Docsity
Docsity

Prepara tus exámenes
Prepara tus exámenes

Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity


Consigue puntos base para descargar
Consigue puntos base para descargar

Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium


Orientación Universidad
Orientación Universidad

la crisis de la verdad, Apuntes de Sociología

Muy buen documento de la crisis de la verdad

Tipo: Apuntes

2022/2023

Subido el 12/06/2023

francofernandez
francofernandez 🇵🇪

1 / 14

Toggle sidebar

Esta página no es visible en la vista previa

¡No te pierdas las partes importantes!

bg1
pf3
pf4
pf5
pf8
pf9
pfa
pfd
pfe

Vista previa parcial del texto

¡Descarga la crisis de la verdad y más Apuntes en PDF de Sociología solo en Docsity!

LA CRISIS DE LA VERDAD

Un nuevo nihilismo se extiende en nuestros días. No se debe a que las creencias religiosas o los valores tradicionales estén perdiendo su validez. Ya hemos superado ese nihilismo de los valores que Nietzsche anunció con expresiones como «Dios ha muerto» o la «transvaloración de todos los valores». El nuevo nihilismo es un fenómeno del siglo XXI. Es fruto de las distorsiones patológicas de la sociedad de la información. Se alza cuando perdemos la fe en la propia verdad. En la era de las fake news , la desinformación y la teoría de la conspiración, la realidad y las verdades fácticas se han esfumado. La información circula ahora, completamente desconectada de la realidad, en un espacio hiperreal. Se pierde la creencia en la facticidad. Vivimos en un universo desfactificado. Junto con las verdades fácticas desaparece también el mundo común al que podríamos referirnos en nuestras acciones. A pesar de su radicalismo, la crítica de Nietzsche a la verdad no pretende su destrucción, pues no niega la propia verdad. Solo expone su origen moral. La verdad se deconstruye , es decir, se reconstruye genealógicamente. La verdad es, según Nietzsche, una construcción social que sirve para hacer posible la convivencia humana. La dota de un fundamento existencial: «El impulso a la verdad comienza con la observación intensa de cómo se contrapone el mundo verdadero y el de la mentira, y cómo toda vida humana es insegura cuando la verdad- convención no tiene validez en absoluto: es una convicción moral de la necesidad de una convención fija para que pueda existir una sociedad humana. Si el estado de guerra debe cesar en cualquier parte, entonces debe comenzar con la fijación de la verdad, es decir, con una designación válida y vinculante de las cosas. El mentiroso usa las palabras para hacer que lo irreal aparezca como real, es decir, hace un uso impropio del fundamento

Frankfurt de por qué hay tanta bullshit hoy resulta inadecuada: «La bullshit es inevitable cuando las circunstancias obligan a la gente a hablar de cosas de las que no saben nada. Así, la producción de bullshit se ve estimulada cuando una persona se ve en la tesitura, o en la obligación, de tener que hablar de un tema que excede su nivel de conocimiento de los hechos relevantes sobre él. […] En la misma dirección va la creencia generalizada de que en una democracia los ciudadanos están obligados a formarse opiniones sobre todos los temas imaginables, o al menos sobre todas aquellas cuestiones que son relevantes para los asuntos públicos».[50] Si la bullshit se debe a un conocimiento insuficiente de los hechos, Trump no es un bullshitter. Al parecer, Harry Frankfurt no reconoce la crisis actual de la verdad. Esta no puede atribuirse a la discrepancia entre los conocimientos y los hechos o al escaso conocimiento de la realidad. La crisis de la verdad hace que la fe en los propios hechos se tambalee. Las opiniones pueden ser muy dispares; pero son legítimas, siempre que «respeten la verdad factual». [51] La libertad de expresión, en cambio, degenera en farsa cuando pierde toda referencia a los hechos y a las verdades fácticas. La erosión de la verdad comenzó mucho antes de la política de fake news de Trump. En 2005, The New York Times recurrió al neologismo truthiness como una de esas palabras que captan el espíritu de la época. La truthiness refleja la crisis de la verdad. Se refiere a la verdad como impresión subjetiva que carece de toda objetividad, de toda solidez factual. La arbitrariedad subjetiva que la constituye suprime la verdad. En ella se expresa la actitud nihilista hacia la realidad. Es un fenómeno patológico de la digitalización. No pertenece a la cultura de los libros. Es justo la digitalidad la que erosiona lo fáctico. El presentador de televisión Stephen Colbert, que acuñó la palabra truthiness , comentó en una ocasión: «I don’t trust books. They’re all fact, no heart». Trump sería así un presidente del corazón que hace poco uso de la mente. El corazón no es un órgano de la democracia. Cuando las emociones y los afectos dominan el discurso político, la propia democracia está en peligro. En Los orígenes del totalitarismo , Hannah Arendt decía que «Hitler difundió en millones de ejemplares que las mentiras solo pueden tener éxito si son enormes, es decir, si no se contentan con negar determinados hechos dentro de un contexto fáctico que se deja intacto, en cuyo caso la facticidad intacta siempre saca a la luz las mentiras, sino si mienten sobre la entera

facticidad, de tal manera que todos los hechos concretos sobre los que se miente en un contexto coherente sustituyen el mundo real por otro ficticio». [52] Hitler no era, según Arendt, un mentiroso corriente. Era capaz de esas mentiras que, en su enormidad y totalidad , producen una nueva realidad. Quien inventa una nueva realidad no miente en el sentido ordinario. Sin embargo, la relación entre ideología y verdad es mucho más compleja de lo que piensa Arendt. La ideología se viste de verdad. Así, Hitler también reivindicaba decididamente la verdad. No se abandona la verdad como instancia. Hitler difundía su ideología racista precisamente en nombre de la verdad. Siempre hacía que su propaganda apareciese bajo la luz de la verdad. Hay verdades, escribía Hitler, que están tan en la calle que por eso mismo no son vistas, o al menos no son reconocidas, en el mundo ordinario. Este pasa ante ellas a ciegas y se asombra cuando alguien descubre de repente lo que todo el mundo debería saber. Hitler utilizaba profusamente en Mi lucha la palabra «verdad». Se consideraba «guardián de una verdad superior»[53] o de la «verdad radical».[54] Se distanciaba del «representante de la mentira y la calumnia»[55] y se presentaba como el heraldo de la verdad. Calificaba a los judíos en particular de «artistas de la mentira». Les acusaba de ser difusores de una mentira total, pues su existencia se basaba en «una sola gran mentira».[56] Incluso en el Estado totalitario de Orwell, la verdad persiste como instancia. Se basa en una enorme mentira que se presenta como verdad. El protagonista, Winston Smith, dice: «Y si todos los demás aceptaban la mentira que impuso el partido, si todos los testimonios decían lo mismo, entonces la mentira pasaba a la historia y se convertía en verdad».[57] El partido miente, pero la enormidad de la mentira la convierte en verdad. Sigue haciendo uso de la instancia de la verdad. Así, el Ministerio de la Verdad desempeña un papel central en la distopía de Orwell. Tiene su sede en un enorme edificio piramidal escalonado de reluciente hormigón blanco que se eleva trescientos metros hacia el cielo. Ese edificio domina el paisaje urbano. Contiene tres mil habitaciones. El Ministerio de la Verdad se ocupa de las noticias, el ocio, la educación y las artes. Suministra a la población periódicos, películas, música, teatro y libros. Distribuye periódicos de escaso valor que contienen casi exclusivamente historias de crímenes y deportes, novelas baratas y canciones sentimentales de moda. Así se pretende evitar el pensamiento independiente de la población. En el

política de fake news de Trump solo es posible en un régimen informativo desideologizado. Hannah Arendt estaba todavía convencida de que los hechos, a pesar de su índole frágil, son «obstinados», de que tienen una «[extraña] resistencia», «resultado de algún desarrollo necesario que los hombres no pueden evitar —y por tanto no pueden hacer nada con respecto a ellos—». [60] La obstinación y la resistencia de los hechos son ahora cosa del pasado. El orden digital suprime generalmente la firmeza de lo fáctico, incluso la firmeza del ser , al totalizar la productibilidad. En la productibilidad total no hay nada que no pueda evitarse. El mundo digitalizado, es decir, informatizado, es todo menos obstinado y resistente. Más bien se deja moldear y manipular a voluntad. La digitalidad es diametralmente opuesta a la facticidad. La digitalización debilita la conciencia de los hechos y de la facticidad, incluso la conciencia de la propia realidad. La total productibilidad es también la esencia de la fotografía digital. La fotografía analógica certifica al espectador el ser de lo que realmente existe. Da testimonio de la facticidad del «Esto ha sido».[61] Nos muestra lo que realmente existe. El «Esto ha sido» o el «Esto es ahora» es la verdad de la fotografía. La fotografía digital destruye la facticidad como verdad. Produce una nueva realidad que no existe al eliminar la realidad como referente. La información por sí sola no explica el mundo. A partir de un punto crítico, incluso oscurece el mundo. Recibimos la información con la sospecha de que su contenido podría ser diferente. La información se acompaña de una desconfianza básica. Cuantas más informaciones distintas recibimos, mayor es la desconfianza. En la sociedad de la información perdemos esta confianza básica. Es una sociedad de la desconfianza. La sociedad de la información refuerza la experiencia de la contingencia. La información carece de la firmeza del ser : «Su cosmología no es una cosmología del ser, sino de la contingencia».[62] La información es un concepto con dos caras. Una cabeza de Jano. Como antiguamente lo sagrado, tiene «un lado benéfico y otro aterrador». Conduce a una «comunicación paradójica», porque «reproduce la seguridad y la inseguridad». La información crea una ambigüedad estructural básica. Como señala Luhmann, «el patrón básico de ambivalencia adopta nuevas

formas de un momento a otro, pero la ambivalencia sigue siendo la misma. ¿Es acaso esto lo que se entiende por “sociedad de la información?”».[63] La información es aditiva y acumulativa. La verdad, en cambio, es narrativa y exclusiva. Existen cúmulos de información o basura informativa. La verdad, en cambio, no forma ningún cúmulo. La verdad no es frecuente. En muchos sentidos se opone a la información. Elimina la contingencia y la ambivalencia. Elevada a la categoría de relato, proporciona sentido y orientación. La sociedad de la información, en cambio, está vacía de sentido. Solo el vacío es transparente. Hoy estamos bien informados , pero desorientados. La información no tiene capacidad orientativa. Incluso una comprobación en toda regla de los hechos no puede establecer la verdad, ya que es algo más que la corrección o exactitud de una información. La verdad es, en última instancia, una promesa, como se expresa en las palabras bíblicas: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». [64] Incluso la verdad discursiva en el sentido de Habermas tiene una dimensión teleológica. Es la «promesa de alcanzar un consenso razonable en lo que se dice».[65] Como el «discurrir de la argumentación»[66] que es, el discurso decide sobre el contenido de verdad de las afirmaciones. La idea de la verdad se funda en que la pretensión de validez de las afirmaciones sea discursivamente admisible. Es decir, las afirmaciones deben resistir frente a posibles contraargumentos y encontrar el asentimiento de todos los posibles participantes en el discurso. La verdad discursiva como entendimiento y consenso garantiza la cohesión social. Estabiliza la sociedad al eliminar la contingencia y la ambivalencia. La crisis de la verdad es siempre una crisis de la sociedad. Sin la verdad, la sociedad se desintegra internamente. Entonces se mantiene unida solo por relaciones económicas externas e instrumentales. Las evaluaciones mutuas, por ejemplo, que se practican hoy en todas partes, destruyen las relaciones humanas al someterlas a una absoluta comercialización. Todos los valores humanos se han vuelto en la actualidad económicos y comerciales. La sociedad y la cultura se están mercantilizando. La mercancía sustituye a la verdad. La información o los datos por sí solos no iluminan el mundo. Su esencia es la transparencia. La luz y la oscuridad no son propiedades de la información. Se dan, como el bien y el mal , o la verdad y la mentira , en el

La «verdadera democracia» se guía (Foucault se refiere al historiador griego Polibio) por dos principios, la isegoría y la parresía. La isegoría se funda en el derecho que tiene todo ciudadano a expresarse libremente. La parresía , decir la verdad, presupone la isegoría , pero va más allá del derecho constitucional a tomar la palabra. Permite a algunos individuos «[al dirigirse a los otros,] decirles lo que piensan, lo que consideran cierto, lo que estiman verdaderamente cierto».[67] La parresía obliga a las personas que actúan políticamente a decir lo que es verdad, a preocuparse por la comunidad, utilizando el «discurso racional, el discurso de verdad».[68] Quienes se manifiestan con valentía, a pesar de todos los riesgos que ello comporta, están ejerciendo la parresía. La parresía crea comunidad. Es esencial para la democracia. Decir la verdad es un acto genuinamente político. La democracia está viva mientras se ejerce la parresía: «En primer lugar, creo que hay que tener presente que esa parresía […] está ante todo profundamente ligada a la democracia. Y podemos decir que hay una especie de circularidad entre democracia y parresía […]. Para que haya democracia, es preciso que haya parresía. Pero a la inversa, […] la parresía es uno de los rasgos característicos de la democracia. Es una de sus dimensiones internas».[69] La parresía como valor para decir la verdad, la «parresía valerosa» es la acción política por excelencia. A la verdadera democracia le es inherente algo heroico. Requiere de aquellas personas que se atreven a decir la verdad, a pesar del riesgo que ello supone. La llamada «libertad de expresión», en cambio, solo concierne a la isegoría. Solo la libertad de decir la verdad crea una verdadera democracia. Sin ella, la democracia se aproxima a la infocracia. La política es también un juego de poder. La palabra dynasteia designa el ejercicio del poder, el «juego mediante el cual el poder se ejerce efectivamente en una democracia».[70] Sin embargo, en la democracia la dynasteia no es ciega. No es un fin en sí mismo. El juego del poder debe mantenerse en el marco de la parresía. Esta lo limita y lo abriga. Cuando el juego del poder cobra vida propia, la democracia está en peligro. Donald Trump, por ejemplo, encarna el poder político que ha perdido toda relación con la parresía. Como oportunista, está orientado únicamente a conseguir el poder. Las fake news se utilizan como un medio para conseguir poder. Hoy la parresía degenera en una libertad concedida a todo el mundo para decir cualquier cosa; de hecho, cualquier cosa que a uno le guste o que le

beneficie. Se hacen sin el menor escrúpulo afirmaciones que ni siquiera guardan relación con los hechos. La crítica de Platón a la democracia se dirige precisamente a esta forma de parresía. Según Platón, la democracia acaba produciendo una «ciudad llena de libertad y hablar franco ( eleutheria y parresía )», una «ciudad abigarrada y variopinta», una «ciudad sin unidad en la cual cada uno da su opinión, sigue sus propias decisiones y se gobierna como quiere».[71] La democracia actual se encuentra en esta situación. Todo se puede afirmar sin más. Ello pone en peligro la unidad de la propia sociedad. A la parresía entendida como libertad peligrosa de decir cualquier cosa, Platón opone la parresía buena y valerosa. El parresiasta se diferencia de todos aquellos oradores y políticos que, como populistas, buscan halagar al pueblo. Decir la verdad no está exento de peligro. Sócrates, en particular, encarnaba la parresía valerosa. En su discurso únicamente le preocupaba la verdad. Decir la verdad era su misión, de la que nunca se apartó hasta la muerte. Esto concordaba con su existencia como filósofo. Asumía el riesgo de morir. Foucault subraya enfáticamente el papel de Sócrates como parresiasta: «Tenemos aquí un ejemplo que prueba a las claras que, en democracia, uno se arriesga a morir si quiere decir la verdad en favor de la justicia y la ley. […] Es cierto que la parresía es peligrosa, pero también es cierto que Sócrates tuvo el coraje de afrontar sus riesgos».[72] La filosofía se despide hoy de la verdad, de la preocupación por la verdad. Cuando Foucault describe la filosofía como «una especie de periodismo radical»[73] y se ve a sí mismo como «periodista», la compromete, y se compromete él, a decir la verdad. La filosofía es una forma de decir la verdad. Los filósofos, según Foucault, se ocupan ineludiblemente del «hoy». Ejercen la parresía en relación con lo que hoy acontece. Cuando Hegel considera que la tarea de la filosofía es captar su época en conceptos, se ve a sí mismo como un periodista. La preocupación por el presente como preocupación por la verdad lo es, en última instancia, por el futuro: «Creo que somos nosotros [los filósofos] los que hacemos el futuro. El futuro es la forma en que respondemos a lo que está sucediendo, es la forma en que hacemos un movimiento consistente en convertir la duda en verdad».[74] La filosofía actual carece por completo de referencias a la verdad. Se aparta de la actualidad. Por eso es también una filosofía sin futuro.

NOTAS

[47] Friedrich Nietzsche, Nachgelassene Fragmente 1869-1874, Kritische Studienausgabe, Giorgio Colli y Mazzino Montinari, eds., Berlín, Nueva York, DTV-de Gruyter 1980, vol. 7, p. 492. [Traducción extraída de: Friedrich Nietzsche: Fragmentos póstumos (1869-1874) , vol. I, 19 [230], Madrid, Tecnos, 2010 (2.ª ed. corregida y aumentada), p. 394, trad. de Luis Enrique de Santiago Guervós]. [48] Harry G. Frankfurt, Bullshit , Frankfurt, Suhrkamp, 2006, p. 70 y s. [Hay trad. cast.: On Bullshit. Sobre la manipulación de la verdad , Barcelona, Paidós, 2006, trad. de Miguel Candel]. [49] H. Arendt, «Wahrheit und Politik»…, p. 339. [ Ibid ., p. 250]. [50] H. Arendt, Elemente und Ursprünge totaler Herrschaft …, p. 909 y s. [51] Adolf Hitler, Mein Kampf , Múnich, Franz Eher, 1943, p. 126. [54] Ibid. , p. 296. [55] Ibid. , p. 126. [56] Ibid. , p. 253. [57] George Orwell, 1984 , Frankfurt, Fischer, 1984, p. 39. [Trad. extraída de: George Orwell, 1984 , Barcelona, Destino, 1993, p. 41, trad. de Rafael Vázquez Zamora; también en George Orwell, 1984 , Barcelona, Debolsillo, 2013, trad. de Miguel Temprano García]. [58] Ibid. , p. 52. [ Ibid ., p. 49]. [59] Ibid. , p. 9. [ Ibid ., p. 11]. [60] H. Arendt, «Wahrheit und Politik» , p. 363. [ Ibid ., p. 272]. [61] Roland Barthes, Die helle Kammer , Frankfurt, Suhrkamp, 1985, p. 90. [Trad. extraída de: Roland Barthes, La cámara lúcida , Barcelona, Paidós, 1990, p. 126, trad. de Joaquim Sala- Sanahuja]. [62] N. Luhmann, Entscheidungen in der «Informationsgesellschaft»… [63] Ibid. [64] Jn: 14, 6. [65] J. Habermas, «Warheitstheorien», en Vorstudien und Ergänzungen zur Theorie des kommunikativen Handelns …, 1984, pp. 127 - 182; aquí, p. 137. [66] Ibid. , p. 136. [67] Michel Foucault, Die Regierung des Selbst und der anderen. Vorlesungen am Collège de France 1982/83 , Frankfurt, 2009, p. 205. [Traducción extraída de: Michel Foucault, El gobierno de sí y de los otros. Curso en el Collège de France (1982-1983) , Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2009, p. 170, trad. de Horacio Pons]. [68] Ibid. , p. 204. [ Ibid. , p. 169]. [69] Ibid. , p. 201 y s. [ Ibid ., 167]. [70] Ibid. , p. 206. [ Ibid ., 170]. [71] Michel Foucault, Der Mut zur Wahrheit. Die Regierung des Selbst und der anderen II. Vorlesung am Collège de France 1983/84 , Berlín, Suhrkamp, 2010, p. 58. [Traducción extraída de: Michel Foucault, El coraje de la verdad. El gobierno de sí y de los otros II. Curso en el Collège de France (1983-1984) , Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2010, p. 152, trad. de Horacio Pons]. [72] Ibid. , p. 109. [ Ibid ., p. 94]. [73] Michel Foucault, «127. Zum geschlossenen Strafvollzug», en Schriften in vier Bänden. Dits et Écrits , vol. II, 1970 - 1975, Frankfurt, Suhrkamp, 2002, p. 541. [74] Ibid. [75] Platón, República , VII, 517a. [Trad. extraída de: Platón, República , Madrid, Gredos, 1988, p.

342, trad. de Conrado Eggers Lan]. [76] H. Arendt, «Wahrheit und Politik» , p. 370. [ Ibid ., p. 277].