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El documento analiza la evolución de la comunicación aplicada al desarrollo económico y social, desde los enfoques unidireccionales de transferencia de información y conocimiento, hasta los modelos más participativos y endógenos centrados en la comunidad. Se describe cómo la comunicación se ha convertido en una herramienta clave para el desarrollo, ya sea como apoyo a proyectos específicos o como medio para la participación y la democratización. Se destacan los principios del paradigma de la multiplicidad, que enfatiza la apropiación del proceso transformador por parte de los individuos y las comunidades, la reformulación de las relaciones entre comunicación y educación, y la necesidad de políticas de comunicación participativas. El documento también aborda las críticas a este enfoque, como la dificultad de lograr una verdadera descentralización del poder y la definición de la participación en diferentes contextos sociales.
Tipo: Guías, Proyectos, Investigaciones
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La comunicación aplicada al desarrollo económico y social surgió en los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial, evolucionando y adoptando rasgos específicos y definitorios dependiendo del contexto y del paradigma de desarrollo imperante. Son dos las corrientes principales que se distinguen: por una parte, a partir de 1945, predomina una concepción de la comunicación inspirada en las teorías de la modernización y en las técnicas derivadas de las estrategias informativas utilizadas por el gobierno de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y por la industria cultural norteamericana para dar a conocer sus productos y contenidos en el mercado. Por otro lado, cobra fuerza a partir de la década de los ’70 una comunicación nacida de las luchas sociales anticoloniales y antidictatoriales de los países de la periferia, que poseen su referente más directo en los enfoques de la dependencia. Finalmente y derivado de los dos modelos anteriores, a partir de los años ’90 se produce una convergencia entre teorías que deriva en la concepción de un modelo comunicativo desde un enfoque cultural y endógeno centrado en la participación como elemento clave e indisoluble de los procesos de desarrollo. Cabe recordar que aunque estos modelos se han sucedido de forma cronológica durante las cuatro últimas décadas del siglo XX, las diferentes propuestas teóricas no reemplazan a las anteriores, sino que tienden hacia la confrontación, de forma que cada enfoque aparece mediado por el resto, diferenciándose en la definición de las distintas propuestas de las “necesidades” de las comunidades y los métodos defendidos para satisfacerlas.
Las teorías de la modernización pretenden responder a tres cuestiones centrales: las características estructurales que determinan el «subdesarrollo» de un país, las causas que han derivado en esa estructura y la definición de las propuestas para superarla. Desde este enfoque, el desarrollo se plantea a través de la dicotomía entre sociedades tradicionales y las modernas, de tal forma que la superación del “atraso” de las sociedades tradicionales puede ser subsanado a través de la adopción e imitación del sistema económico y político de los países desarrollados de forma unidireccional en sucesivas etapas, siguiendo la teoría del despegue de Rostov, según la cual el incremento en la producción y el consumo de bienes constituye la esencia del desarrollo. La redistribución de la renta debía ser precedida de un incremento en el producto nacional, al margen de los niveles de participación en la renta.. Para lograr el cambio, por tanto, es necesaria la introducción de las nuevas ideas encaminadas a generar mejores niveles de vida (desde una concepción economicista) a partir de formas de producción más modernos y cambios significativos en la organización social. Durante este periodo se impone la creencia de que los países más pobres son de alguna forma responsables de su propia pobreza, esgrimiendo que son razones culturales las que impiden el desarrollo, es la negación al cambio el principal factor que bloquea el “salto” de estos países hacia una vida “moderna”. En este sentido, este paradigma asigna un papel principal a la economía y la tecnología, partiendo de la idea de la necesidad de difundir las innovaciones desde Europa y Estados Unidos hacia las poblaciones rurales de América Latina, Asia y África, que supuestamente carecen de los conocimientos adecuados para alcanzar un desarrollo adecuado. Los defensores de este enfoque afirman que la transferencia de información permitirá mejorar el nivel de vida de los más pobres. Esta visión paternalista era
planeación, ejecución y evaluación de estrategias y políticas de comunicación encaminadas a influir en la conducta de la población con el fin de favorecer la intervención a través de los proyectos de desarrollo. Los medios masivos de información se convirtieron en la columna vertebral de las campañas de marketing social , sobre todo en el área de la salud (SIDA, planificación familiar, etc), llegándose incluso a contratar a agencias de publicidad para diseñar las estrategias de difusión de contenidos homogéneos y homogeneizadores. De ahí que su objetivo último sea persuadir y no educar. Al toparse frontalmente con la diversidad cultural y el apego a las tradiciones de los colectivos hacia los que iban dirigidos los mensajes, se concluyó, como ya hemos mencionado, que las culturas locales fueran vistas como impedimento o barrera para el desarrollo y la modernización. Otro de los campos de actuación se sitúa en el ámbito de la educación y la sensibilización. El rasgo predominante en este terreno es la utilización de las técnicas del espectáculo y de los medios masivos de información para elaborar contenidos educativos. La tesis central es que la educación no necesita ser aburrida. Uno de los ejemplos más relevantes es la serie Plaza Sésamo, que responde a un modelo de educación de carácter conductista basado en los parámetros de Estímulo-Respuesta. Su estrategia educomunicacional se basa en la diversión, el predominio de elementos visuales y la repetición. Recibió críticas referidas a la no adecuación a las variables culturales de las comunidades destinatarias, la fragmentación de los contenidos, la no contextualización de los mensajes educativos, su carácter acrítico, el fomento de estereotipos, etc. El incipiente desarrollo de los satélites artificiales de comunicación promueve la utilización de los medios de información en materia de educación para intentar suplir las grandes carencias educativas de los países en desarrollo. El primer proyecto experimental de teleeducación por satélite se realizó en la isla de Samoa por iniciativa de Estados Unidos para definir su política de comunicación educativa dirigida a los
países en desarrollo. Dicho proyecto pretendía sentar las bases de una mejora educacional en las culturas “atrasadas” que permanecían ajenas a los requisitos económicos del desarrollo moderno. Cerramos este apartado con una cita textual, recogida por Armand Mattelart, de los comentarios del coordinador del proyecto llevado a cabo en Samoa que vislumbran y resumen claramente las directrices centrales del modelo de difusión de innovaciones: “En el principio nada era importado. Ahora están empezando a complementar sus dietas con cosas de fuera. Usted no puede vivir para siempre de cocos, papayas y plátanos. Están empezando a ver que hay cosas que pueden hacer más fácil la vida, como máquinas de lavar […] velomotores y automóviles. Están empezando a gozar de estas comodidades modernas, y sus estilos de vida hasta cierto punto están cambiando. En el pasado tenían que entregar su dinero al jefe del pueblo que no les daba dichas comodidades, y están escapándose de las antiguas costumbres […]. Pienso que los habitantes de Samoa están más orientados hacia los Estados Unidos. El sistema de Samoa ha sido saludado como el sistema de televisión educativa quizás más exitoso del mundo.” Mattelart, A. (1977 ) : Multinacionales y sistemas de comunicación, Siglo XXI, México.
Desde finales de la década de los ciencuenta y especialmente desde mediados de la década de los sesenta se ha criticado duramente al paradigma de la modernización en casi todos sus aspectos. Reseñamos los más característicos: Su naturaleza etnocéntrica evidencia el deseo de legitimar y promover la occidentalización de los países en desarrollo. Se dejan a un lado los factores externos que influyen en el subdesarrollo (dependencia económica, determinismo tecnológico, etc) Olvido de variables tan determinantes en las políticas de comunicación y desarrollo como: cultura, género, participación.
Mientras que el paradigma de la modernización surge en “occidente”, el denominado de la «dependencia» nació en Latinoamérica con una visión menos etnocéntrica y como antítesis del anterior. Propone un desarrollo autónomo intravertido para disminuir la dependencia con el centro industrializado, es decir, desde un punto de vista más acorde a la visión del desarrollo de los propios países en desarrollo. La dependencia se concibe como una situación donde las economías de un grupo de países (periferia) están condicionadas por el desarrollo y expansión de otros países (centro), es decir, esta estructura, considerada como continuación del viejo modelo colonial, es el elemento agravante que deriva en enormes desequilibrios económicos, políticos y sociales. Frente al marco conceptual y pragmático de la teoría de la modernización, de corte funcionalista, los teóricos de la dependencia se aproximan desde una nueva mirada epistémico de carácter estructuralista y marxista como reacción a los efectos provocados por la aplicación de los modelos de modernización. Cardoso y Faleto ( Dependencia y desarrollo en América Latina , Siglo XXI, México, 1973), Ruy Mauro Marini (Dialéctica de la dependencia , Era, México, 1973), André Gonder Frank ( Sociología del y subdesarrollo de la sociología , Anagrama, barcelona, 1973), Samir Amin ( La acumulación a escala internacional , Siglo XXI, Madrid, 1974) y Theotonio dos Santos ( Imperialismo y Dependencia , Era, México
industrializadas. El control de los flujos de información transnacionales por parte de los países del centro, deriva en que se hable, desde este enfoque, de una dependencia cultural expresada, por un lado, en la transmisión de valores estereotipados a través de los medios masivos de información que fomentan el valor de cambio de la cultura en detrimento de su valor de uso; y por otro, en la escasa participación de los países periféricos en la producción y difusión de contenidos. Esta dependencia cultural se expresa en enormes desequilibrios internacionales de los flujos de información manejados por agentes externos tendentes a una cada vez mayor concentración. El cuestionamiento o resistencia que hace Latinoamérica, a lo que los teóricos de la dependencia denominan “imperialismo cultural”, marca los rasgos definitorios de la propuesta crítica surgida en la Conferencia General de la UNESCO celebrada en Belgrado, que sugiere la creación de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC) para lograr la “descolonización de la información” y garantizar que los países en desarrollo incrementen su participación en la producción de contenidos informativos para reducir la dominación ideológica, económica y cultural llevada a cabo por los países del centro. Podemos resumir en los siguientes puntos las demandas propuestas en la reunión de Belgrado, recogidas en el informe encargado por la UNESCO, conocido como Informe McBride :
a) la comunicación como herramienta de apoyo al desarrollo , que parte de la noción de que la comunicación planificada y organizada es un instrumento clave para el logro de las metas de instituciones y proyectos específicos en campos como la salud, agricultura, etc. Su principal promotor desde principios de los setenta es la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Se trata de un modelo inspirado en los parámetros de la difusión de innovaciones, pero haciendo hincapié en el uso de una tecnología apropiada, que pueda ser asumida por las comunidades rurales. Además, plantea la necesidad de establecer flujos de intercambio de información y conocimiento entre las comunidades y los técnicos y expertos institucionales. Esta característica hace que se enfatice en la capacitación de los agentes involucrados en técnicas de comunicación para elaborar materiales apropiados para el contexto específico de cada programa de intervención. b) la comunicación “alternativa” para el desarrollo democrático , sin duda el modelo menos institucional, ya que surge paralelamente a las luchas sociales. Campesinos, estudiantes, mineros, mujeres, indígenas y otros sectores “marginados” de la participación política crearon sus propios medios de comunicación para expandir y equilibrar el acceso y la participación tanto al nivel de los medios masivos de información como al de la comunicación interpersonal, desde un enfoque crítico, concientizador y movilizador. Las radios y las televisiones comunitarias serán el modelo de expresión más utilizado a través de las claves culturales de la propia comunidad.
La principal crítica que recibe este enfoque radica en el hecho de que se concentre casi en su totalidad en los factores externos que causan el subdesarrollo, sin apenas tener en cuenta los factores internos como la corrupción, la desigualdad social y el fracaso de los planes de desarrollo planificados directamente por los propios gobiernos.
Se asienta sobre la base de que no existe un camino universal hacia el desarrollo, sino que debe ser concebido como un proceso integral, multidimensional y dialéctico, que puede variar según el contexto social, económico, político y cultural. Cada sociedad debe encontrar su propia estrategia para avanzar hacia el desarrollo sin emular a otros países, de forma que el diseño de los planes y la toma de decisiones debe realizarse de manera autónoma. Sin embargo, resulta necesario introducir la variable de la interdependencia, debido a las diferentes conexiones que existen entre los diferentes países en el actual contexto de la globalización. Entre las características más sobresalientes podemos señalar que, según este paradigma, los procesos de desarrollo deben: Promover la participación popular en todos los niveles, los proyectos de desarrollo han de ser planeados y ejecutados por la gente y para la gente. Debe ser endógeno, es decir, tiene que surgir desde el interior de cada sociedad. Cada sociedad debe definir sus valores, inquietudes y visiones de futuro. Introducir las variables medioambientales. Promover la igualdad de oportunidades. Contemplar el respeto a la cultura y valores locales. Desde el punto de vista comunicativo este paradigma está estructurado en concordancia con su concepción multidimensional del desarrollo. Por tanto, la comunicación, aquí, recobra su sentido originario: comunidad y acción. Se trata de un proceso de diálogo y debate, basado en la tolerancia, el respeto, la equidad, la justicia social y la participación activa de todos. La comunicación como proceso se convierte en uno de los ejes centrales, porque es desde el universo comunitario, desde donde deben surgir las propuestas de acción en un marco de crecimiento colectivo y dialógico, con el fin de conseguir la descentralización de los programas de desarrollo.
decisiones para el desarrollo, ya que expresa implícitamente la necesidad de compartir información y conocimiento. Es necesario escuchar lo que otros dicen, respetar la actitud de la contraparte mediante la confianza mutua. La participación implica una más equitativa distribución del poder económico y político, lo que a menudo disminuye las ventajas de ciertos grupos. El cambio estructural supone la redistribución del poder. En las áreas de la comunicación masiva muchos expertos coinciden en que el cambio estructural ocurrirá primero cuando se establezcan políticas de comunicación participativas. Dado que el diálogo y la interacción cara a cara es inherente a la participación, la comunicación para el desarrollo deberá velar por el contacto continuo, los compromisos compartidos, las promesas mantenidas con los comunidades y colectivos afectados, para así aprehender la verdadera participación. Consecuentemente debe cambiar la perspectiva de la comunicación, interesándose más en el proceso y en el contexto, esto es, en el intercambio de “significados” y en los patrones de relación social.
La mayoría de las críticas que recibe se refieren: por un lado a que parte de una óptica utópica, ya que expone como exigencia una reconfiguración y redistribución del poder para conseguir una descentralización del desarrollo, lo que implica un importante conflicto de intereses; y por otro a la hora de definir qué se entiende por participación en los diferentes contextos sociales.