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Tipo: Monografías, Ensayos

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La ética del hacker y el espíritu de la era de la información
Pekka Himanen
La ética del hacker
y el espíritu de la era de la información
Prólogo de Linus Torvalds | Epílogo de Manuel Castells
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Pekka Himanen

La ética del hacker

y el espíritu de la era de la información

Prólogo de Linus Torvalds | Epílogo de Manuel Castells

Pekka Himanen Nacido en 1973 , obtuvo el Doctorado en Filosofía a los veinte años en la Universidad de Helsinki. Desde entonces ha trabajado como investigador en Finlandia e lnglaterra y en las Universidades norteamericanas de Stanford y Berkeley. Colaborador de Manuel Castells, han realizado conjuntamente diversos estudios, como el que se presenta. Asimismo, Himanen es muy conocido en el mundo de la cultura por sus relaciones con los artistas más vanguardistas y los medios de comunicación. Incluso ha sido convertido en personaje de una obra de teatro estrenada en Finlandia en 1996 y en el Soho londinense en otoño del 2001. En el centro de nuestra era tecnológica se hallan unas personas que se autodenominan hackers. Se definen a sí mismos como personas que se dedican a programar de manera apasionada y creen que es un deber para ellos compartir la información y elaborar software gratuito. No hay que confundirlos con los crackers, los usuarios destructivos cuyo objetiuo es el de crear virus e introducirse en otros sistemas: un hacker es un experto o un entusiasta de cualquier tipo que puede dedicarse o no a la informática. En este sentido, la ética hacker es una nueva moral que desafía la ética protestante del trabajo, tal como la expuso hace casi un siglo Max Weber en su obra clásica La ética protrestante y el espíritu del capitalismo , y que está fundada en la laboriosidad diligente, la aceptación de la rutina, el valor del dinero y la preocupación por la cuenta de resultados. Frente a la moral presentada por Weber, la ética del trabajo para el hacker se funda en el valor de la creatividad, y consiste en combinar la pasión con la libertad. El dinero deja de ser un valor en sí mismo y el beneficio se cifra en metas como el valor social y el libre acceso, la transparencia y la franqueza. Este libro es una invitación a recorrer las cuestiones fundamentales sobre la vida en la sociedad de la información, a emprender un viaje lleno de sorpresas que nos ayudará a orientar nuestras vidas hacia nuevas y apasionantes perspectivas. Una ética del trabajo para el nuevo milenio

-- SUMARIO --

Prefacio............................................................................................................................................. 5 Prólogo; ¿Por qué el hacker es como es? La ley de Linus, por Linus Torvalds............................................................................................... 9 PRIMERA PARTE LA ÉTICA DEL TRABAJO Capítulo 1. La ética hacker del trabajo............................................................................................. 14 Capítulo 2. ¿El tiempo es dinero?..................................................................................................... 25 SEGUNDA PARTE LA ÉTICA DEL DINERO Capítulo 3. El dinero como motivación............................................................................................ 40 Capítulo 4. La academia y el monasterio......................................................................................... 53 TERCERA PARTE LA NÉTICA O LA ÉTICA DE LA RED Capítulo 5. De la netiqueta a la nética............................................................................................. 66 Capítulo 6. El espíritu del informacionalismo................................................................................. 83 CONCLUSIÓN Capítulo 7. Descanso....................................................................................................................... 100 Epílogo: Informacionalismo y la sociedad red, por Manuel Castells........................................................................................................................ 109 Apéndice: Breve historia del hackerismo en informática................................................................................................................................. 124 Notas................................................................................................................................................ 130 Bibliografía...................................................................................................................................... 153 Agradecimientos.............................................................................................................................. 164

PREFACIO

En el centro de nuestra era tecnológica se halla un grupo fascinante de personas que se autodenominan hackers. No se trata de celebridades televisivas con amplia fama y reconocimiento, pero todos conocen sus logros, que constituyen la nueva base tecnológica de la sociedad emergente: Internet y la Red de redes (lo que en conjunto podríamos llamar la Red), el ordenador personal, así como una parte importante del software utilizado para que todo ello funcione. El diccionario del argot hacker, el <>, compilado de forma co1ectiva en la Red, define a los hackers como personas que se dedican a <>(1) y creen que <<poner en común la información constituye un extraordinario bien, y que además para ellos es un deber de naturaleza ética compartir su competencia y pericia elaborando software gratuito y facilitando el acceso a la información y a los recursos de computación siempre que ello sea posible>>,(2) Ésta ha sido la ética hacker desde que un grupo de apasionados programadores del MIT empezaron a llamarse hacker a principios de la década de 1960.(3) (Con posterioridad, a mediados de la década de 1980, los medios de comunicación, empezaron a aplicar el término a los criminales informáticos. A fin de evitar la confusión con aquellos que dedican su tiempo a escribir virus informáticos y a colarse en los sistemas de información, los hackers empezaron a denominar crakers a estos usuarios destructivos o piratas informáticos (4). En este libro, utilizamos esta distinción entre hackers y crackers.) Mi interés inicial por estos hackers fue tecnológico, relacionado con el impresionante hecho de que los símbolos más conocidos de nuestra era, la Red, el ordenador personal y software como el sistema operativo Linux, no fueron en realidad creados por empresas o gobiernos, sino por individuos entusiastas que empezaron a llevar a la práctica sus ideas con otros individuos de intereses afines que trabajaban a su propio ritmo. (Quienes sientan interés por su desarrollo, pueden consultar el apéndice de este libro, <<Breve historia del hackerismo en informática>> , donde se ofrece una visión pormenorízada de su evolución.) Quería comprender la lógica interna de esta actividad, sus fuerzas conducturas. De todas formas, cuanto más pensaba en los hackers informáticos, más palmario resultaba que lo más interesante de ellos, en términos humanos, era el enorme desafío espiritual que suponían para nuestra época. Los hackers informáticos siempre han admitido este mayor alcance de sus formas de hacer y pensar. Su diccionario de argot, el <>, hace

sus inicios, aludida en la definición antes citada al referirse a <<facilitar acceso a la informacìón y a los recursos informáticos>>, podría denominarse su ética de la red o nética. En este plano se han abordado ideas como la libertad de expresión en la Red y el acceso de todos a la Red. La mayoría de los hackers informáticos apoya sólo algunas partes de esta nética, pero en términos de su significación social deben ser comprendidas en un todo. El impacto de estos temas está aún por comprobarse, pero no cabe duda de que apuntan al centro de los desafíos éticos de la era de la información. Este libro se basa en una colaboración entre sus tres autores, llevada a cabo en formas diferentes durante varios años (con Manuel Castells a través de nuestra investigación conjunta en California, y con Linus Torvalds, pasándolo en grande). La idea de escribir un libro sobre la ética hacker nació en el otoño de 1998, cuando nos conocimos al coincidir como ponentes en un congreso celebrado en la Universidad de California en Berkeley, la tradicional plaza fuerte hacker. Decidimos entonces desarrollar nuestras ponencias, que trataban de los mismos temas que el trabajo que presentamos hoy. Establecimos que Linus sería el primero, como representante del hackerismo informático; Manuel presentaría su teoría de la era de la información (consistente en el ascenso del informacionalismo, el nuevo paradigma de la tecnología de la información, y una nueva forma social, la sociedad red); y a mí me tocaría examinar el significado social de la ética hacker situando el ejemplo del hackerismo informático de Linus en el marco más amplio de nuestra época perfilado por Manuel. Como era natural, cada uno de nosotros hablaría por sí mismo. El libro sigue este plan inicial: en su Prólogo, <<¿Por qué el hacker es como es? La ley de Linus>>, Linus, como creador de una de las innovaciones hackers más célebres de nuestra época, el sistema operativo Linux, expone su opinión sobre las fuerzas que contribuyen al éxito del hackerismo. Manuel se ha pasado los últimos quince años dedicado al estudio de nuestra época, que culminó en los tres volúmenes de una obra de más de millar y medio de páginas, La era de la información (con una segunda edición revisada en inglés y publicada en 2000). En el epílogo de este libro, <>, presenta por primera vez las conclusiones de su investigación, con algunos añadidos importantes, de una forma accesible al lector medio. Mi análisis se sitúa entre el de Linus y el de Manuel, y se divide en tres partes según los tres planos o niveles de la ética hacker: la ética del trabajo, la ética del dinero y la nética. (Se puede encontrar algunas elaboraciones ulteriores de estos temas en la página de Internet del libro, www.hackerethic.org.) Aquellos lectores que prefieran conocer la teoría de fondo, como

punto de partida --y no como sistematización de cierre-- del análisis pueden consultar antes e1 epílogo de Manuel. Si no, demos la palabra a Linus Torvalds.

de cualquier ser vivo es sobrevivir. ¿Y las otras dos? Suponiendo que estemos de acuerdo en considerar que la supervivencia es una ferza motivadora fundamental, las otras se siguen de la pregunta: <<¿por qué está dispuesta la gente a arriesgar su vida?>>. Algo por lo que uno pueda perder su vida tiene que ser una motivación sin duda fundamental. A algunos les podría parecer discutible mi selección de fuerzas motivadoras, pero creo que estoy en lo cierto. Es fácil encontrar ejemplos de personas y de otros seres vivos que valoran sus vínculos sociales más que a sus vidas. En la literatura universal, Romeo y Julieta es el ejemplo clásico, sin duda, pero también la noción de <<morir por la propia familia/patria/religión>> refleja con claridad que los vínculos sociales pueden llegar a ser más importantes que la vida de uno mismo. El entretenimiento puede parecer una elección extraña; pero por entretenimiento entíendo algo más que jugar con la Nintendo. Es el ajedrez. Es la pintura. Es el ejercicio mental que comporta cualquier intento de explicar el universo. Einstein no estaba motivado por la supervivencia cuando pensaba en la física. Tampoco debió de ser para él una cuestíón social. Era entretenimiento. Entretenimiento es algo intrinsecamente interesante y capaz de plantear desafíos. Y la búsqueda de entretenimiento constituye sin duda un fuerte impulso. No es que alguien llegue a desear morir por la propia Nintendo, pero pensemos por ejemplo, en la expresión <>: alguien, sin duda, preferiría morir que aburrirse por toda la eternidad, razón por la cual hay gente que se dedica a tirarse de aviones sin tener motivo aparente para hacerlo, sólo por el estremecimiento que les produce saltar al vacío y poner coto de este modo al aburrímiento. Y el dinero, ¿es una motivación? El dinero sin duda es algo útil, pero la mayoría estaría de acuerdo en que el dinero per se no es lo que motiva en última instancia a las personas. El dinero motiva por lo que comporta, es el definitivo instrumento de trueque para conseguir lo que realmente nos interesa y preocupa. Obsérvese que con el dinero, por lo general, resulta fácil adquirir supervivencia, aunque es mucho más difícil comprar vínculos sociales y entretenimiento. Sobre todo, entretenimiento con E mayúscula, el que acaba dando sentido y significado a la existencia. Tampoco se debe pasar por alto el efecto social que supone tener dinero, se compre algo o no con él. El dinero cuntinúa siendo algo muy poderoso, pero no es más que un representante, un apoderado de otros factores mucho más fundamentales. La ley de Linus no se interesa tanto por el hecho de que éstas sean las tres motivaciones de las personas, sino por la idea de que

nuestro progreso consiste en ir pasando de una fase a otra en un proceso completo desde la <> a la <> y al <>. ¿Sexo? Sí, claro. Sin duda empezó siendo supervivencia y continúa siéndolo. Nada que objetar. Pero en los animales más desarrollados ha dejado de ser una cuestión de pura supervivencia: el sexo ha pasado a formar parte del tejido social. Y, en el caso de los seres humanos, el sexo por antonomasia es entretenimiento. ¿Copas y comidas? Lo mismo. ¿Guerra? Lo mismo. Puede que la guerra no haya completado el proceso, pero la CNN hará todo cuanto tenga en su mano para conseguirlo. Empezó siendo supervivencia y va camino de convertirse inexorab1emente en entretenimiento. Hackers Todo esto puede aplicarse sin lugar a dudas a los hackers. Para ellos, la supervivencia no es lo principal. Pueden subsistir bastante bien a base de donuts y pepsi-colas. Hablando en serio, desde el momento en que se puede tener un ordenador en el escritorio, no es probable que la primera preocupación que nos mueva sea cómo conseguir comer caliente o conservar el techo que nos cobija. Si bien la supervivencia, continúa siendo un factor motivador, no es en realidad una preocupación cotidiana, capaz de excluir al resto de las motivacíones. Un <> es una persona que ha dejado de utilizar su ordenador para sobrevivir (<>) y ha pasado a los dos estadios siguientes. Él (o, en teoría aunque en muy contadas ocasiones, ella) utliliza el ordenador para sus vínculos sociales: el correo electrónico e Internet son las grandes vías para acceder a una comunidad. Pero para el hacker un ordenador es también entretenimiento. No me refiero a los juegos, ni tampoco a las bellas imágenes que circulan por la red. El ordenador mismo es entretenimiento. Así llega a crearse algo como el sistema Linux. No se trata de hacer mucho dinero. La razón por la que los hackers de Linux hacen algo es que lo encuentran muy interesante y les gusta compartir eso tan interesante con los demás. De repente, se obtiene entretenimiento del hecho de estar haciendo algo interesante, a la vez que se alcanza una repercusión social. Se logra así este efecto de la red Linux, donde hay multitud de hackers que trabajan juntos porque disfrutan con lo que hacen. Los hackers creen que no hay un estadio de motivación superior a éste. Y es esa creencia lo que ejerce un poderoso efecto en un

PRIMERA PARTE

LA ÉTICA DEL TRABAJO

Capítulo 1

LA ÉTICA HACKER DEL TRABAJO

Linus Torvalds afirma en su Prólogo que, para el hacker, <>, queriendo derir con ello que el hacker programa porque encuentra la actividad de programación intrinsecamente interesante, emocionante y gozosa. El espíritu subyacente a otras creaciones de los hackers es muy semejante a éste. Torvalds no está solo cuando describe su obra aludiendo a que <<1os hackers de Linux hacen algo porque lo encuentran muy interesante>>. Por ejemplo, Vinton Cerf, al que a veces se denomina <>, comenta lo fascinante que resultaba la programación con estas palabras: <<Programar tenía algo increíblemente atractivo>>(1). Steve Wozniak, la persona que construyó el primer ordenador personal real, no duda en referirse a la maravilla que suponía programar: <<Era el mundo más fascinante>> (2). Se trata de un espíritu general: los hackers programan porque para ellos los desafíos de la programación tienen un interés intrinseco. Los problemas relacionados con la programación despiertan una curiosidad genuina en el hacker y suscitan su deseo de continuar aprendiendo. El hacker muestra además su entusiasmo sobre eso que le interesa: le llena de energía. Desde la época del MIT, en la década de 1960, el típico hacker viene despertándose de la siesta a primera hora de la tarde para ponerse a programar con entusiasmo, y persevera en sus esfuerzos, profundamente inmerso en la codificación, hasta altas horas de la madrugada. Un buen ejemplo de ello es el modo en que la hacker irlandesa de dieciseis años Sarah Flanery describe su trabajo en el llamado algoritmo de encriptación Cayley-Purser; <<Me embargaba una sensación de total entusiasmo... Trabajaba constantemente días enteros hasta terminar, y era estimulante. Había momentos en que no quería parar>>.(3) La actividad del hacker es también gozosa. A menudo se enraíza en exploraciones lúdicas. Torvalds describió en mesajes diseminados por la Red cómo Linux empezó a expandirse a partir de pequejos experimentos con su recién comprado ordenador. En esos mismos mensajes, explicaba que su motivación para la configuración de Linux radicaba simplemente en ,que <>(4). Tim Berners-Lee, uno de los pioneros de la Red, también describe cómo esta creación se inició con experimentos de enlace que denominaba <>(5). Wozniak refiere, cómo muchas características del ordenador Apple <<procedían de un juego, y los

inspiración y dicha. Esta relación apasionada con el trabajo no es una actitud que se encuentre sólo entre los hackers informáticos. Basta con mirar al mundo académico para encontrar un predecesor más antiguo. La actitud de la apasionada investigación intelectual recibió una expresión similar hace casi dos milenios y medio cuando Platón, el fundador de la primera academia, dijo de la filosofía que, <<como la luz que desprende el fuego cuando se enciende, nace en el alma y, en lo sucesivo, procura su alimento>>.(9) También se encuentra la misma actitud en cualquier otro ambito, entre los artistas, los artesanos y los <<profesionales de la información>>, desde los directores e ingenieros hasta quienes trabajan en los medios de comunicación, o en el mundo editorial y del diseño. No es sólo <>, el fichero oficial del argot hacker, el que hace hincapié en esta idea general. En el primer Congreso de Hackers celebrado en San Francisco en 1984, Burell Smith, el creador del ordenador Macintosh de Apple, definía el término de este modo: <<Hackers. Se puede hacer casi de todo y ser un hacker. Se puede ser un carpintero hacker. No es preciso disponer de elevada tecnología, pienso, que tiene que ver con la artesanía y con el hecho de dar importancia lo que uno hace>>(10). Raymond señala en su guía <<Cómo convertirse en un hacker>> que <<hay quien aplica la actitud del hacker a otras cosas aedemás del software, como la electrónica y la música; en realidad, cualquiera de las ciencias y de las artes muestra esta actitud en su máxima expresión>>.(11) Si se les considera a este nivel, los hackers informáticos constituyen un ejemplo excelente de una ética del trabajo más general, a la que podemos dar el nombre de la ética hacker del trabajo, afianzada día a día, en la sociedad red, en la cual el papel de los profesionales de la información se halla en expansión. Pero, aunque nos sirvamos de una etiqueta acuñada para los hackers informáticos a fin de expresar esta actitud, lo cierto es que podemos hablar sobre ella sin hacer ni siquiera referencia a los informáticos. De hecho, abordamos un reto social de índole general que pone en tela de juicio la ética protestante del trabajo que desde hace tanto tiempo viene rigiendo nuestras vidas y aún ejerce una poderosa influencia sobre todos nosotros. Veamos a qué antiguas fuerzas históricas y a qué arraigadas fuerzas sociales se enfrenta la, ética hacker del trabajo. La expresión de uso familiar <<ética protestante del trabajo>> tiene su origen, como es sabido, en el celebre ensayo de Max Weber La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1904-1905) (12). Weber empieza describiendo de qué modo la noción de trabajo como deber se halla en el centro del espíritu capitalista surgido en el siglo XVII.

<<Esta peculiar idea, tan familiar para nosotros hoy en día, pero en realidad tan poco natural, del deber en una profesión, es lo que más característico resulta en la ética social de la cultura capitalista y, en cierto sentido, constituye su fundamento. Se trata de una obligación que el individuo se supone debe sentir y siente hacia el contenido de su actividad profesional, con independencia de en qué consista, en particular sin que importe si parece una utilización de sus facultades personales o sólo de sus posesiones materiales (como capital)>>. Weber continúa diciendo: <<No sólo es un sentido de la responsabilidad absolutamente indispensable, sino en general también una actitud que, al menos durante los horarios laborles, escapa de los cálculos continuos sobre cómo ganar el salario habitual con un máximo de confort y un mínimo de esfuerzo. El trabajo debe, al contrario, realizarse como si fuera un fin absoluto en sí mismo, una vocación.(13) A continuación demuestra Weber cómo la otra fuerza principal descrita en su ensayo, la ética del trabajo enseñada por los protestantes y surgida también en el siglo XVI, llevó más lejos tales metas. El predicador protestante Richard Baxter expresó la ética del trabajo en su forma pura: <<Es por la acción por la que Dios se ocupa de nosotros y nuestros actos; el trabajo es la moral así como el fin natural del poder>>, y decir <<oraré y meditaré [en lugar de trabajar] es como si un sirviente rechazara hacer un trabajo de suma dificultad y se limitara a cumplir sólo la parte más fácil y menor>> (14). Dios no se complace en ver a 1a gente meditar y orar, quiere que hagan su trabajo. Fiel al espíritu capitalista, Baxter aconseja a los empresarios que reafirmen en los trabajadores esta idea de hacer su trabajo lo mejor posible, convirtiéndola en un asunto de conciencia: <<Un sirviente fiel de verdad realizará todo el servicio que debe en obediencia a Dios, com si Dios mismo se lo hubiera pedido>>(15). Baxter resume esta actitud refiriéndose al trabajo como una <<vocación>>, (16) lo cual expresa muy bien las tres actitudes centrales de la ética protestante del trabajo debe ser considerado un fin en sí mismo, en el trabajo uno debe realizar su parte lo mejor posible y el trabajo debe ser considerado como un deber, que se lleva a cabo porque ha de ser realizado. A diferencia de la ética hacker del trabajo, cuyo precedente se halla en la academia, para Weber el de la ética protestante se halla en el monasterio y no hay duda de que, si analizamos la comparación de Weber, podemos percibir muchas semejanzas. En el siglo VI, por ejemplo, la regla monástica de San Benito exigía a todos los monjes que consideraran un deber el trabajo asignado, y a los hermanos haraganes les alertaba de que <<la inactividad es la enemiga del

platónica a cualquiera, con independencia de la filosofía, religión o cultura que pueda suscribir. Del mismo modo, podemos hablar de la <<ética protestante>> de alguien haciendo caso omiso de cuál sea su fe o cultura. Así, un japonés, un ateo o un católico devoto pueden actuar, y a menudo actúan, de acuerdo con la ética protestante. No es preciso buscar mucho para darse cuenta de lo poderosa que aún es la fuerza de esta ética. Una declaración tópica como la de <> o la de muchos empresarios en sus breves discursos con motivo de la jubilación de alguno de sus empleados, a los que ensalzan por <<lo diligente/responsable/leal y de confianza>> que ha sido, constituyen el legado de la ética protestante, pues no se cuestionan en ningún caso la naturaleza misma del trabajo. Elevar el trabajo a la condición de lo más importante en la vida es otro de los síntomas de la ética protestante, hasta el extremo de poder convertirse en una adicción al trabajo que conduzca a la completa desatención de los seres queridos. De este modo el trabajo se realiza con las mandíbulas prietas y con una actitud de atormentada responsabilidad, al punto de que la mala conciencia aflora cuando no se puede cumplir con el trabajo debido a un problema de salud. Considerado en un contexto histórico más amplio, no es sorprendente este continuado predominio de la ética protestante pues, si bien nuestra sociedad red difiere en gran medida de su antecesora, la sociedad industrial, su <<nueva economía>> no comporta una ruptura completa con el capitalismo descrito por Weber; se trata sólo de un nuevo tipo de capitalismo. En la era de la información, Castells subraya que el trabajo, en el sentido de tiempo laboral remunerado, no está en vías de extinción, pese a previsiones disparatadamente paradisíacas como las de Jeremy Rifkin en El fin del trabajo. Es fácil dejarse llevar por la fantasía de que los avances tecnológicos harán que nuestras vidas estén automáticamente menos centradas en el trabajo, pero si examinamos los hechos empíricos del ascenso de la sociedad red hasta la fecha y los proyectamos hacia el futuro, tendremos que convenir con Castells en la naturaleza del patrón aún dominante: <<El trabajo es, y será en un futuro previsible, el núcleo de la vida de la gente>>(22). La sociedad red no pone en tela de juicio la ética protestante. Campando a sus anchas, ese mismo espíritu centrado en el trabajo sigue dominando sin problemas. En este contexto más amplio, la naturaleza radical del hackerismo consiste en su propuesta de un espírito alternativo para la sociedad red, un espíritu que finalmente cuestiona a la ética protestante. Y sólo en este sentido cabe afirmar que todos los hackers son realmente crakers: porque intentan romper el cerrojo de la jaula de acero.

El propósito de la vida El desplazamiento de la ética protestante no se llevará a caba de la noche a la mañana. Llevará tiempo, al igual que sucede con los grandes cambios culturales. La ética protestante se halla tan profundamente enraizada en nuestra consciencia presente que, a menudo, es pensada como si fuera la <>, cuando, sin lugar a dudas, no lo es. (Basta para recordárnoslo con echar un breve vistazo a la actitudes preprotestantes en relación al trabajo.) Tanto la ética protestante como la hacker son, desde un punto de vista histórico, singulares. La idea de trabajo expresada por Richard Baxter era por completo ajena a la lglesia preprotestante. Antes de la Reforma, los clérigos tendían a dedicar el tiempo a preguntas como la de <<¿hay vida después de la muerte?>>, pero ninguno de ellos se preocupaba por si después de la vida, había trabajo. El trabajo no formaba parte de los ideales supremos de la Iglesia. Dios mismo trabajó seis días, y el séptimo lo dedicó a descansar. Tal era también la meta suprema para los seres humanos: en el Cielo, como en domingo, nadie tendría que trabajar. Paraíso sí; oficio no. Podría decirse que el Cristianismo respondía en su origen a la pregunta de <<¿cuál es el propósito de la vida?>>, afirmando que el propósito de la vida es el domingo. Esta declaración no es sólo una ocurrencia. En el siglo V, Agustín de Hipona comparaba nuestra vida casi al pie de la letra con el viernes, el día en que, según las enseñanzas de la lglesia, Adán y Eva pecaron, y Cristo sufrió martirio en la cruz (23). Agustín escribió que en el Cielo encontraremos un domingo eterno, el día en que Dios descansó y Cristo ascendió al Cielo: <<Será ciertamente el sabbat por excelencia; el sabbat en que no anochece>>. La vida parece, a la luz de sus textos, una larga espera del fin de semana. Dado que los Padres de la Iglesia consideraban el trabajo una mera consecuencia de la pérdida de la gracia, pusieron especial cuidado conceptual en distinguir las actividades que Adán y Eva llevaban a cabo en el paraíso. Fuera lo que fuese lo que allí hacían, en ningún caso podía considerarse trabajo. Agustín hace hincapié en que, en el Edén, <>, tan sólo una afición agradable.(24) Los hombres de la iglesia anterior al protestantismo entendieron el trabajo, el <>, como un castigo. En la literatura de los iluminados medievales, en la que se habla de las imágenes del Infierno que tienen los eclesiásticos, las herramientas de trabajo ponen de manifiesto toda su auténtica naturaleza de instrumentos de tortura: los pecadores aparecen castigados con martillos y otros