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material bibliográfico de psi institucional 2024
Tipo: Monografías, Ensayos
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Intentaremos hablar hoy sobre las contribuciones de la corriente institucionalista al tema de la transferencia. Anteriormente tratamos la transferencia en Freud, Melanie Klein y Lacan, lo que no ha sido simple ni fácil. En esta oportunidad se complica un poco más, porque hablaremos de un saber que no es tan difundido como el psicoanálisis. Sospecho que muchos deben haber oído hablar poco o nada al respecto. Para abordar las contribuciones del Institucionalismo debemos caracterizar al Movimiento Institucionalista y el concepto de transferencia que sus diversas corrientes manejan. El asunto se torna complejo porque estamos acostumbrados a tratar problemas propios de una disciplina en sus diferentes enfoques. El institucionalismo es un MOVIMIENTO y no una disciplina. Esto implica que no es una Ciencia, no es un saber instituido, clásico, sino un conjunto de saberes y de modos de intervenir que podríamos calificar de interdisciplinares, transdisciplinares y extradisciplinares. La última denominación (extradisciplinares) significa que el movimiento institucionalista integra en su parafernalia teórica y técnica el saber y el actuar de los colectivos, de los grupos y de las comunidades que producen por sí mismos el conocimiento, sin apelar a los medios académicos tradicionales, convencionales o encuadrados en las categorías científicas consagradas, lo que se llama el saber y el saber-hacer "popular". Inevitablemente, para hablar de la contribución del Movimiento institucionalista al tema de la transferencia, debemos abordarla en dos vertientes: la Génesis Histórico-Social, cómo se originó en el transcurso de la vida de las sociedades, y la Génesis Conceptual, esto es, cómo se originó en función de fuentes teóricas y saberes previos que utilizó para constituirse. Podemos decir que el Movimiento Institucionalista, en el sentido de su génesis histórico-social, incluye en su perímetro el auto-reconocimiento a las iniciativas históricas, sociales, colectivas, en las que núcleos de personas y grupos han intentado regirse por sí mismas, dando su propia definición de los problemas (auto-análisis), gerenciando y realizando sus propias soluciones (autogestión). No hay tantos antecedentes históricos como se podría pensar. Algunos de ustedes, seguramente, no desconocen el ejemplo máximo, que es el movimiento autogestivo surgido durante la guerra civil española y la implantación de la República española, alrededor de 1936. En ese período, buena parte de la nación española, sin interferencia del Estado central, se dio sus propias estructuras políticas, económicas y sociales, separándose de 1a Monarquía española regida por el Estado y construyendo una República autónoma, sin Estado, esto es, sin ejército profesional, sin Iglesia y sin ninguna de las instituciones tradicionales que lo integran. Consiguió auto-regirse, auto-organizarse, y conducir su vida durante casi tres años, soportando un estado de asedio y guerra civil permanente. Finalmente, la experiencia terminó derrotada. Pero no fue fácil conseguirlo, siendo necesaria una alianza entre el poder central español y la colaboración de la Alemania nazista, parcialmente de la Unión Soviética, contribuciones inglesas, norteamericanas... En fin, fue una verdadera conspiración internacional. Otros ejemplos de este tipo son los procesos autogestivos de Argelia, Albania, Yugoslavia, bastante recientes y algunas experiencias latinoamericanas, que todavía no fueron exhaustivamente estudiadas, como los "quilombos" aquí en Brasil, o el Movimiento de los llamados "comuneros" en Paraguay. Todos esos movimientos sin
gobierno constituido y con un funcionamiento igualitario, fraterno, con liderazgos absolutamente surgidos del seno de lo colectivo, consiguieron sus objetivos, aunque de manera transitoria, pero real. Pequeñas iniciativas de este tipo, grupos de trabajo, comunidades de base, etc., son experiencia habitual en Brasil. La génesis conceptual del Movimiento Institucionalista recibe aportes de todas las áreas del conocimiento, proviniendo algunos de ellos de campos científicos específicos. El institucionalismo se nutre del psicoanálisis, de la sociología científica, de la antropología científica, de la lingüística, de la semiótica y hasta de la biología molecular y otros campos del conocimiento propiamente científico. El institucionalismo se nutre también del saber político, tanto de la ciencia como de la experiencia política de los colectivos militantes, de lo artístico, del saber instituido en la práctica estética, pictórica, escultórica, poética, literaria, etc. Se nutre del pensamiento filosófico y del mítico, en la medida en que muchos institucionalistas dan un valor especial al pensamiento primitivo de los salvajes. Adoptan estos recursos teóricos, aplicándolos sin reformulación o crítica previa a las doctrinas institucionales como tales. El institucionalismo, como su propio nombre indica, es un movimiento, una especie de frente en constante transformación, estando compuesto por muchas corrientes y escuelas que presentan algunos rasgos en común. Mencionaremos el rasgo de la reivindicación de la autogestión (como medio y fin al mismo tiempo) de la vida integral de los colectivos. Existe también una serie de diferencias entre las Escuelas y Corrientes, siendo difícil resumirlas en nuestra exposición debido a que son muchas y nuestro objetivo es ver en qué contribuyen para el tema de la transferencia. En todo caso intentaré, en una brevísima síntesis, dar el panorama de las corrientes institucionalistas actuales. Yo las dividiría en originarias y contemporáneas. Las originarias son lo que se llama psicoterapias institucionales y psicopedagogías o pedagogías institucionales. La psicoterapia institucional es un movimiento que se puede considerar fundante de esta corriente. Resumiéndola: comenzó por una observación hecha por los operadores de hospitales psiquiátricos, especialmente un enfermero de origen vasco-español que tomó parte por la República española durante la guerra. Se comprobó que los internos de una institución psiquiátrica producían espontáneamente una serie de medidas de auto-organización, de productos culturales tendientes a crear una especie de sociedad propia, sui generis. Los internos, sometidos a todas las normas estatutarias y técnicas de 1a organización, generaban una especie de cultura de resistencia, autónoma e independiente de aquella implantada por las normas institucionales. Se observó que esta cultura de resistencia resultó más terapéutica que cualquier maniobra de la parafernalia terapéutica del establecimiento. Se constató, por ejemplo, que permitiendo a los pacientes administrar el espacio de la Organización, conseguían espontáneamente llegar a un acuerdo sobre la utilización del tiempo, el programa diario de actividades. Se les permitía reunirse para discutir públicamente sus opiniones sobre directivas médico-administrativas, se les daban ocasiones para unirse, organizarse según sus propias afinidades, se les permitían manifestaciones artísticas, como pintura, escultura, música danza, respetando sus preferencias, momentos y formas de hacerlo... En última instancia, se les permitían una serie de maniobras destinadas a transformar el establecimiento en el cual estaban por razones ajenas a su voluntad, en una comunidad propia, autoanalizada, autoplanificada, autogestionada, autoadministrada. Se comprobó que el porcentaje de mejorías, de curas y, finalmente, de altas, aumentaba considerablemente, llegando a minimizar y hacer prescindible el empleo de todos los recursos oficiales de tratamiento, como electroshock, insulina, aislamiento, camisas de fuerza, hasta medicamentos y psicoterapias formales.
y rendimientos que ocurrían en las masas artificiales o naturales cuando ese lugar era ocupado por un jefe real. En base a esto se descubrió que los pacientes de una organización psiquiátrica y otra, establecían múltiples transferencias laterales con sus iguales, con el equipo de enfermeras, de médicos, el equipo administrativo, con los jefes, y también con la Organización como un todo: no apenas como establecimiento, figura arquitectónica, no apenas con los lugares y espacios donde desarrollaban sus actividades, sino también con la ideología de la Organización. O sea, el ideario, la carta de principios, el sentido que la Organización se daba para existir, su concepto de los servicios que prestaba y del objeto-usuario a quien encaminaba su servicio. En otras palabras, los integrantes internos de una Organización establecían transferencias con todas las características que estudiamos, con el concepto de locura, de psicosis, que poseía la Organización, y con toda la parafernalia que arbitra para dar cuenta de ese objeto. Esto no es más que la aplicación de las ideas freudianas de la Psicología de las Masas en el campo de un establecimiento psiquiátrico concreto. Vimos en clases anteriores, al abordar los términos freudianos clásicos, que la transferencia se dividía en positiva y negativa. La positiva, a su vez, se dividía en amistosa y erótica, siendo que la erótica y la negativa funcionaban como resistencia, entendida en el sentido en que predominaba la tentativa imaginaria de la repetición de lo mismo. En la transferencia amistosa existía la posibilidad de repetición diferenciante de experiencias acaecidas antiguamente, siendo que tal repetición podía ser utilizada al servicio del trabajo, de la toma de conciencia de la tentativa de repetición de lo igual y del impulso para su modificación o transformación. Por eso llamamos a la transferencia amistosa el "motor de la cura", en la cual se repite lo igual y lo diferente, mientras que en la transferencia erótica y negativa predominaba la tentativa de repetición de lo igual, no utilizable por lo cual se volvía resistencia y se oponía al ejercicio del procedimiento terapéutico. Al recordar esta división, podemos entender mejor lo que los institucionalistas encontraron en el fenómeno de transferencia institucional u organizacional. Todas las características de la transferencia freudiana que acabamos de recordar ocurrían también con la institucional. Hay una tentativa de repetición de lo igual que funcionaba como resistencia provocada, favorecida por las características autoritarias: cerradas, pre-establecidas, dominantes, mistificadoras o explotadoras de las organizaciones psiquiátricas, que se establecía entre la trasferencia institucional de los usuarios, entendida como resistencia, y la contratransferencia institucional conservadora de toda la Organización, sus agentes, su ideología, etc.: una especie de pacto para la enfermedad; de tal manera que los usuarios repetían su patología provocados, convocados, por la Organización. Y la Organización repetía, en la medida en que encontraba en los usuarios una transferencia erótico-dependiente o negativa, ambas resistenciales, estableciéndose un círculo vicioso, especie de baluarte que conocemos con el nombre de HOSPITALISMO. Uno de sus aspectos es un tipo de iatrogenia, de enfermedad técnica generada por la Organización, en la cual el paciente responde con manifestaciones enfermas que surgen de la imposición de respetar los dispositivos organizacionales que los despertaron y los suscitaron. En consecuencia, el círculo vicioso concluye en una cronificación de la patología de los usuarios y una perpetuación de la estructura autoritaria y represiva de la Organización. Se descubrió, al contrario, que cuando se permitía a los usuarios asumir activamente el gerenciamiento de su existencia dentro de la Organización, la producción de su vida artística, deportiva, sexual, su participación en la administración de los bienes
materiales, de tiempo, de espacio, etc., se formaba un proceso de potenciación de la transferencia positiva amistosa, tanto en la forma paralela, entre los usuarios, como entre los integrantes del establishment, y entre el equipo y los usuarios. Esta transferencia amistosa, colectiva, organizacional, potenciada por los dispositivos de autogestión, se volvía altamente terapéutica, tanto para los pacientes como para los terapeutas. Esto es lo que dio origen a la psicoterapia institucional, tanto a la comunitaria inglesa como a la francesa. Posteriormente estos descubrimientos fueron transportados a la pedagogía, descubriéndose que en las Organizaciones y establecimientos de enseñanza sucedía algo similar. La "patología" política, económica, ideológica de los organismos de enseñanza tendía a producir una "patología" correspondiente de la masa de aprendices, de alumnos. Ambas se potenciaban mutuamente, se reforzaban mutuamente, tendiendo a cronificar los vicios y limitaciones del enseñar y del aprender, en la medida en que, obviamente, estaban en juego en este proceso las viejas transferencias eróticas y hostiles y las defensas contra las mismas, que constituían el substrato libidinal de todos los vicios pedagógicos, tales como la pasividad, el enciclopedismo, la sumisión, etc. Utilizándose el mismo procedimiento, permitiendo la participación activa del usuario, aprendiz en la Organización de esa práctica, en su gestión y planeamiento, se fomentaban, propiciaban, las transferencias amistosas, y los réditos en el proceso de enseñanza-aprendizaje se multiplicaban sorprendentemente. Todo gira en torno de la idea fundamental de que la transferencia funcionaba de forma cruzada, y no se establecía forzosamente entre individuos y grupos concretos, sino entre todo el colectivo, incluyendo el equipo técnico y lo que podríamos llamar la ideología de la organización que era tomada como objeto ideal del Yo, sádico, inalcanzable, despótico, o como figura identificatoria que generaba las conductas que pretendía resolver; como también de un superyo permisivo, democrático, erotizable, amable, que propiciaba otra serie de réditos productivos. Aclaramos por último que, como decía Freud, hay una serie de resultados aparentemente terapéuticos que son producto de la utilización de la transferencia. Si recordamos que el Psicoanálisis era la única disciplina capaz de manejar la transferencia amistosa, no sólo para eliminar síntomas "utilizando" la transferencia, sino también para resolver, disolver, concientizar todas las repeticiones en juego, podría existir la duda de que en esta psicoterapia institucional lo que se hace en realidad es un uso benévolo de la transferencia, uso apenas amoroso, fraterno, lo que puede no generar mejores efectos que la unión entre la transferencia y la contratransferencia hostil, que sólo puede generar hostilidad. A pesar de eso, lo que percibimos en la psicoterapia institucional es que la transferencia institucional colectiva establecida, cuyo uso genera efectos terapéuticos, no son apenas efectos transitorios sintomáticos o supresivos. Tal psicoterapia institucional crea dispositivos de auto-análisis de la Organización, alimentados por la transferencia amistosa, que no son apenas sintomáticos o supresivos, y si dan resultados estables del empleo de la transferencia para su autocomprensión y autodisolución, así como en la producción "sublimatoria" de una convivencia terapéutica productiva. Me referí a las tendencias originarias de las varias corrientes. Diré en pocas palabras algo sobre las tendencias actuales y contemporáneas. Haremos un cierto sacrificio dejando de mencionar muchas y refiriéndonos, restringiéndonos a unas pocas. No estoy seguro de que esta solución sea la más justa. Entre las tendencias contemporáneas del institucionalismo, una de las más interesantes es la Psicología Social de Pichon Rivière, que se origina en la Argentina y resulta de la
de cura. Todas reconocen que la transferencia no es desencadenada exclusivamente por un interlocutor puntual y corpóreo, pudiendo efectuarse en grandes conjuntos sociales. Estos conjuntos sociales "fijan" la transferencia a aspectos abstractos como la ideología, los valores, las organizaciones, el establecimiento, el fluxograma, el organigrama, etc. Deleuze y Guattari tal vez sean una excepción, por haber producido, en mi opinión, un concepto que es, de cierta manera, sustitutivo del de transferencia institucional o ampliada. Es el concepto de TRANSVERSALIDAD. No es fácil explicarlo. Haré una tímida tentativa. Consiste en postular la existencia de una capacidad de transferencia en cada dispositivo o agenciamiento social que tal vez pueda tener su antecedente teórico en la transferencia amistosa, así llamada por Freud. Significa un retorno de la diferencia pura, de lo que definen como DESEO. No es un deseo narcisista, edípico, repetitivo, insistente, sino un deseo de producción, de libertad, de novedad, que se origina en lo que podría ser la transferencia colectiva permanente de singularidades presubjetivas, que atraviesa todo el campo social y es responsable por las grandes transformaciones históricas revolucionarias, científicas, artísticas, etc. La propuesta del Esquizoanálisis consiste en poder detectar la existencia de transversalidad y propiciar su devenir y su desarrollo en todo y cualquier espacio de la vida social, natural y técnica. Dadas las limitaciones de la exposición, pretendí explicarles las contribuciones del Movimiento Institucionalista a la teorización y al manejo técnico o táctico de la transferencia, así como la contribución del concepto y de las maniobras clásicas de la transferencia en los Movimientos Institucionalistas. Preguntas e intervenciones. Pregunta: ¿Podría relacionar el concepto de transversalidad con el de producción del deseo desde el punto de vista de Guattari? Respuesta: Para Deleuze y Guattari, el deseo no es el clásico deseo del psicoanálisis. En términos freudianos es la fuerza que insiste en su tentativa de restaurar el narcisismo perdido, siendo entonces una fuerza conservadora. No hace más que repetir, en otro nivel del complejo psíquico, la naturaleza conservadora de las pulsiones. La pulsión de vida y de muerte son conservadoras, según la definición freudiana. Para Deleuze y Guattari, el deseo no es conservador. No intenta restituir ningún narcisismo: no intenta recuperar ningún estado arcaico. Además, el deseo, en cierto Freud no tiene objeto. El deseo es deseo de encontrar en la realidad un objeto alucinado e irreductiblemente perdido. Para Deleuze y Guattari el deseo "tiene objeto". La diferencia fundamental consiste en que el deseo es sinónimo de producción. Lo que tradicionalmente conocemos como producción, generación de cosas nuevas, en Deleuze y Guattari es inmanente al deseo. El deseo es Producción. La Producción es Deseo. Ambos son flujos generadores que propician encuentros "creadores". El deseo, en rigor, es un devenir productivo "en acto". La transversalidad es la red molecular de flujos deseantes y productivos que atraviesan un panorama social, una formación político-social, libidinal, formándose singularidades deseantes productivas que entran en conexión entre sí para producir lo novedoso. Esto es la transversalidad, el fluir del deseo y de la producción, a través de un campo social, que es incesantemente desterritorializado por aquél. Pregunta: ¿Cuál es la concepción del sujeto y del deseo en Deleuze y Guattari?
Respuesta: Esto es muy difícil de ser explicado. La idea de Deleuze y Guattari es que no existe un mecanismo universal de estructuración del sujeto. Existen múltiples fórmulas, históricas, de producción de subjetividad y modos de subjetivación. El Edipo como equipamiento productor del sujeto no es una forma eterna universal, ubicua y omnipresente, sino una forma producida, dominante. Existen innumerables formas de producción de subjetividad. Pero están, en general, sometidas, subyugadas, hegemonizadas por el Edipo, por el modo edípico de producción de la subjetividad, que es una forma de captura del deseo como restitución, narcisística, sin objeto, y que tiene su continuidad asegurada por la no-obtención de sus objetos. Las otras formas de subjetivación, no, pues el Deseo funciona de otra manera, tiene otra naturaleza, su potencia es inagotable, no porque no alcance su objetivo, sino por formar parte de la esencia de su ser. Él es producción, sólo sabe producir, devenir. Pregunta: ¿Cómo se constituiría un Deseo a no ser por lo negativo, por la falta? Respuesta: Existe la larga historia de la positividad y de la negatividad, del ser pleno y del ser de la falta. Para cierta concepción del deseo en Psicoanálisis, el deseo se constituye por la ausencia del objeto, el deseo se moviliza por la falta, el ser psíquico es un ser de falta, ser de carencia, es una idea que continúa una larga tradición que comienza en Sócrates y Platón, mientras otras líneas filosóficas que comienzan en oriente y occidente afirman que el ser es pura positividad. Al ser no le falta nada. La falta es un modo de ser tan producido como los otros. No son apenas dos concepciones del Deseo. Son dos concepciones de la ontología, de la naturaleza del ser... Pregunta: A lo largo de su exposición usted se refirió a la pedagogía y a la psicoterapia institucional, centrándose en la psicoterapia. Me gustaría que hablase rápidamente, sobre la Pedagogía Institucional. Respuesta: Hablaré muy rápidamente, justificadamente; hablé menos de la pedagogía institucional porque no es mi fuerte. La Pedagogía Institucional es posterior a la Psicoterapia Institucional. Es como una extensión de sus principios y experiencias al ámbito de la enseñanza, pudiendo incluirse grandes series de experiencias de la llamada autogestión pedagógica. Todas las experiencias de la llamada autogestión pedagógica. Todas las experiencias en que el alumnado autogestiona, determina, en debate colectivo permanente, todo lo que hace - la implantación, persistencia, subsistencia, de la Organización-Escuela, de los programas de enseñanza, de las formas de selección, manera de transmitir conocimientos, pruebas evaluaciones, certificados de graduación, bienes materiales del establecimiento, jerarquía del poder, etc. Pregunta: ¿Puede citar algún autor? Respuesta: Mannoni, Lapassade, Lourau, Lobros, Ouri, Requejo y otros. No es lo mismo que el participacionismo pedagógico, la famosa cuestión de la co-gestión universitaria. No se trata de co-gestión, sino de auto-gestión.