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Tipo: Apuntes
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ISSN 2011– 0324
lao@soc.umass.edu
Artículo de reflexión: recibido 01 /02 /13 y aprobado 08 /10 /
56 Agustín Lao-Montes CS No. 12, 53–84, julio–diciembre 2013. Cali, Colombia Resumo Artigo dedicado à análise das lutas dos povos afrodescendentes; salienta a necessidade de oferecer respostas claras para perguntas importantes, tais como: ¿Qual o papel do afrodes- cendente e seus direitos dentro da nova política de descolonização e libertação? ¿Quanto é possível incluir as suas exigências dentro do domínio dos projetos que favorecem a democra- tização da democracia nos diferentes campos da justiça? Como concertar as consolidações conseguidas --graças ao surgimento de políticas relativas à questão racial afrodescendente, e em espaços abertos ao nível estadual e transnacional--, com as estratégias de organização de base, e reclamações que procurem reformas radicais, visando uma sociedade mais justa e igualitária? Para dar resposta a tais perguntas, a primeira parte do texto explora o significado histórico das diásporas afro-americanas, enquanto a segunda discute de maneira concisa os princípios ético-políticos da descolonização, a democracia e a libertação, sob a perspectiva da centralidade histórica dos sujeitos da africania moderna. No fim, são feitas algumas obser- vações práticas quanto às implicações da perspectiva afro diaspórica colonial, no plano das políticas públicas e da teoria política dos movimentos sociais afrodescendentes. Palavras-chave: Descolonização, democracia substantiva, foco afrodiaspórico.
57 Empoderamiento, descolonización y democracia sustantiva. Anando principios ético-políticos para las diásporas Afroamericanas – Introducción “El problema del siglo XX es el problema de la línea de color”, declaraba a principios del siglo pasado el eminente intelectual Afroamericano William E.B. Du Bois (Du Bois, 1903). Dicha máxima probó ser profética y reveladora de la centralidad de la cuestión racial y del problema del racismo en los dramas principales de la época. Ésta, igualmente, puso de manifiesto el protagonismo histórico de los pueblos y poblaciones africanas y Afrodescendientes en los desarrollos más importantes del mundo moderno, sobre todo en las gestas por la libertad e igualdad que son los valores orientadores de cualquier proyecto de justicia y democracia. Hoy, en los umbrales del siglo XXI, tras las luchas de in- dependencia que lograron la descolonización formal de África y el Caribe en las décadas de 1950 y 1960, luego del movimiento de años 60 y 70 por los derechos civiles y el Poder Negro —con centro en los Estados Unidos pero de influencia mundial—, y después de la conferencia mundial en contra del racismo y for- mas conexas de discriminación —celebrada en Suráfrica en 2001, a inicios de la década dedicada por la ONU a los Afrodescendientes— la cuestión étnica y los problemas de la desigualdad y la discriminación racial todavía están entre los retos principales para un proyecto de sociedad donde primen la equidad real y la democracia sustantiva. Este artículo está dividido en tres partes. En la primera parte se explorará el significado histórico de las diásporas Afroamericanas. En la segunda, se discu- tirán brevemente los principios ético-políticos de descolonización, democracia y liberación, a la luz de la centralidad histórica de los sujetos de la africanía mo- derna. La tercera parte, finalmente, comprenderá algunas observaciones prác- ticas sobre las implicaciones de la perspectiva descolonial afrodiaspórica tanto para la formulación de políticas públicas como para la teoría y política de los movimientos sociales Afrodescendientes. La diáspora africana como modernidad alterna Elaborar una perspectiva afrodiaspórica requiere revisar nuestra memoria histórica colectiva y la definición misma de diáspora. Dicha mirada puede dirigirse desde dos ángulos principales que, juntos, dibujan dos historias entrelazadas: una de dominación y opresión, y otra empoderamiento y li - beración.
59 Empoderamiento, descolonización y democracia sustantiva. Anando principios ético-políticos para las diásporas Afroamericanas – ción de la sociedad, la economía, la cultura y la política en el planeta. Bajo esta perspectiva, que ve la diáspora africana como una modernidad alterna a la eurocéntrica dominante, hay momentos claves como la Revolución haitiana (1751-1804) de la coyuntura finisecular entre los siglos XVII y XIX, donde el accionar de los Afrodescendientes ocupó el escenario central de cambio a escala no sólo local sino también mundial. Las gestas libertarias de los cimarrones y de los esclavizados en las plantaciones encabezaron la revolución social más profunda de la época. En la Revolución haitiana se luchó al mismo tiempo contra el colonialismo y la esclavitud, así como a favor de la construcción de una nueva nación con ciudadanía plena para los Afrodescendientes, una repú- blica negra definida no por el color sino como una identidad histórica. Esto trajo consigo una profundización del proyecto democrático de la Revolución francesa, al igual que una visión y una práctica propias de libertad acuñada al fragor de las gestas por la emancipación, inspiradas por fuentes africanas libertarias tanto cognitivas como espirituales.^4 El localizar estas las luchas y las creaciones culturales en el centro de los escenarios nacionales, regionales y mundiales es una de las tareas principales de la descolonización de la memoria histórica de los Afrodescendientes desde una perspectiva afrodiaspórica. Atender a dicha descolonización requiere nada más y nada menos que revisar a fondo cómo los Afrodescendientes ven y entienden los momentos críticos, quiénes son sus actores principales, cuáles son las historias que se cuentan y se deben contar, y cuáles son las fuerzas que mueven el pasado y el presente y, por ende, cuáles son los horizontes posibles para el futuro. Dos hitos fundamentales para entender el significado histórico-mundial de África y la diáspora africana en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial son los movimientos de liberación nacional de las décadas de 1950 y 1960 en el continente africano y el Caribe, junto con el movimiento por los derechos civiles y el Poder Negro de los años 60 y 70 –cuyo eje de acción fueron los Estados Unidos. Los llamados movimientos por la liberación nacional de África y el Ca - ribe le dieron fin al colonialismo político formal de los imperios europeos, a la vez que cultivaron ideales de independencia política y económica, junto 4 Hay un cuerpo creciente de investigaciones sobre este fenómeno, tan central pero invisible en la historia del mundo moderno. Ver especialmente: Dubois (2005), Fick (1990), Fysher (2004) y Trouillot (1997).
60 Agustín Lao-Montes CS No. 12, 53–84, julio–diciembre 2013. Cali, Colombia con una búsqueda de unidad y orgullo cultural e intelectual pan-africano. En este contexto se forjó un nuevo pan-africanismo cuyas voces y propues- tas más críticas y lúcidas aun siguen vigentes. Es el caso, por ejemplo, de la tesis de Amílcar Cabral sobre la necesidad de fomentar una cultura de la liberación (Cabral, 1979), de la distinción que estableció Franz Fanon entre mera independencia nacional y verdadera liberación nacional, y del análisis de Kwame Nkruhmah sobre el peligro del neocolonialismo (económico, político y cultural) luego de la descolonización formal (Nkruhmah, 1970). En el terreno de lo cultural, cabe destacar los encuentros entre África y Afroamérica, como los realizados en Senegal en 1963 y Argelia en 1975, que fueron parte de una suerte de re-identificación entre el continente africano y la diáspora cuyos frutos todavía se aprecian en la reciente resolución de los países africanos que declara la diáspora como sexta región de la Unión Africana. Sin dejar de reconocer la enorme importancia de las independen- cias formales en los países africanos y del Caribe, es también importante señalar que los problemas de hambrunas, genocidios, y desigualdades crasas que vive el continente africano hoy día son, en gran medida, resultado tanto de los legados coloniales como de elementos significativos de continuidad en la dependencia económica estructural en conjunto con la subordinación política a los poderes occidentales. Esta situación alimenta el imaginario racial occidental que todavía considera a África como un continente atrasado y primitivo en relación con los ideales desarrollistas que emergieron como criterios de moder - nidad desde finales de la década de 1940 (Mbembe, 2001; Ferguson, 2006). Este patrón global de desigualdad económica, política y cultural, que tuvo inicio hace unos 500 años y que en la región del Caribe se convirtió, luego de las independencias, en una subordinación relativa al poder imperial del estado y el capital de los Estados Unidos, puede denominarse, en concordancia con lo propuesto por Aníbal Quijano, como “colonialidad del poder” (Quijano, 1992; Quijano, 2000). Hoy día, debido a la tenaz permanencia de dicho patrón de poder, y a pesar de todas las luchas y todos los logros de los movimientos africanos y afrodiaspóricos, los Afrodescendientes aún buscan realizar el proyecto inacabado de la descolonización.
62 Agustín Lao-Montes CS No. 12, 53–84, julio–diciembre 2013. Cali, Colombia liberales que, desde el gobierno de Ronald Reagan, insistieron en mermar el gasto social en áreas como vivienda y educación, así como en privatizar servicios básicos en lo que constituyó una ofensiva contra el estado benefac- tor (Dawson, 2011; Wilson, 2010). Esto, a su vez, vino acompañado de una campaña neoconservadora contra las políticas de equidad racial, incluyendo las acciones afirmativas y las leyes y medidas contra la discriminación. Dichas políticas fueron sustentadas por una ideología racial que declaraba el fin del racismo y la existencia de una sociedad pos-racial inclusiva libre de color en los Estados Unidos (Alexander, 2012). Sin embargo, la persistencia de las desigualdades raciales, no sólo en lo económico sino también en lo político, al igual que en las experiencias de discriminación cotidiana, son un hecho pa- tente del cual dan testimonio las mayorías Afrodescendientes, latinas, asiáticas e indígenas cuando describen su experiencia y cuando se organizan contra el racismo. Infinidad de estudios en las ciencias sociales dan cuenta de estos postulados.^6 Lo que el sociólogo Bonilla-Silva (2008) llama “racismo ciego al color” o “racismo daltónico” es legitimado por el ascenso relativo a la rama ejecutiva del estado imperial de un sector neoconservador Afrodescendiente cuyas figuras más visibles son Colin Powell y Condoleezza Rice, y también por el perfil político de Barack Obama como neoliberal y paladín del poder imperial. Aquí aparece implicado el tema clave de la relación entre el Estado, la política electoral y los movimientos sociales afrodiaspóricos. Al respecto, cabe sostener que es necesario que los Afrodescendientes tengan representa- ción en el estado y participen en la arena electoral, a la vez que es importante que mantengan movimientos sociales con autonomía y poder propio, que abran espacios no-estatales de poder, vida cultural y desarrollo económico mientras se aboga para que el Estado establezca políticas de equidad racial y justicia social. Luego de la ola de cambios de los 60 y 70, hubo un descenso en el activis- mo político de los movimientos sociales negros en los Estados Unidos. Esto se debió, en parte, a la incorporación relativa de las energías políticas en el ámbito electoral y el espacio estatal, así como también a un declive general en el nivel de activismo social y político. En contraste, desde finales de los 6 La literatura al respecto es vasta. Dos colecciones recientes, particularmente importantes, son: Zuberi y Bonilla-Silva (2008), y Cobas, Duany y Feagin (2009).
63 Empoderamiento, descolonización y democracia sustantiva. Anando principios ético-políticos para las diásporas Afroamericanas – 1980 ha habido en América Latina una emergencia notable de movimientos sociales de afrodescendientes e indígenas. Esto puede caracterizarse como un giro hacia el sur en el eje principal de los movimientos Afroamericanos, que finalmente saca de la invisibilidad a los que, se calcula, son 150 millones de Afrolatinoamericanos que permanecían fuera tanto de los mapas culturales y políticos de América Latina como de las representaciones anglo-norteñas de la diáspora africana (Lao Montes, 2009). Constelaciones políticas de “nuestra Afroamérica” Las diásporas Afrolatinoamericanas tienen una larga historia política. Esa formación diaspórica de pueblo que, parafraseando la famosa expresión de Martí “nuestra América” llamamos “nuestra Afroamérica”, ha sido escena- rio histórico de gestas libertarias y luchas de importancia mayor en la larga duración del mundo moderno. Baste aquí recordar que en Cuba se celebró, en 2008, el centenario de la fundación del primer partido político explícita- mente Afrodescendiente en las Américas: el Partido Independiente de Color (PIC), que duró hasta 1912. El año pasado se conmemoró el centenario de la masacre contra los miembros del PIC, que en 1912 sumó alrededor de 3, muertos, junto con el bicentenario de la llamada Revuelta de Aponte que, en 1812, intentó ser el primer grito de independencia de Cuba. No obstante estas primeras manifestaciones, la efervescencia de movimientos sociales Afrodes- cendientes autónomos en espacios locales y regionales, tendientes a la cons- trucción de redes nacionales y hemisféricas con capacidad de convocatoria y de influir en los escenarios de poder, es un desarrollo que vino a dar frutos significativos sólo a principios de la década de 1990. No hay espacio aquí para analizar los por qué, pero sí vale la pena destacar tres momentos claves en la organización de los Afrolatinoamericanos en la era de la globalización neoliberal.^7 El primer momento estuvo marcado por la campaña contra la celebra- ción, en 1992, de los 500 años de mal llamado descubrimiento de América, la cual facilitó la organización de comunidades tanto indígenas como afrodes- cendientes. Contra las celebraciones del equivocadamente llamado “descu- 7 Estos argumentos se desarrollan en mi libro de próxima publicación Contrapunteos afrodiaspóricos. Carto- grafías políticas de nuestra Afroam é rica.
65 Empoderamiento, descolonización y democracia sustantiva. Anando principios ético-políticos para las diásporas Afroamericanas – cuenta ahora con una serie de logros entre los que se incluyen la elección, en varios países, de legisladores Afro y la organización de un Parlamento Negro de las Américas. Otros ejemplos significativos son el Observatorio contra la Discriminación Racial de la Universidad de los Andes y el Proceso de Comu- nidades Negras, ambos en Colombia. Estas iniciativas combinan legislación y litigio legal con investigación y educación pública para combatir el racismo. Estos logros, sin embargo, no deben desviar la mirada de los Afrocolombia- nos de su misión de ver, analizar y combatir los graves problemas y retos que aún confrontan para combatir el flagelo del racismo. No hay que olvidar, a propósito, que el Banco Mundial aún muestra a las poblaciones Afrolatinoamericanas con los más altos niveles de pobreza, a lo cual es posible añadir los más altos niveles de encarcelamiento y las menores tasas de educación superior. Se revela acá un racismo estructural manifiesto en la tenacidad de la desigualdad socio-económica, así como en una expe- riencia cotidiana de violencia. Se trata de una experiencia marcada por el de- terioro del tejido social en los barrios urbanos de las grandes ciudades donde habita un porcentaje considerable de poblaciones Afrolatinoamericanas, al igual que por la pérdida de tierras de los campesinos y la sobre-explotación de los trabajadores agrícolas (como los corteros de caña en el Valle del Cauca, Colombia), fenómenos exacerbados por las políticas neoliberales que pro- mueven proyectos de mega-desarrollo y tratados de libre comercio. El resto de muertes y desplazamientos forzados en situaciones de conflicto armado completa el cuadro de una condición de re-diasporización en el sentido de destierro y dispersión violenta. Ahora bien, y no obstante lo anterior, es posible señalar cuatro logros claves en la cultura política y en las políticas raciales de los estados de la región. Lo primero es el reconocimiento del racismo como un problema, así como de la necesidad de elaborar políticas raciales. Esto, en sí mismo, representa una especie de revolución político-cultural en una región donde históricamente se ha negado el racismo, atribuyéndolo supuestamente sólo a los Estados Unidos y afirmando que existe una supuesta democracia racial en América Latina.^9 9 Este tema de los criterios y métodos para comparar formaciones raciales, regímenes racistas y políticas étnico-raciales en las Américas ha sido objeto de una amplia literatura. Este tema aparece cuidadosamente desarrollado
66 Agustín Lao-Montes CS No. 12, 53–84, julio–diciembre 2013. Cali, Colombia Un segundo logro, derivado del primero, yace en el establecimiento de oficinas y programas que atienden explícitamente las poblaciones Afrodes- cendientes, al tiempo que prestan atención a la cuestión racial en muchos de los países de la región. Dichas gestiones gubernamentales son, en gran parte, resultado de los esfuerzos de movimientos y comunidades negras. La mayoría de ellas, no obstante, no tienen casi poder ni presupuesto, y con excepción del Ministerio de Equidad Racial en Brasil, no tienen mayor rango institucional. Ello ha tenido como consecuencia la dificultad para brindar muchos benefi- cios concretos a las masas subalternas Afrodescendientes. Un tercer grupo de logros relativos remite a la representación política. Frente a ésta, un hecho importante es que, aún con sus altas y bajas, y a pesar de tener más valor simbólico que legislativo, existe un Parlamento Negro de las Américas, que en realidad es de América Latina, y cuya existencia misma testifica que se eleva el número de políticos electos y oficiales de alto nivel identificados como Afrodescendientes y a favor de políticas étnico-raciales. Estos resultaods pueden ser complementados con un último conjunto de logros, que revelan claramente el nexo entre los movimientos y los estados, alusivos a lo que puede denominarse como un cambio en la cultura política, tendiente a un reconocimiento mayor de las historias, culturas, e identidades Afrodescendientes tanto en sus dimensiones propias como en sus contribu- ciones a cada país y a la región en su conjunto. Aún está pendiente de evaluación el grado en que estas cuatro áreas han afectado las condiciones de vida de la gente Afro. Más allá de esto, lo que sí está claro es el estado de discriminación racial, desvalorización cultural, seria desigualdad social y falta de poder político en el que aún permanecen las masas Afrodescendientes de la región, quienes aún aparecen con los mayores índices de desigualdad en los indicadores oficiales. Cualquier análisis y debate sobre la permanencia de dichas condiciones debe indagar en sus causas de fondo, lo que implica investigar tanto los determinantes sistémicos y estruc- turales como los límites y posibilidades de las políticas gubernamentales en el contexto del capitalismo global neoliberal –en vista de su crisis actual. Estas deben ser prioridades en la agenda de investigación de las ciencias sociales en el segundo capítulo de mi próxima publicación: Contrapunteos afrodiaspóricos. Cartografías políticas de nuestra Afroamérica.
68 Agustín Lao-Montes CS No. 12, 53–84, julio–diciembre 2013. Cali, Colombia Es posible considerar la contradicción entre la igualdad formal y la desigualdad como el marco estructural que orientó una diversidad de luchas históricas a favor de la extensión de la franquicia ciudadana. Es el caso, por ejemplo, de las gestas a favor del voto para las mujeres y los obreros, libradas entre mediados del siglo XIX y principios del siglo XX. El llamado movimiento por los derechos civiles en el sur de los Estados Unidos, en las décadas de 1950 y 1960, es otro ejemplo elo - cuente de cómo las acciones de los movimientos sociales representan los principales vehículos en el camino hacia lo que se denomina la “de - mocratización de la democracia”, término alusivo a la gestión en pro, no simplemente de una ciudadanía formal o nominal, sino más bien de una ciudadanía real o sustantiva. Hay aquí una correspondencia lógica y política entre los conceptos de ciudadanía y democracia. La democracia liberal representativa se corres - ponde con la ciudadanía legal-formal, mientras la democracia sustantiva se corresponde con la ciudadanía plena y diferenciada. En contraste con la idea de democracia en el sentido meramente formal —es decir, sólo como una cuestión de discurso, reconocimiento y procedimiento—, la noción democracia sustantiva invita a identificar las desigualdades sociales y sus raíces, a elaborar políticas públicas a favor de la equidad, y a ayudar en el proceso de empoderamiento de sujetos y sectores subalternos y excluidos. En esta definición la democracia implica, más que la simple participación en los procesos electorales y el reconocimiento de derechos civiles contra abusos de poder de parte del Estado, una participación activa y un poder decisivo en todos los ámbitos de la vida social y cultural. Concebida como proceso de poder colectivo o empoderamiento popular, la democracia adquiere una pluralidad de formas y definiciones. Por eso, más allá de la “democracia liberal”, se habla de “democracia participativa”, “democracia deliberativa”, “democracia cultural”, “democracia étnico-racial” y “demo - cracia económica”. la investigación social y del análisis histórico como un quehacer crítico de la dominación, que trae consigo una contri- bución —aunque sea modesta— a la búsqueda de la emancipación. Ver, entre otros: Adorno y Horkheimer (2007), Benhabib (1986), Buck-Morrs (1977), Calhoun (1995) y Held (1980). Para una reformulación pos/decolonial de la teoría crítica y las ciencias sociales críticas, ver: Dussel (1992, 2007), Santos (2008) y Walsh, Shiway y Castro Gómez (2002).
69 Empoderamiento, descolonización y democracia sustantiva. Anando principios ético-políticos para las diásporas Afroamericanas – La “democracia sustantiva”, también denominada “radical”, alude al con- junto combinado de todas estas dimensiones del proceso democrático. Como horizonte político-cultural, la democracia sustantiva se corresponde con una concepción diferenciada de la ciudadanía en tanto ciudadanía cultural, social, económica, política y sexual, que a su vez implica una multiplicidad de dere- chos. Desde este punto de vista, es posible hablar —como se habla hoy— de de derechos humanos como derechos civiles, políticos, económicos, étnico- raciales, ecológicos, culturales, lingüísticos, religiosos, sexuales y de género. Al respecto, es posible argumentar que esta manera crítica y sustantiva de enten- der la democracia, la ciudadanía y los derechos humanos constituye una nueva cultura política que ha de orientar tanto el marco teórico como la orientación práctica de los escenarios de poder. Esta nueva cultura política no proviene del mundo académico, del Estado o del mercado, sino de la producción de conocimientos y de los reclamos de movimientos sociales como el movimien- to de mujeres, el movimiento LGBT, y los movimientos ecológicos, obreros, campesinos, afrodescendientes e indígenas. Los movimientos sociales pueden ser entendidos, en este contexto, como las fuerzas vivas y los actores histó- ricos que han sido los principales gestores de las transformaciones radicales asociadas a la descolonialidad. La descolonialidad puede ser comprendida como un proceso a largo plazo que va a la par con la colonialidad del poder. En este sentido, la descoloniali- dad se revela como una tendencia clave en el sistema-mundo moderno/colo- nial capitalista, como efecto combinado de las luchas cotidianas, las múltiples resistencias y las diversas formas de organización que componen los movi- mientos antisistémicos. Bajo esta acepción, la descolonialidad no es simple- mente un evento, un accionar para tomar y reemplazar el Estado colonial por un Estado nacional, sino más bien un proceso complejo y desigual que tiene por objeto desmantelar las diversas formas de dominación y explotación del patrón de poder moderno/colonial.^12 Es bajo este punto de vista que se habla de “descolonialidad del poder”, en referencia a la creación de nuevas formas de poder donde no primen ni la dominación ni la explotación. 12 Ver Quijano, Lao-Montes.
71 Empoderamiento, descolonización y democracia sustantiva. Anando principios ético-políticos para las diásporas Afroamericanas – resistencias y rebeliones contra la esclavitud su racismo estructural. Acá están incluidas desde la vorágine de luchas que constituyó el primer movimiento anti- sistémico que produjo espacios de liberación fundamentales para la democracia en el mundo moderno —las sociedades cimarronas y la revolución haitiana—, hasta los movimientos negros de las décadas de 1960 y 1970 en Estados Unidos y Suráfrica, junto con la emergencia de los movimientos Afrolatinoamericanos desde finales del decenio de 1980. Las páginas restantes estarán dedicadas a explorar los desafíos y posibilidades presentes y futuras de la gestión histórica de los movimientos Afrolatinoamericanos. Ubuntu criollo: Afrolatinoamérica de cara a la crisis y al nuevo milenio La proclamación, por parte de las Naciones Unidas, del decenio de los Afrodes- cencientes a partir de 2013, fue producto tanto de la agenda de Durban como del accionar de los Afrolatinoamericanos, y está ligada a la conformación del Foro Permanente Afro en la ONU. Se trata de un proceso que ha seguido una ruta si- milar a la de los pueblos indígenas del mundo. El 2011, declarado año internacio- nal Afrodescendiente, sirvió de ocasión para reforzar las políticas antirracistas y por la equidad racial en los marcos de la nueva ola de movimientos antisistémicos y de los proyectos de gobierno de corte progresista en América Latina y el Caribe. Vale la pena destacar acá la realización de dos conferencias a propósito de esta conmemoración, llevadas a cabo en el mes de junio primero en Cuba y luego en Venezuela. Ambos eventos ofrecieron un espacio para la discusión en torno a los retos impuestos por la continuidad del racismo en procesos de construcción de socialismo, así como sobre la importancia de las políticas de equidad racial para la realización de un proyecto global de descolonización y liberación. Ambas conferencias se caracterizaron por una productiva interlocución de de activistas, intelectuales, y dirigentes gubernamentales, al igual que por un diálogo crítico donde se indagó sobre las formas de racismo, las políticas para combatirlo y la necesidad de promover la equidad racial como pilares de las políticas y los proyectos de descolonialidad y liberación en esta coyuntura de crisis en la región y el mundo. Se dejó claro que el debate sobre la cuestión racial en Cuba está vivo y que, como planteó Fernando Martínez Heredia en su intervención inaugural,
72 Agustín Lao-Montes CS No. 12, 53–84, julio–diciembre 2013. Cali, Colombia “la profundización del socialismo en Cuba es necesariamente anti-racista”.^14 En Venezuela, por su parte, se tejió una red de movimientos negros en Améri- ca Latina, denominada “Articulación Regional Afrodescendiente”, a la vez que se aprobó una declaración que abogaba, primero, por un Fondo de Desarrollo Comunitario y una Junta Consultiva Afrodescendiente como parte del ALBA; segundo, por el reconocimiento en el Consejo de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC);^15 y tercero, por priorizar la solidaridad con Haití y con el continente Africano, en el espíritu general de resaltar la política anti racista y por la equidad racial en las nuevas agendas de emancipación e integración regional. Por integración se entiende, en este contexto, un esfuerzo por articular la diás- pora, por reunir sus múltiples fragmentes a partir y en aras de un proyecto de des- colonización en el sentido amplio de descolonizar la memoria, el imaginario, la edu- cación, la economía y la cultura, lo cual trae consigo una reinvención de la nación y una redefinición del Estado que permita construir una democracia sustantiva y una sociedad equitativa e igualitaria. Estos son los principios ético-políticos que aquí pretenden sugerirse y que son fruto de un largo proceso de agencia histórica y em- poderamiento de las personas y los movimientos de África y su diáspora. En vista tanto de los logros como de las limitaciones, la parte final de este artículo estará dedicada a enumerar los que podrían considerarse seis de los mayores retos y contradicciones contemporáneos, seguidos por seis de las áreas y propuestas principales de trabajo para la agenda Afrodescendiente que se va definiendo colectivamente por los actores del campo político Afro. Estos puntos serán propuestos con una visión crítica en el buen sentido de ver contradicciones, limitaciones y posibilidades, así como de identificar tanto obstáculos como vías de transformación. Los seis retos son los siguientes: