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Orientación Universidad
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Observación y entrevista, Monografías, Ensayos de Psicología

Tarea de mi clase de técnicas de observación y entrevista

Tipo: Monografías, Ensayos

2024/2025

Subido el 23/06/2025

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manuel-francisco-gonzalez-villavice 🇵🇪

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Análisis y Modificación de Conducta, 2003, Vol. 29, N* 126 AUTOINFORMES Y ENTREVISTAS EN EL ÁMBITO DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA FORENSE: LIMITACIONES Y NUEVAS PERSPECTIVAS Enríque Echeburúa' Pedro J. Amor? Paz de Corral' (1) Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos Facultad de Psicología. Universidad del Pals Vasco (2) Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos. Facultad de Psicología. UNED RESUMEN En este artículo se hace un estudio de revisión sobre las nuevos desarrollos para el uso efectivo de la evaluación psicológica en la práctica clínica forense. Se describen las dificultades más habitua- les en la evaluación de los trastornos mentales en el contexto forense. Asimismo se analizan las variables relacionadas con el uso responsable de los tests en un ámbito sujeto a controversia. Por último, se comentan las implicaciones de este estudio para las investigaciones futuras en este ámbito. Palabras clave: EVALUACIÓN CLÍNICA, DIFICULTADES. CONTEXTO FORENSE. 504 E. Echeburúa / P. J. Amor y P. de Corral SUMMARY The aim of this paper was to identify some developments that have a bearing on the effective use of psychological assessment in the clinical forensic practice. The most common difficulties in assessment of mental disorders in the forensic context are described. Considerations relating to the responsible use of tests is of paramount importance and highly subject to formal adversarial challenges. Finally, implications of this study for future research in this field are commented upon. Key words: CLINICAL ASSESSMENT. DIFFICULTIES. FORENSIC CONTEXT. INTRODUCCIÓN No hay más que echar un vistazo a las publicaciones recientes para percatarse de que en las dos últimas décadas se ha producido un desarrollo espectacular de los instrumentos de medida en el ámbito de los trastomos mentales y de la psicología de la salud (cfr. Comeche, Díaz y Vallejo, 1995; Gutiérrez, Raich, Sánchez y Deus, 2003; Muñoz, Roa, Pérez, Santos-Olmo y Vicente, 2002; Muñoz, 2003). La evaluación de los trastornos mentales se ha realizado con diferentes sistemas de medida: entrevistas (más o menos estructuradas), autoinformes (cuestionarios, inventarios y escalas), pruebas de observación y registros psicofisiológicos. La variedad de los sistemas de medida sólo puede justificarse si aparece informa- ción de forma independiente sobre el estado inicial del paciente o sobre los resultados del tratamiento. Sin embargo, muchas medidas correlacionan altamente entre sí y no aportan informaciones signi- ficativas, excepto que contribuyen a aumentar la fiabilidad de la evaluación. De este modo, los autointfomes, desde una perspectiva de costes y beneficios, son preferibles a las pruebas de observación (costosas y dificiles de organizar) y a los registros psicofisiológicos, que presentan muchos problemas metodológicos. 506 E. Echeburúa /P. J. Amor y P. de Corral DISTORSIONES O FUENTES DE ERROR EN LOS AUTOINFORMES Los cuestionarios consisten en listas de preguntas sobre formas de conducta, referencias personales, sentimientos, actitudes, opinio- nes, etcétera, a las que el sujeto debe responder refiriéndose a sí mismo (Sánchez Blanqué y Gisbert, 1994). En cuanto al contenido de los items, la objetividad de la informa- ción depende de la claridad con la que estén formuladas las pre- guntas. Cuanto más alejada en el tiempo esté o más ambigua sea la información que se pide al sujeto, mayor será la probabilidad de que se produzca una distorsión importante debida al olvido o a la inconcreción, respectivamente. Asímismo habrá menos distorsiones significativas si se formula una pregunta clara sobre hechos (si algo ha ocurrido o no), sobre todo referidos a los últimos días o semanas, que si se solicita una información más elaborada (por ejemplo, si algo ha ocurrido con frecuencia o, aún más, si una determinada conducta resulta adaptada o molesta). En este último caso un for- mato de respuesta de elección múltiple resulta más adecuado que un formato de respuesta de tipo dicotómico. El error más frecuente, desde el punto de vista de la formulación de los ítems, es la tendencia de respuesta. En concreto, en los cuestionarios con respuestas dicotómicas, es frecuente la aquies- cencia (tendencia a responder afirmativamente o “verdadero”, con independencia del contenido de la pregunta). Por esta razón, los ítems de un cuestionario de este tipo deben estar equilibrados en cuanto a respuestas afirmativas y negativas. En cuanto a los cues- tionarios con respuestas de tipo escalar, es habitual la tendencia de respuesta central o extrema, con independencia del contenido. Por lo que se refiere a los sujetos, las fuentes de error más frecuentes en los autoinformes (cuestionarios, escalas e inventarios) son las siguientes (Fernández-Ballesteros, 1992; Garaigordóbil, 1998; Jensen, 1996; Matesanz, 1997; Pérez Pareja, 1997): a) Ignorancia. Ésta puede darse, bien por una falta de capacidad de introspección, o bien por un bajo nivel cultural. En este caso hay una falta de comprensión del contenido de las preguntas. Por ejemplo, los instrumentos de medida no son de aplicación a niños muy pequeños, que aún no han desarrollado las habilidades de Autoinformes y entrevistas... 507 autoobservación y de autoevaluación adecuadas para expresar las experiencias, los sentimientos y las emociones, así como para cuantificar su intensidad (Echeburúa, 1993). b) Falta de motivación. La falta de motivación puede ser estruc- tural (cuando el sujeto no tiene interés en colaborar) o coyun- tural (cuando median factores como la fatiga, la enfermedad física, el aprendizaje por repetición de la misma prueba o de pruebas semejantes, etcétera). Cuando el sujeto carece de una motivación adecuada, tiende a responder con rapidez más que con precisión y a contestar al azar cuando no se tiene clara la respuesta. c) Simulación o disimulación voluntaria. Se trata del deseo de- liberado por parte del sujeto de falsear sus respuestas, bien para dar una imagen positiva de sí mismo (por ejemplo, en causas de separación matrimonial o en el ámbito de la selección de perso- nal), cuando se exploran conductas que entran en conflicto con los valores sociales, o bien para acentuar una imagen muy negativa (por ejemplo, en el ámbito de la responsabilidad penal para conseguir la exculpación). Por elto, los cuestionarios psicométricos suelen incluir una escala llamada de mentiras o de sinceridad (como la L del MMPI, la S del EPI o la escala de distorsión motivacional del 16 PF), que, a partir de cierto rango, invalidan la prueba (Esbec, 2000). d) Deseabilidad social (habitualmente involuntaria). Es el atán de los sujetos de dar una imagen de si mismos socialmente acep- table, sobre todo cuando se evalúan aspectos tales como el consumo de alcohol o de drogas o el ajuste de pareja, que se traduce en dar una mayor información de conductas positivas y en ocultar, en cambio, comportamientos negativos. Se trata, en cierto modo, de un mecanismo de negación. Desde otra perspec- tiva, este sesgo puede funcionar como un indicador de la adap- tación social del sujeto evaluado (Pérez Pareja, 1997). En los trastornos de personalidad egosintónicos, como el antiso- cial, el histriónico o el Jímite, hay una mezcla de los apartados b, c y d. Por ello, en general, el valor de los autoinformes es más limitado en el ámbito de los trastornos de personalidad (Echeburúa, 1994). Autoinformes y entrevistas... 509 más acentuados cuando los entrevistadores cuentan con poca for- mación o experiencia clínica, no tienen un equilibrio emocional “adecuado o son muy rígidos en los modelos teóricos adoptados. Por lo que se refiere a las entrevistas estructuradas, como el SCID (Williams, Gibbon, First y Spitzer, 1992), el ADIS-1V (Brown, DiNardo y Barlow, 1994) o el IPDE (Loranger, 1996), tienden a ser tfarragosas. Los entrevistadores pueden estar demasiado atentos al guión de la entrevista, lo que puede conllevar una pérdida de la frescura y de la espontaneidad necesarias en la relación terapeuta- paciente. Desde la perspectiva del paciente, un criterio de sospecha en la sinceridad de las respuestas de una entrevista es cuando el sujeto tiende a dar respuestas extremas a todas las preguntas relacionadas con los síntomas, de modo que se obtiene un perfil clínico poco congruente, o cuando la latencia de las respuestas es muy alta, como si el sujeto tuviese que pensar mucho las preguntas, y las conductas desconcertantes (mirada huidiza, tono de voz cambiante, atascos verbales, pausas prolongadas, etcétera). De esta forma, la observación de la coherencia del discurso del paciente y de la concordancia entre la comunicación verbal y no verbal desempeña un papel muy importante (Ávila y Rodríguez-Sutil, 1998). CONTROL DE LOS SESGOS DE ERROR EN LOS CUESTIONARIOS Se ha tratado de reducir el peso de las fuentes de error en los autoinformes fundamentalmente de dos formas: antes de la prueba, evitando las distorsiones (con el control de la aquiescencia en la formulación de las preguntas, con las instrucciones precisas de la prueba al sujeto y con la apelación a su colaboración sincera en su propio beneficio); y después de la prueba, detectándolas mediante la introducción de escalas específicas de sinceridad. Un ejemplo de control de la aquiescencia es la Escala de Autoestima (Rosenberg, 1965). De los diez ftems que la conforman cinco están enunciados en forma positiva y cinco en forma negativa, De este modo, se controla el sesgo de responder afirmativamente con independencia del contenido de la pregunta. 510 E. Echeburúa /P. J. Amor y P. de Corral A su vez, la finalidad de las escalas de sinceridad es informar al psicóloga sobre la imagen distorsionada de sí mismo que puede dar el sujeto, sea de modo intencionado o no intencionado (Fernández- Ballesteros, 1992; Matesanz, 1997). Tabla 1.- Escala de sinceridad del EPI (Eysenck y Eysenck, 1990) 2.- ¿Necesita con frecuencia amigos que le comprendan y alienten? 8.- ¿Generalmente dice y hace las cosas con rapidez y sin pararse a pensarlas? 14.- ¿Se siente usted fácilmente herido en sus sentimientos o amor propio? 20.- ¿Prefiere tener pocos amigos, pero muy escogidos? 26.- Después de haber hecho algo importante, ¿piensa usted a menudo que podría haberlo realizado mejor? 30.- ¿Habla algunas veces de cosas que desconoce? 36.- ¿Murmura usted alguna vez? 42.- Alguna vez, después de oír el despertador, ¿ha preferido que darse un rato más en la cama? 48.- ¿Le gusta que alguna vez le alaben algo de lo que ha hecho? 54.- ¿Ha comido usted alguna vez algo más de lo que debiera? Así, muchos cuestionarios de personalidad han incorporado escalas de sinceridad, como el EPQ, el EPI, el CEP, o de distorsión motivacional, como el 16 PF (Cattell, 1988). Éstas suelen estar constituidas por una serie de cuestiones relativas a pequeñas faltas morales o sociales frecuentes en casi todo el mundo, pero cuya confesión pública o en un cuestionario puede resultar molesta e inducir a mentir. Los ítems de estas escalas deberían ser cambiantes 512 E. Echeburúa / P. J. Amor y P. de Corral MMPHIf En el MMPI (Hathaway y Mckinley, 1999) son sensibles a la . mentira las escalas de validez (L, F y K) (Ávila y Jiménez, 1992). Los Ítems K son difíciles de localizar, por lo que constituyen la escala más válida. La simulación es más probable cuando hay una pun- tuación típica por encima de 100 en la escala F y por debajo de 50 en las escalas L y K, con un perfil en forma de uve invertida. A su vez, todo el perfil clínico suele elevarse por encima de 70, pero especialmente las escalas 6 y 8, y adquirir una forma de dientes de sierra. Las escalas 5 y O son las que, habitualmente, obtienen unas puntuaciones más bajas (figura 1) (Esbec, 1994). 120 110 100 90 80 70 - 60 - 50 - 40 - 30 - 20 10 LFRK 1234567890 Figura 1.- Pertil de un sujeto que simula su sintomatología en el MMPI-l!(Esbec, 1994) Autoinformes y entrevistas... 513 Por otra parte, en los casos de disimulación las escalas de validez suelen adquirir una disposición en forma de uve: la F está por debajo de una puntuación típica de 50 y la L y la K, sobre todo la primera, presentan valores altos. A su vez, el perfil de las escalas clínicas se mantiene por debajo de una puntuación típica de 50 y adquiere una forma plana y baja (figura 2) (Esbec, 1994). 120 y 110 7 100 y L F K 12345637890 Figura 2.- Perfil de un sujeto que disimula su sintomatología en el MIAPIH (Esbec, 1994) Autoinformes y entrevistas... 515 En tercer lugar, la Escala de Deseabilidad (Y) controla la tenden- cia del sujeto a mostrar una imagen positiva de si mismo. Una tasa base superior a 75 en esta escala puede reflejar que el sujeto trata de ocultar sus dificultades emocionales, Por último, la Escala de Alteración (Z) puede detectar la tendencia opuesta a la deseabilidad social. En concreto, una tasa base superior a 75 en esta escala puede reflejar una sobrevaloración subjetiva (sobresimulación) de trastornos emocionales o de dificultades per- sonales. REGISTROS PSICOFISIOLÓGICOS Ha habido intentos de validar la información de los cuestionarios con los registros psicofisiológicos. Los estudios sobre las alteracio- nes fisiológicas implicadas en la mentira se centran en la hipó- tesis de que la ansiedad que acompaña al engaño provoca la existencia de unos mayores índices de activación autonómica. De este modo, pueden aparecer una serie de cambios en la presión sanguínea, la frecuencia respiratoria, la actividad cardiovascular, la conductancia eléctrica de la piel, etcétera (Riquelme y Martínez Selva, 1999). El procedimiento más utilizado desde esta perspectiva ha sido el polígrafo. Sin embargo, los detectores de mentiras no miden la verdad o mentira del sujeto, sino procesos emocionales (por ejem- plo, ansiedad) o procesos cognitivos (por ejemplo, orientación atencional) no relacionados con el engaño, Por ella, las personas, cuando dicen la verdad, pueden emocionarse. Á su vez, los men- tirosos entrenados pueden no reflejar emoción cuando intentan engañar, como ocurre, por ejemplo, en el caso de los jugadores hábiles de póker. Por otra parte, la simple posibilidad de ser encontrado culpable siendo inocente puede provocar más ansiedad que la de ser hallado culpable siéndolo realmente. Este fenómeno es lo que se ha deno- minado el error de Otelo, en recuerdo del personaje creado por Shakespeare, que llegó a matar a su mujer fruto de los celos al interpretar Otelo el miedo de ella (precisamente a ser culpada siendo 516 E. Echeburúa / P. J, Amor y P. de Corral inocente) como la prueba evidente de que era culpable de serle infiel (Ekman, 1992; Vila, 1996). Es más, tener información sobre un delito a través de los medios de comunicación puede anular la validez del polígrafo para detectar la mentira. En concreto, en una investigación experimental relacio- nada con la detección del engaño a través del polígrafo se encontró que tanto las personas que habían realizado simuladamente un delito por ordenador (condición de culpables) como aquellas que únicamente lo habían leído (condición de inocentes con información) presentaron la misma tasa cardiaca y actividad electrodermal (Co- rral, Otero, Barrenetxea y Landeta, 1998). Asimismo la mayoría de los supuestos signos externos de enga- ño, como las miradas furtivas, el enrojecimiento de la cara, la demora en la contestación, las dudas en las respuestas o el nerviosismo general (gesticulación excesiva, movimientos de las manos o pier- nas, etcétera), rara vez acompañan a las mentiras premeditadas (Echeburúa y Guerricaechevarría, 2000). En definitiva, las diferencias individuales en la habilidad para engañar sin ser detectado constituyen una fuente de errores siste- máticos en la detección del engaño mediante pruebas psicofisiológicas (Vila, 1996). NUEVAS PERSPECTIVAS: UNA EVALUACIÓN FORENSE INTEGRADORA La simulación es relativamente frecuente en la evaluación clínica forense porque frecuentemente hay beneficios que se pueden ob- tener o perjuicios que se pueden evitar. Las causas más frecuentes de simulación son alegar irresponsabilidad penal por un delito co- metido, rehuir obligaciones, conseguir indemnizaciones (por ejem- plo, a causa del daño psicológico sufrido tras un accidente de coche) y obtener invalideces (Cabrera y Fuertes, 1997; Gunn y Taylor, 2000; Soría, 1998). Hay una sospecha de simulación cuando existe un problema médico-legal, cuando hay una discrepancia entre los síntomas alega- dos y la observación de la conducta, cuando los síntomas son atípicos (mal definidos, erráticos e inconsistentes) y no se corresponden con 518 E. Echeburúa /P. 4. Amor y P. de Corral preguntas redactadas o formuladas de forma clara, univoca y apro- piada al nivel cultural del sujeto. Asimismo, en el caso de los autointformes, la distorsión de las preguntas es menor cuando el sujeto cumplimenta los cuestionarios en presencia del psicólogo clínico (Esbec, 2000; Matesanz, 1997). En este contexto de una relación adecuada entre el psicólogo y el paciente no hace falta apelar explícitamente a la necesidad de cooperación del sujeto y de la veracidad de las respuestas. Por ello, prevenir al sujeto sobre la existencia de detectores de mentiras en el cuestionario no es especialmente útil. En todo caso, puede ser de más interés motivarle en el sentido de que cualquier intento de falsear la respuestas va, en realidad, en perjuicio suyo. No obstante, siempre que sea posible, una evaluación adecuada debe incluir la información recogida a partir de distintas modalidades (tanto cuestionarios y entrevistas como la observación directa de la conducta, si es factible hacerlo, por ejemplo en la cárcel o en el hospital) y de diferentes fuentes (por ejemplo, el paciente y su pareja o un niño y sus padres y maestros). Sólo así se consigue una validación transversal de los autoinformes (Echeburúa, 1996b), CONCLUSIONES Los sujetos tienden a responder con sinceridad en los cuestio- narios porque cuentan con un imperativo ético de no mentir, porque quieren conocerse mejor a sí mismos y mostrarse colaboradores e incluso porque no quieren ser descubiertos como mentirosos. No obstante, hay excepciones a este principio que conviene controlar. Las fuentes de error de los cuestionarios dependen, en buena medida, de sus propiedades psicométricas, de la naturaleza y es- tructura de los ítems, de la actitud de los sujetos ante la prueba y de determinadas circunstancias en la aplicación de los cuestionarios (Matesanz, 1997). Más en concreto, los autoinftormes no son aptos para el diagnós- tico de los trastornos de personalidad. Los autointormes, en com- paración con las entrevistas clínicas, tienden a ocultar o a exagerar los síntomas del paciente. Hay, por un lado, una interferencia de los Autoinformes y entrevistas... 519 factores situacionales en la medida de las variables de personalidad, de modo que algunos cuestionarios de personalidad son más de estado que de rasgo; y, por otro, puede haber una tendencia a la ocultación o exageración de los síntomas, cuando es uno misma el que los describe (Echeburúa, 1994; Widiger y Frances, 1987). La introducción de las escalas de sinceridad no resuelve el pro- blema planteado por los sesgos de error, especialmente cuando el sujeto está motivado para falsear las respuestas, como ocurre en el caso de la selección de personal o en el ámbito forense. Tampoco es una solución prescindir de items de contenido transparente de gran validez, pero fácilmente falseables, por otros ítems más sutifes y no tan fácilmente falseables, pero de escasa validez (Matesanz, 1997). Las técnicas proyectivas son más difíciles de falsear porque son pruebas enmascaradas (Anastasi, 1988; Ávila y Rodríguez-Sutil, 1998), pero, por desgracia, son instrumentos muy dispersos y heterogéneos y que no cuentan con controles rigurosos de fiabilidad y de validez. Por último, y al margen de que hay una abundante investigación al respecto, no hay en la actualidad marcadores biológicos suficien- temente sensibles y específicos como para contrastar con el autoinforme del sujeto (Calcedo, 2000). BIBLIOGRAFÍA Alonso-Quecuty, M.L. (1998). Psicología y testimonio. En M. Clemente (Ed.). Fundamentos de la psicología jurídica. Madrid. Pirámide. Anastasi, A. (1988). Psychological Testing. Nueva York. MacMillan (6% edición). Ávila, A. y Jiménez, F. (1992). Evaluación clínica de la personalidad: El MMP! y sus derivados. En A, Ávila, F. Jiménez, P. Ortiz y C. Rodríguez (1992). Evaluación en Psicología Clínica |. Salamanca. Amarú. Ávila, A. y Rodríguez-Sutil, C. (1998). 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