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Historia política_ Lázaro Cárdenas
Tipo: Esquemas y mapas conceptuales
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1 9 34 T om a de pos e s ión de Lá za ro Cá rde na s 30 de Noviembre de 1934 Honorable Congreso de la Unión: Deseo en estos solemnes momentos expresar al pueblo mexicano palabras de honda reflexión sobre mis propósitos de gobierno. La Revolución Mexicana ha seguido desde su origen y a través de su historia, un anhelo de justicia social y dentro de este anhelo ha tratado de vencer las múltiples resistencias de carácter económico, político y moral que toda revolución encuentra. Pero esta consideración no debe ocultarnos la realidad permanente en que se desenvuelve la vida de la República y en la que perduran todavía muchos aspectos de explotación a pesar de los esfuerzos que el gobierno revolucionario ha venido haciendo hasta hoy. Tengo presentes de una manera indeleble las impresiones que durante mi campaña electoral pude recoger: profundas desigualdades e inicuas injusticias a que están sometidas grandes masas de trabajadores y trabajadoras, muy particularmente los núcleos indígenas, que deben constituir para nosotros una honda preocupación. Nada puede justificar con más elocuencia la larga lucha de sacrificios de la Revolución Mexicana, como la existencia de regiones enteras en las que los hombres y mujeres de México viven ajenos a toda civilización material y espiritual, hundidos en la ignorancia y la pobreza más absoluta, sometidos a una alimentación, a una indumentaria y a un alojamiento inferiores e impropios de un país que, como el nuestro, tiene los recursos materiales suficientes para asegurar una civilización más justa. La gira que hice por toda la República me ha permitido conocer y estudiar todos estos distintos problemas que la Revolución Mexicana tiene enfrente, y a los que atenderá con preferencia para lograr que se implante en los campos y en las ciudades un tipo de vida económica superior y formas morales y educativas de acuerdo con las aspiraciones que tiene el proletariado y que ya están contenidas en el plan sexenal, que servirá como norma a mi gobierno. Debemos tener presente, por otra parte, la urgencia para conjurar las duras condiciones en que se encuentran los hombres y mujeres que carecen de trabajo, o que lo tienen con angustiosa irregularidad o con salarios vergonzosos. La única manera de combatir esta irregularidad y esa miseria, es crear nuevas oportunidades de trabajo. Las obras públicas que el gobierno desarrollará intensamente, facilitarán estas oportunidades; pero estarán muy lejos de ser las suficientes para concluir el problema de la desocupación y de los bajos salarios. Para ayudar a resolver este serio problema, tenemos el reciente programa que aparece en la plataforma del movimiento revolucionario: fomentar y organizar la explotación de nuestros recursos naturales bajo las normas y sistemas de socialización, enunciados claramente en el plan sexenal. Las grandes riquezas inexplotadas en el país nos esperan. Si el trabajo y el entusiasmo de nuestro pueblo se apresta a explotarlas directamente, en colaboración con el gobierno, creando empresas constituidas
por organizaciones de trabajadores y trabajadoras, vendrá como consecuencia una poderosa economía nacional y la positiva evolución económica y social de México. Es fundamental ver el problema económico en su integridad y advertir las conexiones que ligan cada una de sus partes con las demás. Sólo el Estado tiene un interés general y, por eso, sólo él tiene una visión de conjunto. La intervención del Estado ha de ser cada vez mayor, cada vez más frecuente y cada vez más a fondo. Hay que empezar por catalogar los recursos agrícolas y mineros, por clasificarlos, delimitados en zonas y distritos, y ponerlos a trabajar en orden, con método, por núcleos organizados, dirigidos y apoyados por el Estado. Ha de ser ésta una obra de rasgos nacionales tan claros, de un beneficio social tan patente, que no podrán desvirtuarla ni los escépticos ni los interesados. La agricultura es una de nuestras mayores riquezas; en ella ganan su sustento las tres cuartas partes de nuestra población; es la única que aún está casi íntegramente en manos de mexicanos y mexicanas. Nada se avanzará en ella, sin embargo, si su aspecto más extenso y más hondo, el sistema de propiedad de la tierra, no se termina de cambiar. Y mientras nuestra agricultura no produzca mucho más, en cantidad, en calidad, en variedad, las fuerzas de transformación de que se esperan tan grandes resultados, como la salubridad y la educación, seguirán obrando en un terreno deleznable y precario. Simultáneamente la educación y el crédito conducirán a la etapa final: a una transformación honda de los elementos naturales, pobres o limitados, con que ahora trabaja la agricultura y a un reacomodo de la población agrícola, a la que hay que poner en el terreno más propicio. La industria minera cuenta con recursos y con una larga tradición marcada por una serie de pueblos florecientes, en decadencia o en ruinas, que nacen y desaparecen al unísono de la bonanza o al agotamiento de la riqueza minera. Ninguna huella permanente ha dejado hasta ahora, porque su explotación ha sido siempre privilegio de unos cuantos, ocasión para amasar grandes fortunas y oportunidad para constituir monopolios. Frente a esta situación, el Estado seguirá tomando las medidas necesarias para reorganizar la actual industria e integrarla con la futura. La transformación no es, precisamente, de un orden técnico, sino habrá de conseguirse más que nada, reorganizando las fuerzas de trabajo que en la minería intervienen. En cuanto a las industrias manufactureras, la transformación es de mucho más fondo; es pobre, empírica, no cubre todas las posibles fuentes de producción y consumo y es desordenada, ya que dentro de ella cada industria carece de una importancia graduada en relación con las exigencias sociales y económicas del país. Nuestro comercio tiene que mejorarse paralelamente a la producción. La circulación más fácil y el consumo más abundante, tienen que operar el cambio. Para eso, nuestras vías de comunicación deben obedecer estrictamente a necesidades económicas y no a otras de carácter superfluo; sus servicios de
resultado que se hayan dado casos en que los pueblos dotados de tierras no pueden resolver siquiera el problema de su subsistencia, mucho menos el de la producción. Pero si este recurso no fuere suficiente para resolver satisfactoriamente las necesidades locales señaladas, queda aún el recurso al poder público de poder disponer de las grandes reservas de tierras fértiles, fácilmente cultivables, a las que sólo sería menester hacerles algunas obras de transformación y de saneamiento, dotándolas a la vez del crédito refaccionario suficiente para despertar en las clases rurales el necesario impulso de colonizarlas; el éxito alcanzado en varios de los sistemas de riego ya existentes y la demanda de terrenos irrigables, son prueba elocuente de la facilidad con que puede nuestra población campesina desplazarse de sus lugares de nacimiento hacia las zonas más fértiles y mejor colocadas para su cultivo. Coadyuvarán a este propósito las carreteras nacionales y locales ya en construcción o en proyecto, así como las vías férreas que se inician hacia el sureste del país; la de Sonora a Baja California; la de Ejutla a la Laguna de Chacahua, en la costa oaxaqueña; la de Uruapan, Mich, al Pacífico, y la de Durango a Mazatlán, vías que atravesarán grandes territorios de tierras cultivables y sobre los que proyectaremos nuevos distritos agrícolas. Las clases laborales se debaten en una lucha doble: la que llevan a cabo en defensa de sus intereses como clase y la que desarrollan intergremialmente, al debatirse al calor de pasiones y egoísmos, con lo que sólo han logrado debilitar sus filas y retardar el logro de sus aspiraciones. Para remediar esto es que he venido propugnando y llamando a los trabajadores y trabajadoras a la formación del frente único, no para que se destruyan las organizaciones que existan por separado, puesto que las necesidades son en general idénticas, bien pueden ellos mismos, respetando la personalidad de su agrupación, integrar un solo frente con un programa general en el que estén contenidas sus justas demandas y por las que, repito, mi gobierno ha de preocuparse fundamentalmente. Así podrá la misma organización empeñarse por realizar los anhelos de todos los trabajadores y trabajadoras, llevando su acción hasta aquellos elementos de producción que se encuentren dispersos, los que sin sumar grandes factores gremiales que les permitan constituir sindicatos para su defensa y protección, son, sin embargo, valiosos elementos que pudieran agruparse para formar sindicatos mixtos con las mujeres que desempeñan el servicio doméstico, los operarios del taller rudimentario, los asalariados de la pequeña industria o de la pequeña propiedad rural y con todos aquellos ciudadanos que, representando una acción laborante, carecen en lo absoluto de organismo protector. Natural consecuencia de un mejoramiento económico preconizado, mediante una labor legislativa, para los grupos agrícolas del campo y de la ciudad, es la participación activa de estos elementos en la administración municipal del país y en el organismo dirigente de la función de la ciudadanía. Fijaremos la atención de modo especial en el problema electoral del municipio que, siendo la más pequeña célula de nuestras instituciones políticas, es donde radica el más sincero entusiasmo por el sufragio y las más grandes pasiones por la identidad de los electores con los candidatos; de donde
puede inferirse que en este inmenso número de pequeños poblados se encuentra el medio más propicio para iniciar el descontento de la ciudadanía si ven burlada su fuerza numérica o desvirtuada su tendencia localista. El Partido Nacional Revolucionario fue creado como estatuto político de la Revolución para organizar y respetar el voto de las masas, voto que, orientado en el sentido de sus necesidades, represente una doctrina nacional para la evolución cultural y económica del pueblo. Y a garantizar este ejercicio electoral se encaminará el esfuerzo de nuestro partido, a fin de que los campesinos y campesinas entiendan y palpen que representa para ellos una función, algo más que la elemental del votante, el hecho de inscribirse en el padrón de su municipio, entre las filas de una agrupación encaminada a cuidar que las clases obrera y campesina cuenten con facilidades que garanticen la pureza del voto emitido y a vigilar que las y los ciudadanos elevados al poder cumplan con las obligaciones contraídas con el mismo pueblo. En la magnitud del problema educacional de un país que durante centurias no mereció de los distintos regímenes que en él imperaban sino una egoísta y limitada atención, hay tres hechos iniciados por la Revolución Mexicana que revelan el entusiasmo con que se ha arrogado esta cuestión trascendental por todos los revolucionarios y por los gobernantes que han surgido del nuevo régimen.
La abnegación del ejército debe ser correspondida no solamente con la estimación de la sociedad, que ha encontrado en él un escudo, ni sólo con el aplauso del pueblo, que tiene en él un reflejo constante de sus aspiraciones y un baluarte decidido de sus conquistas, sino con progreso positivo del orden material que eleve su bienestar y su decoro y con nuevas ideas que fortifiquen su espíritu, dándole funciones sociales y disciplinas más de acuerdo con sus características de institución humana, esencialmente constituida para proteger y salvaguardar el desenvolvimiento económico, intelectual y moral del pueblo. En esta virtud, sus alojamientos y hospitales, escuelas y haberes, serán motivo de honda preocupación por parte de mi gobierno. Multiplicaremos por todas las zonas del país las escuelas, internados para las y los hijos del ejército, a efecto de relevar a la tropa de la obligación trascendente que tiene de educar a sus hijos e hijas y que se ve imposibilitada de verificarlo, debido a la frecuente movilidad de sus cuerpos. Haremos que el ejército obtenga como beneficio que la ley de disciplina del ejército y la armada y la ordenanza general del ejército abroguen todas aquellas disposiciones que prohíben al subalterno soldado, clase y oficial) recurrir libremente ante sus superiores jerárquicos u otra autoridad competente, haciendo representaciones en pro de su mejoramiento personal o para exponer quejas contra sus superiores inmediatos por lesiones recibidas en sus intereses privados o en su dignidad de hombres y mujeres. Pero hay algo más importante para los componentes de la institución armada y que, viendo sus intereses vitales, me propongo atender desde luego y es: la imposibilidad material en que se encuentran gobierno y miembros del ejército de otorgar y alcanzar ascensos, matando así el progreso moral del instituto y las más legítimas y naturales aspiraciones de sus componentes. Plétora de oficiales que nos legó primero la Revolución y que han aumentado más tarde las luchas de facción cuando habíamos logrado constituirnos, son la causa primordial de este problema que año con año ha venido agudizando las progresivas reducciones a las corporaciones militares que en distintos periodos del gobierno se han verificado y que seguramente nosotros también nos veremos obligados u obligadas a, verificar, obedeciendo a circunstancias y condiciones económicas o políticas del país, de incontrastable acción y, por lo mismo, serán inusitados los recursos para obtener el remedio. Tenemos que llevar el personal de oficiales, jefes y jefas excedentes en el ejército a otras dependencias de la administración, seleccionando a las y los mejores capacitados para que los servicios públicos no sufran menoscabo alguno en su funcionamiento y conservando para el personal desplazado sus derechos de antigüedad y sus consideraciones militares para el caso de que el servicio de su rama exija su retorno. Nuestro ejército seguirá identificándose con los núcleos obreros, campesinos y campesinas en sus actividades sociales y en las diferentes fases de su lucha de clases; ambos grupos proletarios son la matriz de donde torna el ejército nacional sus más valiosos elementos y, unidos, constituyen las reservas de energía con que se renueva constantemente la fuerza nacional de cuyas fuentes han de brotar muy pronto nuevos grupos de milicias locales que, constituyendo la benemérita guardia
nacional, asuma los múltiples servicios de seguridad regional, que hoy gravitan sobre el ejército de línea, paraque éste pueda disponer de suficientes elementos económicos para realizar su mejoramiento y perfeccionar su instrucción, así como para que el gobierno constituido logre eliminar el nuevo reducto de la reacción organizada bajo el nombre de guardias blancas y que, por circunstancias especiales, se han venido colocando a guisa de pantalla entre la celosa vigilancia de los poderes públicos y los bastardos intereses que defienden en contra de las aspiraciones populares. Con respecto a nuestras relaciones exteriores, México seguirá conservando su política de cordialidad y buen entendimiento, ajustándose, como hasta ahora, a mantenerse dentro de los estrictos cánones que marca el derecho internacional, estrechando los fuertes lazos de amistad que lo unen cori las demás naciones del mundo. Tanto más cuanto que el más caro deseo que podemos abrigar, está en que se nos comprenda en nuestra calidad de pueblo joven que propugna por concluir con la supervivencia de un régimen de explotación y que está fincando los basamentos de una sociología más justa y más humana, en donde se remedien las miserias de nuestras clases laborantes y muy especialmente de las clases indígenas. Comprendo, como dije al principio de mi campaña política, que sólo una consciente estimación de los grandes problemas nacionales por parte del pueblo y una íntima unión del gobernante con la nación, pueden constituir el secreto del éxito y deseo declarar en estos momentos que, para conservar el contacto con los ciudadanos, el lazo de unión y la fuerza de opinión que une permita conducir al país por un sendero de adelanto y tranquilidad, estableceré una hora fija diariamente para que mediante el radio o un hilo telegráfico directo a las dependencias presidenciales, me dirijan los ciudadanos y ciudadanas o las agrupaciones sus quejas, sus necesidades, sus conflictos, y así poder concurrir en su auxilio, solidarizándome con su situación. El pueblo debe sentir la responsabilidad de mi exaltación al puesto más elevado del país, como una demostración irrecusable de que la vida institucional, que constituye uno de los principios vitales de nuestra Revolución, va realizándose. Y esto me obliga a declarar con firmeza, que la Constitución y las leyes de la República serán mi norma infranqueable en el cumplimiento de mi deber. La Revolución ha ido convirtiendo en normas jurídicas y morales sus postulados y sus tendencias, dignificándose, así como gobierno de instituciones. Si en algún instante la ley no responde a las exigencias de nuestro programa en constante renovación, tendremos la fuerza bastante en nuestras organizaciones políticas y el camino constitucional abierto para modificar la ley; pero no debemos violar los principios legales que dan poderosa vida institucional y garantía de respetabilidad, dentro y fuera de la República, a la marcha de la Revolución. Ha llegado el momento en que debemos mantenernos dentro de una firme disciplina ciudadana —de la que no esté excluida la sana crítica, que nos permita, sin injustificadas agitaciones, movidos todos con un amplio espíritu de trabajo, entregarnos por entero a la inmensa labor de construcción que estarnos comprometidos a realizar.
estabilidad política que gozó el país durante las décadas posteriores. Es por estos logros extraordinarios que “la memoria de Cárdenas se formula como una historia heroica, como un relato mítico” y que el exmandatario “tiene una presencia permanente en nuestra vida cotidiana, la realidad ofrece todos los días imágenes y referencias al personaje.” Lázaro Cárdenas Constructor de una política nacionalista y democrática. (s/f). Org.mx. Recuperado el 17 de octubre de 2024, de https://www.cndh.org.mx/noticia/lazaro-cardenas-constructor-de- una-politica-nacionalista-y-democratica. El mensaje no solo habla de lo que se quiere, también de lo que se vive , en este caso, Lázaro Cárdenas era conocedor de todas las injusticias que vivía el pueblo agrícola por haberlo experimentado en carne propia por mera necesidad, un punto a favor al momento de formar una relación con los que te escuchan, tener esa empatía para poder comunicar tu mensaje de manera correcta y eficiente, provocando una opinión positiva entre emisor y los receptores, conociendo los principales intereses de primera mano, sabiendo exactamente de lo que habla.