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Material de la cátedra. Historia del Arte
Tipo: Monografías, Ensayos
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Texto de uso inter no y exclusivo en el cur so Principios de Estétca e Historia del Ar te. I.S.E.R.
tigüedad, Edad Media, Modernidad y Contemporaneidad. Tres grandes conceptos: lo Natu- ral, lo Humano, lo Divino. El orden de la naturaleza, del hombre, de Dios.
En la Antigüedad podemos hablar de lo Natural, lo Humano y lo Divino conformando una sola unidad. No hay preponderancia de ninguno de ellos por sobre los otros. No se establecen relaciones de tipo jerárquico. En las antiguas culturas (Egipto, Mesopotamia o Grecia) el dios se reencarnaba en hombre como máxi- ma autoridad política y religiosa y te- nía la función de dominar la naturale- za. El faraón, por ejemplo, tenía a su cargo la responsabilidad, como dios, de la crecida del Nilo, entre muchas otras cosas. Un mito daba cuenta del origen no sólo humano, sino del Universo, del todo existente.
El pensamiento mítico y el pensamiento racional. Los pre-El pensamiento mítico y el pensamiento racional. Los pre-El pensamiento mítico y el pensamiento racional. Los pre-El pensamiento mítico y el pensamiento racional. Los pre-El pensamiento mítico y el pensamiento racional. Los pre- socráticossocráticossocráticossocráticossocráticos Esto cambia con los filósofos pre-socráticos (siglos VI al V a. C.), pensadores previos a Sócrates, de quienes no se conserva ningún texto completo, sino fragmentos citados por otros autores, como Aristóteles. Hay fragmentos de la obra de Heráclito y de un poema de Parménides. Dentro de este grupo de filósofos había dos subgrupos: los jonios y los de la Magna Grecia. Los jonios trataban de buscar para la naturaleza, para el hombre y para Dios una base única. Esa base única la encontra- ron en una palabra griega: arkhé. Se trata de una materia primordial viviente y única base de todas las cosas, de la cual por diferenciación es que nosotros conocemos las formas distintas de la realidad. Esto era para Thales el agua, para Anaxímenes el aire, para Anaximandro y Heráclito el fuego (o lo cambiante). Estos cuatro pertenecían al grupo de los filósofos hilozoístas, es decir, materialistas. En la Magna Grecia se desarrollaron dos escuelas: en Italia la escuela pitagórica, con Pitágoras a la cabeza, que sostenía que el fundamento de todas las cosas es el número, y la otra, la escuela eleática, con Parménides como protago- nista, que se fundaba en lo inmutable, en lo permanente. De esta manera, todos estos filósofos se oponen al pensamiento mítico que daban cuenta del origen de las cosas. Estas cosmogonías eran relatos del génesis que explicaban la aparición progresiva de un modo ordenado, exaltando siempre el poder de un dios soberano. Los filósofos pre-socráticos se oponen a esas cosmologías, y basándose en el conocimiento libre de todo ritual, tratan la causa natural de las cosas a través de una explicación racional. Son los pensadores pre-socráticos los que realizan un pasaje del mito a la filosofía como el fundamento único y original de las cosas naturales. La filosofía de los pre-socráticos se denomina naturalista, pues eran filósofos preocupados por responder a la pregunta del asombro del hombre frente al cosmos, a la naturaleza. Una idea básica de la filosofía griega antigua es la de logos. Logos como ley eterna a la cual todo esta sometido y de la cual nada ni nadie puede escapar. Por eso es que todo -naturaleza, hombre y dios- está sometido a esa misma idea de logos.
SócratesSócratesSócratesSócratesSócrates Con Sócrates (ateniense, 470-399 a. de C.) se va a producir un primer desplazamiento del énfasis. Si el énfasis estaba puesto en la unión de la naturaleza, del hombre y de dios, entonces pasará al hombre. La filosofía socrática va a ser la primera en intentar construir una antropología.
Sócrates aparece en un contexto social totalmente diferente a de los pre-socráticos jonios y de la Magna Grecia. Sócrates estaba inmerso en la democracia ateniense, en la polis. En esas polis tenían lugar espe- cial los sofistas, que enseñaban a los jóvenes atenienses eso que hoy vemos en los carteles de los subtes “Usted puede triunfar con el poder de la palabra”.Trataban de ver de qué manera se podía, por medio del discurso verbal, producir la persuasión de los conciudadanos. En los sofistas está el origen de la retórica. Sócrates (y más tarde Platón) va a ser un acérrimo enemigo de la retórica (y de los sofistas), porque según él, la retórica esconde las verdaderas cuestiones, las cuestiones esenciales del hombre. De lo que se trata de conseguir, en última instancia, es la verdad absoluta y no una verdad consensual como es la verdad que buscan los retores. Es decir que se trata de llegar al conocimiento de lo verdadero; y para ello hay que atravesar el mundo de lo aparencial. Para alcanzar lo verdadero hay un método socrático: primero se comienza con la refutación de un concepto vulgar y luego sigue la mayéutica. Se trata de preguntas y respuestas, en forma de diálogo, por el cual se llega al abandono de la doxa, es decir, de la opinión común, que era la base de la retórica. Hay que refutar todas las certezas adquiridas, certezas que se tienen en la vida cotidiana. Estas certezas tratan de ser anuladas y poner en su lugar una verdad irrefutable. Todos los diálogos socráticos en realidad a lo que llegan es al punto en el que un personaje queda refutado. El más conocido es el del soldado Laques, al que se le pregunta qué es la valentía. El contesta “no retroceder”, a lo cual se le contrapone la idea de retroceder como una estrategia, etc. Estos diálogos muestran como la persona que es pretendidamente el especialista (como el soldado más valiente) sin embargo demuestra no saber de qué se trata concretamente el tema que le compete. Después de Sócrates, el pensador más importante es Platón (ateniense, 428-347 a. de C.). Aunque éste afirma todo lo que aprendió de su maestro Sócrates, la filosofía platónica tiene rasgos propios. De Platón, a diferencia de Sócrates, se conserva casi todo su trabajo.
PlatónPlatónPlatónPlatónPlatón La obra de Platón es un conjunto de diálogos. Es una forma literaria propia de Platón en la cual varios interlocutores participan y ninguno de los cuales tiene la verdad absoluta ni propone una doctrina (salvo en La República) sino que esta surge del intercambio de todas estas opinio- nes, del intercambio dialogado. Ahora como Sócrates quería buscar la verdad absoluta que estuvie- ra mas allá de las apariencias, Platón va a construir una doctrina –que es a la vez gnosiológica (conocimiento) y ontológica (que funda la reali- dad)– que se conoce como “doctrina de las ideas” o “doctrina del mun- do de las ideas”.Todas las cosas que vemos en el mundo en el cual nos movemos son copias. Los verdaderos originales -dice- están en el mundo de las ideas, que es un mundo superior. Nosotros estuvimos - continúa- en ese mundo de las ideas, porque antes no teníamos la desdicha de tener cuerpo, sino que éramos puras almas. Así, para Platón conocer es sinónimo de recordar. Cuando como humanos nos reencarnamos en lo que Platón llama la cárcel del cuerpo, atravesamos el Leteum, el río en el que olvidamos todo. Sólo por medio de la mayéutica podemos, poco a poco, ir recuperando esa certeza intelectual que te- níamos cuando veíamos las cosas cara a cara. Entonces, el mundo de las ideas es el fundamento gnosiológico y ontológico del mundo actual. La filosofía platónica es, además, dualista: se caracteriza por las oposiciones binarias (cuerpo, alma; materia, espíritu; mundo aparencial, mundo de las ideas; la doxa, la epistemia).
AristótelesAristótelesAristótelesAristótelesAristóteles Platón tuvo un discípulo especial: Aristóteles (384-322 a. de C.). Se trató de un filósofo que no fue idealista sino realista. Y lo que negó rotundamente fue precisamente la teoría de las ideas. Afirmó que es
cierto que en las cosas hay un componente ideal, pero no es que sean copias de un original que esta en el museo de las ideas, en el mundo platónico de las formas, sino que esa forma es intelectual y esta presen- te en las cosas mismas. Así, en cada cosa podemos distinguir materia y forma. Y la forma no es otra cosa que la esencia: aquello que hace que la cosa sea lo que es y no otra cosa. Las cosas son entes y aquello que los entes sean lo que son es su esencia. Entonces surge la siguiente defini- ción metafísica básica: todo lo que es es un ente y ser es aquello que hace que los entes sean; y esencia es aquello que hace que una cosa sea lo que es y no otra cosa. Por lo tanto cada una de las cosas del mundo material es un compuesto de materia y forma. La madera es materia que puede tener forma de mesa. El concepto de mesa esta en un mundo real y no ideal. De la misma manera Aristóteles va a diferenciar entre substancia y accidentes: la primera es aquello que soporta todos los accidentes.Yo puedo decir que Sócrates es alto, bajo, calvo, etc, una serie de accidentes.
Y también va a distinguir entre teoría y praxis. La teoría es el conjun- to de conocimientos que se puede poner en movimiento y establecer un actuar humano que sea conforme a esas normas y reglas intelectua- les. Por eso es que a la teoría de Aristóteles se la denomina intelectualismo. Están íntimamente ligadas el conocimiento que yo ten- go de las cosas con mi capacidad para operar sobre ellas (la tecnología). Es decir que lo primero que conocemos son las cosas. Y conocerlas íntimamente implica conocer su esencia. “Nada hay en el intelecto que no haya estado antes en los sentidos” es la fórmula del conocimiento aristotélico. Y lo primero en el orden del conocer es lo último en el orden del ser.
Entonces, si primero hubo una filosofía en la que la Naturaleza el Hombre y Dios estaban alineados, después hubo una segunda del Hom- bre por encima de los otros dos, bajo la línea Sócrates, Platón y Aristóteles. Luego, en el medioevo occidental el centro, fundamento y fin último va a ser Dios. Época teocéntrica: todo se referirá a Dios.
La Edad Media.La Edad Media.La Edad Media. SanLa Edad Media.La Edad Media.SanSanSanSan Agustín y SantoAgustín y SantoAgustín y SantoAgustín y SantoAgustín y Santo TTTTTomásomásomásomásomás San Agustín (354-430) como continuador de la línea platónica y Santo Tomás (1225-1274) como el seguidor de los conceptos aristotélicos. San Agustín va a tomar del carácter de la filosofía platónica la con- cepción de que el mundo de las ideas está ordenado por una idea suprema que sostiene Platón que es la del bien. Y que esa idea del bien es para San Agustín precisamente Dios. San Agustín toma toda la teoría platónica pero al servicio de la religión cristiana. San Agustín demuestra la existencia de Dios a partir de los grados de perfección. Así como para Platón a un árbol imperfecto le correspondía un árbol perfecto que estaba en el mundo de las ideas, San Agustín (y más tarde Santo Tomás) afirma que ese árbol terrenal es más o menos perfecto según la distan- cia en grados que le corresponde a esa otra imagen ideal. Demuestra la existencia de Dios según los grados de perfección. Tiene, por lo tanto que existir un ser perfecto, absoluto, omnipotente que implique el grado máximo en esta escala gradual de lo perfecto. Santo Tomás, en cambio, va a tomar los preceptos de la filosofía aristotélica (conceptos de la materia, forma del accidente...) y también los va a adecuar a la teología católica. De la famosa teoría de las causas aristotélicas Santo Tomás a dar cuenta de la existencia de Dios como primer motor.Toda causa tiene que tener antes de ella otra causa, y así, en una cadena infinita de causas, se llega a la primera causa motora que es Dios. En el medioevo existen otras corrientes filosóficas, como el nominalismo. Pero se generaliza a través de estos dos filósofos, que van a conformar quizás las dos escuelas más dominantes durante la edad media. Una es la filosofía agustiniana, de carácter místico, que sostiene que no valemos nada, hay que castigar al cuerpo y no gratificarlo. Y la otra es la filosofía tomista que se llama escolástica. Lo que sostiene Santo Tomás es que la filosofía es esclava de la teología: sirve como preparación para el conocimiento de las verdades teológicas. La verdad es fe y perfecciona la verdad de la razón. Se puede llegar a saber, por el uso de la razón natural que Dios existe, pero para
saber la otra verdad, que Dios es trino y uno, se necesita de la revela- ción. Vemos así que hay una línea de continuidad perfecta entre la filosofía y la teología. Se llega justo a las puertas de la teología y ahí se empieza a enhebrar los conocimientos filosóficos con los conocimien- tos teológicos. Es una continuidad perfecta donde la filosofía es aquello que la razón natural puede hacer por sí sola, sin la ayuda de datos externos, de los datos que provienen de la revelación. No hay ninguna contradicción: simplemente las verdades de la razón son previas a las verdades de la fe. Al mismo tiempo la teología funciona como correctiva de la filosofía. Pues si se llegase, por medios racionales, a una conclu- sión contraria a la verdad revelada, aquella debe desecharse. Y por eso es que se trata de un proceso teocéntrico, se privilegia la revelación divina, el plan de salvación que Dios estableció para los hombres .Todos los caminos conducen a Dios. Y los que no lo hacen son precisamente porque están errados. En el siglo XVI la doctrina escolástica experimenta una crisis y decae como método. La escolástica funcionaba bajo el principio de autoridad, por el verbalismo y la silogística. Veamos cada uno de estos tres elementos por separado. El principio de autoridad estaba puesto en tres cabezas: la Biblia, la Iglesia y Aristóteles. Copérnico ya en 1543, cuando escribe “Acerca de las revoluciones de las esferas celestes” se opone a las sagradas escrituras. Y la Iglesia persistirá en ser dueña del principio de autoridad hasta el siglo XVII. La actitud verbalista consistía en resolver problemas con vocablos rebuscados. Moliere, en “El enfer- mo imaginario” (1673), escribe el siguiente diálogo entre profesor y alumno: Profesor (al alumno): ¿Por qué el opio hace dormir? Alumno: Porque posee la virtud dormitiva. Y el silogismo es un razonamiento deductivo: dos premisas (una mayor, otra menor) y una conclusión. Pero el saber no se amplía, sino que la conclusión está siempre incluida en la premisa mayor. Todos los hombres son mortales. Sócrates es hombre. Luego Sócrates es mor- tal. Lo que dice la conclusión es sabido aunque de manera implícita en la premisa mayor. Otra crítica que se le objeto al silogismo fue que si la premisa mayor era falsa, el método igual funcionaba bien: Todos los hombres son negros. Sócrates es hombre. Luego Sócrates es negro. Como método funciona bien pero la conclusión es falsa.
René Descartes y la ModernidadRené Descartes y la ModernidadRené Descartes y la ModernidadRené Descartes y la ModernidadRené Descartes y la Modernidad Todo esto va a cambiar en el Renacimiento: se van a producir dos desplazamientos fundamentales. Por un lado se va a poner el énfasis en la razón humana. El criterio de verdad va a atravesar al de la razón. Y por otro lado se va a desechar el valor de autoridad, el de la verdad revelada. Si para Santo Tomás la revelación es un control que se debe tener siempre, como si fuese un censor, esto desaparecerá en la Edad Mo- derna. Algunos filósofos se seguirán considerando católicos, pero van a cambiar la concepción filosófica. La filosofía deja de ser considerada como esclava de la teología y se autonomiza. No se acepta como verdadero sino aquello que pueda definirse o de una prueba racional. René Descartes (francés, 1596-1650) es el gran filósofo de la Mo- dernidad. Adopta el criterio de evidencia. Solo puedo aceptar como cierto lo evidente, lo claro y distinto. Y a la primer evidencia a la cual uno puede llegar es a la de pienso, luego existo. No se trata de un silogismo, pues no surge de una premisa previa, sino que se trata de una evidencia inme- diata, innegable. Yo podría pensar que hay un genio maligno que me trata de convencer de lo que no es... sugiere en sus Meditaciones metafísicas de 1641. Este es el criterio que va a empezar la ciencia de entonces. La ciencia moderna funda así el método científico de Galileo Galilei (italia- no, 1564-1642). Cuando Galileo consigue ver a través de su telescopio las manchas solares sus adversarios le escriben: “Leo y releo a mi Aristóteles donde se repite que el mundo supralunar es un mundo perfecto, por lo tanto... ¿cómo han de haber manchas en sol? El defecto debe ser de vuestro ojo o de los cristales de su telescopio”. Ese no es más que el criterio de autoridad: lo dice Aristóteles y con eso basta. No existía el concepto de una ciencia experimental que por medio de la experimentación ponga a prueba las afirmaciones teóricas. Se pasa de una realidad como adecuación a una realidad construida. Es la
y nada subjetivo. Y como el arte, debe estar sujeto a determinadas reglas (reglas pictóricas, de composición, de decoro social). La obra más perfecta es aquella que respeta esas reglas impuestas por la Academia. El romanticismo es el primer movimiento de ruptura que trata de destruir las reglas académicas y de aclamar la libertad absoluta del artista: una expansión infinita de la subjetividad. Algunos de estos pun- tos estaban ya en el barroco del siglo XVII, pero fue combatido por el neoclasicismo.
Soren Kierkegaard (danés, 1813-1855) es el filósofo romántico por excelencia. Autor de “El tratado de la desesperación”, quiere demos- trar que esa nueva situación de la subjetividad no es una situación necesariamente feliz. No satisface todas las necesidades como se pensaba en la época del enciclopedismo del siglo XVIII, que sostenía que si el hombre era libre y estaba organizado en formas de gobierno adecuadas entonces lograría la felicidad. Esto es prácticamente lo que dice el preámbulo de la constitución estadounidense. Kierkegaard dice que el hombre es un ser que naturalmente se angustia, es naturalmente finito y que no tiene la capacidad de satisfacerse.
A esto se va a oponer la filosofía nietzschiana. Nietzsche, contempo- ráneo de Marx, sostiene que frente a las realidades (las mismas enfren- tadas por Marx, avance del capitalismo y del idealismo) no hay que levantarse y proclamar la unión de proletariados del mundo. Para él hay que tratar de evitar cualquier forma de socialismo, o cualquier forma de comunidad en la cual se produzca un igualitarismo abstracto entre los miembros. “Hay que tratar de generar una sociedad de superhombres, una sociedad de elite, en la cual existan algunas perso- nas que, por una especie de voluntad innata de dominio, superen la moral del rebaño, y que se coloquen en un primer plano”. Así el hombre se convierte en un superhombre. Si para Marx lo que caracteriza al hombre es que se trata de un ser económico, para Nietzsche lo va a caracterizar es su necesidad de dominar y esclavizar a los demás, de establecer relaciones de sujeción y jerarquía. La teoría de Nietzsche es, como la de Marx, una teoría evolucionista. Pero en la de Marx evolucionan las sociedades y en la de le Nietzsche los hombres individuales. Desde cierto punto de vista coinciden.
Freud pone un fin al tema de la racionalidad. El sujeto no es un mero sujeto racional que opera de acuerdo con los dictados de su propia razón, que son determinadas normas de validez contra las cuales se puede contrastar cualquiera de sus acciones y elegir entre ellas. “Si tenemos que explicar la razón humana, existen determinadas acciones que no serían nunca explicables desde el punto de vista de la razón”, dice Freud. Eso es porque existe en la psiquis humana una parte cons- ciente y otra inconsciente, que esta reprimida. Pero no por estar repri- mida deja de ser tirana. Y así guía nuestras acciones. Se puede llegar a conocerlas por medio de una técnica especial, un método que él fundó que es el psicoanálisis. Sabemos que existe este inconsciente gracias a determinadas prue- bas que da Freud: los sueños, los lapsus, los actos fallidos, los chistes. A través de la terapia psicoanalítica reconocemos por el recuerdo aque- llas cosas del pasado que de alguna manera habíamos olvidado, las ponemos en un primer plano, y las sometemos, por último, a una interpretación adecuada. De esa manera nos liberamos de la tiranía que el inconsciente ejerce sobre nosotros.
En siglo XX aparecen las filosofías llamadas “existenciales”. Con respecto a las anteriores –las filosofías políticas– que enfatizaban el carácter social del hombre, que estaba determinado por cuestiones que lo exceden, la filosofía existencial va a poner el acento en la vida individual de cada uno de los sujetos. Se habla, en términos de Martín Heidegger (alemán, 1889-1976), del sujeto deiécto. Este sujeto esta arrojado en el mundo y enfrentado con la propia muerte. Heidegger dice que el hombre es un ser para la muerte. Como el individuo sabe de su existencia finita, debe asumir esa finitud de su existencia para darse sentido a su propia existencia humana. Con esto se pierde cualquier tipo de sustento trascendente. Y esto
lo dice Jean Paul Sartre (francés, 1905-1980) de una manera más paté- tica al sentenciar que “el hombre es una pasión inútil”. El hombre sufre, gesta, hace cosas pero nada de eso tiene sentido pues todos morimos.
¿Existe una filosofía del arte?¿Existe una filosofía del arte?¿Existe una filosofía del arte?¿Existe una filosofía del arte?¿Existe una filosofía del arte? Desde la Modernidad el arte se eleva a ciencia y es parte del proceso de racionalización. Lo fundamental es el sentido, la fuerza del ser y la vida propia de la obra. Se trata de corrientes organicistas: la obra de arte es una criatura viviente, orgánica, que crece de esa misma manera.
La obra de arte es creación del hombre. Surge de su conciencia individual. En la Edad Media la belleza era la transparencia de lo divino en lo sensible». Pero en la Modernidad el hombre le da forma de vida a la obra artística, y esta adquiere consistencia metafísica como nueva y única realidad. Con el romanticismo el arte se eleva a categoría metafísica. Filóso- fos como Kierkegaard y Heidegger consideran que el ser es eso a lo cual toda verdadera metafísica tiene que ocuparse. Si antes en la edad Media se cosificó al ser porque lo entificaban afirmando el ser es Dios, en la Modernidad el ser es aquello que hace que las cosas sean. Ese ser es algo sólo captable viendo dónde late. Y el ser late en el arte. De ahí la enorme importancia que tiene el arte como expresión del individuo para la Modernidad.
Otra característica de la Modernidad es la autonomía plena del arte. De la misma manera que el artista logra plena autonomía gracias al mercado y se independiza los mecenas, el arte tiene por primera vez un fin en sí mismo. Durante la Antigüedad y la Edad Media el artista cumplía determinadas funciones que lo vinculaban estrechamente con su medio o grupo, pero la independencia del arte se hace patente en siglo XX con la aparición de las vanguardias, y llega a su extremo con los soportes artísticos de los años 60. Obra de arte es para U. Eco (italiano, 1929) un signo especial, pero signo al fin, al que el lector pone sentido final. Hay que partir de este concepto (y compromiso) para acercarse a mirar las obras nuevas. El arte, me parece, se trata de una expresión, de un gesto humano por parte del artista (¿artista?). Si antes esta expresión se articulaba con el cosmos, con la idea primigenia; o si con Dios o con la burguesía de la Modernidad; o con el absolutismo monárquico del siglo XVIII, pasó a ser pura expresión del interior cuando el proyecto de la Modernidad entró en crisis. Por suerte quedan expresiones y quienes las quieran interpretar. Todo un desafío 6
S. E.