Docsity
Docsity

Prepara tus exámenes
Prepara tus exámenes

Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity


Consigue puntos base para descargar
Consigue puntos base para descargar

Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium


Orientación Universidad
Orientación Universidad

La verdad digital no es sorpresa, Tesis de Estructura Social de España

Dónde estás en la casa de mi abuela con la seño Tatiana y el sueño de la casa de mi mamá y la razón de la vida entregarme a tu mamá y a mi seño gracias por todo lo que te resto y te voy a mandar a mi seño gracias

Tipo: Tesis

2024/2025

Subido el 18/05/2025

jose-angel-cantillo-ortiz
jose-angel-cantillo-ortiz 🇨🇴

1 documento

1 / 1

Toggle sidebar

Esta página no es visible en la vista previa

¡No te pierdas las partes importantes!

bg1
Institución Educativa Escuela
Normal Superior
San Juan del Cesar – La Guajira
NIT: 892160007-3 DANE: 144650000368
Fecha: 30 ene
2025
Versión: 02
Calidad pedagógica, investigativa y humana al servicio de la región
Yuruparí: mito, leyenda y epopeya del vaupés
En el principio del mundo una terrible epidemia se desató entre los habitantes de la Sierra de Tenui, atacando
exclusivamente a los hombres. Sólo se salvaron unos pocos viejos cansados y ya vencido por los años, y un anciano
payé. Preocupadas por esto las mujeres, que veían la extinción de la raza en un futuro no muy lejano, ya que no había
en la vecindad ningún pueblo al cual acudir para proveerse de lo que les faltaba, decidieron reunirse para ver si era
posible encontrar solución a tal estado de cosas. En todos los rostros se veía consternación y sólo el viejo payé se
mantenía sereno e imperturbable. Su ciencia, considerada para este caso impotente, no había sido consultada como era
la costumbre. En las orillas del Lago Muypa, donde Seucy l solía bañarse, tuvo lugar la reunión de las mujeres.
Los pareceres más diversos y extraños se discutieron. Había quien proponía que trataran de rejuvenecer a aquellos
viejos decrépitos, o que los arrojaran a los peces si la tentativa no daba resultado. Hubo incluso quien sugirió que se
viera si las mujeres podían fecundarse entre ellas, y la discusión, animándose, se alargó hasta que fueron sorprendidas
por Seucy que, como de costumbre, venía a bañarse. Sólo entonces descubrieron al viejo payé, tranquilamente sentado
entre ellas, sin que ninguna pudiera decir ni cuándo ni cómo había llegado. Avergonzadas por haber sido sorprendidas in
fraganti, quisieron huir, pero no pudieron; sus pies parecían clavados como piedras al suelo… Y con todas las mujeres
fue a bañarse en las aguas del lago, de donde cada una volvió con una sonrisa en los labios y una esperanza en el
corazón.
Y el payé habló así:
—Cada una lleva en sus entrañas el germen de la vida. En verdad, todas estaban en estado de gravidez: él las había
fecundado sin que ellas siquiera lo sospecharan. Hecho esto, el viejo payé, con una agilidad rara para su edad, trepó a
la Sierra de Duba. Llegado allí lanzó un grito prolongado: —éééé ... y se precipitó en el lago, cuya superficie quedó
cubierta de un polvo blanco. Era el polvo con el cual el payé, que no era viejo como parecía, había ocultado su juventud.
Seucy también estaba zambulléndose en el lago, dejando como huella de su paso por el azul del cielo una senda casi
blanca sembrada de pequeñas estrellas. Las mujeres, colmadas de dicha, comentaban entre sí el feliz suceso,
olvidándose de que ellas también habían tenido parte en él. Llenas de extrañas sospechas, que desaparecían ante la
realidad de los hechos, se examinaban atentamente para asegurarse que aquello no era un sueño.
Diez lunas más tarde, en el mismo día y hora, todas daban a luz, asegurando de esta manera el futuro de la gente de
Tenui. Entre los recién nacidos había una espléndida niña, que por su belleza fue llamada Seucy. La Seucy de la tierra
era la réplica de la Seucy del cielo y creció hasta la edad de los primeros amores tan pura como la estrella de la mañana.
Un día quiso comer de la fruta de pihycan 2 y se internó en la selva. Fácilmente encontró la fruta apetecida y no le fue
difícil alcanzarla pues unos monos, antes de que ella llegara, habían hecho caer algunas que frescas y apetitosas
estaban aún en el suelo.
La bella muchacha eligió las más hermosas y maduras, y habiéndolas amontonado frente a ella, comenzó a
comerlas. Eran tan suculentas, que parte del jugo se le escurrió por entre los pechos, mojándole las partes más ocultas,
sin que ella diera a esto la menor importancia. Comió hasta saciarse y no regresó a su casa hasta la hora de las
tristezas, contenta de haber satisfecho un deseo nutrido por mucho tiempo. Pero sentía los miembros entorpecidos por
una extraña sensación jamás experimentada hasta entonces. Movida por un instinto natural, se examinó atentamente y
se dio cuenta que su virginidad ya no existía y que en sus visceras había algo desconocido.
Avergonzada, no dijo nada a su madre, y mantuvo celosamente el secreto, hasta que el tiempo se encargó de hacer
evidente su estado. Entonces, interrogada por los de la tribu, que querían vengar la afrenta del violador, con ingenuidad
contó la historia del pihycan. Después de diez lunas dio a luz un robusto niño que superaba en belleza a su madre; se
parecía al Sol. Los tenuinas, apenas supieron el nacimiento del niño, lo proclamaron tuixáua y le dieron el pomposo
nombre de Yurupary, es decir, engendrado de la fruta. Tenía Yurupary apenas una luna cuando su gente decidió
preparar y entregarle las insignias de cacique en las montañas.
…Y mientras él crecía entre las montañas de Tenui, invisible pero fuerte y robusto, la infeliz Seucy, retirada en la cima
más alta de la montaña, lloraba a su criatura, y oyendo los sollozos del hijo se adormecía hasta los primeros albores del
día.
La víspera de su regreso, Yurupary había recibido de manos del Sol un matiry ° en el que estaban contenidos todos los
poderes que le serían necesarios para llevar a cabo la reforma de las costumbres.

Vista previa parcial del texto

¡Descarga La verdad digital no es sorpresa y más Tesis en PDF de Estructura Social de España solo en Docsity!

Institución Educativa Escuela

Normal Superior

San Juan del Cesar – La Guajira

NIT: 892160007-3 DANE: 144650000368

Fecha: 30 ene

Versión: 02

Calidad pedagógica, investigativa y humana al servicio de la región

Yuruparí: mito, leyenda y epopeya del vaupés En el principio del mundo una terrible epidemia se desató entre los habitantes de la Sierra de Tenui, atacando exclusivamente a los hombres. Sólo se salvaron unos pocos viejos cansados y ya vencido por los años, y un anciano payé. Preocupadas por esto las mujeres, que veían la extinción de la raza en un futuro no muy lejano, ya que no había en la vecindad ningún pueblo al cual acudir para proveerse de lo que les faltaba, decidieron reunirse para ver si era posible encontrar solución a tal estado de cosas. En todos los rostros se veía consternación y sólo el viejo payé se mantenía sereno e imperturbable. Su ciencia, considerada para este caso impotente, no había sido consultada como era la costumbre. En las orillas del Lago Muypa, donde Seucy l solía bañarse, tuvo lugar la reunión de las mujeres. Los pareceres más diversos y extraños se discutieron. Había quien proponía que trataran de rejuvenecer a aquellos viejos decrépitos, o que los arrojaran a los peces si la tentativa no daba resultado. Hubo incluso quien sugirió que se viera si las mujeres podían fecundarse entre ellas, y la discusión, animándose, se alargó hasta que fueron sorprendidas por Seucy que, como de costumbre, venía a bañarse. Sólo entonces descubrieron al viejo payé, tranquilamente sentado entre ellas, sin que ninguna pudiera decir ni cuándo ni cómo había llegado. Avergonzadas por haber sido sorprendidas in fraganti, quisieron huir, pero no pudieron; sus pies parecían clavados como piedras al suelo… Y con todas las mujeres fue a bañarse en las aguas del lago, de donde cada una volvió con una sonrisa en los labios y una esperanza en el corazón. Y el payé habló así: —Cada una lleva en sus entrañas el germen de la vida. En verdad, todas estaban en estado de gravidez: él las había fecundado sin que ellas siquiera lo sospecharan. Hecho esto, el viejo payé, con una agilidad rara para su edad, trepó a la Sierra de Duba. Llegado allí lanzó un grito prolongado: —éééé ... y se precipitó en el lago, cuya superficie quedó cubierta de un polvo blanco. Era el polvo con el cual el payé, que no era viejo como parecía, había ocultado su juventud. Seucy también estaba zambulléndose en el lago, dejando como huella de su paso por el azul del cielo una senda casi blanca sembrada de pequeñas estrellas. Las mujeres, colmadas de dicha, comentaban entre sí el feliz suceso, olvidándose de que ellas también habían tenido parte en él. Llenas de extrañas sospechas, que desaparecían ante la realidad de los hechos, se examinaban atentamente para asegurarse que aquello no era un sueño. Diez lunas más tarde, en el mismo día y hora, todas daban a luz, asegurando de esta manera el futuro de la gente de Tenui. Entre los recién nacidos había una espléndida niña, que por su belleza fue llamada Seucy. La Seucy de la tierra era la réplica de la Seucy del cielo y creció hasta la edad de los primeros amores tan pura como la estrella de la mañana. Un día quiso comer de la fruta de pihycan 2 y se internó en la selva. Fácilmente encontró la fruta apetecida y no le fue difícil alcanzarla pues unos monos, antes de que ella llegara, habían hecho caer algunas que frescas y apetitosas estaban aún en el suelo. La bella muchacha eligió las más hermosas y maduras, y habiéndolas amontonado frente a ella, comenzó a comerlas. Eran tan suculentas, que parte del jugo se le escurrió por entre los pechos, mojándole las partes más ocultas, sin que ella diera a esto la menor importancia. Comió hasta saciarse y no regresó a su casa hasta la hora de las tristezas, contenta de haber satisfecho un deseo nutrido por mucho tiempo. Pero sentía los miembros entorpecidos por una extraña sensación jamás experimentada hasta entonces. Movida por un instinto natural, se examinó atentamente y se dio cuenta que su virginidad ya no existía y que en sus visceras había algo desconocido. Avergonzada, no dijo nada a su madre, y mantuvo celosamente el secreto, hasta que el tiempo se encargó de hacer evidente su estado. Entonces, interrogada por los de la tribu, que querían vengar la afrenta del violador, con ingenuidad contó la historia del pihycan. Después de diez lunas dio a luz un robusto niño que superaba en belleza a su madre; se parecía al Sol. Los tenuinas, apenas supieron el nacimiento del niño, lo proclamaron tuixáua y le dieron el pomposo nombre de Yurupary, es decir, engendrado de la fruta. Tenía Yurupary apenas una luna cuando su gente decidió preparar y entregarle las insignias de cacique en las montañas. …Y mientras él crecía entre las montañas de Tenui, invisible pero fuerte y robusto, la infeliz Seucy, retirada en la cima más alta de la montaña, lloraba a su criatura, y oyendo los sollozos del hijo se adormecía hasta los primeros albores del día. La víspera de su regreso, Yurupary había recibido de manos del Sol un matiry ° en el que estaban contenidos todos los poderes que le serían necesarios para llevar a cabo la reforma de las costumbres.