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“Existe un valioso material técnico anónimo consultado que propone criterios de diseño basados en el aprovechamiento de la topografía andina, el uso de materiales naturales y la autosuficiencia térmica, los cuales coinciden con los lineamientos de esta investigación…”
Tipo: Ejercicios
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Había una vez una hermosa y curiosa ángel que bajaba a la tierra de su familia, los humanos para espiarlos, su nombre era Anaciel. Ella amaba su música, bailes y fiestas, ya que en el paraíso aquellas actividades mundanas estaban prohibidas. Moría de ganas de participar de uno de esos festejos, pero al no poder ocultar sus alas observaba a aquel pueblo desde la oscuridad del bosque que estaba junto a él. Así, esperaba a que la música comenzara y bailaba en soledad entre medio de aquellos árboles. Un día fue descubierta por un demonio que también visitaba la tierra en busca de diversión, pero no era cualquier demonio, este era un príncipe, un Diablo llamado Noré. A él le entretenía verla bailar, le parecía graciosa y muy bella. Como todo Diablo era un maestro del engaño y por ende podía tomar la forma que él quisiese, así que se transformaba en diferentes animales para estar cerca sin que Anaciel lo notase, hasta el momento en que decidió hacerse presente ante ella. Le confesó que hacía un tiempo la observaba en secreto y le preguntó que buscaba en la tierra, ya que sabía que las leyes de los ángeles eran más rigurosas y tenían prohibido el contacto con los humanos, no así los demonios que podian hacer y deshacer a su gusto. Ella tímidamente respondió que amaba las fiestas que hacían, pero al no poder participar en ninguna permanecía oculta allí para admirarlos de lejos. Fue entonces cuando una idea cruzó la mente de Noré - Yo puedo ir y venir entre los humanos, con mi magia logro cambiar mi apariencia. Si lo deseas puedo hacer lo mismo contigo - le propuso
Anaciel no podía evitar dudar, desde pequeña le habían enseñado que no debía confiar en los demonios, que eran seres malos. Pero su deseo de poder participar en una de esas fiestas era tan grande que decidió aceptar su propuesta. Así el diablo uso su magia, ocultó las alas de ella y cambió su color de cabello, luego hizo lo mismo sobre él para desaparecer sus cuernos y cambiar sus rasgos. Anaciel estaba sorprendida, nunca había visto una habilidad así, definitivamente él era un ser poderoso. Noré la tomó de la mano y la llevó hasta el pueblo, la ansiedad se iba haciendo cada vez más fuerte en el pecho de ella. Al llegar pudo descubrir que aquella música provenía de una alegre taberna cuyos clientes siempre estaban dispuestos a celebrar. Ella no podía ocultar el brillo en sus ojos y él, galante, la invitó a bailar
algo lo hacemos con más fuerza que ningún otro...- terminó mirándola directo a los ojos. Anaciel se sentía muy tímida a su lado, aquel Diablo la hacía estremecer con sus palabras tan directas, tenía una personalidad avazayante. Él era consciente de ello y parecía divertirse avergonzandola.
Él la esperó nervioso en aquel bosque, pero nunca apareció, y así varios días más. El Diablo se sentía morir por dentro, necesitaba saber que había ocurrido con su amada, pero no quería iniciar un conflicto con los ángeles, necesitaba pensar claramente las cosas. Hasta que finalmente ella un día regresó a él. Allí le contó que sus superiores la habían descubierto, pero que creían que mantenía una relación con un humano, como castigo por ello la encerraron por unos días para que reflexionase. Pero en cuanto pudo nuevamente escapó. Noré sabía que los ángeles eran muy rigurosos con quienes rompían las normas y que los próximos castigos sólo serían peores. A él nada le ocurriría, pues en su mundo era un príncipe y se hacía su voluntad. Pero la peor parte la llevaría ella y no podría hacer nada para salvarla pues su límite era entrar en guerra con ellos. Aquella situación despertaba toda la furia del Diablo, pero Anaciel con su dulzura lograba aplacarlo diciendo que podía soportarlo. Esa noche ella le pidió que no pensase en nada más que amarla y Noré respeto cada uno de sus deseos. Cuando llegó el momento de despedirse - No te vayas, quédate aquí conmigo. Si regresas ahora a tu mundo temo no volver a verte...- le pidió él
¡De la oscuridad emergió un segundo ángel que venía persiguíendola - Anaciel si no regresas ahora mismo perderás tus alas y quedarás condenada al destierro! - exclamó
Finalmente, el tan temido momento llegó, era la hora de despedirse. Fueron hasta el bosque en el medio de la noche como ella prometió, se entregaría por propia voluntad. Allí la estaba esperando un ángel, un poderoso guardián, para llevarla de regreso. Iban tomados de la mano, aquella imagen impactó al guardián, comprobó que lo que le habían dicho era verdad, un ángel y un diablo juntos entre los humanos. Una inmensa tristeza invadió el pecho de Anaciel, no quería soltar la mano de su amado, él también se resistía a la idea de que se fuese. Resignada, se colocó frente a él, aunque casi no podía ni mirarlo, y con un tímido beso le dijo adiós. Comenzó a caminar en dirección a aquel guardián, pero a mitad de camino se detuvo, volvió corriendo sobre sus pasos y abrazó con todas sus fuerzas a Noré.
Sus superiores decidieron que lo mejor era no mencionar el tema y todo quedó como si nada de eso hubiese existido. El tiempo pasó y la curiosidad de ella por la música humana despertó, haciéndola regresar a esa tierra, esta vez seguida a escondidas por un guardián. Pero al constatar que no había rastros del Diablo la dejaba ir en soledad por el bosque. Una extraña sensación abrazaba el cuerpo de Anaciel, como si hubiese olvidado algo que era muy importante, pero por más que lo intentaba no podía recordarlo. Al igual que antes de que todo comenzara, cuando la música del pueblo llegaba hasta donde ella estaba bailaba sola entre medio de los árboles, o quizás no tan sola, si no en compañía de un pequeño y hermoso pájaro de color violeta que siempre estaba rondándola en el lugar, llegando incluso a posarse en sus manos. Anaciel, ni siquiera aquel guardián, podían imaginar que esa ave era Noré que, cumpliendo su promesa, cada noche esperó su regreso. Pero esta vez para amarla desde la distancia, en silencio. Verla sonreír era suficiente para él, por ahora. Porque la amaba tal cual era, con sus hermosas alas, no quería que las perdiese por estar a su lado, no necesitaba que ella hiciese un sacrificio por amor, pensaba que no era justo que sufriese de esa forma. El Diablo era un Diablo, pero cuando amaba lo hacía de verdad, sin egoísmo. Aquel ángel se había llevado su corazón, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por su bien, y en ese momento sintió que aquello era lo mejor, hasta que llegase el día en pudiesen estar juntos. A veces amar de verdad significa dejar en libertad, y la libertad en algunas ocasiones implica tener que olvidar.
(No es mío )