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ETICA, MORAL Y DEONTOLOGIA, Diapositivas de Ciencias del Comportamiento

Indice contenido de etica, moral y deontologia

Tipo: Diapositivas

2022/2023

Subido el 19/05/2025

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SOBRE LA DISTINCIÓN
ENTRE ÉTICA Y MORAL
On the Distinction between Ethics and Morality
Gustavo Ortiz Millán*
Resumen
En este artículo argumento que la distinción entre los términos “ética” y “moral”
es estipulativa y que nada nos impone un cierto significado de los términos: ni su
etimología ni la tradición filosófica. Argumento específicamente en contra de una
estipulación según la cual “ética” se refiere a la afirmación de la conciencia indi
vidual autónoma o auténtica, mientras que “moral”, a la esfera de la observancia
de reglas impuestas por la sociedad. Si el propósito de la estipulación es mostrar
la mayor importancia relativa de la primera sobre la segunda, por sí sola, esta dis
tinción no nos da ninguna justificación de por qué la conducta ética es superior a
la moral. Nada realmente significativo, fuera del ámbito de la teoría que hace la
distinción, depende de la estipulación terminológica entre “ética” y “moral”.
Palabras clave
ética, moral, etimología, autonomía, autenticidad
Abstract
This paper argues that the distinction between the terms “ethics” and “morality”
is stipulative and nothing imposes on us a certain meaning of the words, neither
their etymology nor the philosophical tradition. Specifically, I argue against a sti
pulation according to which “ethics” refers to the affirmation of the autonomous
Gustavo Ortiz Millán, Instituto de Investigaciones Filosóficas, Universidad Nacional Autónoma
de México. Correspondencia: Circuito Mario de la Cueva s/n, Ciudad Universitaria, Ciudad de
México 04510. gmom@filosoficas.unam.mx.
* Presenté versiones anteriores de este texto en un coloquio de la Universidad Autónoma
Metropolitana y en un seminario de metaética en la Universidad Nacional Autónoma de Méxi
co, donde me beneficié de los comentarios de los participantes. Quiero agradecer especialmen te
a Leticia Flores Farfán, Elizabeth Mares, José Molina y Paulina Rivero Weber por su lectura
del ensayo, así como por sus sugerencias y comentarios. Agradezco a la Dirección General de
Asuntos del Personal Académico de la unam por el financiamiento que me dio para la realiza
ción de este proyecto.
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SOBRE LA DISTINCIÓN

ENTRE ÉTICA Y MORAL

On the Distinction between Ethics and Morality

Gustavo Ortiz Millán*

Resumen En este artículo argumento que la distinción entre los términos “ética” y “moral” es estipulativa y que nada nos impone un cierto significado de los términos: ni su etimología ni la tradición filosófica. Argumento específicamente en contra de una estipulación según la cual “ética” se refiere a la afirmación de la conciencia indi vidual autónoma o auténtica, mientras que “moral”, a la esfera de la observancia de reglas impuestas por la sociedad. Si el propósito de la estipulación es mostrar la mayor importancia relativa de la primera sobre la segunda, por sí sola, esta dis tinción no nos da ninguna justificación de por qué la conducta ética es superior a la moral. Nada realmente significativo, fuera del ámbito de la teoría que hace la distinción, depende de la estipulación terminológica entre “ética” y “moral”.

Palabras clave ética, moral, etimología, autonomía, autenticidad

Abstract This paper argues that the distinction between the terms “ethics” and “morality” is stipulative and nothing imposes on us a certain meaning of the words, neither their etymology nor the philosophical tradition. Specifically, I argue against a sti pulation according to which “ethics” refers to the affirmation of the autonomous

Gustavo Ortiz Millán, Instituto de Investigaciones Filosóficas, Universidad Nacional Autónoma de México. Correspondencia: Circuito Mario de la Cueva s/n, Ciudad Universitaria, Ciudad de México 04510. gmom@filosoficas.unam.mx.

  • Presenté versiones anteriores de este texto en un coloquio de la Universidad Autónoma Metropolitana y en un seminario de metaética en la Universidad Nacional Autónoma de Méxi co, donde me beneficié de los comentarios de los participantes. Quiero agradecer especialmen te a Leticia Flores Farfán, Elizabeth Mares, José Molina y Paulina Rivero Weber por su lectura del ensayo, así como por sus sugerencias y comentarios. Agradezco a la Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la unam por el financiamiento que me dio para la realiza ción de este proyecto.

ISONOMÍA No. 45, octubre 2016, pp. 113- 114 GUSTAVO ORTIZ MILLÁN

or authentic individual conscience, while “morality” refers to the sphere of enfor cement of socially imposed rules. If the purpose of the stipulation is to show the greater relative importance of the former over the latter, by itself, this distinction gives no justification of why ethical behavior is superior to morality. Nothing rea lly significant, outside the scope of the theory that makes the distinction, depends on the terminological stipulation between “ethics” and “morality”.

Keywords ethics, morality, etymology, autonomy, authenticity

I. Definiciones estipulativas

S

uele haber cierta controversia acerca de las definiciones y la dis

tinción de los términos “ética” y “moral”. Algunos filósofos ven la distinción como una cuestión de crucial importancia para la filosofía moral, porque piensan que cada uno de estos términos tiene una exten sión definida y precisa y no se deben mezclar sus usos; sostienen que hay usos correctos e incorrectos de los términos. En esta distinción, nos dicen, hay en juego distintas concepciones de lo que es bueno y lo que es correcto. La distinción suele hacer referencia a dos esferas de la conducta humana bien delimitadas. Al distinguir estos dos términos se abre la posibilidad de que las dos esferas a las que se refieren se opon gan o entren en conflicto, de modo que pueda haber acciones que sean éticas, pero no morales, o viceversa, morales, pero no éticas; a muchos les parece que es importante la distinción, porque en casos de conflicto entre la moral y la ética tendríamos que saber cuál debería prevalecer sobre la otra, o en última instancia si sería mejor deshacernos de una en nombre de la otra.

En la vida diaria muy frecuentemente también escuchamos que la gente habla de que hay “aspectos éticos y morales” en torno a algún asunto, con lo cual implican que hay una diferencia entre los dos. Por ejemplo, se suele decir que alguien no puede ocupar un cargo públi co “por razones éticas y morales”, o que alguien se opone a hacer tal o

distintas teorías, pero creo que incluso esto no es posible, dada la diferente extensión de los tér minos para las diversas teorías éticas. (^2) Son numerosos los filósofos que distinguen estos dos términos de modos más o menos si milares. Paul Ricoeur, por ejemplo, afirma: “De modo convencional, reservaré el término de éti ca para la aspiración de una vida cumplida bajo el signo de las acciones estimadas buenas, y el de moral para el campo de lo obligatorio, marcado por las normas, las obligaciones, las prohibi-

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ca/moral es una distinción que deberíamos cuestionar y sobre la que no deberíamos poner tanto peso como algunos quisieran: nada realmen te significativo en la práctica (es decir, fuera de un ámbito intrateóri co) depende de la estipulación terminológica entre “ética” y “moral” –en todo caso, nada para lo que no tengamos ya términos menos ambi guos–.

Quiero advertir que en este ensayo no intento proponer una nueva distinción entre “ética” y “moral” ni tampoco proponer una definición de lo que es la moralidad o la ética –lo que es notablemente difícil–. No creo que tenga sentido emprender esta tarea, ni son claros los benefi cios de tener una definición que sería dependiente de las distintas teo rías éticas y que, por lo mismo, estaría sujeta a constantes objeciones por parte de otras teorías y que, probablemente, no capturaría el sen tido que le damos a los términos “ética” y “moral” en la vida diaria. Creo que cotidianamente estos términos suelen ser más o menos inter cambiables y que no tendríamos por qué regular su uso, más que para propósitos específicos de teorías éticas particulares. Por otro lado, los filósofos morales han tratado de dar una definición del término “mora lidad” sin que hayan llegado nunca a ponerse de acuerdo. Habría que tener conciencia de este desacuerdo y simplemente tratar de especificar cómo se usan los términos.

ciones, caracterizadas a la vez por una exigencia de universalidad y por un efecto de coerción” (2002, p. 241). Se entiende que las acciones estimadas buenas lo son desde el punto de vista in dividual y no del de las obligaciones exigidas socialmente y que tendrían ese efecto de coerción del que habla Ricoeur. Ronald Dworkin, por su parte, hace una distinción similar cuando afirma: “Aquí uso los términos ‘ética’ y ‘moralidad’ en lo que podría parecer una manera especial. Los estándares morales prescriben cómo debemos tratar a los otros; los estándares éticos, cómo de bemos vivir nosotros mismos” (2011; este artículo resume la distinción que

aparece en Dwor kin (2010, pp. 13, 25 y passim )). Para Juliana González, “ética” es “equivalente a moral interior (autenticidad de la conciencia), que se distingue de la moral exterior (la norma impuesta), dan do lugar, en ocasiones, a la franca oposición entre la ‘ética’ y la ‘moral’”. Por si no fuera sufi ciente con esta distinción, González estipula significados distintos para otros términos relaciona dos, así, no sólo entre “ética” y “moral”, sino también entre éstas y la “Ética” (con mayúsculas), como disciplina filosófica; “morales”, que comprenden el orden deontológico que rige a los in dividuos en una sociedad; “moralidad en general”, que comprende el conjunto de fenómenos morales, y la “moralidad esencial o eticidad”, que es “la característica privativa del hombre, por la cual éste es moral en su ser mismo y existe siempre moralmente” (1986, p. 39, n. 1).

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II. ¿Nos impone significados la etimología?

La palabra “ética” proviene del griego, y puede tener dos distintas etimologías, que son complementarias. Una primera etimología nos dice que proviene de ἔ θοσ ( εοσ , τό , ἔ θω )^3 que significa “hábito”, “cos tumbre”, “estar acostumbrado”, como cuando Aristóteles afirma en la Ética nicomaquea: “Algunos creen que los hombres llegan a ser bue nos por naturaleza, otros por el hábito” (γίνεσθαι δ᾽ ἀγαθοὺς οἴονται οἳ μὲν φύσει οἳ δ᾽ ἔθει οἳ δὲ διδαχῇ) (1179b21), en donde “hábito” se opone a “naturaleza” ( φύσει ). En el libro II de esa misma Ética afir ma: “la ética […] procede de la costumbre, como lo indica el nom bre que varía ligeramente del de ‘costumbre’” (ἡ δὲ ἠθικὴ [ἀρετὴ]ἐξ ἔθους περιγίνεται, ὅθεν καὶ τοὔνομα ἔσχηκε μικρὸν παρεγκλῖνον ἀπὸ τοῦ ἔθους) (1103a17; véase también 1154a33). Según esta etimología, el término “ética” compartiría sus raíces con el término “etología”, del griego ἔ θοσ , costumbre, y λóγος, razonamiento, estudio o ciencia. La etología estudia el comportamiento de los animales, sus hábitos y sus costumbres, en el medio ambiente o en el lugar que se encuentren. Cu riosamente, la palabra griega ἦθος, que es la otra posible raíz del tér mino, también significaba “lugar acostumbrado”, “morada”, “refugio”, “guarida”, como por ejemplo, en Homero: ἤθεα ἵππων (Il. 6.511), en que se refiere al hábitat de los caballos, o en Heródoto, quien se refie re a la morada de los leones (Hdt.7.125). Éste es el significado arcaico del término ἦθος, que luego también se usaría para referirse a la mora da o a la habitación de los seres humanos, como en Heródoto, que lo usa como “lejos de su lugar acostumbrado” (ἔλεγον ἐξ ἠθέων τὸν ἥλιον ἀνατεῖλαι) (Hdt. 2.142).

evolucionado en Grecia a lo largo de muchos siglos. Había que traducir los términos griegos o acuñar nuevos. Cicerón optó por esta segunda opción y fue seguido por Séneca, quien afirma en sus epístolas: “Muy numerosos y grandes autores han dicho que hay tres partes de la filoso fía, la moral, la natural, y la racional” ( Philosophiae tres partes esse di xerunt et maximi et plurimi auctores: moralem, naturalem, rationalem ) (Sen. Ep. 89, 9); Quintiliano también lo sigue cuando afirma: “Esa par te de la filosofía moral es la ἠθική” ( pars illa philosophiae ἠθική mo ralis est dicta ) (Quint. Inst. 12, 2, 10; cfr. 6, 2, 8). Aunque, a partir de lo que afirma Quintiliano uno inferiría que la ética es sólo una parte de la filosofía moral y que éstas no tendrían la misma extensión. En todo

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caso, Cicerón, Séneca y Quintiliano, entre otros, optan por llamar “mo ral” aquello que los griegos llamaban “ética”, pero en el sentido de la disciplina filosófica que estudia las costumbres, que es un sentido que ya se había establecido entre los griegos, como lo prueba el que Aris tóteles hablara de una “teoría ética” (An. Post. 89b9), y en otros pasa jes se refiere a sus escritos como “los tratados éticos”, que son los que se refieren al estudio filosófico de las costumbres y del carácter (los tí tulos de las Éticas , por cierto, no se los dio Aristóteles, sino Andrónico de Rodas en el siglo I d.C.). En un primer sentido, entonces, “ética” y “moral” vendrían a ser sinónimos, dado que ambas se refieren al estu dio de las costumbres.

Muy probablemente “moral”, en el sentido de “ciencia de las cos tumbres”, determinó lo que posteriormente se llamarían “ciencias mo rales” –en oposición a las “ciencias naturales”–, que no estudiaban exclusivamente lo que hoy entendemos por “moralidad”, sino las cos tumbres y la sociedad en un sentido más amplio (incluirían mucho de lo que hoy entendemos por “ciencias sociales” y que incluyen la polí tica, la psicología, la historia y la economía, pero también mucho de lo que hoy día llamamos “humanidades”). Este fue el uso que prevaleció durante muchos siglos y que llega incluso a Adam Smith, para quien el estudio de la economía formaba parte de las “ciencias morales”.^4 Sin embargo, prevaleció el nombre de “ética” para el estudio de lo que hoy entendemos por “moralidad”, a pesar de que se suele tomar como sinó nimo de “filosofía moral”, que es un uso que, como vimos, ya encon

tramos en Cicerón y en Séneca. Ahora, la palabra “moral” proviene del latín mos, mōris, que es de etimología dudosa, pero quizá provenga de la raíz ma -, medida, y que sería propiamente una regla de vida que mide o guía; de ahí proviene “manera”, en el sentido de “costumbre”, “modo”, “uso” o “práctica”. De esa raíz proviene el término mōrālis , que se refiere a los modales. Pero también de ahí proviene el adverbio mōrālĭter, que quiere decir

(^4) Amartya Sen nos recuerda que “[n]o sólo fue el denominado ‘padre de la economía moder na’, Adam Smith, catedrático de Filosofía Moral de la Universidad de Glasgow […] sino que, durante mucho tiempo, se consideró a la economía una rama de la ética”. Sen también nos re cuerda que, hasta hace poco, la economía se enseñaba en Cambridge como una parte de la “Di plomatura en Ciencias Morales”. Sen, 1989, p. 20.

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“característicamente” o “de modo característico”. Cicerón usa el tér mino en el sentido de “uso”, como cuando afirma que algo va “con tra los usos civiles” ( contra morem consuetudinemque civilem ) (Cic. Off. 1, 41, 148); también lo usa como “costumbre”: “es la costumbre de muchas de las mismas cosas que ellos no quieren sobresalir” ( mos est hominum, ut nolint eundem pluribus rebus excellere ) (Brut. 21, 84). Sin embargo, hay un uso en el mismo Cicerón que podría interpretarse como “carácter”: “es de tan temperadas y moderadas costumbres que la suma severidad se conjuga con la suma humanidad”( est ita tempe ratis moderatisque moribus, ut summa severitas summā cum humani tate jungatur ) (Cic. Fam. 12, 27, 1). Encontramos un uso similar en Juvenal, quien afirma “es como su padre en carácter” ( morum quoque filius ) (Juv. 14, 52). De modo que se podría entender que, al igual que sucedía con el griego, las disposiciones de carácter estaban determina das por la costumbre.

En resumen, etimológicamente, “ética” querría decir, conjuntan do sus dos posibles etimologías, “carácter”, “morada” o “costumbre”. Por otro lado, “moral” significaría “costumbre”, pero habría también un sentido en el que significaría “carácter”. En otras palabras, etimo lógicamente los dos términos no difieren mucho uno del otro, tienen significados muy semejantes. No parece haber habido un sentido di ferenciado de los términos “ética” y “moral” en el mundo clásico (de hecho, los griegos poseían sólo el término “ética”), ni es claro que

bres, sin diferenciar entre distintos tipos de costumbres que hoy en día no concebiríamos como morales, como pueden ser las que tienen que ver con las convenciones, la etiqueta, la legislación o con distintos tipos de tradiciones, entre otras. Los conceptos de ética y de moral que tenían los antiguos eran mucho más amplios que los que tenemos actualmente. Esto nos muestra, en tre otras cosas, que lo que entendemos por el ámbito de la moralidad, y el objeto de estudio de la ética, han cambiado históricamente –de hecho, podríamos decir, son algo que varía de teoría en teoría, dado que lo que entiende, digamos, el aristotelismo es mucho más amplio que lo que entiende el kantismo–. Los términos “ética” o “filosofía moral”, entendidos como disciplina fi losófica, son mucho más restringidos hoy en día de como los griegos la entendían, como debe ser claro para cualquiera que haya leído la Ética Nicomaquea de Aristóteles, que tiene un enten dimiento mucho más amplio del objeto de estudio de la ética del que hoy tenemos (de hecho, él concebía a la ética como una parte de la política, mientras que hoy solemos pensar que son áreas contrapuestas). En la lista aristotélica de virtudes “éticas” encontramos mucho más de lo que actualmente entenderíamos por ese tipo de virtudes (como la magnanimidad, la moderación o aun la amistad). Incluso hoy, la extensión del término “ética” es mucho más restringida que en el siglo XVIII, como se puede inferir del ejemplo de Adam Smith o del de Hume, para quien las “ciencias morales” incluían la historia, la economía y las otras ciencias sociales, pero también la psicología. Véase, por ejemplo, su introducción al Tratado de la naturaleza humana para ver qué amplio es su entendimiento del término.

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do se dice, por ejemplo, que A actuó de X manera “por razones éticas y morales”, o que si la ética y la moral entran en conflicto, la primera debe prevalecer sobre la segunda, no tiene mucho sentido afirmar que A tenía, independientemente de sus razones morales, razones filosófi cas adicionales, y mucho menos decir que una disciplina filosófica, o consideraciones basadas en ella, deben tener prioridad sobre nuestras prácticas morales, a menos que se esté pensando en que nuestras ac ciones basadas en la reflexión filosófica de algún modo nos llevarán a comportarnos del mejor modo posible y éstas siempre serán superiores a nuestras prácticas morales preteóricas. Pero esto es cuestionable por varias razones. En primer lugar, porque, si le hacemos caso a Bernard Williams, las teorías filosóficas tienen un mal entendimiento de nuestras vidas éticas. Por eso, afirma, “estaríamos mejor sin ellas”:

Muchos errores filosóficos se tejen en la moral. Entiende mal las obli gaciones, al no ver que forman sólo un tipo de consideración ética. En tiende mal la necesidad práctica, al pensar que es peculiar de la ética. Entiende mal la necesidad práctica ética, al pensar que es peculiar de las obligaciones. Más allá de todo esto, la moral hace que la gente piense que, sin su muy especial obligación, sólo hay inclinación; sin su abso

luta voluntariedad, sólo existe la fuerza; sin su justicia en última instan cia pura, no hay justicia. Sus errores filosóficos son sólo las expresiones más abstractas de una mala concepción de la vida profundamente arrai gada y todavía poderosa (Williams, 1985 , p. 196).

Las teorías filosóficas de la moralidad, para Williams, sobredimen sionan el lugar que tienen las obligaciones dentro de nuestras vidas morales: están centradas en ese concepto y piensan que otros concep tos morales son secundarios o simplemente no los consideran; piensan que no hay más necesidad práctica que la que deriva de las obligacio nes; piensan además que las obligaciones morales no pueden entrar en conflicto unas con otras, de modo que estas teorías terminan negando que existan genuinos dilemas morales, es decir, que haya conflictos de valores reales. Teorías que llegan a este tipo de conclusiones no pueden realmente dar cuenta de nuestras vidas morales, diría Williams, por eso es que no podríamos decir que la conducta que se basa en estas teorías

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va a tener mayor valor que, o debería imponerse a, nuestra conducta preteórica que no se basa en teorías filosóficas. De hecho, afirma, debe ríamos rechazar esas teorías.^6

Curiosamente, Williams llama a la imagen que nos proponen las teorías filosóficas “el sistema de la moralidad” o en ocasiones, sim plemente la “moralidad”, y nos invita a rechazarla en nombre de la “ética”. Sin embargo, para Williams, “moralidad” es equivalente a teo ría ética (entiéndase teoría ética normativa, centrada en los conceptos de obligación, deber, lo correcto, lo bueno, etc.). Su rechazo de la mo ralidad debe entenderse, entonces, como un rechazo de las teorías fi losóficas y una afirmación de una postura antiteórica. Dicho rechazo se basa en los errores que conllevan las teorías filosóficas. La ética, en cambio, no es la creación de los filósofos, sino producto de la decisión del individuo de adoptar ciertos principios o modos de vida.^7

Tal vez como parte de la misma razón, supuestamente las teorías fi losóficas tratan de garantizar formas de comportamiento superiores a las de nuestra moral preteórica (también podríamos llamarla nuestra

a tomar decisiones morales y, en ocasiones, a tomar mejores decisiones que las que tomaríamos si decidiéramos de un modo completamente racional. En otras palabras, la moralidad no se reduce a la racionalidad. Por otro lado, cualquiera que estudie filosofía debería saber que ésta no es garantía de aumento de racionalidad. A fin de cuentas, como bien dice Platts, la idea de que el filósofo, en tanto filósofo, nos va a dar so luciones definitivas a nuestros problemas morales prácticos es una idea que debemos descartar. En todo caso, si el filósofo nos puede ayudar en la resolución de problemas morales prácticos es más probable que lo haga a través de la utilización del entrenamiento que tiene en el de sarrollo de capacidades de análisis (por ejemplo, de análisis conceptual y argumental) y de crítica. Es decir, la filosofía nos puede ayudar, pero no es garantía de moralidad correcta. En esto, según creo, coincidiría Aristóteles, porque si bien para él hay un estudio sobre los asuntos hu manos, piensa que ese estudio es distinto de la capacidad de deliberar sobre los asuntos prácticos, que es en lo que consiste la phrónesis.

En tercer lugar, hay razones empíricas para cuestionar que la filo sofía moral garantizaría de algún modo un comportamiento superior a

(^8) Sobre el conflicto entre relaciones personales y las demandas de la moralidad, véase LaFo llette, 1995.

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nuestra conducta moral preteórica. En una serie de artículos recientes, Eric Schwitzgebel ha argumentado que los filósofos morales profesio nales no son gente moralmente mejor que los no filósofos, cometen ac tos moralmente reprobables tanto o más que el resto de la gente.^9

Así, aunque la gente haga la distinción entre razones éticas y mora les, no es claro que esté pensando en que las primeras sean las razones que nos da una disciplina filosófica, mientras que las segundas proven gan, digamos, de las costumbres establecidas preteóricas. Creo que se refieren a otra cosa –como espero que quede claro a continuación–, y que no están pensando que las razones éticas son las que nos da la fi losofía moral. Dejemos de lado, entonces, la acepción de “ética” como disciplina filosófica.

IV. El uso basado en la tradición filosófica: Strawson y Hegel

He mencionado antes que se suele tomar la distinción entre “ética” y “moral” como equivalente a una distinción entre un orden moral in terior (el de los ideales individuales de vida) y un orden moral exterior (una norma impuesta socialmente), respectivamente. Muchos filósofos han procedido de este modo, pero en realidad no hay una tradición fi losófica que nos imponga una definición particular sobre otras. Quiero analizar aquí un par de ejemplos: el primero de ellos suscribe una dis tinción como la que he mencionado, el otro, una radicalmente opuesta. P. F. Strawson, en su clásico artículo “Moralidad social e ideal in dividual”, distingue entre “moral”, que es la esfera de observancia de reglas que posibilitan la existencia de una sociedad, y “ética”, que se refiere a la esfera de los ideales individuales de vida. La región de lo ético

es la región en donde hay verdades sin que haya verdad; o, en otras pa labras, que la exigencia de ver la vida como algo estable y como un todo es absurda pues ninguna de ambas cosas puede hacerse. […] La re gión de lo ético, entonces, es una región de diversas imágenes o cuadros

(^9) Véase, por ejemplo, Schwitzgebel y Cushman (2012) y Schwitzgebel y Rust (en prensa).

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ideales de una vida humana, o de la vida humana, imágenes ciertamen te incompatibles entre sí y puede que recíprocamente contrapuestas en la práctica.

La esfera de la moral, en cambio,

es la esfera de la observancia de las reglas de modo tal que la existencia de algún conjunto semejante de reglas es una condición de la existencia de una sociedad. Esta es una interpretación mínima de la moralidad. Re presenta lo que podría denominarse literalmente un tipo de convenien cia pública: de primera importancia en tanto que condición de todo lo

de los términos en un sentido contrario: que lo ético refiera a lo co lectivo, mientras que lo moral remita al plano individual. Así procede Hegel, quien hace la distinción utilizando los términos alemanes Sitt lichkeit y Moralität. Sittlichkeit se ha traducido de diversos modos, como “eticidad”, “vida ética”, “mundo ético”, “ética objetiva” o “ética concreta” y proviene de Sitten , “costumbre”. Sitte no es nunca una cos tumbre individual y deliberadamente escogida, como cuando decimos que una determinada práctica “es mi costumbre”. Hegel lo utiliza para referirse al aspecto propiamente comunitario en el que descansan las costumbres, y que está regido por normas y prácticas sociales, pero que al mismo tiempo posibilita la moralidad individual –coincidiendo en esto con Strawson–. Por otro lado, “moralidad” se refiere al ámbito de la conciencia y la acción individual (“moralidad individual”, “morali dad de la conciencia”).^10 Como sucede en ocasiones con Hegel, los pa sajes relevantes son relativamente oscuros y por eso tal vez sea mejor recurrir al resumen que hace Charles Taylor de la concepción hegeliana de estos dos términos:

(^10) Sin embargo, el uso de Hegel difiere del uso que tradicionalmente le habían dado los filó sofos anteriores a él, quienes no distinguían entre Sittlichkeit y Moralität. Para Kant o Fichte, eran casi sinónimos. Sobre esto, nos dice Michael Inwood: “Así, la Metaphysik der Sitten [ La metafísica de las costumbres ] aborda la ética en general, no las costumbres, y para Fichte Sitten lehre (literalmente la ‘doctrina de las costumbres’) es equivalente a ‘filosofía moral’. Otras pa labras derivadas de Sitte se mueven en la misma dirección: una Sittengesetz es una ley o norma ética, especialmente, para Kant, una certificada por la razón, no por la costumbre, y, a pesar de que es válida para todos los seres racionales, por el individuo, no por la comunidad. El adjetivo sittlich se equipara con ‘moral’ o ‘ético’, y el sustantivo abstracto Sittlichkeit con ‘moralidad’” (Inwood, 1992, p. 92).

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La Sittlichkeit se refiere a las obligaciones morales que yo tengo hacia una comunidad viva de la que formo parte. Estas obligaciones se basan en normas y usos establecidos, y por ello la raíz etimológica de Sitten es importante para el empleo que le da Hegel. La característica decisiva de la Sittlichkeit es que nos ordena producir lo que ya es. Esta es una ma nera paradójica de plantearlo, pero en realidad la vida común que es la base de mi obligación sittlich ya está en existencia. Y en virtud de que es un asunto vivo tengo estas obligaciones; y mi cumplimiento de es tas

obligaciones es lo que la sostiene y la mantiene viva. Por tanto, en la Sittlichkeit no hay brecha entre lo que debe ser y lo que es, entre Sollen y Sein. De Moralität puede decirse lo contrario. Tenemos aquí una obliga ción de realizar algo que no existe. Lo que debe ser contrasta con lo que es. Y conectada con esto, la obligación me es impuesta, no en virtud de ser parte de una más grande vida comunitaria, sino como voluntad ra cional individual.^11

La Moralität , para Hegel, se identifica con la obligación moral como la entendía Kant, es decir, como aquella que se impone el individuo a sí mismo (como parte de una comunidad de individuos racionales). Para Hegel, la moralidad kantiana es una ética del individuo desprovista de todo contenido; ese contenido sólo se encuentra en una Sittlichkeit , es decir, en las costumbres vivas de la comunidad de la que el individuo forma parte.

Si en otras estipulaciones es la ética (entendida en un sentido de au todeterminación individual), la que debe prevalecer sobre la morali dad (entendida como el conjunto de obligaciones que nos impone la sociedad), en Hegel, los sentidos se invierten: es la eticidad (entendida como el mundo comunitario con obligaciones que se basan en costum bres establecidas) la que prevalece sobre la moralidad (entendida como moral interior e individual). La moralidad individual sólo alcanza su plena realización en el mundo comunitario de la Sittlichkeit; la vida co lectiva de la polis es donde se encuentra el significado y la esencia de la vida individual. Curiosamente, tanto Hegel como otros contemporá

(^11) Taylor, 1983, pp. 162-163. Los pasajes relevantes de Hegel se encuentran en su Principios de la filosofía del derecho (1988, partes II y III, esp. §135), así como en El sistema de la eticidad (1982, pp. 152 y passim ).

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neos suyos (como Schiller y Herder) veían en la polis griega la mani festación más clara de una unidad armónica que le daba sentido a las vidas individuales, y sin la cual éstas carecían de sentido.^12

Al contraponer las concepciones de Strawson y de Hegel, he queri do simplemente poner de manifiesto cómo se pueden estipular usos di

de normas impuestas por la sociedad, pero que podría conducir a una postura, digámoslo así, de avasallamiento hegeliano del individuo.

V. La vida ética como autonomía y autenticidad

Quiero centrarme ahora justamente en la distinción entre “ética” y “moral” en términos que identifican al primero con el ideal indivi dual de vida autogobernada, mientras que al segundo, con la obser vancia de un sistema de normas socialmente impuestas.^14 Como he observado antes, ésta es una distinción que no encontramos en el mun do antiguo y que puede resultar en una lectura anacrónica de ciertas actitudes de personajes de ese periodo. Con estos significados, se tra ta de una distinción propiamente moderna, en la que la figura del in dividuo tiene cada vez mayor peso sobre la figura de la comunidad –más precisamente, fuera de Hegel, no creo que encontremos en la historia de la filosofía moderna o contemporánea filósofos que hagan la distinción entre “ética” y “moral”, sino hasta bien entrado el siglo XX–. Los filósofos que quiero examinar a continuación no hacen la distinción, pero son quienes de algún modo dan pie a una manera de distinguir entre nuestros dos términos.

Habría por lo menos dos modos de entender la idea según la cual el comportamiento ético, a diferencia del moral, es producto de la con ciencia individual independiente de los mandatos impuestos por la so ciedad: la primera lectura pondría énfasis en el concepto de autonomía , la segunda, en el de autenticidad. Ambos son conceptos con connota ciones claramente individualistas. Aunque estos dos conceptos pueden, de algún modo, estar relacionados, son conceptos diferentes y tienen cargas teóricas muy distintas.

(^14) Véase la nota 2 para ver algunos ejemplos de filósofos que hacen la distinción en términos similares.

ISONOMÍA No. 45 octubre 2016, pp. 113- SOBRE LA DISTINCIÓN ENTRE ÉTICA Y MORAL (^) 131

La idea de autonomía personal está basada en el supuesto de que el individuo tiene la capacidad de vivir su propia vida según las razones y los motivos que toma como propios y que no son producto de fuer

zas externas fuera de su control. “En particular–afirma Steven Lukes–, un individuo es autónomo (en el plano social) en la medida en que, enfrentado a determinadas presiones y normas, las someta a una eva luación consciente y crítica, formándose intenciones y alcanzando decisiones prácticas, como resultado de su reflexión independiente y racional” (Lukes, 1975, p. 69). La autonomía individual así entendida comprende la autonomía moral, es decir, la capacidad que tenemos de darnos a nosotros mismos los valores y principios con los que decidi mos guiar nuestras vidas morales. Se es autónomo cuando, enfrentado a determinadas presiones y normas morales, el individuo las somete a evaluación crítica y forma sus propias decisiones prácticas, como re sultado de un ejercicio deliberativo. Por el contrario, un agente deja de ser autónomo cuando ya no es él mismo quien decide cómo dirigir su vida, sino que son agentes o causas fuera de su control las que la guían, cuando son, por ejemplo, simplemente los mandatos de la sociedad o la moral imperante. Según la distinción que he analizado antes, la con ducta ética sería sinónimo de conducta autónoma.^15

El concepto de ética como autonomía ha sido utilizado por muchos para manifestar una creciente preocupación de que los seres humanos se conviertan en “borregos laboriosos” o en siervos de una moral do minante a la que deben obedecer sumisa y acríticamente, y por eso, según John Stuart Mill, “en estos tiempos, una simple actitud incon formista, o una mera negativa a doblegarse ante la costumbre es, en sí

(^15) Con la invocación del concepto de autonomía, viene a la mente Kant. Sin embargo, por un lado, Kant no identifica “autonomía” con “ética”, sino en todo caso, según sus propios térmi nos, con “moralidad” (no hay una distinción entre estos términos en Kant, según se mencionó antes, sino que los usa de modo indistinto). Por otro lado, el concepto de autonomía kantiano no tiene las connotaciones individualistas que me parece que tiene el concepto de ética, cuando se distingue de moral bajo la estipulación que estoy analizando. Para Kant, la autonomía es cierta mente la obediencia a la ley que uno se ha dado a sí mismo, pero no se trata de una ley subjetiva que tenga validez para el individuo solamente en contraposición a la ley comunitaria, sino que es una legislación que tiene un carácter universal, es decir, que es válida para todo individuo ra cional y para toda comunidad.

ISONOMÍA No. 45, octubre 2016, pp. 113- 132 GUSTAVO ORTIZ MILLÁN

misma, útil”.^16 Esta actitud de autonomía frente a la esfera de lo social