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Esta antología presenta una selección de poemas de tres de los poetas líricos griegos más importantes: safo, alceo y anacreonte. Los poemas de safo, conocida por su poesía erótica y personal, exploran temas como el amor, la belleza y la pasión. Alceo, por su parte, se caracteriza por su poesía política y social, que refleja las luchas y tensiones de su época. Anacreonte, famoso por sus poemas de amor y vino, ofrece una visión más ligera y hedonista de la vida. Esta antología ofrece una oportunidad única para adentrarse en la riqueza y la diversidad de la poesía griega antigua.
Tipo: Apuntes
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¡No te pierdas las partes importantes!
Safo (Selección) 1 En tu trono soberbio, Afrodita inmortal, hija de Zeus, urdidora de engaños, te ruego no quieras subyugar con pena y dolor mi alma, reina, sino venir aquí, aun cuando otra vez, lejana hayas sentido mi voz y me hayas asistido, abandonando la dorada casa de tu padre para acudir cruzando el éter, veloz, en tu carro de guerra guiado por gorriones, entre alas que se baten, desde lo alto del cielo hasta la tierra, negra, y así, una vez llegada, feliz y sonriente tu rostro divino, ya me hayas preguntado por qué sufro, por qué te llamo ahora, y qué es lo que mi alma tan intensamente ansía: ¿A quién debo persuadir de aceptar tu amor? ¿Quién te desdeña, Safo? Porque si huye de ti muy pronto te perseguirá, si no aceptó regalos, los dará y si no te ama, te amará, aunque no quiera. Ven ahora a mí y alláname el camino, cumple cuanto mi alma anhela ver cumplido. Conviértete en mi aliada. 55 Muerta yacerás y después no habrá memoria tuya ni añoranza más allá, ya que no gozarás de las rosas de Pieria, e invisible en la morada de Hades deambularás entre los muertos tenues, sin aliento.
Algunos dicen que un ejército a caballo, otros que los soldados a pie, y otros que una escuadra de naves, sobre la tierra negra, es lo más bello. Pero yo sé que lo más bello es lo que se ama. Lo que es sencillo de entender para cualquiera, puesto que ella, entre todos los mortales la más bella, Helena, dejó a su esposo excelso y partió navegando a Troya sin añoranza de su hija ni de sus familiares queridos, guiada (por Cipris) (con ligereza) (…) así (…) (…) luminosamente (…) (…) recuerdo ahora a Anactoria, La ausente: sus bienamados pasos, la vibrante luz en su rostro preferiría contemplar y no las carrozas de Lidia o las armaduras de los soldados. (…) es imposible que suceda (…) humano (…) pedir poder compartir (………………………………………….) hacia (…) (………………………………………….) lo inesperado.
creyó poder burlar la muerte. Mas, aunque era muy hábil, llevado por el Destino dos veces hubo de pasar el revuelto Aqueronte. Y el poderoso hijo de Crono le fijó, para portarla, una pesada carga bajo la negra tierra…
La miseria es el peor agravio que puedes hacer a un pueblo. Y es más terrible cuando se une a su hermana, la impotencia.
Ahora que Mírsilo ha muerto que beba todo el mundo, aunque no tenga sed. Debemos emborracharnos.
…yo, desdichado, vivo a la manera de un campesino, anhelando escuchar, Argesilaidas, los gritos que pregonan la asamblea y el consejo. Eso que mi padre y el padre de mi padre tuvieron hasta viejos entre esos ciudadanos siempre en rencilla. Pero estoy alejado de ellos yo, exiliado en la lejanía, y aquí, como Onomacles, en país de lobos habito resignado a la guerra. No es mejor soportar la revuelta… Aquí el recinto de los dioses felices frecuento cruzando esta oscura tierra, con otras compañeras de camino… y, con mis pies lejos de males, vivo donde las lesbias de rozagante peplo vienen a competir en belleza. Aquí en torno retumba el griterío inmenso de mujeres en sus anuales fiestas sacras.
… ¿Cuándo de mis muchos pesares me van a liberar los Olímpicos? Anacreonte ( Selección ) I ¿A qué me instruyes en las reglas de la retórica? Al fin y al cabo, ¿a qué tantos discursos que en nada me aprovechan? Será mejor que enseñes a saborear el néctar de Dionisios y a hacer que la más bella de las diosas aun me haga digno de sus encantos. La nieve ha hecho en mi cabeza su corona; muchacho, dame agua y vino que el alma me adormezcan pues el tiempo que me queda por vivir es breve, demasiado breve. Pronto me habrás de enterrar y los muertos no beben, no aman, no desean. II De la dulce vida, me queda poca cosa; esto me hace llorar a menudo porque temo al Tártaro; bajar hasta los abismos del Hades, es sobrecogedor y doloroso, aparte de que indefectiblemente ya no vuelve a subir quien allí desciende. Cincélame esta plata, Vulcano; no me construyas con ella una armadura. (¿Qué me importan a mí los combates?) sino una copa hueca, tan profunda como te sea posible. Y no representes en ella los astros; ni al Carro ni al odioso Orión. (No me interesa absolutamente nada el Boyero) sino vides cargadas con sus racimos, y Ménades que los cogen. También quiero que se vea una prensa, de la que derrame el vino, y vendimiadores que pisan las uvas de la cosecha y sátiros que se rían,