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es un material de estudio acerca del bautismo jesus y los hechos que acontecieron dicho evento
Tipo: Apuntes
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¡No te pierdas las partes importantes!
http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p122a3p3_sp.html
- Juan proclamaba "un bautismo de conversión para el perdón de los pecados"
- Una multitud de pecadores, publicanos y soldados (cf. Lc 3, 10-14), fariseos y
_- El Bautista duda. Jesús insiste y recibe el bautismo.
- Es la manifestación ("Epifanía") de Jesús como Mesías de Israel e Hijo de
- es, por su parte, la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo
_- Se deja contar entre los pecadores (cf. Is 53, 12);
- A esta aceptación responde la voz del Padre que pone toda su complacencia en
- El Espíritu que Jesús posee en plenitud desde su concepción viene a "posarse"
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net
“Dentro de este contexto de misión debe de entenderse la voz celestial (Me 1, 11). El cielo se rasga, el Espíritu viene, Dios se comunica con el hombre, Jesús es su Hijo, el amado en quien tanto se complace (Me 1, 11). Se trata de una declaración mesiánica. Se refiere, al parecer, a un texto del antiguo testamento: Is 42, 1.” Ch. Ducuoq, CRISTOLOGIA. Pag. 48 El bautismo de Jesús y nuestro bautismo
Homilía en la Fiesta del Bautismo del Señor. Iglesia Catedral, 11 de enero de 2009. El Evangelio según San Marcos -el que se lee este año en la liturgia- comienza presentando a Juan el Bautista, que proclamaba un bautismo de conversión para el perdón de los pecados y a la vez el anuncio de otro bautismo que alguien más poderoso que él vendría a administrar. En ese contexto se sitúa el relato del bautismo de Jesús; integra, por lo tanto, la introducción, o mejor dicho, el principio del Evangelio. El texto de Marcos se abre, en efecto, con esta frase: principio de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios (Mc. 1, 1). Según la primitiva predicación cristiana, tal como aparece en los discursos de Pedro y de Pablo registrados en el libro de los Hechos de los Apóstoles, el acontecimiento salvífico de Cristo y su misión comienzan en el bautismo que recibió en el Jordán. Al considerar como principio el misterioso sumergirse de Jesús en las aguas del río, el Nuevo Testamento parece evocar el principio absoluto, el momento inicial de la creación. En la primera página de la Biblia leemos: al principio creó Dios el cielo y la tierra... el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas; entonces Dios dijo: que exista la luz (Gén. 1, 1-3). En el bautismo de Jesús, que puede ser considerado como un principio de la nueva creación, el Espíritu Santo y la voz del Padre se manifestaron para señalar al Hijo eterno hecho hombre como el Redentor de la humanidad. Ese acontecimiento inicial fue una epifanía luminosa, radiante, de la verdad de Jesús, de su identidad como Dios encarnado, fuente eterna de vida que se hace presente en el tiempo. Continuamos leyendo el texto de San Marcos: Y sucedió que en aquellos días Jesús vino de Nazaret de Galilea, y se hizo bautizar por Juan en el Jordán (Mc. 1, 9). Esta traducción: se hizo bautizar expresa muy bien que no había ninguna necesidad de que lo hiciera, que no es preciso, en consecuencia, buscar razones que justifiquen el hecho. En el acontecimiento del bautismo se verifica la absoluta libertad, la voluntad de entrega del Señor. Porque quiso, se sumó a la fila de los pecadores y descendió como ellos a las aguas del río. Su bautismo es un principio que contiene como un núcleo toda la vida temporal del Redentor, toda su acción salvífica, que culminará en la muerte y la resurrección. El acontecimiento salvífico del bautismo está religado con el misterio pascual. En el Jordán, Jesús comenzó a lavar los pecados del mundo; fue como un prólogo, un ensayo de lo que acabaría en la cruz. En realidad, la acción bautismal comprende un doble movimiento: una inmersión y una emersión; el hundirse primero para surgir después representan la muerte y la resurrección. De hecho, los relatos evangélicos del bautismo describen, al salir Jesús del agua, una escena de reconocimiento y glorificación; en el descenso del Espíritu y en la voz del Padre el cielo se precipitó sobre la tierra, la tierra se conectó con el cielo. Al identificarse con los pecadores, Jesús asumió desde el origen, desde el primer Adán, las generaciones humanas con su carga de pecado; en las aguas barrosas sepultó nuestros pecados y surgió como el nuevo, definitivo y verdadero Adán, cabeza de una humanidad regenerada por el amor de Dios. San Justino imagina que brotó fuego de las aguas del río. La tradición cristiana contempló incansablemente el acontecimiento del bautismo de Jesús, y habló de él empleando las imágenes más bellas, intentando acercarnos a este misterio de fe. Se insistió sobre todo en afirmar que Jesús introdujo en el agua la pureza de su santísima humanidad. San Melitón lo dijo poéticamente: aun siendo totalmente puros ¿no se bañan en el océano el sol, la luna y las estrellas? El Inocente ha querido comunicarnos su inocencia, su filiación, su espíritu de infancia. Como escribió Giovanni Papini: es la limpidez de quien sólo una vez ha nacido y ha permanecido niño aun en la madurez; la limpidez de la transparencia... infancia intacta que nunca se empañará. Él se bautizó por nosotros, en lugar nuestro, para hacer posible nuestro bautismo y el milagro de purificación, de iluminación y de divinización que se realiza en el sacramento. Los Padres de la Iglesia comentan siempre el bautismo de Cristo en relación con el bautismo cristiano, que se administra en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Al celebrar la fiesta que hoy nos congrega también a nosotros, San Gregorio de Nacianzo se exhortaba a sí mismo y exhortaba a sus fieles: Cristo es bautizado -decía- bajemos con él al agua, para luego subir también
Será preciso también desarrollar una catequesis sobre el nombre que al crear opinión resulte una especie de acción preventiva y logre superar el inconveniente señalado, que es un signo más de la descristianización de nuestra cultura. Todos podemos hacer algo al respecto. Podemos hacer mucho más viviendo con alegría la condición de cristianos que hemos adquirido, como el mejor regalo, en la fuente del bautismo, en nuestro paso nativo por el Jordán.