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historia de la FIV para la materia historia de la medicina
Tipo: Resúmenes
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Universidad Maimónides - Medicina
Tonello Moreno, Isabela Dr. Aguero, Abel Diciembre 2024
La historia de la FIV data de la década de 1890, cuando Walter Heape, profesor de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, reportó el primer caso conocido de trasplante de embriones de conejo, transfiriendo dos embriones de conejo angora a un ciervo belga; el nacimiento de los conejos se llevó a cabo con éxito. La transferencia de embriones de animales más grandes (como ovejas y cabras) comenzó en 1930. Catorce años más tarde, en febrero de 1944, Miriam Menken y John Rock se convirtieron en los primeros investigadores en fertilizar un óvulo humano fuera del organismo. Para ello, obtuvieron más de 800 ovocitos de mujeres; posteriormente, expusieron 138 de esos ovocitos a espermatozoides; sin embargo, no hubo éxito, ya que se reportó la escisión del embrión. Fue hasta 1959 cuando Min Chueh Chang, un joven chino investigador de la reproducción, obtuvo indudables pruebas de FIV al lograr nacimientos vivos por primera vez en conejos. El primer embarazo humano mediante FIV fue en 1973, reportado por Carl Wood y John Leeton en Melbourne, Australia. Desafortunadamente, terminó en una muerte embrionaria temprana (menos de una semana). Durante esos años hubo mucha controversia y crítica sobre las transferencias de embriones humanos; sin embargo, algunos investigadores, como Patrick Steptoe y Robert Edwards, continuaron con la FIV en humanos, y en 1976 lograron su primer embarazo con FIV; no obstante, hubo una gran desilusión cuando descubrieron que se trataba de un embarazo ectópico. La historia de la colaboración de Steptoe y Edwards en sus primeros años fue de decepción y fracasos, pero culminó con éxito después de un total de 102 transferencias de embriones fallidas, con el nacimiento de Louise Brown.
El primer caso exitoso de fertilización in vitro ocurrió el 25 de julio de 1978, con el nacimiento de Louise Brown en Oldham, Inglaterra. Este logro fue el resultado del trabajo pionero de los médicos Robert Edwards y Patrick Steptoe. Edwards, un biólogo especializado en embriología, y Steptoe, un ginecólogo, combinaron sus conocimientos para desarrollar un procedimiento que permitiera la fertilización extracorpórea y la transferencia del embrión al útero materno. El proceso involucró varios pasos innovadores y desafiantes. En primer lugar, se estimularon los ovarios de la madre mediante medicamentos hormonales para producir múltiples óvulos maduros. Posteriormente, a través de una técnica quirúrgica conocida como laparoscopia, se extrajeron los óvulos del cuerpo de la madre. Estos óvulos se colocaron en un medio de cultivo especial y se fertilizaron con espermatozoides del padre en un laboratorio. Tras la fertilización exitosa, los embriones fueron monitoreados cuidadosamente en un entorno controlado para asegurar su desarrollo adecuado. Luego de aproximadamente dos a tres días, se seleccionó el embrión más viable para ser transferido al útero materno. Finalmente, el embrión se implantó y resultó en un embarazo saludable, culminando con el nacimiento de Louise Brown. Este evento marcó un hito en la medicina y abrió la puerta a nuevas posibilidades en el tratamiento de la infertilidad, lo que eventualmente le valió a Robert Edwards el Premio Nobel de Medicina en 2010.
En Argentina, la fertilización in vitro comenzó a desarrollarse en la década de 1980, inspirada por los avances internacionales en reproducción asistida. El primer nacimiento exitoso por FIV en el país tuvo lugar en 1986, gracias al equipo médico liderado por los doctores Sergio Papier y Pascual Lema en el Instituto Médico Halitus de Buenos Aires. Este logro marcó un antes y un después en la medicina reproductiva argentina. El procedimiento seguido en este caso replicó los pasos establecidos por los pioneros británicos Edwards y Steptoe, adaptados a las condiciones locales y utilizando los recursos tecnológicos disponibles en ese momento. Esto incluyó la estimulación ovárica, la extracción de óvulos mediante laparoscopia, la fertilización in vitro en un laboratorio y la transferencia del embrión al útero. El éxito de este primer caso generó un notable interés en la comunidad médica y allanó el camino para la creación de más centros especializados en fertilización asistida en el país. Con el tiempo, Argentina se ha convertido en un referente regional en técnicas de reproducción asistida, con clínicas de vanguardia que incorporan avances como la microinyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI), la vitrificación y el diagnóstico genético preimplantacional. Además, la sanción de leyes como la Ley 26.862 de Reproducción Medicamente Asistida en 2013 ha garantizado un acceso más amplio y equitativo a estos tratamientos, beneficiando a miles de parejas y personas solteras.
Desde los primeros pasos de la fertilización in vitro, los avances han sido significativos, transformando esta técnica en un proceso cada vez más seguro y efectivo. Uno de los primeros desarrollos importantes fue la optimización de la estimulación ovárica, lo que permitió obtener más óvulos maduros por ciclo y mejorar las tasas de éxito. Los protocolos hormonales se refinaron con el tiempo para minimizar los efectos secundarios y personalizar los tratamientos según las necesidades de cada paciente. Un gran avance ocurrió en los años 90 con la introducción de la microinyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI). Este procedimiento revolucionó el tratamiento de la infertilidad masculina, permitiendo inyectar directamente un espermatozoide en el óvulo, algo especialmente útil en casos de baja calidad o cantidad espermática. La ICSI aumentó considerablemente las posibilidades de lograr un embarazo en parejas que anteriormente tenían opciones limitadas. La vitrificación marcó otro punto de inflexión. Esta técnica avanzada de criopreservación permitió congelar óvulos y embriones con una alta tasa de supervivencia tras la descongelación. Gracias a la vitrificación, las mujeres pudieron preservar su fertilidad para un futuro uso, y los embriones sobrantes en ciclos de FIV podrían ser almacenados sin comprometer su viabilidad. Este avance también facilitó la planificación de transferencias embrionarias en ciclos separados del proceso de estimulación ovárica, reduciendo el impacto físico y emocional en las pacientes. El diagnóstico genético preimplantacional (PGD) surgió como una herramienta clave para seleccionar embriones libres de enfermedades genéticas o anomalías cromosómicas. Este avance no solo mejoró las tasas de implantación, sino que también permitió evitar la transmisión de condiciones hereditarias graves, aumentando la seguridad y las posibilidades de un embarazo saludable. Más recientemente, las variantes menos invasivas como la FIV natural y la mini-FIV han ganado popularidad. Estas técnicas implican una menor estimulación hormonal y son
La fertilización in vitro ha transformado profundamente la forma en que la sociedad percibe y aborda la infertilidad. Antes del desarrollo de esta técnica, la infertilidad era vista como una condición con pocas soluciones, y las parejas afectadas a menudo enfrentaban estigmatización social y emocional. La FIV no solo ha brindado esperanza a millones de personas, sino que también ha abierto un diálogo más amplio sobre los derechos reproductivos y las opciones disponibles para formar una familia. Uno de los impactos más significativos de la FIV ha sido el empoderamiento de las mujeres en relación con sus decisiones reproductivas. Gracias a técnicas como la vitrificación de óvulos, las mujeres tienen ahora la posibilidad de posponer la maternidad y equilibrar sus objetivos personales y profesionales sin sacrificar sus oportunidades de ser madres en el futuro. Esto ha cambiado drásticamente las dinámicas sociales y laborales, contribuyendo a una mayor igualdad de género. La FIV también ha desempeñado un papel crucial en la inclusión de familias diversas. Parejas del mismo sexo, personas solteras y quienes recurren a la gestación subrogada han encontrado en la FIV una herramienta para realizar su sueño de ser padres. Esto ha llevado a una redefinición de los conceptos tradicionales de familia en muchas culturas, aunque todavía existen desafíos legales y éticos en algunos contextos. Sin embargo, el alto costo de la FIV sigue siendo un problema significativo en muchas regiones, lo que genera desigualdades en el acceso al tratamiento. Aunque algunos países, como Argentina, han implementado políticas para garantizar la cobertura médica de la FIV, en otros lugares las parejas deben enfrentar costos prohibitivos que limitan sus opciones. Esto ha llevado a un debate continuo sobre la necesidad de una mayor equidad en la atención de la infertilidad. Además, la FIV ha suscitado importantes discusiones éticas y religiosas. Cuestiones como la manipulación genética, el destino de los embriones no utilizados y el acceso a la FIV para personas mayores o con condiciones médicas complejas han generado opiniones divididas. Estas conversaciones reflejan la necesidad de equilibrar los avances científicos con las consideraciones morales y culturales de las sociedades en las que se implementan. En resumen, la fertilización in vitro ha tenido un impacto profundo y multifacético en la sociedad. Ha transformado no solo la manera en que las personas enfrentan la infertilidad, sino también las estructuras sociales y culturales en torno a la reproducción y la familia. A medida que la tecnología continúa avanzando, es crucial abordar los desafíos pendientes para garantizar que los beneficios de la FIV estén disponibles de manera equitativa y ética para todos.
La fertilización in vitro es uno de los avances más significativos en la medicina moderna. Desde el nacimiento de Louise Brown en 1978 hasta los desarrollos actuales, esta técnica ha evolucionado no solo en términos científicos, sino también en su impacto social y cultural. Ha brindado esperanza a millones de personas, permitiendo que familias de todas las formas y tamaños puedan realizar su sueño de tener hijos. La FIV no solo ha revolucionado la medicina reproductiva, sino que también ha planteado debates éticos y legales que desafían nuestras nociones tradicionales de reproducción y familia. Aunque todavía existen desafíos, como el alto costo y las cuestiones éticas, los avances tecnológicos continúan mejorando la accesibilidad y la efectividad de estos tratamientos. A medida que la biotecnología avanza y nuestra comprensión de la biología reproductiva se profundiza, es probable que veamos aún más innovaciones en el campo de la FIV, desde técnicas menos invasivas hasta el uso de inteligencia artificial para optimizar los resultados. En última instancia, el éxito de la FIV no solo radica en sus logros médicos, sino también en su capacidad para transformar vidas y redefinir lo que significa formar una familia en el siglo XXI.