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Historia del Teatro Universal: Orígenes y Evolución - Prof. Hernandez, Apuntes de Música

Una panorámica histórica del teatro universal, desde sus orígenes en la edad paleolítica hasta el teatro clásico griego y romano. Se abordan las primeras manifestaciones teatrales de los pueblos primitivos, las ceremonias religiosas y las representaciones sagradas en el antiguo egipto y grecia. Además, se explora el nacimiento del teatro clásico griego y romano, su importancia en la sociedad y su decadencia.

Tipo: Apuntes

2020/2021

Subido el 03/08/2021

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HISTORIA DEL TEATRO UNIVERSAL DESDE SU ORIGEN
ORÍGENES DE TEATRO
El instintivo sentido de recitación, de la representación mediante gestos y palabras, de
una realidad que a veces no es la propia, empujó al hombre primitivo, desde la edad
paleolítica, a usar máscaras y disfraces para declamar vulgares salmodias (cantos), desenvolver
sus danzas y esbozos de diálogos, celebrando acontecimientos de la tribu: la partida para la
caza, la recolección de la cosecha, el paso de la juventud a la edad adulta, los ritos fúnebres,
etc.
En estas rudimentarias manifestaciones, como en muchas otras de los pueblos
primitivas que subsisten en nuestros días, no podemos hablar de «teatro», no tanto por la
rusticidad de su representación, carente de argumento, cuanto por el espíritu con que se
llevaban a cabo.
Estos espectáculos son más bien ceremonias religiosas, en las que el hombre no se
empeña mucho por despertar el interés de sus semejantes, sino el de la divinidad.
Al ponerse la máscara, no cree sólo que se ha disfrazado, sino que, ingenuamente,
piensa que la divinidad a la que pertenece el disfraz, ha entrado en él.
Esto es fácil de comprobar por los ritos de ciertos pueblos de hoy día; esta
identificación del actor con la divinidad va desapareciendo poco a poco; el actor sabe que está
representando un papel, y el público se persuade de que no tiene ante sí a un dios, sino a un
actor caracterizado de tal.
Este nuevo concepto de la escenificación la hizo más compleja; se presentaron
episodios enteros relacionados con la mítica vida del dios, enriqueciéndola con diálogos y
recitados.
Las representaciones eran todas de argumentos religiosos, raramente de carácter profano o
humorístico, asemejándose más a lo que nosotros entendemos por teatro.
LOS EGIPCIOS, desde el tercer milenio a. de J. C, representaban espectáculos sagrados en
ocasión de las festividades de Osiris; he aquí un rey y un sacerdote que llevan scaras de
halcón para representar al dios Horus.
Las representaciones de los pueblos primitivos no son verdaderos teatro, pero tienen
una significación mágica y religiosa común a todas las antiguas sociedades del mundo.
En el antiguo Egipto (tercer milenio antes de Cristo), ya existían expresiones más
evolucionadas de este género; se efectuaban en los templos, estaban estrechamente ligadas a
las celebraciones de los ritos secretos, y sus argumentos eran escritos especialmente para tales
ocasiones.
EL TEATRO CLÁSICO, del que somos herederos, nació en Grecia en el siglo V a. de J. C. Como
en otros pueblos, aquí también fue precedido por ceremonias similares a las ya descriptas, que
se celebraban en honor de Dionisio, dios de la fertilidad.
En estas fiestas campestres participaban bacantes y sátiros disfrazados con pieles y
cuernos.
Pronto tuvo gran importancia el ditirambo (elogio, alabanza, etc.), invocación
versificada en honor del dios; tomó tal impulso que necesitaron dos corifeos que dialogaban
entre sí, dos coros que comentaban cantando, y un tercer personaje que representaba al dios.
De esta representación coral, que mantuvo, en los primeros tiempos, los mismos
argumentos religiosos, derivó el género teatral más importante: la tragedia, que floreció en
Atenas en el siglo v a. de J. C.
En ese siglo encontramos autores como Esquilo, cuyas obras denotan un profundo
sentimiento religioso, y Sófocles, que analizó los problemas morales ahondando en la vida del
hombre y dando mayor naturalidad al lenguaje de la tragedia. Nació a la comedia, género
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HISTORIA DEL TEATRO UNIVERSAL DESDE SU ORIGEN

ORÍGENES DE TEATRO

El instintivo sentido de recitación, de la representación mediante gestos y palabras, de una realidad que a veces no es la propia, empujó al hombre primitivo, desde la edad paleolítica, a usar máscaras y disfraces para declamar vulgares salmodias (cantos), desenvolver sus danzas y esbozos de diálogos, celebrando acontecimientos de la tribu: la partida para la caza, la recolección de la cosecha, el paso de la juventud a la edad adulta, los ritos fúnebres, etc. En estas rudimentarias manifestaciones, como en muchas otras de los pueblos primitivas que subsisten en nuestros días, no podemos hablar de «teatro», no tanto por la rusticidad de su representación, carente de argumento, cuanto por el espíritu con que se llevaban a cabo. Estos espectáculos son más bien ceremonias religiosas, en las que el hombre no se empeña mucho por despertar el interés de sus semejantes, sino el de la divinidad. Al ponerse la máscara, no cree sólo que se ha disfrazado, sino que, ingenuamente, piensa que la divinidad a la que pertenece el disfraz, ha entrado en él. Esto es fácil de comprobar por los ritos de ciertos pueblos de hoy día; esta identificación del actor con la divinidad va desapareciendo poco a poco; el actor sabe que está representando un papel, y el público se persuade de que no tiene ante sí a un dios, sino a un actor caracterizado de tal. Este nuevo concepto de la escenificación la hizo más compleja; se presentaron episodios enteros relacionados con la mítica vida del dios, enriqueciéndola con diálogos y recitados. Las representaciones eran todas de argumentos religiosos, raramente de carácter profano o humorístico, asemejándose más a lo que nosotros entendemos por teatro. LOS EGIPCIOS , desde el tercer milenio a. de J. C, representaban espectáculos sagrados en ocasión de las festividades de Osiris; he aquí un rey y un sacerdote que llevan máscaras de halcón para representar al dios Horus. Las representaciones de los pueblos primitivos no son verdaderos teatro, pero tienen una significación mágica y religiosa común a todas las antiguas sociedades del mundo. En el antiguo Egipto (tercer milenio antes de Cristo), ya existían expresiones más evolucionadas de este género; se efectuaban en los templos, estaban estrechamente ligadas a las celebraciones de los ritos secretos, y sus argumentos eran escritos especialmente para tales ocasiones. EL TEATRO CLÁSICO , del que somos herederos, nació en Grecia en el siglo V a. de J. C. Como en otros pueblos, aquí también fue precedido por ceremonias similares a las ya descriptas, que se celebraban en honor de Dionisio, dios de la fertilidad. En estas fiestas campestres participaban bacantes y sátiros disfrazados con pieles y cuernos. Pronto tuvo gran importancia el ditirambo (elogio, alabanza, etc.) , invocación versificada en honor del dios; tomó tal impulso que necesitaron dos corifeos que dialogaban entre sí, dos coros que comentaban cantando, y un tercer personaje que representaba al dios. De esta representación coral, que mantuvo, en los primeros tiempos, los mismos argumentos religiosos, derivó el género teatral más importante: la tragedia, que floreció en Atenas en el siglo v a. de J. C. En ese siglo encontramos autores como Esquilo , cuyas obras denotan un profundo sentimiento religioso, y Sófocles, que analizó los problemas morales ahondando en la vida del hombre y dando mayor naturalidad al lenguaje de la tragedia. Nació así la comedia, género

teatral profano y realista, que llevó a escena, para censurarlos, los vicios más ocultos de la vida ciudadana. Tragedias y comedias se representaban durante las fiestas dionisíacas que se celebraban cuatro veces al año; las tragedias, especialmente, se consideraban parte integrante de los festejos religiosos; el público permanecía, pues, todo el día en el teatro. La representación comprendía tres tragedias, un drama satírico, y una comedia breve. Los sacerdotes de Dionisio y los magistrados asistían a la representación inaugural. Para ser gratos al dios Dionisio, sus fieles imitaban a los sátiros, los faunos y las ninfas que le habían acompañado en sus incursiones campestres Esto explica que las mujeres y los niños pudieran asistir a estos espectáculos (las mujeres, en Atenas, llevaban una vida casi exclusivamente de hogar). Tesalia y Egipto, donde el teatro griego se había difundido, prevalecía la costumbre de festejar los sucesos ciudadanos de cierta importancia, con una representación teatral. Con Eurípides, el último gran trágico griego, la tragedia ya no tiene, como hemos dicho anteriormente, valor religioso. En cuanto a la comedia, después de Aristófanes, pierde el áspero acento satírico, y utiliza cada vez más el argumento vulgar. En la época de Esquilo los actores pasarían a ser dos: el protagonista y el antagonista. EL TEATRO ROMANO , imitador en todo del teatro griego, no tuvo, aquél, para sostenerlo y vivificarlo, ni la fe colectiva ni el ardor cívico de todo un pueblo. Sin duda, los juegos los grandes juegos romanos, en ocasión de los cuales se daban representaciones teatrales, estaban revestidos de una gran pompa y se preciaban de tener dioses patrones. Del teatro como expresión de un rito se llega al teatro como pasatiempo; el actor, al igual que el titiritero y el gladiador, debe divertir a un público de menor cultura, deseoso de novedad. Por otra parte, todo lo que provenía de Grecia gustaba en la Roma de los césares. Así nació una literatura teatral que rehacía los temas griegos, eligiendo aquéllos que se adaptaban al espíritu latino y a las costumbres de este pueblo. Roma toma el teatro griego cuando los grandes géneros de la tragedia y la comedia estaban en decadencia; empero, el espíritu práctico romano pareció no comprender el alto significado religioso y moral de las obras griegas de la edad clásica. Los espectáculos circenses tomaron auge, y eclipsaron muy pronto las últimas manifestaciones de la tragedia romana. Las representaciones correspondientes a este género no van más allá del siglo de Augusto. Recordemos que los romanos buscaban en el teatro la diversión, y no principalmente un fin educativo. El teatro hubo de seguir las formas que el gusto popular aplaudía, como ocurrió en las obras de Plauto o en las más delicadas de Terencio; lo lamentable es que por ello cayera a veces en trivialidades. Los romanos tenían poca estima por el género teatral, y los actores eran despreciados, considerándose su profesión indigna de hombres libres. Durante la lenta y progresiva decadencia del Imperio Romano, el teatro fue corrompiéndose y no debe asombrarnos que la Iglesia naciente condenara todo tipo de espectáculo, prohibiendo a los fieles asistir a las representaciones.