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Este documento analiza la formación de la grilla y el parque en Buenos Aires durante el siglo XIX, examinando el papel de la voluntad pública en su creación y la influencia de las prácticas internacionales. Se centra en el momento del centenario de la ciudad y la emergencia de un suburbio desgajado en la pampa, explorando cómo algunas figuras vislumbraron lo que estaba ocurriendo en esos territorios. El texto también aborda las críticas a la grilla y el parque y las posiciones de los técnicos urbanísticos.
Tipo: Monografías, Ensayos
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ÍndicE GEnErAL
Prefacio: reconocimientos...................................... 9
introducciÓn: una metrÓPolis en la PamPa............................ 13
La grilla y el parque: una aproximación al espacio público............ 19 Paradigmas historiográficos.................................. 23 Ciudad y pampa.......................................... 29 ¿El parque contra la grilla? El problema del reformismo.............. 35 Un ciclo reformista: el impulso y su freno........................ 45
PrimErA PArtE: FiGUrAcionEs [De Sarmiento al fin de siglo]......... 51
caPÍtulo 1. ciudad nueva: la utoPÍa del “Pensamiento argentino”............ 57
caPÍtulo 2. ciudad concentrada: la forma del orden.................... 85
caPÍtulo 3. ciudad extendida: la dimensiÓn metroPolitana................. 125
sEGUndA PArtE: omisionEs [En torno al centenario]............... 175
caPÍtulo 1. la ciudad y la historia: Primer cumPleaños................... 181
caPÍtulo 2. vislumbrando la nueva ciudad............................ 235
La ideología argentina colección dirigida por oscar terán
Portada: Pablo Barragán ilustración: Plano de la ciudad de Buenos Aires, 1916 (detalle) (museo mitre)
1 a^ edición 1998 1 a^ reimpresión 2004 2 a^ reimpresión 2010 3 a^ reimpresión 2016
© Adrián Gorelik. 1998 © Universidad nacional de Quilmes. 1998 roque sáenz Peña 352 (B1876BXd) Bernal Buenos Aires http://www.unq.edu.ar editorial@unq.edu.ar
isBn 978-987-9173-27- Queda hecho el depósito que marca la ley 11.
Gorelik, Adrián La grilla y el parque: espacio público y cultura urbana en Buenos Aires 1887-1936 / Adrián Gorelik. - 1a ed. 3a reimp. - Bernal: Universidad nacional de Quilmes, 2016. 456 p.; 23 x 15 cm. - (La ideología argentina / oscar terán)
isBn 978-987-9173-27-
Este libro es una versión corregida de la tesis doctoral sobre el proce- so de emergencia y frustración de un espacio público metropolitano en Buenos Aires, que realicé en la Facultad de Filosofía y Letras de la Uni- versidad de Buenos Aires. La investigación contó con el apoyo de una beca doctoral conicet entre 1989 y 1994, con sede en el instituto de Arte Americano e investigaciones Estéticas mario J. Buschiazzo de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires. Finalizada la beca, pude continuar el trabajo gracias a mi ingreso en el Programa de Historia intelectual, del centro de Estudios e investigaciones de la Universidad nacional de Quilmes, donde sigo investigando en la actualidad. Ade- más, conté para el inicio de la escritura con una estadía en la Akademie schloss solitude de stuttgart, entre diciembre de 1994 y marzo de 1995. terminé la versión definitiva en septiembre de 1996. con respecto al pro- ceso de elaboración de la tesis, quiero agradecer especialmente la direc- ción de Jorge Francisco Liernur, siempre abriendo caminos. respecto de su conversión en libro, he tratado de seguir –aunque no siempre lo haya logrado– las sugerencias atentas de quienes me ayudaron a leerlo nueva- mente una vez defendida la tesis: Anahi Ballent, Beatriz sarlo y Graciela silvestri; las observaciones de oscar terán, director de la colección, y de maría inés silberberg, a quien se debe la inteligente edición. Pero éstos sólo son los agradecimientos más específicos. En realidad, creo que si todo libro de historia puede pensarse como el resultado de una serie de intercambios –hipótesis discutidas, influencias recibidas, climas culturales–, esa condición se exaspera en el caso de una tesis, aunque sólo sea porque su proceso de gestación es necesariamente más público y, por lo general, por el hecho de ser parte de una formación guiada, más colectivo. Es por eso, seguramente, que las tesis suelen ir acompañadas de una larga lista de deudas y agradecimientos. no pretendo ser original: también en este caso las principales ideas que estructuran el trabajo fue- ron presentadas y sometidas a discusión en artículos, ponencias a con- gresos e intervenciones en seminarios, participando y alimentándose del estimulante clima académico que se fue formando en los años ochenta, con su intensa permeabilidad hacia otras zonas de la vida cultural; de modo que la lista de todos aquellos de quienes aprendí en esos intercam-
caPÍtulo 3. del vecindario al barrio............................... 273 cuchilleros y paseantes: el parque en la formación de un espacio público local......................................... 277 La modernización sin cualidad: el “barrio obrero”.................. 280 El parque y el “barrio obrero modelo”........................... 291
tErcErA PArtE: modErnizAciÓn o rEFormA [Las décadas del veinte y del treinta]............................. 309
caPÍtulo 1. Por un esPacio PÚblico metroPolitano...................... 317
caPÍtulo 2. “a la sombra de los barrios amados”....................... 357
caPÍtulo 3. fin de ciclo: segundo cumPleaños......................... 387
Índice de ilustraciones........................................ 453
En 1887, como derivación de la federalización de la ciudad de Buenos Aires realizada a comienzos de la década, el gobierno de la provincia de Buenos Aires le cedió al gobierno nacional una parte adicional de territorio para ampliar la capital, a partir del cual, un año después, se trazaron sus límites definitivos (la actual avenida General Paz). El municipio tenía hasta enton- ces poco más de 4 mil hectáreas, aunque sus 400 mil habitantes ocupaban un área edificada bastante menor; a partir de su ampliación pasó a tener más de 18 mil hectáreas, convirtiéndose en una de las jurisdicciones muni- cipales más extensas entre las metrópolis más importantes.^1 En el momento de la ampliación territorial, en las nuevas 14 mil hectáreas no había más de 25 mil habitantes, y sólo estaban trazadas y edificadas unas pocas manza- nas en los poblados de Flores y Belgrano. cinco décadas más tarde, hacia 1936, ese nuevo territorio ya estaba completamente urbanizado, de modo que no era posible distinguir el municipio original de su anexión, y se exten- dían, además, en tres brazos al norte, al oeste y al sur, núcleos de población por fuera del distrito Federal, formando una incipiente región metropolita- na. En ese lapso, la población de la capital había ascendido a dos millones y
(^1) según el segundo censo municipal de Buenos Aires, realizado en 1904 (com-
pañía sudamericana de Billetes de Banco, Buenos Aires, 1906), en 1888 la zona totalmente edificada del municipio tradicional comprendía aproximadamente 2/ de su superficie original de 4 mil ha. Para ponderar el significado de la ampliación a 18 mil ha conviene tener presente que, con la excepción de las más de 30 mil ha del condado de Londres, ninguna de las grandes ciudades europeas tenía jurisdic- ciones tan extensas: París contaba con 7.900 ha, Berlín hasta 1914 con 6.300, y viena con 5.540, aunque en 1890, extendería su jurisdicción a 18 mil; por supues- to que en todos los casos se trata de ciudades con muchísima mayor población que Buenos Aires (datos tomados del Der Stadtebau , de Werner Hegemann, Berlín 1910, düsseldorf 1911-1912, republicado como Catalogo delle Esposizioni Inter- nazionali di Urbanistica , antología al cuidado de donatella callabi y marino Folin, milán, il saggiatore, 1973; y de Eugène Hénard, Études sur les transformations de Paris , obra en fascículos editada en París en 1903 y republicada en Alle origini dell’urbanistica: la costruzione della metropoli , antología al cuidado de donatella calabi y marino Folin, Padova, marsilio, 1972).
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17 b
15 a
15 b
Flores
Límite trazado en 1888 (Av. General Paz)
Belgrano
Límite del municipio hasta 1887
Barracas
La Boca
Boul
evard
decirc
unvalación
propuestoporAlvearen (^1882) (t razad oapr oxim ado)
Plaza• de Mayo
Plaza• Congreso
Entre Ríos (^) Callao
Áreas edificadas hacia 1887
a. Esquema de la ciudad de Bue- nos Aires en 1887, señalando las áreas construidas y los tres suce- sivos “Boulevards de circunvala- ción” durante el siglo xix: Entre ríos-callao (1822), el propuesto por Alvear (1882) y la avenida General Paz (1888). b. Expansión regional de la metrópoli en los años treinta. Plano realizado por carlos maría della Paolera, oficina del Plan de Urbanización, 1933.
medio de habitantes, de los cuales aproximadamente un millón vivía en los sectores correspondientes al viejo municipio y un millón y medio en el terri- torio anexado cincuenta años antes.^2 Este libro aborda como arco temporal y espacial los cincuenta años y las más de 18 mil hectáreas de esto que podemos llamar el primer ciclo metropolitano en Buenos Aires: desde la ampliación administrativa del municipio, cuando el territorio anexado no era más que la extensión sin límites de la pampa, hasta su casi completa urbanización. ¿cómo se for- ma una metrópolis en la pampa? Para responder, el libro entrelazará dos historias: la de la ocupación progresiva de la llanura (con la cuestión del barrio suburbano como centro); y la de la producción de redes de sentido globales que en un breve lapso modificaron por completo las representa- ciones de lo que era la ciudad. no intenta ser una historia de la expansión moderna de Buenos Aires, de su crecimiento, sino un análisis de lo que ocurrió en ese tiempo, con ese territorio, con sus habitantes y sus institu- ciones, para que podamos hablar de la emergencia de un espacio público metropolitano en Buenos Aires. Por este motivo, el centro del trabajo se pondrá en un puñado de relaciones, en cuyo marco se produce la ciudad como artefacto material, cultural y político: las relaciones entre ciudad y sociedad, es decir, entre forma y política, entre cultura material e historia de la cultura, entre los diferentes tiempos que atraviesan la ciudad, el de sus objetos materiales, el de la política, el de la cultura. Para la indagación histórica de esas relaciones se ha elegido enfocar formas, objetos, procesos materiales de la ciudad, las discusiones y los proyectos que los idearon, a través de sus representaciones y de los res- tos que de ellos nos han quedado. Es una elección que responde a razo- nes de especialidad y gusto, pero también acompaña la certeza de que se trata de un ángulo por lo menos descuidado en la historiografía local. La pregunta guía que sintetizaría el enfoque podría simplificarse del siguien- te modo: ¿por qué la ciudad es como es?; o, mejor aún, ¿por qué sus for- mas son las que son?, ¿de qué modo se relacionan con la cultura, con la sociedad o con la política?, ¿qué nos permiten vislumbrar de ellas? Aun- que parezca paradójico, la historiografía de Buenos Aires no se ha plan- teado con frecuencia esas preguntas: las imágenes urbanas, las formas de los edificios, la forma de los trazados, la forma de los árboles y de los monumentos, de las vestimentas y de los artefactos, formas en las que se matriza una cultura y que a su vez contribuyen a matrizarla, no suelen ser explotadas en su capacidad informativa. Por el contrario, la forma es
(^2) son datos del cuarto censo general de población de la ciudad de Buenos Aires,
publicado en 1938. A partir de entonces, la población no tardaría en estabilizarse en los tres millones de habitantes que se han mantenido hasta la actualidad dentro del distrito Federal, mientras que sería en los brazos de suburbanización que exce- den sus límites donde se produciría el aumento de población subsiguiente.
otros, en políticas; otros, en literarias, o institucionales, o sociales. Pero en todos los casos se buscó que el registro común fuera el de la historia cultural: la certeza de que todas esas cuestiones toman forma en la cultu- ra es lo que debería unificar los enfoques; la certeza de que una cita lite- raria puede arrojar luz sobre los debates urbanísticos, y un plan urbano, sobre los debates de la vanguardia literaria. En definitiva, esto explica tal vez la mayor ambición del libro: dar cuenta de la “cultura urbana” de un período. Es decir, producir una restitución cultural de la ciudad, mos- trando el modo en que la ciudad y la cultura se producen mutuamente.
La grilla y el parque: una aproximación al espacio público
¿Qué son la grilla y el parque? Literalmente, la parrilla de manzanas que cuadriculan el territorio de Buenos Aires y el verde urbano realizado en los parques públicos. Aquí intentarán ser, además, estructuras básicas del espacio público metropolitano en Buenos Aires; soportes (simbólicos y materiales) de intervenciones más abarcantes sobre el espacio público o de representaciones de éste, como monumentos o instituciones; arte- factos históricos en los que aparecen grabadas ideas en pugna sobre cómo debe ser la esfera pública ciudadana, precisos proyectos culturales y políticos; claves de tradiciones técnicas e ideológicas de tan larga data como fuerte imposición presente. son, al mismo tiempo, instrumentos de intervención urbanística; es decir, constituyentes pragmáticos de la urbanística en una ciudad sin tradición teórica en esa disciplina. Por lo tanto, de acuerdo a cómo se define la urbanística en que se moldean, instrumentos de reforma social, figuras formadoras de ciudadanía y su propia metáfora: son la materialización de modelos de estado y sociedad; huellas de conflictos y proyectos aun cuando todavía no se habían reali- zado y aun cuando nunca se realizarían del todo; modalidades, cifras del espacio público, ya que no espacio público ellos mismos. En efecto, espacio público no es, en nuestra acepción, el mero espacio abierto de la ciudad, a la manera en que tradicionalmente lo ha pensado la teoría urbana. como se sabe, espacio público es una categoría que carga con una radical ambigüedad: nombra lugares materiales y remite a esferas de la acción humana en el mismo concepto; habla de la forma y habla de la política, de un modo análogo al que quedó matrizado en la palabra polis. Es una categoría que ha sido revalorizada en los últimos años como la dimensión propiamente política de la vida social, capaz de iluminar aspectos hasta entonces desatendidos tanto en la historia polí- tica como social: el espacio público es una dimensión que media entre la sociedad y el estado, en la que se hacen públicas múltiples expresiones políticas de la ciudadanía en múltiples formas de asociación y conflicto frente al estado. La aspiración a una ciudadanía activa políticamente, en el marco de la reconsideración del problema democrático , es lo que justa-
artefactos materiales, la grilla y el parque; la delimitación de un período histórico a través de una caracterización de la terminología política, el ciclo reformista , y su contraposición con una noción como modernización , abordada en los términos en que lo vienen haciendo los análisis cultura- les; de modo más abarcante, el postulado de un modo de aproximarse a la historia a través de la ciudad, de aproximarse a la cultura a través de sus formas materiales tal cual se han constituido históricamente. tales premisas se despliegan con mayor detalle en esta introducción, para lo cual se recorre el ciclo histórico en su conjunto; pero, en el cuer- po del libro, el procedimiento narrativo busca trazar una historia orde- nada: cada parte aborda períodos consecutivos. La primera parte va de las formulaciones iniciales de sarmiento en los años cuarenta al fin de siglo; analiza las figuraciones contrapuestas de ciudad y espacio público propuestas por sarmiento y Alvear, las de este último como punto de lle- gada de una larga tradición ideológica; y confronta esas figuraciones con la batería de acciones públicas (especialmente, la grilla y el parque) que producen la expansión en el fin de siglo. La segunda parte se centra en el momento del centenario, como vórtice dador de identidad de un período que abarca en buena medida las dos primeras décadas: es un período extraño, en el que contrasta fuertemente la aceleración de los cambios con su escasa visibilidad; la “ciudad tradicional” desconoce –porque no la entiende, porque la ve como amenaza o como degradación– la emergencia de un novedoso suburbio en los territorios anexados; partiendo de estas “omisiones”, en esta parte se analiza qué ocurre en cada sector de la ciudad (y la cultura) por separado: el espacio público de la “ciudad bur- guesa” durante las celebraciones del centenario (la crisis en el momento de la apoteosis) y la conversión “silenciosa” en el suburbio de manojos de vecindarios amorfos y semirrurales en el dispositivo cultural barrio , un espacio público de nuevo tipo y escala local; como puente entre ambos sectores, el modo en que algunas pocas figuras vislumbraron lo que esta- ba ocurriendo en esos suburbios desgajados en la pampa (algunos via- jeros, algunos intelectuales, algunos técnicos). La tercera parte toma los años veinte y los treinta; analiza la irrupción explosiva del tema barrial suburbano, la presencia masiva de su nueva cualidad pública y cultural en la gestión urbanística, la política, la prensa, la literatura y el tango, y muestra las diferentes Buenos Aires que esa explosión va configurando como imaginarios confrontados, pero, sobre todo, la dimensión metropo- litana que parece alcanzar el nuevo espacio público barrial; finalmente, intenta mostrar el quiebre de esa experiencia expansiva y analizar sus razones en la política de la intendencia de mariano de vedia y mitre, en la sociedad y la cultura. como se advierte en esta brevísima guía del libro, son muchos los temas afectados para la reconstrucción de ese ciclo histórico; en algunos casos, esa variedad se ha traducido en desplazamientos necesarios de enfoques: algunos capítulos se centran más en cuestiones urbanísticas;
turas, en las que se cruzan de modo único diferentes historias de muy diferentes duraciones: historias políticas, técnicas, urbanas, culturales, de las ideas, de la sociedad; se trata de una encrucijada. Así, la hipótesis sobre la existencia o no del espacio público es el producto de una inter- pretación sobre la relación entre la forma urbana y la cultura política de un momento determinado de la historia. Ese momento, en nuestro caso, está señalado en la propia categoría por el calificativo metropolitano , con el que nuevamente se busca nom- brar procesos materiales y sociales. A diferencia de la acepción habitual de metrópolis, que remite al tamaño de las ciudades, aquí se busca seña- lar el cambio cualitativo que implicó ese fenómeno urbano, económico, político y social que es la metropolización, frente a los procesos previos de formación de una esfera pública en la ciudad tradicional. Es el sen- tido de la noción de metrópolis otorgado por Georg simmel a comienzos de siglo, inspiración de buena parte de las lecturas culturales y socioló- gicas de la modernidad: la metrópolis es la forma general de “existencia” moderna, producida por el proceso de racionalización mercantilista de las relaciones sociales que modifican la cualidad de la ciudad tradicional en un universo cuantificado y abstracto. En el caso de Buenos Aires, ya las avenidas del intendente Alvear a comienzos de la década de 1880, con sus edificios en altura que promueven una nueva forma de renta urbana, están planteando un nuevo escenario que rompe con la ciudad tradicional; pero el cambio fundamental que permite comenzar a hablar de metrópolis, en esta hipótesis, es la expansión territorial de 1887 por la transformación y complejización que produce del mercado –urbano, político y cultural–, introduciendo la masividad de los nuevos sectores populares a la ciudad y a la ciudadanía.^4 Ahora bien, esta periodización particular que se adopta para enfocar el espacio público metropolitano es lo que, de hecho, impediría aplicar de modo literal a este caso la teoría más difundida en la actualidad sobre el
mente ha vuelto tan actual la discusión teórica e histórica sobre el espa- cio público. Pero también ha sido revalorizado en su cualidad material: el espacio público de la ciudad, en el que aquella ciudadanía se activa, es hoy motivo de desvelo de teóricos y urbanistas, y moviliza a amplios sec- tores de la sociedad en una lucha que no tiene lo estatal como amenaza, sino lo privado. Quienes han conceptualizado el espacio público han dado por supues- ta esta conexión entre espacio público urbano y esfera pública política, pero, tal vez por su ambigüedad constitutiva, no existe una teoría que guíe el análisis de su producción mutua, la peculiar unidad de forma y política implícita en tal reciprocidad. Y esta situación ha generado un abordaje especializado, un uso, digamos, bifurcado: para quienes estu- dian la esfera pública como la esfera ideal de mediación entre la sociedad y el estado (la prensa, las asociaciones, los partidos políticos, la “opinión pública”), la ciudad, los espacios de la acción pública suelen ser escena- rios , más o menos importantes, pero sólo el fondo sobre el que se desa- rrollan las acciones; por el contrario, para quienes estudian los espacios públicos de la ciudad (así, en plural: las plazas, las calles, los edificios públicos), éstos son modelos, invariantes, tipologías, artefactos definidos por cualidades físicas y explicados por la evolución de un discurso disci- plinar –la teoría arquitectónica o urbana– de larguísima duración. Aquí, en cambio, vamos a considerar el espacio público como el pro- ducto de una colisión, fugaz e inestable, entre forma y política. si en determinadas formas aparecen involucrados procesos sociales, culturales o políticos, es más el producto de un choque –tan fulminante y cente- lleante como efímero– que de una relación perseguida y estable. Así, la emergencia del espacio público podría ser pensada como una coyuntura , en la doble acepción de coyuntura: como ocasión puntual en la historia y como contacto de esferas diferentes. 3 Por eso, no está definido de una vez y para siempre en el espacio abierto y de libre acceso en la ciudad: no hay nada preformado en la ciudad que responda a tales características de “espacio público”; no es un escenario preexistente ni un epifenóme- no de la organización social o de la cultura política; es espacio público en tanto es atravesado por una experiencia social al mismo tiempo que organiza esa experiencia y le da formas. se trata, por tanto, de una cua- lidad política de la ciudad que puede o no emerger en definidas coyun-
(^4) véase Georg simmel, “Las grandes urbes y la vida del espíritu” (1903), en El individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la cultura , Barcelona, Península,
(^3) creo estar, de este modo, cerca del registro en que Hannah Arendt desarrolla
sus posiciones sobre el espacio público, cerca de su forma de representárselo (más que de una teoría a cuya formulación ella se niega); cfr. La condición humana , Bar- celona, Paidós, 1993 (chicago, 1958), especialmente los capítulos ii y vi. sobre esta posibilidad de leer en el registro arendtiano –es decir, de un modo lateral a sus pro- pias formulaciones– una aproximación conceptual a los temas del espacio público en la ciudad, véase el análisis que hacen de su obra Pierre Ansay y rené schoonbrodt, Penser la ville. Choix de textes philosophiques , Bruselas, aam Editions, 1989, p. 62.
deudor de los postulados habituales en la historia urbana de la época, en los que la marca del economicismo (de lejanas resonancias marxistas, pero llevado adelante en las claves del estructural-funcionalismo desa- rrollista) llevaba a poner en primer plano los procesos técnicos (también como modo de adaptación del postulado funcionalista que vincula cau- salmente industrialización y metropolización).^8 Las claves conceptuales desplegadas por la noción de espacio públi- co, el mundo de problemas y objetos que su enfoque descubre, permiten identificar procesos que cuestionan severamente ese paradigma. siguien- do con el ejemplo de la relación entre público y privado en la expansión metropolitana, la grilla y el parque muestran que la expansión urbana llevada adelante por el tranvía y los loteos se movió dentro de muy estre- chos límites impuestos por el poder público, en función de la definición prioritaria de un tablero público, puntillosamente delineado, en todo el nuevo territorio de la ciudad. Hay, hacia el fin de siglo, una batería de acciones públicas que no han sido hasta ahora analizadas en su especi- ficidad, acciones no concertadas como un plan conjunto y orgánico pero que coinciden en buscar el control de la expansión urbana, la construc- ción de un mercado racional y la definición, a través de la forma de la ciudad, de las modalidades de sociabilidad para los nuevos habitantes de un espacio público ampliado. me refiero a la demarcación de los nuevos límites de la capital Federal (1888), y al posterior desarrollo en paralelo, entre 1898 y 1904, de dos acciones determinantes: el diseño de un plano público de extensión para ese vastísimo territorio y la disposición de un sistema de parques perimetrales a la ciudad tradicional, en el espacio de frontera entre la ciudad consolidada y el área de la expansión. Y recor- demos que el primer ciclo de expansión suburbana privada se dio preci- samente a partir de 1904: recién entonces se generaliza la electrificación tranviaria (con la consiguiente rebaja de boletos) y comienza el proceso masivo de la venta en cuotas de terrenos. detengámonos, entonces, en esa batería de acciones públicas. En pri- mer lugar, el nuevo límite de la ciudad, el “Boulevard de circunvalación”, que descarta adecuar la nueva forma del municipio a la mera sumatoria
temporáneos al de scobie que comparten su visión de la expansión, pero avanzan otros aspectos de la investigación y son de consulta imprescindible: charles sar- gent, The Spatial Evolution of Greater Buenos Aires, Argentina, 1870-1930 , tempe, Arizona state University, 1974; y Horacio torres, “Evolución de los procesos de estructuración espacial urbana. El caso de Buenos Aires”, Desarrollo Económico, no. 58, Buenos Aires, julio-septiembre de 1975. (^8) Hemos desarrollado este tema con Graciela silvestri en “imágenes al sur. sobre algunas hipótesis de James scobie para el desarrollo de Buenos Aires”, Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Bus- chiazzo” , no. 27-28, Buenos Aires, fadu-uba, 1991.
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Plano del departamento de obras Públicas de la municipalidad, 1904 (museo mitre). Es el plano que publica por primera vez el trazado de la cuadrícula en todo el territorio anexado, realizado por una comisión municipal dirigida por el director de obras Públicas, ingeniero carlos maría morales, en 1898. nótese la diferencia entre el trazado de las zonas construidas (más oscuras) y las anchas áreas de cuadrícula uniforme trazadas sobre el territorio vacío (comparar con p. 129). Las manzanas dibujadas en este plano son las que, prácticamente sin modificaciones, se abrirán y construirán en los siguientes cuarenta años.
de la superficie de los dos municipios anexados con sus bordes irregula- res: se traza una línea regular y artificial (la futura General Paz) que fija una figura ordenada para la nueva ciudad, buscando preservar, pese al cambio de escala, la centralidad y la simetría de la ciudad tradicional. como si se tratara de proyectar geométricamente hacia la nueva exten- sión de la ciudad lo que había sido para rivadavia el boulevard Entre ríos-callao y para Alvear su propio proyecto de “Bulevard de circunvala- ción”, aquí se ratifica una voluntad de forma que busca recortar lo que es ciudad de lo que no lo es, aunque en este caso la línea se trace en medio de la vastedad de la pampa. En segundo lugar, el plano público que cua- dricula todo ese nuevo territorio. Publicado en 1904, este plano viario prácticamente idéntico a la ciudad amanzanada que se materializaría unas décadas más tarde, cubre con una grilla de pretensiones homo- geneizadoras los vastos descampados que rodeaban la ciudad hasta el flamante límite. se trata de una manifestación de la voluntad del estado para que la incorporación al mercado urbano de esas tierras se hiciera de acuerdo con una delineación pública idealmente equitativa en todas las direcciones del crecimiento potencial de la ciudad. Y, en esos mismos años, por último, el proyecto y realización (parcial) de una serie de par- ques que buscan formar una cintura verde para la ciudad concentrada ya consolidada; la idea de un incipiente sistema de parques es elaborada en el ámbito municipal simultáneamente con la expansión de la grilla; una cintura verde que coincide con la voluntad de forma del nuevo límite de la ciudad, pero que se propone abiertamente limitar la expansión urbana. Ya analizaremos los impulsos contradictorios que anidan en esta bate- ría de acciones públicas, pero digamos, en principio, que la grilla y el parque aparecen allí como la encarnación de una voluntad pública pro- yectual sobre la ciudad, una voluntad cuya capacidad y consecuencias son por lo menos sorprendentes para la época y que produce, en sí mis- ma, modificaciones enormes a nuestras imágenes de la metropolización. Posiblemente, quienes no están habituados a la frecuentación de planos urbanos no adviertan de inmediato la importancia que tuvo para la ciu- dad esta batería de acciones, la definición pública temprana de un vastísi- mo territorio urbanizable en torno a la ciudad tradicional: muestra que el territorio “inculto” que se anexó en 1887 no fue ocupado al mero designio de la especulación inmobiliaria o la modernización técnica. Quizás sirva como ilustración el contraste con lo que fue más común para la época en las ciudades latinoamericanas: en ellas, ante un estado prescindente, o socio directo de los inversores inmobiliarios, los loteos nuevos carecieron de toda reglamentación, de todo contacto entre sí y de toda pertenencia a una imagen global de la futura ciudad que estaban constituyendo, lo que dio origen a la típica distinción latinoamericana entre ciudad legal e ile- gal. Una de las hipótesis de este trabajo es, en cambio, que la existencia en Buenos Aires de un tablero público extendido no sólo a toda la ciudad existente, sino previendo un crecimiento que sólo se daría en décadas,
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a. Esquema de la disposición de los parques realizados o propuestos entre finales de siglo y 1904. b. detalle del sector del Parque cha- cabuco, plano del departamento de obras Públicas de la municipalidad, 1904 (museo mitre).
los proyectos para los parques públicos, estarán tocados por esta ambi- ción culturalista de definir fronteras con la pampa. En la larguísima duración de esta refutación de la cuadrícula por la pampa (es decir, en la identificación de la cuadrícula con la tradición bárbara, premoderna) hay varias paradojas que nos informan ricamen- te sobre aspectos de la cultura urbana local y de la propia ciudad. La primera de ellas es que, al contrario que en Buenos Aires, en el mundo occidental la cuadrícula, por lo menos desde que William Penn creó la versión moderna del tablero en escuadra para la ciudad norteamericana, fue el instrumento urbanístico identificado con la racionalidad capitalista más cruda, con la modernización radical del territorio sin mediaciones culturales. 13 Aquí hay una paradoja que alimentó cantidad de malen- tendidos en la relación triangular Europa-norteamérica-Buenos Aires, relación siempre mediada por el prestigio genérico de una idea vaga de ciudad europea frente a la ausencia de historia y de belleza de la ciudad americana; pero justamente la vaguedad de esa oposición muchas veces hace parecer iguales las críticas que se podían hacer, en el siglo xix, desde criterios absolutamente diferentes. comparemos dos viajeros en América: charles dickens y Emile daireaux. dickens recuerda en sus American Notes su estadía a mediados de siglo en la ciudad creada, precisamente, por Penn: “Filadelfia es una ciudad hermosa, pero de una regularidad que acaba por volver loco. después de caminar alrededor de una hora o dos, sentí que habría dado el mundo por una callecita tortuosa”.^14 dai- reaux describe la Buenos Aires de finales de los ochenta:
Enteramente derechas, las calles continúan siempre, sin otro objeto que el de prolongar en una misma línea las que fueron trazadas o esbozadas hace tres siglos. conducen más lejos que entonces, pero al mismo lugar, a los confines de la ciudad, que retrocede frente a ellas sin modificarse en nada [...]. os invade una especie de melancolía al caminar siempre a lo largo de casas que no aportan más que el sentimiento de haber sido vistas.^15
Es evidente que ambos viajeros tienen modelos europeos diferentes como respaldo a su crítica: el Londres abigarrado de dickens; la París radial y barroca de daireaux. Lo que demuestra que definir unívocamente el
posibilitada exclusivamente por la carga modernista de la idea de parque: Palermo, como inicio ex novo de una ciudad nueva para una nueva socie- dad que sólo podría surgir lejos y afuera de la ciudad tradicional. El par- que como espacio de reunión de lo pintoresco y lo sublime, de la cultura y el civismo democrático, opuestos tanto a la naturaleza informe como al pasado presente en la cuadrícula. Pero Palermo no constituyó una nueva ciudad ni fue su centro de gra- vedad, sino que, hacia finales de siglo, fue subsumido en la indiferencia de la nueva cuadrícula. Así, cuando se diseña la grilla para todo el enor- me territorio anexado, parecen alimentarse en abismo las dos acechan- zas del modelo civilizatorio: la ciudad, a través de la cuadrícula, realiza la amenaza de la pampa; su expansión no puede ser vista como cultu- rización de la llanura, sino como metamorfosis. treinta años después martínez Estrada verá que “Buenos Aires ha sido engendrada, concebida, superfetada por el llano. superficie: ésa es la palabra emblema. superfi- cie es la misma ciudad, que carece de tercera dimensión”. 11 durante esas décadas, infinidad de testimonios tienden a identificar la ciudad como una prolongación indeterminada de la pampa: “Una de las particulari- dades de Buenos Aires es que no se le puede ver el fin. [...] La pampa no presenta ningún obstáculo”, escribe Georges clemenceau en 1910; y dos décadas más tarde escribe massimo Bontempelli:
Buenos Aires es un pedazo de pampa traducido en ciudad. Esto explica su construcción por manzanas [...]. repitiendo al infinito las manzanas, se hace una ciudad, sin límites necesarios. [...] El principio de la repetición al infinito, enseñado por la naturaleza con la Pampa, ha sido repetido escru- pulosamente por los hombres cuando tuvieron que construir el mundo humano de frente al mundo natural. 12
Pero lo que para algunos de estos visitantes podía ser auspicioso (enten- diéndolo como una peculiaridad de la “ciudad americana”), para los observadores locales era la demostración de un fracaso: a la ciudad “no se le puede ver el fin”, la ciudad “no tiene límites necesarios”, porque ya la pampa no es un obstáculo, sino un medio para la expansión metropo- litana: la ciudad moderna , a medida que avanza sobre la pampa, se vuel- ve más y más su propia metáfora. La clave culturalista del repudio a la cuadrícula es su asimilación a la barbarie que la ciudad estaba llamada a conjurar. Y veremos cómo toda la discusión sobre la expansión, y todos
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(^13) William Penn proyectó Filadelfia como capital de la provincia cuáquera de Pennsylvania (1681), con un trazado regular y uniforme que determinó notable- mente el curso del diseño urbanístico sucesivo en los Estados Unidos; véase John reps, The Making of Urban America: A History of City Planning in the United States , Princeton, Princeton University Press, 1965. (^14) charles dickens, Notas de Norteamérica (1842), en Obras Completas , madrid, Aguilar, 1950, tomo iv, p. 1729. (^15) Emile daireaux, Vida y costumbres en el Plata, Buenos Aires, Félix Lajouane, 1888, tomo i, p. 119.
(^11) Ezequiel martínez Estrada, Radiografía de la pampa (1933), Buenos Aires, Hyspamérica, 1986, p. 197. (^12) Georges clemenceau, Notas de viaje por la América del Sur. Argentina, Uru- guay, Brasil , Buenos Aires, cabaut y cía. Editores, 1911, p. 29; massimo Bontem- pelli, Noi, gli Aria. Interpretazioni sudamericane (1933), Palermo, sellerio editore, 1994, pp. 68-69.
Un diagnóstico que pasaría de la crítica urbana a la literatura y a la crí- tica cultural con suma fluidez, reuniendo un manojo de argumentos de honda receptividad: unos años más tarde Baldomero Fernández moreno (en uno de los primeros poemarios urbanos) le agradecería a la “callejue- la rauch” por ofrecerle “el sencillo misterio de (su) curva” a su “espíritu cansado de tanta calle recta”; y todavía más tarde Eduardo schiaffino encontrará la explicación a tanta monotonía en que Garay hubiese sido ingeniero militar: “entre él y sus imitadores nos han cuadriculado el suelo de la república”.^18 sea por la hegemonía de los modelos de ciudad pintoresquista o por el posterior rechazo modernista a la rue corridor , las principales figuras que reflexionaron sobre la ciudad en la primera mitad del siglo xx coincidieron en esos juicios, y siguieron extrayendo de la for- ma de tablero de la ciudad interpretaciones negativas sobre su cultura; la expectante “ausencia de obstáculos” de clemenceau se tradujo en “los meandros de la ciudad plana (y) los desfiladeros monótonos” de la “ciu- dad visible” de mallea. como para John ruskin casi un siglo antes, para ellos “esos dameros no son prisiones para el cuerpo sino sepulturas para el alma”. 19 La ausencia de obstáculos es la falla primordial: la imposibilidad de fijar un límite estable entre la ciudad y la pampa es la causa de una expansión ilimitada que imagina siempre la nueva ciudad como una prolongación lo más exacta posible de la existente. Contrario sensu , hoy resulta muy sugestivo pensar que esta ausencia de un borde natural que hacía más notoria la falta de encantos de la cuadrícula, colaboró con la voluntad pública para favorecer una suburbanización integrada sin solución de continuidad material; nuevamente conviene observar otras ciudades latinoamericanas (como río de Janeiro, san Pablo o caracas) en las que la naturaleza accidentada fue uno de los factores que favore- ció la constitución de barreras entre sectores sociales. En Buenos Aires, naturaleza y voluntad pública confluyeron en su espíritu aplanador: la imposibilidad tan repudiada de fijar una frontera estable entre la ciudad y la pampa constituyó uno de los principales incentivos para imaginar la
prestigio de la ciudad europea –en un momento en que el diálogo entre ciudades era intenso y cruzaba complicadamente modelos y miradas– es muy engañoso, porque según de quién se tratara –o según el momento– podían pesar elementos absolutamente contradictorios en su celebración: desde la claridad racional de las intervenciones barrocas, con sus aveni- das circulares y diagonales, hasta la densidad cultural de los centros his- tóricos; es decir, la ciudad “moderna” decimonónica o, en la clave de la reivindicación historicista que rechazó aquellas intervenciones, la varie- dad y la complejidad de las intrincadas callecitas medievales, su “orga- nicidad”, su capacidad de formar comunidades que contrastaban con el anonimato de las nuevas metrópolis. de tal modo, dickens impugna la modernidad de Filadelfia y daireaux la ausencia de modernidad en Bue- nos Aires, la prolongación sin cortes de su traza tradicional; pero pueden hacerlo en términos prácticamente idénticos, haciendo coincidir en la regularidad exasperante de la grilla sus críticas diferentes sobre ciudades que ellos ven diferentes pero no precisamente por lo que miran. El ejemplo debería prepararnos para entender las críticas cruzadas que encontraremos en la cultura local, porque esta mezcla de motivos es lo que funda la experiencia de la distancia del viaje en los hombres de la élite, cuando desde Europa perciban los contrastes con las perspectivas interminables de las calles siempre iguales de Buenos Aires, cuyas casas bajas de azoteas planas hacían juego con la regularidad tediosa de la planicie: “la ciudad más fea que he conocido entre las de primero, segun- do y cuarto orden”, en palabras de miguel cané. 16 “Quien llega de otro continente a Buenos Aires siente la inquietud de su delineación, porque es realmente inquietante la supresión de la perspectiva...”, decía Enrique Prins en 1910. Y no es que Prins no tuviera en cuenta que esa delinea- ción enloquecedoramente monótona se había renovado desde los tiempos de cané con un gesto público deliberado y moderno; simplemente engar- za su impresión en una ya asentada tradición culturalista que identifica el “vicio congénito” desde los colonizadores españoles hasta los munici- pales de fin de siglo, como respuesta inevitable impuesta por la pampa:
terreno llano, borde de la gran sabana pampeana, no brindaba la natu- raleza del lugar el modelo pintoresco del suelo accidentado. nada era más lógico ante aquel plano imperturbable que completar la obra existente con la expresión geométrica más simple y elemental: lo recto.^17
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que un historiador como Guy Bourdé retome literalmente estos argumentos y explique la persistencia de los trazados cuadriculados en términos del “horror al vacío” que “parece reemplazar a la imaginación arquitectónica” en los hombres del siglo xix; cfr. Buenos Aires: urbanización e inmigración , Buenos Aires, Huemul, 1977, p. 96. (^18) “callejuela rauch” (1917), en B. Fernández moreno, Ciudad, 1915-1949 , Buenos Aires, Ediciones de la municipalidad, 1949; Eduardo schiaffino, Urbaniza- ción de Buenos Aires , Buenos Aires, manuel Gleizer, 1927, p. 232. (^19) Eduardo mallea, Historia de una pasión argentina (1937), Buenos Aires, sud- americana, 1990, p. 67. John ruskin en Elogio del gótico , citado por Françoise choay, Urbanismo. Utopías y realidades , Barcelona, Lumen, 1976, p. 30.
(^16) miguel cané, “carta al intendente torcuato de Alvear desde viena (14-1- 1885)”, reproducida en Adrián Beccar varela, Torcuato de Alvear. Primer Intenden- te municipal de la ciudad de Buenos Aires , Buenos Aires, Kraft, 1926, p. 481 (^17) Enrique Prins, “Arquitectura de la ciudad de Buenos Aires”, Censo General de Población, Edificación, Comercio e Industrias de la Ciudad de Buenos Aires , Buenos Aires, compañía sudamericana de Billetes de Banco, 1910, tomo 3, p. 374. no deja de ser curioso, e indicativo del modo en que la historiografía abordó la cuestión,
la ciudad crecientemente congestionada y la apertura al público burgués y plebeyo de los jardines palaciegos), la construcción del central Park fue una verdadera epopeya colectiva de reforma que impuso –a lo largo de más de dos décadas de debates encarnizados– el interés público sobre el interés de los propietarios de tierras, los especuladores y los bosses polí- ticos, abriendo en su propio corazón la rígida grilla que cubría idealmen- te toda la isla.^21 desde ese momento fundacional, el parque queda en el imaginario urbano y político como el instrumento de la reforma y la grilla como su objeto; incluso para las versiones paródicamente críticas de la modernización urbana, el parque decimonónico, casi como si no hubiera sido un instrumento fundamental de modernización, ha sido siempre el elemento rescatado como clave de las búsquedas de restauración de una ciudad más armónica social y ambientalmente. A tono con la experiencia internacional, en el ciclo en que se proyectan y realizan los principales parques de Buenos Aires –de Palermo a los años treinta– la idea de parque irá superponiendo y densificando significados que le dan esta cualidad de espacio público por antonomasia: referente higiénico naturalizador de la experiencia metropolitana (el parque como naturaleza reintroducida en la ciudad); institución cívica de igualación social y libertad política (el parque como centro cívico, organizador espa- cial de las instituciones republicanas y los monumentos patrios); polo de agrupación e identidad comunitarios (el parque como “nueva catedral” en la ciudad moderna). Ya veremos la complejidad que la superposición de valencias organicistas y racionalistas le da a este espacio público y a los reformismos que lo promueven; pero conviene aquí detenerse en la oposi- ción con la grilla, oposición en la que ésta queda definida como negativo puntual a cada uno de aquellos significados: estructura artificial, símbolo de la voluntad del dominio brutal del hombre moderno sobre la naturale- za; diagrama del poder omnímodo del mercado y de la sumisión política a su imperio; esquema básico del anonimato, demostración de la imposibili- dad de agrupación comunitaria. Es el otro repudio a la manzana, socio-económico y político, que a diferencia del culturalista identifica a la grilla con lo más moderno y la critica por ello: la explotación capitalista del territorio y la anomia metro- politana. Es un repudio constitutivo de la urbanística como tal, ya que en su versión clásica, centroeuropea, la urbanística se forma como reacción a los planos de extensión amanzanados de la segunda mitad del siglo xix,
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(^21) Hay que destacar que ésta es la “versión heroica”; aquí no interesa poner- la en cuestión críticamente sino seguir la historia de esa idea acerca del parque como dispositivo reformista. Para una versión crítica, véase Francesco dal co, “de los parques a la región”, en Giorgio ciucci, Francesco dal co, mario manieri Elia y manfredo tafuri, La ciudad americana. De la Guerra Civil al New Deal , Barcelona, Gili, 1976 (Bari, 1973).
a. Plano de Filadelfia, Pennsylvania, 1683, realizado por William Penn, modelo de infinidad de trazados posteriores en los Estados Unidos (reps, The Making of Urban America , citado). b. dibujo comparando los tipos de trazado urbano: el París tradicional, nueva York y Buenos Aires (original de Le corbusier, en Benevolo, Diseño de la ciudad , méxico, Gili, 1978).
( laissez-faire grid ) se apropiaba del territorio de modo tal que “el mercado, no el estado, debía determinar su uso”; y lo encontramos también en un análisis más fenomenológico y de resonancias existencialistas como el de richard sennett, para quien la grilla es el paradigma de la “ciudad neu- tra”, típica de la “ética protestante” del capitalismo americano:
La grilla era un espacio de competición económica en el cual jugar como sobre un tablero de ajedrez. Era un espacio de neutralidad, neutralidad conquistada negando al ambiente cualquier valor autónomo. Y, como en aquella victoria de Pirro [...], la grilla desorientó a quienes jugaban sobre ella, que no podían establecer qué tenía valor en lugares sin centros ni confines, espacios de infinita, insensata división geométrica. Ésta fue la ética protestante del espacio.^24
Pero sennett construye su metáfora sobre una lectura cuanto menos uni- lateral de max Weber, materializando en la grilla la imagen de la “jaula de hierro” de la racionalidad instrumental; también siguiendo a Weber, sin embargo, la grilla podría pensarse como la manifestación más plena de la voluntad estatal de construir una ciudad en la que el mercado encuentra un reverso necesario en el espacio público. Es sabido que esa relación de necesidad es constitutiva de la noción weberiana de ciudad moderna: si el origen de la ciudad debe buscarse en el mercado, se trata de un mer- cado que presenta una doble acepción, económica y política, por la cual se subraya la relación entre “los burgueses en tanto que población econó- mica” y “la población política de los ciudadanos”, y se define a la ciudad como lugar del homo oeconomicus tanto como esfera político-administrati- va.^25 de tal modo, en esta definición el mercado existe en tanto permite el intercambio entre individuos libres, la emergencia de un sujeto económico tal que implica, al menos, la “ficción de la equivalencia”. Es destruyendo el carácter cerrado, integrado, de la sociedad tradicional como esto puede producirse; la moderna “sociedad civil”, de “integración incompleta”, gene-
levantando como alternativa el modelo inglés del suburbio jardín descen- tralizado. Pero incluso en el imaginario de esta urbanística clásica, aque- llos planos de extensión que se rechazaban en las ciudades europeas no hacían más que remitir, nuevamente, a la matriz básica que se encontra- ba en el capitalismo americano y en su producto urbano por excelencia: la grilla universal, abstracta, como dominio económico de la naturaleza. Así que es en la literatura sobre la ciudad norteamericana donde también se desarrolla el relato patrón de este repudio, comenzando por el propio Frederic Law olmsted, creador del central Park y, por ende, pionero en la denuncia de la grilla, y atravesando toda la historiografía americana: desde Lewis mumford, para quien el capitalismo “trata el lote individual y el bloque, la calle y la avenida, como unidades abstractas para com- prar y vender, sin respeto por usos históricos, condiciones topográficas o necesidades sociales”; hasta el historiador John reps, que critica la grilla neoyorquina en términos lapidarios:
como ayuda a la especulación, el proyecto de la comisión [del Plano de 1811] es probablemente sin igual, pero éste es el único motivo por el cual puede ser definido un gran suceso. Queda el hecho de que esta nueva York a escuadra, que sirvió de modelo para ciudades sucesivas, fue un desastre cuyas consecuencias han sido a duras penas contenidas por los urbanistas más recientes.^22
se trata de un repudio técnico, moral y político que atravesó indemne dife- rentes episodios de revisión a lo largo del siglo, para perdurar en lo sustan- cial hasta nuestros días.^23 de modo tal que nos encontramos nuevamente con ese repudio en un reciente análisis histórico de resonancias marxistas como el de Peter marcuse, para quien la grilla del capitalismo temprano
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(^24) La primera cita en Peter marcuse, “the grid as city plan: new York city and laissez-faire planning in the nineteenth century”, Planning Perspectives , 2, nueva York, 1987, p. 295; la segunda, en richard sennett, The Conscience of the Eye. The Design and Social Life of Cities , nueva York, Alfred Knopf, 1990, p. 55. El tra- bajo de marcuse es uno de los primeros que intenta una clasificación de diferentes tipos de grilla, lo que ya representa un avance enorme frente a la desconsideración que ha tenido en el pensamiento urbanístico; de todos modos, reafirma la visión de la grilla como esquema exclusivamente al servicio de la especulación salvaje. (^25) max Weber, La ciudad , madrid, Ediciones La Piqueta, 1987 (tubinga, 1921), p. 20. Lecturas más abarcantes que la que propone sennett sobre las hipótesis de Weber en estos temas, en Hans Paul Bahrdt, La moderna metrópoli. Reflexio- nes sociológicas sobre la construcción de las ciudades , Buenos Aires, eudeba, 1970 (Hamburgo, 1961) y Paolo Perulli, Atlante metropolitano. Il mutamento sociale nelle grandi città , Bologna, il mulino, 1992.
(^22) Lewis mumford, The City in History: its origins, its transformations and its prospects , nueva York, Harcourt Brace Jovanovich, 1961, p. 421; y John reps, La costruzione dell’America urbana , milán, Franco Angeli Editore, 1976, p. 187 (edición italiana con introducción de Francesco dal co). reps distingue entre la propuesta de William Penn para Filadelfia, que juzga positivamente, y la grilla de nueva York, con consideraciones acerca de lo apropiado del sitio (una planicie en el caso de Filadelfia, mientras que en manhattan se desconoció la geografía de la isla); pero de este modo no se hace cargo del peso simbólico que él mismo reconoce que la grilla tenía para Penn, más allá y antes del sitio, como materialización de un ideal de libertad política y religiosa, y de igualdad social y económica. (^23) Atravesó la reivindicación de la calle tradicional iniciada por Jane Jacobs en los años sesenta, aunque era en definitiva una reivindicación comunitarista de la vecindad; y sobrevivió al redescubrimiento formalista de los años setenta, como el que desarrolla rem Koolhaas en su “manifiesto retroactivo” de manhattan. véase Jane Jacobs, Vida y muerte de las grandes ciudades , Barcelona, Península, 1974 (nueva York, 1968) y rem Koolhaas, Delirious New York. A Retroactive Manifesto for Manhattan , rotterdam, 010 Publishers, 1994 (nueva York, 1978).