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Este documento proporciona una visión general de la obesidad, una enfermedad crónica y compleja que afecta a una gran parte de la población mexicana. Aborda los signos y síntomas, las causas, los factores de riesgo y las complicaciones asociadas a la obesidad. Además, destaca la importancia de adoptar medidas preventivas a nivel individual y en diferentes etapas del ciclo vital para abordar esta problemática de salud pública. Información detallada sobre la historia natural de la enfermedad y un folleto informativo, lo que lo convierte en una herramienta valiosa para estudiantes, profesionales de la salud y público en general interesado en comprender mejor esta condición y las estrategias para prevenirla y gestionarla.
Tipo: Resúmenes
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La obesidad es una compleja enfermedad crónica que se define por una acumulación excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. Esta enfermedad puede provocar un aumento del riesgo de diabetes de tipo 2 y cardiopatías, afectar la salud ósea y la reproducción, y aumentar el riesgo de que aparezcan determinados tipos de cáncer. Además, la obesidad influye en aspectos de la calidad de vida como el sueño o el movimiento.
En México, el 70% de los mexicanos padece sobrepeso y casi una tercera parte sufre de obesidad. Los hábitos alimenticios poco saludables y la falta de ejercicio ocasionan el 32% de las muertes de mujeres y el 20% de hombres en el país. La forma más efectiva para conocer el grado de obesidad y sobrepeso en las personas es de acuerdo a su Índice de Masa Corporal (IMC).
La obesidad es una enfermedad crónica, producida por el consumo excesivo de grasas, azúcares y carbohidratos, lo que provoca la acumulación de grasa en nuestro cuerpo. Otra causa es la poca o nula actividad física en la vida diaria. Esta enfermedad está relacionada con factores biológicos, sociales, culturales y psicológicos. Idealmente su tratamiento debe ser manejado de manera integral por un grupo de especialistas: médicos, nutriólogos, psicólogos y expertos en activación física.
Los síntomas de la obesidad incluyen: - Aumento de peso - Dificultad para respirar (durante el día y al dormir) - Cansancio - Fatiga y dolor de las articulaciones en rodillas y pies - Reflujo y acidez - Hinchazón - Dolor y calambres en las piernas - Pérdida de control para orinar
Además, la obesidad puede dar lugar a complicaciones metabólicas como la diabetes mellitus, aumento de triglicéridos, colesterol y ácido úrico, lo que favorece las crisis de gota. También puede favorecer la aparición de hipertensión arterial y suponer un factor de riesgo vascular para el desarrollo de insuficiencia coronaria y de accidentes vasculares cerebrales.
El sobrepeso y la obesidad son la consecuencia de un desequilibrio entre la ingesta calórica (alimentación) y el gasto calórico (actividad física). En la mayoría de los casos, la obesidad es una enfermedad multifactorial que se debe a un entorno obeso génico, factores psicosociales y variantes genéticas.
Algunos de los principales factores etiológicos individuales que pueden identificarse son: - Medicamentos - Enfermedades - Falta de movimiento - Procedimientos iatrogénicos - Enfermedad monogénica/síndrome genético
El entorno obeso génico que exacerba la probabilidad de la obesidad en individuos y poblaciones está relacionado con factores estructurales que limitan la disponibilidad de alimentos saludables y sostenibles a precios asequibles a nivel local, la falta de situaciones en la vida cotidiana de la población en las que sea fácil y seguro realizar una cierta actividad física, y la ausencia de un entorno legal y reglamentario adecuado.
La obesidad no se transmite de una persona a otra por la acción de patógenos u otros microorganismos infecciosos. Sin embargo, numerosas voces aseguran que hay factores que permitirían considerarla como enfermedad contagiosa. En este caso, serían los lazos sociales los que actuarían como agentes infecciosos, ya que al tener muchos hábitos comunes, los habitantes de estas comunidades tienen más riesgo de padecer sobrepeso si se relacionan de forma muy estrecha con personas que ya lo tienen.
Falta de actividad física: Los adultos necesitan al menos 150 minutos de actividad aeróbica por semana, y los niños deben hacer 60 minutos de actividad aeróbica por día. Hábitos alimentarios poco saludables: Comer más calorías de las que se usan, comer demasiadas grasas saturadas, comer alimentos con alto contenido de azúcar agregado. No tener suficientes horas de sueño de calidad: Dormir menos de 7 horas por noche habitualmente puede afectar las hormonas que controlan el impulso por comer. Grandes cantidades de estrés: El estrés a largo plazo y a corto plazo puede afectar el cerebro y llevar al cuerpo a producir hormonas, como el cortisol, que controlan los equilibrios de energía y el impulso por comer. Afecciones médicas: Algunas afecciones, como el síndrome metabólico y el síndrome de ovario poliquístico, conducen a un aumento de peso. Genética: Algunas personas tienen una predisposición a un mayor peso, y la genética puede tener un rol más importante en las personas que tienen obesidad que en aquellas que tienen sobrepeso. Medicamentos: Algunos medicamentos, como antidepresivos, antipsicóticos, betabloqueantes, anticonceptivos, glucocorticoides e insulina, pueden provocar aumento de peso. El entorno: El entorno puede contribuir a una alimentación poco saludable y a la falta de actividad física, como la presencia de restaurantes de comida rápida y la falta de aceras o espacios verdes.