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Describe como realizar una evaluación clínica para saber si un niño tiene retraso psicomotor.
Tipo: Apuntes
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patía o problema de los órganos de los sentidos (visión y audición).
El retraso psicomotor es el motivo de consulta del 11-12% de las primeras vi-
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Evaluación y manejo del niño con retraso psicomotor. Trastornos generalizados del desarrollo
Sección Neuropediatría. Hospital Universitario Miguel Servet. Zaragoza. España.
Javier López Pisón, jlopezpi@salud.aragon.es Los autores declaran no presentar conflictos de intereses en relación con la preparación y publicación de este artículo.
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sitas de la consulta de Neuropediatría del Hospital Miguel Servet de Zaragoza. Más del 50% de los casos obedece a encefalopatías prenatales (incluidos problemas genéticos y disruptivos pre- natales), y la mayoría restante se trata de retrasos psicomotores madurativos o casos de desarrollo psicomotor en el lí- mite de la normalidad. En la mayor par- te de los niños afectos de encefalopatía perinatal, el diagnóstico se obtiene a partir del seguimiento que se realiza como consecuencia del sufrimiento pe- rinatal; el retraso es, en los casos en que se da, una manifestación encontrada, no un motivo de consulta. Las enferme- dades de la unidad neuromuscular son mucho más raras. Entre los diagnósticos funcionales, de los niños que consultan por retraso psicomotor, alrededor de un 45% tendrá retardo mental, un 15% trastorno del espectro autista y un 17% parálisis cerebral infantil. Cada niño puede tener uno solo de estos tres diag- nósticos funcionales, dos, o los tres. Aproximadamente el 10% padecerá epilepsia. En nuestra experiencia, apro- ximadamente un 70% de los casos de retraso psicomotor patológico o retardo mental no tiene un diagnóstico etiológi- co establecido1-5. El pediatra está involucrado en la valo- ración del desarrollo psicomotor y en el
manejo de sus trastornos en todos sus aspectos: detección, diagnóstico, infor- mación e intervención, en un proceso di- námico interrelacionado.
La detección de un problema de desa- rrollo debe ser precoz. Corresponde en primera instancia a los padres, y también al personal de guarderías y colegios y a los pediatras de Atención Primaria (AP). Se debe determinar si se trata de un niño sano o un niño de riesgo biológico, y si existe un trastorno del desarrollo o un problema neurológico. Se plantean tres opciones:
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En la valoración del desarrollo psico- motor tratamos de averiguar si un niño a una determinada edad ha adquirido una serie de funciones, “ítems”, propias de esa edad. Para la valoración del desarro- llo psicomotor disponemos de:
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los 18 meses de edad en el caso de los prematuros). Hay que valorar que realice los elementos que que- dan a la izquierda de la línea traza- da o aquellos que atraviesa la lí- nea. La constatación de la falta de adquisición de dichos elementos en una o varias áreas, así como la presencia de señales de alerta, nos llevarán a la sospecha de un retra- so psicomotor. En la valoración del desarrollo psico- motor deben considerarse las áreas ma- nipulativa o motora fina, motora grosera o postural, personal y social, y del len- guaje. Además, deben siempre contem- plarse los aspectos sensoriales: si el niño ve y oye. Cada una de estas áreas tiene un signi- ficado diferente, y la valoración del desa- rrollo psicomotor será incompleta si no los consideramos todos. En cada visita debemos recorrer mentalmente los cinco aspectos, incluido el sensorial, pues la existencia de retraso en diferentes áreas orienta a distintos problemas. El retraso motor grueso se da en la pa- rálisis cerebral infantil, en enfermedades de la unidad neuromuscular, y con fre- cuencia es la forma de presentación ini- cial de la deficiencia mental o diversas encefalopatías con preferente afectación de funciones cognitivas.
Un retraso aislado del lenguaje puede deberse a deficiencia mental, a problema madurativo aislado del desarrollo del len- guaje o a hipoacusia. Es fácil comprender la trascendencia de su adecuada inter- pretación. Un defecto predominante o exclusivo de lo personal-social se da en el trastorno del espectro autista (TEA). Un niño ciego o sordo puede mostrar un retraso global, que mal orientado será poco o mal estimulado, lo que agravará el problema, incluyendo la dificultad de valorarlo. Es fundamental considerar las variacio- nes fisiológicas del desarrollo, determina- das por factores genéticos y ambientales. De la misma manera que hay niños tar- danos en el crecimiento que pueden lle- gar a ser muy altos, hay niños cuyo desa- rrollo psicomotor es lento pero acaban siendo normales. El recién nacido no ha completado la maduración del sistema nervioso central (SNC). La mielinización, que se completa pasados los diez años, se produce fundamentalmente entre el séptimo mes de gestación y el segundo año de vida. La organización neuronal se produce entre el sexto mes gestacional y varios años postnatales. El desarrollo es- tructural del sistema nervioso presenta una amplia variabilidad entre diferentes niños. En el desarrollo funcional la varia-
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de lo señalado en las gráficas. Por otro lado, lo que es más importante, un 10% de los niños normales en el test de Den- ver y un 5% en la Taula cumplen con un determinado ítem más tarde de lo refleja- do en las tablas. Se admite arbitrariedad al considerar en algunos casos un determinado ítem dentro de una u otra área del desarrollo. La valoración del desarrollo psicomotor no es fácil, no se puede hacer con prisa ni de forma rutinaria, y con frecuencia pre- cisa de reevaluaciones sucesivas. En todo caso debe siempre realizarse con sentido común.
Es útil para el trabajo diario considerar una serie de signos que orienten a la po- sibilidad de un problema del desarrollo. A cualquier edad: macrocefalia (perí- metro cefálico [PC] > +3 desviaciones estándar [DS]), microcefalia (PC < – DS), estancamiento del PC (tres o más meses sin aumentar), movimientos ocu- lares anómalos excluido el estrabismo (movimientos erráticos, nistagmus, ojos en “sol poniente”), otros movimientos anómalos (actitudes distónicas, hiperex- tensión cefálica, movimientos cefálicos repetitivos de afirmación o negación), dismorfias obvias, arreflexia osteotendi- nosa generalizada.
A partir de edades concretas:
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Por otro lado, la normalidad del desa- rrollo psicomotor no excluye la existencia de patología neurológica. Niños con he- miparesia, distonía o retraso mental mo- derado pueden estar dentro de la pobla- ción normal en el momento de adquirir todos los ítems del desarrollo.
En la exploración física se obtienen los siguientes datos:
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mente fija o con problemas cognitivos o conductuales sin diagnóstico establecido. Es difícil establecer límites y no dispo- nemos de “evidencias” que justifiquen dichos estudios. Es un reto adaptar y ac- tualizar las estrategias diagnósticas a los continuos y rápidos avances científicos y tecnológicos y a las exigencias de los usuarios y sociales.
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retraso mental: una historia fami- liar de retardo mental y un retraso de crecimiento intrauterino; aña- didos a otros datos sugestivos de cromosomopatía (microcefalia y baja talla, macrocefalia y talla alta, dismorfia facial y anomalías con- génitas en manos, corazón o geni- tales) incrementan la probabilidad de identificar anomalías genéticas en niños con retardo mental. El array-CGH permite identificar hasta un 20% de alteraciones en retrasos mentales de causa no identificada.
deficiencias mentales idiopáticas, no son identificables por medio de la neuroimagen. Esto explica por qué la neuroimagen es con frecuencia normal en muchos niños con proble- mas del desarrollo, incluso muy se- veros.
Los esfuerzos diagnósticos en Neuro- pediatría se dirigen a esclarecer diversas cuestiones:
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los porqués. Sin embargo, se debe evitar que el diagnóstico oculte la individuali- dad. La “etiqueta diagnóstica” no impli- ca la pérdida de la individualidad de cada caso, con sus particularidades no implíci- tas en el diagnóstico. En general no se deben dar altas por la posibilidad de beneficiarse de avances,
especialmente en el terreno diagnóstico. Todo niño sin diagnóstico cerrado debe ser periódicamente replanteado, inclu- yendo la valoración de repetición de exá- menes complementarios o de realización de estudios no disponibles en valoracio- nes previas.
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