
Análisis Filosófico de la Educación | Semana 1
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Análisis Filosófico de la Educación
Docente: Prof. Gisella García
Semana 1
Bienvenidos a la materia Análisis Filosófico de la Educación, correspondiente al
primer año del Tramo Pedagógico para profesionales y técnicos.
La inclusión de esta materia enmarcada en el campo de la fundamentación
tiene como objeto brindar herramientas conceptuales en torno a las tradicio-
nes y debates actuales referidos a la educación, a través de una actitud crítica,
orientada a su problematización y transformación.
Comenzaremos por rastrear los orígenes de la filosofía. Un origen conocido
como el pasaje del mito al logos (razón). Como así también, indagaremos sobre
la vinculación de la filosofía con la educación y las diversas concepciones del
ser humano a lo largo de la historia.
Sobre la filosofía
El ser humano se ha formulado en todas las épocas innumerables preguntas
sobre el mundo que le rodea y sobre su propia realidad: la razón de los fenóme-
nos de la naturaleza, el origen del universo, la manera de vivir y el destino tras
la muerte, los principios que deben regir en la comunidad humana, etc.
En las culturas antiguas se buscó una explicación a esas cuestiones desde la
mitología. Esta consiste en la creencia en unos mitos o relatos en los que se
narran unos acontecimientos supuestamente ocurridos en un tiempo origina-
rio en el que se fundó el mundo presente.
Mircea Eliade, filósofo, historiador de las religiones y novelista rumano, define
así el mito: "El mito relata un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo
primordial, el tiempo fabuloso de los "comienzos", y en el que, al tratarse de
una historia sagrada, han intervenido seres sobrenaturales".
Te preguntarás por qué eran aceptados estos relatos como argumentos verda-
deros, siendo explicaciones fantásticas construidas por la imaginación
humana. ¿Qué diferencia había entre estas narraciones, los mitos, y aquellas
otras, los cuentos, para que fuese común la creencia en los primeros y se reco-
nociera el carácter fantástico de los segundos? Esto se debe a que los mitos -se
supone- narran acontecimientos, que, ocurridos en el origen, han sido transmi-
tidos hasta el presente, generación tras generación. Son relatos que se apoyan
en la tradición. Y es precisamente su carácter tradicional lo que suscita la con-
fianza en aquellos que los aceptan como historias verídicas.
Los mitos han sido comunicados oralmente a lo largo del tiempo, aunque, en
ciertas ocasiones, las obras escritas de determinados poetas fueron un vehícu-
lo esencial para la transmisión del legado mitológico. Es el caso de la Antigua
Grecia, donde las obras de Homero y de Hesiodo permitieron la sistematiza-
ción de la mitología heredada en un conjunto de relatos escritos.
Al estar vinculados a una tradición cultural, los mitos difieren de unos pueblos
a otros, si bien es cierto que existen características comunes a las distintas
tradiciones mitológicas, con arquetipos que se repiten bajo diversas denomi-
naciones y en contextos diferentes. Un ejemplo de esto es el relato del gran
diluvio, con variantes en la mitología hebrea, babilónica, hindú, azteca o griega.
Decíamos que el ser humano se ha planteado en todas las épocas preguntas
acerca del mundo que le rodea y acerca de sí mismo, y que en las culturas anti-
guas se trató de dar respuesta a tales preguntas a través de la mitología.
Pues bien, en torno al siglo VII a. C. surge en Grecia una nueva forma de expli-
car la realidad: el pensamiento racional o filosofía. Para referirnos al nacimien-
to de la filosofía, solemos utilizar la expresión paso del mito al logos.
¿Significa esto que de repente se abandonó un modo de explicación, el mito, y
comenzó otro completamente distinto, el logos, que vendría a sustituir defini-
tivamente al anterior? No parece que las cosas sucedieran de este modo.
Sería difícil comprender un cambio así de un día para otro. La presencia del
mito es una constante en este periodo en el que nace la filosofía. Sin embargo,
algunos rasgos del pensamiento filosófico supondrán una novedad absoluta
con respecto al anterior modo de resolver las cuestiones. Partiendo de la
admración ante la realidad del mundo y del ser humano, así como del recono-
cimiento de su misterio, la filosofía se caracterizará por una actitud contempla-
tiva y reflexiva, que buscará una respuesta a los enigmas desde la propia racio-
nalidad.
Según la tradición, el iniciador de este nuevo modo de interrogarse por la reali-
dad fue Tales de Mileto. Algunas de las cosas que dijo este primer filósofo del
que tenemos noticia nos pueden parecer ingenuas hoy día, pero lo importante
es que se propuso alcanzar un conocimiento fundado en razones, sustituyen-
do un conocimiento basado en la interpretación de los relatos míticos por otro
de carácter racional y crítico.
El término filosofía proviene del griego y significa amor a la sabiduría. El sen-
tido etimológico de la palabra recoge la idea de que la filosofía no es propia-
mente un conocimiento del mundo, sino más bien una actitud, una disposi-
ción hacia el conocimiento, que se inicia en el momento en que se asume la
ignorancia sobre una cuestión o cuando lo cotidiano se torna problemático.
La actitud filosófica –afirmaba el filósofo griego Aristóteles- nace de la admira-
ción por el mundo que nos rodea. Efectivamente, en la admiración hay un
reconocimiento implícito de ignorancia y, al mismo tiempo, una aspiración a
saberlo todo de aquello que se admira.
El reconocimiento de la propia ignorancia nos conduce a plantear todo tipo de
interrogantes. En este sentido, pensar que se está en posesión de la verdad
puede convertirse en el principal obstáculo para aprender y alcanzar un verda-
dero conocimiento del mundo.
La actitud interrogativa es, además, una actitud crítica, porque supone no
aceptar afirmaciones de forma dogmática ni por argumentos de autoridad.
Significa cuestionarse cosas que para la mayoría de las personas no son pro-
blemáticas y que se dan por sentadas, a pesar de que pueden ser falsas.
Vinculación entre la filosofía y la educación
Es importante tener en cuenta dos aspectos del saber filosófico. Por un lado, es
viable considerar a este como una mirada o una actitud que intenta darle sen-
tido y configuración al mundo que experimenta el sujeto y, por otro, como un
conjunto de saberes propios, resultado de dicha mirada o actitud. Ahora, si tal
conjunto de saberes tiene algún valor para la mejora de la vida –y la historia de
occidente demuestra que lo tiene–, se muestra indispensable la transmisión a
generaciones posteriores. Por lo tanto la educación, con todas sus herramien-
tas, es la que otorga la posibilidad de que el saber filosófico exceda el estricto y
acotado contexto de producción y pueda acceder, lo más fielmente posible, a
escenarios diversos en tiempo y espacio. De todas formas, no está de más
recordar que la filosofía en la Grecia clásica nace “dialogando” con otros, es
decir, transmitiendo y recibiendo reflexiones filosóficas a y de sus interlocuto-
res, igual que ha sucedido a lo largo de toda la frondosa historia de la filosof ía
y como sucede en la actualidad. Por eso, es posible apreciar, tanto en la misma
gestación de la filosofía como posteriormente, la presencia de la educación en
la filosofía.
Por su parte, la educación se presenta con un amplio repertorio de interrogan-
tes, cuyo nudo se centra en ¿qué significa educar? Si bien este interrogante
está dentro del campo educativo y las ciencias de la educación han tenido
desarrollos muy sofisticados y muy precisos al respecto, la filosofía también los
ha problematizado con su propia mirada y con sus propios objetivos: desde sus
orígenes, en la Grecia clásica, surgen como problemas fundamentales dentro
de la esfera filosófica, entre otros, el tema del conocimiento y de su fundamen-
tación o qué rol debe jugar el maestro en el despertar filosófico del discípulo.
Esto habilita a sostener que existe una presencia filosófica en los conceptos y
en las temáticas propias de la educación, debido a que la filosofía ya ha
reflexionado –y lo sigue haciendo– sobre los mismos temas, aunque de una
manera propia. Por consiguiente, se observa que existe una presencia de la
educación en la filosofía y una presencia de la filosof ía en la educación, tanto
en sus orígenes como en la actualidad. Esta vinculación conceptual habilita a
una indagación sobre temáticas comunes pero desde perspectivas diferentes,
lo cual enriquece sobremanera las reflexiones sobre problemas concretos que
se presentan cotidianamente en las aulas.
Diferentes concepciones del ser humano a lo largo de la historia
Resumidamente podemos agrupar cuatro formas de ver y concebir al ser
humano.
En la Antigüedad, una visión basada en la idea de armonía, de equilibro.
En la Edad Media, una visión basada en la fe, que concibe al ser humano como
criatura creada por Dios libre y con dignidad.
En la Edad Moderna, una visión dualista, escindida entre lo mental o alma y lo
material o cuerpo mortal.
En la Edad Contemporánea o posmodernidad, una visión del ser humano
como problema.
Detengámonos en cada una de esas etapas.
El ser humano en la antigüedad
En la Antigüedad acaece el inicio de la filosofía, entre rupturas y continuidades
desde los relatos míticos (mythos) hacia el pensamiento racional (logos).
Uno de los primeros filósofos en plantearse temas éticos y antropológicos fue
Sócrates (470-399 a.C.), el cual, sin embargo, no dejó nada escrito. Lo poco que
sabemos de él es gracias a escasas fuentes, entre ellos Jenofonte, Aristófanes y
sobre todo, Platón (428-347 a.C.).
Éste último, discípulo de Sócrates, afirmaba la teoría de los dos mundos, donde
la realidad se encontraba escindida en el mundo de las Ideas (inmutables, eter-
nas, perfectas, infinitas, modelo) y el mundo Sensible (mutable, imperfecto,
limitado, temporal, copia). Esta misma división la encontrará en el ser humano,
que él caracterizará como compuesto por:
Cuerpo: considerado la cárcel del alma. Mutable, imperfecto, limitado, tempo-
ral.
Alma: Inmutable, eterna, infinita. Se liberará del cuerpo en el momento de la
muerte, regresando al mundo de las Ideas, del cual proviene. Distingue entre
alma concupiscible (propia de los artesanos o trabajadores), alma irascible
(propia de los guerreros) y alma racional (propia de los gobernantes).
Platón contó entre sus discípulos a Aristóteles (384-322 a.C.), para el cual el ser
humano estaba formado por un compuesto co-sustancial de cuerpo y alma.
Es decir, que ambos principios se requerían de manera equilibrada para que
exista un ser humano.
En relación al alma, él distinguirá tres partes: 1) Alma vegetativa: propia de los
vegetales. Sus funciones son: nutrición, crecimiento y reproducción. 2) Alma
sensitiva: propia de los animales. Sus funciones son: percepción sensible, movi-
miento local e instinto. 3) Alma racional: propia de los seres humanos. Sus fun-
ciones son: inteligencia, voluntad y libertad.
El ser humano posee los tres tipos de alma, pero influenciadas y enriquecidas
por su racionalidad. Podemos inferir entonces que el ser humano se distingue
de los animales por su razón (logos)
Es de gran importancia asimismo, recordar que en Grecia, cada polis (ciuda-
destado) era independiente de las demás, tenía su propio gobierno y organiza-
ción. Los ciudadanos participaban en el ágora o plaza pública para tratar asun-
tos políticos, por lo que el tipo de gobierno podría considerarse como demo-
cracia directa.
Sin embargo, no todos eran considerados ciudadanos, es decir, que no todos
participaban en el ágora. Solo podían hacerlo los ciudadanos que tenían esta-
tus social y riqueza. Los esclavos, las mujeres, los extranjeros y los niños no
podían participar en política y debían ocuparse de los asuntos domésticos.
El ser humano en la Edad Media
La Edad Media retoma los conceptos vertidos por los filósofos de la Antigüe-
dad, pero matizados por el pensamiento eclesiástico.
Dos de los filósofos más representativos de este período fueron: San Agustín
de Hipona (seguidor de Platón) y Santo Tomás de Aquino (seguidor de Aristó-
teles).
Es una época teocéntrica ya que todo gira en torno a la doctrina religiosa
acerca de Dios y la creación. El hombre es un ser creado a imagen y semejanza
de Dios, el cual sin embargo es castigado por su afán de saber y asemejarse a
su creador (pecado original).
Es mediante este castigo que él descubre su corporalidad, aspecto vergonzoso
de su humanidad (que intentará tapar al descubrirse desnudo, tal como relata
el Antiguo Testamento).
El dualismo platónico se mantendrá como rasgo central, añadiendo ciertas
nociones religiosas:
Cuerpo: de nuevo, cárcel del alma. Lugar del pecado, debe ser castigado, flage-
lado, sometido a ayunos, abstinencia, silencios, etc. Se oculta y controla a través
de mecanismos institucionales coincidentes con la religión.
Alma: Divina, inmortal. Lugar del encuentro con Dios. Al morir el ser humano,
el alma se libera del cuerpo y será conducida al Reino de los Cielos, si es virtuo-
sa.
Para estas concepciones, la vida solo tiene sentido en el otro mundo. Esta vida
es un camino de tránsito hacia el otro mundo, donde la felicidad consiste en “la
visión de Dios cara a cara” (Santo Tomás).
El ser humano en la Modernidad
Se inicia con el pensamiento de Descartes (1596-1650) que define al ser
humano a partir de la razón. Se propone romper con el pasado escolástico me-
dieval y renovar el panorama intelectual. Para ello, utiliza la duda como
método: dudar de todas las verdades establecidas dogmáticamente hasta
ahora, hasta encontrar una verdad de la cual sea imposible dudar. El resultado
fue su ya célebre “pienso, luego existo”. De esta manera, la conciencia, la
razón humana volvía a convertirse en el signo más emblemático del ser
humano, ahora ya independiente de la fe, autosuficiente en la tarea de cono-
cer y de transformar el mundo.
Mantiene el dualismo, esta vez a través de dos sustancias:
Sustancia pensante: cuyo rasgo principal es el pensamiento (alma)
Sustancia extensa: cuyo rasgo principal es la extensión (cuerpo).
Identifica el alma con el yo, con el ente que conoce, piensa, siente, duda,
reflexiona, etc.
Más adelante, surge el contractualismo a partir de diversos autores, entre ellos
Locke (1632-1704), Hobbes (1588-1679) y Rousseau (1712-1778).
Hobbes considera al ser humano en su estado natural como agresivo, violento,
“un lobo para el hombre” que vive en un estado de guerra constante. Como
este estado natural es insostenible, se vuelve necesario un pacto social donde
las voluntades individuales se ven subsumidas en un Estado central: el Levia-
tán. Su fórmula es: “Autorizo y transfiero a este hombre o asamblea de hom-
bres mi derecho a gobernarme a mí mismo, con la condición de que vosotros
trasferiréis a él vuestro derecho y autorizaréis todos sus actos de la misma
manera […]. Esta es la generación de aquel gran leviatán o más bien… de aquel
dios mortal, al cual debemos, bajo el dios inmortal, nuestra paz y nuestra
defensa”. (Leviatán, c. 17)
Por el contrario, Rousseau concibe al ser humano en su estado natural como
un buen salvaje que es corrompido por la sociedad. A partir de diversas causas,
entre ellas, el surgimiento de la propiedad privada, debe generar un contrato
social por la cual se genera “… una forma de asociación que defienda y proteja
de toda fuerza común la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual,
uniéndose cada uno a todos, no obedezca, sin embargo, más que a sí mismo y
quede tan libre como antes. La fórmula es la siguiente: “Cada uno de nosotros
pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la
voluntad general; y nosotros recibimos corporativamente a cada miembro
como parte indivisible del todo”. Propone como forma de gobierno una demo-
cracia directa, que sin embargo, por los vaivenes de la historia se irá degene-
rando progresivamente.
A partir de la Revolución Industrial y sus consecuencias políticas, económicas y
sociales, aparecen pensadores que intentan analizar y abordar los cambios que
se estaban produciendo.
Uno de los más representativos de este período fue Karl Marx (1818-1883), cuyas
teorías dieron origen al comunismo. Su pensamiento ha sido tan vapuleado y
politizado, que él mismo afirmó: “Yo no soy marxista”.
Analiza la estructura del sistema capitalista entendiéndola a partir de varias
ideas centrales: Estructura socio económica y superestructura: La base real de
la sociedad está formada por la infraestructura o base la cual determina la
superestructura, conformada por ideologías políticas, religiosas, educativas,
etc. Es decir, que la conciencia social siempre es conciencia de clase. Nuestra
posición en la base socio económica determina nuestro modo de pensar el
mundo.
Plusvalía: Diferencia entre el salario del obrero y el valor del producto, lo cual
constituye un excedente, que es apropiado por el capitalista. Éste a su vez,
invierte en más mano de obra, lo cual le permite seguir generando una mayor
plusvalía.
Alienación: Distorsión que causa la explotación capitalista en los oprimidos, a
partir de la división del trabajo. Produce un extrañamiento, un estar fuera de sí,
que se puede dar en distintos niveles: político, social, cultural, educativo, pro-
ductivo. En este último caso, el obrero está alienado, porque no es dueño del
producto de su trabajo, sino que lo que produce será apropiado por el burgués.
Lucha de clases: La historia se da por luchas de clases. A lo largo de la historia,
se han sucedido diversas luchas de clases, siendo la última entre la burguesía
y el proletariado. El fin de la lucha de clases se producirá a partir de la instaura-
ción de la sociedad ideal comunista, donde la propiedad es común…
“…en todas las sociedades anteriores (el hombre ha sido) cazador, pescador,
pastor o crítico, y no tiene más remedio que seguirlo siendo, si no quiere verse
privado de los medios de vida; al paso que en la sociedad comunista, donde
cada individuo no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que
puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se
encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible
que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la
mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y des-
pués de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusi-
vamente cazador, pescador, pastor o crítico, según los casos." MARX, KARL
La modernidad ha estado caracterizada por la idea de que la Razón del
hombre permitiría el desarrollo de la especie humana en su mejor potenciali-
dad, se basaba en la idea de justicia e igualdad. En este sentido los Estados
Nacionales cumplían la función de regular y ordenar el conjunto de las relacio-
nes sociales, construyendo de este modo un tipo subjetivo que es el ciudada-
no, esto implica un sujeto que se concibe con derechos y obligaciones para con
la sociedad, entendiendo las serie de pasos o recorridos que hacer para crecer,
confiando en que las instituciones son garantía de que ese recorrido sea fruc-
tuoso, solo debe trabajar y estudiar con esfuerzo y respetando las normas
sociales. La ciencia es el elemento clave del progreso, donde se construye un
método científico que persigue la “objetividad”, buscando las reglas de funcio-
namiento del universo, la verdad, tomando como paradigma la naturaleza con
un modelo mecánico, momento de los grandes relatos que pretenden abarcar
la totalidad de la existencia del hombre.
Tomando la razón como paradigma e instrumento de crecimiento, el cuerpo
se transforma en un envase, su valor está en la industria donde la fuerza de
trabajo ocupa un lugar principal. De este modo, y junto con Descartes se escin-
de mente/cuerpo, en un sentido diverso al que tenía en la Edad Media, el
cuerpo deja de ser el continente del alma y el lugar del pecado, para ser, a
través del trabajo cognoscente de la mente, fuente de verdad y donde encon-
trar la lógica del funcionamiento, de allí surgirán múltiples metáforas que se
trasladarán a todas las disciplinas y que recorrerán los últimos siglos. De este
modo comienzan a crearse muchas disciplinas para estudiar la experiencia
humana. Persiguiendo el paradigma científico, el esquema con el que se
piensa es naturalista y biologicista, concibiendo que la garantía está en que es
la naturaleza humana, liberada, por la razón, del oscurantismo religioso, la que
permitirá llegar a la verdad de las cosas y llevar al hombre hasta el infinito.
El ser humano en la Posmodernidad
La era posmoderna se construye en las últimas 4 décadas del siglo XX, ubicán-
dola en Europa y los Estados Unidos, con la emergencia del capitalismo tardío,
posindustrial o posfordista, donde empiezan a aparecer formas e ideas diferen-
tes, en un tiempo de guerras y cambios en lo socio-político que a mediados-fi-
nes de siglo darán origen a la posmodernidad, o capitalismo tardío o moderni-
dad líquida .Es una manifestación cultural iniciada durante la guerra fría por la
generación nacida después de la segunda guerra mundial, que convulsionó el
ambiente cultural, social y político de esos años. Los ‘60 fue la década contesta-
taria que se presenta como punto de inflexión entre la modernidad y la posmo-
dernidad, tal vez pueda denominarse “la generación utópica”, a los jóvenes
sesentistas. A lo largo de estas décadas existieron acontecimientos que se
pueden agrupar como pertenecientes a esa década, aunque cronológicamen-
te no coincidan con ella, pero tuvieron gran relevancia en las décadas siguien-
tes. Algunos son: la revolución cubana, que si bien data del 59, impregnó toda
la década; el cosmonauta soviético Yuri Gagarín es el primer hombre lanzado
al espacio y rescatado sano y salvo, luego de haber girado en torno a la órbita
terrestre. Se produce la crisis de los mísiles; Estados Unidos rompe relaciones
con Cuba; la trágica muerte de Kennedy. En lo religioso se realiza el Concilio
Vaticano II. En Estados Unidos existen disturbios raciales en la lucha por los
derechos civiles y políticos de la raza negra o afroamericana. Le otorgan el
premio Nobel de la paz a Martin Luther King que, posteriormente, es asesina-
do. Es muerto en Bolivia el Che Guevara, convirtiéndose en mito de los jóvenes.
La China Maoísta, con su concepto de hombre nuevo. La Primavera de Praga
en Checoslovaquia. El mayo f rancés del´68, como un movimiento estudiantil
cuestionador del sistema capitalista, siendo las bases filosóficas de los estu-
diantes las obras de Herbert Marcuse, con sus repercusiones con la matanza
de tlatelolco, en México. Los juegos Olímpicos de México de ese mismo año, en
donde dos competidores afroamericanos obtuvieron la medalla de oro y salu-
daron al mundo, que los miraba por televisión, con el brazo en alto y el puño
cerrado, simbología del movimiento radicalizado de las Panteras Negras. El
Cordobazo en nuestro país y la posterior instauración de la violencia. Esa
década transcurre bajo las sombras de la guerra de Vietnam y ciertos movi-
mientos contraculturales como los Hippies, la reivindicación de la igualdad de
sexos, que se manifestó con la revolución sexual y el surgimiento de los movi-
mientos gay. Sería demasiado complejo y osado de nuestra parte interpretar
fidedignamente todos los sucesos enunciados y omitidos, pero es un pantalla-
zo que nos advierte de las convulsiones de una época y su incidencia en el
futuro, que generó un debate cultural e ideológico. Todos estos acontecimien-
tos contribuyen a la constitución del paradigma de la posmodernidad que ha
sido analizada por distintos pensadores, entre ellos, J.F. Lyotard Para Lyotard, la
posmodernidad es “el estado de la cultura después de las transformaciones
que han afectado a las reglas de juego de la ciencia, de la literatura y de las
artes a partir del siglo XIX.
Si bien hubo diversos autores que criticaban el status quo de la sociedad mo-
derna, algunos poniendo de relieve que la producción del mundo no era una
cuestión natural, sino estructuras, o superestructuras culturales, sociales y eco-
nómicas, persistía en ellos una lógica de progresismo, incluso concibiendo este
momento histórico como dando origen a otro más justo.
Sin embargo eso aun no ha ocurrido y nos encontramos con una desrealiza-
ción (Lewkowicz) de los estados-nación, esto significa que aquellas institucio-
nes que regulaban la vida y le otorgaban un sentido, pierden la potencia justa-
mente para eso, comienza la era del sin sentido, de un estar perdido, abruma-
do por los múltiples estímulos que provienen del mundo, en ocasiones no
pudiendo decodificar el mensaje, recibiendo un sentido cerrado que apunta al
“consuma ya, satisfacción garantizada”, pero que en cuanto se adquiere o
compra ese objeto aparece en algún medio de difusión la última versión, esta
sí, que garantizara la satisfacción. Quien comienza a ser el articulador, o dona-
dor de sentido de la vida contemporánea es el mercado con los Mass Media,
pero estos no proponen en su esquema un vínculo entre los consumidores,
sino de cada consumidor con el objeto que provee el mercado.
Vínculos unilaterales, transitorios, espontáneos, acotados, utilitarios (la lógica
del zapping).
Lo que en algún momento de mediados de siglo pasado significo la liberación
(podríamos citar muchos movimientos: feministas, gays, hippismo, etc.), y efec-
tivamente lo fue, no estamos con esto desmereciendo lo que tuvieron de
potentes esos reclamos, hoy es la deriva absoluta, angustia existencial, insatis-
facción permanente, búsqueda incansable sin saber a quién reprocharle,
porque el mercado no responde, entonces se le reclama al kiosquero, médico,
psicólogo, cajero por lo que anda mal, o no hace efecto. En el libro “Un mundo
feliz” de Aldous Huxley, se relata como en una sociedad que ordena y exige la
felicidad, quien no puede o no quiere someterse, sufre profundamente por no
poder pertenecer, buscando a su vez el reconocimiento, lo que conlleva una
intensa desdicha.
Se vislumbran contradicciones: el pasaje de roles, de ciudadano a individuo
libre pero cada vez más atado al consumo; los Premios Nobel de la Paz que
autorizan bombardeos; una ciencia que puede llegar a la luna pero que no
cura enfermedades, las cronifica y saca rédito de esto; un sistema productivo
que es capaz de producir mercancías a escalas planetarias pero que se nutre
de la miseria y destrucción de los ecosistemas; un sistema que condena las
adicciones pero las demanda; un mundo donde se amplían las posibilidades y
también los riesgos.
Es así que el tiempo en la posmodernidad es del instante, por sustitución.
Lewkowicz plantea que en la modernidad a un tiempo 1, le sucedía un 2, y un 3,
mientras que en la posmodernidad siempre es tiempo 1, que se actualiza
borrando sin rastro lo que estaba antes, cualquiera puede imaginar escenas
constantes de lo cotidiano que ejemplifiquen esto, piensen en todas aquellas
mas invisibles pero que persiguen la misma lógica.
De este modo, se crea una subjetividad consumidora, que no construye una
historia e identidad por re-significación o construcción experiencial de lo
vivido, sino que está en la búsqueda constante de conexiones que le garanti-
cen algo de esa felicidad perdida, que se cree que alguna vez se tuvo. El indivi-
duo posmoderno encuentra placer no ya cuando tiene un objeto, lo posee. Su
sentido no radica en su utilidad o funcionalidad: el placer ha sido modelado y
condicionado al acto mismo de comprar. Esto da lugar a fenómenos como los
que podemos ver cuando la gente que compra compulsivamente, volviendo a
comprar sin haber abierto los paquetes de la compra anterior. O al consumo
abstracto: las personas que no tienen posibilidad de acceder a los bienes que
el sistema impone como deseables, los consume por medio de la visión a
través de internet o circulando por supermercados y vidrieras sin comprar ma-
terialmente nada pero observándolos una y otra vez.
El cuerpo dentro de este esquema tiene dos puntos, por un lado representa
ese límite y ese contenido sufriente, aquello que estorba, molesta. Por otro
lado, es la carta de presentación, es aquello que nos nombra y es por estos dos
sentidos que asistimos a una suerte de transformación constante del cuerpo,
en su dimensión de imagen-superficie, sobre él se hacen múltiples modifica-
ciones, aun a costa de daños en el interior del mismo. Es así como vemos la
cantidad de ofertas en cirugías plásticas para hombres y mujeres, bajo la pre-
misa de “Siempre joven”, tiranía de la imagen perfecta, inmóvil, siempre agra-
dable y con una sonrisa, acompasando esto, la cantidad de publicidades ofre-
ciendo productos mesías para detener el tiempo, congelarlo, o la obsesión en
los gimnasios y las dietas cero calorías.
Lo que hasta aquí se ha marcado como dos épocas separadas (modernidad –
posmodernidad), sucedidas cronológicamente una a la otra, no es más que un
modo de recortar lo propio de cada una y lo que es preponderante en distintos
tiempos históricos, pero hoy día subsisten modos de la modernidad en la pos-
modernidad, incluso de la edad media. Que el estado-nación esté en crisis y
haya perdido potencia, o que el tipo subjetivo preponderante sea el consumi-
dor no significa que ya no haya ciudadanos. Incluso más, en el mundo globali-
zado, persisten tantas formas diversas como naturalezas-cultura, tribus-pue-
blo (Najmanovich, 2009) existan, cada una armando su propio hacer, constru-
yendo un tipo subjetivo.
¿Y que pasó con la ciencia?
Siguiendo los desarrollos de Esther Díaz (2005), en su libro Posmodernidad,
sostendremos que el método científico y el modelo reinante de ciencia en la
modernidad empieza a suf rir también algunos embates, que empujan a que
esta también se acerque a un cambio de paradigma, solo que no deja sus
núcleos duros y se percibe un escenario en donde por un lado se sigue soste-
niendo el ideal de verdad absoluta en algunas disciplinas, pero empezando a
ser reemplazado por la verdad de la técnica. La verdad de la técnica es ahora la
capacidad de que algo funcione, que sea posible en términos técnicos, lo que
organiza el universo científico, le da validez y de ese modo determina la verdad
o no. En pocas palabras, algo se establece como verdad solo porque es factible
de realizarse técnicamente y no porque se posea el conocimiento y la reflexión
(científica y ética) sobre sus alcances y limitaciones.
Con los cambios sociopolíticos, pero también científicos de mediados de siglo
XX, la ciencia empieza a encontrarse con contradicciones y a perder potencia
su discurso abarcador, entra en crisis “el gran relato pierde credibilidad […]. Se
conmueven leyes inmutables y deterministas sobre las que la ciencia preten-
dió apoyarse, por una parte, y se deteriora su imagen de salvadora absoluta de
la sociedad, por la otra”. (ibid).
Pero este resquebrajamiento y crisis, introduce un movimiento que pretende
restablecer el orden que tenía la ciencia, virando, o apoyándose en la técnica, la
tecnología como el nuevo método científico que representa validez. “La técni-
ca ocupa hoy el lugar que antes ocupaban los grandes relatos, pero en otro
sentido. Esos relatos intentaban legitimar según una legalidad universal.
En cambio, la técnica legitima “de hecho”, mediante la eficiencia” (Diaz, 2005
PAGINA 25). Es decir que si funciona y es eficaz, entonces es verdadero, tiene
legitimidad científica.
Habiéndose tornado el eje de la ciencia en la técnica, implicando esto una
dependencia económica de las investigaciones en función de lo que los inver-
sores consideran rentable y necesario en ese momento y para su economía,
tomaremos la pregunta que se hace Esther Diaz y que retomaremos en rela-
ción a otros temas en futuros textos. “La pretendida neutralidad ética de la
ciencia, defendida hoy por el desfalleciente neopositivismo y sus impotentes
defensores actuales (racionalistas y filósofos analíticos), se enfrenta a la
siguiente disyuntiva: ¿Ciencia libre, al servicio de una investigación compro-
metida únicamente con la búsqueda de la verdad, o ciencia dependiente de
las inversiones económico-tecnológicas?” (Diaz, 2005 PAGINA 19). Esta argu-
mentación adolece de plantear una disyuntiva que hace parecer obvia la res-
puesta, y que lejos de permitir pensar una alternativa ética y saludable, lo que
propone es un punto de vista que ya pereció, y que corresponde a la moderni-
dad, o un punto de vista posmoderno que cada vez se instala mas en la ciencia,
la situación del mundo y de la ciencia requieren otra respuesta, más ética, más
local, menos utópica, menos tecnológica.
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