la entrega a un proyecto
noble.
150 Número 154, septiembre 1 de 1973
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Crear, construir, comprometerse^150 Mientras el hombre está creando, está construyendo, está proyectándose profundamente, se siente feliz y encuentra sentido en la vida y siente que es joven todavía. Cuando el hombre cesa de crear, cesa de construir, entra en el ámbito sublunar de la melancolía, de la nostalgia, del hastío. En El Minuto de Dios hay campos perpetuos para crear, para construir. Siempre tenemos jardines que mejorar. Siempre tendremos calles para embellecer. Siempre tendremos campos para sembrar árboles. Siempre tendremos oportunidad de expresar nuestros proyectos, para participar en la promoción de la comunidad. Hay algunos que pasan por El Minuto de Dios, como dice el poeta Dante: “Sin gloria ni pena”. Sin haber participado en nada. Sin haber construido, sin haber embellecido nada. Otros son los creadores y los constructores de nuestra comunidad: siempre participando, siempre estando presentes. En El Minuto de Dios hay campo para todos los gustos, para los deportes, para las flores, para el aseo, para lo cultural, para lo social, para lo religioso. Nadie puede decir que no tiene espacio para crear en nuestra comunidad. No olvidemos que la alegría de la existencia, para un hombre que no sea mediocre, está en el ámbito de la creación, de la construcción, del compromiso y de la entrega a un proyecto noble. (^150) Número 154, septiembre 1 de 1973

Participar en la misión de El Minuto de Dios^111 Los habitantes de El Minuto de Dios deben tomar conciencia de que formamos una comunidad dinámica y misionera; que tenemos algo que llevar a otras partes, que tenemos ideales sociales y cristianos que deben ser participados y comunicados a otros. Nuestra comunidad debe ser misionera. Debe enviar mensajeros que lleven un mensaje nuevo y renovado a otras partes. Una comunidad que se estanca sobre sí misma y que no participa sus riquezas es una comunidad que empieza a empeorarse. En la historia, todas las comunidades que se distinguieron eran ante todo participantes, comunicadoras, transmisoras de un ideal. Para presentar grandes ejemplos tenemos a Grecia, a Roma, a Estados Unidos, al Japón, que no pudieron contenerse dentro de sus límites y enviaron emisarios de su ideal a todo el mundo. Hablando en pequeño, dentro de las limitaciones de nuestra ciudad, nosotros tenemos que participar a otros el ideal que estamos viviendo. Por eso jóvenes de El Minuto de Dios salen periódicamente a llevar su mensaje espiritual a otros barrios, a otras regiones. Por eso es importante que se preparen hombres y mujeres de El Minuto de Dios que vayan, también, a llevar el Evangelio y a llevar ideas de transformaciones pacifistas a otras ciudades. Todos debemos colaborar para un fondo misionero, para poder enviar jóvenes y hombres a otras partes, a llevar el mensaje que estamos viviendo. Es necesario que tengamos conciencia de nuestra misión, y los que no puedan participar personalmente de esta faena deben, por lo menos, colaborar para sufragar los gastos que significa enviar jóvenes a las veredas de Colombia a llevar el Evangelio. Todos ustedes deben colaborar económicamente. Ya pasó la época de sólo recibir, de sólo ser testigos de lo que se está haciendo. Es necesario que todos, dentro de lo posible, participen en la misión que El Minuto de Dios debe llevar a otras partes. Unos yendo personalmente, otros colaborando económicamente para formar el fondo misionero. Pueden dirigirse a Samuel Ballesteros, en el despacho parroquial. (^111) Número 111, septiembre 30 de 1972.

La única diferencia social^58 El Minuto de Dios se ha caracterizado siempre por su perfecta limpieza. Hasta hace poco, teníamos la ciudad más limpia y culta de Colombia. Sin embargo, últimamente ha decaído de un modo notable esta tradición de pulcritud. Un extraño fenómeno de desaseo ha penetrado en nosotros. La antigua tradición colombiana de no preocuparnos por nada se ha apoderado de unos cuantos habitantes del barrio, y eso ha afectado poderosamente a toda la comunidad. Debemos reaccionar contra esta situación. Sería profundamente doloroso que uno de los valores principales del barrio decayera, y que nos volviéramos otra montonera sin estímulo, sin sentido de progreso y de solidaridad. Quitando el aseo del barrio El Minuto de Dios, quitando la disciplina, saboteando el esfuerzo de coordinadores y coordinadoras, abandonando las reuniones de los sábados, se borra totalmente del mapa el formidable proyecto de hacer la comunidad más avanzada del país. Los que no asisten a las asambleas, los que no colaboran al aseo del frente de sus casas están haciendo el daño más grande a su propia comunidad, a su propio ambiente, al ambiente donde están creciendo sus hijos y sus hijas. Será otro barrio descuidado, de clase obrera y media. Hay personas, en el barrio, que han embellecido extraordinariamente su casa y la han convertido en una bella residencia. Pero hay otras que ni siquiera han pintado su casita, que la han vuelto una cocina grande, ahumada y mal oliente. Tenemos que reaccionar, queridos amigos, contra esta situación gravísima. Blanquear la casa no cuesta nada, pintar el techo tampoco; tener limpia la casa es una elemental actitud de una persona culta. Tener aseada la calle es una necesidad de una persona más o menos educada. Como yo les decía en alguna ocasión: en El Minuto de Dios, no hay diferencia social, todos somos iguales. La única diferencia social es que unos somos sucios y otros somos limpios. De nada nos sirve poseer el mejor museo de Colombia, construido por la Corporación, ni el mejor teatro ni todos los otros servicios, si personalmente somos unos desaseados. (^58) Número 52, julio 17 de 1971.