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Breve análisis de contenido biográfico de Freud
Tipo: Monografías, Ensayos
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El ser humano es una especie que se encuentra en la rama de los animales, según su fisionomía comparte rasgos característicos con el chimpancé o primates, el dedo pulgar que permite el agarre y por lo tanto, manipulación de objetos con las manos. También puede reconocerse ante un espejo y puede resolver algunos problemas en laboratorio, como por razonamiento producido por ensayo y error. Incluso el ser humano comparte más del 80 por ciento de los genes con los del ratón y con los de la rata, más del 60 por ciento con los del pollo, y cerca del 99 por ciento con los del chimpancé (Salamanca, 2005). Por otro lado, los elefantes al igual que el ser humano han demostrado tener lazos fuertes con sus “familiares”, pueden recordar el lugar donde fallecieron y regresar a ese sitio años después, o incluso muestran respeto si en su camino hallan los restos de otro elefante, se reúnen al rededor y lo tocan con la trompa, es decir, son inteligentes, capaces de compasión y dueño, adopción y auto reconocimiento, juego y uso de herramientas. Los delfines, al igual que el ser humano tienen sexo por placer y no solo por supervivencia en la reproducción (Moreno, 2012). Entonces hay muchas características que el ser humano posee con otras especies, y sin embargo hay polémica en que la madre humana, amamante a su hijo humano en lugares “públicos”, existe un pudor que en otras especies es completamente nulo. En mi percepción, el sexo, el trabajo de parto y el amamantar son las tres actividades más animales que el ser humano posee. ¿Entonces en donde se comienza a humanizar? El lenguaje. Claro que existe comunicación entre animales, pero el ser humano es el único que posee un vasto vocabulario y puede plasmar su pensar. Ya no son los instintos los que rigen al cuerpo, sino la mente a modo de filtro que “cubre” lo animal. El humano no va persiguiendo cerdos por la calle para destazarlos y comer, ni va y se agacha para arrancar el pasto de la tierra con la boca. Tal vez
se agache sobre el manantial para beber, y sin embargo está la preocupación sobre infecciones y bacterias, se sabe que hay todo un proceso de filtración. En efecto hay preocupaciones, infinitas preocupaciones. Aunque, existe todo un valor simbólico en los tres actos más animales que posee el humano, y por el simple hecho de hablar sobre ese simbolismo, humaniza de cierta manera esos actos. Son los amantes quienes ponen afectos en el coito, hacer el amor, y son los encuentros furtivos los que se dirigen al placer en sí mismo. Si el ser humano no se rige solo por los instintos animales y está atravesado por la cultura, ¿cuál es el sentido de sí mismo, sería el alcance de la felicidad?. Y sin embargo, “felicidad” parece un concepto demasiado abstracto. Una persona podría sentir bienestar, sentirse a gusto, lograr una meta y sentirse “feliz”. Sería entonces algo momentáneo y pasajero, felicidad suena a lo máximo a aspirar, incluso más allá que el nirvana, un éxtasis. En la actualidad se podría recurrir a psicoanálisis por motivos sumamente particulares que acaecen a cada persona, inquietudes, malestares, angustias, tristeza, etc., pero quizás la infinidad de posibilidades pueden coincidir en el hecho de que hay algo que no encaja o con lo que no se está a gusto, la tranquilidad se escurre y lo intranquilo permanece. Algo obstruye, algo molesta, algo pasa. ¿Podría ser toda esta baraja de posibilidades un impedimento para la felicidad?, ¿lo sería el síntoma?. Sin embargo Sigmund Freud inició su propia profesión como neurólogo, sistema nervioso, estructuras cerebrales, estructuras del aparato auditivo, etc. No fue sino hasta su encuentro con las mujeres histéricas en las conferencias de Charcot en 1885, en que dio cuenta de que no había una explicación práctica y tangible para las parálisis que presentaban (Jones, 1981; Roudinesco, 2014). Y de razón, que algo en lo que se ha estudiado y formado no pueda ser explicado con total convicción, sería un reto y llamaría suficientemente la atención para cuestionar qué sucede. Con el tiempo, hasta 1890 dio cuenta de que el hablar era en sí una pequeña dosis de cura, el hablar, la palabra tiene
dependientes de la morfina y su relación con ésta, en vez de la cocaína como principal culpable (Bruno, 2010; Jones, 1981; Roudinesco, 2014). La cocaína suena entonces como algo mágico, el remedio mismo de la juventud y fertilidad. Hace pensar en el “soma” puesto en escena de Un Mundo Feliz, una sociedad en falta y con una cantidad diversa de necesidades no satisfechas y que sin embargo no hay efectos secundarios como la resaca o depresión post consumo. Es inimaginable cómo una píldora podría ser la solución en una persona físicamente sana y sin deficiencias, de padecimientos y actos psíquicos. Ahora bien, si se traslada y se muta a la cocaína, como menciona Pierre Bruno a la clínica, en efecto hay algo que tragar, pero el efecto no es instantáneo, no hay nada sublingüal que acelere un proceso que por uno mismo y trabajo constante reemplace. No es simple ni fácil, dar forma a lo que no tiene forma ni mencionar lo que se prefiere obligar a olvidar, no hay un tercero a quién gritar ni reclamar. El diván es el podio, el analista y uno mismo son el público, aunque la situación analítica promueva la reducción de defensas, la persona no puede ignorar que hay alguien más siendo testigo de lo que acontece, no puede escapar a su propia palabra ni de él mismo, su propio verdugo. No parece encontrarse la felicidad en este difícil proceso, solo un valiente se atrevería a caminar por dicho camino de piedras incandescentes y por supuesto, la idea de que al final se hallaría un alivio, y este aclamado y alabado alivio no puede acercarse a la felicidad. Uno ahorca y luego se distiende, el otro se eleva a lugares soñados e inimaginables: ¿Podría ser el deseo de la felicidad, el motor impulsor de la vida humana?. Quizás la respuesta sería una paradoja puesto que el no llegar al éxtasis de la felicidad habría entonces sentimientos encontrados, impotencia, frustración, enojo, un cuerda nueva con la cual apretar el nudo y por lo tanto un síntoma y enfermedad. Puede ser incluso justificable el por qué Freud se vio tan atraído a la sustancia de la cocaína, como material neurológico había mucho por estudiar y el impacto personal ante esta cosa nueva quizás no pudo significar una vía
más rápida, sino La Vía perfecta. Una vez atraído al mundo terrenal, en efecto, había más caminos aún por descubrir y pulir. Y en comparación, la cocaína es adictiva y por lo tanto causa dependencia y depresión una vez terminado su efecto, se halla un malestar inmenso por el cual también se desea seguir el consume en un goce anhelado. Sin embargo, en las sesiones algo se mueve y desestabiliza, incluso cuando el analizado se encuentra imposibilitado para apalabrar ese algo, es entonces cuando el analista puede en su debido momento, ofrecer una devolución o interpretación, y eso es lo que entra en la perspectiva del analizado, rompe con la cotidianidad, es un gran golpe que aturde. Será algo parecido al displacer entonces, las cuestiones se siguen moviendo, mezclando y retornando en el tiempo post sesión, se debe ser paciente ante estas sacudidas. Cuando se halla un poco de calma es el paciente, única persona que decide cuando terminar con su análisis, puede ser reticente al dejar su propio espacio o puede ser como un tratado de paz el abandonarlo, el reconciliarse con el síntoma y el piquetito, esa molestia persistente pueda elevarse. Tal vez la felicidad como concepto cultural sea difícil de concebir pues puede variar en cada persona, es su propia felicidad ideal a la que aspira, pero quizás a modo de tratado pueda haber un efecto placebo, un intercambio de felicidad por cura. Por último, además del lenguaje, la palabra, el habla, el ser humano posee algo todavía curioso: el afecto. Distintos animales podrían emitir una serie de sentimientos, pero el afecto engloba una historia e interpretación. El Faraón pudo tener un gran afecto a sus pirámides recién construidas, deslumbrantes desde los lugares más recónditos del desierto, el anuncio de estar y de existir, incluso después de muerto y quizás le causó felicidad. Es posiblemente el deseo de la preservación y trascendencia una preocupación más dentro de la inmensa gama de preocupaciones humanas, y sin embargo podría ser una común pues la muerte es lo más seguro de la existencia. Tal vez se encuentre pocas veces la elevación del éxtasis en la felicidad, pero la elevación incluso después de la existencia propia es prometedor, pero solo es un plus, y sin embargo no tengo ni idea de cómo halla sido en maneras