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Orientación Universidad
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Interpretación de los sueños, Resúmenes de Psicoanálisis

Interpretación de los sueños, regresión, represión

Tipo: Resúmenes

2024/2025

Subido el 01/06/2025

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milagros-leguizamon-6 🇦🇷

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“Lo inconsciente”, Freud (1915) Sección I, “Justificación del concepto de lo inconsciente”. Sigmund Freud afirma que el supuesto de lo inconsciente es necesario y legítimo. Es necesario porque los datos de la consciencia son lagunosos. Estamos familiarizados con pensamientos cuyo origen desconocemos, los cuales presuponen actos psíquicos de los que la consciencia no es testigo. Estos actos quedarían inconexos e incomprensibles si pretendiésemos igualar lo psíquico con lo consciente, y en cambio se hacen discernibles si tenemos en cuenta a lo inconsciente. De esta manera, hay una ganancia de sentido y de coherencia, hay, incluso, una ganancia en la “intervención” – el interés de Freud es práctico, clínico, no filosófico–. Podemos agregar que, atendiendo a todos nuestros recuerdos latentes, resulta bien claro que el contenido de la consciencia es exiguo. Además, el presupuesto de lo inconsciente es legítimo, porque para establecerlo no nos apartamos de nuestro modo habitual de pensamiento. Cada uno de nosotros sabe que tiene consciencia, pero que los otros la poseen solamente lo sabemos por un razonamiento. El psicoanálisis nos exige que este modo de razonar se vuelva también hacia la propia persona. Si así se hace, encontraremos actos con particularidades y caracteres que nos parecerán extraños e increíbles, como si perteneciesen a otra persona. Sin embargo, el hecho de que los diversos procesos anímicos gocen de un alto grado de independencia no significa que pertenezcan a una consciencia ajena o segunda, sino que es prueba de la existencia de actos psíquicos que carecen de consciencia, ergo, de inconsciente. Sección II, “La multivocidad de lo inconsciente, y el punto de vista tópico”. El sistema inconsciente presenta una multivocidad. Esto es así porque existen actos psíquicos que, pese a coincidir en el hecho de ser inconscientes, son de muy distintos los unos con los otros. Lo inconsciente abarca, por un lado, actos que son apenas latentes, inconscientes por algún tiempo, pero susceptibles de consciencia, y, por otro lado, procesos como los reprimidos. Usamos la palabra “inconsciente” tanto en un sentido descriptivo, como en un sentido sistemático. En términos descriptivos, podríamos decir que hay dos inconscientes, lo latente y lo reprimido. Por el contrario, sistemáticamente sólo hay uno, el de los procesos reprimidos, el Icc , distinto del Prcc y el Cc (lo latente sería parte del Prcc ). Cuando Freud habla en sentido sistemático utiliza estas abreviaciones. Un acto psíquico, en general, atraviesa por dos fases de estado, entre las cuales opera como selector lo que llamamos “censura”. En la primera fase, el acto psíquico es inconsciente. Si es rechazado por la censura, se le deniega el paso a la segunda fase, y, reprimido, permanece inconsciente. Pero si sale airoso del examen del censor, entra en la segunda fase y pasa a pertenecer a la consciencia. Es importante aclarar que todavía no es consciente, sino “susceptible de consciencia”, es decir, puede ser objeto de ella si se reúnen ciertas condiciones, como lo que llamamos la atención. Si se llegara a averiguar que a su vez el devenir consciente de lo preconsciente es codeterminado por una cierta censura, deberíamos aislar entre sí con rigor los sistemas Prcc y Cc. Con la aceptación de estos dos (o tres) sistemas psíquicos, el psicoanálisis se ha distanciado otro paso de la psicología descriptiva de la conciencia y se ha procurado un nuevo planteamiento y un nuevo contenido. De la psicología que ha imperado hasta ahora se distingue, principalmente, por su concepción dinámica de los procesos anímicos; y a ello se suma que también quiere tomar en cuenta la tópica psíquica e indicar, para un acto psíquico cualquiera, el sistema dentro del cual se consuma o los sistemas entre los cuales se juega. A causa de este empeño ha recibido también el nombre de psicología de lo profundo. Si un acto psíquico experimenta la trasposición del sistema Icc al sistema Cc , ¿Debemos suponer que a ella se liga, en una nueva localidad, una nueva fijación , a la manera de una segunda transcripción , mientras subsiste la transcripción originaria, inconsciente?, ¿O más bien tenemos que creer que la transcripción consiste en un cambio de estado que se cumple en idéntico material y en la misma localidad? La primera

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con la representación inconsciente surge una importante diferencia: tras la represión, aquella sigue existiendo en el interior del sistema Icc como formación real, mientras que ahí mismo al afecto inconsciente le corresponde sólo una posibilidad de planteo a la que no se le permite desplegarse. En rigor, y aunque el uso lingüístico siga siendo intachable, no hay por tanto afectos inconscientes como hay representaciones inconscientes. Pero dentro del sistema Icc muy bien puede haber formaciones de afecto que, al igual que otras, devengan conscientes. Toda la diferencia estriba en que las representaciones son investiduras - en el fondo, de huellas mnémicas-, mientras que los afectos y sentimientos corresponden a procesos de descarga cuyas exteriorizaciones últimas se perciben como sensaciones. En el estado actual de nuestro conocimiento de los afectos y sentimientos no podemos expresar con mayor claridad esta diferencia. La represión produce un divorcio entre el afecto y su representación, a raíz de lo cual ambos van al encuentro de sus destinos separados. Sección IV, “Tópica y dinámica de la represión”. Este capítulo lo abordamos en otra clase. Quisiera destacar que, entre otras cosas, Freud se refiere allí a la metapsicología, la exposición de ciertos fenómenos psíquicos a partir de tres puntos de vista diferentes: el tópico, el dinámico, y el económico. Podríamos decir que la metapsicología es el estudio del psiquismo más allá de los límites estrictamente científicos habituales de la psicología. La tópica psíquica provisoriamente nada tiene que ver con la anatomía; se refiere a regiones del aparato psíquico, dondequiera que estén situadas dentro del cuerpo, y no a localidades anatómicas. Notemos, además, que hemos puesto en la base de esta observación, como al descuido, este supuesto: el paso desde el sistema Icc a uno contiguo no acontece mediante una trascripción nueva, sino mediante un cambio de estado, una mudanza en la investidura. El supuesto funcional ha arrojado aquí del campo, con poco esfuerzo, al supuesto tópico. Sección V, “Las propiedades particulares del Icc”. El inconsciente tiene ciertas propiedades particulares, como son el deseo, la no contradicción, la inexistencia de la negación , el desconocimiento de la realidad, lo atemporal, el desplazamiento y la condensación, y el hecho de no ser cognoscibles por sí mismos. El núcleo del Icc consiste en mociones de deseo. Además, en él no hay contradicción. Cuando son activadas al mismo tiempo dos mociones de deseo cuyas mentas parecen inconciliables, ellas no se cancelan, sino que confluyen en una formación de compromiso. Dentro de este sistema tampoco existe la negación. Todo esto es introducido por el trabajo de la censura entre el Icc y el Prcc. La negación, así, es un sustituto de la represión, de nivel más alto. Cuando negamos, lo que hacemos es desconocer lo reprimido. Al negar, no se hace necesaria una contrainvestidura, al reprimir sí. No conocen los procesos Icc un miramiento por la realidad. No es para nada necesario que el deseo se de en la realidad, con que suceda en la fantasía es suficiente. La realidad del pensar es equiparada a la realidad efectiva exterior, y el deseo a su cumplimiento, tal como se deriva del imperio del viejo principio de placer. Una fantasía de deseo puede haber generado, necesariamente, el síntoma y la enfermedad. Hay que saber manejarse con la “moneda neurótica”. Los procesos del inconsciente son atemporales. En el sistema Icc , los procesos no están ordenados con arreglo al tiempo, ni se ven afectados por él. Por eso, mientras el deseo esté en el inconsciente, producirá sus efectos siempre. Es justamente aquí donde la terapia “muerde”, porque al traer estos procesos a la consciencia, los deja vulnerables al desgaste del tiempo. Desplazamiento y condensación son los procesos que rigen en el Icc. Por el proceso de desplazamiento, una representación puede entregar a otra todo el monto de su investidura, y por la condensación puede tomar sobre sí la investidura íntegra de muchas otras. De esta manera, en el Icc prevalece una movilidad mayor de las intensidades de la investidura, la energía es libre. Mientras que en el Cc la energía está ligada, producto del proceso secundario, de una inhibición de la proclividad a la descarga pulsional.

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Los actos psíquicos inconscientes sólo se vuelven cognoscibles para nosotros bajo las condiciones del soñar y de la neurosis. En sí, y por sí, ellos no son cognoscibles. Sección VI, “El comercio entre los sistemas”. Los contenidos van y vienen constantemente en los sistemas, de modo que se da un comercio rico entre ellos. Esto se ve en la represión, aunque no sólo en ella. El Icc influye sobre el Prcc , por ejemplo, con sus retoños, y, a su vez, está sometido a influencias por parte de éste. Entre los retoños de las mociones pulsionales Icc , los hay que reúnen dentro de sí notas contrapuestas. Por una parte, presentan una alta organización, están exentos de contradicción, han aprovechado todas las adquisiciones del sistema Cc y nuestro juicio los distinguiría apenas de las formaciones de este sistema. Por otra parte, son inconscientes e insusceptible de devenir conscientes. Por tanto, cualitativamente pertenecen al sistema Prcc , pero, de hecho, al Icc. Su origen sigue siendo decisivo para su destino. Hay que compararlos con los mestizos entre diversas razas humanas que en líneas generales se han asemejado a los blancos, pero dejan traslucir su ascendencia de color por uno u otro rasgo llamativo, y por eso permanecen excluidos de la sociedad y no gozan de ninguno de los privilegios de aquellos. De esa clase son las formaciones de la fantasía tanto de los normales cuanto de los neuróticos, que hemos individualizado como etapas previas en la formación del sueño y en la del síntoma, y que, a pesar de su alta organización, permanecen reprimidas y como tales no pueden devenir conscientes. Se aproximan a la conciencia y allí se quedan imperturbadas mientras tienen una investidura poco intensa, pero son rechazadas tan pronto sobrepasan cierto nivel de investidura. Otros tantos retoños del Icc de alta organización son las formaciones sustitutivas, que, no obstante, logran irrumpir en la conciencia merced a una relación favorable, por ejemplo, en virtud de su coincidencia con una contrainvestidura del Prcc. Un sector muy grande de lo preconsciente proviene del inconsciente, tiene el carácter de la represión y sucumbe a una censura antes que puede devenir consciente. Otro sector del Prcc , en cambio, es susceptible de consciencia sin censura. Al considerar la represión, no nos encontramos con una sola censura, ubicada entre el Icc y el Prcc , sino que nos es sugerida, aparte, otra censura entre el Prcc y el Cc. Pero haremos bien en no ver en esta complicación una dificultad, sino en suponer que una nueva censura corresponde a todo paso de un sistema al que le sigue, más alto; vale decir, a todo progreso hacia una etapa más alta de organización psíquica. Comoquiera que fuese, queda desechado con relación a ello el supuesto de una renovación continuada de las trascripciones. No sólo lo reprimido psíquicamente permanece ajeno a la consciencia, también una parte de las mociones que gobiernan nuestro yo, del más fuerte opuesto funcional a lo reprimido. Retoños del Icc devienen conscientes como formaciones sustitutivas y como síntomas. Hallamos que permanecen inconscientes muchas formaciones preconscientes que, por su naturaleza, creeríamos plenamente autorizadas a devenir conscientes. Es probable que en ellas se haga valer la atracción más fuerte del Icc. Lo Icc es rechazado por la censura en la frontera de lo Prcc ; sus retoños pueden sortear esa censura, organizarse en un nivel alto, crecer dentro del Prcc hasta una cierta intensidad de investidura, pero después, cuando la han rebasado y quieren imponerse a la consciencia, pueden ser individualizados como retoños del Icc y reprimidos otra vez en la nueva frontera de censura situada entre Prcc y Cc. La primera censura funciona contra el Icc mismo, y la segunda contra los retoños Prcc de él. En la cura psicoanalítica obtenemos la prueba irrecusable de la existencia de la segunda censura, la situada entre los sistemas Prcc y Cc. Alentamos al enfermo a formar profusión de retoños del Icc y lo comprometemos a vencer las objeciones que la censura haga al devenir consciente de estas formaciones preconscientes; derrotando esta censura nos facilitamos el camino, para cancelar la represión, que es la obra de la censura anterior. La existencia de la censura entre Prcc y Cc nos advierte que el devenir consciente no es un mero acto de percepción, sino que probablemente se trate también de una sobreinvestidura, un progreso de la

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De golpe creemos saber ahora dónde reside la diferencia entre una representación consciente y una inconsciente (interrogante abierto en la segunda sección). Ellas no son, como creíamos, diversas transcripciones del mismo contenido en lugares psíquicos diferentes, ni diversos estados funcionales de investidura en el mismo lugar, sino que la representación consciente abarca la representación cosa más la representación palabra , y la inconsciente es la representación cosa sola. El sistema Icc contiene las investiduras de cosa de los objetos , que son las investiduras de objeto primeras y genuinas, de tal manera que el sistema Prcc nace cuando esa representación cosa es sobreinvestida por el enlace con las representaciones palabras que le corresponden. Tales sobreinvestiduras son las que producen una organización psíquica más alta y posibilitan el relevo del proceso primario por el proceso secundario que gobierna el interior del Prcc. Si nos preguntamos qué es lo que confiere a la formación sustitutiva y al síntoma de la esquizofrenia su carácter extraño, caemos en la cuenta, dice Freud, de que es el predominio de la referencia a la palabra sobre la referencia a la cosa. El sustituto es prescrito por la semejanza de la expresión lingüística, no por el parecido de la cosa designada. De esta manera, entendemos que, en realidad, en la esquizofrenia no se resigna la investidura de objeto en su totalidad, lo que se resigna es la investidura de la representación cosa de los objetos, al tiempo que la investidura de las representaciones palabra de los objetos, es decir la expresión lingüística, se mantiene. En la esquizofrenia, la investidura de la representación palabra no es parte del acto de la represión, sino que constituye el primero de los intentos de curación. Estos empeños pretenden reconquistar el objeto perdido. Por eso los esquizofrénicos tratan cosas concretas como si fueran abstractas. Ahora sabemos que, al contrario de lo que sucede en la esquizofrenia, en las neurosis de transferencia, lo que la represión le rehúsa a la representación rechazada es su traducción en palabras. En la cura analítica, el neurótico ha de reconquistar sus objetos a través de la asociación. Ambas afecciones, la esquizofrenia y las neurosis de trasferencia, tienen en el intento de huida por parte del yo su punto en común. Aunque esa huida del parte del yo es mucho más radical en las neurosis narcisistas.