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en conclusion es un pequeño resumen llevado a la realidad q azota muchas naciones
Tipo: Resúmenes
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Bogotá^2 es una ciudad grande y bella. Una ciudad que abriga una sociedad de altísimo valor intelectual, grandes políticos, grandes pensadores. Una ciudad que tiene dos sociedades: la sociedad culta y la sociedad que no quiso o no logró la cultura y que es la antinomia de la otra parte de la ciudad. Bogotá cuenta con periódicos que son un modelo para el mundo. Periódicos altamente orientadores y muy bien escritos. Pero esos periódicos no son leídos ordinariamente por el pueblo. Y no alcanzan a educar a ese pueblo y a orientarlo plenamente. En Bogotá se tienen los mejores colegios, con clases y estudios de muchísima calidad. Sin embargo, las escuelas no cumplieron su deber en los años pasados y no educaron al pueblo bogotano a la perfecta honradez y a la perfecta honorabilidad. Posiblemente ahí está la causa de un defecto de honorabilidad, de una buena parte del pueblo marginado de Bogotá. Bogotá, una bella ciudad de contrastes gravísimos. Barrios residenciales que no tienen nada que envidiar a los mejores barrios de las grandes ciudades americanas y europeas, pero rodeados de muchos tugurios que necesitan absolutamente ser erradicados y cambiados. Bogotá con un gran impulso de educación para el pueblo, especialmente a la honradez y al trabajo, sería una magnífica capital. La sociedad de Bogotá se está convenciendo, día por día, de su obligación de participar en el cambio social de la ciudad. Muchas personas de las clases pudientes y dirigentes de la ciudad están haciendo esfuerzos serios por la transformación social y pacífica de Bogotá. Yo creo que, en poco tiempo, Bogotá puede ser una ciudad de alta cultura y de una gran igualdad social.
Con los dineros^4 del Banquete del Millón, se inauguró el sábado pasado un lindo barrio que construyó El Minuto de Dios en el sur de Bogotá, en San Luis: 110 viviendas bien terminadas, acogedoras, lindas, con buenos espacios para un gran jardín comunal. Este barrio fue construido, en parte, con el trabajo de los beneficiados, que laboraron los sábados y los domingos, bajo la dirección de ingenieros y arquitectos del Minuto de Dios. Quedó realmente lindo, súper limpio, lleno de promesas. Los vecinos quisieron ponerle el nombre mío, y yo agradecí muchísimo este honor. El gran alcalde de Bogotá, doctor Julio César Sánchez, que va a ser tremendamente difícil reemplazarlo, me proporcionó otro gran terreno, donde vamos a seguir trabajando, con la ayuda de Dios y con la colaboración de los que quieren seguir erradicando tugurios. En el barrio que acabamos de inaugurar, todas las familias vivían antes en tugurios, y ahora tienen su linda casa, construida en buena parte con su ayuda. El que quiera obsequiar una casa para ampliar el barrio Rafael García Herreros, puede darme quinientos mil pesos, o un millón de pesos para dos casas. En Colombia está apareciendo, como nunca, la generosidad, la solidaridad. Cuando se oyen noticias de asaltos a ciudades, esos son los últimos coletazos de una violencia que no tiene sentido en el país, en un bellísimo país como Colombia, donde todos nos invita a construir un futuro espléndidamente bello y justo y alegre para todos. Quiero invitar a todos los pudientes a colaborar (^1) Tomado de García Herreros R. (2009) Constructores de la nueva Colombia Colección Obras Completas No. 19 Bogotá p. 192 (^2) Abril, 1988 (^3) Tomado de García Herreros R. (2009) Constructores de la nueva Colombia Colección Obras Completas No. 19 Bogotá p. 197 (^4) Febrero 8, 1988
en la ampliación del barrio que iniciaremos casi de inmediato. El barrio García Herreros es en favor de los más pobres, de los que viven en tugurios, de los que claman en nuestra conciencia que debemos arreglarles la vida. El pasado sábado me invitaron a almorzar en un buen restaurante. Yo voy a los buenos restaurantes solamente cuando me invitan, y cuando tengo un propósito social. En la mesa contigua a donde estaba yo, había dos señoras almorzando tranquilamente. La una lucía, en sus delicados y delgaditos dedos, un diamante increíble. Ahí se polarizaba toda la luz que llegaba al restaurante. Yo me quedé mirándola y no pude resistir la tentación de decirle: “Señora: ¿Será pecado cortar un dedo y llevarme un diamante para hacer cuatro o cinco casas?”. La señora se sonrió y me dijo: “Padre, mañana iré al Minuto de Dios”. Posiblemente, creo yo, a traerme el anillo.
Hoy está Cúcuta cumpliendo 250 años de fundada por doña Juana Rangel de Cuellar. Permítame el país que yo, que soy nacido en Cúcuta, diga algunas palabras sobre ella. Nací en un hogar cucuteño, de una de las familias más antiguas de la ciudad. Me crié allá en la escuelita de la hermana Rosalía. Jugué con todos mis coetáneos en la plaza de Mercedes Ábrego, dañando los jardines y bajando cocos. Oí, desde niño, a don Elías Soto, tocando en mi propia casa las “Brisas del Pamplonita”, cuando él me enseñaba inútilmente música en compañía de mi hermana Matilde. Escuché los versos de Pacho Morales y los poemas de Teodoro Gutiérrez Calderón, los aprendí de memoria. Me aprendí de memoria “La Bandera Colombiana”. Oí los sermones encendidos, como los de Savonarola, del padre Mendoza y del padre Jordán. Leí muchas veces, cuando niño, las cartas del General Santander a mi abuelo don Manuel. Las tengo en mi casa. Me quedé extasiado mirando las palmas del parque Santander y su estatua de bronce. Él era mi pariente. Subí a echar cometas en la piedra del Galembo. Me bañé mil veces en los pozos del río Pamplonita. Me agarré a puños, cuando niños, con Virgilio Barco. Vi pintar muchas veces al genial pintor cucuteño Salvador Moreno. Recorrí todas las calles de mi ciudad, en un pequeño caballo que mi padre me había obsequiado. Estuve mirando las primeras excavaciones de los pozos de petróleo de mi tierra. Compré dulces de contrabando de Venezuela. Oí muchas veces el relato del terremoto de Cúcuta, donde murieron muchos de mis antepasados. Me contó mi madre, muchas veces, todos los detalles del sitio de Cúcuta, sitiada por los liberales. Ella me relató lo que dijo mi abuela, frente a la estatua de Santander, cuando estaba la ciudad sitiada: “Pariente, he ahí tu obra”. Oí tocar muchas veces al violinista de mi tierra, Ángel María Corzo. Me bañé muchísimas veces en la toma sucia que pasaba por el solar de mi casa y colindaba con los Hérdenez. Comí los pasteles de la Turra Petra y los arequipes de doña Corina. Aprendí a leer en la “Historia de Cúcuta”, de don Luis Febres Cordero, mi pariente. Me dio férula en mis manos infantiles don Luis Salas Peralta, en la clase de aritmética. Estuve muchas veces enfermo de disentería, cuando niño, por comer almendrones que caían de los árboles. Me cuidó el inmortal médico de la ciudad, don Erasmo Meoz. Vi a doña Amelia Meoz construyendo hospitales y asilos para pobres. Es decir, que yo soy entrañablemente de Cúcuta. Vi a Doña Teresa Andressen haciendo colegios y asilos para niños. (^5) Tomado de García Herreros R. (2009) Constructores de la nueva Colombia Colección Obras Completas No. 19 Bogotá p. 209
Colombia debe entrar en un gran estado de actividad social. En primer lugar, vamos a hacer lo posible por cumplir estrictamente los derechos humanos. El hombre tiene derecho a la vida: nadie puede ser asesinado, nadie puede ser abortado, nadie puede ser secuestrado. Los colombianos debemos convencernos de que debe empezar una nueva era. No a la violencia; no se puede tolerar que diariamente se produzcan noticias macabras, de que se encuentran unos cuantos cadáveres masacrados en distintas partes del país. Debemos parar absolutamente ese torrente de sangre. El hombre tiene derecho a la propiedad privada, con tal de que no lesione a la comunidad; el campesino tiene derecho a una parcela para trabajarla, el niño tiene derecho a que le enseñen su religión, el hombre tiene derecho a vivir tranquilo y seguro en la ciudad. Vamos a publicar los Derechos Humanos en una edición copiosísima para que en todas partes estén fijados y todos los conozcan y los practiquen. Debiéramos hacer una campaña general, desde todas las radios, desde todos los púlpitos, desde todas las cátedras; que todos los curas se propongan hablar de eso; que todos los alcaldes, que todas las emisoras, que todos los maestros traten continuamente este tema. No estemos tranquilos hasta que no se pacifique el país y hagamos obras pacificantes. Ayer, por ejemplo, en los noticieros pasaron un informe del desalojo de unas familias pobres, en un basurero de Medellín; eso conmovió a todo el país. ¿Por qué no me regalan en Medellín un terreno, como lo hicieron para los damnificados de Villa Tina, y entregamos casitas a esas personas que sacaron del basurero? Me pregunto: ¿Dónde pasó la noche esa gente con sus niños? Ésta es época de hacer cosas; ésta es época en que ningún pudiente puede estarse tranquilo y durmiendo, pensando que la plata la tiene segura en cualquier banco. Ésta es época de hacer muchísimas cosas en Colombia, de parte de la gente buena. Denme un terreno en Medellín para este caso específico. Aquí, en Bogotá, estamos haciendo un barrio para los lustrabotas, voceadores de prensa y vendedores de lotería. Llenemos a Colombia de rosas con las obras buenas que hacen las personas pudientes y conscientes. Todo hombre tiene derecho a vivienda, no a tugurios inaceptables; así lo dicen los Derechos Humanos. Colombia debe ver aparecer bellezas de obras, hechas por muchas personas que no habían aparecido en el escenario del servicio. En todas las ciudades de Colombia van a salir de las residencias los ricos, los pudientes conmovidos, a hacer la gran revolución del amor, que tanto necesitamos.
Ayer estuve en La Chuscala, Caldas, un pueblo cercano a Medellín, inaugurando un proyecto agroindustrial que El Minuto de Dios construyó. Este proyecto del Minuto de Dios es realmente lindo y exitoso. Allí un señor, que no quiere que sepan su nombre, nos regaló unas hectáreas de terreno, y se hizo un programa comunal que puede ser extendido a muchos lugares de Colombia. Es un proyecto agroindustrial comunitario. Se siembran toda clase de hortalizas, café, cebolla, frutales, se tiene beneficiadero de café. Se crían gallinas y cerdos. Todo esto lo hacen las mujeres jóvenes y las señoras que habitan las casas que les hemos dado, con sus esposos, que trabajan en fábricas de Caldas. Los niños todos van a la escuela, sin excepción. Por la tarde trabajan dos horas en el cuido de las gallinas y en el cuido de los sembradíos. (^7) Tomado de García Herreros R. (2009) Constructores de la nueva Colombia Colección Obras Completas No. 19 Bogotá p. 216 (^8) Ibid. p. 217
Aquello se va a volver un gran experimento agrícola comunal. Las ganancias se reparten entre las familias que conforman la comunidad, dejando un buen remanente para cubrir los gastos y agrandar el proyecto. Si este proyecto resulta plenamente, puede ser el principio de una gran solución para los campesinos, para muchos campesinos de Colombia, sin tierra y sin esperanza. Esta sería una respuesta eficaz a las guerrillas y a los boleteos. Le preguntaba yo a las familias si estaban contentas, y me decían: “Estamos felices; aquí no hay peleas, no hay gritos, aquí todos estamos trabajando; aquí tenemos lo que necesitamos, aquí estamos compartiendo”. Les preguntamos si estaban mejor en Villa Tina, y nos contestaron que estaban inmensamente mejor; que en Villa Tina habían llevado una vida dura, separados y sin ninguna esperanza. Inauguramos esta obra con unos fríjoles y arepas de maíz, cogidos de las huertas, y con chicharrones provenientes de la cría de cerdos y ante todo, con una gran alegría. Es lo que se llama un buen programa, hecho con sabiduría y con toda la técnica, con perfecta honradez, como sabe hacerlo El Minuto de Dios, con su equipo de ingenieros, con sus magníficos trabajadores sociales, entre las cuales es excepcional la joven doctora Mónica Castrillón, y nuestro gerente. Si algún terrateniente, en Antioquia o en otra parte, quiere que hagamos proyectos de esta naturaleza en sus regiones, pueden escribirme una carta al Minuto de Dios, e iremos a ver el terreno y la posibilidad de hacer una obra semejante. No guarde usted sus tierras intocadas, reservándolas a sus hijos. Compártalas también con los campesinos. Esta sí es una revolución cristiana, una gran revolución, en el sentido bueno de la palabra. Será un ejemplo de lo que se pudiera hacer en todo el país, la mejor réplica a la guerrilla y a las amenazas.