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Este documento analiza el trinomio fidelidad-compromiso-monogamia en las relaciones de pareja. Comienza con reflexiones del autor sobre la dialéctica del compromiso y su patología, seguido de una revisión bibliográfica actualizada de los conceptos desarrollados. Luego presenta un estudio de investigación social sobre la percepción y actitud de la sociedad frente a temas como la fidelidad sexual y social, y el compromiso en las relaciones de pareja. Concluye con una propuesta de discusión sobre la mixtificación de los conceptos de fidelidad, monogamia y compromiso. El documento aborda temas como las causas de la infidelidad, la evolución del compromiso, las diferencias de género en la percepción de la fidelidad y el compromiso, y la relación entre fidelidad emocional y sexual.
Tipo: Monografías, Ensayos
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Resumen: El artículo analiza el trinomio fidelidad-compromiso- monogamia empezando por unas reflexiones del autor sobre la dialéctica del compromiso y su patología en las relaciones de pareja siguiendo con una revisión bibliográfica actualizada de los concep- tos desarrollado.
A continuación se presenta un estudio de investigación social (cerrado en junio de 2011 donde se muestra la percepción y actitud de la sociedad frente a temas como la fideli- dad sexual y social y el compromiso en las relaciones de pareja
Concluye el trabajo con una propuesta de discusión sobre la mixtificación de los concep- tos fidelidad-monogamia- compromiso
Palabras clave: Compromiso. Infidelidad. Fidelidad. Monogamia. Relaciones de pareja.
Norte de salud mental, 2011, vol. IX, nº 40: 57-71.
En la literatura de consulta, la defensa a ultranza de la fidelidad y el compromiso la establecen con mayor frecuencia ideólogos, religiosos y moralis- tas. La ciencia, en general, abunda en la contra- dicción infidelidad social vs sexual. En una socie- dad como la actual apenas se vislumbran las ventajas evolutivas (económicas) del compromi- so, puesto que la mujer de hoy ya no necesita la figura ancestral del varón para alimentar a sus hijos. Lo que antes desunía ahora une y a la inversa. Argumentos pro-reproductores o de inversión marital se despojan de sentido porque la situación social a su vez es diferente. La mujer no necesita el compromiso del varón para su supervivencia económica. Si está junto a el es porque quiere, no porque lo necesite.
Además la mujer puede regular a voluntad su capacidad de procreación, lo que ha puesto en crisis el concepto de fidelidad sexual. Todavía permanece el lastre atávico-cultural y moral,
pero las actitudes cambian y los comportamien- tos más aún. Lo anterior confirma lo endeble de las tesis evolucionistas, primando los motivos adaptativos sobre los propiamente evolutivos. Sin embargo, evolución y progreso se han diso- ciado. Avanzamos en tecnología, pero social y económicamente parece que se está involucio- nando. Los dos primeros decenios del siglo XXI han estado marcados en Europa en general y en España en particular por un mapa político-social conservador de acusada impronta ultraliberal (pese a su demostrada y denostada influencia en la crisis económica) donde la xenofobia y la into- lerancia social han neutralizado un previsible progreso social que al final se ha visto menosca- bado, aunque están surgiendo voces discrepan- tes (el movimiento social de los llamados Indignados y poco más).
Argumentos políticos que sustentan la monoga- mia y la fidelidad: cuanto más cerrada es la unidad
Carlos Sirvent
de convivencia, la célula familiar, más manejable es una sociedad en general. Los argumentos superyoico, admonitorios que refuerzan los funda- mentos de la familia tradicional, cohesionan tam- bién la sociedad haciéndola más receptiva a con- signas verticales. La crisis económica lo impregna todo: cuando parecía que estábamos en franca carrera hacia la definitiva liberación de la mujer, la recomposición de la pareja occidental ha sufrido un punto de giro inesperado. La crisis económica no solo ha menguado el poder adquisitivo de las personas, sino que la tasa de separaciones ha caído (no así los conflictos que la originan) lo que está perpetuando unas relaciones rotas de hecho. Además, por idéntica razón, ha disminuido el número de matrimonios. En su defecto, los casa- dos se ven abocados a vivir en el domicilio pater- no, compartiendo espacio y perdiendo intimidad. Los imperativos económicos provocan los tres fenómenos descritos: no separación, no boda o si enlace pero viviendo con y a costa de los padres, lo que está provocando una especie de neoforma- ción de la convivencia en pareja connotada por la crisis económica y la no menos importante crisis social.
En mi opinión todo ello desnaturaliza las relacio- nes y cronifica la sensación de impotencia por falta de recursos económicos en cónyuges de matrimonios rotos que no puede separarse. En el polo opuesto se ubican los que desean unirse y disfrutar de autonomía pero no pueden consu- marlo por la aludida falta de recursos Al final se convierten en parejas dependientes situaciona- les, lo que mengua el autoconcepto y queda sin esperanzas. En otras palabras, la penuria une tanto a los buscadores del compromiso (candi- datos a casarse) como a los que persiguen la disolución del vínculo (candidatos a separarse). Las circunstancias socioeconómicas obstaculi- zan el movimiento pendular compromisario- anticompromisario.
¿Se podría hablar con propiedad de una “patolo- gía del compromiso” en la relación de pareja? Si. En sus polos antitéticos están la actitud “hiper- compromisaria” y la “anticompromisaria”. Exami- némoslas.
Los “hipercompromisarios” son aquellos que basan la naturaleza del vínculo en el pacto com- promisario subsumiendo todo lo demás a dicho
pacto. Quienes anteponen el compromiso (irra- cionalmente, como acuerdo marital) a cualquier otro atributo de unión en la pareja quedando los demás atributos (comunicación, cariño, intimi- dad, etc.) en un segundo plano. Sería el ejemplo de los matrimonios concertados (propios de sociedades islámicas y tribales), también en nuestro medio se observa, sobre todo en el ámbito rural y en aquellas parejas de firmes con- vicciones compromisarias (por ejemplo, católi- cas) donde el mensaje es “lo que ha unido Dios no lo separe el hombre”.
Los “anticompromisarios”. Donde prima la pre- servación de la intimidad individual mediante una evitación a ultranza del proyecto de vida en pareja a expensas del compromiso. Valga el ejemplo gráfico de los “eternos solterones” que aunque amen a su pareja no quieren desposarse porque valoran su privacidad (que no su intimi- dad). Puede ser total o parcial. Total: se rehúye frontalmente el proyecto de vida juntos aunque se compartan espacios de convivencia. Parcial: cuando no se rehúye la convivencia, incluso se convive parcialmente (fines de semana juntos, verse todos los días, etc.) pero no cuaja la rela- ción en un acuerdo compromisario. Sería el ejemplo de los eternos noviazgos que no se deci- den a convivir pero que tampoco se separan. (Se cita como ejemplo anticompromiso el caso de Lee Marvin con Michelle Triola que sentó juris- prudencia como pareja de hecho).
Hagmann, Michael (2) se pregunta por qué los primeros padres humanos proporcionaban ali- mentos a sus parejas a cambio de fidelidad. Se ha sugerido que la existencia de estas socieda- des, plantea interrogantes acerca de si la familia nuclear, con una pareja fiel, surgió como resulta- do del cambio de alimentos por fidelidad. La antropóloga Kristen Hawkes sostiene que otros modelos evolutivos, como la mitigación de la feroz competencia entre machos por el acceso a las hembras, explican mejor el origen de la monogamia. Durante mucho tiempo, diferentes antropólogos sugirieron que la monogamia sur- gió en nuestros primeros ancestros como parte de un pacto tácito, en el que los hombres com- praban fidelidad al llenar la olla de la familia tra- tando de evitar invertir recursos en el hijo de
de la atracción emocional y física que contribuyen a la desorientación cognitiva y afectiva. Los tera- peutas pueden promover la fidelidad y la recupe- ración de la infidelidad, asistiendo a las tareas fundamentales de modelar la compasión, desen- mascarando los mitos sobre la infidelidad, enfren- tando a los sujetos con sus propias decisiones promoviendo la cercanía emocional y ayudando a los individuos a comprender tanto sus propias actitudes como aquellas aprendidas por su pare- ja, que les alejan de mantener un matrimonio fiel.
En un estudio de García P., et als (2001) (8), las diferencias entre sexos reflejan una respuesta emocional de mayor intensidad en las mujeres con tendencia en los hombres a manifestar una preo- cupación menor por la infidelidad emocional y la percepción de amenaza a su autoestima ante la infidelidad sexual, con mayor sensación de peligro para la continuidad de la relación por parte de las mujeres ante la infidelidad emocional. Los datos mostraron el patrón descrito por Davis Buss (2000) (9) en lo referente a las mujeres, pero no en lo que concierne a los hombres, por lo que no se verifica la primera hipótesis de nuestro estudio. La mayoría de las mujeres sí eligieron la infidelidad emocional como la más estresante (67.2% vs 32.8%), mientras los hombres se preocuparon casi en la misma proporción por la infidelidad emocio- nal como por la infidelidad sexual (51.6% vs 48.3%). Sin embargo, la percepción de infidelidad entre los hombres y las mujeres es diferente, para el 50% de las mujeres el cibersexo no es infideli- dad (el 80% de los hombres piensa igual). Un 81% de las mujeres confiesa que coquetea con sus compañeros de trabajo, y dos de cada tres asegu- ran que tienen pensamientos sexuales con ello. Según una encuesta de Sigma Dos, un 20% de las mujeres españolas declara que no engaña a su pareja “pero estaría dispuesta a hacerlo si tuviera la oportunidad”. Según una encuesta realizada por el Instituto DYM el 20% de las españolas de entre 18 y 35 años han sido infieles alguna vez.
Fisher H. (2007) (11), dice que la primera etapa relacionada con el apareamiento es el deseo o necesidad de gratificación sexual; aquí son los estrógenos y andrógenos los encargados de generar esta conducta. La siguiente etapa es el amor romántico o enamoramiento, que puede
definirse como el proceso de atención a una pare- ja en particular para el apareamiento, existiendo además la necesidad de unión sentimental con dicha pareja; aquí se observa un aumento de dopamina (DA) y norepinefrina (NE) y disminu- ción de la serotonina (5-HT). Finalmente hay una etapa de apego de pareja con el fin de cuidar las crías, donde se observa la construcción y defensa de una madriguera, se comparten los deberes de la crianza y existe comodidad y unión sentimen- tal; aquí son dos neuropéptidos los encargados de esta conducta: la oxitocina (OT) y la arginina de vasopresina (AVP).
Maureira concluye que las conductas como el amor romántico y la fidelidad poseen una clara base neurobiológica donde los neurotransmisores como la DA, NE, 5-HT y los neuropéptidos AVP y OT se conjugan para generar la experiencia del amor de pareja. Los avances en neuroimagen, biología molecular y genética permitirán determinar las regiones y circuitos cerebrales involucrados en la monogamia y la fidelidad, además de entregarnos las bases genéticas que abren las puertas para entender las conductas de un tipo u otro, si bien aún nos encontramos lejos de poder explicar todo el complejo proceso de la atracción romántica y la cooperación en la crianza de la prole.
Robert Wright, afirma que la infidelidad está ins- crita genéticamente en nuestro código instintivo. Buss y Wright coinciden al explicar que la natura- leza dotó a todos los seres humanos de un gen de la infidelidad que tiene mucho que ver con la Ley de Conservación de las Especies. Según esto, el hombre debería tener el mayor número posible de relaciones con varias y distintas mujeres para garantizar el tener un número considerable de hijos y perpetuar a la especie. En el mundo ani- mal, la característica primordial es la poligamia. Sin embargo y a pesar de sus investigaciones, el mismo Wright manifestó que no existe ninguna coacción genética sobre lo que el ser humano no tenga control. “Los genes, digan lo que digan, nunca decidirán por nosotros si deseamos o no ser infieles”. Coincidiendo con esta idea Caruso agrega: “el hombre es, por naturaleza, un ente cultural”. La carga genética, entonces, puede dar (quizá) una luz sobre la tendencia genética a ser infieles, pero no explica el porque algunas perso- nas caen en esta práctica y otras no, lo que nos lleva de vuelta a la encrucijada.
Carlos Sirvent
Mitchell S. (5) indica que el romance prospera con la novedad, el misterio y el peligro, y es dis- persado por la familiaridad. El amor duradero es -por tanto- una contradicción de términos Históricamente en la mayoría de las culturas ha habido una clara separación entre lo doméstico y lo erótico. Las personas casadas, frecuentemen- te por acuerdo mutuo, con la meta de procrear y mantener una vida de familia alcanzan “dere- chos” maritales legales. De esta manera. Eros era entonces reprimido o buscado en otro lugar. Actualmente, con grandes expectativas acerca de la sexualidad y del modelo de amor solidario, queremos combinar lo doméstico y lo erótico en una persona. Los seres humanos ansían tanto la seguridad como la aventura, lo familiar y lo nuevo Así que cuando las relaciones de pareja son predecibles y puestas a prueba con negocia- ciones, obligaciones, responsabilidades, tratos contractuales y demandas de nuestra necesidad de libertad y espontaneidad se vuelven más reprimidas. Quizás esto explique por que las parejas son particularmente vulnerables a las aventuras durante los años que tienen hijos, cuando los matrimonios sin apoyo de sus fami- liares y las obligaciones hacia la comunidad les abruman. Cuanto más estrecha sea nuestra construcción del matrimonio y la vida familiar, mayor será nuestra urgencia por encontrar la libertad en algún otro lugar. Mitchell no habla directamente sobre affairs, se refiere a las difi- cultades de manejar esta división entre lo previ- sible y lo nuevo. Esta implícito en lo que dice que cuando manejamos mal nuestras contradiccio- nes encogiendo el deseo, creamos paradójica- mente las condiciones ideales para una transgre- sión sexual.
Swidler A, 2001(6) sostiene además que el mito tradicional americano del amor como compromiso de por vida y sacrificio de uno mismo se está ero- sionando, cediendo paso en su lugar a una noción emergente del amor basada principalmente en el crecimiento individual. Las representaciones ficti- cias de las relaciones amorosas representan nor- mas culturales, costumbres e ideales.
Buss, D. M., (7) también tiene una respuesta evolucionista a por qué, con una tasa tan eleva- da de divorcios, los seres humanos siguen
empeñados en casarse. Los niños de hogares estables son los que tienen una mayor probabi- lidad de prosperar. Como es natural, una familia con dos padres puede ser más inestable y des- gastarse más que una con un solo padre, pero el matrimonio contribuye a asegurar que una rup- tura del compromiso y la subsiguiente separa- ción de los cónyuges no será una decisión que se adopte caprichosamente. En realidad, la mayoría de las sociedades tienen costumbres y leyes que complican de un modo u otro el acto de la separación.
A propósito de la teoría del intercambio social del Thiebaut y Kelley (1952) (“los seres humanos actúan con otros seres humanos en el pleno reconocimiento de que sus actos serán de algu- na manera recompensados”) Sternberg, (1989 y
A raíz de dicho estudio definieron cuatro atribu- tos de las relaciones interpersonales cuyo peso específico aumenta en el transcurso de tres perí- odos temporales sucesivos: compartir los valo- res, voluntad de cambiar como respuesta mutua,
Fidelidad y compromiso en la relación de pareja (el trinomio fidelidad, compromiso y monogamia)
Se pidió a los participantes que eligieran de un lis- tado de 8 cualidades las 3 que más apreciaran. La sinceridad y la fidelidad (junto con el respeto en las mujeres) fueron las más valoradas. Destaca
poderosamente el atractivo físico como cualidad más importante para los varones (37,7% frente al 7%), lo que avala los postulados de Buss.
Fidelidad y compromiso en la relación de pareja (el trinomio fidelidad, compromiso y monogamia)
Fidelidad emocional
Fidelidad sexual
Qué es más importante (%)
Mujer Varón
Inteligencia Fidelidad Sinceridad Escuchar Atractivo Respeto
Qué valoras en tu pareja (%)
Los resultados confirman las tesis evolucionis- tas. Ambos sexos valoran principalmente la fidelidad social (57,95 y 56%), pero los hom-
bres valoran mucho más la fidelidad sexual (24,1% frente a 8,4%).
Resultados relevantes por sexo
Mujer Varón
Carlos Sirvent
Las mujeres opinan que la principal amenaza para el matrimonio es la falta de respeto (55%), lo que no es compartido por los varones que rele- gan dicha amenaza al 4º lugar (34%). Sin em- bargo los hombres valoran mucho la infidelidad
(47%), aspecto este al que las mujeres -a su vez- conceden mucha menos importancia (29%). Hombres y mujeres coinciden en señalar la pérdi- da del amor y la falta de comunicación como ele- mentos destacados.
Si
No
Está enamorado de su pareja (%)
Pérdida amor
Infidelidad Celos Falta comunicación
Falta respeto
Falta sexo
Qué amenaza el matrimonio (%)
Aunque el porcentaje de respuestas afirmativas es similar, sorprende que ningún varón asegure no estar enamorado. Nada menos que un 15% de
mujeres dice no estar enamorada de su pareja (¿son ellas más francas?).
Inseguro
Mujer Varón
Mujer Varón
Carlos Sirvent
de 17 a 29 de 30 a 49
Existe una persona predestinada para mi (%)
Esta pregunta esconde un mito del pensamiento mágico (como el del príncipe azul). Una creencia
que se va desmontando con la edad tal y como se observa ilustrativamente en la gráfica.
De 17 a 29 De 30 a 49
Cree en la fidelidad extrema (%)
Las respuestas a esta pregunta confirman que los jóvenes son más radicales al respecto. Sorprende, pues pudiera parecer que estas edades sean más tolerantes y abiertas. En definitiva, parece que la
fidelidad es cuestión de amor propio, y la infideli- dad es percibida como un atentado al yo y en con- secuencia proscrita por los jóvenes (en edad de autoafirmación).
Se pedía a los participantes que seleccionaran dos de las 8 opciones posibles (seleccionadas
de una exploración pre-test). Estos fueron los resultados.
Resultados relevantes según franjas de edad y sexo
Todas las edades consideraron la infidelidad y la falta de respeto como causas principales de ruptu- ra. La falta de pasión y de sexo era más importante
para los más jóvenes, y la rutina como causa de importancia creciente según avanza la edad.
Según edad
Fidelidad y compromiso en la relación de pareja (el trinomio fidelidad, compromiso y monogamia)
Infidelidad (^) Rutina Falta pasión
Conocer otra persona
Diferencia valores
Falta respeto
Falta de sexo
La relación la rompería la (%)
De 17 a 29
De 30 a 49
De 50 a 69
De 17 a 29
De 30 a 49
De 50 a 69
Las causas de ruptura son similares a las respon- didas en el apartado “amenazas para el matrimo- nio” con remarcables diferencias como la impor- tancia que cobran aspectos ausentes en aquel apartado como la pérdida del amor (40% y 47%
en mujeres y hombres) y los celos (23% y 16% en mujeres y hombres). Se mantienen en parecidos términos la infidelidad, la falta de respeto y la falta de comunicación como causas de ruptura.
Por sexo
La pasión Compromiso estar juntos
Ideales Los hijos La confianza
Qué rompería la relación (%)
62
53
46
5
16
32
18
12 8 9 9 5
8
14
57
59 60
(^14 )
7
Fidelidad y compromiso en la relación de pareja (el trinomio fidelidad, compromiso y monogamia)
Las diferencias aquí son enormes. Los más jóve- nes responden en un 62% que sí se puede que- rer simultáneamente a más de una persona. Las
cifras se invierten para los de más edad (un 30%) y los de edades intermedias (un 38%).
Por edad
De 17 a 29 De 30 a 49
Se puede querer a más de una persona a la vez (%)
Las diferencias entre hombres y mujeres son nota- bles. Las mujeres rechazan el amor simultáneo (un 68%) mientras que los hombres lo aceptan en
mucha mayor medida (un 47%). Son datos que abundan en las tendencias monogámicas de la mujer y poligámicas del hombre.
Por sexo
(^0) Mujer Varón
Se puede querer a más de una persona a la vez (%)
Las ciencias sociales en pleno abordan el binomio fidelidad-compromiso: la filosofía, la psicología, la religión, la sociología, la ética y la antropología dan sus propias definiciones de ambos conceptos. La monogamia sería el trasunto evolutivo de la fidelidad y el compromiso. Lo natural (que no lo aceptado) es la fidelidad social y la infidelidad sexual. Esto es algo que no sorprende a ningún profesional de las ciencias humanas y sociales pero que sigue sin ser asimilado por el conjunto de la sociedad. Admitiendo la clásica diferencia entre fidelidad sexual y social (o emocional), parece que
en el reino animal predomina la infidelidad sexual, representando la fidelidad social un mecanismo de recíproca salvaguarda que en muchas ocasio- nes tiene fecha de caducidad. Así pues, la pregun- ta lógica no es el por qué de la fidelidad sino por qué no ser infiel. Lo natural es ser infiel sexualmen- te pero no lo frecuente ni lo aceptado, aunque cada vez se aproximan más las cifras. Es decir; empleando el clásico ejemplo de que la caries es frecuente pero no natural (lo natural es una denta- dura sana), la infidelidad es natural pero no nor- mal. Los argumentos contra la infidelidad en virtud de lo expuesto se efectuarían “contra natura”.
Las convenciones sociales de orden moral desví- an arteramente la atención hacia el binomio infi- delidad-monogamia o fidelidad-monogamia que son conceptos independientes. La división fideli- dad sexual vs emocional algo aclara. Otros bino- mios mixtificados son fidelidad- compromiso, infi- delidad -antidependencia y compromiso- mono- gamia. En mi opinión la pregunta evolutiva no es ¿ por qué somos infieles? sino ¿ por qué somos fie- les ?, o, lo que es igual ¿cual es el origen de la fide- lidad y el compromiso? y no a la inversa. Un fiscal tiene que demostrar la culpabilidad del reo par-
tiendo de la presunción de inocencia. Yo parto de la presunción de que tanto la fidelidad como el compromiso representan potenciales de compor- tamiento que responden a expectativas sociales monogámicas. Notemos que la mayor parte de investigaciones se refieren a la infidelidad sexual. Los datos aquí presentados considero que ofre- cen una aproximación válida a la percepción feno- menológica y actitud social de la fidelidad, la infi- delidad, la monogamia y el compromiso.
Carlos Sirvent
Contacto: Carlos Sirvent • Fundación Instituto Spiral en Oviedo y Madrid. sirvent@institutospiral.com • C/Marques de Valdeiglesias 2 • 28004 Madrid
(1) Martín J C Fidelidad e Infidelidad en las Relaciones de Pareja. Nuevas respuestas a viejos interrogantes. ISBN: 987-02-0588-7. Editorial Dunken. 2004. Buenos Aires.
(2) Hagmann, M. More Questions About The Provider’s Role. Science, 02/05/99, Vol. 283 Issue 5403, p777.
(3) Cabrera S. R. INFIDELIDAD. Lima (Perú) En http: //es.scribd.com/doc/319943/INFIDELIDAD
(4) Teaching fidelity. By: Pittman, III, Frank S.; Wagers, Tina Pittman. Journal of Clinical Psychology , Nov2005, Vol. 61 Issue 11, p 1407-1419.
(5) Mitchell, S. Can Love Last? The fate of romance over time. (2003) W.W.Norton & Co, New York.
(6) Swidler A. Talk of Love. How Culture Matters. 2001 The University of Chicago Press.
(7) Buss, D. M.The E volution of desire: Stra- tegies of human mating (1994). NuevaYork: Basic Books.
(8) García P., Gómez L., Canto M. Reacción de celos ante una infidelidad: diferencias entre hombres y mujeres y características del rival_._
(9) Buss, D., Shackelford, T. K., Kirkpatrick, L A., Choe, J.C., Lim, H. K., Hasegawa, M, Hasegawa,
T. y Bennet, K. (1999). Jealousy and the nature of beliefs about infidelity: Test of competing hypothesis about sex differences in the United States, Korea and Japan. Personal Relation- ships , 6, 125-150. (10) Maureira F Bases biológicas de la monoga- mia y la fidelid ad (2011) Rev Gaceta de Psi- quiatría Universitaria , Santiago de Chile 2011; 7; 1: 59-68. (11) Fisher H. Anatomía del amor. (2007) Ed Ana- grama. (12) Sternberg R. El triángulo del amor. (1989) Ed Paidos. (13) Sternberg R. La experiencia del amor. (2000) Ed Paidos. Cambridge University Press.
(14) Barash D., Lipton J.E., El mito de la monoga- mia (2003). Editorial Siglo Veintiuno. (15) Pronk, TM (Pronk, Tila M.); Karremans, JC (Karremans, Johan C.); Wigboldus, DHJ (Wig- boldus, Daniel H. J.) How Can You Resist? Executive Control Helps Romantically Involved Individuals to Stay Faithful. Journal of Personality and Social Psychology , 100 (5): 827- 837 May 2011. (16) Kluwer, ES (Kluwer, Esther S.); Karremans, J (Karremans, Johan) Unforgiving Motivations Following Infidelity: Should We Make Peace