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Historia del deporte chileno, Apuntes de Historia

Tipo: Apuntes

2018/2019

Subido el 09/07/2019

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Historia
del deporte
Chileno
Entre la ilusión y la pasión
Cuadernos Bicentenario
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Historia

del deporte

Chileno

Entre la ilusión y la pasión

Cuadernos Bicentenario

Primera edición: junio de 2007 I.S.B.N.: Registro de Propiedad Intelectual N°: Editor y Compilador: Edgardo Marín Concepto Visual y Diseño: Departamento de Arte Empresa Periodística La Nación S.A. Diseño de portada: Juan Pablo Canales Fotografía de portada: Hugo Espinoza Coordinadores Periodísticos: Bárbara Muñoz y Luis Alvarado Impresión : Gráfica Puerto Madero Esta publicación no puede ser reproducida, en todo o en parte, ni registrada ni transmitida por sistema alguno de recuperación de información en ninguna forma o medio, sea mecánico, fotoquímico, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin permiso previo por escrito de la Secretaría Ejecutiva de la Comisión Bicentenario. Comisión Bicentenario. Presidencia de la República. Nueva York 9, piso 17. Santiago de Chile. Teléfono: (56-2) 672 9565. Fax: (56-2) 672 9623 Correo electrónico: comision@bicentenario.gov.cl

Introducción

Historia del deporte Chileno Mucho antes, a partir de 1910, Chile había liderado al atletismo sudamericano, demostrando poseer una población generosamente dotada. En medio de la eufo- ria de los triunfos, sin embargo, no faltaron voces que advertían que, antes que la victoria, lo importante eran las marcas. Poco después, en efecto, el país ya había perdido el liderato y empezaba a caer en los escalafones regionales. En los años cincuenta el básquetbol chileno se situó entre los mejores del mundo, con hombres y mujeres particularmente hábiles. Hoy, en los albores del siglo XXI, sólo aspira a ubicarse en la medianía de las tablas sudamericanas. Algo pasó. ¿Fue Chile un país deportivo y dejó de serlo? ¿Lo fue alguna vez? Obsesivamente preocupados del “mejoramiento de la raza”, el deporte aparece en escena para los chilenos, a fines del siglo XVIII, como la gran carta a jugar. No sólo porque nos haría fuertes y sanos, manteniendo la tradición de consagrados guerreros de todas las guerras, particularmente la de 1879, sino porque mantendría las virtudes morales que el alcoholismo y la holganza amenazaban. Pistas y canchas aparecen como alternativa a las tabernas donde la raza se degenera. El Ejército y la Marina, que se surten del pueblo sano, propician el ejercicio físico en sus filas y entran pronto en el ambiente competitivo del deporte. La idea del mejoramiento de la raza, inevitablemente ligada a la de soberanía, lleva a que las actividades físicas queden regidas por las instituciones de la Defensa, lo que prác- ticamente atravesaría el siglo XX. De otro lado, las colonias extranjeras, particularmente la inglesa, desarrollan la práctica del “sport”, el ejercicio por el placer de practicarlo, que exporta desde la isla a todo el mundo. Ya por la lucha a favor de la raza, ya por placer, el deporte entra en el paisaje nacional con fuerza. Ha encontrado aquí campo propicio, según algunos, por el carácter del mapuche. Se recuerda que Caupolicán fue Toqui tras cumplir dos días de caminata con un pesado tronco al hombro, lo que se entiende como una “prueba deportiva”. Se recuerda que la chueca era deporte indiscutido a la llegada de los españoles y que sus resultados dirimían importantes asuntos. Pronto, ya en los primeros años del siglo XX, surgen quienes plantean la actividad física como componente de la educación. Es decir, son defensores de la cultura física. Del desarrollo del cuerpo en conjunto con el conocimiento, en una visión integral del ser humano. No parece ser para ellos el deporte un asunto meramente instrumental, al servicio de la Defensa ni en la lucha contra el alcoholismo. Es un bien en sí.

Introducción La vieja concepción, sin embargo, cruza el tiempo y hoy, a las puertas del Bi- centenario, el país no dispone de los recursos que permitan aumentar de dos a cuatro las horas semanales de Educación Física en los colegios. Y los deportes siguen siendo instrumentales a distintas luchas: contra el antiguo alcoholismo, contra otras nuevas formas de drogadicción, contra la obesidad y el sedentarismo (que están en el origen de modernas enfermedades de alto costo para la nación). Pero no se entiende al deporte como un componente del patrimonio cultural de la población, las leyes que aspiran a protegerlo y desarrollarlo demoran décadas en el Parlamento y apenas, superficialmente, se comienza a aceptar que no es un enemigo de la inteligencia ni del conocimiento. Con todo, la popularidad de los deportes es arrasadora en el transcurso del siglo XX, a favor de su calidad de espectáculo antes que de práctica, transformándose en la entretención por excelencia, capaz de congregar a centenares de miles de entusiastas, principalmente en los estadios del fútbol, con una continuidad que ninguna otra actividad nacional alcanza a igualar. Satisfacen los deportes la necesidad de identificación de las personas con grupos que, a la vez, compiten entre ellos. Y a nivel nacional, donde la identificación está dada, permite el cotejo de las selecciones, la “raza”, con vecinos y lejanos. La necesidad de triunfos internacionales se hace obsesiva para los chilenos. “Somos malos”, se escucha decir cuando un equipo queda tempranamente a la vera de una competencia internacional. “Fallamos en los momentos decisivos, nos falta clase”, se dice cuando se cae en una final. Y no hay expresiones para el triunfo, porque no los hay o, cuando llegan, por falta de costumbre. Una sola vez llegó la victoria en el fútbol, cuando Colo Colo gano la Copa Libertadores de América en 1991. Y atravesamos siglo y milenio para llegar al oro olímpico, con Nicolás Massú y Fernando González en los Juegos de 2004 en Atenas. La Chueca: deporte indiscutido del pueblo mapuche.

Historia del deporte Chileno

Parte I En Valparaíso, el 8 de septiembre de 1864 se daba la partida a las primeras carreras hípicas. Comerciantes ingleses establecidos en el puerto y dueños de una respetable posición económica y social, reproducían el confort de sus países de origen con la construcción de elegantes casas quinta o chalets, colegios particulares en su propio idioma, iglesias, sociedades caritativas y clubes donde se compartía el ocio privado de criar y montar caballos de carrera, cazar, jugar lawn-tennis, cricket y foot-ball. El éxito económico que cosecharon los extranjeros sajones y alemanes, princi- palmente, después que Chile abriera sus puertos para el libre comercio en 1820 y cediera a la colonización las entonces vírgenes tierras de Llanquihue en 1848, pronto se hizo ver. No sólo fue la prosperidad que levantó a Valparaíso como joya del Pacífico y la pujanza de Valdivia y Osorno como ciudades industriales al despuntar el siglo XX. La influencia extranjera comenzó a notarse en la nueva cara que adquirieron las principales ciudades del país a medida que avanzaban los procesos de urbanización en el último cuarto del siglo XIX. Santiago, a contar de 1874, inició su expansión desde el centro hacia la periferia con la apertura de avenidas que fueron atravesando los terrenos agrícolas del oriente y el sur de la capital, mientras que los cerros porteños siguieron poblándose hasta conectarse vía ferrocarril con el naciente balneario de Viña del Mar. Puertas adentro

Historia del deporte Chileno En Santiago, durante la intendencia de Benjamín Vicuña Mackenna, el monótono paisaje colonial con que se encontraron los habitantes más viajados y encumbrados gracias a las ganancias de las minas en el norte de Chile, cambió radicalmente. La belleza de París con sus paseos y bulevares, alumbrados por la exhibición del progreso científico de las exposiciones universales, dieron el molde perfecto para hacer de la capital chilena una ciudad moderna. El Parque Cousiño, el Cerro Santa Lucía, la Quinta Normal, el Parque Forestal y el Cerro San Cristóbal se abrieron como nuevos espacios públicos civilizados. La colonial Alameda de Las Delicias y la Plaza de Armas ya no eran el único punto de encuentro de sus habitantes. Con los nuevos paseos ornados con jardines, lagunas artificiales y árboles exóticos, los santiaguinos podían apreciar la naturaleza dentro de la urbe, escuchar las bandas de música y celebrar fiestas patrias y de primavera. Volviendo a Valparaíso, las diversiones al aire libre, no limitadas puramente a los paseos de primavera y verano, motivaron a la población extranjera a aprovechar las bondades del clima durante casi todo el año de manera más organizada. La cacería, que ya en 1851 era practicada por los hermanos comerciantes Tomás, Juan y Jorge Garland, se estableció en 1860 como Valparaíso Hunt –más tarde, Valparaíso Paperchase Club–. Ese mismo año también se fundó el Valparaíso Cricket Club. Las actividades del Valparaíso Hunt se ampliaron también a las carreras de salto a caballo o steeplechase en los potreros de Placilla. Enterados de las citas, los luga- reños acudían en masa a instalarse con ramadas para disfrutar el espectáculo de ‘cómo se mataban los gringos’. El tenis, por su parte, dio noticias de su aparición en 1882 en el cerro Las Zorras de Valparaíso, en la cancha particular de un inglés de apellido Cox. Seis años antes, el deporte blanco había sido reglamentado en Inglaterra. En 1883, otro inglés, de apellido James, tenía su propia cancha en el sector de Las Salinas, en Viña del Mar. Construidas en ripio o asfalto y marcadas con tablones, las canchas particulares pronto se multiplicaron en los cerros de Valparaíso.

Tenis en

Cerro Alegre

El joven Carlos Ossandón - al centro-, junto a su familia, fue un entusiasta impulsor del tenis amateur a comienzos del siglo XX.

Historia del deporte Chileno Central. Entre 1888 y 1891 esta agrupación había tenido una cancha de ladrillos en la esquina de Agustinas con Ahumada. En 1904, el Círculo de la Unión Central se refundó con el nombre de Royal Lawn Tennis Club Santiago. Permaneció con sede en el Club Hípico hasta 1910, cuando se trasladó al Parque Cousiño. Al igual que en Valparaíso, también existieron canchas de tenis particulares en Santiago, pero no hay referencias de las residencias en que se construyeron. El Santiago Lawn Tennis tuvo su alma en Aurelio Lizana, tío de la famosa Anita, campeona de Forest Hill. Aurelio Lizana fue entre 1908 y los siguientes veinte años, uno de los mejores tenistas de Chile y Sudamérica. Aurelio, en 1904, a la edad de once años, empezó a trabajar en las canchas de tenis cuando la sede estaba en el Club Hípico. A los quince años era el único empleado del club, haciéndolas de pelotero, cuidador, cantinero y encargado de cobrar las cuotas. Todo esto, sin contar que jugaba amablemente con los socios que se lo pedían. comienzos del siglo XX, el deporte en Chile tuvo una importante vinculación con la actividad militar y defensiva. El desarrollo del tiro al blanco, la esgrima, la lucha grecorromana y la gimnasia alemana fueron disciplinas deportivas de aplicación práctica en tiempos en que aún resonaban los ecos de la pasada Guerra del Pacífico. Los proble- mas fronterizos, tanto al norte como al sur del país, no hacían descartable la posibilidad de un nuevo conflicto que llamara al reclutamiento de los civiles. De ahí que entre sus cartas de legitimación, el deporte justificara su utilidad social como herramienta de for- talecimiento físico ciudadano. Está el caso del dirigente Felipe Casas Espínola, fundador en 1878 del Club de Tiro de Revólver y Pistola de Santiago. En 1884 creó también en la capital el Club Gimnasia y Esgrima, dedicado también al tiro al blanco. Sin embargo, el deporte no arraigó por sus “utilidades” sino más bien por convicciones más profundas que se hallaban establecidas en la sociedad. Se trataba del sentimiento patriótico con que el Estado construyó su ideario en el siglo XIX. Tal ideario, como señala Mario Góngora, basó su identidad en la Guerra de Arauco y la mencionada Guerra del Pacífico, a través de las cuales, la naciente chilenidad dio a conocer sus rasgos indómitos. Los deportistas no fueron la excepción a su tiempo y en sus luchas de amateurs se identificaron plenamente con héroes como Arturo Prat y Caupolicán. Felipe Casas Espínola, dirigente deportivo y uno de los organizadores de la marcha de los deportistas de 1909. A

Patriotismo

deportivo

Parte I Tenista autodidacta, Aurelio se hizo rival imbatible de cualquier desafío: “En 1907”, recuerda Carlos Ossandón,”don Francisco de Borja Cifuentes lo lleva a Viña. En la cancha del Gran Hotel, desde las ocho de la mañana hasta la una de la tarde, uno a uno se presentan los mejores del puerto. Los vence a todos. El alemán Teodoro Petersen, campeón de Viña a la sazón, es el único que logra hacerle la pelea”. Si bien las carreras hípicas desde su comienzos en Chile presentaron un componente exclusivo, donde sus sostenedores fueron comerciantes extranjeros y personajes adinerados, quizás con aspiraciones a emular el “deporte de los reyes”, el naciente espectáculo nunca dejó de convocar a un público masivo y festivo. El éxito de las primeras carreras a la inglesa del 8 de octubre de 1864, que llevó mas de dos mil personas al llano de la Placilla, animó a los organizadores a constituirse en la sociedad Valparaíso Spring Meeting. En 1866, para la tercera versión, se calculó una asistencia de seis mil personas. Cada inauguración de temporada hípica, que coincidía con la llegada de la primavera, transformaba al puerto en una verdadera fiesta popular. El comercio cerraba sus puertas temprano y se aceleraba el movimiento en la población del puerto para trasladarse a los alrededores de Viña del Mar. En su Historia del Turf en Chile, Luis Soto recogió de una crónica de El Mercurio de Valparaíso del 20 de octubre de 1882, la descripción del ambiente de chilenidad convocado en torno al nuevo deporte: “El campo estaba preciosísimo y concurrido como jamás se ha visto igual. Las ramadas, carpas, fondas, ventorrillos, carruajes, todo ha estado en mucho mayor número que otros años. Como en ningún año también ha sido el número de los huéspedes, especialmente de Santiago, llamando la atención algunas beldades de la capital. Nuestra elegante sociedad se hallaba también dignamente representada. Entre los concurrentes vimos también al ministro Balmaceda, a don José Francisco Vergara, al general Sotomayor, al señor intendente, al comandante Latorre y muchas, muchísimas personas de distinción. Como se sabe, todos los clubs de Valparaíso tenían sus ramadas especiales, agregándose una que llevaba por título Fraternidad y que llamaba la atención por las dos banderas que había enarbolado: la chilena y la española.

La cuna de

los deportes

Parte I Las canchas de los hipódromos, naturalmente, fueron el escenario de la equitación y el polo. El Valparaíso Paperchase Club, fundado en 1860, fue beneficiado por la cesión de un jardín de saltos por parte del Valparaíso Sporting Club en 1909. Posteriormente, esta entidad continuó ampliando las dependencias del deporte ecuestre. En 1894, también en el Sporting Club, se creó el Valparaíso Polo Club y se jugó el primer partido de polo. El cricket, que se jugaba en la Quebrada Verde, se trasladó a los terrenos del Sporting. El golf, de práctica más difundida entre los chilenos de alta posición, se desarrolló a contar de 1897 como Valparaíso Golf Club en las canchas del Sporting. Concepción, en 1900, abrió el Concepción Golf Club y Santiago, a contar de 1910, tuvo el Santiago Golf Club con sede en el Club Hípico. Aunque la hípica y los deportes generados al interior de sus canchas limitaron su participación a un grupo económico y social exclusivo, el público local que asistió a sus espectáculos tuvo la alternativa de ser protagonista de sus propios desafíos y competencias. No sólo las canchas del Sporting Club y el Club Hípico de la capital se abrieron a la disputa de las primeras carreras a pie, el cross country y los matches de foot-ball. Santiago Wanderers, 1896. Primer equipo porteño de procedencia chilena que se integró a partir de ese año a las competencias de la National Football Association.

En cualquier

lugar

Historia del deporte Chileno Plazas, calles o cualquier sitio despejado en Valparaíso o Viña del Mar hicieron de canchas improvisadas para jugar a la pelota igual que los gringos. En 1889 apareció Valparaíso F.C., el primer equipo de fútbol de Chile, que debutó el 10 de julio de ese año en la cancha del Sporting Club. No obstante, hay ante- cedentes de que el fútbol ya tenía equipos en el colegio Mackay y en varias casas comerciales inglesas entre 1885 y 1886. En Playa Ancha, el Parque Alejo Barrios, el Picadero Alemán, la cancha de la Aduana y frente al muelle en la Cancha del Empedrado se jugaron los primeros encuentros porteños. En Santiago, la renovación urbana que abrió nuevos espacios de recreación al aire libre, como el Parque Cousiño, la Quinta Normal y el Parque Forestal, también permitió la organización de populares encuentros entre los nacientes equipos escolares del Santiago College (1884), Instituto Inglés, Santiago Club (1893), Instituto Nacional F.C. (1896), Thunder, de los Padres Franceses (1897) y Seminario (1897). Como clubes adultos, apa- recieron también en 1897, el cuadro de la Escuela Nacional de Preceptores (que pasa a llamarse Magallanes en 1904) y el Atlético Unión F.C. de los hermanos Ramsay. En 1900, los socios del Club Hípico también fundaron su equipo, llamado Santiago National. A medida que el fútbol fue traspasando todas las capas de la sociedad chilena, despla- zándose de norte a sur, pasando de “gringos” a criollos, encantando a niños y grandes, enseñándose entre profesores y alumnos, juntando a jefes con empleados y obreros fuera de las jornadas laborales, se dio una instancia inédita de asociación libre en torno a una actividad no productiva. Cada grupo, reunido por el interés en común de jugar y desa- fiarse con otros equipos, desarrolló una identidad que compartía la procedencia de sus integrantes, y mejor todavía si esta identidad estaba asociada al prestigio del triunfo. Naturalmente que los noveles futbolistas de Valparaíso y Santiago quisieron medir fuerzas en un primer duelo intercities. En dos reuniones realizadas en 1894, los porteños se impusieron sobre los capitalinos por 7-2 en el Parque Cousiño y 5-0 en el Sporting Club de Viña del Mar. Valparaíso Football Club, 1893. Primera agrupación futbolística fundada en Chile en 1889. Sus primeros integrantes fueron todos de origen inglés.