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lecto, 2023, 2s,basta de leer.
Tipo: Exámenes
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desde la infancia para eso,
ofrcccrn
os
QtiP adquirió durante su formación y aplicado, de ahí en lOS
CSCollos
iniciales,
rTlÒS, a administrar y dispensar ese stock fijo
y cada vez t
rucción.
Que
leer y
más remoto). de la formación de
un lector en el marco educativo, pero
Rara vez se plantca esta cuestión, la del dćficit de yo no
descartaría OtfOS
dos aspectos más pedestres y
lecruras en la sociedad actual, sin enumerar
cuáles son
concretos: el de
cuándo
y
el de dónde. Porque lo que muy
compuesta por la televisión, el flipper y el
teléfono en
el lugares y momentos que
lo pongan a
salvo de las tan tas
propio cuarto, se agregaron posteriormente
la computa-
interferencias del mundo, que
lo blinden contra el
ace-
dora, la PlayStation y el celular. Pero es raro que en este cho de las infinitas
de
sconcentraciones, que le aseguren
catálogo de los enemigos de la bibliofobia aparezca eso el derecho elemental (pero tantas
veces violado) dc
poder
que es, a mi entender, el principal obstáculo, el opositor quedarse solo, de estar callado, el derecho al retraimient o
cabal cuando se trata de que “los chicos lean”: los padres. vital para cualquier lector.
Los padres dicen infatigablemente que quieren que Se supone que nos apasiona leer, y que el caso dc los
sus hijos lean, cuando saben que tal cosa no va a suceder. que no leen nos importa. Admitamos antes que nada que
Descuentan esa imposibilidad y entonces, al amparo de no conocemos ninguna fórmula comprobada que nos
esta garantía subyacente, peroran. Pero si por ventura permita certeramente contagiar una pasión (si la hubiera,
ese hijo se convirtiera en un verdadero lector, lector de y si la supiéramos, los amores no correspondidos no exis-
pasión y constancia, de voracidad y esmero, sus padres no tirían; y lo cierto es que no solamente existen, sino que
harían otra cosa que consternarse. Entonces sí se preocu- es lo que nos toca en suerte a cada rato). No obstante, la
parían de verdad. Y se abocarían sin duda, con la presteza hipocresía del que declara una pasión que en verdant no
del caso, a disuadir a su retoíîo, a boicotear el flamante siente, la hipocresía de las puras frases a las que ninguna
hábito, a enderezar eso que les parecerá un desvío fatal práctica efectiva respalda, es indefectiblementc
tletec-
hacia la soledad, el aislamiento y la rareza. “¡Basta de tada (sobre todo por los estudiantes, que notan
siempre
leer!", exclamarán muy pronto, tratando de normalizar cuando el profesor que les habla está mintiendo).
la conducta del hijo antes de tener
que recurrir a un
psi- A cambio, cuando se trata de una pasión gcnuina,
es
cólogo. Ante el caso
de un hijo lector (dcmasiado lector,
raro que no se la perciba, y es raro que no se la
considere.
digamos),
son muchos los padres que menean, adustos,
la
cabeza, y reclaman la presencia de todo eso que en el
fondo
consideran que es la verdadera vida: las salidas, los
am
igos,
el deporte, el aire libre, la diversión.
Llace
mucho tiempo, cuando contaba entre mis tra-
bajos
el de pr O
fcsor dc literatura en colcgios secundarios,
propusc
cI siguientc ejcrcicio a
mis estudiantes de cuarto
Ellector
pleno, el lector feliz, el lector fluido quc sabe
darle cabida
a su placer, suscita cuanto me nos
intri ğ
a:
SUSC i tã Cl2f lOSida d. El goce real del verdadero lcc tor
tOVOCãrá,
si no una imitación
mecánica, al
mcno
s una
atención expectante,
quizá cierta sugestión. Pc rti el ’*
dadero lector es
justament e
el que puede pre st in
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completo de
sermon es y moralinas. Hace
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bien, hace lo
que le resulta bien; no precise
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