Dentro de la educación, es posible observar en múltiples ocasiones los casos de niños
con diversos talentos o capacidades. Desgraciadamente no en todos los casos se sabe
cómo aprovechar y potenciar esas características.
Además, es común escuchar los clásicos discursos de “no me gusta la escuela, a mí me
gusta jugar fútbol” o “la escuela no es lo mío, a mí me apasiona cantar”. Aunque desde la
perspectiva de muchos pudiera parecer solamente un pretexto o una manera de evadir
responsabilidades, la realidad es que no a todos les apasiona desenvolverse en un
mismo ámbito.
Se considera que, en un principio, la escuela fue creada específicamente para obtener
conocimiento, pero al pasar de los años, esta idea se ha ido transformando, hasta el
punto de que, hoy en día, la escuela es más una guía que brinda las herramientas
necesarias para crear individuos críticos, reflexivos y responsables.
Más de una vez, fue posible darme cuenta de situaciones en las que los alumnos
adoraban y siempre esperaban con ansias las horas en donde impartían materias como
artes y educación física, pues, como era de esperarse, solían ser las más valoradas por
los niños.
Sin lugar a dudas, los educandos le toman un cariño especial a la escuela cuando se
trata de estas disciplinas.
Lo que me lleva a pensar en la importancia de la implementación de las artes en el
desenvolvimiento de los aprendices, que va más allá de simplemente aprenderse
coreografías o acordes, canciones o colores, pues se extiende en todo su significado
para posibilitar el descubrimiento de múltiples talentos y facilitar el desarrollo de todos los
integrantes de un salón de clases.
Sumado a que las artes permiten incrementar o mejorar diversas habilidades motrices
debido a su gran variedad de manifestaciones. Y, por último, ¿a quién a lo largo de toda
su vida no le ha gustado expresarse con belleza o demostrar lo que siente mediante
diversas vías artísticas?
