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Este documento explora los inicios del pensamiento económico preclásico, centrándose en las contribuciones de aristóteles, los autores árabe-islámicos y los escolásticos. Se analiza cómo estos pensadores, desde una perspectiva más amplia que la puramente económica, sentaron las bases para la comprensión de la actividad económica, incluyendo conceptos como el intercambio voluntario, la especialización del trabajo, el precio justo y la usura.
Tipo: Guías, Proyectos, Investigaciones
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Capítulo 2. Los comienzos del pensamiento económico preclásico 31
Aristóteles coincide con Platón y con casi todos los demás pensadores griegos en la necesidad de ver la actividad económica desde una perspectiva más amplia y no com- partimentar el estudio. Una de las observaciones más interesantes de Aristóteles es que el problema de la escasez puede resolverse reduciendo el consumo, cambiando las actitudes humanas. Ésta es una poderosa idea para los utópicos y los socialistas que confían en poner término a los conflictos sociales eliminando los conflictos inherentes a la escasez.
Los historiadores del pensamiento económico se han preguntado durante algunos años por uno de los grandes misterios de los comienzos del pensamiento económico preclá- sico: ¿por qué los griegos, especialmente Aristóteles, y los escolásticos, especialmente Santo Tomás de Aquino, no realizaron aparentemente ninguna aportación importante al pensamiento preclásico? Algunos estudios recientes indican que eso forma parte de un problema más general, que es el hecho de que los pensadores occidentales no reco- nocen totalmente que los estudiosos árabe-islámicos fueron mucho más que meros traductores del pensamiento griego. Se sabía perfectamente que las ideas griegas se tradujeron del árabe al latín para uso de los escolásticos, no del griego. Ahora está re- conociéndose que en muchas disciplinas los árabes hicieron importantes aportaciones propias. Los autores árabe-islámicos, como los escolásticos que los siguieron, escribieron en un entorno muy diferente al nuestro. Los economistas modernos abstraen las actividades económicas de la totalidad de la vida humana, lo cual quizá sea correcto en el siglo XXI para analizar las complejas economías de los países desarrollados, en las que las activi- dades económicas son extraordinariamente importantes. Sin embargo, los autores árabe- islámicos consideraban todos los aspectos de la actividad humana y especialmente las consecuencias de esta actividad –de la cual la actividad económica era una pequeña par- te– para la salvación del individuo. No se realizaba un análisis económico formal inde- pendiente como hoy; los estudiosos islámicos medievales examinaban, por el contrario, las cuestiones económicas en el contexto más amplio de sus ideas religiosas. Como se consideraba que todas las actividades humanas estaban interrelacionadas y sometidas al gobierno de la ley divina, era difícil formular un modelo económico analítico. Sólo se avanzó en el conocimiento de la economía cuando los estudiosos decidieron examinar, no el mundo musulmán ideal, con sus numerosas limitaciones de la actividad económica, sino el mundo musulmán real de su tiempo. Uno de los primeros temas de interés de estos intentos de estudiar la actividad económica fue la tributación. Se ha estimado durante el periodo medieval alrededor de treinta autores árabe-is- lámicos escribieron extensamente sobre la actividad económica. Como el estudio de sus aportaciones es algo relativamente nuevo en el mundo occidental –no comenzó hasta hace unos cincuenta años– nuestro conocimiento de la naturaleza y la importancia de esas aportaciones es tentativo e incompleto. Sí sabemos, sin embargo, que entre los autores árabe-islámicos más importantes que se ocuparon de cuestiones económicas se encuentran Abu Hamid al-Ghazali e Ibn Khaldun.
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Abu Hamid al-Ghazali
Al-Ghazali (1058–1111) escribió, al igual que otros estudiosos árabes, siguiendo un enfo- que que integraba las facetas filosóficas, éticas, sociológicas y económicas de la sociedad en las creencias religiosas que predominaban en la época y el lugar en el que vivía. Fue uno de los intelectuales más importantes del Islam medieval y se sabe que sus escritos influyeron en Santo Tomás de Aquino. Su descripción de la evolución de los mercados mediante el intercambio voluntario es notablemente perspicaz para alguien que escribió en el siglo XI, al igual que su comprensión de el modo en que los mercados relacionan y coordinan las actividades económicas con la evolución de la especialización y la división del trabajo. Antiguamente, una barra de pan podía ser el resultado de las actividades de una sola familia, que sembraba, recolectaba y molía el grano y preparaba y horneaba el pan. Al-Ghazali observó que en su tiempo una barra de pan podía ser el producto de mil trabajadores o más. Dándose cuenta de que la creciente especialización y división del trabajo genera intercambios económicos, al-Ghazali fue capaz de señalar las dificultades del trueque y la consiguiente necesidad de contar con una moneda para facilitar estos intercambios. También examinó otros muchos temas económicos: el gasto público, la tributación y los préstamos; las monedas y su falsificación; el interés y la usura; y la mejor forma de recaudar impuestos para repartir correctamente la carga fiscal en la sociedad. Al igual que sus contemporáneos y de los que lo siguieron durante casi quinientos años, al-Ghazali no separó las actividades económicas del resto. Sus aportaciones y des- cripciones siempre las hizo en el contexto más amplio de sus ideas religiosas firmemente defendidas, que limitaron y, en algunos casos, proscribieron la actividad económica.
Ibn Khaldun
Ibn Khaldun (1332–1406) tampoco mostró interés por las cuestiones puramente econó- micas. Su examen de temas económicos siempre fue tangencial y en el contexto de cuestiones más generales. Su aportación más interesante sobre cuestiones económicas posiblemente sea su amplio y transcendental análisis de lo que parecía experimentar su sociedad y que hoy llamaríamos un ciclo de desarrollo: el paso de una sociedad rural y nómada en la que la renta era baja, los conocimientos artesanales eran rudimen- tarios y el excedente económico era pequeño a una sociedad sedentaria en la que pre- dominaba la agricultura, con un nivel más alto de productividad del trabajo y de renta, excedentes económicos y crecimiento demográfico. Retrospectivamente, podemos considerar que Ibn Khaldun examinó muchos temas “económicos”: la población, los beneficios, la oferta, la demanda, los precios, los bienes de lujo, los excedentes agrega- dos y la formación de capital. Se ha dicho que Ibn Khaldun representa el comienzo de la economía islámica –aun- que algunos dirían que esta distinción le corresponde a al-Ghazali– si bien eso no sig- nifica el inicio de un análisis significativo de las economías de mercado. Estos filósofos árabes, al igual que sus predecesores, Aristóteles y Platón, cuyo pensamiento estuvo vigente durante mil años, al analizar cuestiones de mayor importancia que la economía, aportaron algunas primeras ideas interesantes sobre la actividad económica y de esa forma añadieron peldaños a la escalera de la comprensión de la economía en la que pudieron sustentarse los autores mercantilistas cuando la actividad económica se con- virtió en una actividad social más importante.
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ción, la costumbre y la autoridad. Esta sociedad estaba dividida en cuatro grupos: los siervos, los terratenientes, la nobleza y la Iglesia. Toda la tierra era fundamentalmente propiedad de la Iglesia Católica Romana o del rey. El rey entregaba en usufructo las tierras de su propiedad a los señores o los nobles y éstos tenían que cumplir a cambio ciertas obligaciones con la autoridad central. Estas obligaciones, que no se basaban en contratos (como en la economía de mercado moderna) sino en la tradición y en la cos- tumbre, consistían en suministrar servicios y bienes. El derecho de usufructo, con sus correspondientes obligaciones, se transmitía por derecho de nacimiento de padres a hijos. Como la autoridad central laica nunca tuvo mucho poder durante la Edad Media, el señor era en gran medida el que mandaba en sus dominios. La relación entre el señor y el sier- vo también venía dictada por la costumbre, la tradición y la autoridad. El siervo estaba atado a la tierra por tradición y pagaba al señor por su uso con trabajo, cosechas y a veces dinero. A cambio, el señor lo protegía de los intrusos en tiempos de guerra. Cada feudo o propiedad era una unidad económica y política casi absoluta. Normalmente tenía su propia iglesia, construida por el señor y gestionada en parte bajo la influencia del señor, ya que nombraba al pastor. La Iglesia, al ser la mayor terrateniente de Europa occidental, tenía una gran influencia en los asuntos terrenales. En general, sus propiedades estaban mejor administradas que las de los señores feudales, debido en parte a que los clérigos eran la única clase que sabía leer y escribir con fluidez. La mayoría de los individuos aceptaba el puesto que ocupaba en la sociedad sin apenas ponerlo en cuestión. Hubo algunos casos dispersos de rebelión de los siervos contra sus señores, pero fueron casos excepcionales. Toda la tierra pertenecía a Dios, que la había puesto bajo la custodia o bien de un hombre que era el rey por derecho divino, o bien de la Iglesia. No aceptar la autoridad de los superiores era oponerse a la voluntad de Dios, que les había otorgado autoridad y poner en peligro la salvación en la otra vida. En ese sistema, la tierra, el trabajo y el capital no eran como hoy mercancías que se compraban y vendían en un mercado y apenas se producían bienes para ven- derlos en el mercado. Aunque en la sociedad feudal existían poderosos elementos que reforzaban la tra- dición y eran hostiles al cambio, otros factores comenzaron a erosionar los fundamen- tos del feudalismo. La mayoría de los historiadores económicos consideran que el cambio tecnológico fue la causa principal del declive del feudalismo. Los cambios de la tecnología agrícola tuvieron una influencia negativa en el feudo. Surgió la producción manufacturera, basada en la sustitución de la fuerza de tracción humana y animal por fuerza mecánica hidráulica o eólica. La sociedad se transformó, pues, durante la Edad Media y especialmente durante los quinientos años anteriores a 1450. Los autores escolásticos eran monjes cultos que trataban de dar pautas religiosas para aplicarlas a actividades terrenales. Su objetivo no era tanto analizar la escasa actividad económica que se realizaba como prescribir unas normas de conducta económica com- patibles con el dogma religioso. El más importante fue Santo Tomás de Aquino.
Santo Tomás de Aquino
Aunque los escolásticos, en su intento de adaptarse a los incipientes cambios económi- cos de la época, engendraron un corpus algo diverso de ideas económicas, abordaron esencialmente las mismas cuestiones económicas básicas: la institución de la propiedad privada y los conceptos de precio justo y usura. Con algunas salvedades de poca im-
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portancia, es razonable caracterizar y resumir esta literatura como una lucha por con- ciliar las enseñanzas religiosas de la Iglesia y la actividad económica, que iba aumen- tando poco a poco en aquella época. Los escritos escolásticos representan una aceptación gradual de ciertos aspectos de la actividad económica, que comenzaron a considerarse compatibles con la doctrina religiosa modificando sutilmente esa doctrina para que fuera acorde con las circunstancias económicas. La importancia de las ideas de Santo Tomás de Aquino radica en su fusión de las enseñanzas religiosas y los escritos de Aristóteles, que dieron a la doctrina económica escolástica una gran parte de su conte- nido. Santo Tomás de Aquino, al intentar conciliar la doctrina religiosa y la institución de la propiedad privada y la actividad económica, tuvo que tener en cuenta numerosas afirmaciones bíblicas que condenaban la propiedad privada, la riqueza y la búsqueda del beneficio económico. Basándose en el Nuevo Testamento, los primeros cristianos pensaban que la propiedad comunitaria era acorde con la ley natural y que la propiedad privada no se ajustaba a este ideal. Por lo tanto, las primeras sociedades cristianas, inspiradas en la vida de Jesucristo y su apóstoles, eran comunitarias. Pero los primeros autores escolásticos llevaban mucho tiempo tratando de demostrar que no era incom- patible con las enseñanzas religiosas que los seglares tuvieran alguna propiedad pri- vada. En el siglo XIII, después de que se introdujeran de nuevo los escritos de Aristó- teles en Europa occidental, Santo Tomás de Aquino, adaptando el pensamiento aristotélico a sus propios escritos, fue capaz de argumentar convincentemente que la propiedad privada no era contraria a la ley natural. Aunque admitió que en la ley na- tural toda la propiedad es comunitaria, sostenía que el crecimiento de la propiedad privada no era contrario a la ley natural sino una añadidura que la complementaba. Santo Tomás de Aquino sostenía que estar desnudo era conforme a la ley natural y que la ropa era una añadidura a la ley natural y que se había ideado para beneficiar al hombre. El razonamiento era el mismo en el caso de la propiedad privada.
Podríamos decir que el que el hombre esté desnudo es acorde con la ley natural, porque la naturaleza no le dio ropa, pero el arte la inventó. En este sentido, se dice que la propiedad de todas las cosas... es acorde con la ley natural, a saber, porque la distinción de la propiedad... no [fue] realizada por la naturaleza sino ideada por la razón humana en beneficio de la vida humana^5.
Una vez más, siguiendo a Aristóteles, Santo Tomás de Aquino era partidario de la regulación de la propiedad privada por parte del Estado y aceptaba su distribución desigual. Sin embargo, siguiendo a Platón, abogaba por la pobreza y la vida comuni- taria como ideal para los que tenían un profundo compromiso religioso, porque la vida comunitaria les permitía dedicar la mayor parte de sus energías a las actividades reli- giosas. A Santo Tomás de Aquino y otros escolásticos también les interesaba otro aspecto del aumento de la actividad económica, el precio de los bienes. A diferencia de los economistas modernos, no trataron de analizar la formación de los precios en una economía o de comprender el papel que desempeñan en la asignación de los recursos
(^5) Procedente de Summa Theologica , I-II, Q. 94, Art. 5 y citado por Richard Schlalter, Private Property , New Brunswick, N. J., Rutgers University Press, 1951, pág. 47.
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escasos. Centraron la atención en el aspecto ético de los precios que plantea cuestiones relacionadas con la equidad y la justicia. ¿Prohibía la doctrina religiosa a los comer- ciantes vender bienes por más de lo que pagaban por ellos? ¿Eran la obtención de beneficios y de intereses actos pecaminosos? En el análisis de estas cuestiones, Santo Tomás de Aquino combinó el pensamiento religioso con las ideas de Aristóteles y llegó a la conclusión de que cuando se realizan intercambios en el mercado para sa- tisfacer las necesidades de las partes que comercian (utilizando la concepción de necesidad de Aristóteles), no se plantea ninguna cuestión ética. Pero cuando los in- dividuos producen para el mercado previendo la obtención de un beneficio, sólo actúan virtuosamente si sus motivos son benéficos y sus precios son justos. Si el co- merciante pretende utilizar los beneficios que obtenga para su manutención, para hacer obras de caridad o para contribuir al bienestar público y si sus precios son jus- tos, de manera que tanto el comprador como el vendedor se benefician, el comercian- te ha actuado correctamente. Los historiadores de la teoría económica tienen diferentes interpretaciones del con- cepto escolástico de precio justo. Algunos sostienen que los escolásticos, incluido Santo Tomás de Aquino, consideraban que el precio justo equivalía al coste del trabajo. Otros afirman que equivale a la utilidad y otros consideran que equivale al coste total de producción. Por lo tanto, el concepto escolástico de precio justo se considera un precur- sor de la teoría del valor trabajo de Ricardo y Marx o de la teoría de la utilidad margi- nal o de la idea implícita en la teoría clásica y neoclásica de que los mercados compe- titivos generan precios justos ideales. Según otra opinión muy general, el concepto escolástico de precio justo constituía una parte integral del conjunto de fuerzas sociales y económicas que mantenían la jerarquía del feudalismo. Según esta teoría, si todos los precios del mercado fueran precios justos, nadie podría cambiar de estatus social por medio de la actividad económica. La ausencia de análisis económico en el escolasticis- mo impide saber exactamente qué se entendía por “precio justo”. Según nuestra inter- pretación, para el escolasticismo, en general, y para Santo Tomás de Aquino, en parti- cular, el precio justo era simplemente el precio vigente en el mercado. Sin embargo, si eso es correcto, como los escolásticos no tenían ninguna teoría con la que explicar las fuerzas que determinan el precio de mercado, no es posible extraer ninguna conclusión útil sobre el contenido económico y ni siquiera sobre el contenido ético del concepto de precio justo. Un corolario del concepto de precio justo es el concepto escolástico de usura. Las posturas de la Iglesia sobre el precio justo y la moralidad en la conducta económica eran en su mayor parte suficientemente generales para no afectar a la creciente econo- mía. Pero sus opiniones sobre la usura eran específicas y lo suficientemente importan- tes para originar conflictos entre la iglesia y la comunidad empresarial emergente. El significado del término usura ha cambiado desde los tiempos del escolasticismo. Tal como se emplea hoy, significa cobrar un tipo de interés excesivo , pero en la doctrina escolástica tiene el sentido bíblico y el sentido aristotélico de cobrar cualquier tipo de interés. La propia doctrina escolástica sobre la usura se deriva en gran parte de la Biblia y de los escritos de Aristóteles. La condena bíblica de la usura tiene su origen en el riesgo de que los fuertes se aprovechen de los débiles. Aristóteles había afirmado, ade- más, que cobrar intereses por los préstamos no era natural, ya que el dinero es estéril. La postura escolástica, que al principio del periodo prohibía estrictamente la percepción de intereses fue moderándose gradualmente hasta aceptarla –al menos con fines em- presariales– más tarde.
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Santo Tomás de Aquino fue un complejo e interesante pensador. Por una parte, frenó el avance del pensamiento económico al poner el énfasis en las cuestiones éticas y centrar la atención en la filosofía moral; por otra, impulsó la economía y todas las ciencias sociales con su uso del pensamiento abstracto. Stephan Worland señala el uso de la abstracción en Santo Tomás de Aquino:
Deja en gran parte de lado el marco institucional en el que tiene lugar la actividad económica y trata esa actividad simplemente como si fuera la conducta de particulares... Centrando la atención en las cuestiones de los principios fundamentales, limita su investigación económica a un grado relativamente alto de abstracción... Concibe un sistema económico como una serie de miembros indiferenciados de la especie humana unidos por las instituciones básicas –la propiedad privada, la división del trabajo, el intercambio– que son “naturales” al hombre^6.
Los pensadores chinos, griegos, árabe-islámicos y escolásticos no analizaron la econo- mía como una disciplina independiente; estaban interesados en cuestiones mucho más amplias y filosóficas. Y como la actividad económica que observaron en esos primeros tiempos no estaba organizada en un sistema de mercado como el que conocemos hoy, no se ocuparon de la naturaleza y el significado de un sistema de precios sino de cues- tiones éticas relacionadas con la justicia y la equidad. Sin embargo, sus ideas sobre al- gunos fenómenos económicos sirvieron de base a pensadores posteriores. La excepción a esta generalización es Guan Zyong, cuyas obras, aunque adelantadas a su tiempo, eran desconocidas en Occidente. Los pensadores griegos, especialmente Hesiodo y Jenofonte, estudiaron la adminis- tración de los recursos en el ámbito del hogar y del productor y extrajeron sus conclu- siones sobre la eficiencia y su relación con una división correcta del trabajo. Aristóteles y otros griegos examinaron el papel de la propiedad privada y de los incentivos. En su análisis de las necesidades y los deseos, Aristóteles planteó cuestiones eternas sobre el fin de la vida, cuestiones que se convirtieron en el tema de interés en los análisis pos- teriores de los escolásticos. Durante la Edad Media, se tradujeron muchos escritos griegos al árabe y del árabe al latín. Los estudiosos árabes influyeron, pues, en el pensamiento escolástico en los campos de la filosofía, la ética, las ciencias y la economía hasta un grado que no se ha reconocido totalmente hasta los últimos cincuenta años. Y aunque la doctrina religiosa musulmana y la cristiana eran esencialmente hostiles a la actividad económica, no pudieron eliminar todas las actividades económicas. Al-Ghazali e Ibn Khaldun, al tra- tar de comprender su época, consiguieron, pues, aportar algunas ideas útiles sobre la actividad económica y contribuyeron así al largo proceso histórico de construcción de los cimientos del conocimiento de la economía.
(^6) S. T. Worland, Scholasticism and Welfare Economics , Notre Dame, Ind., University of Notre Dame Press, 1967, págs. 8–9. Este pasaje es citado con aprobación por Barry Gordon en la página 155 de su Economic Analysis Before Adam Smith.