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la transexualidad en mexico, Resúmenes de Arte

investigacion sobre la transexualidad en mexico y como se vive

Tipo: Resúmenes

2020/2021

Subido el 05/03/2021

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alan-padilla-3 🇲🇽

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LA TRANSEXUALIDAD EN MÉXICO

Introducción

Con base a esta investigación hablamos del espectro TRANS, queriendo informar a la sociedad sobre les personas trans y de su existencia, dar a entender que son personas totalmente validas en esta sociedad y no se les puede seguir invisibilizando y discriminando en esta sociedad. Se explica que es la transexualidad de una manera simple para poder entenderla, vemos la diversidad trans, un poco de la transexualidad dentro de la historia. Se debate el género como constructo social, se muestran los derechos de la comunidad trans y también como no son respetados.

I.- ¿Qué es la transexualidad?

Generalmente, el ser humano no se plantea el problema de saber cual es su identidad de género. No hay disociación entre esta y su género anatómico de nacimiento. Pero en ocasiones sucede que existe un conflicto entre el género al que pertenece el cuerpo y aquel al que pertenece el cerebro. Las personas que han nacido bajo esta circunstancia se llaman transexuales. Transexual es pues la persona que encuentra una seria y profunda disconformidad entre su sexo psicológico y los demás caracteres sexuales. El transexual sabe que su cuerpo pertenece a un género y su cerebro a otro. No esta loco ni es un farsante, es plenamente consciente de su dicotomía. El transexualismo es una realidad, no producto de su imaginación. Los transexuales explican haberse sentido del otro género desde siempre. En el estudio de su infancia se distingue que ya de niños tienen una conducta propia del sexo opuesto, aunque ellos todavía no son conscientes de lo que les sucede. Después, ya en la adolescencia pueden tener periodos en los que se esfuerzan por comportarse según su sexo biológico, esforzándose por olvidar su problema. Ante la imposibilidad de mantener esta conducta por demasiado tiempo, esta estrategia termina fracasando irremediablemente. Estas personas comparan sus sentimientos a algo parecido al ser ubicado en un rol para el cual no están preparados, por ejemplo, el tratar de ser el héroe cuando en realidad están mejor interpretando a la heroína. Sin embargo, para ellos es necesario el adaptarse para sobrevivir. Ellos tienen que aprender sus líneas y actuar su parte. Palabras y conductas

En el arte podemos observar algunas obras como Bacchus – Dionisio, expuesta en el Museo de Louvre en París y en la que no es complicado conocer el género representado pues presenta cuerpo de mujer con atributos sexuales masculinos. En Grecia y Roma la mitología da significado a la diosa Castalia. Ella era capaz de acceder a las almas femeninas que estaban encerradas en cuerpos masculinos. En Roma incluso existían las Gallae o sacerdotinas encargadas de amputar los genitales masculinos para que fuera la persona la que decidiera su género. A pesar de que el tiempo nos separa en cientos de años la modernidad en este caso pertenecía a nuestros antepasados. Recordemos que ya en la Edad Media, Juana de Arco, no solo fue ejecutada durante la Inquisión por estar acusada de bruja sino también por vestir y actuar como un hombre. Miles de muertes se ha cobrado la historia de personas inocentes que solo querían sentirse identificadas con su identidad. A mediados del siglo XX, comenzó una etapa de aperturismo encabezada por Christine Jorgensen. Su caso fue el primero en la historia que se hacía público. Ella fue la primera persona sometida a un cambio de sexo que dio la cara por sus derechos y por los de los demás. Jorgensen encabezó una larga lista de personas entre las que se encuentran mujeres y hombres estandartes de todas las artes. Está claro que cada vez son más las personas capaces de elegirse a sí mismas, siendo coherentes con sus sentimientos, con su género y con su forma de entender su propia existencia. Ahora el destino se puede cambiar. Solo hace falta que la sociedad evolucione hasta el punto de entender que las personas hemos venido al mundo para ser felices.

IV.- Genero como constructo social

Los conceptos sexo y género pueden dar lugar a confusión a pesar de que aluden a aspectos bien diferenciados. Mientras que el término sexo hace referencia a la condición de nacer hombre o mujer, el género constituye una construcción cultural, y por lo tant o un aspecto modificable, a través del cual se transmiten las creencias y valores sociales vinculados con ser hombre o mujer, es decir, se describe y ejemplifica lo masculino y femenino en forma de estereotipos, mensajes y creencias que interiorizamos a lo largo del proceso de socialización. Pese a que el género es una construcción meramente cultural, a menudo se busca fundamentar en justificaciones biologicistas e innatistas poco inocentes que tratan de perpetuar unos determinados roles personales y un predecible orden social establecido, el patriarcado, en el que las diferencias anatómicas y biológicas entre hombres y mujeres

constituyen la base perfecta para la discriminación, la desigualdad de oportunidades y el abuso de poder de un sexo sobre el otro. Según este sistema binario y heteronormativo existen sólo dos identidades, la femenina y la masculina, bien diferenciadas y enfrentadas por sus contrastes. Este llamado sistema sexo-género es sólo uno de los mecanismos que el macrosistema de la sociedad patriarcal utiliza para garantizar una homeostasis fundamentada en la falta de autonomía y libertad de los individuos que la integran, tanto mujeres como hombres. La psicología como disciplina, y más concretamente la psicología diferencial, se ha interesado en investigar las diferencias entre hombres y mujeres en aras de esclarecer algo más sobre esta cuestión. Lamentablemente, en gran parte de estos estudios científicos, se ha producido un sesgo tanto en los contenidos objeto de ser estudiados, como en la metodología propuesta, los resultados considerados significativos, y lo que es más importante en el análisis e interpretación de los mismos. La razón de dicho sesgo radica principalmente en el paradigma androcéntrico a partir del cual la comunidad científica ha llevado a cabo históricamente estos estudios. Dicha perspectiva preside aún hoy en día el conocimiento científico de la mujer, pues el discurso médico-científico en el que se encuadra la psicología, ha sido históricamente un monólogo colectivo del género masculino, donde la presencia, perspectiva y voz del interlocutor femenino no ha sido tenida en cuenta. Es en este sentido que la psicología mantiene en parte de sus investigaciones este conocimiento tácito, creencias y subjetividad en relación a la mujer. No fue hasta la publicación de la Teoría del esquema de género (Bem, 1981) que lo femenino tuvo una conceptualización propia en psicología. Por primera vez se propuso la independencia de ambos constructos, lo femenino y lo masculino, en contra de la suposición tradicional que consideraba que masculinidad y feminidad era extremos opuestos de una única dimensión. Dicho autor introdujo también el concepto de androginia para definir aquellos individuos liberados de los mandatos de género, que combinaban características consideradas socialmente como masculinas y femeninas respectivamente. El género está formado por tres factores: lo biológico, lo sociocultural y lo psicológico. Tiene un componente psicológico en cuanto a que otorga significado al individuo, l e da una identidad, y es en este sentido que lo social acaba afectando a lo intrapersonal, a la construcción y desarrollo del yo. Durante el proceso de socialización las personas interiorizamos los mandatos y estereotipos de género propios de nuestra cultura, y es en esta dialéctica entre nuestros deseos y los valores sociales imperantes, entre uno mismo y los otros, donde puede surgir el conflicto interno que nos impida ser libres. Es a partir de una autocategorización del propio sexo (“soy niño” o “soy niña”) que las personas iniciamos la construcción activa de la manera de entender nuestro entorno, lo que nos llevará a identificarnos en un primer momento con aquello análogo a nuestro yo, con aquello propio de la categoría sexual en la que hemos nacido.

VI.- ¿Cuántas personas trans hay en México?

Según el Centro Nacional para la Prevención y el Control de VIH- Sida de la Secretaría de Salud federal, en 2017 había entre 0.1% y 0.5% de mujeres trans (no contabilizó a hombres trans y personas no binarias), lo que representaría unas 112.000 mujeres trans entre 15 y 64 años. Resulta complejo saber con exactitud cuántas personas trans viven en el país, ya que no existe esa información en ningún censo de población y muchas de ellas prefieren no exponerse para evitar violencia en su contra. Hasta 2018 la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejó de considerar la disforia de género como una enfermedad mental. Según un informe de la Organización de Estados Americanos (OEA) desde 2015, se ha reconocido la identidad de género de 4.703 personas en México, la mayoría en la capital, Ciudad de México. Seguida de Michoacán, Colima, Nayarit, Tabasco, Hidalgo, Oaxaca, Tlaxcala y Coahuila. En Nuevo León, San Luis Potosí, Chihuahua y Puerto Vallarta, e n Jalisco, pese a que no existe una legislación como en las otras entidades, el reconocimiento es posible por medio de procedimientos materialmente administrativos.

VII.- El problema de ser trans en México

  • La esperanza de vida de una persona trans en México es de 35 años,

según la CIDH

  • México es el segundo país del mundo con más transfeminicidios

después de Brasil

Cuando en 2015 Jessica Marjane trató de entrar con su amiga Alessa Flores en un baño público del centro comercial Reforma 222, en Ciudad de México, varios guardias de seguridad les impidieron el paso. Les pedían una identificación para poder hacer sus necesidades. Las dos mujeres trans denunciaron el caso por discriminación que llegó hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Lo que vivieron Jessica y Alessa refleja una parte de la realidad que vive la población trans (transgénero, transexual y travesti) en México, una de las minorías más castigadas por la violencia en el país. México es el segundo lugar del mundo con la tasa más alta de transfeminicidios, solo por detrás de Brasil, señala Transgender Europe. Según reporta la organización Letra Ese, entre 2013 y 2018, hubo 473 homicidios de personas LGBT+ en México, 261 eran mujeres trans, como Alessa Flores, que fue asesinada el 13 de octubre de 2016 en un hotel de la Ciudad de México. Su muerte todavía sigue impune. Entre 2008 y 2019, el 78% de los asesinatos de personas trans en el mundo se cometieron en América

Latina: 2.608, señala el Observatorio de asesinatos trans de Transrespect.org. La esperanza de vida media de esta parte de la población no supera los 35 años. Pese a que la lucha de la comunidad trans y organizaciones de la sociedad civil ha conseguido victorias importantes como el cambio de identidad en algunos Estados del país, no es suficiente. Hay avances sobre el papel, pero sigue la criminalización de esta parte de la población. “Los derechos en México son derechos con términos y condiciones”, dice Jessica Marjane de la Red de Juventudes Trans. “México tiene 32 Estados y eso conlleva 32 realidades distintas. Pese a que haya leyes para garantizar, promover y respetar los derechos de las personas, no hay mecanismos de cumplimiento y menos de protección, transparencia y rendición de cuentas”, señala la joven activista. El último crimen contra una persona trans fue la desaparición en Ciudad de México de la doctora Elizabeth Montaño, quien fue hallada muerta 10 días después en el Estado de Morelos. “La sociedad en México y en el mundo tiene una deuda histórica con las personas trans”, dice Rebeca Garza, de la colectiva Queretrans en Querétaro. Deudas atravesadas por el racismo, el clasismo y la transfobia. “Tenemos derecho a que se reconozca nuestra identidad, a la dignidad humana, a nuestra autonomía en la toma de decisiones. Se nos cuestiona primero desde el espacio familiar, después en la escuela, en la calle donde existe una gran persecución policiaca y acoso; después la negación en los espacios laborales, de donde nos expulsan”, señala. “En un Starbucks, en la escuela, en el centro comercial… nadie se pregunta, ¿dónde están las personas transgéneros? Es una población con una tasa de desempleo del 90%”, resalta Garza. “Las personas trans somos invisibilizadas como sujetas de derecho. La sociedad si nos ve y sabe que existimos, por eso nos violenta, porque sus estándares buscan aniquilar la diferencia”, agrega Jessica Marjane. El desafío principal en México está en la "necesidad de un cambio cultural que, más allá de su condición legal, logre su integración y reconocimiento social", señala un informe de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales Transexuales e Intersex (ILGA), donde se resalta que las condiciones económicas, políticas y sociales, el avance de las fuerzas conservadoras y la presencia de iglesias evangélicas "representan un grave riesgo para la defensa de los derechos humanos". Ambas activistas coinciden en que no solo hace falta un cambio en la legislación, también en la mentalidad y el cuidado de poblaciones vulnerables que incluya a las personas transmigrantes, indígenas, trabajadoras sexuales, negras, latinas, racializadas e infancias y adolescencias trans. “Es importante mirar a las periferias y escuchar las voces que no hemos escuchado todo este tiempo”, dice Garza.