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Origen y contexto: El Nuevo Brutalismo surge en Inglaterra durante los años 50, en el contexto del posguerra, como una respuesta ética y estética a la arquitectura moderna racionalista. Se asocia principalmente con el grupo británico de los Smithson (Alison y Peter Smithson), aunque el término fue adoptado y reinterpretado por muchos. Características principales: Expresión honesta de materiales: especialmente el hormigón crudo (béton brut), sin revestimientos ni ornamentos. Legibilidad formal y estructural: la forma revela la función, la estructura y el proceso constructivo. Austeridad y crudeza visual: se prioriza la función y la ética arquitectónica sobre la estética tradicional. Monumentalidad sin ornamento: edificios imponentes, con fuerte presencia, pero sin decoraciones. Interés por la vida cotidiana: especialmente en la escala del peatón y lo comunitario (espacios intermedios, circulación, plazas duras).
Tipo: Guías, Proyectos, Investigaciones
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os efectos del artículo de Reyner Banham “The New Brutalism”, publicado en diciembre de 1955, no se hicieron esperar. En el número del 12 de abril del año siguiente, la revista The Archi- tect’s Journal se hacía eco de un «debate reciente» sobre Nuevo Brutalismo, que había tenido lugar en el Institute of Contemporary Arts (ICA) de Londres. La reseña, titulada con cierta ironía “New Brutalism Defined At Last”, aludía a las diferentes «definicio- nes del mismo» que se podían inferir de las inter- venciones de los cuatro convocados: Toni del Ren- zio, D.F. Tomlin (un estudiante), Ronald Jenkins y John Summerson. Como era de esperar, las discre- pancias eran numerosas y de toda índole. No obs- tante, una de las cosas en las que los cuatro estaban de acuerdo era en que, al menos, el Nuevo Brutalis- mo había incitado al debate sobre la arquitectura, in-
cluso a alguien como J. Summerson, quien afirmaba no creer en su existencia.
La carta en la que Eric de Maré relata el origen del término se publica en agosto. Ese mismo mes, en la Whitechapel Gallery de Londres, se inaugura la ex- posición This is Tomorrow , uno de los hitos funda- mentales de la cultura Pop 1. En la reseña que hizo para Architectural Review , Banham se refería al Nuevo Brutalismo al comentar el pabellón del grupo 6, ‘Patio & Pavilion’, realizado por los Smithson, N. Henderson y E. Paolozzi, y el del grupo 2, obra de J. Voelcker, R. Hamilton y J. McHale. Del primero va- loraba sobre todo la inclusión de elementos, califi- cados por él de esculturas, que evocaban las «activi- dades y necesidades humanas». Del segundo, el que «tiene más en común con el de los Nuevo Brutalis-
María Teresa Valcarce Labrador
Tal como se anunció, el presente artículo es la segunda parte del publicado por la autora sobre el mismo tema en el número anterior de Cuaderno de Notas_. En él se exponían el conjunto de hechos que condujeron a la denominación de dicha corriente como tal, así como a la definición y difusión de sus ideas hasta la publicación, a mediados de los 50, del conocido artículo de Reyner Banham titulado “The New Brutalism”en la revista inglesa_ Architectural Review_. El hilo del discurso se retoma aquí en el mismo punto en que se dejó y, tras un recorrido a través del debate que suscitó dicho texto tanto en el ámbito editorial británico_
como en el foráneo, expone una serie de ejemplos construidos a partir de entonces y hasta bien avanzada la siguiente década, que se recogieron en el único libro de carácter específico publicado hasta la fecha: The New Brutalism: Ethic or Aesthetic? , escrito por el mismo Banham en 1966. Conviene recordar a los lectores que el artículo anterior incluía una extensa bibliografía comentada sobre el tema a la que se hace referencia en este escrito.
tas que ningún otro», destacaba el empleo que sus au- tores hacían de las imágenes. De ambos subrayaba que «ninguno se basa en conceptos abstractos sino en imágenes concretas [...] que se resisten a una cla- sificación por las disciplinas geométricas que domi- nan la mayoría de los pabellones». Una vez más, pa- rece que el interés de Banham se centraba en poner de relieve aquellas características de los pabellones, que los harían merecedores de engrosar la lista de las manifestaciones del Nuevo Brutalismo; lo que a su vez le permitía matizar aún más esas características.
La revista Architectural Design avivó la polémica, en la primavera del año siguiente, con el artículo “Thoughts in progress The New Brutalism” publica- do en su sección OPINION. Ésta, aunque anónima, habitualmente corría a cargo de Theo Crosby. En el encabezamiento, se animaba a los lectores a que man- dasen sus puntos de vista sobre el tema para publi- carlos posteriormente. El texto se desarrollaba en forma de diálogo entre dos supuestos oponentes: uno mantenía una postura crítica, el otro asumía el papel de defensor. Su contenido abordaba una serie de cues- tiones espinosas, como la dificultad que todavía en- trañaba discernir lo que era el Nuevo Brutalismo, la escasez de edificios construidos y la casi exclusiva existencia de «declaraciones y unos cuantos dibu- jos». Se refería a la escuela de Hunstanton y el pro- yecto de los Smithson para la Universidad de Shef- field y, como no, al artículo de Banham y algunos de los temas tratados en él: los materiales as found , la topología, las tres condiciones que han de tener las obras brutalistas, las conexiones con Le Corbusier...
This is Tomorrow : ‘Patio & Pavillion’. Grupo 6 (A. y P. Smith- son, N. Henderson y E. Paolozzi), 1956.
This is Tomorrow : ‘Patio & Pavillion’. Grupo 6 (A. y P. Smith- son, N. Henderson y E. Paolozzi), 1956.
This is Tomorrow : Pabellón del grupo 2 (J. Voelcker, R. Ha- milton y J. McHale), 1956.
y todas se ponían a favor o en contra. Las que se si- tuaban a favor ponían en entredicho las críticas ver- tidas por la revista y las «incorrecciones» allí expre- sadas. Así mismo, puntualizaban los errores de in- terpretación de las ideas tanto de Banham como de los Smithson. Las que estaban en contra hacían hin- capié en la ausencia de edificios construidos y se pre- guntaban si el Nuevo Brutalismo era algo más que la arquitectura de A. y P. Smithson.
En cualquier caso, y dejando a un lado el debate en el ámbito de la cultura arquitectónica inglesa, el ar- tículo de Banham “The New Brutalism” contribuyó, sin duda, a la difusión de las ideas del supuesto mo- vimiento. Prueba de ello es, por ejemplo, la publica- ción, en el nº 4 de la revista italiana ZODIAC , de una “Conversation on Brutalism”, precedida de un edi- torial en el que el Nuevo Brutalismo se comparaba con el denominado «Ornamented Modern», nombre que se daba a una de las tendencias de la «arquitec- tura oficial en USA», en ese momento.
Los participantes en la conversación eran Jane B. Drew, Maxwell Fry, y Alison y Peter Smithson. En ella se referían a la «verdadera estética de la máqui- na que debía surgir»; a los nuevos problemas que
tenía la ciudad como consecuencia, sobre todo, de la utilización del automóvil; a las comunicaciones; a USA; a los edificios de oficinas; a los electrodomés- ticos; a los materiales as found que «no implican el rechazo del mármol, el enfoscado y el acero»... y a muchas cosas más. De la conversación se podía de- ducir que, para entonces, el interés de los implicados en el Nuevo Brutalismo se había desplazado a la ciu- dad y los nuevos modos de habitarla propiciados por el acceso de gran parte de los ciudadanos a los obje- tos de consumo^2. Una ciudad «cuyo espacio debe ex- presar que es una red de comunicaciones» y que es preciso «re-adaptar a la escala del movimiento del automóvil, pero en la que, obviamente, deberá haber lugares donde la velocidad del coche se reduzca prác- ticamente a cero o en los que el coche se excluya completamente». Por otra parte, y a propósito de los materiales y su modo de utilización, habría que re- cordar que, en esa época, A. y P. Smithson estaban construyendo la sede del periódico The Economist en Londres.
‘Casa del Futuro’. A. y P. Smithson, 1956. Sede de ‘The Economist’. A. y P. Smithson, Londres, 1967.
Pero probablemente la mejor prueba de la difusión de las ideas del Nuevo Brutalismo son algunos de los edificios que se construyeron tanto en Europa como en América, e incluso en Japón, desde mediados de los años 50 hasta bien entrada la década de los 60. Y habría que señalar aquí, que la inclusión de muchos de ellos en la posible lista de las obras brutalistas, no fue sólo responsabilidad de Banham, sino también de otros críticos e historiadores. Es más, en no pocos casos, fueron los propios autores los que se declara- ron seguidores del polémico movimiento; si aún po- demos seguir considerándolo así.
A una parte de esos edificios se refiere Reyner Ban- ham en su libro, publicado en 1966, con el significa- tivo título de The New Brutalism: ethic or aesthetic?. De él también es significativo el prefacio en el que dedica el libro «... al director de “Documents of Mo- dernArchitecture”^3 quién me sorprendió en 1963 con la idea de que el Nuevo brutalismo constituía un tema muy adecuado para un estudio profundo» y en el que cita a «Peter Smithson, fundador del Nuevo Bruta- lismo». El libro, al igual que su artículo de once años atrás, tiene un claro carácter didáctico.Ytambién esta vez, este carácter reside en gran medida en las imá- genes que, en número de 303, ocupan más de las dos terceras partes de las páginas.
En el texto, Banham intenta aclarar los temas ya abor- dados antes, tratándolos con más extensión e incor- porando algunas de las nuevas obras producidas. En este sentido es bastante esclarecedor el capítulo titu- lado “El final del viejo urbanismo”, en el que iden- tifica el Brutalismo con el Team X, en su actitud crí- tica hacía el urbanismo derivado de la Carta de Ate- nas: «Si se careciese del adjetivo “brutalistas”, es muy probable que los adeptos de esta tendencia fue- sen conocidos con el nombre de Team X y recorda- dos como los destructores de los CIAM». Al mismo tiempo, construye una historia del Nuevo Brutalis- mo, hasta la fecha, con una coherencia interna in- contestable y en la que, sin embargo, no deja de cons- tatar sus dudas respecto a determinados datos y he- chos.
Pero en el fondo, parece que lo que de verdad le im- porta es responder a la pregunta del título, o más bien dilucidar cuáles son las características del Nuevo Brutalismo que pertenecen a cada una de las dos ver- tientes: la ética y la estética. Cuáles son las que con- ciernen a la actitud a que se referían los Smithson en su momento, y cuáles tienen más que ver con aspec-
tos estrictamente formales, en este caso confundidos, habitualmente, con los materiales y el modo de uti- lizarlos.
Para Banham la vertiente ética se identifica, en pri- mera instancia, con la búsqueda de una «arquitectu- ra otra», aquélla que «podría llegar a abandonar los conceptos de composición, simetría, orden, propor- ción, [...] tal cual se enseña en las “Ecoles des Beaux- Arts” y se conserva piadosamente en la arquitectura moderna del Estilo Internacional y en sus sucesores
Casas Jaoul. Le Corbusier, Neully-sur-Seine, 1956. Vistas ex- terior (arriba) e interior (abajo).
secuencia de una actitud ética y en menor medida las cualidades que derivan de un determinado uso de los materiales como voluntad de estilo.
Esta cuestión se hace patente, por ejemplo, en el co- mentario sobre dos de las obras de Paul Rudolf en New Haven, el edificio de Arte y Arquitectura de la Universidad de Yale y la residencia para estudiantes casados: «... Paul Rudolf, que recibe con asiduidad el apelativo de “brutalista”, no lo es su edificio de Arte y Arquitectura de la Universidad de Yale, con sus artificiosas superficies de hormigón basto, sino su residencia para estudiantes casados de la misma universidad, sobre la que el propio arquitecto escri- bió: “La concebí como un pueblo, no como una vi- vienda [...] los espacios entre los apartamentos son importantes [...] patios, terrazas, pasos, entradas”».
Este tratamiento del espacio público en los conjun- tos de viviendas es lo que Banham aprecia también en obras como la Colonia Halen, cerca de Berna, obra de Atelier 5, o el bloque de viviendas Harumi de Kunio Mayekawa en Tokio. En lo que respecta a Park Hill es concluyente: «La cruzada del brutalismo a
Universidad de Yale: Residencia para estudiantes casados (arriba) y edificio de Arte y Arquitectura (abajo). Paul Ru- dolph, New Haven (Conn.), 1962 y 1964, respectivamente.
Colonia Halen. Atelier 5, Berna, 1961. Vista general del con- junto (arriba) y del frente aterrazado de las viviendas (dere- cha).
Viviendas Harumi. Kunio Mayekawa, Tokio, 1958. Vista general (izquierda) y detalle de las terrazas (abajo).
favor de un hábitat mejor por medio del planeamiento de conjuntos culmina probablemente en Park Hill». Al final del capítulo en el que trata el tema de la vi- vienda colectiva subraya la aportación del Nuevo Brutalismo: «El mundo puede no estar de acuerdo con la estética brutalista; pero la conciencia arqui- tectónica mundial se ha enriquecido de un modo per- manente con la ética del Brutalismo».
En otro orden de cosas, habría que recordar que la organización del edificio brutalista corresponde a la de una estructura regida por relaciones de carácter topológico sin voluntad de forma, es decir es algo así como una anti-composición, si se considera la com- posición en el sentido tradicional. De ahí el reproche que hace a los Smithson, hacia el final del libro, a propósito del edificio de The Economist : «Lejos de ser un ejemplo de arquitectura “otra” es un ejercicio de diseño dentro de la gran tradición». Algo pareci- do apunta también con respecto a la Facultad de In- geniería de la Universidad de Leicester, obra de J. Stirling y J. Gowan. No obstante, pocos párrafos des-
pués, disculpa a todos ellos, al tiempo que reconoce su valía como arquitectos.
Como no podía ser menos, la primera crítica al libro estaba firmada por Alison y Peter Smithson y apare- ció cuando aún no había finalizado el año. A lo largo del año siguiente se sucedieron unas cuantas más, casi todas ellas en forma de reseñas. Y a decir ver- dad, éstas, aunque no todas, si algo tenían en común era cierta irritación hacia su autor y la consiguiente acidez de los comentarios. No pretendo hacer de abo- gado del diablo, entre otras cosas porque Banham se defiende solo, pero consideradas con cierta perspec- tiva, esas críticas resultan un tanto excesivas. Tam- poco se pretende ahora analizarlas y, mucho menos justificar y/o enjuiciar a unos y otros, ya que eso su- pondría llevar este texto más allá de sus propósitos. En este sentido remito al lector a la bibliografía y que saque sus propias conclusiones.
No obstante, cabría hacer un par de apostillas, preci- samente acerca de alguno de los temas tratados en los textos más ecuánimes. La primera es con respec- to a la muerte del Nuevo Brutalismo, a manos del propio Banham, que señala R. Boyd en “The Sad end of New Brutalism”: «De manera que lo que sucedió fue que el día en que los Smithson consiguieron cier- to éxito con una buena obra [...] el Nuevo Brutalis- mo murió. [...] Así el autor que apadrinó el Nuevo Brutalismo [...] finalmente lo mató con su propia mano en la página...». De esta supuesta muerte tam- bién dejaba constancia F. Jenkins en “Identification of a corpse”, al aludir a los comentarios del autor sobre el edificio de The Economist y el de la Facul- tad de Ingeniería de la Universidad de Leicester: «... según el último capítulo “Memorias de un supervi- viente”, él [Banham] ahora también ha testificado su muerte, o al menos la de su contribución británica». Es decir, en el mejor de los casos, el autor habría ex- tendido el certificado de defunción del Nuevo Bru- talismo. Eso supone afirmar que Banham lo identifi- caba con la obra de los Smithson y la de Stirling y Gowan. Aunque esa identificación era un lugar común en las críticas a Banham a propósito del tema, de la lectura del libro y a la vista de las obras arqui- tectónicas que en él analiza, no se puede inferir tal identificación. Lo único que cabe deducir es que el autor pensaba que los cuatro arquitectos se movían, en ese momento, por otros derroteros. Lo que, todo hay que decirlo, es bien cierto.
La otra puntualización también tiene que ver con la
Laboratorios de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Leicester. J. Stirling y J. Gowan, 1963.
reseña de F. Jenkins y, en particular, con el comen- tario acerca de la falta de perspectiva para poder hacer un juicio de valor acertado sobre el Nuevo Brutalis- mo: «No podemos valorar el Nuevo Brutalismo ni establecer su grado de importancia hasta que seamos capaces de definirlo más adelante y verlo en el con- texto de antes y después [...] y para la historia de este tema imagino que tendremos que esperar, al menos, otros veinte años». Efectivamente, el carácter de mu- chas de las críticas de entonces se puede achacar, en gran parte, a la proximidad temporal.
Han pasado ya bastantes más de veinte años. Tantos, que algunos de los protagonistas, así como de los par- tidarios y de los detractores, del Nuevo Brutalismo ya no se encuentran entre nosotros. Durante esos años se han escrito unas cuantas historias de la arquitec- tura que incluyen ese periodo. Aunque todo el mundo sabe que las historias nunca son del todo objetivas, puestos a hacer una valoración inicial del asunto aquí, ésta podría tener una base en esas historias. Y la pri-
mera conclusión que se extrae es que, si todavía al- guien duda de si el Nuevo Brutalismo existió o no, lo que no podrá negar es que todas esas historias dan cuenta de su existencia y se ocupan del tema en mayor o menor medida^4. También todas coinciden al seña- lar a sus principales protagonistas, las obras más sig- nificativas y sus características más difundidas. Pero quizá lo más importante es que también todas aluden a que sus ideas suponían una crítica hacia la arqui- tectura que, habiendo heredado los presupuestos del Movimiento Moderno, los había malversado.
Esta actitud crítica, que entonces también se mani- festaba en otras arquitecturas coetáneas, intentaba rescatar los auténticos principios que habían dado origen a la arquitectura moderna. Unas ideas en las que la modernidad no era tanto una cuestión de len- guaje sino más bien de actitud moral al enfrentarse a los problemas que plantea la sociedad en cada mo- mento. Es decir, una cuestión de ética más que de es- tética.
the comunity” en A.R. , noviembre 1957, pp. 333-336, o “Mo- bility Road Systems” en A.D. , octubre 1958, pp. 385-388.
Notas