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Modelo de la Acción Razonada, Monografías, Ensayos de Psicología de la salud

Propuesto por Martín Fisbhein e Icek Ajzen, el modelo de Acción Razonada tiene sus inicios en 1967 (Fishbein, Middlestadt & Hitchcock, 1994). Dicho modelo concibe al ser humano como un animal racional que procesa la información o la utiliza sistemáticamente, es así, como se vislumbra al sujeto como un tomador racional de decisiones, el cual se comporta en función de la valoración que realiza de los resultados de su comportamiento y de las expectativas que tiene sobre su comportamiento en relación a obtener determinados resultados (Becker et al., 1998; Kaplan et al., 1993; Latorre y Benert, 1992; Roa, s.f.).

Tipo: Monografías, Ensayos

2010/2011

Subido el 25/10/2023

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Modelos Psicológicos de la Salud que han abordado el VIH/SIDA
Modelo de la Acción Razonada
(Reasoned Action Model)
Propuesto por Martín Fisbhein e Icek Ajzen, el modelo de Acción Razonada tiene sus
inicios en 1967 (Fishbein, Middlestadt & Hitchcock, 1994). Dicho modelo concibe al ser
humano como un animal racional que procesa la información o la utiliza sistemáticamente,
es así, como se vislumbra al sujeto como un tomador racional de decisiones, el cual se
comporta en función de la valoración que realiza de los resultados de su comportamiento y
de las expectativas que tiene sobre su comportamiento en relación a obtener determinados
resultados (Becker et al., 1998; Kaplan et al., 1993; Latorre y Benert, 1992; Roa, s.f.).
Fishbein y Ajzen (1967, citados en Fishbein et al., 1994), con el modelo de la Acción
Razonada intentan integrar factores actitudinales y comportamentales para explicar las
conductas saludables. Postulan que una conducta saludable es el resultado directo de la
intención comportamental, es decir, de la intención del sujeto para llevar a cabo
determinado comportamiento, ya que consideran que muchos de los comportamientos de
los seres humanos se encuentran bajo control voluntario por lo que la mejor manera de
predecir la conducta es por medio de la intención que se tenga de realizar o no dicho
comportamiento. Esta intención comportamental (ver Figura 1) estará en función de dos
determinantes: uno de naturaleza personal (actitudes) y el otro que es reflejo de la
influencia social (norma subjetiva).
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Modelos Psicológicos de la Salud que han abordado el VIH/SIDA

Modelo de la Acción Razonada

(Reasoned Action Model)

Propuesto por Martín Fisbhein e Icek Ajzen, el modelo de Acción Razonada tiene sus inicios en 1967 (Fishbein, Middlestadt & Hitchcock, 1994). Dicho modelo concibe al ser humano como un animal racional que procesa la información o la utiliza sistemáticamente, es así, como se vislumbra al sujeto como un tomador racional de decisiones, el cual se comporta en función de la valoración que realiza de los resultados de su comportamiento y de las expectativas que tiene sobre su comportamiento en relación a obtener determinados resultados (Becker et al., 1998; Kaplan et al., 1993; Latorre y Benert, 1992; Roa, s.f.).

Fishbein y Ajzen (1967, citados en Fishbein et al., 1994), con el modelo de la Acción Razonada intentan integrar factores actitudinales y comportamentales para explicar las conductas saludables. Postulan que una conducta saludable es el resultado directo de la intención comportamental , es decir, de la intención del sujeto para llevar a cabo determinado comportamiento, ya que consideran que muchos de los comportamientos de los seres humanos se encuentran bajo control voluntario por lo que la mejor manera de predecir la conducta es por medio de la intención que se tenga de realizar o no dicho comportamiento. Esta intención comportamental (ver Figura 1) estará en función de dos determinantes: uno de naturaleza personal ( actitudes ) y el otro que es reflejo de la influencia social ( norma subjetiva ).

Fig. 1 Representación esquemática del Modelo de la Acción Razonada

Las actitudes hacia un comportamiento específico son un factor de tipo personal que comprende los sentimientos afectivos del individuo, ya sean de tipo positivo o negativo con respecto a la ejecución de una conducta preventiva y las percepciones de apoyo social que se tengan de dicha conducta. Las actitudes dependen a su vez de la percepción de las consecuencias, es decir, de las creencias que tienen las personas de que ciertas conductas producen determinados resultados y las evaluaciones de esos resultados.

Por otro lado, la norma subjetiva se define como la percepción de la persona sobre las presiones sociales que le son impuestas para realizar o no un determinado comportamiento, considerando las valoraciones sociales que se tienen, acerca del comportamiento del propio sujeto y la motivación general que posee él mismo para actuar conforme a las normas.

En síntesis, el modelo de la Acción Razonada establece que la intención de realizar o no realizar una conducta es una especie de balance entre lo que uno cree que debe hacer (actitudes) y la percepción que se tiene de lo que los otros creen que uno debe de hacer (norma subjetiva).

Asimismo, si lo que se desea es lograr hacer un cambio de conducta, Fishbein y Ajzen (1967, citados en Fishbein et al., 1994) consideran que una intervención desde el modelo de la Acción Razonada, debe integrar un grupo de variables que se encuentran relacionadas con la toma de decisiones a nivel conductual y debido a que toda acción ocurre respecto a un objetivo , en un contexto determinado y en un punto en el tiempo ; entonces, la selección e identificación de dicha conducta debe tomar en cuenta estas variables.

Al referirse a la Acción, Fishbein et al. (1994) consideran necesario especificar de forma clara la conducta a analizar, ya que no es lo mismo dirigir la intervención al saber usar un condón, a comprar un condón o a traer consigo un condón.

Por su parte, el Objetivo , responde a la necesidad de saber lo que se quiere obtener, pues no es lo mismo acudir a una tienda de abarrotes, a una farmacia de autoservicio, a un supermercado o a una condoneria, para adquirir condones u otro tipo de medidas que contribuyan a la prevención en la transmisión del VIH (dedales de látex, condones de sabores, etc.).

En cuanto al Contexto, éste se refiere a la situación en dónde se pretende llevar a cabo la conducta deseada, esto es, el uso del condón con la pareja estable o con parejas casuales o bien con sexoservidoras.

La última variable a considerar es el Tiempo, es decir, el momento en que se ha de dar cierto comportamiento, pues no es lo mismo “usar condón la próxima vez que tenga relaciones sexogenitales con mi pareja estable” a “usar condón todas las veces que tenga relaciones sexuales anales con mi pareja estable”.

condón; sin embargo, estos hombres reportan usar condón cuando tienen relaciones anales con hombres no infectados por el VIH, no así con hombres portadores del virus. Esta inconsistencia responde, según los autores a un sentimiento de altruismo por parte de los hombres diagnosticados como seropositivos. Con esto podemos ver que realmente no es necesaria la conjunción de las normas subjetivas y las actitudes, pues el sujeto actúa o bien bajo la influencia de las normas subjetivas o de las actitudes.

Actualmente, existe un extenso número de estudios que exploran las actitudes que se tienen frente al SIDA o bien frente al condón o al uso del mismo como método para evitar el contagio del VIH. En este tenor, Flores y Díaz (1999) evaluaron las actitudes que tienen los estudiantes universitarios hacia la muerte y el SIDA encontrando que las actitudes más negativas están dirigidas hacia el SIDA, el cual es considerado como indeseable, enfermo, malo, anormal, indecente, inaceptable peligroso y sucio; además, encontraron que no existen diferencias significativas en las percepciones hacia el SIDA de las personas que usan condón y las que no lo usan , lo que sugiere que no existe relación entre el uso del condón y la actitud que se tiene hacia el SIDA.

De igual manera, Díaz et al., (1999) identificaron que no existe relación significativa entre el uso del condón y la percepción de riesgo (consecuencias) ; esto es, existe la misma percepción de riesgo en aquellos que usan condón y en quienes no lo usan; con lo cual podemos deducir que, contrario a lo que postula el modelo, por lo menos en este caso, la intención no está en función de las actitudes originadas por la percepción de las consecuencias (percepción de riesgo) y por ende no existe el motivo para prevenir las conductas sexuales de riesgo. Considerando que son muchos los factores que intervienen en un cambio de comportamiento efectivo, Díaz (1999) ha demostrado que las actitudes por si solas, explican únicamente el 10% de las conductas esperadas y las normas subjetivas no sobrepasan esa cifra, de tal manera que si se analiza la interacción de las actitudes y la normas subjetivas , el poder predictivo del modelo de Acción Razonada no sobre pasa el 20%. Incluso se ha encontrado que la conjunción de las actitudes hacia el SIDA , la percepción de riesgo personal al contagio y la personalidad, no explican más del 10% de las conductas de riesgo (Díaz, 1990 citado en Villagran y Díaz, 1999a).

Específicamente hablando de la aplicación del modelo para predecir y explicar la conducta de uso del condón, Villagran y Díaz (1999a) han demostrado que los componentes del modelo de Acción Razonada permiten predecir alrededor del 25% de la conducta deseada (uso del condón) y que a pesar de la relación funcional significativa entre los componentes actitudinales y normativos encontrados en su estudio, el grado de predicción es menor en comparación con otras investigaciones. Dichas fallas del modelo son atribuidas al tipo de presiones sociales situacionales que interviene en la presentación de la conducta y al tipo de control (actitudinal o normativo) bajo el cual se da la intencionalidad.

En el caso de la predicción y explicación de la conducta de uso del condón como método para evitar la transmisión del VIH, el modelo descrito ha dejado mucho que desear, por lo cual es común ver la interacción del modelo de la Acción Razonada con algunos otros modelos como el modelo de Autoeficacia (Bandura, 1977) y el modelo de Fases de Acción orientada a la planeación (Gollwitzer, 1990; citado en Torres y Díaz,1999), dicha

complementariedad es propuesta por Torres y Díaz (1999) bajo el supuesto de que los elementos del modelo de acción razonada, no son determinantes en el establecimiento de conductas preventivas. La hipótesis de Torres y Díaz es considerar que después de haber una intención para el cambio de conducta, es necesario desarrollar las habilidades necesarias por medio de un entrenamiento (modelo autoeficacia) para después poder implementar estrategias de acción para una situación futura (modelo de Fases de Acción), y aunque este modelo planteado por Torres y Díaz aun no ha tenido frutos, sus autores consideran que se vislumbra como un buen predictor de conductas.

Cabe hacer mención que, según Villagran y Díaz (1999a), desde el Modelo de la Acción Razonada la evaluación de las intervenciones se han concentrado a medir cambios de conocimientos, actitudes o temor hacia el contagio del VIH y no se toma en cuenta la conducta (sexual, en este caso) que se quiere cambiar, suponiendo erróneamente que la consideración de un cambio de conducta está relacionada con la verdadera modificación en los patrones conductuales del individuo.

Otra fuerte crítica recae en la hipótesis de que la intención no asegura el comportamiento preventivo, la cual fue confirmada por Boldero, Moore & Rosenthal (1992) quienes encontraron que el tener una “intención a priori” y una “intención de acción”, son dos cosas diferentes ya que la primera se queda en el plano de los deseos mientras que la segunda es considerada como la intención de “hacer” y se presupone como un predictor más fuerte del uso del condón.

Además, algunos otros autores (Qu et al., 2002; Semple, Patterson y Grant, 2002; Visser y Smith, 2001; Weisman et al., 1991;) aseguran que las características de los encuentros sexuales influyen en las acciones e intenciones y por consecuencia en el uso del condón como medida preventiva en la transmisión del VIH, por ende, deben de considerarse las situaciones bajo las cuales acontece un comportamiento sexual de riesgo.