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Orientación Universidad
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Conceptos fundamentales para la definición del bachillerato universitario, Apuntes de Planificación y Gestión de la Educación

Tipo: Apuntes

2018/2019

Subido el 09/07/2019

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ACERCA DE ALGUNOS CONCEPTOS FUNDAMENTALES PARA LA DEFINICION
DEL BACHILLERATO UNIVERSITARIO
Jos´e Baz´an Levy*
I. INTRODUCCION.
El presente trabajo, motivado por las discusiones del Seminario Regional de Intercambio de Experiencias
de Evaluaci´on Curricular en el Bachillerato Universitario (Morelia, Febrero de 1990), gira en torno a cier-
tas palabras o expresiones que pueden decirse de uso generalizado en los planes de estudio, e incluso en
ordenamientos legales de muchas universidades.
En tales sintagmas, sin embargo, mirados as de cerca en sus connotaciones y en su empleo, pueden obser-
varse oscilaciones de sentido: no todos, ni siquiera los miembros de una misma instituci´on, las entendemos
de la misma manera.
Sufren tambi´en a veces de una aplicaci´on insuficiente o incoherente, perceptible en el hecho de que los
conceptos por ellos significados no rigen, como debieran, las construcciones acad´emicas que de ah´ı se derivan.
Por ejemplo, puede hablarse de cultura asica en las declaraciones de principio, pero se mantiene finalmente
en los mismos planes de estudio la aspiraci´on a una totalidad no tan ordenada de conocimientos abigarrados
de los que el Bachillerato deber´ıa dotar a sus alumnos.
Nuestro trabajo en el texto presente consiste en intentar fijar sentidos que, como acabamos de se˜nalar, no
son siempre ´unicos, un´ıvocos: no todos definir´an de la misma manera cultura, ni formaci´on, ni terminal.
Bajo las diferencias, como podemos suponer, se ocultan valores distintos, fragmentos de ideolog´ıas a veces
contrapuestas. Ello exigir´a, entonces, de cada uno de nosotros, de cada universidad, una acci´on que compro-
mete en favor de las concepciones que, a juicio de cada quien, mejor contribuyan en las condiciones reales al
desarrollo de nuestros alumnos.
Si las posibilidades de sentido y las razones por las cuales elegimos una de ellas son conscientes y fundadas,
habremos avanzado. Podremos entonces intentar ser adem´as coherentes.
II. CULTURA, CULTURA UNIVERSAL, CULTURA BASICA.
II.1 Cultura
Entiendo por cultura un sistema -y no una mera acumulaci´on un conjunto estructurado de representaciones,
conocimientos, valores, formas de vida e instituciones, por medio de las cuales una sociedad se representa el
mundo, es decir, la naturaleza y las relaciones sociales, y opera sobre ´el. Es un modo de ser y de actuar de
un grupo humano en todos los planos.
A este sustantivo -que por lo dem´as evoca en muchos sobre todo las manifestaciones art´ısticas y la moderaci´on
de la cortes´ıa, pero no la ciencia ni la econom´ıa- agregamos mo dificadores varios, entre los que destacan de
nuestro tiempo, universal, asica, nacional. Examinemos los que de ellos ofrecen ocasiones de contradicci´on
o confusiones.
*Profesor de Carrera CCH-UNAM
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ACERCA DE ALGUNOS CONCEPTOS FUNDAMENTALES PARA LA DEFINICION

DEL BACHILLERATO UNIVERSITARIO

Jos´e Baz´an Levy*

I. INTRODUCCION.

El presente trabajo, motivado por las discusiones del Seminario Regional de Intercambio de Experiencias de Evaluaci´on Curricular en el Bachillerato Universitario (Morelia, Febrero de 1990), gira en torno a cier- tas palabras o expresiones que pueden decirse de uso generalizado en los planes de estudio, e incluso en ordenamientos legales de muchas universidades.

En tales sintagmas, sin embargo, mirados m´as de cerca en sus connotaciones y en su empleo, pueden obser- varse oscilaciones de sentido: no todos, ni siquiera los miembros de una misma instituci´on, las entendemos de la misma manera.

Sufren tambi´en a veces de una aplicaci´on insuficiente o incoherente, perceptible en el hecho de que los conceptos por ellos significados no rigen, como debieran, las construcciones acad´emicas que de ah´ı se derivan. Por ejemplo, puede hablarse de cultura b´asica en las declaraciones de principio, pero se mantiene finalmente en los mismos planes de estudio la aspiraci´on a una totalidad no tan ordenada de conocimientos abigarrados de los que el Bachillerato deber´ıa dotar a sus alumnos.

Nuestro trabajo en el texto presente consiste en intentar fijar sentidos que, como acabamos de se˜nalar, no son siempre ´unicos, un´ıvocos: no todos definir´an de la misma manera cultura, ni formaci´on, ni terminal. Bajo las diferencias, como podemos suponer, se ocultan valores distintos, fragmentos de ideolog´ıas a veces contrapuestas. Ello exigir´a, entonces, de cada uno de nosotros, de cada universidad, una acci´on que compro- mete en favor de las concepciones que, a juicio de cada quien, mejor contribuyan en las condiciones reales al desarrollo de nuestros alumnos.

Si las posibilidades de sentido y las razones por las cuales elegimos una de ellas son conscientes y fundadas, habremos avanzado. Podremos entonces intentar ser adem´as coherentes.

II. CULTURA, CULTURA UNIVERSAL, CULTURA BASICA.

II.1 Cultura

Entiendo por cultura un sistema -y no una mera acumulaci´on un conjunto estructurado de representaciones, conocimientos, valores, formas de vida e instituciones, por medio de las cuales una sociedad se representa el mundo, es decir, la naturaleza y las relaciones sociales, y opera sobre ´el. Es un modo de ser y de actuar de un grupo humano en todos los planos.

A este sustantivo -que por lo dem´as evoca en muchos sobre todo las manifestaciones art´ısticas y la moderaci´on de la cortes´ıa, pero no la ciencia ni la econom´ıa- agregamos modificadores varios, entre los que destacan de nuestro tiempo, universal, b´asica, nacional. Examinemos los que de ellos ofrecen ocasiones de contradicci´on o confusiones.

*Profesor de Carrera CCH-UNAM

II.2 Cultura Universal

El sintagma cultura universal evoca en m´ı -puro subjetivismo el solidario dicho de Menandro: nihil humanum a me alienum puto, nada humano me es extra˜no, y me parece generoso. Todo depende, sin embargo, de c´omo limitemos, contradictoriamente, la comprensi´on del adjetivo “universal”. Este puede, de una primera manera, significar que el alumno debe saber de todo: una verdadera cultura universal comprender´ıa todos los conocimientos de nuestra ´epoca, la discusi´on de todos sus valores, la opci´on que decide para un sujeto libre acerca de todas las disyuntivas, al menos las principales.

Ello es imposible. Ni nosotros ni nuestros hijos seremos como Leonardo, pintor de monalisas y madonas, inventor de m´aquinas voladoras, tratadista e ingeniero. Hubo, lo sabemos, hombres de cultura universal, poseedores del saber de su tiempo, cuando los tiempos eran mucho m´as limitados en saber que los nuestros. Arist´oteles escribi´o del mundo f´ısico y del moral, fue especialista de po´etica y su fundador occidental, refle- xion´o sobre la organizaci´on pol´ıtica y, finalmente, fue un gran metaf´ısico. Supo lo que se sab´ıa en Grecia del siglo IV acerca del mundo visible y del invisible, del natural y del resultante del quehacer de los hombres. Tal amplitud nos resulta hoy inabordable.

Se sigue de estas consideraciones que, cuando hablamos de cultura universal, suponemos que nuestro alumno ideal de Bachillerato debe saber algo de todo, puesto que es imposible saberlo todo de todo. No nos queda, entonces, sino pensar en una serie de introducciones a todas las ciencias, al menos las m´as usuales: la f´ısica, la astronom´ıa, la qu´ımica, la biolog´ıa, la ecolog´ıa, la educaci´on para la salud, la psicolog´ıa, la matem´atica la estad´ıstica, la cibern´etica, la computaci´on, la l´ogica, la filosof´ıa, la ´etica, la est´etica, la ling¨u´ıstica, la gram´atica, la literatura y su historia, las etimolog´ıas de las distintas lenguas madres, la historia universal y de M´exico, los problemas del M´exico contempor´aneo, la econom´ıa, la geograf´ıa, el derecho, la comunicaci´on, la expresi´on gr´afica, la sociolog´ıa, las ciencias pol´ıticas.

Por supuesto, saber de ello no es malo, aunque fuera bajo la forma de una lectura exhaustiva de la colecci´on. Que sais-je, traducida al espa˜nol por Oikos-Tau. Debe decirse, con todo, que tal enormidad, aunque fuera posible, ser´ıa claramente insuficiente para participar como sujetos plenos en la cultura de nuestro tiempo. Por una parte, los conocimientos de todas las ciencias aumentan con rapidez antes desconocida, o al menos se discuten y reelaboran con intensidad; por otra, valores y costumbres se transforman y exigen examen y ponderaci´on continuos; finalmente, la extensi´on misma de lo aprendible impide con toda probabilidad la percepci´on de su organizaci´on. Lo abundante no resulta, as´ı, obligatoriamente rico, sino seguramente confuso y r´apidamente obsoleto.

En favor de lo universal entendido como extensi´on pasa muy frecuentemente lo que el medio o la tradici´on se˜nalan como imprescindible: ciertos conocimientos, ciertas actitudes. Nadie, se dice, puede ser culto, si no ha leido el Quijote o la Divina Comedia. Se trata de los must culturales, como en ciertos ambientes puede ser tener un must tener un Rolex. Son los Cartier del esp´ıritu.

Ahora bien, toda cultura es relativa, se integra con los instrumentos que los diferentes grupos humanos, en condiciones hist´oricas particulares, se construyen para tomar conciencia de los mundos humano y natural, y ordenarlos para los fines de una sociedad determinada en los procesos contradictorios de la historia.

Todav´ıa m´as, los caminos de penetraci´on en un ´ambito cultural determinado son por su naturaleza m´ultiples y deben ser reconocidos libres. Tambi´en aqu´ı lo relativo impera. No importa si alguien es especialista en literatura, con tal de que conozca la funci´on de la biolog´ıa en numerosas decisiones de nuestra vida social y personal, ni si uno lo es en medicina, con tal de que disfrute leyendo novelas o se interese, a lo mejor, en geograf´ıa, lo importante es como cada quien tiene conocimientos actuales y operativos en uno o varios campos, como percibe la relaci´on de estos con conjuntos cient´ıficos mayores y con la sociedad en que todos se insertan, como finalmente estos saberes se asumen en libertad y en solidaridad. Para ello no se requiere tanto saber todo, cuanto saber bien. El acento debe, entonces, ponerse en otra parte.

III. FORMACION INTEGRAL.

Integral significa aquello a lo que nada falta que su naturaleza exija, es decir, lo completo. Completo, en este contexto, sin embargo, puede ser tomado en dos acepciones. La primera es extensiva, significa que la universidad debe tomar a sus alumnos de Bachillerato en todas sus dimensiones humanas, lo que incluye al campo cognoscitivo y tambi´en la atenci´on a los aspectos morales, est´eticos, f´ısicos y, si no fu´eramos tan jacobinos, religiosos. Integral, sin embargo, puede poner el acento no ya en la extensi´on, sino en el principio que articula los distintos aspectos de la humanidad de nuestros alumnos, puesto que, de nuevo, es obvia la imposibilidad de ocuparse de todos ellos con seriedad.

Este principio, me parece, es la racionalidad, entendida como la capacidad de emplear la raz´on para resolver las contradicciones que sus pulsiones o las presiones del medio imponen al individuo en su interacci´on social. Racionalidad aqu´ı es la posibilidad y los actos de apropiarse humanamente del mundo por el conocimiento y la acci´on. Estos, para ser plenamente humanos, por lo dem´as, no pueden prescindir de las dimensiones de la ´etica.

De este principio, propiamente universitario, puesto que la Universidad naci´o y permanece como casa de la verdad y de la ciencia, en las que inicia a los alumnos, debe partir la jerarquizaci´on de sus responsabilidades hacia sus bachilleres.

Sin duda, ciertas preocupaciones totalizadoras son nobles, puesto que las impone un principio de suplencia en una sociedad injusta, pero tambi´en es innegable que lo urgente es que la Universidad haga por sus alumnos lo que nadie m´as en la sociedad puede hacer por ellos, es decir formarlos en ciencia.

De esta formaci´on podr´an derivarse tambi´en elementos que por afinidad propicien una actitud ´etica. Esta, adem´as de la adhesi´on a los valores de la verdad, debe incluir entre los primeros lugares la solidaridad, como dimensi´on indispensable en quien est´a consciente de que saber significa recibir de otros, intercambiar, compartir, y que el saber, puesto que es instrumento de transformaci´on del mundo, del peque˜no de cada quien o del enorme, ofrece posibilidades de poder que no se dan al individuo para su provecho exclusivo, sino se deben en ´ultima instancia a la comunidad de la que proceden. La cultura es de todos, universal en principio, o se convierte en origen de discriminaci´on y salvajismo, es decir, de desconocimiento pr´actico de la igualdad fundamental de todos los seres humanos.

En otras palabras, el car´acter integral de la formaci´on universitaria de bachilleres consiste en la adquisici´on de actitudes apropiadas para encarar racionalmente la opacidad del mundo en sus dimensiones cognoscitivas, ´eticas y sociales. Se refiere entonces mucho m´as al principio del que derivan m´ultiples y variadas dimensiones, que al desarrollo directo de todos y cada uno de estos mismos aspectos.

IV. FORMACION E INFORMACION.

Estos dos t´erminos, que con frecuencia se oponen, en realidad guardan entre s´ı relaciones de implicaci´on asim´etrica: puede haber informaci´on que poco contribuya a formar a un alumno, pero no puede haber formaci´on sin informaci´on.

Hay informaci´on que no forma, cuando se ofrece de modo desordenado, sin ejes que la articulen, como mera acumulaci´on de conocimientos espec´ıficos, clasificables en el nivel inferior de la taxonom´ıa de Bloom, incluso si son abundantes, como sucede a quien se prepara a un concurso de preguntas televisivo.

Sin embargo, no hay formaci´on sin informaci´on, sin datos, sin conocimientos precisos, puesto que estos constituyen el material en torno al cual se adquieren habilidades y se asimilan procedimientos de trabajo, los cuales son siempre espec´ıficos: no se estudia de la misma manera todo, como ya hemos se˜nalado, los mismos textos precortesianos desde el punto de vista de la literatura y de la historia.

Una misma informaci´on puede, por consiguiente, ofrecerse a los alumnos suelta y finalmente con pobre

significado o relacionada, como parte de conjuntos mayores, como contribuci´on a procesos de conocimiento.

El problema, entonces y de nuevo, no es cu´anto, sino c´omo y para qu´e re´une datos, se adquiere informaci´on.

Por otra parte, sabemos que el problema de la informaci´on consiste para nosotros no tanto en la posibilidad de acceder a ella, sino en c´omo utilizarla, lo que sugiere de inmediato la necesidad de determinar criterios, de reconocer lo necesario y ´util para retenerlo, de jerarquizar, de integrar y, por tanto, de reacomodar conjuntos mayores. Una vida intelectual que merezca su nombre, se hace siempre de provisionales construcciones continuamente retocadas y a veces profundamente reestructuradas.

De esta manera una buena formaci´on, es decir, la posesi´on de habilidades, criterios, intereses, se revela como origen para el sujeto de una informaci´on valiosa, opuesta a la erudici´on sin fondo, pero tambi´en a la ignorancia y a la falta de rigor.

V. ALUMNO CRITICO.

Alumno cr´ıtico evoca en un bachillerato o bien activistas comprometidos en luchas sociales o, ya en el ´ambito del sal´on de clase, j´ovenes alegadores e inconformes con lo que el profesor dice o hace, siempre propensos a negar. En el prop´osito institucional, cuando el sintagma alumno cr´ıtico aparece, evoca dimensiones de independencia frente a las imposiciones ideol´ogicas de una sociedad que impl´ıcitamente se supone - y as´ı es

  • e injusta.

Nuestro punto de partida debe ser otro, lo que no excluye afinidades con algunos de los aspectos m´as nobles de las actitudes reci´en descritas.

Conocer algo no se limita a predicar de un sujeto con objetividad. Exige tambi´en, para ser un conocimiento plenamente racional, conciencia de las razones por las cuales lo que se afirma es verdad y del grado de certidumbre de la afirmaci´on proferida.

En la universidad, de cuyo Bachillerato nos ocupamos, la conciencia de racionalidad debe ser expl´ıcita y plena. Sin ella no hay ciencia ni raz´on de ser nuestra casa de estudios. A estas exigencias debe satisfacer plenamente nuestra ense˜nanza.

Ahora bien, tener la capacidad de afirmar as´ı es precisamente ser cr´ıtico, o lo que es lo mismo, capaz de distinguir verdad de falsedad, lo que supone criterios de objetividad certeros y conscientes. Formar alumnos cr´ıticos no es sino entrenarlos en procesos y procedimientos de discriminaci´on de afirmaciones para conocer su grado de verdad y las razones que las fundan.

Un alumno cr´ıtico no acepta sin examen y ello se opone a la costumbre de muchos profesores de exponer sin razones los contenidos de la ciencia que ense˜nan. El profesor afirma y se dispensa de ilustrar al alumno sobre procesos a trav´es de los cuales ha llegado l´ıcitamente a afirmar lo que conoce sobre algo, y sobre las bases de tal licitud. En la otra parte de la relaci´on de ense˜nanza-aprendizaje el alumno debe poder repetir, pero no se siente obligado a fundamentar. Su trabajo se centra as´ı m´as sobre los comentarios del profesor que sobre las fuentes de sus conocimientos.

Una palabra sobre la oposici´on que aqu´ı recojo, entre comentarios y fuentes, t´erminos que pueden operar como emblemas de actitudes intelectuales significativas para nuestros prop´ositos.

Puede decirse que en la Edad Media europea floreci´o una cultura del comentario. Estudiar era no tanto leer a Arist´oteles o la Biblia, cuanto comprender lo que los maestros ense˜naban del fil´osofo o de los maestros sagra- dos e inquirir acerca de ello. De ah´ı la multiplicaci´on de las funciones intelectuales derivadas, la compilaci´on de autoridades o citas y el comentario.

En el Renacimiento la actitud cambia. No s´olo se traduce la Biblia, sino que se lee m´as antes que en griego y en hebreo. Lo propio sucede con los fil´osofos de la Antig¨uedad cl´asica. Comienza, por otra parte, la experimentaci´on a proveer de conocimientos sobre el mundo, como ilustran los insustituibles ejemplos de Galileo y de Descartes. A los comentarios suceden las fuentes del saber, de los distintos saberes, cada uno a su modo.

en sentido proped´eutico estrecho resultan superfluos, puesto que un alumno bien formado podr´a hacerse cargo de las nuevas situaciones de aprendizaje, gracias a su dotaci´on de habilidades de estudios y a sus conocimientos, a su cultura b´asica.

No quiere ello decir, sin embargo, que siempre y de la misma manera materias diversamente optativas sean siempre in´utiles. Todo lo contrario, pueden resultar sumamente convenientes por las exigencias de la profundidad particular con la que en algunas carreras se abordan desde el inicio determinados temas de estudio, el c´alculo, por ejemplo en matem´aticas y f´ısica en las facultades de ciencias.

De cualquier manera, si el Bachillerato forma parte de los estudios generales, conviene evitar convertirlo en mera iniciaci´on a carreras particulares, lo que constituir´ıa un desperdicio, si los mismos temas o programas se repiten de modo sensiblemente igual en el ciclo de ense˜nanza media superior y en licenciatura.

VIII. CONDICIONES.

Construir un bachillerato con estas orientaciones no es f´acil por numerosas razones.

En las licenciaturas de nuestras universidades es raro encontrar una reflexi´on sistem´atica sobre la estructura de las distintas ciencias que en ellas se ense˜nan. Las preocupaciones profesionalizantes predominan y, si bien las profesiones tienen elementos propiamente cient´ıficos, resultan estos con frecuencia marcados con enfoques pragm´aticos. Cuando ello es as´ı, las preocupaciones de la ´epoca de estudiante del egresado s´olo parcialmente coinciden con sus responsabilidades, cuando ense˜na.

Se requiere, entonces, una reflexi´on general de todos los profesores, organizados seguramente en conjuntos numerosos, acerca de lo verdaderamente importante en cada una de las ciencias que ense˜nan a los alumnos y de las relaciones entre los distintos componentes de ´estas. El apoyo de profesores de licenciatura o posgrado y de investigadores en cada universidad ser´ıa imprescindible y vincular´ıa estrechamente el trabajo de ciencia del Bachillerato al trabajo de conjunto de la universidad, con las ventajas acad´emicas y de salud institucional f´acilmente previsibles, manifiestas en los compromisos mutuos y en sus consecuentes entrelazamientos.

Una segunda fuente de dificultades es el n´umero de alumnos, en verdad siempre excesivo, que debe atender cada profesor y que le impide el ideal sistema de docencia, si no personal, por lo menos deseablemente menos an´onima y sobrecargada.

A mi manera de ver estos problemas, si se decide atacarlos, terminar´an por ceder, pero requieren una estrategia expl´ıcita y tenaz que incluye al menos los puntos siguientes:

  1. Hay que centrar los esfuerzos -supongo siempre un plan de estudios racional y coherente, leg´ıtimo ante la comunidad- en la elaboraci´on de materiales escritos para todas las materias del plan de estudios, acordes con las concepciones que cada instituci´on se fije. Hablo de material escrito y no excluyo, pero si pospongo, otros materiales de elaboraci´on menos asequibles a m´as numerosos profesores, por su costo y por depender de t´ecnicas menos difundidas. Este material, producido de preferencia por varios, ofrece de entrada la ventaja de facilitar el trabajo de los profesores: orienta la preparaci´on de las clases, puede servir de fermento para experiencias diversas, si no se toma como el ´unico y can´onico, y presenta un asidero para actividades distintas de la mera exposici´on. Por otra parte, el empleo incluso libre, de los mismos materiales, favorece la unidad en la docencia misma, muchas veces afirmada por los programas, pero no atestiguada ni por las pr´acticas ni por los resultados.
  2. Supuesto el material, deber´ıamos emprender un vasto y regulado proceso de experimentaci´on para encon- trar -a lo mejor ya existen- las din´amicas de grupo que permitan confiar a los alumnos la mayor parte de la carga de adquirir informaci´on y concentrarlos esfuerzos de clase en entrenarlos en procedimientos de trabajo intelectual, en transmitir las experiencias correspondientes, en comunicar valores y fomentar

actitudes. Muchos de estos elementos conllevan la instituci´on de un cierto discipulado, lo que supone eficacia en movimiento, m´as all´a de la mera relaci´on de profesor informante-alumno docente. Ning´un profesor debe repetir en clase lo que el buen manual dice, sino resolver anticipadamente y presentar a sus alumnos las dificultades que encuentran en su estudio, para que las superen, dirigir el esfuerzo a los puntos fundamentales, incitar la curiosidad intelectual, proponer lecturas complementarias, discutir en clase, tras el estudio preparatorio de los alumnos, formular con ellos conclusiones s´olidas, relacionar lo aprendido con lo que sigue, en una palabra, estudiar con los alumnos en un proceso de aprendizaje e investigaci´on real.

  1. Lograr esto requiere, como condici´on indispensable, el entrenamiento de los alumnos desde el primer se- mestre en las t´ecnicas y m´etodos de adquisici´on de informaci´on hasta un dominio que los haga inicialmente autosuficientes y, a lo largo de todo el plan de estudios, atenci´on de los profesores de todas las materias a los modos como en cada campo espec´ıfico se trabaja intelectualmente.
  2. Todo ello asimismo exige la propuesta correspondiente de formaci´on de profesores, en la que elementos centrales ser´an la reflexi´on del profesor sobre sus propios procedimientos de estudio e investigaci´on en las ciencias que ense˜na, y su enriquecimiento con la intervenci´on de otros profesores mejor formados o m´as sabios. Cada universidad tiene a la mano estos recursos y puede ponerlos a trabajar evitando la dispersi´on caracter´ıstica de nuestras instituciones.
  3. Sin plazas de carrera en n´umero suficiente o sin una modalidad cualquiera que ofrezca tiempo de trabajo, obviamente planeado y responsable, a los profesores, para que redescubran lo b´asico, elaboren el material, decanten las experiencias y contribuyan a la formaci´on de otros m´as niveles, nuestro prop´osito corre f´acilmente el peligro de confinarse en lo imaginario.

IX. CONCLUSION.

Ha sido nuestro intento en este art´ıculo proponer algunas descripciones de conceptos que, si bien frecuente- mente corren en los documentos acerca del sentido del Bachillerato universitario y de sus planes de estudio, no siempre se utilizan libres de confusi´on. Son claras las opciones ideol´ogicas subyacentes en cada uno de ellos, de acuerdo a las propuestas aqu´ı formuladas. Queda por andar el camino de la discusi´on, seguramente apasionada, pero indispensable para hacer avanzar el proyecto de Bachillerato que el futuro de nuestros alumnos exige.