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Lenguaje y ciencias sociales, Resúmenes de Derecho Documental

Ciencias sociales y lenguaje María Petra año 2023

Tipo: Resúmenes

2024/2025

Subido el 12/05/2025

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EL LENGUAJE DEL
CUERPO
JULIUS FAST
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EL LENGUAJE DEL

CUERPO

JULIUS FAST

Digitalizado por Hyspastes y Noradrenalina. Septiembre 2011.

  • 1 EL CUERPO ES EL MENSAJE SUMARIO
  • 2 DE LOS ANIMALES Y SU TERRITORIO
  • 3 COMO MANEJAMOS EL ESPACIO
  • 4 CUANDO EL ESPACIO ES INVADIDO
  • 5 LAS MASCARAS QUE USAN LOS HOMBRES
  • 6 EL FANTÁSTICO MUNDO DEL TACTO
  • 7 EL LENGUAJE SILENCIOSO DEL AMOR
  • 8 POSICIONES, PUNTOS Y POSTURAS
  • 9 PARPADEOS, GUIÑOS Y CABECEOS
  • 10 UN ALFABETO PARA EL MOVIMIENTO
  • 11 EL LENGUAJE CORPORAL: USO Y ABUSO
  • RESUMIENDO

Digitalizado por Hyspastes y Noradrenalina. Septiembre 2011.

de una parte o de la totalidad del cuerpo que una persona emplea para comunicar un mensaje emocional al mundo exterior.

Para comprender este lenguaje sin palabras del cuerpo, los expertos kinésicos tienen a menudo que tomar en consideración las diferencias culturales y ambientales. El hombre corriente, que desconoce los matices culturales del cuerpo, muchas veces se equivoca al interpretar lo que ve.

Como clasificar a las chicas

Alien era un muchacho de una pequeña ciudad que había venido a visitar a Ted en una gran ciudad. Una noche, al dirigirse al departamento de Ted donde había un gran cocktail, Alien vio a una encantadora joven morena cruzar la calle delante de él y seguir luego caminando a lo largo de la manzana. Alien la siguió maravillado con lo explícito que resultaba su caminar. Si habría de captar alguna vez un mensaje no verbal, ésta era la ocasión.

La siguió hasta el final de la manzana, percibiendo que la joven tenía conciencia de su presencia y dándose cuenta asimismo de que su manera de caminar no cambiaba. Alien estaba seguro de que esto era una invitación.

Finalmente, al llegar a una luz roja, Alien se llenó de coraje y acercándose a la joven le dirigió su más amable sonrisa y dijo: «¡Hola!»

Con la mayor sorpresa la vio darse vuelta, mirarlo con furia y decirle a través de los dientes cerrados: «Si no me dejas tranquila, llamo a un policía». Entonces cambió la luz y ella se alejó fastidiada.

Alien estaba aturdido y rojo de vergüenza. Fue apresuradamente hasta el departamento de Ted donde la reunión estaba en pleno desarrollo. Mientras Ted le servía de beber le contó lo que ocurriera y Ted se puso a reír: «Chico, ¡qué despiste!»

«Pero, caramba, Ted, ninguna chica en mi pueblo caminaría de ese modo a menos que... a menos que justamente buscara algo.»

«Esta es una vecindad de idioma español. La mayor parte de las chicas —- pese a las apariencias — son muy buenas chicas», explicó Ted.

Lo que Alien no comprendía es que en una cultura como la de muchos países de habla hispánica, en los cuales las chicas son siempre acompañadas y en los que rigen normas estrictas de conducta social, una joven puede impunemente hacer gala de su sexualidad sin peligro de verse en dificultades. En realidad, la manera de caminar que Alien consideró una invitación, se consideraría natural, y la postura erecta y rígida de una correcta mujer norteamericana probablemente parecería carente de gracia y naturalidad.

Alien circuló entre los invitados y poco a poco olvidó su humillación. Cuando la reunión estaba por terminar, Ted lo arrinconó y le preguntó: «¿Ves algo que te guste?»

«Está. Janet», suspiró Alien. «Hombre, me encantaría.»

Digitalizado por Hyspastes y Noradrenalina. Septiembre 2011.

«Pues bien. Invítala a quedarse. Margie también se queda, cenaremos juntos.» «No sé si hacerlo. Me parece que no conseguí despertar su interés.» «Estás bromeando.» «No. Ha estado toda la noche como si llevara puesto el cartel: "No tocar".»

«Pero a Janet le gustas. Ella me lo dijo.» «Pero —dijo Alien aturdido— entonces, porque es ella tan, tan... No sé, parece no querer que yo la toque con un dedo.»

«Esa es la manera de ser de Janet. No has captado la onda.» «Nunca entenderé esta ciudad», dijo Alien todavía anonadado, pero feliz. Así se dio cuenta Alien de que en los países latinos las jóvenes pueden emitir un mensaje de abierta coquetería sexual y estar siempre, sin embargo, tan bien acompañadas que cualquier propasarse físico es prácticamente imposible. En países en que el andar acompañada es menos corriente, la joven construirá sus propias defensas por una serie de mensajes no verbales que digan: «Fuera las manos». Cuando la situación es de tal naturaleza que un hombre no puede, dentro de las normas de su cultura, dirigirse a una joven desconocida en la calle, las jóvenes pueden moverse con soltura y libertad. En una ciudad como Nueva York, en que puede ocurrirle cualquier cosa a una joven, especialmente en un cocktail, ella aprende a emitir un mensaje que diga «fuera las manos». Es decir, mantendrá una postura rígida, cuando se siente cruzará las piernas con formalidad, cruzará los brazos sobre el pecho, y recurrirá a otros gestos defensivos como éstos.

La cuestión es que en toda situación hay siempre dos elementos en el lenguaje del cuerpo: el envío del mensaje y la recepción del mensaje. Si Alien hubiera podido recibir correctamente los mensajes en términos de una gran ciudad, se hubiera ahorrado el disgusto del primer encuentro y hubiera evitado sentirse inseguro en el segundo.

Tocar o no tocar

El lenguaje del cuerpo, además de emitir y recibir mensajes, si es bien comprendido y empleado con habilidad puede servir también para romper las defensas ajenas. Un hombre de negocios empeñado en concluir un trato muy ventajoso advirtió en cierto momento que había interpretado mal las señales.

«Era un negocio», dijo, «que hubiera sido provechoso tanto para mí, cuanto para Tom. Tom había venido a Salt Lake City desde Bountiful, pueblo que geográficamente se halla bastante cerca, pero culturalmente a muchos kilómetros de distancia. Es un pueblecito insignificante, y Tom estaba convencido de que todo el mundo en la gran ciudad habría de pretender engañarlo. Creo que en el fondo sabía que el trato era conveniente para ambos, pero no era capaz de confiar en mí cuando me acerqué. Yo era un hombre de negocios de una gran ciudad, que los manejaba desde arriba en un vasto círculo, mientras él era el muchacho sin importancia que acabaría cayendo en una trampa».

«Traté de alejar esta imagen del hombre de negocios de la gran ciudad pasando

Digitalizado por Hyspastes y Noradrenalina. Septiembre 2011.

Tía Grace fue a vivir con una sobrina y un sobrino, y allí se volvió una mujer diferente.

Como tía Grace, todos, de diversas maneras, enviamos pequeños mensajes al mundo. Decimos: «Ayúdenme, me siento solo. Tómenme. Estoy dispuesto. Déjenme solo. Estoy deprimido». Y pocas veces enviamos conscientemente estos mensajes. Representamos nuestro estado de ánimo con lenguaje corporal, no verbal. Al dudar de algo, levantamos una ceja. Al sentirnos perplejos, rascamos la nariz. Cruzamos los brazos para aislarnos o protegernos. Levantamos los hombros en señal de indiferencia, guiñamos el ojo en señal de intimidad, estallamos los dedos por impaciencia, nos golpeamos la frente por un olvido. Hay un sinnúmero de gestos, y si algunos son deliberados y otros casi deliberados, algunos como rascarse la nariz por perplejidad o cruzarnos de brazos para protegernos, son casi inconscientes. El estudio del lenguaje corporal es un estudio de la mezcla de todos los movimientos del cuerpo, desde los más deliberados hasta los totalmente inconscientes, desde los que corresponden a una cultura particular hasta los que cruzan todas las barreras culturales.

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DE LOS ANIMALES Y SU TERRITORIO

La Batalla Simbólica

Sólo ahora se empieza a comprender la relación entre la comunicación humana y la comunicación animal. Muchos puntos de vista nuestros sobre la comunicación no verbal provienen de experimentos con animales. Los pájaros comunican entre sí por medio del canto, cantando las sucesivas generaciones la misma serie de notas, la misma melodía sencilla o complicada. Durante muchos años los científicos supusieron que estas notas, estos cantos de pájaros eran algo hereditario como el lenguaje del marsuino, el lenguaje de danzas de ciertas abejas y la «conversación» de los sapos.

Ahora, sin embargo, hay algunas dudas de que sea exactamente así. Ciertas experiencias parecen indicar que los cantos de los pájaros son aprendidos. Algunos científicos criaron pájaros lejos de los de su especie, y estos pajaritos ya nunca pudieron reproducir los cantos típicos de su especie.

Los científicos que criaron estos pájaros pudieron, en realidad, enseñarles parte de una canción popular para sustituir el canto de la especie. Si fuesen dejados en libertad, estos pájaros nunca podrían aparearse, pues el canto de los pájaros se halla implicado en el proceso del apareamiento.

Otro tipo de conducta animal que durante mucho tiempo se supuso ser instintiva es la lucha simbólica de los perros. Cuando dos perros machos se encuentran, pueden reaccionar de diversas maneras, pero lo corriente es la simulación con gruñidos y mordiscos de una lucha a muerte. El observador no iniciado quedará alarmado con esta conducta y tal vez trate de separar a los animales aparentemente furiosos. El dueño de un perro, que sabe lo que ocurre, quedará mirando la escena, pues se da cuenta de hasta qué punto la lucha es simbólica.

Esto no quiere decir que la lucha no es real. Lo es. Los dos animales compiten por el poder. Uno dominará porque es más agresivo, tal vez más fuerte y con mayor empuje que el otro. La lucha termina en el momento en que ambos perros se dan cuenta de que uno de ellos es el vencedor, aunque la piel de ambos quede intacta. Entonces ocurre algo curioso. El vencido se acuesta, se da vuelta y expone su garganta al vencedor.

Frente a esta entrega, el vencedor reacciona pisando sencillamente el vencido, mostrando los colmillos y gruñendo durante cierto lapso de tiempo. Luego ambos saltan y la batalla es olvidada.

A través de un procedimiento no verbal, se ha desarrollado una escena. El vencido dice: «Lo admito. Eres el más fuerte y pongo a tu disposición mi vulnerable garganta».

El vencedor dice: «En efecto, soy el más fuerte, gruñiré y mostraré mi fuerza, pero ahora levantémonos y juguemos».

Digitalizado por Hyspastes y Noradrenalina. Septiembre 2011.

La hereditariedad del instinto no es una cuestión sencilla, y tampoco lo es el procedimiento del aprendizaje. Es difícil determinar exactamente en qué medida un sistema cualquiera de comunicación es heredado, y en qué medida es aprendido. Aun en los seres humanos, no toda conducta es aprendida, y no toda conducta es heredada.

Esto nos lleva de vuelta a la comunicación no verbal. ¿Hay gestos y expresiones universales, independientes de toda cultura y verdaderos para todo ser humano en cualquier cultura? ¿Hay cosas que todo ser humano hace y que de algún modo comunica un significado a todos los otros seres humanos, cualesquiera sean su raza, color, credo o cultura?

En otras palabras, ¿una sonrisa implica siempre el agrado? ¿El ceño fruncido, el desagrado? ¿Cuando se mueve la cabeza de un lado a otro, significa siempre no? ¿Cuando se la mueve de arriba abajo, significa siempre sí? ¿Son estos movimientos universales para todos y, si lo son, es la capacidad de hacer estos movimientos en respuesta a una determinada emoción, algo heredado?

Si pudiéramos encontrar un juego completo de gestos heredados entonces nuestra comunicación no verbal podría ser semejante al lenguaje del marsuino o al lenguaje no verbal de la abeja que es capaz, por medio de ciertos movimientos definidos, de llevar toda la población de la colmena a una fuente de miel recién descubierta. Estos son movimientos heredados que la abeja no necesita aprender.

¿Tenemos nosotros alguna forma heredada de comunicación? Darwin creía que las expresiones faciales de emoción eran semejantes en todos los humanos, cualquiera fuera su cultura. El fundamento de su convicción se hallaba en el hecho de que el origen del hombre era la evolución. Sin embargo, al comenzar la década de 1950 dos investigadores, Bruner y Taguiri, escribieron después de treinta años de estudios, que las mejores investigaciones realizadas indicaban que no había patrones invariables que acompañen emociones específicas.

Y, catorce años después, tres investigadores, Ekman, Friesen (del Instituto de Neuropsiquiatría Langley Porter de California) y Sorensen (del Instituto Nacional de Enfermedades y Ceguera Neuróticas) verificaron que las nuevas investigaciones comprobaban la antigua opinión de Darwin.

Habían realizado estudios en Nueva Guinea, Borneo, los Estados Unidos, el Brasil y Japón, cinco culturas totalmente distintas en tres continentes y descubrieron lo siguiente: «Observadores pertenecientes a estas culturas reconocen algunas emociones

cuando se les muestra un juegostandard de fotografías faciales».

Según los tres científicos, esto se halla en contradicción con la teoría que sostiene que las emociones reflejadas en los rostros son el resultado de un aprendizaje social. Creen también que hay en general acuerdo dentro de determinada cultura al reconocer distintos estados emocionales.

La razón que dan de esta universalidad de reconocimiento se halla sólo indirectamente vinculada con la herencia. Citan una teoría que postula la existencia de «...innatos programas subcorticales que vinculan ciertos elementos evocativos a expresiones faciales universalmente perceptibles correspondientes a cada una de las emociones primarias: interés, alegría, sorpresa, miedo, enojo, angustia, desagrado,

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desprecio y vergüenza».

Lo que quiero decir, en palabras más sencillas, es que el cerebro de todos los hombres está programado para levantar las extremidades de la boca cuando se sienten felices, volverlas hacia abajo cuando se hallan descontentos, fruncir la frente, levantar las cejas, levantar un lado de la boca, y así por delante según la sensación que llega al cerebro.

Por otra parte, mencionan otras expresiones y normas culturalmente variables, aprendidas en los primeros años de vida.

«Estas normas», dicen, «determinan lo que hay que hacer con relación a la manifestación de cada sensación o sentimiento en los diversos ambientes sociales; varían con el papel social a desempeñar y las características demográficas, y deben de variar asimismo de una cultura a otra.»

El estudio que los tres llevaron a cabo trató, tanto cuanto posible, de evitar el condicionamiento que la cultura impone. La difusión de la televisión, el cine y el material de lectura lo hace difícil, pero los investigadores superaron en gran parte este problema estudiando regiones aisladas y, donde fue posible, sociedades iletradas.

Su trabajo, al parecer, prueba que podemos heredar en nuestra constitución genética ciertas reacciones físicas básicas. Nacemos con los elementos de una comunicación no verbal. Podemos dar a conocer a otro ser humano sentimientos básicos de odio, miedo, agrado, tristeza, etc., sin haber nunca aprendido cómo hacerlo.

Por supuesto, esto no se halla en contradicción con el hecho de que tenemos también que aprender muchos gestos que significan una cosa en una determinada sociedad y otra cosa en otra sociedad. Nosotros, en el mundo occidental, movemos la cabeza de un lado a otro para significar no, y de arriba abajo para significar sí, pero hay sociedades en la India que hacen exactamente lo contrario. De arriba abajo significa no, y de un lado a otro significa sí.

Podemos comprender entonces que nuestro lenguaje no verbal es en parte instintivo, en parte enseñado y en parte imitativo. Después veremos qué importante resulta este elemento imitativo en la comunicación no verbal y en la verbal.

«El Imperativo del Territorio»

Una de las cosas que se heredan genéticamente es el sentido del territorio.

Robert Ardrey escribió un libro fascinante,El Imperativo del Territorio, en el que estudia

este sentido territorial en el reino animal y en el hombre. En este libro analiza el jalonamiento y la defensa de territorios por animales, pájaros, ciervos, peces y primates. Para algunas especies los territorios son temporarios, y cambian con cada estación. Para otras especies animales son permanentes. Ardrey sostiene eficazmente la hipótesis de que «la naturaleza territorial del hombre es genética e imposible de desarraigar».

Apoyándose en sus extensas observaciones de los animales, describe un código innato de conducta en el mundo animal que vincula la reproducción sexual a la defensa del territorio. La llave del código, según cree, es el territorio, y el imperativo territorial es el impulso que lleva a los animales y al hombre a tomar y defender determinada área.

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«Agresivamente, lo amenacé y lo desafié. Lo puse en la necesidad de afirmarse, y eso lo molestó.»

Aún sin comprender, pregunté: «Pero, ¿cómo? ¿Qué hizo usted?»

«Para empezar, moví mis cigarrillos», explicó. «Según una norma tácita, habíamos dividido la mesa en dos partes, la mitad para usted y la mitad para mí.»

«Yo no tenía conciencia de semejante división.»

«Por supuesto que no. Pero la norma queda de pie. Ambos proyectamos mentalmente un territorio. Normalmente habríamos dividido la mesa según un orden tácito y civilizado. Sin embargo, yo moví deliberadamente mis cigarrillos hacia su área con evidente falta de tacto. Sin darse cuenta de lo que yo había hecho, usted se sintió, sin embargo, amenazado, se sintió incómodo, y cuando yo proseguí con otro ataque a su territorio, empujando a mi plato y mis cubiertos y luego avanzando yo mismo, usted se volvió todavía más incómodo aunque no sabía por qué.»

Fue mi primera demostración del hecho de que cada uno de nosotros posee zonas de territorio. Llevamos con nosotros estas zonas y reaccionamos de diversas maneras a su invasión. Desde entonces he probado esta técnica de penetrar en la zona de alguien cuando esa persona no tenía conciencia de lo que yo estaba haciendo.

Otra noche, a la hora de la cena, mi mujer y yo compartimos una mesa con otra pareja en un restaurante italiano. Experimentalmente, moví la botella de vino hacia la «zona» de mi amigo. Luego, despacio, sin dejar de hablar, continué mi intrusión, cambiando de posición el vaso de vino y la servilleta en su zona. Incómodo, se movió en la silla, la cambió de lugar, reordenó su plato, su servilleta y, finalmente, con un movimiento brusco y casi compulsivo puso la botella de vino en su sitio.

Había reaccionado defendiendo su zona y desquitándose con represalias. De este juego de salón sobresalen algunos hechos básicos. Por más apiñados que se hallen los seres humanos en el área en que viven, cada uno de nosotros mantiene a su alrededor una zona o territorio, una área inviolada que tratamos de conservar. Cómo defendemos esta área, cómo reaccionamos frente a la invasión, y asimismo cómo avanzamos en los territorios ajenos, todo ello puede ser observado y catalogado y en muchos casos empleado de modo constructivo. Son elementos de comunicación no verbal. Esta defensa de zonas es uno de los principios básicos.

Nuestra manera de defender nuestra zona y nuestra manera de agredir la de los demás son parte integrante de nuestra manera de relacionarnos con los otros.

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COMO MANEJAMOS EL ESPACIO

Un Espacio que Podemos Considerar Nuestro

Entre los cuáqueros se cuenta la historia de un amigo de la ciudad que visitó a la Casa de Reuniones de una pequeña villa. Aunque estuviera fuera de uso, era arquitectónicamente un lindo edificio, y el cuáquero de la ciudad resolvió volver a visitarlo a la hora de la reunión del domingo, aunque le dijeran que solamente uno o dos cuáqueros todavía asistían allí a la ceremonia.

El domingo entró en el edificio y encontró el salón de reunión completamente vacío, el sol de la mañana penetrando por las viejas ventanas de doce paneles, las hileras de bancos silenciosas y desocupadas.

Se deslizó en un asiento y quedó allí, dejándose llenar de silencio y paz. Súbitamente oyó una leve tos y, mirando hacia arriba, vio un cuáquero barbudo de pie cerca de su banco, un viejo que bien pudiera haber salido de las páginas de la historia.

Sonrió, pero el viejo cuáquero frunció el ceño y volvió a toser; luego dijo: «Perdón si lo molesto, pero usted está sentado en mi lugar».

La singular insistencia del viejo en recuperar su espacio propio, pese a que la casa estaba totalmente vacía, es divertida, y a la vez algo auténtico. Siempre que se va a determinada iglesia durante algún tiempo, se acaba por elegir un lugar propio.

En su propia casa, el Padre tiene su silla particular, y aunque tolere que un visitante la ocupe, es de mal grado. La Madre tiene su propia cocina, y no le gusta nada que su madre cuando viene a visitarla se adueñe de «su» cocina.

La gente tiene su asiento preferido en el tren, su banco preferido en el parque, su silla preferida en las conferencias, etc. Todo ello es la necesidad de un territorio, de un lugar que pueda considerar suyo. Es quizás una necesidad innata universal, aunque la sociedad y la cultura le dan una gran diversidad de formas. Una oficina puede ser adecuada para el hombre que allí trabaja o puede ser demasiado pequeña, no según el verdadero tamaño de la pieza, sino según se hallen colocados el escritorio y la silla. Si el ocupante puede reclinarse hacia atrás sin tocar la pared o una biblioteca, le parecerá en general suficientemente grande. Pero si en una pieza más amplia su escritorio se halla colocado de modo que toca la pared cuando se reclina, desde su punto de vista la oficina parecerá un constreñimiento.

Una Ciencia Denominada Proxémica

El Dr. Edward T. Hall, profesor de antropología en la North Western University, ha quedado fascinado por las relaciones del hombre con el espacio que lo rodea, por la forma en que utiliza ese espacio y la forma en que su utilización del espacio comunica ciertos hechos y señales a otros hombres. Al estudiar el espacio personal del hombre,

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hombre. Una linda joven lo tomó en el piso catorce, y mi amigo la miró distraídamente, pero totalmente. Ella se volvió más y más roja y, cuando el ascensor paró en el vestíbulo, se dio vuelta y le disparó: «¿Nunca ha visto una chica, viejo sucio?»

Mi amigo, de treinta y pocos años, me miró pasmado, mientras ella salía furiosa del ascensor, y preguntó, «¿Pero qué hice yo? ¿Dígame, qué diablos hice yo?»

Lo que había hecho era romper una norma esencial de la comunicación no verbal. «Mire y deslice su mirada hacia otra parte cuando se halle en contacto íntimo lejano con un extraño.»

La segunda zona del territorio codificada por el Dr. Hall se denomina zona de

distanciapersonal. Aquí también distingue dos áreas, una distanciapersonal cercana y

una distanciapersonal lejana. El área cercana es de 45 a 75 centímetros. Es aún posible

tomar la mano del compañero a esa distancia.

En cuanto a su significación, observa que la mujer puede quedarse dentro de esa zona de distancia personal cercana del marido, pero si otra mujer se mueve en esta zona cabe presumir que tiene intenciones a su respecto. Sin embargo, ésa es evidentemente la distancia cómoda en los cocktails. Permite cierta intimidad y circunscribe más bien una zona íntima que una zona personal. Pero, puesto que esto es sólo una tentativa del Dr. Hall de estandardizar una ciencia en infancia, puede aún haber muchas rectificaciones antes que la proxémica levante vuelo.

La fase lejana de la distancia personal es situada por el Dr. Hall desde 75 a 120 centímetros y la considera el límite de la dominación física. Ya no es posible tocar cómodamente el compañero desde esa distancia, lo que brinda cierta privatización a cualquier encuentro. Pero la distancia es lo bastante cercana para que pueda mantenerse una conversación hasta cierto punto personal. Cuando dos personas se encuentran en la calle generalmente se detienen a esa distancia para charlar. En una reunión, tienden a acercarse a la fase cercana de distancia personal.

Una gran variedad de mensajes se transmiten por el hecho de esta distancia, que van de «Lo mantengo a distancia del brazo» hasta «Lo he elegido para que quedara un poco más cerca que los otros invitados». Acercarse demasiado cuando la relación es la

personal lejana es considerado entremeterse o, según sean los acuerdos sexuales, la

señal de una preferencia personal. Con la distancia que se mantenga se hace una declaración, pero para que la declaración signifique algo tiene que ser captada.

El Espacio Social y Público

La distanciasocial tiene también una fase cercana y una fase lejana. La fase

cercana va de 120 a 210 centímetros y es la distancia a que generalmente se llevan a

cabo las impersonales transacciones comerciales. Es la distancia que adoptamos cuando, en tren de trabajo, vemos el cliente que está de paso en la ciudad, el nuevo director artístico o el jefe de la oficina. Es la distancia que el ama de casa guarda respecto al lampista que viene a hacer arreglos, al empleado de la tienda o al muchacho de los mandados. Puede adoptarse esta distancia en una reunión social cualquiera, pero puede asimismo ser una distancia manipuladora.

Un jefe emplea justamente esta distancia para dominar a un empleado que se

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halla sentado — una secretaria o una recepcionista. A un empleado, trata de mirarlo desde arriba y ganar altura y fuerza. Está en realidad reforzando la situación «trabajas para mí», sin tener jamás que decirlo verbalmente.

La faselejana de la distancia social, de 210 a 360 centímetros, corresponde a

relaciones sociales o de negocios más formales. El «jefe importante» tendrá un escritorio lo bastante grande como para colocarlo a esas distancias de sus empleados. Puede

asimismo quedar sentado a esta distancia y mirar al empleado sin pérdida destatus. El

hombre entero queda expuesto a su vista.

Volviendo a la mirada, a esta distancia no es adecuado mirar rápidamente y desviar la vista. El único contacto existente es visual y la tradición establece que hay que sostener la mirada de alguien mientras dura la conversación. No hacerlo es lo mismo que excluirlo de la conversación, según el Dr. Hall.

En cuanto a su aspecto positivo, esta distancia permite cierta protección. Es posible seguir trabajando a esa distancia sin ser mal educado, y es posible dejar de trabajar y conversar. En las oficinas es necesario preservar esta distancia social lejana entre la recepcionista y el visitante para que ella pueda seguir trabajando sin verse obligada a conversar con él. A una menor distancia, ello resultaría descortés.

Por la noche, en su casa, el marido y la mujer asumen esta distancia social lejana para distenderse. Pueden así conversar si lo desean o sencillamente leer en lugar de conversar. El aspecto impersonal de este tipo de distancia social se vuelve imperativo cuando viven juntos los miembros de una familia numerosa, pero a menudo la familia se halla dispuesta para esta cortés separación y habría que hacerla acercarse para que tuviera una velada más íntima.

Finalmente el Dr. Hall menciona una distanciapública como la máxima extensión

de nuestros límites territoriales. Una vez más tenemos una fase cercana y una fase lejana, lo que nos hace observar que podría haberse establecido ocho en lugar de cuatro distancias. Pero aquí las distancias se establecen de acuerdo con la interacción humana, no con medidas precisas.

La fasecercana de la distancia pública va de 360 a 750 centímetros y corresponde

a reuniones poco formales, como el discurso de un profesor en una sala de estudiantes, o

de un jefe en una conferencia de trabajadores. La faselejana de la distancia pública de

750 centímetros o más, está reservada en general a los políticos, en cuyo caso la distancia es un factor de seguridad, tal como ocurre con los animales. Ciertas especies animales dejan que el hombre se acerque hasta esa distancia antes de retirarse.

En el caso de los animales hay siempre el peligro de una mala interpretación del verdadero sentido de la distancia y de las zonas territoriales. Típico ejemplo de ello es el caso del león y el domador. Un león se apartará siempre de un ser humano cuando este se le acerque demasiado y penetre en su zona de «peligro». Pero cuando no puede retroceder y el hombre sigue avanzando, el león se dará vuelta y se acercará al hombre.

El domador aprovecha esta disposición y camina hacia el león dentro de la jaula. El animal se repliega, de acuerdo a su naturaleza, hacia al fondo de la jaula a medida que el domador avanza. Cuando el león ya no puede seguir retirándose, y siempre de acuerdo con su naturaleza, avanza hacia el domador con un gruñido. Avanza

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porque no son eficaces desde tan cerca. No puede contar con el natural lenguaje corporal para transmitir las emociones que desea proyectar por más que «viva» su parte. Tiene por lo tanto que elaborar una nueva serie de símbolos y movimientos estilizados del cuerpo que también mentirán a los espectadores.

Que este mentir en «close-up» resulte más eficaz que el mentir a distancia o desde el proscenio es algo que está por verse. Los gestos desde el proscenio o desde el escenario tradicional fueron refinados por años de práctica. Hay también una vinculación cultural implicada en los gestos del escenario. El teatro kabuki japonés, por ejemplo, tiene sus propios gestos simbólicos refinados, tan inspirados en la cultura del país que más de la mitad de ellos pueden pasar inadvertidos a espectadores occidentales.

Como las Diferentes Culturas Manejan el Espacio.

Hay sin embargo lenguajes corporales que trascienden las líneas culturales. El pequeño vagabundo de Chaplin, en sus films mudos, era lo bastante universal en sus movimientos para llevar todas las culturas a la risa, inclusive las culturas africanas sin sofisticación tecnológica. Sin embargo la cultura es un factor importante en todo lenguaje corporal, particularmente en lo que respecta a las diversas zonas del cuerpo. El Dr. Hall analiza las implicaciones transculturales de su proxémica. En Japón, por ejemplo, el amontonarse es una señal de cálida y agradable intimidad. En ciertas situaciones, el Dr. Hall cree que los japoneses prefieren apiñarse.

Donald Keene, que escribióLiving Japan, advierte el hecho de que en la lengua

japonesa no existe una palabra que traduzca intimidad. Esto, por supuesto no significa que no exista el concepto de intimidad. La intimidad del japonés existe en términos de su casa. El considera esta área como propia y le disgusta la intrusión en ella. El hecho de que se amontone con otras personas no niega su necesidad de espacio vital.

El Dr. Hall encara esta situación como un reflejo del concepto japonés del espacio. Cree que los occidentales ven el espacio como una distancia entre los objetos. Para nosotros el espacio es vacío. Los japoneses consideran que la forma y el arreglo del espacio tienen una significación tangible. Esto aparece no sólo en su arreglo de las flores y en el arte, sino además en sus jardines, en los que unidades de espacio se combinan armoniosamente y constituyen un todo integrado.

Como los japoneses, los árabes también son propensos a pegarse los unos a los otros. Pero mientras en público se hallan invariablemente en multitud, en privado, en sus propias casas, los árabes, casi podría decirse, tienen demasiado espacio. Las casas árabes son, si es posible, amplias y vacías, con toda la gente reunida en una pequeña área. Se evitan en general las divisiones entre las habitaciones, porque, pese a su deseo de espacio, los árabes, paradójicamente, no desean estar solos y aun en sus espaciosas casas se amontonan siempre.

La diferencia entre el amontonamiento árabe y la proximidad japonesa es algo profundo. A los árabes les gusta tocar a su compañero, sentirlo y olerlo. Rehusar el aliento del amigo es avergonzarse.

Los japoneses, en su proximidad, conservan una formalidad y una distancia. Consiguen tocar y sin embargo guardar límites rígidos, los árabes ponen de lado esos

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límites.

Con la cercanía hay en el mundo árabe además el empujar y el compartir que los norteamericanos consideran desagradable. Para un norteamericano hay límites en un lugar público. Cuando hace una cola, cree que su lugar en ella es inviolable. El árabe no tiene concepto alguno de algo privado en un lugar público, y si puede pasar adelante en una fila, se siente perfectamente en su derecho al hacerlo.

Del mismo modo que la falta de una palabra en japonés para significar intimidad o aislamiento señala cierta actitud hacia otras personas, la falta de una palabra en árabe para significar estupro señala cierta actitud hacia el cuerpo. Para un norteamericano el cuerpo es sagrado. Para el árabe, a quien no le importa empujar y hasta pellizcar a las mujeres en público, la violación del cuerpo es cosa de poca monta. Sin embargo, la violación del ego por el insulto es un problema de importancia.

Hall señala que el árabe en ciertas ocasiones necesita estar sólo, pese a lo cercano que desea estar de sus compañeros. Para estar solo, corta sencillamente las líneas de comunicación. Se retira, y su retirada es respetada por sus compañeros. El acto de retirarse es interpretado en lenguaje corporal del siguiente modo: «Necesito aislamiento. Aunque me encuentro entre ustedes, los toco y vivo con ustedes, debo retirarme a mi cáscara».

Si los norteamericanos hicieran la experiencia de esta retirada tenderían a considerarla insultante. La retirada sería interpretada en lenguaje corporal como «tratamiento silencioso». Y sería además interpretada como un insulto.

Cuando dos árabes se hablan, se miran intensamente a los ojos. En la cultura norteamericana semejante intensidad de la mirada se exhibe raramente entre hombres. En realidad, dicha intensidad podría interpretarse como un desafío a la masculinidad de un hombre. «No me gustó la manera como me miró, como si quisiera algo personal, como si quisiera hacerse demasiado íntimo», es una típica respuesta norteamericana a una mirada árabe.

El Modo de Ser Del Mundo Occidental con Relación al Espacio

Hasta aquí hemos considerado el lenguaje corporal en términos de diferencias espaciales en culturas dispares, el Oriente y el Oriente Próximo en oposición al Occidente. Sin embargo, aun entre las naciones occidentales hay grandes diferencias. Hay una clara diferencia entre la manera en que, por ejemplo, un alemán maneja su espacio vital y la manera en que lo hace un norteamericano. El norteamericano lleva a todas partes consigo su cáscara de aislamiento de 60 centímetros, y si un amigo le habla de asuntos íntimos, se acercarán lo bastante para que sus particulares cáscaras se sumen. Para un alemán toda una habitación de su propia casa puede ser su cáscara de aislamiento. Si alguien mantiene una conversación íntima en ese cuarto sin incluirlo puede sentirse insultado.

Tal vez, especula Hall, esto ocurre porque, al contrario del árabe, el ego alemán se halla «extraordinariamente expuesto». Hará por lo tanto cualquier cosa para preservar su esfera privada. En la Segunda Guerra Mundial, los prisioneros de guerra alemanes fueron distribuidos a razón de cuatro por choza en un campo militar. Hall observa que,