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Se explica la teoria de la acción social del Sociologo Max weber
Tipo: Apuntes
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Max Weber: la acción social y la creencia :::.. Introducción El tercero de los autores que denominamos previamente como clásicos es el alemán Max Weber. La “llegada” de Max Weber a la sociología transcurre por caminos distintos a los de Durkheim y Marx. Adelantándonos un poco a lo que luego desarrollaremos, podríamos decir que las preguntas sociológicas de Weber se encuadran en un marco más general de interrogantes acerca de la acción humana y de las posibilidades de conocer científicamente estas acciones. Veamos su biografía y sus trabajos para comenzar a comprender qué significa esto: Max Weber nace en Alemania en 1864. Toda su obra puede ser enmarcada en tres grandes temas: la discusión con el marxismo vulgar o economicista, su preocupación política sobre la consolidación del Estado alemán y la discusión académica acerca de las posibilidades de conocimiento científico de los fenómenos sociales. Estos tres temas que presentaremos a continuación se vinculan entre sí, creando una red en la cual Max Weber desarrolla su teoría. Sus principales obras son La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo (de 1904-1905) y Economía y Sociedad, que es publicado luego de su muerte en1920 por su esposa. Además, Weber tuvo una intensa actividad política fue miembro de la comisión redactora de la constitución de Weimar, es decir, de la Constitución que se dará el nuevo Estado Alemán posterior a la Primera Guerra Mundial. :::.. La discusión con el marxismo vulgar o economicista Weber discute con aquellos marxistas que explicaban la realidad social a partir
del desarrollo de leyes económicas. Para éstos, la historia y los modos de funcionamiento del capitalismo eran explicables a partir de un conjunto de leyes económicas que se iban deduciendo lógicamente unas de las otras. No es que Weber no vaya a formular ciertas leyes de funcionamiento de la realidad social, sino que lo que tiene muy en claro es que la realidad está compuesta por una multiplicidad de temáticas y cada una de ellas, a su vez, puede ser explicada desde distintas perspectivas. Es, en suma, una realidad caótica. ¿Qué quiere decir esto? No es algo por sí negativo. Por caótica debemos entender que es muy compleja, difícil de analizar e incluso de habitar en ella. ¿Qué hacemos las personas para vivir en una realidad que se nos torna incomprensible? Trazamos recortes: nos explicamos la crisis del país bajo el lema “son todos corruptos”, explicamos el comportamiento del compañerito de jardín de nuestro hijo diciendo que “es un malcriado” y aunque a veces recordamos que son explicaciones parciales, a la vez son las que nos permiten entender el mundo que habitamos. Lo mismo postula Weber respecto de la ciencia. Cuando afirma que la realidad es caótica, está señalando que el científico escoge solo una porción, una manera, un tema de estudio. Esta elección no puede desligarse de los valores del científico y es allí nuevamente donde encontramos, como en la primera unidad, a un cientista social que, en alguna medida, parte de su contexto (personal, académico, político) para, desde allí, intentar construir un conocimiento objetivo. Para Weber, esta elección subjetiva del tema de investigación es inevitable y en todo caso, debe ser aclarada por el científico y no ser pasada por alto como si no se tratara de una elección sino de una realidad objetiva. En el caso particular de Weber, por ejemplo, su preocupación por comprender teóricamente el mantenimiento de un orden (y de un orden legítimo, que ya veremos de qué se trata) es explicada en muchos de sus escritos más “políticos” al describir cuál
que coincidía favorablemente con el espíritu del capitalismo, con su afán de lucro.” Sin adentrarnos en qué constituiría para Weber esta ética protestante, nos interesa resaltar su modo de abordaje del problema: ante explicaciones fundamentadas desde una única explicación, como era el caso del marxismo economicista que explicaba todos los fenómenos sociales a partir del desarrollo de leyes económicas, Weber rescatará la importancia de las ideas, valores y creencias a la hora de intentar comprender la acción humana y más ampliamente, el desarrollo histórico de una sociedad. El plantear (como lo hiciera este marxismo) la sucesión de modos de producción que se van superando unos a otros por sus propias leyes de funcionamiento es para Weber un error. Frente a ello dirá, que el marxismo economicista explica la totalidad social desde un recorte sin reconocer esta operación (es decir, que se trata de un recorte, una parte de la vida social, en este caso, la economía) que en este recorte se dejan de lado las creencias, valores e ideas que también (tanto como las leyes lógicas del desarrollo de un sistema económico) transforman el mundo. y finalmente, que como la acción humana es indeterminada, es decir, que no se pueden anticipar completamente sus consecuencias, ni aún la ciencia puede predecir el curso de la historia La crítica entonces de Weber a este marxismo vulgar o economicista es que se convierte en una cosmovisión, en un modo de mirar el mundo desde una única perspectiva, descartando así la complejidad, la diversidad de elementos y las múltiples causas que conforman este mundo social. :::.. La preocupación política sobre la consolidación del Estado alemán En el momento en que Weber presenta su teoría Alemania es un país en el que rápidamente se ha desarrollado la segunda revolución industrial, se ha
consolidado el sistema capitalista, pero a la vez carece de un Estado que pueda reunir, aglutinar, las nuevas fuerzas sociales y políticas que han surgido a partir de estos cambios. Podríamos incluso aventurar que la preocupación de Weber por las creencias, los valores, lo que recién llamábamos el “espíritu”, parte en alguna medida de la observación de Weber de su propia realidad: una sociedad desmembrada y, especialmente luego de la Primera Guerra Mundial, desencantada. Sin embargo, a diferencia, por ejemplo, de Durkheim, Weber no confía en la posibilidad de rearticular la sociedad a partir de un nuevo tipo de solidaridad; por el contrario, se trata en este caso de un rotundo pesimismo que atraviesa todasu obra. Retomando la distinción entre comunidad y sociedad de Tönnies Weber ha descrito como pocos el pasaje de un tipo de relación basada en lazos afectivos a otra en la que impera el individualismo y la creciente racionalización de las relaciones humanas. Para Weber, esta es una tendencia imposible de frenar que llevaría a lo que llamó “la jaula de hierro” en donde el avance de la razón no llevaría solo al desarrollo técnico, sino también a un desencantamiento del mundo y a un progresivo aislamiento de los hombres, sometidos a una razón impersonal. La salida, si es que existiese, es mediante la recuperación de la política y de su pasión. Así, la tarea del político es muy distinta de la del científico: este solo puede decir cómo es el mundo, pero no construye juicios de valor acerca de cómo debería ser; mientras que sería precisamente el político el que debiera sustraerse de la técnica y (en todo caso haciendo uso de los conocimientos de la ciencia, que muestra los medios posibles) elegir a partir de sus valores, el fin, el objetivo. Es así como también debe entenderse su participación, como decíamos, en la redacción de la Constitución de Weimar que Alemania se daría después de la Primera Guerra. Cerremos entonces con una frase de Weber... La política estriba en una prolongada y ardua lucha contra tenaces resistencias para vencer; para lo que se requiere, simultáneamente, de pasión y mesura. Es del todo cierto , y así lo demuestra la historia, que en este mundo no se arriba jamás a lo posible si no se intenta repetidamente lo imposible (…) Únicamente
motivos de su acción: cuántas veces nos hemos oído diciendo “no sé por qué lo hice, no sé por qué actué así”. Sin embargo, esto no significa que nuestra acción no haya tenido un sentido, sino que a veces no somos plenamente conscientes de ello. Tampoco tenemos que entender por “sentido” algo racional, lógico o moralmente correcto. De allí que, para Weber, la sociología sea una ciencia que intenta comprender la acción y no un tipo de conocimiento que pretenda prescribir o señalar lo que “debería ser”. ¿Será por eso que a veces nos cuesta reconocer incluso ante nosotros mismos los motivos por los que actuamos? Ahora bien, lo que Weber considera el objeto de estudio de la sociología es un tipo particular de acción, la acción social. La acción social se orienta por acciones de otros, ya sean pasadas, presentes o aguardadas como futuras. Diremos entonces que, simplificando los términos utilizados, la acción es social cuando quien la realiza tiene de alguna manera en cuenta las acciones de otras personas. No es necesario que esas personas estén presentes: puedo comprar flores adelantándome a la alegría de mi compañero/a al momento de recibirlas. Tampoco toda acción es social por el hecho de incluir a más de una persona: siguiendo el ejemplo que brinda Weber, si dos ciclistas chocan accidentalmente no hay en principio allí acción social. Ahora, si viendo a un ciclista venir en mi dirección, decido abrirme del camino suponiendo que el otro no lo va a hacer, pues bien, allí ya sí podemos hablar de acción social, en el sentido de que mi conducta está orientada por la acción del otro. La acción no es social por ser homogénea o común a un conjunto de individuos: si en una tarde lluviosa, la gente se resguarda bajo los aleros de los negocios y yo hago lo mismo, aun cuando sea por imitación (no se me habría ocurrido protegerme de ese modo de la lluvia, pero cuando lo vi en otras personas, lo imité) no diremos que se trata de una acción social porque, nuevamente, mi acción no está en relación a la de los demás.
Hasta ahora, hemos intentado delimitar qué es una acción social ya que para Max Weber, La sociología es una ciencia que aspira a entender la acción social, interpretándola, para explicarla de ese modo causalmente en su desarrollo y efectos. El nuevo problema que se nos plantea es el que mencionábamos antes: ¿cómo entender la acción social? ¿Cómo saber cuál es aquel sentido por el cual los Este problema, que Weber lo circunscribe al campo de la ciencia, es también (tal como el mismo autor lo reconoce) un dilema filosófico y propio del habitar en un mundo cuyo sentido se nos escapa: ¿cómo podemos entender las acciones de los otros? ¿podemos alguna vez tener absoluta certeza de que nos comprendemos a nosotros mismos? ¿es necesario (e incluso posible) “ponerse en el lugar del otro” para comprenderlo? En nuestra vida cotidiana estamos permanentemente interpretando las acciones de los otros, atribuyéndoles un sentido. Este trabajo casi invisible que realizamos todo el tiempo forma parte de lo que en la Unidad 1 denominábamos nuestro “sentido común”. Si, retomando el ejemplo del regalo de un ramo de flores, lo recibimos de un ser querido, probablemente pensemos que lo hace porque nos quiere, nos tiene afecto y es ello lo que nos causa mayor alegría (y no las flores en sí). Tal vez, si ustedes tiene hijxs o sobrinxs, haya recibido de ellos alguna vez un collar realizado con fideos, o el dibujo de un garabato. Lo que nos pone felices de este tipo de acciones no es el regalo por sí mismo, sino el sentido que le atribuimos a aquel que nos lo regala. De la misma manera, si ese mismo ramo de flores proviene de quien no nos agrada o a quien creemos no agradar, probablemente (y un poco maliciosos) nos preguntamos “¿qué se trae entre manos?” y las flores dejarán de agradarnos porque no comprendemos su sentido o porque, peor aún, lo suponemos negativo, “mal-intencionado”. Como usted puede ver, este trabajo de interpretación, como decíamos más arriba, lo realizamos cotidianamente e incluso sin tener mucha consciencia de ello. Weber trabajará entonces sobre estas interpretaciones para construir modelos explicativos de la acción. Las diferencias entre los modelos de Weber y las interpretaciones cotidianas son las mismas que en la primera unidad señalábamos respecto del sentido común y las ciencias sociales: no tanto una
admitiría su accionar aun cuando ello le implicara un perjuicio para él o su equipo.
Por relación social se debe entender un comportamiento de varios individuos instaurado de acuerdo al sentido que encierra, recíprocamente y orientado por esa reciprocidad. Que dos o más individuos se vinculen recíprocamente no nos dice qué contenido debe tener esa reciprocidad: puede ser amor, odio, venganza, solidaridad, etcétera. E incluso puede suceder que sea distinto el contenido para unos y otros (el obrero trabaja para obtener un salario, mientras que el empresario que lo contrata pretende la máxima ganancia y por lo tanto intentará pagarle lo mínimo que sea posible). Sin embargo, aún cuando los sentidos que las personas atribuyen a su acción sean distintas, actúan teniendo en cuenta las motivaciones del otro (condición primera para que podamos decir que la relación social cumple las características de la acción social). Algunas de ellas son pasajeras, transitorias, otras en cambio perduran incluso más allá de nosotros, “sedimentando” comportamientos, motivaciones, pautas. Por ejemplo, cuando hablamos de familia como relación social, no nos referimos a la suya o a la nuestra, sino a ese modo particular de vincularse de las personas orientadas por esa determinada reciprocidad, en este caso: el vínculo familiar. Así podemos pensar que las relaciones sociales aun cuando perduran en el tiempo, si bien mantienen muchas de sus características, también pueden cambiar en la medida que las personas en ellas implicadas las van modificando. 7 Weber, M. : Economía y sociedad, ed. FCE, México D.F., 1998. Posiblemente hace unos años el rol del padre dentro de la familia era muy distinto del que en estos días vemos: su mujer y sus hijos se vinculaban con él de acuerdo a ciertas creencias respecto de lo que ese vínculo era y de cómo debía ser. Muchas de aquellas ideas han sido reformuladas y hoy los padres cumplen tareas que en otro tiempo eran típicamente atribuciones de la mujer, como cuidar de los chicos, preparar la comida, hacer las compras o cambiar pañales. Decimos entonces que la familia, como relación social cambió: