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Este documento corresponde a una descripción de intervención terapéutica, desde la Terapia Narrativa. Asignación de actividad en el Diplomado en Terapia Narrativa impartido por CAPASI, Servicios de Capacitación y Psicología.
Tipo: Ejercicios
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Diplomado en Terapia Narrativa Mta. María de F. P.R. Conversaciones terapeúticas con un adolescente y sus experiencias en adicciones Comenzar a escribir este trabajo, me invita en primera instancia, a plasmar mis sensaciones presentes; sin embargo, es la tensión que siento en la espalda, la que aparece con mayor intensidad y, al tiempo que me permito describirlo, me percato que contraigo los hombros hacia atrás y escucho un crujido consecuente, acompañado de mi sentimiento de desolación y esperanza al mismo tiempo. Empero, ¿qué me está convocando a poner en contexto lo anterior? Mientras me detengo a responderme, vuelvo a resonar en lo que la palabra “conflicto” trae a mi experiencia de acompañamiento terapéutico (hace algunos años), a adolescentes que se encontraban en una fase determinante en el consumo de sustancias, viviéndose y enfrentando su propia experiencia adictiva. Me parece por demás interesante el concepto de “conflicto” a la lupa de la propuesta gestáltica, planteada y definida por Perls, Hefferline y Goodman (2020) y, es que me he encontrado confrontando mi propia concepción aprendida, acerca del mismo. El conflicto, como lo señala el PHG, es concebido desde la mirada psicoanalítica como la necesidad instintiva del Yo contra las reglas sociales, poniendo al individuo ante un dilema en el que los instintos devienen y persisten, teniendo que conformarse en un mundo que lo lleva a reprimirlos. (pp166-167). Así es como considero haber comulgado durante basto tiempo con la propuesta psicoanalítica, adicionando la idea de que el conflicto tiene una connotación que lleva al sufrimiento en sentido dramático, partiendo de mi paso por un entorno sociocultural que apoya la ambivalencia entre la evitación y la incitación a vivirnos conflictuados. Describo lo anterior desde mis preceptos y saberes sostenidos en mi formación en la Terapia Gestáltica y, lo nombro en principio, ya que hoy me surgen nuevos cuestionamientos y nuevas reflexiones, sostenidas en la Terapia Narrativa y, específicamente en la útil herramienta propuesta por M. White y D. Epson, la externalización. Por lo anterior, comparto que aparece en mí, la necesidad de cuestionarme: ¿cabe mencionar al conflicto desde la Terapia Narrativa?, de ser así, ¿qué significados tiene el conflicto, en los multiples relatos de l@s adolescentes con los que coincidí? A estas preguntas, me permito sustituir el concepto de conflicto por el del “problema”, ya se cobra sentido para la Terapia Narrativa. Desde este enfoque, se considera que los consultantes llegan a terapia porque sus historias “se quebraron” y sus vidas parecen tener poco o ningún sentido. White & Epston explican que estas
Diplomado en Terapia Narrativa Mta. María de F. P.R. historias “quebradas” están enraizadas en discursos culturales dominantes, son historias que descalifican, limitan o niegan aspectos significativos de su experiencia y su sentido de identidad (White & Epston, 1993). La Terapia Narrativa es un abordaje terapéutico que se sustenta en las historias que la gente construye sobre su vida y su identidad. Propone que los seres humanos organizamos nuestra experiencia de vida como una narración, es decir, como una serie de eventos que tienen una secuencia temporal, un desarrollo, intenciones, significados y desenlaces, viendo a los problemas como algo separado de la persona ( externalización de problemas ) lo cual facilita la re-escritura de vidas y relaciones. Al separar a la persona del problema, se abre un espacio para que las personas actúen en contra del problema, además sus habilidades, intereses, competencias, compromisos se hacen más visibles, están más al alcance y reducen la culpa y la condena, dejando lugar a la responsabilidad. También resta poder a los efectos de la etiqueta, la patologización y el diagnóstico, que generalmente empobrecen las vidas de las personas. Además se abren posibilidades para describirse a sí mismos y a sus relaciones desde una posición nueva no saturada de problemas y permite el desarrollo de una historia alternativa más atractiva. (López, 2011) De quí desprendo que, me refiero al sufrimiento del problema; como dolor físico, emocional y psicológico que las pautas de relación con su entorno van dibujando hasta convertirse en tatuajes simbólicos que conllevaban la intención de deshacerse del mismo, evitando atravesarlo y no permitiéndoles la experiencia de darse cuenta del cómo, lo estaban viviendo al mismo tiempo. Entonces, si el problema que aparece en la evidencia experiencial, facultando posibilidades de resolución, diluido o desdibujado, se hace presente desde a evasión, creo que se sufre y se intenta evitar sentir. Así es como me explico, la agresión que conlleva el consumir sustancias que modifican el comportamiento y adormecen en algunos casos la experiencia sensitiva o, en otros la potencian. Ubicando aquellos momentos en que observé y me adapté a un enfoque de intervención ante “las adicciones”, cuya prerrogativa se encontraba en ver al “adicto” como el paciente identificado, en verle como quien desestabiliza al entorno familiar, en verle como enfermo; así es como la afronta al problema, suele acompañar a la experiencia adictiva, estrechando la facultad de encontrar posibilidades de apoyo en el entorno (socio-cultural, familiar, laboral, terapeútico, etc ).
Diplomado en Terapia Narrativa Mta. María de F. P.R. Diego: Pues así me dicen y, al llegar aquí por fin lo he aceptado, es lo que soy. Terapeuta: ¿Eres algo más que esto que estás nombrando? Diego: No lo sé, no me lo he preguntado desde hace mucho tiempo… Terapeuta: ¿Desde cuándo? Diego: Creo que desde que he hecho muchas cosas que me autodestruyen y causan molestia a mi familia. No es que ellos sean Santos, son más borrachos que yo y, quieren que yo me rehabilite. Terapeuta:¿Cómo te hace sentir esto que me acabas de compartir? Diego: Confundido, triste y con poca esperanza. Terapeuta: ¿Podrías platicarme qué más eres, además de lo que me has dicho? Diego: Bueno, soy un chico, casi adulto, al que le gusta mucho cocinar y hacer rompecabezas. También soy comprensivo y buen amigo. Terapeuta: ¿Cómo te sientes respondiendo esto? Diego: Raro, porque no dije, soy el alcohólico que… Terapeuta: Creo que es distinto nombrate alcohólico que, Diego buen amigo, comprensivo, etc y vive experimentando una adicción al alcohol. ¿Te parece? Diego: Aquí nos señalan y nos identifican como alcohólicos y adictos. Constantemente tenemos que repetirnos eso a nosotros mismos, para comprender que nunca dejaremos de serlo y, que actuamos simpre como eso. Terapeuta: ¿Qué piensas de eso? Diego: No me gusta y no lo acepto. Ahora que lo pienso, soy mucho más que eso. Terapeuta: ¿Quiénes son testigos de tu “ser buen amigo”, “comprensivo”, “hacedor de rompecabezas”, “a quien le gusta cocinar”? Diego: (sonríe) Mmm, mi novia, mis amigos y un primo. Mis papás no creo, ellos solo ven de mi lo peor, mis borracheras y mi mota, mis fracasos. Terapeuta: ¿Qué significa el alcohol para ti? Diego: Ah pues, es chido, es mi salida, mi apoyo, mis mejores momentos de perdición para olvidarme de todo y para no sentir dolor. Terapeuta: ¿Podríamos decir que consumes alcohol de manera desmedida y por tanto, padeces un problema fuerte de adicción al mismo y a la mariguana? Diego: Me late eso, aunque a la mariguana, esa es mi postre, mi fuerte es chupar y casi casi, despertar pensando en eso. Terapeuta: ¿Miras al alcohol separado de ti?
Diplomado en Terapia Narrativa Mta. María de F. P.R. Diego: Sí, si fueramos yo y el alcohol, uno mismo, creo que me pasaría a la coca o a la piedra. No es que no las haya probado, pero el acohol es, como decirlo, mi compa. Me han enseñado aquí que yo soy el problema, la adicción está en mí, por lo tanto no sé controlarme, lo necesito. Terapeuta: ¿Te vives como “el problema”? Diego: Pues, así me dicen. Creo que soy el problema y que no hay como no serlo. Solo voy para abajo. Terapeuta: ¿El problema podría ser tu consumo desmedido del alcohol? Diego: Híjole, eso es un super problema, es una fuerza bien grande, me consume igual. Terapeuta: ¿Cómo es vivirte como “el problema”? ¿A qué posibilidades te lleva eso? Diego: Mta, a niniguna más que a una pared que veo pintada de botellas y oliendo alcohol. Vivirme como “el problema”, me hace sentir, que me tienen que arreglar. Pues un problema se debe resolver y no sé, cómo me van a resolver. Terapeuta: Te propongo que conversemos de tu consumo, de tu experiencia convivendo con el alcohol.Nombraremos al “problema” en tu acción; sin embargo, eso ¿te define como Diego? Diego: No, no me habían dicho eso. Usted creo que yo no soy “el problema”. Terapeuta: ¿Qué crees tú? Diego: (pausa silenciosa) no quiero serlo. Terapeuta: ¿Quiénes te apoyan en este tratamiento? ¿Estás aquí por voluntad propia? Diego: Nadie me apoya, digo, mi familia me lleva a celebrar mis 40 días de sobriedad ¿a dónde cree?... a una cantina y me dice, échate un trago, total ya estás curado. La anterior descripción, pone en contexto, una situación conversatoria en el espacio terapeútico y, desde ahí hoy puedo mirar, las posibilidades que se abren desde la atención a la conversación, a la relación que se puede co-construir y, a la importancia que cobran los relatos que el consultante va compartiendo. RELATO Conocí a Diego mientras prestaba mis servicios como Promotora de Salud en un Centro de Atención a las adicciones para jóvenes en la Ciudad de México. Recuerdo que fue un caso que me dejó mucho que pensar. En aquel tiempo, hace ya casi 8 años, yo me estaba formando como terapeuta desde la
Diplomado en Terapia Narrativa Mta. María de F. P.R. Diego, opacados por las dificultades en la intervención desde aquel lugar en que la apuesta, significaba centrarse en los jóvenes, brindarles acompañamiento y al mismo tiempo, intentar darles sermones que solo quedaban en palabras vanas para ellos. Yo en cambio, me cuestionaba eso desde entonces, qué tanto era lo que ellos y ellas necesitaban; sin embargo, aterrizar en los efectos de la escucha, se convierte en una revelación. Acerca de los efectos, puedo comentar que estos impactan en mí, hasta el día de hoy, hasta el tiempo en que doy vida a mi relato y lo dibujo en palabras, mirando y comprendiendo que estos, trastocan hasta mi postura como acompañante en terapia y, entonces me pregunto: ¿vamos más allá como facilitadores de conversaciones? En conclusión, la apuesta en la externalización, me ha hecho resaltar aún más, que en la intervención en casos de adicciones a sustancias, se pueden abrir posibilidades que permiten engrandecer el panorama, nombrar y llegar a historias alternativas que tocan a los consultantes, haciéndose ver aparte del “problema”, más no ajenos. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Perls, F., Hefferline, R., Goodman, P. (2020). Terapia Gestalt: Excitación y crecimiento de la personalidad humana. México: IHPG. López de M.,R. (2011). Terapias breves: la propuesta de Michael White y David Epston. Jornadas de Investigación Séptimo Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires, Buemnos Aires. Recuperado de https://www.aacademica.org/000-052/ Urrego Aguinaga, D., Jaramillo Chavarría, G. A., Rodríguez Muñoz, J. C. y Cardona Arbeláez, J. P. (2016). Sentidos de la externalización del problema en la terapia narrativa. Revista Fundación Universitaria Luis Amigó, 3(1), 68 - 80. Recuperado de: https://pdfs.semanticscholar.org/df1c/69a481713d212637a3ac696d9c8eed560f1d.pdf