










Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity
Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium
Prepara tus exámenes
Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity
Prepara tus exámenes con los documentos que comparten otros estudiantes como tú en Docsity
Los mejores documentos en venta realizados por estudiantes que han terminado sus estudios
Estudia con lecciones y exámenes resueltos basados en los programas académicos de las mejores universidades
Responde a preguntas de exámenes reales y pon a prueba tu preparación
Consigue puntos base para descargar
Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium
Comunidad
Pide ayuda a la comunidad y resuelve tus dudas de estudio
Descubre las mejores universidades de tu país según los usuarios de Docsity
Ebooks gratuitos
Descarga nuestras guías gratuitas sobre técnicas de estudio, métodos para controlar la ansiedad y consejos para la tesis preparadas por los tutores de Docsity
El documento aborda la fidelidad como una virtud que surge de la adhesión a un valor. Se explica que la fidelidad implica permanencia en el valor entrevisto, requiriendo convertir ese valor en un hábito operativo bueno que permita mantener la palabra dada. Se distingue entre valor y virtud, señalando que las virtudes se enraízan en valores originarios. Se analiza el fundamento religioso de la fidelidad, argumentando que solo desde una perspectiva religiosa se puede ser auténticamente fiel, pues Dios ilumina desde dentro las criaturas y aparece en el seno de los valores como un principio vivo e inaccesible de su unidad. Se concluye que la fe en Dios permite orientarnos en el universo y organizar un orden práctico de las fidelidades.
Tipo: Monografías, Ensayos
1 / 18
Esta página no es visible en la vista previa
¡No te pierdas las partes importantes!
525-526 (2012-2013): 65-
/DÀGHOLGDGHVKR\XQDYLUWXGTXHVHYDORUDHUUyQHDPHQWH\SRU tanto, es puesta en entredicho. Pienso que esta postura –en determinados ámbitos mayoritaria– se toma por dos razones: una, porque se ve como la limitación a la pretensión de una autonomía personal absoluta; otra, SRUTXHHOVHUÀHO²ORTXHFRQOOHYDHOSDUDVLHPSUH²VHYHFRPRDOJREXHQR pero imposible de realizar (utópico). Por ello, me ha parecido interesante KDFHU XQ EUHYH HVWXGLR VREUH OD ÀGHOLGDG SDUD WHQHU XQD YLVLyQ GH HVWD virtud más verdadera y enriquecedora. Para hacer este estudio he partido de una visión personalista (Nedoncelle y Thibon) que trato de comple- mentar con la postura clásica (S. Tomás de Aquino).
D /DÀGHOLGDGVXUJHGHODDGKHVLyQDXQYDORU
1DGLHSXHGHVHUÀHOVLQRHVWiDGKHULGRDXQDFRQYLFFLyQRGLFKR con otras palabras, sino tiene fe en un valor: en algo excelente que se pre- ÀHUHTXHVHHOLJH
Ahora bien, ese valor al que nos adherimos no es un valor abstracto o creado por nosotros; el descubrimiento de un valor va siempre unido a un ser concreto: la belleza de una catedral está unida a esa estructura de SLHGUDODYHUGDGGH$ULVWyWHOHVHVWiXQLGDDODÀORVRItDDULVWRWpOLFD
Esto es así, y no puede ser de otro modo, porque lo que estamos llamando valor hace referencia a toda perfección real o posible que pro- cede de las cosas (naturaleza) y que se apoya en el ser de lo que es real 1. Por ello, los valores auténticos surgen de las relaciones establecidas entre ODVSHUVRQDV\FRQODVFRVDV3RUWDQWR©VHUÀHODXQYDORUHQODSUiFWLFD FRQVLVWHHQVHUÀHODXQVHUª^2
(^1) Cfr. LÓPEZ DE LLERGO A. T., Valores, valoraciones y virtudes HQ KWWSZZZXQDYHV tmoral/ virtudesyvalores/index20.htm. (^2) N ÉDONCELLE, M., /DÀGHOLGDG , Palabra, Madrid 2002, p. 45.
/DÀGHOLGDG
Si esto es así –que lo es–, necesariamente el descubrimiento del va- lor se produce cuando la persona es capaz de hacer una valoración de la realidad; cuando capta y es capaz de expresar a su manera la perfección de la realidad. Hacer una valoración es, pues, «el proceso subjetivo y personal de captar las perfecciones que se apoyan en el ser del ente y que se originan en la razón de ser de los entes». 3 Los valores no necesitan ser captados para valer; sin embargo, es necesario captarlos para que se pro- duzca la valoración. La valoración lo que hace es que la perfección real VHDHVWLPDEOHSDUDHOTXHODSHUFLEHGHPDQHUDTXHVHFRQVWLWX\HHQXQÀQ asumido por el propio sujeto. 4
Por tanto, cualquier valor que elijamos tiene dos dimensiones: una objetiva (valor contemplado) y otra subjetiva (valor vivido). Sólo puedo VHUÀHOFXDQGRWHQJRFRQVWDQFLDGHXQYDORU TXHHVDOJRTXHYDOH \ORHV para mi (quiero vivir ese valor porque me enriquece, me hace feliz). Sólo HQWRQFHVTXLHURSHUSHWXDUOR(VGHFLUGHVFXEURHOYDORUUDWLÀFRHOYDORU\ entonces, sólo entonces, estoy decidido a mantener el valor en el futuro. 5 Se puede decir, que el «valor es la percepción de algún bien; es decir, va- lor es el bien en cuanto apetecido. Valor es el transcendental bonum cuando éste es tomado como objeto, cuando coimplica una subjetividad ante la cual la cosa buena se hace valer» 6
Además, el valor, lo que vale, por estar radicado en el ser, 7 no vale hoy y mañana no. Los valores son inamovibles y universales. «Es pre- cisamente la percepción del valor en su perennidad lo que despierta el FRPSURPLVRSURSLRGHODÀGHOLGDGª^8 «Esta sed de eternidad propio de la ÀGHOLGDGHVFRQVWLWXWLYRGHODPLVPDª^9 Puedo comprometerme con algo que sé que resistirá el paso del tiempo, y sé que cuanto más resista el paso del tiempo más vale la pena asumir ese valor. Es entonces, y, precisamen- WHSRUTXHVHFUHHHQODSHUPDQHQFLD\FRQVWDQFLDGHOYDORUFXDQGRODÀ- GHOLGDGDGTXLHUHXQFDUiFWHUDFWLYRSRUTXHODÀGHOLGDGVHKDGHHVIRU]DU por hacer presente de modo creativo el valor a lo largo del tiempo.
(^3) LÓPEZ DE LLERGO, A T., Valores, valoraciones y virtudes … (^4) O DERO, J. M., Ética de los valores y coherencia existencial HQKWWSDUYRQHWÀORVRÀDGH los-valores/etica-de-los-valores-y-coheren/gmx-niv596-con12361.htm (^5) Cfr. NÉDONCELLE, M., /DÀGHOLGDG , pp. 36-37. (^6) O DERO J, M., Ética de los valores y coherencia existencial , O.C. (^7) Los valores no pueden ser meros “valores vitales”. Estos serán siempre subjetivos, emocionales, y nos harán perder el horizonte del autoperfeccionamiento o crecimiento vital del sujeto. Si el sujeto renuncia a investigar lo que puede hacerle mejor sólo se preocupa de atenerse a los objetos que le resultan hoy y ahora atractivos. (^8) G ARCÍA C UADRADO, J. A., Fidelidad, libertad y tiempo 1RWDVREUHODÀORVRItDSHUVRQDOLVWDGH 01pGRQFHOOH HQKWWSDUYRQHWVHFFLRQOLEHUWDGÀGHOLGDGOLEHUWDG\WLHPSRJP[ niv572-con9332.htm (^9) G ARCÍA CUADRADO, J. A., Fidelidad, libertad y tiempo , o.c.
/DÀGHOLGDG
peración de un valor eterno dilapidado en el tiempo» 17. Por ello, se puede GHFLUTXH©HQXQVHQWLGRUDGLFDOVHUÀHOHVSURPHWHUª^18.
La promesa es un acto de la razón, a la cual pertenece ordenar, mandar. Por las promesas nos ordenamos a nosotros mismos lo que de- bemos hacer respecto a nosotros y a los demás. 19 Por tanto, la promesa es una relación que une al que promete con aquel a quien se promete, 20 y puede darse de diversas maneras. 21 Lo que habrá de común en todas estas situaciones es la razón de deber moral. 22 La exigibilidad del cumplimien- to de las promesas en virtud de una obligación de derecho natural que deriva de la honestidad moral u honorabilidad, 23 que permite expresar y realizar el mejor yo.
Por tanto, si el valor se realiza en el tiempo, se tiene que hacer virtud, 24 es decir, en un hábito operativo bueno 25 que disponga al hombre a mantener la palabra dada, a cumplir lo que ha prometido, hacer que VHDYHUGDGORTXHKDDÀUPDGR^26 Dicho de otro modo, en un hábito que permita establecer la conformidad entre lo que se dice y lo que se hace. 27
En este sentido podemos distinguir valor y virtud. «Un valor es una perfección interna, y en la persona, un principio u origen. En cambio las virtudes son valores que se van haciendo vida a lo largo de la existencia de cada ser humano. En este acontecer se logra la posesión estable de una actividad». 28
Las virtudes, pues, se enraízan en valores originarios que el ser trae en su misma naturaleza, o que por naturaleza puede desarrollar, y los
(^17) THIBON, G., La crisis moderna , p. 28. (^18) N ÉDONCELLE, M., /DÀGHOLGDG , o.c., p. 78. Cfr. S ANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th., II-II, q. 88, a. 3, c. (^19) Cfr. S. Th., II-II, q. 80, a. 1, c. (^20) Cfr. S. Th., II-II, q. 88, a. 5, c. (^21) Puede ser expresa o tácita. Puede ser con relación a Dios o al prójimo. Con relación a Dios, puede estar unida a un voto o juramento y así expresar un vínculo sagrado. Con relación al prójimo puede dirigirse al individuo o a una colectividad. Puede hacerse de modo más o menos solemne. (^22) Distinto de la imposición de ley que es el objeto propio de la justicia. (^23) Cfr. S. Th., II-II, q. 88, a. 3, ad 1. (^24) Si lo propio de la virtud humana es hacer bueno al que la posee, todos sus actos deben tener una especial razón de bondad y requerirán una virtud especial que disponga a ello. Cfr. S. Th. II-II, q. 109, a. 2, c. (^25) Cfr. S. Th., I-II, q. 55, a. 3. (^26) /DÀGHOLGDGSRUODTXHVHFXPSOHODSDODEUDGDGDHVWiLQFOXLGDHQODYHUGDG&IU67K II-II, q. 80, a. 1, ad 3. (^27) Así como la veracidad establece la conformidad entre las palabras o acciones y las realidades que expresan. Cfr. S. Th., II-II, q. 89, a. 9, c y q. 110, a. 3, ad 5. (^28) LÓPEZ DE LLERGO, A. T., Valores, valoraciones y virtudes.
Emilio Ruiz Malo
desarrolla y enriquece. 29 Por ello, se puede decir, que toda persona vale por lo que es y asume valores que la motivan, pero la personalidad se enriquece con la adquisición de virtudes.
Y es entonces, cuando la perfección real percibida se constituye HQXQÀQDVXPLGRSRUHOVXMHWRFXDQGRVXUJHHOFRPSRUWDPLHQWRpWLFR &XDQGRGLFKRVÀQHVVHQRVLPSRQHQHOVXMHWRVHYHHQIUHQWDGRDGHWHU- minadas normas éticas de actuación.
3RUWDQWRSRGHPRVWHUPLQDUDÀUPDQGRTXHODÀGHOLGDGHVXQDYLU- tud que surge de la adhesión a un valor.
c) Fidelidad a uno mismo
En primera instancia uno se promete a sí mismo, se empeña por buscar la promoción del “mejor yo” posible, por alcanzar el más alto va- lor del yo personal. 30 «La promesa radical que hace el sujeto es la de ser libre», 31 es decir, responder al compromiso primordial del yo. «Escapar a toda esclavitud, a toda alienación, para vivir cerca de la propia esencia». 32 A lo que me comprometo es a ser digno de mí mismo. «Lo que prometo moralmente es, ante todo, ser una oposición permanente a una manera de vivir que sería extraña a mis problemas y que me excusaría de existir o de poner mi marca sobre los acontecimientos que me empujan a actuar». 33
Pero no se puede llegar a ser lo que uno es, sin una renovación ince- sante y si no se inventa a través de las más cambiantes circunstancias ese ´VHUXQRPLVPRμ/DÀGHOLGDGSRUHVRQRVyORHV´FUHDGRUDμVLQRWDP- bién liberadora de la esclavitud de los caprichos instantáneos.
No se puede llegar a ser lo que uno es sin una renovación constante \VLHQODVPiVGLYHUVDVFLUFXQVWDQFLDVQRORJURVHUHOPLVPRHVGHFLUÀHO a mí mismo. Para ello tengo que mantener el pasado. La libertad quiere una permanencia. La libertad no es hacer lo que quiero aquí y ahora (pre- sente), pues esto destruiría mi proyecto. La libertad sobrepasa lo instan- WiQHR1HFHVLWRVHUÀHODPL\RTXHWLHQHVXUDt]HQHOSDVDGRVHDFWXDOL]D en el presente y se eterniza en el futuro. En cualquier promesa miro el mañana, pero lo hago con nostalgia del ayer, pues estoy convencido que
(^29) Cfr. LÓPEZ DE LLERGO, A. T., Valores, valoraciones y virtudes. (^30) 7DOYH]ORTXHPiVGHVYDORULFHODÀGHOLGDGFRPRYLUWXGVHDODSpUGLGDGHODSHUFHSFLyQ SUiFWLFDGHODDFFLyQÀHOFRPRELHQGHODSHUVRQD&RPRFRQVHFXHQFLDVHWLHQGHDMX]JDU TXHODFRQGXFWDÀHOHVWHQLGDFRPREXHQDSRUIXHU]DGHODFRQYHQLHQFLDVRFLDORGHXQD PHUDWUDGLFLyQPLHQWDVVHROYLGDTXHVHUÀHOHQFXDQWRDFWRGHYLUWXGPRUDOHVDOJRTXH hace feliz a la persona, que contribuye al bien global de su vida. (^31) N ÉDONCELLE, M., /DÀGHOLGDG , p. 78. (^32) Ibidem , p. 78. (^33) Ibidem , p. 78.
Emilio Ruiz Malo
3RUWDQWRWRGDÀGHOLGDGYHUGDGHUDLPSOLFDXQLQWHUFDPELRYLYR(V un intercambio en el cual las dos partes subordinan su interés recíproco a un interés común que los engloba y los supera.
6HUÀHOHVSXHV©VHQWLUPHOLJDGRDWLSRUXQPLVPRLPSXOVRKDFLD XQD PLVPD UHDOLGDG ²YLYLGD PiV TXH GHÀQLGD² TXH GHVERUGD KDVWD HO LQÀQLWR QXHVWURV VHUHV HItPHURV \ OLPLWDGRV \ TXH HV HO IXQGDPHQWR \ la esencia de nuestro amor». 38 ©6LWHDPRGHYHUGDGWHVHUpÀHOQRVyOR porque me das esto a cambio de aquello, sino también porque creo en nuestro amor, porque creo en ti». 39
3RU FRQVLJXLHQWH HQ PL ÀGHOLGDG H[LVWH HVWH ROYLGR GH Vt \ HVWD DSHUWXUDDOPLVWHULRTXHVRQFRQVWLWXWLYRVGHODFWRGHIH6R\ÀHOSRUTXH FRQIHDÀUPRXQDEVROXWRXQREMHWRTXHORVVHQWLGRVQRDOFDQ]DQ\TXH la inteligencia no es capaz de abarcar. Si uno no cree en nada, si no se adhiere vitalmente a nada, es que para él no hay realidad que merezca FRPSURPLVRRVDFULÀFLR(OKRPEUHTXHQRHVFDSD]GHIHQRHVFDSD]GH ÀGHOLGDG
Pero, desde el momento en que yo acepto un compromiso sé, de antemano, que los seres y las circunstancias implicadas en él cambiarán, y en una medida que me resulta absolutamente imprevisible. Por tanto, «dar la fe a alguien equivale a decir: en tal dominio determinado, nues- tros cambios futuros se insertan en la línea de esta promesa, que será entre nosotros lo que el cauce es para las aguas del río; ciertamente cam- ELDUHPRV SHUR QXHVWURV FDPELRV QR WUDVSDVDUiQ ORV OtPLWHV ÀMDGRV SRU nuestro contrato». 40
Es decir, cambiaremos las cosas, pero para mejorar, para compren- der mas el valor que hemos entrevisto, para comprometernos más con él. Por tanto, para que nuestro contrato permanezca vivo, se me imponen dos deberes. «En primer lugar, es necesario que adapte a nuestro amor ORVFDPELRVTXHVHRSHUDQHQPtGHPRGRTXHPLÀGHOLGDGUHVSHFWRDWL QRFRQGX]FDDXQDUXSWXUDHQHOLQWHULRUGHPtPLVPRDXQDLQÀGHOLGDG hacia mí mismo que entrañaría más pronto o más tarde una ruptura entre nosotros o una constancia puramente formal, y, en los dos casos, la muer- WHGHOLQWHUFDPELR3HURDGHPiVHVQHFHVDULRTXHDGDSWHPLÀGHOLGDGD los cambios que se operan en ti, de modo que el bien que te quiero pueda coincidir con el bien que te falta. Si no, el intercambio morirá de la misma manera; es inútil continuar dándote lo que he prometido, si, debido a tu evolución interior, este don ya no responde a tus necesidades; ligándome
(^38) THIBON, G., La crisis moderna , p. 45. (^39) Ibidem , p. 44. (^40) Ibidem , pp. 28-29.
/DÀGHOLGDG
DWL\RVHUtDVLQGXGD´DGKHUHQWHμSHURQRÀHOª^41 En este sentido deci- PRVTXHODÀGHOLGDGGHEHVHUFUHDWLYDRFUHDGRUD
Materialmente, todo pasa y todo muere, y ningún contrato puede VHU PDQWHQLGR LQGHÀQLGDPHQWH DO SLH GH OD OHWUD 6HU ÀHO DO HVStULWX GH un compromiso es actuar de forma que se salve, a través del cambio que ocasionan las diversas circunstancias y el paso del tiempo, la posibilidad GHLQWHUFDPELR/DÀGHOLGDGQRHV´DJXDQWDUμVLQRFUHDUDQWHQXHYDVH[L- gencias, nuevas posibilidades de intercambio.
Por mucho que cambien las cosas o las personas, los motivos de ÀGHOLGDGQRGHVDSDUHFHQVLQRGHVDSDUHFHHODPRU/RTXHQRVOOHYDDVHU LQÀHOHVHVHOHQJDxR^42 D~QPHMRUHODXWRHQJDxR/DLQÀGHOLGDGVXHOHHV- tar basada en el derecho a la libre expansión de la personalidad. Veamos un ejemplo con el caso del divorcio. Se suele argumentar así: Es verdad que nos comprometimos, pero las circunstancias han cambiado, y noso- tros con ellas. Ya no podemos ver el mundo bajo el mismo aspecto: el an- tiguo paisaje ha desaparecido y ahora cada uno estamos en un escenario diferente. Ahora nos damos cuenta de que nos habíamos comprometido en falso y que hemos sido decepcionados: no sabíamos lo que éramos en realidad, y lo que llegaríamos a ser al cabo de algunos años. Esto tiene parte de verdad, pero en el fondo es una mentira: es verdad que nosotros y las circunstancias cambian, pero también es verdad que, como hemos dicho, el amor no muere si no queremos nosotros, porque a nosotros nos FRUUHVSRQGHPDQWHQHUORHQODYLGD<ORPDQWHQJRHQYLGDFRQÀGHOLGDG FRQ XQD ÀGHOLGDG FUHDGRUD 3HUPDQHFLHQGR ÀHO QR VRODPHQWH VDOYR PL amor, sino que mi constancia quizá llegará a crear en ellos una nueva alma, y así nuestra unión habrá aumentado en fuerza y pureza.
/DRUJDQL]DFLyQGHODÀGHOLGDG
El hombre que ha hecho una promesa sólo la podrá cumplir en el futuro. Su promesa en el presente es un deseo-propósito indeterminado (general) y a largo plazo y, por lo tanto, debe concretarlo en acciones de- terminadas y a corto plazo, que serán el medio que haga efectiva su reso- OXFLyQ6L\RPHKHSURSXHVWRVHUDERJDGRVHUÀHODHVDSURPHVDVXSRQH cumplirla en el futuro; pero sólo la podré cumplir en resoluciones de- terminadas (estudiando) y a corto plazo, es decir, teniendo un horario y cumpliéndolo hoy, …y mañana, …y mañana… Esta manera de ser de las FRVDVPHHVWiLQGLFDQGRTXHVHUÀHOKDFHQHFHVDULRRUJDQL]DUODÀGHOLGDG
(^41) Ibidem , p. 30. (^42) La tentación del condicional en pasado es la más estéril de todas y no puede conducir más que a un desfallecimiento.
/DÀGHOLGDG
sus promesas y cumplir todos sus compromisos dado a cada uno “a su modo” el trato que merece.
En este sentido la técnica nos puede ayudar, pues, en parte, es un intento humano de acortar distancias y ahorrar tiempo (p. ejem.: cada uno está invitado a tener más amigos que nunca: Facebook; gracias al avión podemos recorrer grandes distancias en poco tiempo...).
Pero aunque se acorten las distancias y se multipliquen nuestras op- ciones el tiempo sigue siendo limitado y para poder aprovecharlo se impo- QHXQUHSDUWRGHWDUHDVXQDFODVLÀFDFLyQGHORVREMHWRVDORVTXHGHEHPRV VHUÀHOHVVHJ~QVXLPSRUWDQFLDPLFXHUSRPLHVStULWXPLIDPLOLDPLVDPL- gos, mi trabajo, Dios… «Cada ser debe recibir la cantidad y la calidad de DFFLyQTXHFRUUHVSRQGHDVXOXJDUHQHOFRQMXQWRGHPLVREOLJDFLRQHVGHÀ- delidad. Doy mucho a uno, un poco a otro, porque el orden de mis valores parece exigirlo». 48 (VGHFLURUJDQL]DUODÀGHOLGDGHVHVWDEOHFHUSULRULGDGHV
3HURQRHVHVWDOD~QLFDGLÀFXOWDGTXHQRVH[LJHRUJDQL]DUQXHVWUD ÀGHOLGDG$GHPiVGHODVOLPLWDFLRQHVHVSDFLRWHPSRUDOHVHVWiQODVOLPL- WDFLRQHVTXHQRVLPSRQHQXHVWUDÀQLWXG©ODYLGDHVVXFHVLyQSUHVHQFLD de algo que expulsa otras presencias». 49 Ahora tenemos, mañana no te- nemos. La muerte nos priva de los que amamos, una quiebra nos deja sin recursos, un terremoto derriba nuestra casa… Sin embargo la vida reclama continuidad de sentimientos.
La herida del alma por la inconstancia de la vida es omnipresente en la literatura. Si leemos El Conde de Montecristo vemos a Edmundo Dan- WHVTXHSRUXQDWUDLFLyQSLHUGHWRGRORTXHWLHQHDORTXHHUDÀHO6ROROH queda morir (herida del alma) o sustituir las presencias a las que había VLGRÀHO<KDFHHVWR2UJDQL]DVXVÀGHOLGDGHVHQWRUQRDOGHVHRGHYHQ- JDQ]D$KRUDVHUiÀHODOSURSyVLWRGHYHQJDUVHSDUDKDFHUVXIULUFRPRpO ha sufrido. Es en lo único que encuentra sentido.
&XDQGRVXUJHXQFRQÁLFWR\KD\TXHVXVWLWXLUXQDVÀGHOLGDGHVSRU RWUDVHVFXDQGRODÀGHOLGDGQHFHVLWDVHUPiVRUJDQL]DGDFXDQGRQHFHVLWD XQ SODQ HVSHFLDO 1R HV GLItFLO TXH HQ OD UHVWUXFWXUDFLyQ GH ÀGHOLGDGHV que nos impone la sucesión de la vida nuestros planes de emergencia QRVOOHYHQDKDFHUGHODÀGHOLGDGXQDSXUDFUHDFLyQGHHVStULWXHVGHFLU TXH VXVWLWX\DPRV XQDV ÀGHOLGDGHV SRU RWUDV HQJDxiQGRQRV D QRVRWURV mismos al ser seducidos por el egoísmo o redireccionados por la cobar- día. Cuando esto ocurre la existencia ya no es auténtica, sino que estará marcada por la evasión o por la hipocresía.
(^48) Ibidem , p. 99. (^49) Ibidem , p. 93.
Emilio Ruiz Malo
6L VRODSR ÀGHOLGDGHV LQFRPSDWLEOHV KDFHU FRPSDWLEOH D 'LRV \ DO GLQHUR VHUp XQ KLSyFULWD 6L QLHJR XQD ÀGHOLGDG TXH KD H[LVWLGR KDVWD hoy como viable (mi matrimonio no da para más) estoy negando que se SXHGD VHU ÀHO \ SRU OR WDQWR HVWR\ VLHQGR HJRtVWD R FREDUGH PH HVWR\ HYDGLHQGR HVWDUtD GLVSXHVWR D VHU ÀHO VL QR PH FRVWDUi WDQWR R VL REWX- YLHUDPiVJUDWLÀFDFLRQHV 6LQRH[LVWHODIXHU]DGHVDFULÀFDUVHSRUDPRU ORTXHVHGHEHUtDKDFHUHVFRQIHVDUODÁDTXH]DSHURQXQFDSRQHUODFRPR modelo.
También puede suceder que yo no sea el culpable de la desapari- ción de un conjunto de valores: una situación límite (ingreso en un campo de concentración, una enfermedad, la muerte de un ser querido,…) o no tan límite (un insulto, una mala jugada…). Entonces, se caen las máscaras y se toca fondo y aparece el fondo del ser, el verdadero estado del sujeto VHVLHQWHGHFHSFLRQDGR WUDLFLRQDGR \GHEHUHRUJDQL]DUVXÀGHOLGDGHV
Después de todo lo dicho, aparece como un hecho de experiencia, TXHDSHVDUGHSURSRQHUPHODRUJDQL]DFLyQHVSDFLRWHPSRUDOGHPLVÀ- delidades, muchas veces fallo. También es experimentable –a pesar de nuestra buena intención-, la falta de perseverancia y constancia el nues- tras promesas. Y, por último, también la experiencia nos enseña cómo la vida nos lleva muchas veces por donde no queremos. Todos los «proce- dimientos o subterfugios experimentales de la naturaleza prueban que el VHUKXPDQRQRSXHGHHMHFXWDUVXYRWRGHÀGHOLGDGVyORFRQODVIXHU]DV de su ingenio privado» 50. Al individuo le hace falta un vigilante para sus propias faltas y un ayudante para asistir sus carencias.
7RGRVKHPRVH[SHULPHQWDGRTXHQRSRGHPRVVHUÀHOHVHQWRGRVORV frentes de nuestra existencia con nuestras propias fuerzas. Sabemos que debemos buscar un seguro contra nosotros mismos o una ayuda cuando ODVFLUFXQVWDQFLDVQRVVXSHUDQ8QDGHODVIRUPDVGHDVHJXUDUQRVODÀGH- lidad es buscar el apoyo social; someternos al control y las sanciones de nuestros semejantes. La forma más importante en que esto se muestra es el contrato, entendido como un compromiso recíproco. 51
3HURHVWRVDX[LOLDUHVVRFLDOHVDXQTXHQRVSXHGHQD\XGDUDVHUÀHOHV no tienen éxito completo. El contrato paraliza el yo moral. «La identidad personal que puede favorecer (“soy un hombre que cumple sus contra- tos”, “soy un propietario respetable”, “soy un subordinado concienzu- do”, etc.) no es más que una caricatura de la identidad verdadera, la que UHVXOWDGHXQDÀGHOLGDGDODYRFDFLyQWRWDO(OFRQWUDWRVyORHVYiOLGRHQ FXDQWRDX[LOLDU\H[SUHVLyQGHODÀGHOLGDGLQWHULRUª^52
(^50) Ibidem , p. 112. (^51) N ÉDONCELLE, M., /DÀGHOLGDG , p. 114. (^52) N ÉDONCELLE, M., /DÀGHOLGDG , p. 124.
Emilio Ruiz Malo
DODYH]XQGHVFDQVR\XQHVWtPXORHQODRUJDQL]DFLyQGHODÀGHOLGDG en la tierra. Esta solución, en efecto, no dispensa de nada, sino que da a todo un sentido que no es perceptible como una cosa, sino como una claridad, no como un punto de fuerza, sino como una fuente de reali- zación. 59
HOKRQRUDeOGHELGR©/DÀGHOLGDGDOVHxRU>SUtQFLSH@FRQVLVWHHQQRDWUL- buir a otro el honor del principado. Y por tanto [de manera análoga], la ley divina ordena: no tendrás otros dioses» 60. Así como para vivir bien en sociedad es necesario guardar las debidas relaciones con el presidente de la sociedad y con los demás miembros de ella, también es necesario que la ley divina imponga preceptos que ordenen al hombre a Dios, y otros que lo ordenen con respecto al prójimo. «De este modo, la fe que ama a Dios VRVWLHQHODÀGHOLGDGEDMRWRGDVVXVIRUPDVDUPRQLRVDVHVGHFLUPRUDOHV y les permite formar una totalidad». 61
3RU HOOR OD ÀGHOLGDG QR HV VRODPHQWH HO FXPSOLPLHQWR GH XQD promesa, 62 sino el reconocimiento del dominio divino sobre nosotros. 0iV D~Q OD ÀGHOLGDG QR VyOR HV H[LJLGD SRU HO GRPLQLR GH 'LRV VREUH QRVRWURVVLQRWDPELpQSRUORVLQQXPHUDEOHVGRQHV\EHQHÀFLRVTXHUHFL- ELPRVFRQVWDQWHPHQWHGH'LRV(QRWUDVSDODEUDVODUD]yQGHVHUÀHOEUR- ta del reconocimiento de nuestra radical condición de dependencia y de destinatarios de la gracia divina: «Ahora bien: más que a nadie, debe el KRPEUHÀGHOLGDGD'LRVQRVyORSRUUD]yQGHVXGRPLQLRVLQRWDPELpQ SRUORVEHQHÀFLRVTXHGHeOKDUHFLELGRª^63
(QWRQFHVHOKRPEUHDEDQGRQiQGRVHD'LRVVDEHTXHVXÀGHOLGDG VH DSR\D HQ XQ ©VHU FDSD] GH UHVROYHU QXHVWUDV GLÀFXOWDGHV \ GH VXSOLU QXHVWUDVGHÀFLHQFLDV%DVWDFRQDFWXDUVHJ~QVXVPDQGDPLHQWRV\VXHV- píritu para que, cómo ciegos guiados de la mano, estemos seguros del camino. El creyente confía a Dios no solo su propio destino, sino también el de los valores y el de los seres a quienes quiere servir». 64
(^59) Ibidem , p. 138. (^60) S. Th., I-II, q. 100, a. 5, c. (^61) N ÉDONCELLE, M., /DÀGHOLGDG , p. 138. (^62) 67K,,,,TDF© 5HVSRQGHRGLFHQGXPTXRG DGÀGHOLWDWHPKRPLQLVSHUWLQHW XWVROYDWLGTXRGSURPLVLWXQGHVHFXQGXP$XJXVWLQXPÀGHVGLFLWXUH[KRFTXRGÀXQW dicta». (^63) 6 7K ,,,, T D F ©0D[LPH DXWHP GHEHW KRPR GHR ÀGHOLWDWHP WXP UDWLRQH GRPLQLL WXP HWLDP UDWLRQH EHQHÀFLL VXVFHSWL (W LGHR PD[LPH REOLJDWXU KRPR DG KRF TXRG LPSOHDW YRWD GHR IDFWD KRF HQLP SHUWLQHW DG ÀGHOLWDWHP TXDP KRPR GHEHW GHR IUDFWLRDXWHPYRWLHVWTXDHGDPLQÀGHOLWDWLVVSHFLHVª (^64) N ÉDONCELLE, M., /DÀGHOLGDG , p. 137.
/DÀGHOLGDG
Dios es el sujeto que aparentemente está más separado de mí, por- que es el más invisible para mi sensibilidad vital, pero es precisamente Él quien crea todo mi valor absoluto. Ausente por mis ojos de ciego, silencioso por mis oídos de carne, lee y proclama sin tregua en mí gran- GH]DVTXHLJQRUR\TXHVRORGHVFXEULUpSRUeO/DÀGHOLGDGTXHOHSUR- PHWRHVODFRQIHVLyQGHPLSURSLDLQVXÀFLHQFLD\GHODHÀFDFLDGHVX gracia. 65
+D\ SRU WDQWR XQD UHODFLyQ HQWUH HO VHU GLYLQR \ OD ÀGHOLGDG GHO hombre, porque el hombre es relacional, y todas las relaciones que pueda HVWDEOHFHUFRQHOPXQGR\FRQORVRWURV\RGHSHQGHQHQGHÀQLWLYDGHOD que establece con Dios. Más radicalmente, podemos decir, que el hombre HVFDSD]GHVHUÀHOSRUTXH'LRVHVÀHO©(OHMHPSODUGHODYLUWXGKXPDQD es necesario que preexista en Dios, como preexisten en Él también las razones de todas las cosas» 66 , o, dicho con palabras de la Escritura: «Man- WHQJiPRQRVÀUPHVHQODHVSHUDQ]DTXHSURIHVDPRVSRUTXHHVÀHOTXLHQ hizo la promesa» (Heb, 10,24)
E 1LQJXQDÀGHOLGDGORHVVLQRVHUHQXHYD ÀGHOLGDGQRHVDJXDQ- tar) y el hombre no puede hacer esta renovación sino es guiado por Dios.
/D ÀGHOLGDG SXHGH GHJHQHUDU HQ HVFOHURVLV DOJR IRVLOL]DGR \ VLQ vida) o ser barrida por la inconstancia (perdida por nuestros caprichos). 3DUDTXHHVWRQRRFXUUDODÀGHOLGDGH[LJHODSUHVHQFLDGHOYDORU VHQWLGR GHORHWHUQR \DOPLVPRWLHPSRHOFDPELRSDUDLUUHQRYDQGRODÀGHOLGDG HQHOWLHPSR6RORHOHVStULWXHVDODYH]ÀUPH]D\UHQRYDFLyQUHVLGHHQ él el doble sentido de lo eterno y del cambio. Pero el espíritu es capaz de actuar este doble sentido si es guiado por Dios.
Como consecuencia, «lejos de ser menos exigente, la llamada de las ÀGHOLGDGHVWHUUHQDVVHFRQYLHUWHHQVDJUDGDGHVGHHVHPRPHQWR\VHLP- pone a nuestra acción con una autoridad reforzada. La dignidad de cada VHUVHFRQYLHUWHHQLQÀQLWDSRUTXHFRPSUHQGHPRVTXHQRHVWiDERFDGDD la desaparición, sino que un querer divino las sustrae a las apariencias y les reserva una salvación misteriosa, que va unida a nuestra actitud de ÀGHOLGDGKDFLDHOODVª^67.
Correlativamente, la fe en Dios nos asegura que nuestros esfuerzos SRUVHUÀHOHVFRQWDUiQFRQODD\XGDGH'LRV©'LRVH[LJHPiVGHQRVRWURV pero también ofrece más: su ejemplo y su presencia, que está con nosotros \HQQRVRWURV(OKRPEUHÀHOVDEHTXHKDFLHQGRWRGRFRQGRFLOLGDG'LRV
(^65) Ibidem , pp. 231-232. (^66) Summa Theologiae , I-II, q. 61, a. 5, c.: «Oportet igitur quod exemplar humanae virtu-tis in Deo praeexistat, sicut et in eo praeexistunt omnium rerum rationes». (^67) N ÉDONCELLE, M., /DÀGHOLGDG , o.c., pp. 138-139.
/DÀGHOLGDG
El arrepentimiento
Si bien el futuro es incierto, en el pasado ha triunfado ya el reino de la necesidad. El pasado está ahí, es así, y yo no lo puedo cambiar; sólo puede asumirlo. Ahora bien, en esta asunción del pasado en el yo perso- QDOVHDVXPHGHEXHQDJDQDHOSDVDGRJORULRVRGRQGHODYROXQWDGÀHOKD promocionado al mejor yo de nosotros mismos. Pero el pasado culpable consecuencia de una libertad débil que contradice radicalmente nuestro yo ¿es posible integrarlo todavía en mi proyecto personal? La traición a nuestras promesas es un hecho incontestable. Muchas veces no somos capaces de sostener en el tiempo nuestras promesas. A pesar de esto ¿es SRVLEOHWHQHUXQSUR\HFWRSHUVRQDO\VHUÀHODpO"
Hoy piensan algunos que esto es imposible y que es mejor vivir con nuestros remordimientos asumiéndolos. Sartre los compara a un en- jambre de moscas: «hay un camino lento y gradual para llegar a ser un YLFLRVR\XQFDQDOODEDMRWRGDVVXVIRUPDV$OÀQDOGHHVWDYtDTXLHQOD sigue ha sido completamente abandonado por el enjambre de moscas de la mala conciencia y, aunque de una inmoralidad perfecta, conserva su inocencia» 73.
En este mal consejo sólo hay una idea cierta: que el camino del vicio es lento y gradual (degradación del hijo pródigo). La libertad para el mal no es más que una fase en un proceso muy largo, que acabara en la des- humanización o en la vuelta al compromiso. Ser más autónomos es ser PiVÀHOHVQRORFRQWUDULR/DDFFLyQEXHQDQRVDSRUWDPXFKRPiVTXHOD acción mala.
3HURFRPRGHKHFKRKDFHPRVDFFLRQHVPDODVKD\TXHDÀUPDUTXH VyOR SRGHPRV VHU ÀHOHV D XQ SUR\HFWR SHUVRQDO PHGLDQWH HO DUUHSHQWL- miento. Por el remordimiento nos damos cuenta de nuestra culpa: yo no soy un desequilibrado por un error u opinión, o por una ofensa contra una pura formalidad, sino por el abandono de un compromiso serio, por «una desobediencia cuyas consecuencias hacen zozobrar todo [mi] hori- zonte interior». 74
Por tanto, «asumir plenamente la presencia del propio pecado es convertirse». 75 El arrepentimiento es asumir el hecho de su traición (el hijo pródigo “entra en sí”, “recapacita”). Uno se da cuenta que la ruptura no paga (acabó cuidando cerdos), sino que rompe en nosotros algo muy profundo (…en la casa de “mi Padre”…). Al principio la falta puede pa- sar inadvertida, pero con el tiempo se hace intolerable. En los primeros WLHPSRVODFRQFLHQFLDLQÀHOVLHQWHTXHVHKDOLEHUDGRGHXQDVFDGHQDVSH-
(^73) SARTRE, J. P., Le voyageur el son ombre, opinios et sentences mêlees , París 1902, p. 56. (^74) N ÉDONCELLE M, /DÀGHOLGDG , p. 207. (^75) Ibidem , p. 211.
Emilio Ruiz Malo
sadas, que puede dominar la situación, incluso expresarla en una alegría escandalosa, sobre todo si no se había tomado en serio los compromisos asumidos o si los nuevos bienes asumidos compensan aparentemente los males de los que se ha desembarazado (los trabajos rutinarios y costosos en la casa de su padre). Un mal cambio de agujas ofrece una libertad ili- mitada, sin reglas, pero se acaba descarrilando. Las faltas no se corrigen ignorándolas o cambiándoles el nombre, sino «con paciencia y volviendo a adquirir penosamente una inocencia». 76 Recapacitar, reconocer, admitir el error, supone aceptar el verdadero orden de las cosas. Si ahora estoy mal es porque hay una forma de estar bien que yo he traicionado. Así la ©H[SHULHQFLDGHLQÀGHOLGDGDOVHURDOYDORUQRSXHGHWHUPLQDUVHPiVTXH por un homenaje a la virtud». 77
De esta manera, nos damos cuenta de que nuestro proyecto vital es una mezcla de iniciativa creadora que diseña el futuro 78 y el arrepen- WLPLHQWR TXH UHGLPH HO SDVDGR \ QRV GHYXHOYH D GHVHR GH VHU ÀHOHV /D DPELFLyQ GH OD ÀGHOLGDG HV UHFXSHUDU ODV WUDGLFLRQHV FRPHWLGDV GHQWUR o sufridas fuera. De las traiciones cometidas dentro me arrepiento, las sufridas fuera las perdono. Sólo así, reformando el pasado, lo puedo inte- JUDUGHQXHYRHQPLSUR\HFWR\VHJXLUVLHQGRÀHO^79
Pero, ¿podemos hacer esto nosotros mismos? ¿Podemos regenerar HOSDVDGRYLYLÀFDUORGHQXHYR"1XHVWUDH[SHULHQFLDQRVGLFHTXHQR6t SRGHPRVYLYLÀFDUDOJXQDYH]HOSDVDGRSHUROOHJDXQPRPHQWRHQTXH ya no. Todos hemos escuchado expresiones como estas: “no, ya no te creo”, “no puedo más”, “no sé ya cómo hacer para seguir adelante”, etc. Es decir, llega un momento en el que el esfuerzo por “olvidar” el pasa- do, de negarlo con todas nuestras fuerzas no nos regenera interiormente: «Nosotros estamos perdidos si no existe un Dios que apacigüe y perdone SRUTXHSXHGHYLYLÀFDUGHQXHYRLQWHULRUPHQWHHOFHQWURGHQXHVWURVVH- res. (...) Sólo un Ser que tiene otros medios distintos a los nuestros porque Él es creador de nuestros seres, puede darnos el Paraíso; sólo Él puede restituirnos sin quitarnos nuestra identidad personal». 80
Si no es un redentor divino «quien me perdona activamente de mis LQÀGHOLGDGHV\ODVFRUULJHSRUVXSURYLGHQFLDÀQDO HVWR\PRUDOPHQWH condenado. Si pretendo pasar por alto el perdón de un Dios trascendente \SHUPDQHFHURSWLPLVWDFRQÀDQGRHQODRPQLSRWHQFLDGHPLDUUHSHQWL-
(^76) Ibidem , p. 213. (^77) Ibidem , p. 212. (^78) (OÀHOSRQHD'LRVHQHOFHQWURGHVXFRUD]yQHOSHFDGRUKDFHORPLVPRFXDQGREXVFDVX DXWRVXÀFLHQFLD3UHWHQGHVXVWLWXLUODGLYLQLGDGSHURODLPLWDVLJXHKDELHQGRXQGLRVHQ el centro de su corazón. Sólo el que se da cuenta de esto puede convertirse. (^79) Cfr. N ÉDONCELLE, M., /DÀGHOLGDG , o.c., pp. 232-233. (^80) N ÉDONCELLE, M., /DÀGHOLGDG , p. 224-225.