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Este documento analiza la teoría del empleo de keynes, en contraposición a la teoría neoclásica. Keynes cuestiona la idea de ajuste automático del mercado de trabajo y la noción de desempleo voluntario. Introduce el concepto de desempleo involuntario, argumentando que el nivel de empleo depende de la demanda efectiva y no del ajuste de los salarios reales. El documento también aborda la crítica de keynes a la teoría neoclásica sobre la determinación del salario real y el nivel de empleo, así como su propia perspectiva sobre el mercado de trabajo. En resumen, este documento ofrece una profunda comprensión de la teoría keynesiana del empleo y sus diferencias con el enfoque neoclásico.
Tipo: Resúmenes
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La idea de ajuste automático del mercado de trabajo fue sostenida principalmente por A.C. Pigou, exponente de "la teoría neoclásica de la ocupación". Según esta teoría, los salarios tienden a relacionarse con la demanda de manera que todos encuentran finalmente empleo; una fluctuación de la demanda sólo puede producir un cambio en la ocupación si es que los salarios no son lo suficientemente flexibles.
Keynes acepta que un aumento de la ocupación es sólo posible con el descenso de la tasa de salarios reales (a lo largo de la curva de Producto Marginal del trabajo). Acepta también que el salario real es igual al Producto Marginal del trabajo. Sin embargo, para Keynes, es la demanda global de bienes y servicios (mercado de bienes) la que determina el nivel de ocupación y, a su vez, el salario real y el Producto Marginal del trabajo, pero no a la inversa.
Para los neoclásicos, el único desempleo posible es el "friccional", por intermitencias de la demanda, tiempo de búsqueda entre un empleo y otro, etc., y también es compatible con la "desocupación voluntaria", que se produce cuando un trabajador no acepta que su salario sea igual al valor de su producto marginal por razones debidas a la legislación, a las prácticas sociales, a la lentitud para adaptarse a los cambios económicos, o, simplemente a la "obstinación humana".
Según Keynes, esta teoría no permite la posibilidad de "desempleo involuntario", es decir, que al nivel de salarios vigente, y aún con reducción de salario real, hay personas que no consiguen empleo. Keynes considera que el desempleo no es la consecuencia del mal funcionamiento del mercado de trabajo, sino que resulta de un desequilibrio propio del sistema económico que no consigue elevar la producción de tal manera que todos los recursos queden plenamente empleados. Existe una mano de obra deseosa de trabajar incluso por una tasa de salarios inferior a la vigente.
Keynes cuestiona la idea de que los salarios reales de los trabajadores estén determinados por los contratos que éstos celebran con los empleadores, de
manera que tengan la posibilidad de reducir los salarios reales reduciendo su salario nominal, haciéndolo coincidir con la desutilidad del trabajo. Para Keynes, los trabajadores no tienen ninguna posibilidad de disponer de un medio que les permita hacer coincidir el salario real con la desutilidad del volumen de ocupación existente.
Keynes considera que una disminución de los salarios nominales puede no disminuir los salarios reales, sino incluso puede aumentarlos (si los precios bajan en una mayor proporción) y su principal efecto sería la inestabilidad de precios con el consecuente aumento de la incertidumbre (y esto perjudica la inversión). Por lo tanto, el mantenimiento de un nivel estable de salarios nominales es lo aconsejable para Keynes.
Para Keynes, no existe verdaderamente un mercado de trabajo. Los empleadores son los que crean los empleos, ellos tienen la iniciativa en cuanto al número de empleos. El trabajo no es una mercancía para Keynes, por lo tanto tampoco el salario es su precio. Éste (el salario) es fijado exógenamente (fuera de toda consideración de mercado) por los convenios colectivos de trabajo, y no es un salario real sino uno monetario. Además, es un adelanto que hacen los empleadores atendiendo al volumen de producción esperado en función de la demanda que prevén.
Según Keynes, el mercado de trabajo es una ficción teórica. El salario real no puede determinar el nivel de empleo, que depende de la producción, a su vez sujeta a la demanda efectiva.