






























































Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity
Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium
Prepara tus exámenes
Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity
Prepara tus exámenes con los documentos que comparten otros estudiantes como tú en Docsity
Los mejores documentos en venta realizados por estudiantes que han terminado sus estudios
Estudia con lecciones y exámenes resueltos basados en los programas académicos de las mejores universidades
Responde a preguntas de exámenes reales y pon a prueba tu preparación
Consigue puntos base para descargar
Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium
Comunidad
Pide ayuda a la comunidad y resuelve tus dudas de estudio
Descubre las mejores universidades de tu país según los usuarios de Docsity
Ebooks gratuitos
Descarga nuestras guías gratuitas sobre técnicas de estudio, métodos para controlar la ansiedad y consejos para la tesis preparadas por los tutores de Docsity
Una guía que habla sobre el proceso de duelo en niños de 0 a 12 años
Tipo: Guías, Proyectos, Investigaciones
1 / 70
Esta página no es visible en la vista previa
¡No te pierdas las partes importantes!
Cómo ayudar ante la
muerte y otras
pérdidas en la infancia
Esta guía tiene como objetivo orientar a los adultos para que sepan con qué pérdidas se puede enfrentar un niño o niña, cómo las sienten, cómo pueden reaccionar y, sobre todo, cómo ayudarles en su expresión emocional para que puedan elaborar el duelo de esa pérdida.
Cualquier final de relación supone una pérdida; por lo tanto, los niños se pueden enfrentar con las siguientes pérdidas:
Todas las situaciones de pérdida generan un sentimiento común: la pena. Cuanto más cercana es la relación que el niño o niña tenía con quién ha perdido, más intensa será está pena. Pero, en todo caso, nunca debemos obviar este profundo sentimiento de tristeza ni tampoco compararlo.
Mi propio bagaje
con la muerte
Durante una temporada larga de mi vida, la muerte fue un tema del que prefería no hablar, y si lo hacía, era de forma breve y buscando siempre un final feliz. Cuando me enteraba de que a alguien cercano a mí se le había muerto un ser querido, lo máximo que me atrevía a decirle era “lo siento” y, tras darle un beso o un abrazo afectuoso, trataba de consolarle despistándolo de su tristeza: “No te sientas mal; ella ha vivido una larga vida”, “no estés triste, ahora descansa en paz” o “ no sufras, seguro que está en un lugar mejor”.
Años más tarde me di cuenta de que yo vivía la muerte y los sentimientos inherentes a ella como un tabú. Era un tema del que prefería no hablar y ni sabía cómo hacerlo, porque tampoco se había tratado en mi familia cuando yo era pequeña o adolescente.
Mis padres y demás familiares, con la intención de protegerme, habían evitado abordar este tema incluso cuando murió mi perrito (atropellado por un coche) a mis 10 años o cuando recibí la triste noticia de que mi primo paterno había fallecido por accidente de coche cuando yo tenía 16 años.
Viví estas muertes en silencio, tanto de palabras como de emociones. Lloraba en silencio y sola en mi habitación, sin apenas poder hablar del tema en mi casa, pues enseguida se cambiaba a otro tema más alegre para evitar así la tristeza y el dolor.
Todas las muertes son tristes y generan dolor ; y mis padres, sin ser ellos conscientes, me trasmitieron que ese dolor no es bueno y que es mejor no hablarlo.
Por todo ello, yo había crecido temiendo a la muerte y al dolor unido a ella. Había visto cómo personas queridas y cercanas a mí vivían con intenso dolor la muerte de sus seres queridos, y ese dolor a mí me asustaba y lo rehuía.
Que yo no aprendiera a aceptar las emociones dolorosas como la pena y la tristeza que provoca una perdida no fue culpa de mis padres. Ellos me ofrecieron lo que a su vez habían aprendido de sus padres. El problema es que la sociedad vive de espaldas a la muerte y rechaza los sentimientos tristes y dolorosos, dando valor y aceptación únicamente a los sentimientos buenos.
Volviendo a mi presente, en mí hacer pedagógico-terapéutico con familias y niños he conocido historias muy parecidas a la mía. Adultos que han vivido de espaldas a la muerte y que, al convertirse en padres, han querido hacer lo mismo con sus hijos: apartarlos del dolor y del sufrimiento que provoca toda pérdida; no hablar el tema y, así, no acompañar ni permitir la pena emocional, impidiendo un duelo sano.
Mi propia reflexión, me hizo darme cuenta de que mis hijos también vivirían la muerte como un tabú si les trasmitía lo mismo que yo había vivido y aprendido.
Sinceramente, no quería que heredasen mi negación a la muerte para evitar las emociones que la acompañan como la rabia, la tristeza, el miedo o la confusión. Así que inicié nuevos aprendizajes.
Generando
nuevos aprendizajes
de la vida
Lo primero que debía hacer era aceptar que la muerte forma parte de la vida, y que es necesario hablar sobre ella y permitir el dolor y la tristeza que la acompañan. Esto permite convertirse en un ser humano emocionalmente sano, y eso es lo que yo quiero para mis hijos y para todos los niños del mundo.
Queremos proteger a nuestros hijos no hablándoles de la muerte, pero conseguimos el efecto contrario. Hacemos que se sientan más asustados y ansiosos. Si queremos protegerlos, debemos ayudarles a comprender esta realidad básica, reconocer las emociones de tristeza y dolor inherente a ella y resolver sus miedos de forma adecuada.
de la muerte
También descubrí algo muy bonito, y es que se puede hablar tiernamente de la muerte y de las pérdidas, y que se puede escuchar con el corazón (escuchar sin hablar) a los niños, jóvenes o adultos que están afrontando una perdida.
Escuchar con el corazón implica no querer aliviar, no querer decir lo adecuado para evitar dolor, no querer dar soluciones para acortar el duelo. Escuchar con el corazón implica aceptar todas las emociones que se van dando a lo largo de un proceso que dura meses (tristeza, rabia, dolor) y compartirlas.
Se puede hablar a los hijos tiernamente sobre la muerte y sobre el profundo dolor que provoca. Lo peor es no decirles la verdad o apartarlos de lo que está ocurriendo a su alrededor – muerte, velatorio, entierro, duelo–.
Ellos captan rápidamente los sentimientos y las emociones de quienes les rodean, y necesitan saber qué ocurre y compartir las emociones de tristeza y miedo para así poder recibir amor y protección.
Cómo comunicarles
a los niños la muerte
Ante una pérdida o muerte lo mejor es que los niños y niñas de cualquier edad puedan contar con mucho afecto y dulzura. Busca un lugar tranquilo para darle la noticia, póntelo en tu regazo o rodéalo con tus brazos y háblale sobre la muerte. Emplea palabras sencillas y sobre todo sinceras. No evites decir la palabra muerte o “ha muerto”, ni tampoco evites expresar tus propias emociones mientras hablas con él o ella; todo ello será para tu hijo bueno y además un buen aprendizaje. Puedes decirle lo siguiente:
“Ha ocurrido algo muy muy triste. Papá (mamá, el abuelo, tu amigo, tu perro) ha muerto. Ya no estará más con nosotros porque ha dejado de vivir. Lo vamos a echar mucho, mucho de menos”.
Lo que nunca
debes decir
Sé que hay padres que quieren evitar usar con sus hijos el término muerte porque les resulta demasiado difícil y prefieren usar expresiones del tipo “se lo han llevado”, “ha desaparecido” o “ha emprendido un largo viaje”.
Pero, ¡cuidado! Es más perjudicial que decirle que ha muerto, ya que estas expresiones alimentan los miedos que tienen los niños a ser abandonados, y además generan ansiedad y confusión.
Al niño o niña que le han dicho que su perro ha desaparecido o que se ha ido, meses y años después aún sigue esperándolo con gran angustia y dolor porque no puede entender por qué se ha ido con lo mucho que él lo cuidaba. Este niño está sufriendo al no saber la verdad y será así hasta que no pueda elaborar el duelo.
Tampoco debemos decirle que esa persona o ser querido “se ha ido a dormir”, “se ha quedado dormido para siempre” o “se ha dormido y jamás despertará”, porque esto genera todavía más miedo y ansiedad a la hora de dormir. Judith, una niña de 7 años que me trajeron a la consulta porque tenía muchos problemas para dormir, vivía con gran angustia el momento de irse a la cama y se despertaba constantemente desde hacía un año.
Descubrí que el origen de su temor estaba en que un día su madre le contó que ya no irían más a ver a su bisabuela porque se había quedado dormida y ya nunca más despertaría. Judith veía muy poco a su bisabuela y no tenía una relación muy cercana con ella, pero le impactó mucho saber que un día te puedes dormir y no despertar jamás.
En terapia hablamos de ello y leímos cuentos que le ayudaron a cambiar el mensaje confuso que había construido. Pude trasmitirle que si te duermes siempre te despiertas y que morirse no significa quedarse dormido.
Si sois una familia religiosa evitad decir cosas como “Dios se ha llevado al abuelo” o “Dios quiso que mamá se fuera con él”, porque a los niños pequeños les generará miedo y angustia, de forma similiar a cómo le pasó a Judith. Se preguntarán, en breve, si también querrá Dios llevarse al progenitor superviviente, a su hermano o a él mismo.
Cómo perciben los
niños la muerte
La muerte ejerce un importante impacto en los niños de cualquier edad, desde la infancia hasta la adolescencia. Se sabe que los niños perciben la muerte y reaccionan a ella de maneras muy distintas, según su nivel de desarrollo, su capacidad de pensamiento, su personalidad, su sensibilidad y su habilidad para enfrentarse a situaciones.
El psicoterapeuta William C.Kroen, en su libro Cómo ayudar a los niños a afrontar la pérdida de un ser querido, expone una perspectiva general de las percepciones y reacciones que tienen los niños ante la muerte según grupos de edad que a continuación explico.
Los bebés de 0 a 10 meses
Para un bebé, la madre es su principal vínculo con la vida y la fuente más importante de consuelo, seguridad y estabilidad. La muerte de la madre la viven como una ausencia y para ellos es un cambio repentino que pueden mostrar con inquietud, lloros sin motivo aparente y constante, y cambios en el ritmo del sueño y la alimentación.
Para un bebé es posible que la muerte de un hermano, padre u otro miembro de la familia no sea tan traumática como la muerte de la madre. Sin embargo, como en esta etapa de la vida madre y bebé están fusionados emocionalmente, el bebé percibirá el dolor que esta siente y reaccionará ante él , de la misma manera que percibirá los cambios y los estímulos negativos de su entorno.