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Las declaraciones de creencia fundamental económica., Apuntes de Política Económica

Las declaraciones de creencia fundamental económica.

Tipo: Apuntes

2022/2023

Subido el 01/09/2024

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LA IGLESIA Adventista del Séptimo Día sostiene ciertas creencias fundamentales, cuyos rasgos
principales, junto con una serie de referencias bíblicas sobre las cuales se basan, pueden ser
resumidas de la siguiente manera:
1. Que las Sagradas Escrituras del Antiguo y el Nuevo Testamento fueron dadas por inspiración
de Dios, contienen una revelación del todo suficiente de la voluntad divina para con los hombres,
y son la única regla infalible de fe y práctica. 2 Tim. 3: 15-17.
2. Que la Deidad, o Trinidad, consiste en el Padre eterno, un Ser personal, espiritual,
omnipotente, omnipresente, omnisapiente, infinito en sabiduría y amor; el Señor Jesucristo, Hijo
del Padre eterno, por medio del cual todas las cosas fueron creadas, y por cuyo intermedio se
realizará la salvación de las huestes de los redimidos; el Espíritu Santo, la tercera persona de la
Deidad, el gran poder regenerador en la obra de la redención. Isa. 44: 6; 48: 13; Mat. 12: 32; 28:
19; 2 Cor. 13:14; Apoc. 1: 8, 11.
3. Que Jesucristo es Dios, y es de la misma naturaleza y esencia que el Padre eterno. Aunque
retiene su naturaleza divina, tomó la naturaleza de la familia humana, vivió sobre la tierra como
hombre, ejemplificó en su vida como nuestro modelo los principios de justicia, testificó de su
relación con Dios mediante muchos milagros, murió por nuestros pecados en la cruz, fue
resucitado de los muertos, y ascendió al Padre, donde vive para interceder por nosotros. Juan 1:
1, 14; Heb. 2: 9-18; 8: 1, 2; 4: 14-16; 7: 25.
4. Que para obtener la salvación, todo ser humano debe experimentar el nuevo nacimiento; que
esto abarca una transformación total de la vida y del carácter por el poder regenerador de Dios
mediante la fe en el Señor Jesucristo. Juan 3: 16; Mat. 18: 3; Hech. 2: 37-39.
5. Que el bautismo es una ordenanza de la iglesia cristiana y debe seguir al arrepentimiento y al
perdón de los pecados. Por su observancia se muestra la fe en la muerte, la sepultura, y la
resurrección de Cristo. Que la debida manera de bautizar es por inmersión. Rom. 6: 1-6; Hech.
16: 30-33.
6. Que la voluntad de Dios en lo que se refiere a la conducta moral se halla comprendida en la
ley de Dios expresada en los Diez Mandamientos; que estos grandes e inalterables principios
morales son obligatorios para todos los hombres en todos los tiempos. Exo. 20: 1-17.
7. Que el cuarto mandamiento de la ley es inalterable, y requiere la observancia del séptimo dia
de la semana, o sábado, como día de descanso. Esta sagrada institución 1148 es al mismo tiempo
un monumento conmemorativo de la creación y una señal de santificación, un símlbolo del
descanso de los creyentes de sus propias obras de pecado, y de su entrada en el descanso del
alma que Jesús les promete a aquellos que acuden a él. Gén. 2: 1-3; Exo. 20: 8-11; 31: 12-11;
Heb. 4: 1-10.
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LA IGLESIA Adventista del Séptimo Día sostiene ciertas creencias fundamentales, cuyos rasgos principales, junto con una serie de referencias bíblicas sobre las cuales se basan, pueden ser resumidas de la siguiente manera:

  1. Que las Sagradas Escrituras del Antiguo y el Nuevo Testamento fueron dadas por inspiración de Dios, contienen una revelación del todo suficiente de la voluntad divina para con los hombres, y son la única regla infalible de fe y práctica. 2 Tim. 3: 15-17.
  2. Que la Deidad, o Trinidad, consiste en el Padre eterno, un Ser personal, espiritual, omnipotente, omnipresente, omnisapiente, infinito en sabiduría y amor; el Señor Jesucristo, Hijo del Padre eterno, por medio del cual todas las cosas fueron creadas, y por cuyo intermedio se realizará la salvación de las huestes de los redimidos; el Espíritu Santo, la tercera persona de la Deidad, el gran poder regenerador en la obra de la redención. Isa. 44: 6; 48: 13; Mat. 12: 32; 28: 19; 2 Cor. 13:14; Apoc. 1: 8, 11.
  3. Que Jesucristo es Dios, y es de la misma naturaleza y esencia que el Padre eterno. Aunque retiene su naturaleza divina, tomó la naturaleza de la familia humana, vivió sobre la tierra como hombre, ejemplificó en su vida como nuestro modelo los principios de justicia, testificó de su relación con Dios mediante muchos milagros, murió por nuestros pecados en la cruz, fue resucitado de los muertos, y ascendió al Padre, donde vive para interceder por nosotros. Juan 1: 1, 14; Heb. 2: 9-18; 8: 1, 2; 4: 14-16; 7: 25.
  4. Que para obtener la salvación, todo ser humano debe experimentar el nuevo nacimiento; que esto abarca una transformación total de la vida y del carácter por el poder regenerador de Dios mediante la fe en el Señor Jesucristo. Juan 3: 16; Mat. 18: 3; Hech. 2: 37-39.
  5. Que el bautismo es una ordenanza de la iglesia cristiana y debe seguir al arrepentimiento y al perdón de los pecados. Por su observancia se muestra la fe en la muerte, la sepultura, y la resurrección de Cristo. Que la debida manera de bautizar es por inmersión. Rom. 6: 1-6; Hech. 16: 30-33.
  6. Que la voluntad de Dios en lo que se refiere a la conducta moral se halla comprendida en la ley de Dios expresada en los Diez Mandamientos; que estos grandes e inalterables principios morales son obligatorios para todos los hombres en todos los tiempos. Exo. 20: 1-17.
  7. Que el cuarto mandamiento de la ley es inalterable, y requiere la observancia del séptimo dia de la semana, o sábado, como día de descanso. Esta sagrada institución 1148 es al mismo tiempo un monumento conmemorativo de la creación y una señal de santificación, un símlbolo del descanso de los creyentes de sus propias obras de pecado, y de su entrada en el descanso del alma que Jesús les promete a aquellos que acuden a él. Gén. 2: 1-3; Exo. 20: 8-11; 31: 12-11; Heb. 4: 1-10.
  1. Que la ley de los Diez Mandamientos señala el pecado, la penalidad del cual es la muerte. La ley no puede salvar al transgresor de su pecado, ni impartirle poder para salvarlo del pecado. En su amor y misericordia infinitos, Dios proporciona un medio por el cual esto puede lograrse. El provee un sustituto, a Cristo el justo, para morir en lugar del hombre, a quien "hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él". 2 Cor. 5: 21. Que el hombre es justificado, no por la obediencia a la ley, sino por la gracia que es en Cristo Jesús. Aceptando a Cristo, el hombre es reconciliado con Dios, justificado por su sangre de los pecados pasados, y salvado del poder del pecado al habitar el Señor Jesús en su corazón. Así el Evangelio llega a ser "poder de Dios para salvación a todo aquel que cree". Rom. 1: 16. Esta experiencia es otorgada por el agente divino del Espíritu Santo, quien convence de pecado y nos induce a buscar a Aquel que lleva el pecado, guiando al creyente a una relación nueva que implica un pacto con Dios. Mediante esta relación, la ley divina es escrita en el corazón humano, y por medio del poder habilitante de Cristo que vive en el alma, la vida es puesta en conformidad con los preceptos divinos. El honor y los méritos de esta maravillosa transformación pertenecen totalmente a Cristo. 1 Juan 2: 1, 2; 3: 4; Rom. 3: 20; 5: 8-10; 7: 7; Efe. 2: 8-10; 3: 17; Gál. 2: 20; Heb. 8: 8-
  2. Que Dios "solo tiene inmortalidad". 1 Tim. 6: 15. El hombre mortal posee una naturaleza inherentemente pecaminosa y mortal. La vida eterna es el don de Dios por medio de la fe en Cristo. Rom. 6: 23. "El que tiene al Hijo, tiene la vida". 1 Juan 5: 12. La inmortalidad será otorgada a los justos en ocasión de la segunda venida de Cristo, cuando los justos muertos serán resucitados de la tumba y los justos vivos serán trasladados para recibir al Señor. Será entonces cuando aquellos que sean considerados fieles serán vestidos de inmortalidad. 1 Cor. 15: 51-55.
  3. Que la condición del hombre en la muerte es la total inconsciencia. Que todos los hombres, tanto buenos como malos, permanecen en la tumba desde la muerte hasta la resurrección. Ecl. 9: 5, 6; Sal. 146: 3, 4; Juan 5: 28, 29.
  4. Que habrá una resurrección tanto de los justos como de los injustos. La resurrección de los justos ocurrirá en ocasión de la segunda venida de Cristo; la de los injustos sucederá mil años más tarde, al fin del milenio. Juan 5: 28, 29; 1 Tes. 4: 13-18; Apoc. 20: 5-10.
  5. Que los que finalmente resulten impenitentes, incluyendo a Satanás, el autor del pecado, serán reducidos a un estado de no existencia por medio del fuego del día final, llegando a ser como si nunca hubieran sido. De esta manera el universo de Dios será purgado del pecado y de los pecadores. Rom. 6: 23; Mal. 4: 1-3; Apoc. 20: 9, 11; Abd. 16.
  6. Que no existe ningún período profético en la Biblia que alcance hasta la segunda venida de Cristo; pero que el más largo, el de los 2.300 días registrado por el profeta Daniel en Daniel 8: 14, termina en 1844, y culmina en un suceso llamado la purificación del santuario. Dan. 8: 14; 9: 24, 25; Núm. 14: 34; Eze. 4: 6.
  1. Que Dios ha colocado en su iglesia los dones del Espíritu Santo, como se los enumera en 1 Corintios 12 y Efesios 4. Que estos dones operan en armonía con los principios divinos de la Biblia, y son concedidos para la perfección de los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo. Apoc. 12: 17; 19: 10; 1 Cor. 1: 5-7. Que el don del espíritu de profecía es una de las señales identificadoras de la iglesia remanente. 1 Cor. 1: 5, 7; 12: 1, 28; Apoc. 12: 17; 1 9: 10; Amós 3: 7; Ose. 12: 10, 13. La iglesia remanente reconoce que este don fue manifestado en la vida y el ministerio de Elena G. de White.
  2. Que la segunda venida de Cristo es la gran esperanza de la iglesia, la gran culminación del Evangelio y del plan de salvación. Su venida será literal, personal y visible. Muchos acontecimientos importantes estarán asociados con su regreso, tales como la resurrección de los muertos, la destrucción de los impíos, la purificación de la tierra, el otorgamiento de la recompensa a los justos, y el establecimiento de su reino eterno. El cumplimiento casi total de varias líneas de profecía, particularmente 1150 las que se fundan en los libros de Daniel y Apocalipsis, junto con las condiciones existentes en el mundo físico, social, industrial, político y religioso de nuestros días, indican que la venida de Jesús está cercana, a las puertas. Mat. 24: 33. El tiempo exacto de ese acontecimiento no ha sido predicho. Los creyentes son exhortados a estar listos, porque "el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis" (Mat. 24: 44). Luc. 17:26-30; 21: 25-27; Juan 14:1-3; Hech. 1: 9-11; Apoc. 1: 7; Heb. 9: 28; Sant. 5: 1-8; Joel 3: 9- 16; 2 Tim. 3: 1-5; Dan. 7: 27; Mat. 24: 369 44.
  3. Que el reinado de Cristo durante los mil años cubre un período que se extiende desde la primera hasta la segunda resurrección, y que durante ese tiempo los santos de todos los siglos vivirán con su bendito Redentor en el cielo. Al final del milenio, la Santa Ciudad con todos los santos descenderá a la tierra. Los malos, levantados en la segunda resurrección, avanzarán por la anchura de la tierra con Satanás a la cabeza para rodear el campo de los santos; entonces descenderá fuego del cielo, de Dios, y los devorará. En la conflagración que destruye a Satanás y su hueste, la tierra misma será regenerada y limpiada de los efectos de la maldición. Así el universo de Dios será purificado de la impura mancha del pecado. Apoc. 20; Zac. 14: 1-4; 2 Ped. 3: 7-10.
  4. Que Dios hará nuevas todas las cosas. La tierra, restaurada a su prístina belleza, llegará a ser para siempre la morada de los redimidos del Señor. La promesa hecha a Abrahán, de que por medio de Cristo su simiente poseería la tierra por los siglos de la eternidad, será cumplida. "El reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán". (Dan. 7: 27). Cristo, el Señor, reinará supremo, y toda criatura que está en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y todas las que están en el mar tributarán honor, gloria y poder a Aquel que está sentado sobre el trono, y al Cordero por los siglos de los siglos. Gén. 13: 14-17; Rom. 4: 13; Heb. 11: 8-16; Mat. 5: 5; Isa. 35; Apoc. 21: 1-7; 5: 13; Dan. 7: 27. De SEVENTH-DAY ADVENTIST YEARBOOK, 1977 1151